(*) Publicado el 30/3/2015 en Infolatam.
Los resultados de las elecciones locales y departamentales bolivianas, subnacionales en la jerga gubernamental, han mostrado un claro retroceso de las posiciones oficialistas, no sólo respecto a los comicios presidenciales de octubre pasado sino también en relación a las pasadas elecciones de este tipo, celebradas en 2010. Si bien es verdad, como apuntó el vicepresidente Álvaro García Linera en su comparecencia del domingo por la noche, que ambas realidades no son comparables, también lo es la derrota oficialista en más de uno de sus bastiones tradicionales, como la alcaldía de El Alto o la gobernación de La Paz.
Prueba del cuantioso daño hecho por el resultado electoral a la autoestima oficialista fue la no presentación del presidente Evo Morales a su tradicional rueda de prensa posterior a la elección. En esta oportunidad fue sustituido por el vicepresidente y recién el lunes el líder máximo saltó a la palestra para manifestarse públicamente. Sus palabras fueron autoexculpatorias ante la debacle sufrida, justificándose en la existencia de un fuerte voto de castigo anticorrupción, aunque insistiendo en la centralidad de su partido.
El día antes, García Linera había concentrado sus argumentaciones explicativas de la derrota en algunos lugares claves en la geografía masista en la falta de liderazgos locales, una idea que si bien es cierta no disimula totalmente el intenso trabajo de todo tipo ejercido desde la cúpula del MAS por mantener la mayor parte de sus posiciones pasadas. En algunas ocasiones esto llegaba al retorcimiento de la realidad, como ocurrió con la eliminación de una poderosa candidatura departamental opositora en Beni por un problema de procedimientos. En esta ocasión, como en tantas otras, se puso en juego la neutralidad de un organismo clave para el control del proceso eleccionario, como es el Tribunal Supremo Electoral (TSE), claramente subordinado al ejecutivo nacional.
Al mismo tiempo llama poderosamente la atención que uno de los principales hilos conductores de la intervención de García Linera haya sido poner de manifiesto que el MAS es el único partido político de ámbito nacional. Se trata de una verdad indiscutible. Sin embargo, lo llamativo del caso es la aparente contradicción, aunque sólo aparente, entre el discurso multiétnico, multinacional e indigenista de Morales, y su constante apelación al nacionalismo boliviano, al menos en las últimas oportunidades. La más notoria es el cierre de filas detrás de la postura del gobierno del MAS para acusar a Chile por no concederle a Bolivia una salida al mar, demanda presentada ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Nuevamente se subordina la wiphala (el estandarte aymara) a la bandera tricolor boliviana.
Pese a sus innegables avances, la oposición no lo tendrá fácil. En primer lugar, como señalaba García Linera, por su fragmentación. Puede ser que a partir de aquí surja una corriente que aliente la convergencia de las distintas fuerzas opositoras, pero eso está por ver. Segundo, porque pese al triunfo opositor en muchos casos el oficialismo controla las asambleas locales, a lo que hay que unir la resistencia del gobierno central, tal como fue expresado en multitud de ocasiones durante la campaña, a colaborar con gobiernos locales y regionales en manos de la oposición, descalificada globalmente como “la derecha”. Y finalmente, como ocurrirá en la alcaldía de El Alto y en la gobernación de La Paz, porque la mayoría de los movimientos sociales, especialmente los más reivindicativos, están subordinados al MAS y serán una herramienta constante de presión contra los gobiernos más díscolo o heréticos.
Ahora bien, más allá de estos obstáculos, lo cierto es que la competencia vuelve a estar presente en la política boliviana. Hasta ahora el MAS en el gobierno se había movido en un escenario caracterizado por una escasa presencia de partidos políticos. Es posible que estemos asistiendo al fin del período de clara hegemonía masista, facilitado por el menor impacto del viento de cola que para el crecimiento del país suponían los altos precios de las commodities. El sueño de permanecer en el poder durante más de 500 años se ha puesto en cuestión. ¿Sabrán gobernar Evo Morales y el MAS en un ambiente marcado por dificultades crecientes y sin el apoyo incondicional que tuvo de la Venezuela de Hugo Chávez?
Carlos Malamud es investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano | @CarlosMalamud