Resumen
Este trabajo colectivo examina las perspectivas y desafíos que afronta España en los escenarios mundial y europeo, dominados en 2020 por la irrupción del virus COVID-19. Se trata, además, de la octava edición de la serie periódica que elabora el Real Instituto Elcano para analizar la posición internacional española de cara al año y hacer balance del anterior. En primer lugar, el documento presenta una panorámica general que, con el coronavirus de fondo, viene marcada por el arranque de una nueva Legislatura tras la repetición electoral de 2019 y los planes de acción exterior del nuevo Gobierno de coalición. A continuación, se examinan las distintas dimensiones que conforman el contexto económico y de seguridad, muy condicionado por la alerta de salud global y sus efectos en la creciente rivalidad geopolítica chino-estadounidense. Se presta luego atención a la UE y al papel a jugar por España en el ciclo político que durará hasta 2024, si bien el momento viene igualmente marcado por el impacto de la crisis sanitaria en todos los órdenes de la integración. En cuarto lugar, se repasan las previsiones de la política exterior española en otras regiones geográficas (América Latina, EEUU, Mediterráneo, África y Asia-Pacífico), en gran parte caracterizadas por las convulsiones domésticas. Por último, se analiza el papel de España en la gestión de los asuntos globales, también afectados por la pandemia, tanto por lo que respecta a la gobernanza como a los contenidos de la Agenda 2030 (política de cooperación, acción climática, derechos humanos e igualdad de género). El documento se cierra con unas breves conclusiones.
Contenidos
Presentación: ¿qué podemos esperar de 2020?
- La acción exterior en el arranque de la XIV Legislatura
- El panorama internacional: España ante las perspectivas económicas, de seguridad y salud global en 2020
- La UE y la política europea de España
- España y los desafíos globales
- Escenarios regionales y política exterior española
- España, la gobernanza global y la Agenda 2030
Conclusiones
Presentación
Una vez más (y ya van ocho), el Real Instituto Elcano publica este documento anual que analiza las perspectivas y los desafíos internacionales desde un punto de vista español. Es una satisfacción perseverar en esta colección, aunque el año haya arrancado de un modo que no se corresponde a una cifra tan redonda y armónica como es 2020. En vez de armonía, domina una sensación de extrema inestabilidad e inseguridad, que la emergencia del coronavirus ha multiplicado hasta niveles muy angustiosos. A mitad de marzo, cuando escribo estas líneas, es todavía pronto para saber cuál será el impacto de este (por lo demás previsible, e incluso previsto) “cisne negro” (de acuerdo con Nassim Taleb) pero no hay duda de su enorme gravedad; es un fenómeno que evidencia cómo la misma globalización, que fomenta el progreso y la comunicación permanente, también propicia el riesgo y la inseguridad, al igual que dos décadas atrás lo hizo el terrorismo yihadista. Lo que nos une y nos fortalece también nos hace más dependientes, y nos debilita.
Una enfermedad, originada en un mercado local a 10.000 kilómetros de España, se ha transmitido con una velocidad inusitada por todos los continentes hasta erigirse en la gran amenaza para nuestro país y el resto del mundo. A nosotros nos está golpeando con singular dureza y, junto al drama humano que suponga, hay que contar con derivadas internacionales muy negativas. Se extenderán más allá de este año, con potenciales efectos muy graves sobre la economía (una nueva recesión y repliegue del comercio), la sociedad (menos cosmopolitismo, menos viajes y más desconfianza interpersonal), la política (fortaleciendo los Estados, e indirectamente los nacionalismos), y la geopolítica (a la vista de la desigual respuesta de China, EEUU y la UE y sus países miembros). En Europa, emulando a lo que ya vimos en la larga crisis de 2008-2013, puede volver a recrudecerse una pauta de deslegitimación institucional y auge del euroescepticismo si la ciudadanía percibe que la gestión de las autoridades ha sido ineficaz. Tampoco son descartables nuevas tensiones entre las capitales nacionales a cuenta de la solidaridad, de la respuesta económica más o menos coordinada que se dé desde las capitales nacionales, Bruselas y Frankfurt o del restablecimiento indefinido de barreras en el espacio Schengen.
No son buenos tiempos. Tampoco lo eran antes de que apareciera esta crisis sanitaria, y basta, para comprobarlo, mirar la realidad política de las potencias que definieron el orden internacional liberal tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién podía pensar que EEUU y el Reino Unido, las dos grandes democracias liberales que promovieron en 1945 el sistema de Naciones Unidas, el comercio abierto o la reconstrucción de Europa, iban a celebrar con sus actuales gobernantes el 75º aniversario de todo aquello? Resulta turbador el contraste con los dirigentes de entonces (Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill, que quizá cualifican, respectivamente, como el más grande presidente norteamericano y el mejor primer ministro británico de todos los tiempos). Pero, por mucho que nos pellizquemos para despertar, la realidad es que Donald Trump podría revalidar el próximo noviembre otros cuatro años en la Casa Blanca y Boris Johnson ha vencido hace poco con una mayoría absoluta, que ha tenido como primer efecto la consumación del Brexitel pasado 31 de enero.
Las sensaciones no son menos deprimentes cuando se mira hoy a los cuatro gigantes BRIC que a principio de este siglo se definían como potencias emergentes o alternativas y afirmaban querer la mejora de una gobernanza global cooperativa. Hoy apuestan sin apenas ambages por un enfoque neo-westfaliano a la hora de defender la soberanía, y por un liderazgo basado en la autoridad de sus sendos strongmen que, bien han profundizado los rasgos autoritarios (casos de China y Rusia), bien han deteriorado la mediana calidad democrática (Brasil y la India) de sus países. Se impone así un determinado programa y estilo de actuación, que la gestión de la pandemia seguramente va a reforzar en el caso chino, y que llega hasta las puertas de la UE; como pasa, por ejemplo, en la vecina Turquía, teórica candidata a adherirse y país miembro de la OTAN. Tampoco está mejor la situación en otra región de referencia para nosotros como es América Latina, que se arrastra desde el Río Grande a la Patagonia entre revueltas populares y regímenes tambaleantes, en algunos casos más bien fallidos. Ni siquiera nos podemos consolar refugiándonos en la situación de la Europa más cercana, donde el populismo iliberal, euroescéptico y antiinmigración es la principal fuerza de oposición en Francia e Italia, crece con inquietante vigor en Alemania y gobierna en alguno de los Estados miembros más recientes. Y aquí, en casa, cuando creíamos por fin haber normalizado España (otro país occidental más, una democracia aburrida, como debe ser), resulta que sí, que somos otro país europeo más, con todos sus problemas y pocas de sus soluciones.
Sabemos, es verdad, y otros años yo mismo lo he subrayado en esta sección, que la realidad es más amplia y no se limita a ese triste panorama en la coyuntura y la agencia de líderes políticos concretos o de conductas más o menos volátiles de la ciudadanía. Hay unas tendencias en la estructura económica, social y cultural mucho más prometedoras. La pobreza extrema retrocede, la esperanza de vida crece, los conflictos bélicos entre países son cada vez más raros, el papel de la mujer avanza a pasos decididos, los progresos científicos y tecnológicos se multiplican y los flujos interculturales son más intensos que nunca. Pero ni siquiera acotando el análisis a las grandes tendencias de fondo se impone el tono positivo en este comienzo del año. El coronavirus nos recuerda con crueldad que la salud es un bien global muy vulnerable y, más radicalmente, que la misma humanidad lo es, una sensación casi apocalíptica pero que se extiende al ritmo que lo hace la pandemia. Incluso si no estuviéramos sufriendo esta enfermedad hay otras malas noticias. El hambre en el mundo repunta tras años de descenso de la desnutrición y el verano austral, con terribles incendios y deshielo acelerado, vuelve a poner de manifiesto el enorme y creciente desafío climático al que nos enfrentamos. Por si eso fuera poco, nuevas presiones migratorias descontroladas nos recuerdan en Grecia la situación insoportable de Siria, Libia y parte del Sahel, mientras que la manipulación mediática y los abusos de las redes sociales muestran cada día que las transformaciones estructurales que ha traído Internet conllevan intercambios extraordinarios de información, pero también una realidad turbadora. Por último, pero no en último lugar, y luego hablaré de ello, tenemos cada vez más claro que el retroceso de la desigualdad a nivel mundial va acompañado de un aumento de la dualización social en los países avanzados.
Con ese escenario internacional que acabo de dibujar, no resultará extraño que mi deseo para este 2020 es que termine algo mejor de lo que ha empezado. Pero, si miro al trabajo desarrollado en el seno del Real Instituto Elcano, tiendo a desear que las cosas sigan tan bien como en 2019, donde hemos vuelto a cumplir los objetivos de nuestro Plan anual de actuación. Eso se traduce en una fructífera cosecha en forma de numerosas publicaciones, múltiples seminarios públicos o actos en nuestra sede, y redoblada presencia en la prensa. En nuestro empeño de internacionalización hemos aumentado de modo exponencial las actividades realizadas fuera de España y hemos reforzado la vinculación con las grandes redes europeas y americanas y con numerosos think-tanks extranjeros. Destaca, en ese sentido, nuestra incorporación de pleno derecho al Council for Global Problem-Solving (CGP) que está formado por instituciones académicas y organizaciones de análisis político e investigación, que brindan asesoramiento al G20. Por su parte, la Oficina Elcano en Bruselas ha consolidado su posición y en 2020 seguirá contribuyendo a reforzar el ecosistema y la cultura de influencia española en Bruselas. En esa proyección internacional del Instituto también se ha producido un importante aumento de la atención de los medios de comunicación extranjeros, y se ha incrementado la difusión online de los contenidos publicados a través de la Web, blog y redes sociales.
El año pasado vino además marcado por el comienzo de la celebración del quinto centenario de la primera circunnavegación del planeta (1519-1522), empresa que el marino español Juan Sebastián Elcano, de quien nuestro Instituto toma su nombre, supo llevar a buen puerto tras morir Fernando de Magallanes a mitad de la expedición. Me satisface subrayar que hace poco nos hemos incorporado a esa conmemoración a través de una obra colectiva, ahora mismo en elaboración, en la que colaborarán prestigiosos investigadores españoles, portugueses y extranjeros a fin de analizar el papel de España en el proceso de globalización sobre la base de los datos que ofrece el Índice Elcano de Presencia Global. No es esa la única herramienta, de diseño y elaboración propios, con la que desde hace años pretendemos contribuir a la medición de la realidad internacional y de la imagen de España en el mundo. En 2019 publicamos varias encuestas, entre las que quiero destacar (además de nuevas contribuciones a nuestra conocida colección de barómetros y estudios periódicos: BIE, BRIE y SIDIR) la realizada para analizar las actitudes hacia la UE de los ciudadanos de sus cuatro mayores Estados después del Brexit. Y no puedo terminar el sumario-resumen de lo realizado en 2019 sin mencionar algunos importantes trabajos: el nuevo dossier monográfico sobre la dimensión internacional de la crisis catalana, los libros La circulación de la cultura en español en las ciudades globales de los Estados Unidos, Yihadismo y yihadistas en España: quince años después del 11-M, el Informe La política comercial europea ante un entorno internacional cambiante, y nuestra aportación a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 25), celebrada en Madrid en diciembre de 2019, que incluyó un workshop sobre The Geopolitics of increasing climate ambition.
En 2020 nuestro trabajo se verá alterado por el coronavirus, al que estamos ya dedicando un enorme esfuerzo de análisis que se recoge en este mismo documento. Trataremos, además, de hacer todo lo posible por seguir desplegando nuestro Plan de Actuación, que este año se estructura en torno a una veintena de proyectos organizados en tres líneas de trabajo:
(a) las claves de la política exterior española; (b) el nuevo ciclo político y económico de la UE 2019-2024; y (c) la agenda global en perspectiva europea y española. A ello se suma una cuarta línea de actuación que hace referencia a las antes mencionadas herramientas Elcano para el análisis de las relaciones internacionales y la posición e imagen de España en el mundo. Además, impulsaremos desde prácticamente todas las áreas de trabajo nuestra colaboración con centros parecidos al nuestro y con universidades de todo el mundo, profundizando así en el proceso de internacionalización del Instituto iniciado hace varios años. En la medida en que la cuarentena lo permita, y aprovechando las circunstancias para impulsar seminarios online, seguiremos incrementando nuestra actividad en distintas ciudades de España, de manera que nuestra presencia institucional fuera de Madrid sea también un objetivo transversal común a la mayoría de nuestras líneas de investigación.
Realizaremos todo ese empeño gracias, en primer lugar, al altruismo de nuestros patronos y demás entidades colaboradoras, que no dejan de aumentar (con la incorporación de El Corte Inglés, Mondragón Corporación Cooperativa y Navantia al Consejo Asesor Empresarial). La participación en varios proyectos competitivos también nos permite ampliar las vías de financiación. Pero no sólo de pan viven los think-tanks. Así que también me es debido reconocer la labor de asesoramiento que realizan los 55 miembros de nuestro Consejo Científico, compuesto por destacadas personalidades españolas y extranjeras, del ámbito académico, político, diplomático, empresarial y mediático, que tienen en común un acreditado conocimiento de las Relaciones Internacionales. El Consejo Científico acaba de ser renovado para incluir más áreas de conocimiento y lograr un mejor equilibrio de edad, nacionalidades y género. Nuestro presidente de honor, S.M. el Rey don Felipe VI, volvió a presidir en 2019 su reunión anual en La Granja de San Ildefonso (Segovia).
Por supuesto, intentamos estar a la altura de toda esa generosidad y nos satisface haber vuelto a ser distinguidos como el primer think-tank de España, el noveno de Europa Occidental y el 15º del mundo en la categoría de Política Exterior y Relaciones Internacionales, según el 2019 Global Go To Think Tanks Index (GGTTI) que elabora cada año la Universidad de Pensilvania. Otro reconocimiento reciente ha consistido en una acreditación a la transparencia (que certifica el cumplimiento pleno de los siete principios de buenas prácticas para fundaciones empresariales en el período 2016-2018). Y hay, por fin, otros hitos más a resaltar en la vida reciente del Instituto. Por ejemplo, el aumento de los convenios con las Universidades (más de 30 firmados y 100 alumnos en prácticas desde 2013), que nos ha animado además a crear la Red de Alumni Elcano, que ayudará a fortalecer nuestro vínculo con tantos jóvenes universitarios (es decir, futuros profesionales), que han disfrutado de un período de prácticas formativas. También ha crecido el número de convenios con entidades colaboradoras, y son ya 35 los que hemos firmado desde que se inició el Plan Crece hace cinco años, de modo que nuestras fuentes de financiación privada (ya más de un 85% del total) se diversifican y crecen.
No nos parará el coronavirus, aunque sí nos obligará a revisar prioridades y estrategias, y a reorientar recursos. Seguiremos analizando en 2020 este mundo que parece estallar por todas partes. Un mundo donde la lógica económica compite con fuerzas menos racionales como son las ideologías, los nacionalismos, las religiones, la xenofobia, e incluso la libertad misma. Hace poco he escrito que la gran amenaza de este tiempo es que nuestras sociedades se están dualizando, dividiéndose entre un sector urbano cosmopolita y educado, conectado en cadenas de producción y de información transnacionales, y el resto, formado por amplios grupos sociales que se creen abandonados y están territorializados, con mala formación y empleos precarios en ámbitos en decadencia, frecuentemente rurales, en todo caso marginales, outsiders de la red mundial y que se sienten menospreciados por la elite ilustrada y rica. Esta dualidad, que es tanto económica como sociocultural, no es sólo la principal amenaza a la estabilidad interna de las democracias sino también, como resaltaba al principio de esta presentación, al futuro de un orden internacional multilateral razonable. La elección de Trump y Johnson, y su impacto negativo sobre la gobernanza global y europea, hablan por sí solos de lo que me refiero. El rechazo a la inmigración y el soberanismo proteccionista son parte de esa reacción y el horizonte, incluyendo lo que nos depare esta pandemia, no es halagüeño para que la protesta se vuelva propuesta y se puedan construir nuevos consensos.
No sabemos si será posible impulsar un nuevo contrato social que atienda de modo eficaz al problema de la dualización y a las heridas de esta crisis. No es, como resulta obvio, nuestra tarea como Instituto. Pero sí forma parte de nuestra responsabilidad, en este mundo hiperconectado y comunicado, aunque cada vez menos dialogante y más polarizado, aportar nuestro grano de arena en forma de serenidad y de rigor. Lo intentamos a través del análisis, de la valoración de escenarios e incluso de la prescripción sobre qué hacer en los grandes temas internacionales y europeos. El modesto, y a la vez ambicioso, objetivo de las páginas que siguen es ayudar a entender qué retos le esperan a España en 2020 y cómo debe afrontarlos. Al fin y al cabo, pese a que la protesta se desarrolla en una plaza muy local, los auténticos retos son transnacionales, tal y como nos ha vuelto a recordar la crisis sanitaria que padecemos. Los problemas globales sólo se pueden abordar globalmente o a través de espacios políticos amplios, como la UE, el G20 o las Naciones Unidas, donde España debe ser más activa y contribuir así a una gestión mínimamente efectiva de lo que los ciudadanos reclaman pero que la gobernanza nacional ya no puede dar.
Emilio Lamo de Espinosa
Presidente del Real Instituto Elcano | @PresidenteRIE
Conclusiones
Desde que hace ya casi 10 años decidimos lanzar esta serie anual, nuestra pretensión ha sido satisfacer varios propósitos a la vez. Primero, identificar los grandes temas del contexto internacional y europeo, conectándolos con la posición de España en los mismos. En segundo lugar, vincular ese análisis de la coyuntura de la agenda exterior con las perspectivas más a largo plazo. Tercero, hacer un balance de lo ocurrido en el pasado inmediato junto a un ejercicio prospectivo de lo que está por venir en el año. Y, por último, combinar el análisis neutro con un enfoque más valorativo e incluso prescriptivo. Alcanzar todos estos objetivos simultáneamente, y hacerlo de manera colectiva pero coherente, no es tarea sencilla, pero echando la vista atrás podemos concluir con relativa satisfacción que se ha conseguido en ediciones anteriores. Los lectores de este trabajo han encontrado siempre varios productos en uno: anuario que repasa los grandes desafíos globales y europeos; examen periódico de la política exterior española; hoja de ruta sobre lo que se puede esperar a lo largo del año; y, por fin, catálogo de recomendaciones para defender mejor los intereses y valores mayoritarios de nuestra sociedad.
En esta ocasión, sin embargo, la tarea ha alcanzado tal dificultad que nos ha obligado a retrasarla algo más de un mes con respecto al calendario previsto. La razón de esa aparición tardía y de la complejidad se refleja incluso en el título del documento, que por vez primera incorpora un apelativo al nombre de la colección: “España en el mundo en 2020: el año del coronavirus”. Para ponderar cómo ha impactado la pandemia en su elaboración hay que tener en cuenta que en enero las previsiones al uso hablaban de un año más o menos tranquilo y en general algo mejor que el anterior en el nivel global, en el europeo, en los escenarios regionales y en el de la propia diplomacia española. A pesar de los importantes problemas de fondo existentes, la cita electoral en EEUU auguraba una distensión temporal con China; se preveía también una recuperación económica mundial; los posibles avances en la acción climática y la tradicional tregua olímpica apuntaban a un año con frutos en la cooperación internacional; la UE enfilaría el arranque de una nueva Legislatura con el Brexit resuelto y la negociación presupuestaria como principal preocupación; América Latina tendría un año menos convulso que el que dejaba atrás; y, sobre todo, España podría desplegar por fin un programa de acción exterior proactivo e ilusionante tras una larga interinidad.
Lamentablemente, el COVID-19 lo cambió todo. Ninguno de los pronósticos que parecían razonables hace dos meses se sostiene en el momento en el que escribo estas conclusiones. Es verdad que la posibilidad de una epidemia siempre se menciona entre los riesgos globales, pero no se ha podido anticipar cuándo iba a ocurrir ni se ha sabido afrontar eficazmente. Lo que nos obliga, por cierto, a un reconocimiento de modestia como expertos y de cierto sobrecogimiento ante la incertidumbre en la que vivimos. Causa impresión, por lo cambiante que es la situación en un mundo tan interconectado como el actual, releer ahora las menciones a la emergencia sanitaria en el discurso que a principios de febrero dirigió el Rey Felipe VI al cuerpo diplomático acreditado en nuestro país para felicitar el nuevo año: “quiero trasladar al pueblo amigo de China nuestra más sincera expresión de solidaridad y apoyo en estos momentos especialmente difíciles” y “España valora los importantísimos esfuerzos para lograr una gestión eficaz de la crisis, que nos afecta a todos; y ha manifestado desde el primer momento su disposición para cooperar con China, en lo que esté en nuestra mano, para contribuir a contenerla y superarla”.
Aunque la pandemia golpea ahora mucho más cerca, seguimos sabiendo poco sobre cómo evolucionará de aquí a final de año, y son muchas también las dudas a la hora de hacer predicciones sobre los asuntos no referidos a la salud. Algunos pronósticos hablan de un prolongado destrozo económico, mientras otros dibujan más bien una breve recesión seguida de fuerte rebote. Hay quien opina que todo esto fortalecerá al Estado-nación y quien en cambio ve una gran oportunidad para la gobernanza post-Westfaliana. Contamos ya con estudios que auguran que la globalización retrocederá, pero algunos análisis alternativos apuntan sólo a una pausa y eventual reconversión de la misma. Muchos dicen que China saldrá bien parada y herido de muerte el liderazgo norteamericano, aunque el impacto bien podría ser negativo en la primera (el resto del mundo querrá ser menos dependiente de una potencia lejana y opaca) y positivo en EEUU, si la crisis ayuda a tener en 2021 un presidente que vuelva a pensar su país como a city upon a hill. También se duda si la UE quedará desacreditada o si por el contrario veremos fuertes avances en la integración. Como cabía esperar, ya son muy numerosos los debates (y las discrepancias) que están surgiendo sobre los efectos del virus en cuestiones tan dispares como la implementación de la Agenda 2030 (¿más conciencia de la fragilidad de la humanidad o auge de prioridades materialistas?); los hábitos sociales (¿inclinados hacia la solidaridad o hacia la desconfianza?); la erosión o no de los populismos; el regreso de los expertos frente a los charlatanes; o la desacreditación definitiva de un saber científico demasiado imperfecto, entre otros muchos. Ni siquiera sabemos, en fin, si nos encontramos ante un auténtico parteaguas que dividirá el siglo XXI o si se trata de un fenómeno impactante pero no tan perdurable.
En todo caso, desde el reconocimiento de la incertidumbre sobre lo que nos espera, sí creemos que el resultado de este trabajo puede ser una vez más de utilidad para decisores, estudiosos y ciudadanía en general. Nos gustaría, como es lógico, que el panorama mundial fuera distinto y que la posición de nuestro país en el mismo apuntase ahora mismo mejor. Pero nuestra aportación quiere modestamente contribuir, sin alarmismo y sin caer tampoco en imprudente imprevisión, a ordenar ideas, ubicar la pandemia en el contexto de los demás temas de la agenda internacional de España, y recomendar posibles vías de actuación. En suma, ofrecemos un trabajo coral y con vocación de exhaustividad sobre cómo nuestro país se enfrenta o debe enfrenarse al coronavirus en su política exterior y europea.
Junto a la crisis sanitaria, y precisamente para calibrar en su justa medida qué nos estamos jugando, no hemos querido ignorar que siguen presentes otros muchos retos donde es necesaria más y mejor proyección española. A corto plazo la prioridad tiene que ser ganarle la batalla al virus. Pero la urgencia no debe hacer perder de vista la necesidad de reflexionar con rigor sobre el avance tal vez demasiado desordenado de la globalización, sobre lo que necesitamos de la integración europea y sobre las deficiencias de nuestra proyección multilateral y bilateral. Una conversación donde nos jugamos –y no es metáfora– la vida y en la que queremos implicar a los representantes políticos, a los actores sociales y a la ciudadanía individual. Los países más cohesionados, más maduros, más informados, y más sensibles a la interacción entre lo nacional y lo internacional serán sin duda capaces de afrontar mejor este reto y otros de similar o mayor envergadura que pueden venir luego.
Charles Powell
Director del Real Instituto Elcano | @CharlesTPowell
Coordinado por Ignacio Molina, con la colaboración de Jessica Almqvist, Haizam Amirah Fernández, Félix Arteaga, Ángel Badillo, Gonzalo Escribano, Mario Esteban, Enrique Feás, Carlota García Encina, Carola García-Calvo, Carmen González Enríquez, Manuel Gracia, Lara Lázaro, Patrícia Lisa,Carlos Malamud, Ainhoa Marín Egoscozábal, José Pablo Martínez, Mira Milosevich-Juaristi, Iliana Olivié, Andrés Ortega, Miguel Otero Iglesias, Aitor Pérez, Fernando Reinares, Luis Simón, María Solanas, Federico Steinberg, Ilke Toygür y Álvaro Vicente, y con presentación a cargo de Emilio Lamo de Espinosa y conclusiones de Charles Powell.