Coordinadoras: Iliana Olivié y María Santillán O’Shea.
Autores: Ugo Armanini, Mario Esteban, Raquel Jorge, Lara Lázaro, Iliana Olivié, María Santillán O’Shea e Ignacio Urbasos.
Resumen[1]
Este policy paper analiza la iniciativa Global Gateway de la Unión Europea (UE). Tratándose de un programa joven y aún en construcción, la finalidad de este ejercicio es la de sugerir recomendaciones para un diseño y ejecución orientados a su (a) potencial geoestratégico y (b) de impacto en desarrollo, su capacidad para generar (c) financiación innovadora y (d) una mayor y mejor coherencia de la iniciativa y coordinación de sus stakeholders. Para ello, se exploran sus retos y oportunidades en estos cuatro planos, tanto para la iniciativa en general para la Cooperación Española y el sector privado español. Estos mismos retos y oportunidades se observan también en dos proyectos concretos en los ámbitos de la transición climática (proyecto de hidrógeno en Chile) y la conectividad (programa BELLA).
Los desafíos a los que se enfrenta el éxito de Global Gateway son numerosos y de distinta naturaleza. Resolver el siempre delicado equilibrio entre impacto en desarrollo y la rentabilidad necesaria para la participación de la iniciativa privada, convivir con procesos garantistas pero lentos en el ámbito de las instituciones de la UE o incorporar más y mejor las prioridades nacionales de desarrollo de los países socios son sólo tres ejemplos.
Global Gateway está pues llamada a transformar la cooperación al desarrollo europea y, con ella, al menos parcialmente, la de sus Estados miembros.
En cualquier caso, este trabajo coral, que ha contado con los insumos de la ya extensa literatura sobre el proyecto y con las opiniones de una veintena de entrevistados, permite ofrecer una serie de recomendaciones que se agrupan al final del documento. Dichas recomendaciones giran, en primer lugar, en torno a la gobernanza de la estrategia, haciendo referencia a posibles mejoras a su agilidad, a sus niveles intermedios de toma de decisiones, a la claridad y transparencia de sus procesos (incluyendo los relativos a la participación de sus distintos actores), a la necesidad de coordinar y tener en cuenta otras iniciativas que pudieran solaparse con ésta (tanto europeas como externas) y al equilibrio entre agilidad y garantías en el proceso de ejecución.
En segundo lugar, en aras del impacto en desarrollo de la iniciativa, se recomienda un mayor alineamiento con las prioridades de desarrollo de la UE, en particular los objetivos sociales, que ataña también a la participación privada, que cuente con mecanismos de evaluación transparentes y maneras de involucrar también al sector privado local, potenciando así la imagen de la UE como donante integral.
En tercer lugar, se recomienda buscar una mayor apropiación por parte de los Estados miembros, por ejemplo, mediante rondas de contactos o la formalización de procesos, y por parte de los países socios y de otros actores, como la sociedad civil.
Por último, se aconseja mejorar la comunicación sobre la iniciativa, alineando el esfuerzo comunicativo con las que se perciben como sus carencias y apostando por una narrativa que sea realista respecto del potencial de la herramienta y que enfatice su carácter colaborativo, más que el competitivo o reactivo respecto de otros actores globales, como China.
Introducción
La Unión Europea (UE) despliega al año, en concepto de ayuda, cerca de 70.000 millones de euros en unos 150 países en desarrollo, lo que supone en torno a la mitad de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) del club Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y hace de la Unión el primer donante mundial.
A pesar de las crisis de los últimos lustros, la ayuda de los donantes tradicionales (u OCDE) ha mantenido un crecimiento constante, batiendo nuevos récords históricos cada año. A esto se suma la apuesta redoblada de los (mal llamados) donantes emergentes y, notablemente, de China.
En paralelo, la agenda de desarrollo global ha transitado desde una visión más bien técnica o tecnocrática de la ayuda al desarrollo, centrada en el logro de una serie de objetivos sociales a nivel local (concretados en la Agenda de Eficacia de la Ayuda y en los Objetivos de Desarrollo del Milenio) a otra, más amplia, que asume los retos del desarrollo en toda su amplitud y complejidad, expandiendo su alcance a los planos económico, climático, ambiental, político, institucional o securitario (lo que se materializa en la Agenda 2030).
Así, la ayuda al desarrollo, tradicional y emergente, aumenta, mientras los retos y objetivos de desarrollo se multiplican. La necesidad de dotar una agenda de financiación del desarrollo que transite “from billions to trillions” está dando lugar a la creación o fortalecimiento de mecanismos e instrumentos que aumenten la financiación pública (ayuda reembolsable, blending) y privada (garantías, partenariados público-privados para el desarrollo sostenible) del desarrollo.
La ayuda y cooperación al desarrollo son el buque insignia de la proyección exterior de una UE que, gobernada hoy por una Comisión Geopolítica, pone en marcha una serie de procesos orientados, por una parte, a la comunitarización de facto de la ayuda europea (desaparición de herramientas extra-presupuestarias como el FED, creación del NDICI-Global Europe, Team Europe, cooperación delegada) y, por otra, a aumentar la escala, alcance temático (digital, clima, transporte, educación, salud, investigación) y estratégico (en parte como respuesta a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, BRI china) de las acciones de desarrollo, lo que está llamado a materializarse en la iniciativa Global Gateway.
La estrategia Global Gateway ha sido criticada por su falta de ambición, en la medida en la que, en gran parte se limita a re-empaquetar iniciativas pre-existentes. Sin embargo, si con un mero “re-empaquetado” se logra dotar de estrategia y coherencia interna a una ayuda oficial al desarrollo que, por ejemplo, multiplica por 10 su equivalente en el caso de China, el efecto en términos de desarrollo y de proyección exterior de la UE puede ser mayúsculo. Además, esta iniciativa se asienta sobre el nuevo instrumento europeo NDICI-Global Europe, que ya representa un cambio significativo en cuanto a la ambición de la política europea de cooperación.
Global Gateway está pues llamada a transformar la cooperación al desarrollo europea y, con ella, al menos parcialmente, la de sus Estados miembros teniendo en cuenta, además, su potencial efecto comunitarizador. Las implicaciones para el sector privado español y para la Cooperación Española son diversas en la medida en la que afecta a su herramienta de cooperación financiera y a las formas de participación del sector privado en iniciativas de desarrollo, y esto, en un momento crítico, de reforma de la cooperación al desarrollo.
La siguiente sección describe la iniciativa de Global Gateway, en el marco de una ayuda europea en transformación y como respuesta a la BRI china. En el segundo epígrafe, se repasan los retos y oportunidades de Global Gateway en términos de su impacto en desarrollo, potencial geoestratégico, capacidad de innovación financiera y coherencia y coordinación internas de la UE. La tercera sección pone el foco en estos mismos retos y oportunidades para los casos concretos de un proyecto de transición energética (hidrógeno en Chile) y de conectividad (BELLA). La última sección ofrece una serie de recomendaciones en los campos de la gobernanza de la estrategia, su impacto en desarrollo, su apropiación por parte de todos los actores y sus esfuerzos de comunicación.
¿Qué es Global Gateway?
La cooperación al desarrollo de la UE
Los últimos años han visto una tendencia a favor de la integración y geopolitización de la cooperación europea al desarrollo, al ir incorporando progresivamente objetivos de desarrollo con otros objetivos de política exterior (Olivié y Santillán, 2021). Converge así este enfoque con el que adoptan otros actores de desarrollo y se alinea más con algunas modalidades de cooperación de algunos Estados miembros, como la cooperación financiera de Francia o Alemania. Esta evolución, reflejada en la amplitud de objetivos diferentes recogidos en el Nuevo Consenso de Desarrollo de 2017, se observa particularmente en la adopción en 2021 de Europa Global y el Instrumento de Vecindad, Desarrollo y Cooperación Internacional (NDICI, por sus siglas en inglés) (ibid.).
Dicho instrumento, encargado de financiar y ejecutar la acción de desarrollo de la UE durante el ciclo financiero 2021-2027, absorbe en una herramienta única los mandatos de varios instrumentos previos. Éstos incluyen, entre otros, el Fondo Europeo de Desarrollo, destinado a países de África, el Caribe y el Pacífico (ACP) y a Países y Territorios de Ultramar (PTU), que contaba con la excepcionalidad de ser financiado extrapresupuestariamente (ahora tan sólo los PTU lo son); el Instrumento Europeo de Vecindad; el Instrumento de Financiación de la Cooperación al Desarrollo, que canaliza ayuda hacia Asia, Asia Central, Oriente Medio, América Latina y Sudáfrica; y el Instrumento en pro de la Estabilidad y la Paz (Comisión Europea, 2018).
El instrumento Europa Global-NDICI cuenta adicionalmente con un Fondo Europeo de Desarrollo Sostenible Plus (FEDS+), sucesor de un Fondo Europeo de Desarrollo Sostenible (FEDS), que provee apoyo financiero a inversiones en desarrollo en todo el mundo. Acompaña, por último, a este FEDS+, una Garantía de Acción Exterior que absorbe el mandato de préstamo en el exterior del Banco Europeo de Inversiones (ibid.).
La unificación de todos estos instrumentos bajo el Europa Global-NDICI dota a este nuevo instrumento de una mirada geográfica y temática mucho más amplia, así como de un mandato que excede los objetivos tradicionales de desarrollo, tales como la erradicación de la pobreza, e incluye nociones geopolíticas y securitarias, como la estabilidad y la paz (Parlamento Europeo y Consejo, 2021). Además de en la amplitud de objetivos, el enfoque geopolítico de la cooperación europea se refleja en el peso que adquiere la Vecindad en este contexto. El reglamento del NDICI contiene una serie de disposiciones específicas para las cuestiones de vecindad, que incluyen el control de flujos migratorios, así como una asignación de fondos relativamente elevada para la misma (19.000 millones de euros, la segunda mayor partida, tras los 29.000 millones asignados a la totalidad del África Subsahariana) (ibid.).
Una última manifestación de la integración y geopolitización de la ayuda está en su financiación. Al absorber el instrumento Europa Global-NDICI también el antiguo FED, la cooperación europea al desarrollo pasa a estar financiada enteramente por los presupuestos comunitarios, concediendo así un mayor papel en el mismo a la Comisión Europea (denominada Comisión “geopolítica” por la presidenta von der Leyen) (Olivié y Santillán, 2021) y, en cierta medida, al Parlamento Europeo (Burni et al., 2021). Además, sus 79.500 millones de euros (Parlamento Europeo y Consejo, 2021) exceden la suma de asignaciones con las que contaban los instrumentos previos, a pesar de no incluir ya la aportación del Reino Unido, indicando asimismo la creciente importancia otorgada a la proyección exterior de la UE.
Paralelamente, los esfuerzos por dotar a la acción exterior y de desarrollo de la UE de una mayor coherencia e integración (sobre todo a raíz de la necesidad de aunar fuerzas para dar respuesta a la pandemia del COVID-19) desembocan en que en 2020 se adopta el llamado enfoque Equipo Europa en la cooperación europea (Comisión Europea, s.f.b). Se trata de un intento por potenciar la visibilidad de la UE en el mundo como un actor si no monolítico, sí con coherencia interna y una colaboración más estrecha y efectiva entre sus miembros, y de presentarse como tal de cara a sus socios exteriores (ibid.).
Así pues, la evolución reciente de la política de cooperación al desarrollo de la UE engloba a ésta y al resto de la política exterior europea dentro de una misma visión y estrategia, aunando así sus objetivos, actores, dinámicas de poder e impacto.
Global Gateway
En este contexto geoestratégico, acentuado además por el efecto de la pandemia en desarrollo y los apenas siete años que quedan para 2030 –meta para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible–, surge la iniciativa Global Gateway. Ésta fue anunciada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en septiembre de 2021 como herramienta para dar respuesta a la necesidad de “conexiones sostenibles y fiables útiles para las personas y el planeta” (Comisión Europea, 2021b). Es decir, Global Gateway pretende impulsar la acción exterior de la UE en materia de conectividad e infraestructuras, y pretende alcanzar este objetivo movilizando una inversión de 300.000 millones de euros en los sectores digital, climático y energético, de transporte, de salud, y de educación e investigación (ibid.).
Resulta importante señalar que Global Gateway se trata de un ejercicio para potenciar la visibilidad, imagen y coherencia de la acción exterior de la UE a través de su cooperación internacional, que se presenta como una “oferta positiva” para sus socios al contar con una serie de ventajas, tales como su sostenibilidad y enfoque normativo (Comisión Europea, 2021a). En línea con dicho enfoque, la iniciativa se apoyaría, oficialmente, en seis principios: valores democráticos y normas rigurosas; buena gobernanza y transparencia; asociaciones igualitarias; acción ecológica y limpia; centrada en la seguridad; y capaz de catalizar inversión privada (Comisión Europea, 2021b).
Con ello, y según palabras de la misma von der Leyen, la UE aspira a afianzar su papel en el orden mundial, contrarrestando así el auge de la presencia china en todo el mundo, especialmente en los sectores relacionados con las infraestructuras y conexiones, como se explicará más adelante (Pandita, 2023). Por lo tanto, la iniciativa Global Gateway no trae consigo un nuevo paquete de financiación, sino que clarifica, unifica y coordina la acción exterior europea, financiada por medio de fondos e instrumentos ya existentes, mediante un enfoque de Equipo Europa (Comisión Europea, 2022b).
La anunciada movilización de recursos, entonces, hace referencia a los fondos que provendrán, en primer lugar, del instrumento Europa Global-NDICI y de su FEDS+ y Garantía de Acción Exterior. Asimismo, está prevista la financiación procedente de otros instrumentos, como el Instrumento de Ayuda a la Preadhesión III, Interreg, InvestEU y Horizon Europe, además de aquellos fondos que la cooperación de cada Estado miembro pueda movilizar mediante financiación combinada (ibid.). Por último, se está también contemplando la posible creación de una Agencia Europea de Crédito a la Exportación para impulsar la competitividad de las empresas europeas en países socios (Szczepański, 2023), aunque no ha habido por el momento avances tangibles relacionados con esta propuesta.
Con todo, la puesta en marcha de la estrategia ha sido lenta. Inicialmente, se ha optado por incluir en Global Gateway una serie de proyectos europeos que sirvan de insignia y promuevan la visibilidad de la UE sobre el terreno y de cara a los socios. En esta primera selección se incluyen proyectos como el cable de fibra óptica Medusa para conectar Europa con el norte de África, la extensión del cable de fibra óptica BELLA entre Europa y Centroamérica y el Caribe, el Corredor Eléctrico Transbalcánico en Europa del este, las asociaciones de hidrógeno verde y materias primas críticas con Namibia y Kazajstán y de hidrógeno verde con Egipto, entre otros (Guerrero, 2022); selección a la que posteriormente se han ido añadiendo más proyectos (Grupo Spri, 2023).
Global Gateway y la Iniciativa de la Franja y la Ruta
Cuando se anunció en 2013, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) respondía a diversos intereses de China, destacando la búsqueda de nuevos mercados para sectores con un evidente exceso de capacidad, como el de la construcción, y el aumento de su influencia geopolítica y normativa. Su rápida difusión prácticamente por todo el planeta, a pesar de haberse ideado originalmente para Eurasia, se debió a que existía una enorme demanda de financiación en infraestructuras que no estaban satisfaciendo los actores tradicionales.
La BRI ha registrado un declive desde un auge de inversiones y actividad diplomática en 2016-2017, coincidiendo con el primer Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional. Tras la celebración de un segundo Foro en 2019 y la aparición del COVID-19, el liderazgo político chino ha reducido su visibilidad, como evidencian la drástica reducción de menciones en los discursos de Xi Jinping (Chen, 2022) y la retrogradación en 2021 del Foro bianual a una reunión de nivel ministerial. Pasado su ímpetu inicial, la BRI se ha estancado y está por ver si la celebración de un tercer foro en otoño de 2023, con motivo de su décimo aniversario, podría favorecer un nuevo impulso. La magnitud de una eventual revitalización de la BRI parece limitada, pues ha disminuido el apetito por esta iniciativa tanto fuera como dentro de China.
Países socios con memorandos de entendimiento sobre la BRI han quedado decepcionados con ella y se enfrentan a problemas de deuda, agudizados tras la crisis del COVID-19. Esto está vinculado a problemas normativos de la iniciativa, como su falta de transparencia. Además, destaca la aproximación históricamente semi- o no-concesional china (81% de su financiación al desarrollo hasta 2017 (Malik et al., 2021: 13)) y los préstamos frente a las donaciones (con factores que llegaron a ser del 31 al 1), y cuyos proyectos han contribuido de manera significativa a la deuda externa de países como Yibuti, Angola, Laos, Maldivas, Mongolia (Buchholz, 2023) y Montenegro (Hurley et al., 2018: 18). Asimismo, se ha evidenciado cómo la resistencia de comunidades locales puede echar por tierra proyectos que no cumplen con unos estándares regulatorios o de sostenibilidad social y medioambiental adecuados, como evidencia entre otros la suspensión por vía jurídica –seguida por su cancelación definitiva– del primer proyecto de planta de carbón en Kenia (Yi, 2021) con más de 1.000 millones de dólares de financiación china. Mas generalmente, se estima que hasta 2021, el 35% de la cartera de proyectos BRI (Malik et al., 2021: 13) encontró graves problemas de implementación, incluyendo protestas públicas, escándalos de corrupción, violaciones de derechos laborales o problemas medioambientales; problemáticas que, como se verá más adelante, Global Gateway deberá asegurarse de evitar. Además, muchos de estos proyectos han generado una dudosa rentabilidad económica para China cuyas autoridades se han vuelto menos proclives a financiar grandes proyectos de infraestructura y más atentas a gestionar los riesgos económicos y reputacionales derivados del fracaso de los mismos.[2] Esto ha impulsado la publicación de una plétora de estrategias oficiales orientadas a convertir la BRI en una iniciativa más sostenible con proyectos de mayor calidad.[2] Además, las autoridades chinas consideran que estamos en un contexto internacional de creciente riesgo geopolítico, que no es propicio para inversiones en grandes proyectos de infraestructuras y exige priorizar una mayor autonomía industrial y tecnológica de China.
Un claro ejemplo de que se ha reducido el nivel de ambición de los proyectos de infraestructuras financiados por China es el corredor bioceánico Brasil-Bolivia-Perú. Este proyecto faraónico se concibe ahora desde una perspectiva más modesta, centrada en el desarrollo paulatino de infraestructuras a nivel nacional cuando sea posible y posponiendo la conectividad intrarregional a un eventual momento en el que pudieran surgir las condiciones políticas favorables. El caso sudamericano evidencia los límites de un enfoque vertical –basado en acuerdos con gobierno centrales– a la hora de implementar proyectos, dada la dificultad de poner de acuerdo a todos los actores interesados, incluyendo gobiernos subnacionales y comunidades locales (Gong, 2023). El énfasis de la BRI se ha trasladado de grandes infraestructuras tradicionales hacia proyectos más pequeños o vinculados a la transición digital y verde; y de los préstamos a las inversiones. Dicha evolución no es ajena a la presión de las normas y estándares internacionales y también refleja la influencia de los países receptores. Casos de cancelación de megaproyectos (Berger, 2018), como en Malasia (Zainuddin, 2021), o renegociación de deudas y garantías (Griffin, 2022), como en Ecuador (de la Torre et al., 2022), señalan una voluntad por parte de países socios de redefinir relaciones asimétricas con China, a la vez que ofrecen a esta ultima la posibilidad de replantearse la manera en que desarrolla sus proyectos.
Por otro lado, China lanzó en septiembre de 2021 la Iniciativa para el Desarrollo Global (GDI) para reforzar su perfil internacional como país proveedor de ayuda al desarrollo. Aunque aún está por concretar, esta nueva iniciativa ya es apoyada por más de 60 países en el marco del Grupo de Amigos de la GDI en Naciones Unidas (Ministerio de Asuntos Exterior de la República Popular China, 2022). Se lanza en paralelo y como iniciativa complementaria a la BRI; mientras ésta tiene un enfoque más de mercado en el que prima la participación privada, la GDI es más cercana al enfoque “tradicional” de la cooperación al desarrollo (Mulakala, 2022). Financieramente, la GDI está financiada con fondos de ayuda a través de la Agencia de Cooperación de Desarrollo Internacional de China (CIDCA) y de contribuciones chinas a programas e iniciativas internacionales (Ha, 2023). Temáticamente, sus ocho áreas prioritarias de cooperación son: mitigación de la pobreza, seguridad alimentaria, respuesta al COVID-19 y vacunas, financiación para el desarrollo, cambio climático y desarrollo ecológico, industrialización, economía digital y conectividad (Misión Permanente de la República Popular China ante la ONU, 2022)[4].
En cualquier caso, y a pesar de que China participa del Marco Común del G20 para el tratamiento de la deuda (Wei, 2022), siguen existiendo contradicciones significativas entre la UE y China en este campo. Un ejemplo evidente es la falta de transparencia de la financiación china al desarrollo. Se estima que la deuda china en países con ingresos bajos y medios no reportada bajo el Sistema de Registro de Deudores del Banco Mundial alcanzó los 385.000 millones de dólares (Malik et al., 2021: 57), casi la mitad de la deuda oficialmente registrada bajo dicho mecanismo. La BRI también seguirá divergiendo de la financiación al desarrollo europea si se materializa la voluntad europea de sólo financiar proyectos compatibles con un calentamiento global limitado a 1,5 grados (GIZ, 2022: 2), lo que deja fuera cualquier inversión en energías fósiles (Evans, 2022). Aunque la inversión en renovables haya aumentado en términos absolutos y relativos, las energías fósiles constituyen aun más de la mitad de los montos de contratos y volúmenes de inversión en energía bajo la iniciativa china (Wang, 2023). Además, a pesar de la prohibición de financiar plantas de carbón fuera de China, respetada en 2021 (Wang, 2022: 13), se ha señalado la participación de empresas chinas y posible apoyo financiero y técnico chino a proyectos de minas o plantas de carbón en 2022[5]. Mas significativo aún es que, a través de la GDI, China afianza la adopción de un posicionamiento proactivo para legitimar un modelo de desarrollo desvinculado de la gobernanza y de los derechos individuales, civiles y políticos (Lemoine y Gaafar, 2022).
En este contexto, el lanzamiento de Global Gateway por parte de la UE ha sido eminentemente reactivo frente a los desafíos geopolíticos y normativos que implica la BRI y la preocupación que genera en términos de sostenibilidad, incluyendo el nivel de endeudamiento de los países participantes. Esta preocupación es compartida por otros socios de la UE, que han impulsado iniciativas similares como Build Back Bettery con los que se han impulsados plataformas bilaterales o minilaterales como la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global o la Asociación UE-Japón sobre Conectividad Sostenible e Infraestructuras de Calidad (Esteban y Armanini, 2020). Con más de un billón de dólares de compromisos de pago, la BRI se mantendrá como la mayor iniciativa de conectividad, pero sus flujos de nueva financiación actuales, estabilizados alrededor de 60.000-70.000 millones de dólares anuales (Wang, 2022: 5; Wang, 2023: 5), son similares al valor de la ayuda europea al desarrollo. Además, Global Gateway podría beneficiarse de una ventaja comparativa al movilizar mayor capital privado, puesto que su cooperación técnica permite, entre otras muchas cosas, la atracción clave de capital en la fase de la planificación de proyectos; y al integrar el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) y otros bancos nacionales de desarrollo.
[1] Los autores agradecen a Miguel Otero Iglesias los comentarios realizados a este policy paper.
[2] Antes de la pandemia, datos del American Enterprise Institute apuntaban a que la BRI llegó a acumular 100.000 millones de dólares de activos dudosos (un cuarto del total mundial desde 2005) (OCDE, 2018: 29). A eso se añade una fuerte exposición, el 60% de su cartera de créditos internacionales (Lu, 2023), a países con crisis de deuda en 2022, y un monto de más de 200.000 millones de dólares en rescates financieros desde 2016 –un quinto del monto total de compromisos de pago de la BRI (Douglas, 2023).
[3] Entre las cuales se pueden citar: Perspectivas y acciones para promover la construcción conjunta de la Franja Económica a lo largo de la Ruta de la Seda y de la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI (2015), las Directrices de desarrollo verde para la inversión y la cooperación en el extranjero (2020) y los Lineamientos para la Protección Ambiental Ecológica de Proyectos de Cooperación y Construcción de Inversiones Extranjeras (2022). A ello se añade la meta de inversión hacia el exterior del 14 Plan Quinquenal del 25% inferior respecto al periodo anterior (2016-2020) (Wang, 2022: 21).
[4] Las tres últimas áreas se solapan con el ámbito de actuación de la BRI.
[5] En Indonesia (Wang, 2023: 13), la China Energy Engineering Corporation ganó la licitación para la construcción de una central térmica de 1,5 GW en la isla de Obira, mientras la Power Construction Corporation estaría implicada en un proyecto minero en la provincia de Borneo Central. En Pakistán se espera apoyo financiero y técnico para la construcción de plantas de carbón en Gwadar.
Imagen: La inscripción “Global Gateway” en la pantalla de un smartphone. Foto: Dati Bendo – EC Audiovisual Services / ©European Union, 2023.