El ingreso de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) el 30 de mayo de 1982, hace ahora 40 años, es sin duda uno de los hitos más señalados de nuestra historia reciente. Como es sabido, debido fundamentalmente a la naturaleza autoritaria del régimen franquista, así como al papel que este había desempeñado en la Segunda Guerra Mundial, España no fue invitada a sumarse a la Alianza Atlántica cuando se constituyó en 1949 y durante la Guerra Fría tan solo pudo adherirse al bloque occidental de forma un tanto vergonzante, mediante un acuerdo bilateral con Estados Unidos, firmado en 1953, tan decisivo como asimétrico. Inevitablemente, quizás, fue también un acuerdo controvertido, ya que, a pesar de sus consecuencias globalmente positivas para la economía española, no proporcionó a nuestro país una verdadera garantía de seguridad y se tradujo además en una nada desdeñable presencia militar estadounidense que siempre suscitó cierto rechazo social.

La llegada de la democracia permitió, entre otras muchas cosas, que la sociedad española pudiera expresar libremente sus preferencias en materia de política exterior y de seguridad. Más aun, y en contra de lo que argumentan quienes sostienen que la naturaleza consensuada y gradual del proceso democratizador impidió que se realizaran cambios de verdadero calado, en un espacio relativamente breve de tiempo se produjo una profunda transformación del papel de España como actor regional y global. El aspecto más controvertido de la misma fue sin duda la decisión de solicitar la adhesión a la OTAN, que, si bien contó con el apoyo parlamentario necesario para ello, también fue contestada por amplios sectores de la sociedad. Con la perspectiva que nos otorga las cuatro décadas transcurridas desde entonces, hoy seguramente resulte poco controvertido afirmar que se trató de una decisión acertada.

Sin embargo, también es indudable que la fractura política y social a la que dio lugar, la más importante que jamás haya suscitado la política exterior y de seguridad de España (con la única excepción de la que se produjo con ocasión de la guerra de Irak), tardaría algún tiempo en superarse, dejando además algunas secuelas significativas. En todo caso, ello tuvo al menos la virtud de obligar a clarificar las condiciones en las que podría desarrollarse la futura contribución de España a la Alianza Atlántica, que se plasmaron en el Decálogo de Paz y Seguridad presentado en 1984, con vistas a facilitar la aprobación de la permanencia de España en la OTAN mediante el referéndum celebrado en 1986. Al mismo tiempo, este debate incidió favorablemente sobre las negociaciones que desembocaron en el ingreso de España en la Comunidad Europea el 1 de enero de 1986, y también facilitó la firma de un nuevo Convenio para la Defensa con Estados Unidos el 1 de diciembre de 1988, que contribuyó a superar definitivamente las asimetrías heredadas de acuerdos anteriores.

Al poco tiempo de cerrarse este proceso interno de reformulación de la política exterior y de seguridad española tuvo lugar la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, así como la posterior disolución de la Unión Soviética, en diciembre de 1991. Con ello se abrió una nueva fase en la definición de la contribución de España a la defensa de Occidente, que culminaría en la plena incorporación a la estructura militar integrada de la Alianza Atlántica, el 1 de enero de 1999. En cierto sentido, pues, los 40 años de España en la OTAN pueden subdividirse en dos grandes etapas, de casi dos décadas de duración cada una: una primera fase, de adhesión y adaptación a la organización, seguida de una segunda fase, de plena integración y consolidación en el seno de esta.

El libro colectivo que el lector tiene en las manos pretende precisamente dar voz a quienes han protagonizado en alguna medida, y desde ámbitos profesionales muy distintos –la política, la milicia, la diplomacia y los medios de comunicación– la evolución de la presencia de España en la OTAN durante estos años. A quienes han tenido la amabilidad de participar en este ejercicio, se les ha pedido que dieran respuesta a dos preguntas muy concretas, a saber: ¿cómo ha contribuido la Alianza Atlántica al desarrollo de las Fuerzas Armadas y a la defensa y seguridad de nuestro país? y ¿cuál ha sido la aportación de España a la OTAN desde su adhesión en 1982? Como podrá comprobar el lector, si bien existe una cierta unanimidad al valorar positivamente tanto el impacto de la incorporación de España a la Alianza Atlántica como la contribución realizada por nuestro país desde entonces, las opiniones recogidas conforman un lienzo más complejo, variado e interesante de lo que quizás cabría esperar.

El azar ha querido que el cuarenta aniversario de la adhesión de España a la OTAN casi coincida en el tiempo con la celebración en Madrid de la trigésimo segunda cumbre de la organización, en junio de 2022. Este cónclave, que contará con la participación de los jefes de Estado y de Gobierno de los 30 aliados representados en el Consejo del Atlántico Norte, tiene lugar pocos meses después de la brutal y a todas luces injustificada invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa, un acontecimiento que, además de producir un sufrimiento sin precedentes recientes en Europa, ha trastocado la arquitectura de seguridad del continente, dando al traste con los equilibrios existentes desde la disolución de la Unión Soviética hace poco más de tres décadas. En este contexto, la adopción de un nuevo Concepto Estratégico o, lo que es lo mismo, de una hoja de ruta que permita a la OTAN dar respuesta a los retos y amenazas de toda índole a los que se enfrenta actualmente, adquiere una urgencia e importancia inusitadas. Por todo ello, la cumbre también ofrece a España una oportunidad única para demostrar a los aliados su profundo compromiso con los valores e intereses de la Alianza Atlántica, así como su voluntad de contribuir a una respuesta conjunta, decidida y robusta, sin la cual no será posible garantizar su supervivencia en un contexto crecientemente volátil y complejo.

Contribuciones

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España (2018 -).
Javier Solana, secretario general de la OTAN (1995-1999).
José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (2021-).
Margarita Robles, ministra de Defensa (2018-).
Felipe González, presidente del Gobierno de España (1982-1996).
José María Aznar, presidente del Gobierno de España (1996-2004).
José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno de España (2004-2011).
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España (2011-2018).
Narcís Serra, ministro de Defensa (1982-1991).
Julián García Vargas, ministro de Defensa (1991-1995).
Gustavo Suárez Pertierra, ministro de Defensa (1995-1996).
Eduardo Serra Rexach, ministro de Defensa (1996-2000).
Pedro Morenés, ministro de Defensa (2011-2016).
María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa (2016-2018).
Francisco de P. Bisbal Pons, Teniente General de Infantería de Marina, director del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) (2020-).
Fernando Alejandre, General del Ejército, Jefe del Estado Mayo de Defensa (2017-2020).
Fernando del Pozo, Almirante, director del Estado Mayor Internacional (2004-2007).
Miguel Ángel Aguilar, periodista especializado en temas de Defensa y Seguridad.
Rafael Estrella, presidente de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN (2000-2002).
Javier Colomina, vicesecretario general adjunto de la OTAN para Asuntos Políticos. Representante especial del secretario general para el Cáucaso y Asia Central (2021-).
Miguel Ángel Fernández-Palacios M., embajador representante permanente de España en el Consejo del Atlántico Norte (2018-).

Agradecimientos

Este libro no hubiera sido posible sin el trabajo y el apoyo de muchas personas. Ante todo, deseamos dejar constancia de nuestro agradecimiento a todos los protagonistas que se prestaron a las entrevistas y participaron con sus relevantes aportaciones. También deseamos agradecer el apoyo prestado por la Revista Española de Defensa, del Ministerio de Defensa y, en concreto a Pepe Díaz, Hélène Gicquel y Estela Zubieta, por el extraordinario material fotográfico que pusieron a nuestra disposición. Este es en buena medida un esfuerzo colectivo, que no hubiese sido posible sin el trabajo de María Dolores de Azategui y Juan Antonio Sánchez, del Real Instituto Elcano. A todos ellos nuestro agradecimiento más sincero.