Siete países latinoamericanos han celebrado entre 2009 y 2010 los bicentenarios de sus independencias. El balance que se puede hacer de los festejos es bastante limitado si no negativo.[1]

Introducción

Siete países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México y Venezuela) han celebrado entre 2009 y 2010 los bicentenarios de sus independencias. El resultado de los festejos ha distado mucho de ser el esperado y por lo general su impacto internacional y regional ha sido limitado. Incluso si sólo nos centramos en considerar las repercusiones internas de los distintos casos, la distancia existente entre las expectativas previas y las metas verdaderamente alcanzadas es muy amplia como para satisfacer de forma plena a los actores directamente involucrados. De ahí que la crítica a formular a los distintos gobiernos y a las Comisiones Nacionales de los Bicentenarios, en los casos que éstas últimas hayan existido y funcionado, deba ser firme y consistente. Sin embargo, hubo algo positivo en la forma de plantear los festejos y en la búsqueda de una mayor coordinación intergubernamental, ya que es la primera vez que en situaciones de esta naturaleza los gobiernos regionales intentaron seriamente trascender el típico “ombliguismo” local y el estrecho territorio delimitado por las fronteras nacionales.
 
Los sectores que más abogaban por un festejo continental, al que se le quería otorgar un cariz bolivariano, vieron frustradas sus expectativas, como muestra el fracaso de prácticamente todos los intentos de coordinación y cooperación supranacional en la materia. La mejor prueba de ello es lo ocurrido con el Grupo Bicentenarios, especialmente durante el crucial año 2010. En esta situación influyeron distintos elementos, entre los que se pueden mencionar el carácter eminentemente nacional de los festejos, unido al fuerte nacionalismo imperante en la región, que impidió articular tanto una respuesta subregional, o en el mejor de los casos latinoamericana, como deseaban algunos, o inclusive iberoamericana como pedían otros, entre ellos algunos actores españoles. También hay que tener presentes otra serie de cuestiones que van desde la politización excesiva de los festejos, que implicaba la exclusión de los discrepantes, tanto presentes como pretéritos (caso de Bolivia, Ecuador, Venezuela y, en alguna medida, Argentina). Tampoco se pueden olvidar las fuertes divisiones internas dentro de la región, ni los recursos limitados dedicados a las celebraciones, especialmente en una coyuntura en la cual los efectos de la crisis internacional todavía se hacían sentir sobre los países implicados ni la excesiva “trivialización” de las celebraciones, que muchas veces solían apostar por el lado más lúdico o festivo de los actos programados.

Los bicentenarios

A lo largo de 2009 y 2010 siete países latinoamericanos han celebrado los bicentenarios de sus independencias. Dos de ellos (Bolivia y Ecuador) lo hicieron en 2009, mientras que a los cinco restantes (Argentina, Chile, Colombia, México y Venezuela) les tocó su turno en 2010. En el caso de México se hizo coincidir el bicentenario de la independencia con el centenario de la Revolución Mexicana en un intento de realzar los fastos e insistir en el carácter fundacional de dos de los acontecimientos más determinantes de su historia nacional.

El objetivo de este trabajo es hacer un balance global de las celebraciones continentales (por eso no se incluye a España), teniendo en cuenta lo actuado por los distintos gobiernos y también lo ocurrido con algunos organismos de coordinación regional, como el Grupo Bicentenario, objeto de numerosas críticas, con independencia de la identidad política o ideológica de quien la realizaba. En líneas generales se puede adelantar un resultado negativo del balance, apuntando a que los logros alcanzados han sido bastante limitados y de escasa proyección internacional. Como señala correctamente María José Martínez Vial en Política Exterior, los bicentenarios pasaron “sin pena ni gloria”.[2] Es obvio que desde la perspectiva española, especialmente con los temores existentes en los años previos a las celebraciones, no se trata de una mala noticia, al haberse esperado con bastante preocupación una oleada sistemática de ataques contra España, su imagen y sus empresas asentadas en América Latina.[3]

En 2011 se completarán los festejos del grupo de nueve países que conforman el Grupo Bicentenario y que debían celebrar tan importante efemérides entre 2009 y 2011. Los festejos pendientes son el de Paraguay, que tendrá lugar el 15 de mayo de 2011, y El Salvador, que el 5 de noviembre del mismo año conmemorará un nuevo aniversario de su conato independentista de la capitanía general de Guatemala. El 5 de julio Venezuela festejará nuevamente el bicentenario de su independencia, pues ya lo hizo en 2010, aunque en realidad su estatus de plena autonomía se alcanzó años más tarde. Finalmente, el 4 de agosto de 2010 el Senado de Uruguay aprobó la ley 18.677 por la que se establece a 2011 como el “año de ‘Celebración del Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental’, en el marco de la lucha de los pueblos americanos por su autodeterminación e independencia, reconociendo la participación central de la figura de José Artigas en la misma”. En la medida que la independencia nacional se alcanzó algunos años más tarde, no se fija ninguna fecha concreta para las celebraciones, aunque se establece el período 2010-2015 para organizar festejos a cargo de la “Comisión del Bicentenario de la Revolución de Independencia del Río de la Plata 2010-2015”.[4]

De todos modos, lo que ocurrirá en 2011 es un fiel reflejo de lo sucedido en 2010, cuando casi todos los países involucrados optaron por la fecha más temprana para realizar sus festejos, precisamente aquella que solía conmemorar el inicio de la rebelión en lugar de recordar el momento preciso en que se produjo la definitiva independencia de España y el surgimiento de cada una de las nuevas repúblicas latinoamericanas.[5] En algunos casos, como el colombiano, tras más de tres años de debates, se argumentó que en tanto la elección se centraba en la fecha más temprana se primaban los acontecimientos políticos, los famosos pronunciamientos por la recuperación de la soberanía popular, que de este modo pasaba de la monarquía a los “pueblos”, frente a los más estrictamente militares, que tras las guerras con los sectores “realistas” hicieron posible la ruptura definitiva de los vínculos coloniales.

Las razones que permiten explicar los mediocres resultados alcanzados en las celebraciones realizadas hasta la fecha son muy variadas, pero se pueden resumir en las cinco siguientes: (1) un exceso de nacionalismo que impidió el desarrollo de cualquier propuesta de ámbito subregional, pero ni siquiera latinoamericana o iberoamericana (la primera implica la ausencia de España y la segunda su inclusión); (2) las grandes diferencias políticas presentes en la región, visibles en el intento del proyecto ALBA (Alianza bolivariana de los pueblos de nuestra América) de convertir en hegemónicos sus puntos de vista, que incidieron directamente en algunas instancias de coordinación, como el Grupo Bicentenario; (3) una politización excesiva de las celebraciones, especialmente visible en los casos de Bolivia, Ecuador y Venezuela y también, aunque en menor medida, Argentina, todo lo cual se expresó en la presentación de la independencia como un proceso inacabado y en intentos más o menos sistemáticos de falsificación de la historia y de exclusión de aquellos grupos políticamente no afines (tanto en la actualidad como en la propia interpretación del pasado); (4) el escaso presupuesto invertido en la conmemoración, con limitados efectos en obras de infraestructuras, que permitieran una proyección más duradera de los festejos,[6] lo que también se tradujo en constantes improvisaciones en la materia; y (5) una trivialización del concepto “bicentenario”, utilizado abundantemente como marca comercial para promocionar productos públicos y privados de todo tipo, una práctica presente en casi todos los países latinoamericanos prácticamente sin excepción.

A estas cinco cuestiones fundamentales se le podría agregar una sexta que es el grado de conocimiento del significado de los bicentenarios por las distintas opiniones públicas implicadas y la forma en que las diferentes sociedades se han identificado con los festejos y su trascendencia. De alguna manera, el bajo grado de conocimiento de las sociedades latinoamericanas acerca de la significación de los bicentenarios y sus implicaciones (una conclusión del Informe 2009 de Latinobarómetro), con las correspondientes variaciones nacionales, responde a los bajos niveles educativos medios de cada país y a la propia labor orientadora y formadora de los gobiernos. En realidad, el sesgo de las respuestas no debería sorprender dado el bajo o muy bajo nivel de educación promedio de toda la región, que está muy próximo a los siete años de escolarización.

Latinobarómetro 2009 formuló dos preguntas sobre los bicentenarios y sus implicaciones. Lo curioso del caso, con independencia de los motivos que lo provocaron, es que en 2010, el año central de los bicentenarios, esas preguntas no se repitieron en el estudio anual de Latinobarómetro. De haber ocurrido, esto hubiera permitido medir la evolución de la opinión pública en un momento de posible cambio o de ver cómo los festejos repercutieron en aquellas sociedades que ya los habían pasado. Frente a esta cuestión habría que preguntarse si ello se debió a un cierto desinterés de los responsables de diagramar la encuesta, como una muestra del desinterés general por la materia, o si, por el contrario, no hubo nadie interesado en mantener vivas las preguntas y se hubiera preocupado por ellas. Mi opinión es que la segunda opción es la más probable.

La primera cuestión formulada por Latinobarómetro preguntaba de qué país se había independizado el país del encuestado, lo que permitía interrogar sobre el grado de conocimiento de los ciudadanos de la región sobre las independencias nacionales. Sólo el 43% de los encuestados contestó correctamente la pregunta. Un 37% no contestó y un 17% lo hizo de forma errónea. Chile fue el país con un mayor grado de conocimiento, un 71%. De los siete países que festejaron entre 2009 y 2010, los niveles de conocimiento son muy distintos. Mientras Chile (71%) y Argentina (63%) cuentan con holgadas mayorías que respondieron satisfactoriamente, sólo Venezuela con un 55% superaba más de la mitad de las respuestas correctas. Mucho más atrás encontramos a México (40%), Bolivia y Ecuador (39%) y Colombia (35%). Para Latinobarómetro, tal diversidad en las respuestas “implica una diferencia en la manera como se puede apreciar el fenómeno del bicentenario, y movilizar a la población en su entorno”.

La segunda pregunta fue: ¿cuán significativo es para usted el bicentenario? Pese al bajo nivel de conocimiento mostrado por los más variados sectores sociales frente a la pregunta anterior, un 57% de los encuestados señaló que los bicentenarios son significativos. Para un 12% no significa nada y un 11% no respondió. Visto de otra manera, estas cifras nos muestran que para cuatro de cada 10 habitantes de América Latina los bicentenarios significan poco o casi nada. Curiosamente en este punto los dos países con mayores respuestas positivas, Brasil (77%) y República Dominicana (70%), celebrarán los bicentenarios de su independencia en fechas muy alejadas, en 2022 y 2044 respectivamente. De los siete países anteriormente mencionados, el 63% de los venezolanos, el 61% de los mexicanos, el 59% de los chilenos, el 58% de los bolivianos, el 52% de los ecuatorianos, el 51% de los argentinos y el 36% de los colombianos dieron respuestas positivas. Una vez más, Colombia se situó al final. La conclusión del informe es terminante: “el nivel de conocimiento de los pueblos sobre el bicentenario deja mucho que desear y dice mucho sobre la identidad cultural de América Latina”.[7]

La ausencia de festejos regionales y el peso de lo “nacional”

Como ya se ha señalado, los festejos alcanzaron una dimensión eminentemente nacional y fue imposible la coordinación intergubernamental de propuestas subregionales o continentales. De alguna manera se puede decir que el acontecimiento de alcance regional más destacado de todos los actos programados fue la Regata del Bicentenario, llamada oficialmente “Velas Suramérica 2010”. Tras zarpar de Río de Janeiro el 2 de febrero de 2010, los grandes veleros participantes, en su mayoría buques escuela de las distintas Armadas involucradas, circunnavegaron América del Sur, cruzando al Pacífico por el Cabo de Hornos y retornando al Atlántico por el Canal de Panamá. En mayo arribaron a Cartagena de Indias y en junio concluyó el periplo en Veracruz. En la regata participaron grandes veleros de diversos países latinoamericanos: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. También lo hicieron navíos de España, Portugal y los Países Bajos, e incluso uno de EEUU. Si este último extremo fue posible se debió a que en la gestación y organización del evento no participaron los gobiernos implicados ni tan siquiera el Grupo Bicentenario, sino que éste fue organizado directamente por la Armadas de Argentina y Chile. De este modo se quitó el factor ideológico a la actividad programada, lo que facilitó su ejecución.

El carácter nacional de los festejos se puede comprobar igualmente a través de lo publicado en la prensa de los distintos países latinoamericanos. Un análisis métrico de la prensa latinoamericana a lo largo de 2009 y hasta noviembre de 2010, realizado por Juan Antonio Sánchez Giménez, documentalista del Real Instituto Elcano, indica una marcada aproximación nacional de las noticias sobre los bicentenarios. En efecto, esto se deduce del estudio de las noticias publicadas y recogidas por el Observatorio de Prensa del Real Instituto Elcano sobre los bicentenarios de las independencias. El análisis de una muestra de 2.878 noticias seleccionadas revela que el 65,3% tiene un marcado carácter nacional, mientras que sólo un 19,04% de los artículos se relaciona con la política exterior de los gobiernos latinoamericanos o aportan información sobre cumbres internacionales, tratados y visitas oficiales. Respecto a la opinión generada desde los medios de comunicación, apenas el 3,5% de los artículos aparecidos en prensa sobre la celebración de los bicentenarios, que han sido recogidos en la muestra, son columnas de opinión. Los restantes temas analizados se relacionan directamente con la política nacional de cada gobierno.[8]

Gráfico 1. La prensa y los bicentenarios

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En prácticamente todos los países que afrontaban la celebración de los bicentenarios, sus gobiernos y sus sociedades estaban ensimismados en sus problemas internos, lo cual complicaba aún más las cosas y dificultaba la programación a largo plazo de un festejo continental que hubiera supuesto poner de acuerdo a gobiernos tan dispares como el de Colombia y Venezuela o el de México y Bolivia. En algunos casos, como ocurrió en Bolivia, Argentina o Venezuela, el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición era virulento y la polarización social intensa. En otros, como en México y, en menor medida, en Colombia, los enfrentamientos contra el narcotráfico alcanzaban picos de violencia nunca antes observados y afectaban la paz social necesaria para desarrollar los festejos en condiciones. En Venezuela, a la difícil relación entre gobierno y oposición hubo que sumar la complicada coyuntura económica, caracterizada por una elevada inflación y los cortes de energía eléctrica que entonces martirizaban a la mayoría de los venezolanos.

En Argentina la situación se complicó bastante tras la conformación del nuevo parlamento, con el oficialismo en minoría. Aquí encontramos uno de los episodios más significativos que hablan de la forma en que se desarrolla la relación gobierno/oposición en el marco de los festejos de los bicentenarios. El 24 de mayo de 2010, el día previo a la conmemoración del bicentenario, se celebró el acto de reapertura del Teatro Colón, inaugurado en 1908, dos años antes del primer centenario. El acto era organizado por la Ciudad de Buenos Aires y por su gobierno, al frente del cual se halla Mauricio Macri, del partido opositor PRO. En los días previos hubo un cruce de acusaciones verbales entre él y la presidenta Cristina Kirchner, que motivó finalmente la ausencia del gobierno nacional de este acontecimiento y también de los representantes del peronismo oficial. En el acto, en que sí participó el vicepresidente Julio Cobos, estuvo presente el presidente de Uruguay, José Mujica, un hecho que realzó el carácter extravagante de lo allí ocurrido. De todos modos, lo que se ha podido observar en todos los casos es como, de una u otra manera, la coyuntura política y social interna se interpuso en la organización y normal celebración de los festejos.

Esta situación se intentó paliar inicialmente mediante una nutrida y publicitada agenda de visitas presidenciales a las capitales objeto de celebraciones, lo que algunos denominaron como “turismo presidencial”. Pese a todo, analizando cada caso de forma pormenorizada vemos como los presidentes latinoamericanos finalmente no se prodigaron demasiado en su asistencia a los fastos de sus vecinos, aunque sí lo hicieron más los mandatarios del ALBA entre sí. La intensidad de los viajes realizados por buena parte de ellos dentro de la región, el elevado número de cumbres realizadas y las desavenencias entre algunos países, consecuencias de los conflictos bilaterales existentes, algunos de ellos de raíces políticas o económicas, fueron algunos de los factores que permiten explicar por qué este extremo también pasó algo desapercibido, especialmente en las celebraciones realizadas a partir de 2010.

En lo que a la presencia presidencial se refiere, los datos incluidos a continuación permiten concluir que ninguna de las celebraciones nacionales de los bicentenarios se constituyó en un referente para toda la región ni llegó incluso a reunir a un número significativo de presidentes latinoamericanos.[9] Más preocupante aún de la forma “localista” (provinciana, se podría decir) en que se pensaron los festejos es que tampoco acudió a los mismos ningún jefe de Estado de Europa ni del resto del mundo. En realidad, no sabemos siquiera si se pensó en convocarlos o si se dio algún paso concreto en esa dirección. Por lo general, las representaciones extranjeras no alcanzaron el rango ministerial, y las más de las veces estuvieron encabezadas por los propios embajadores acreditados en los distintos países latinoamericanos. En algunos casos acudieron alcaldes de capitales o de ciudades hermanadas con las sedes de los festejos, caso del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, que estuvo presente en alguno de los festejos, como el de La Paz. España estuvo básicamente representada por quien entonces se desempeñaba como secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de la Iglesia.

El exceso de nacionalismo, la fuerte politización en torno a algunas de las celebraciones y el carácter reivindicativo que se les quiso dar a muchas de ellas impidieron incluso que pudiera llegarse a plantear la presencia de mandatarios extrarregionales o del príncipe Felipe en algunos festejos, comenzando por la celebración del bicentenario boliviano, el primero de todos ellos. Al ser la celebración inaugural, recordaba el “primer grito libertario” de la América española, el festejo que debía haberse celebrado en Sucre era el que más se prestaba para una mayor coordinación intergubernamental y para una iniciativa diplomática de gran impacto que diera realce a los festejos que comenzaban en mayo de 2009. Se trataba de una ocasión ideal para organizar un acto conjunto con todos los presidentes del Grupo Bicentenarios o con todos los presidentes latinoamericanos, que incluso convocara a jefes de Estado y de gobierno de otras partes del globo. Sin embargo, la improvisación y los problemas políticos bolivianos impidieron avanzar en una iniciativa de esta naturaleza.

Inicialmente, como se acaba de mencionar, el bicentenario boliviano se iba a celebrar en Sucre, pero por las fuertes desavenencias entre el gobierno nacional de Evo Morales y las autoridades regionales, entonces pertenecientes a partidos de la oposición, fue trasladado de sitio, a un lugar remoto, inhóspito, prácticamente deshabitado y de difícil acceso. El origen del conflicto estaba en las discusiones de la Asamblea Constituyente boliviana, encargada de redactar la nueva Constitución del país. La Asamblea sesionaba en Sucre y un tema clave para las autoridades y los habitantes locales era el de la capitalidad de la república. La decisión de Morales y de su partido, el MAS, de otorgar la plena capitalidad a La Paz en detrimento de Sucre provocó serios desórdenes y un maltrato evidente al presidente Morales. El enfrentamiento fue en aumento y finalmente la negativa del presidente a realizar los festejos en Sucre echó por la borda un trabajo de varios años e hizo imposible darle mayor visibilidad a los festejos.

Es evidente que de este modo se perdió una excelente oportunidad, no sólo para Bolivia sino también para el resto de América Latina, de abrirse al resto del globo y mostrar las realizaciones de un continente con futuro, especialmente aquellos países que están a la cabeza del grupo de las economías emergentes. En este punto serán interesantes las comparaciones que establecerán los historiadores, que no los políticos y menos los gobernantes, entre los festejos del primer centenario y el segundo. Lo curioso del caso es que estas cosas ocurren en lo que algunos, comenzando por Luís Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), llaman “La década de América Latina”. Se trata de una coyuntura que, según el Informe 2010 de Latinobarómetro, coincide con el mejor momento de la región “desde el punto de vista del estado de sus democracias y de sus economías de los últimos 15 años”.[10]

Como ya se ha dicho, Bolivia fue el primer país latinoamericano en festejar el bicentenario de su independencia. El 25 de mayo 2009 se conmemoraba en Sucre el bicentenario del conocido como el “primer grito libertario de América Latina”. A los festejos realizados en el pequeño pueblo de El Villar, muy lejos de cualquier aeropuerto al cual pudieran desplazarse las autoridades, embajadores y visitantes ilustres llegados desde La Paz, no acudió ningún mandatario extranjero por expresa decisión del presidente Evo Morales, que quería evitar a toda costa el menor protagonismo posible de Sucre y de sus autoridades locales y regionales. Sin embargo, la presencia internacional se manifestó el 16 de julio del mismo año en la capital del país, La Paz, ocasión en que se celebraba el bicentenario de la constitución de la Junta Tuitiva. En esa ocasión arribaron a La Paz los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, Fernando Lugo, de Paraguay, y Rafael Correa, de Ecuador. También estuvo presente Jorge Luis Sierra, vicepresidente del Consejo de Ministros de Cuba, y un nutrido grupo de cancilleres del resto del continente, comenzando por Celso Amorim de Brasil y Jorge Taiana de Argentina. Se comienza a ver aquí como funcionaron las afinidades ideológicas y los intereses políticos en el ejercicio del “turismo presidencial” vinculado a las celebraciones de los bicentenarios, toda vez que las máximas autoridades presentes en Bolivia pertenecían a los países del ALBA.

Los festejos del bicentenario ecuatoriano, realizados el 10 de agosto de 2009, prácticamente se hicieron coincidir con el inicio del segundo mandato del presidente Rafael Correa y con una Cumbre de Unasur, que contó con una fuerte presencia de mandatarios extranjeros. Previamente se celebró un acto de presidentes del ALBA, donde participaron junto a Correa, Raúl Castro, de Cuba, Manuel Zelaya, de Honduras (que ya había sido destituido del cargo por los movimientos militares que colocaron a Roberto Micheletti al frente del país), y Hugo Chávez. De alguna manera se repetía lo ocurrido con la celebración de La Paz. A la toma de posesión del presidente Correa sí asistió el Príncipe de Asturias y a la Cumbre de Unsaur los principales presidentes de la región, como Lula da Silva, Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Michelle Bachelet, Fernando Lugo y Evo Morales. De este modo, al coincidir una serie de actos importantes (toma de posesión del nuevo gobierno y cumbres del ALBA y de Unasur) con el bicentenario de la independencia, se buscaba realzar el protagonismo del presidente Rafael Correa más que dar mayor lustre a las celebraciones de la emancipación. Esta situación fue criticada por algunos sectores de la oposición y de los medios, pero con muy poco eco en el gobierno.

Venezuela realizó su celebración el 19 de abril de 2010, en recuerdo del acto que supuso el rechazo por parte de los habitantes de Caracas de Vicente Emparán, el nuevo gobernador designado por la Corona española. Esa fecha no había sido objeto de celebraciones formales en las décadas anteriores y en su lugar se elegía el 5 julio de 1811, cuando se firmó la declaración formal de independencia de España. Prueba de la novedad y de su introducción a último momento en los planes de los festejos es que el 18 de abril de 2010 se inauguró en Caracas el Monumento al 19 de Abril. Es más, en el Acta de la Quinta Reunión del Grupo Bicentenario, celebrada en una fecha tan tardía como septiembre de 2009, se puede leer como la representación venezolana “comenzó su presentación aclarando la fecha de inicio del movimiento de independencia de la República Bolivariana de Venezuela, afirmando que el primer grito de libertad fue el 19 de abril de 1810, y que en 1811 se hizo la declaración de independencia absoluta, con lo cual celebrarán dos años consecutivos 2010 y 2011”.[11] A los actos en Venezuela acudieron los presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega, de Cuba, Raúl Castro, de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de Bolivia, Evo Morales, y de República Dominicana, Leonel Fernández, y el primer ministro de Bermuda, Winston Baldwin Spencer. Por el contrario, dado el fuerte enfrentamiento bilateral que se vivía con Colombia, el gobierno de Álvaro Uribe prohibió la presencia de cualquier tipo de delegación gubernamental en los festejos.

A los fastos de Argentina, celebrados el 25 de mayo con una importante participación popular, quizá la mayor de todas las celebraciones continentales, asistieron los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Hugo Chávez, de Venezuela, José Mujica, de Uruguay, Evo Morales, de Bolivia, Sebastián Piñera, de Chile, Rafael Correa, de Ecuador, y Fernando Lugo, de Paraguay, además del depuesto mandatario de Honduras, Manuel Zelaya. En esta ocasión, junto al criterio de las afinidades políticas hay que agregar el de la vecindad. Todos los presidentes de los países limítrofes de Argentina (Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) acudieron puntualmente a la cita en Buenos Aires.

Casualmente, los tres últimos países que celebraron sus bicentenarios en 2010 tenían gobiernos de derecha o de centro derecha, lo cual condicionó de una forma evidente y negativa la presencia de otros mandatarios regionales. Así, por ejemplo, ni Lula da Silva ni Hugo Chávez, que tanto se habían prodigado en las celebraciones anteriores, estuvieron presentes en ninguna de ellas, y Cristina Fernández de Kirchner sólo acudió a Chile, dada su vecindad con el país trasandino y como reciprocidad a la presencia de Sebastián Piñera en Buenos Aires. Cristina Fernández sólo estuvo en Santiago unas breves horas y únicamente en la noche anterior a los festejos. De los tres casos considerados quizá haya sido el de Colombia, celebrado el 20 de julio, el más grave de estos tres, en la medida que a sus festejos no acudió ningún presidente regional. Se trató de uno de los últimos actos encabezado por Álvaro Uribe como presidente colombiano, ya que su sucesor, Juan Manuel Santos, asumió el 7 de agosto del mismo año. Entonces el enfrentamiento bilateral con Hugo Chávez estaba en sus momentos más álgidos, y fueron muchos los presidentes latinoamericanos que decidieron no acudir a los actos de Bogotá para no enemistarse con el mandatario bolivariano.

Los casos de México (16 de septiembre) y Chile (18 de septiembre) fueron algo diferentes. A la mesa de Felipe Calderón, un presidente atribulado por su duro enfrentamiento contra el narcotráfico, sólo se sentaron la noche del 14 de septiembre los presidentes de Guatemala, Álvaro Colom, Honduras, Porfirio Lobo, El Salvador, Mauricio Funes, Panamá, Ricardo Martinelli, y Colombia, Juan Manuel Santos. Como se observa, hubo una representación modesta de mandatarios, aunque en la mayor parte de los casos ésta fue políticamente afín. Quizá la principal excepción sea la del salvadoreño Mauricio Funes. Hubo una nutrida presencia centroamericana a la que se unió la de Colombia, antigua socia de México, junto con Venezuela, en el G-3.

En el caso de Chile, un país todavía no repuesto de los brutales efectos del terremoto de marzo anterior, a los festejos de 2010 asistieron Evo Morales, de Bolivia, y Fernando Lugo, de Paraguay, a lo que hay que sumar el ya mencionado breve paso de Cristina Fernández de Kirchner. La sociedad chilena estaba todavía bajo el impacto del accidente que había retenido bajo tierra a 33 mineros y que aún no se había saldado con su exitoso rescate. De todos modos, los festejos chilenos conocieron una menor concurrencia presidencial que otros de la región, debido básicamente a la orientación política del gobierno de Sebastián Piñera. Aquí lo más llamativo fue la presencia de Evo Morales, aunque esto fue así por el interés de ambos países en mejorar su relación bilateral, una tendencia muy clara desde la presidencia de Michelle Bachelet. Por ello, la asistencia de Morales a los festejos chilenos tampoco provocó demasiada sorpresa.

Sin embargo, la conmemoración chilena tuvo una nota determinante que la diferenció claramente de la mayor parte de los festejos ocurridos en 2009 y 2010, especialmente los de aquellos países donde el diálogo entre gobierno y oposición es algo prácticamente imposible. Quizá el mayor símbolo de lo ocurrido en Santiago el 18 de septiembre fue una fotografía muy sencilla, pero elocuente, que reflejaba en su integridad la profunda naturaleza de los festejos chilenos. La foto era de una gran simplicidad y únicamente mostraba reunidos a todos los presidentes del país desde el inicio de la transición a la democracia. Allí estaban Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Michelle Bachelet y Patricio Aylwin. Juntos y en armonía dos políticos demócrata cristianos, dos socialistas y uno, el actual presidente, de centro derecha. Pero la foto decía mucho más de la sociedad chilena, de su clase política y de cómo unos y otros entienden la política.

En Bolivia, la imagen de los ex presidentes vivos del país (Eduardo Rodríguez Veltzé, Carlos Mesa, Gonzalo Sánchez de Lozada y Jorge Quiroga) compartiendo protagonismo con Evo Morales es absolutamente impensable, sobre todo si se tiene en cuenta que todos quienes lo precedieron en el uso del poder y están vivos están siendo encausados penalmente y pende sobre ellos la amenaza de serlo si ya no lo están. En Venezuela, la oposición no tiene cabida en la escenografía nacionalista y bolivariana montada por el régimen. La exhumación de los restos de Simón Bolívar, para probar su envenenamiento por parte de los colombianos, es sólo un ejemplo chabacano de una situación algo más que absurda.[12]

Un proceso caracterizado por la improvisación

Una de las notas más características de la organización de los bicentenarios fue, en la mayoría de los casos, la improvisación y la falta de planificación adecuada de los proyectos que se quería potenciar. En numerosas oportunidades nos encontramos con comisiones nacionales creadas ad hoc con solo uno o dos años de anticipación a la fecha elegida para la conmemoración, lo que dificultaba cualquier emprendimiento de largo o medio plazo. En solo dos países se puede decir que se escapó de una excesiva improvisación, un mal profundamente enraizado en la cultura regional. Se trató de Chile y México, aunque en el primer caso la llegada de Michelle Bachelet al Palacio de la Moneda condujo al abandono de algunos de los proyectos centrales elaborados durante la presidencia de Ricardo Lagos. Se trató de una propuesta ejemplar de acuerdo con lo actuado en otros países de la región, donde algunas comisiones nacionales fueron durante muchos años sólo un sello o estructuras vacías de contenido y programas, cuando no de presupuestos.

Los bicentenarios de Chile y México se caracterizaron por contar con Comisiones especiales para la conmemoración que llevaban 10 y cinco años de trabajo, respectivamente, en el momento de las celebraciones. La Comisión Asesora Presidencial para el Bicentenario de la República de Chile fue creada por decreto del presidente Ricardo Lagos el 16 de octubre de 2000, el mismo año de su llegada a la presidencia. En ese entonces la idea de los bicentenarios era muy remota en otros países latinoamericanos. Por el contrario, el presidente Lagos y sus colaboradores fueron capaces de trazar un ambicioso plan de trabajo, con mucho tiempo por delante, pensando, entre otras cuestiones, en la construcción de grandes obras de infraestructuras. Las actuaciones debían servir para dejar un legado importante a las futuras generaciones de chilenos. Sin embargo, el plan fue abandonado en parte por la sucesora de Lagos, Michelle Bachelet. En México, en marzo de 2006, el presidente Vicente Fox fue el responsable de impulsar la creación de la comisión encargada de celebrar las dos conmemoraciones de 2010 (bicentenario de la independencia y centenario de la Revolución Mexicana).

La trayectoria de estos dos países se distingue claramente de lo actuado por el resto de las naciones que forman parte del Grupo Bicentenario, con comisiones nacionales de más reciente creación y con una mayor dosis de improvisación. El hecho es que en muchos casos lo que impulsó la creación de comisiones nacionales fue la creación del mencionado Grupo Bicentenario. Dicho Grupo surgió como consecuencia de los trabajos preparatorios de la XVII Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile en noviembre de 2007, lo que permitió que su primera reunión informal se celebrara en la capital chilena el 5 de septiembre de 2007 entre representantes de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, México y Venezuela. El factor tiempo, o la demora en la constitución de las comisiones nacionales, es otro elemento añadido a las cinco (o seis) causas enumeradas al comienzo de este trabajo y que permiten explicar el balance tan precario de las celebraciones. Esta cuestión se halla, también, estrechamente vinculada en algunos países a los conflictos internos entre gobierno y la oposición, que dificulta la puesta en marcha de políticas de Estado, incluso en cuestiones aparentemente tan sensibles como la celebración de los bicentenarios.

En Bolivia, el Comité Nacional del Bicentenario, que ni siquiera tiene página web, fue creado por la Ley 2.501, de 5 de agosto de 2003, como una institución autónoma para conmemorar “el bicentenario del primer grito libertario en América del 25 de mayo de 1809”. El Comité estuvo presidido por el vicepresidente Álvaro García Linera y, según el texto legal de su creación, tenía un alcance regional limitado a Sucre. Esta situación complicó el éxito de su gestión, especialmente después de los acontecimientos políticos del país, vinculados a la discusión de la Constitución boliviana y el tema crucial de la capitalidad de la república. Si bien la Constitución fue finalmente promulgada por Evo Morales a comienzos de 2009, el país careció de una institución oficial y nacional encargada de las conmemoraciones.

En Ecuador, el presidente Rafael Correa organizó los preparativos nacionales mediante un decreto de agosto de 2007, que declaró a 2007 y 2008 como “Años de Promoción Nacional” y a los años de 2009 a 2012 como de “Recordación Nacional del Bicentenario”. Su preparación estaría a cargo de una Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas. Sin embargo, ésta fue posteriormente reemplazada por el Comité Presidencial del Bicentenario (2009-2012), que fue creado a iniciativa del propio Correa mediante otro decreto, éste fechado en abril de 2008, es decir, sólo 16 meses antes del comienzo de los festejos. Si bien se dotó al Comité de una alta representación pública (está presidido por el propio presidente, el alcalde del Distrito Metropolitano de Quito y unos cuantos ministros), el poco tiempo resultante dificultó enormemente la organización de los festejos.

En Venezuela, la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de la República Bolivariana de Venezuela se creó el 17 de abril de 2008, por el Decreto 6.015 (Gaceta Oficial n° 38.912). Su principal objetivo es el “de programar los actos concernientes a la celebración de la Independencia, los cuales se realizarán durante el período comprendido entre el 19 de abril de 2009 y el 5 de julio de 2011”.[13] Se da la paradoja, sin embargo, que en ese entonces no existía la República Bolivariana de Venezuela, como tal.

El gobierno argentino, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, creó en agosto de 2005 el Comité Permanente del Bicentenario de la Revolución de mayo de 1810-2010.[14] Sin embargo, a la vista de lo poco que se había hecho hasta ese entonces, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner debió promulgar un nuevo decreto, esta vez en febrero de 2008, a escasos dos años de las celebraciones, por el cual se declaró a 2010 como el “Año del Bicentenario de la Revolución de Mayo” y se creó, dentro de la Secretaría General de la Presidencia la Secretaría Ejecutiva de la Conmemoración del Bicentenario de Revolución de Mayo de 1810-2010.[15]

En Colombia también hubo que esperar a 2008 para que el presidente Álvaro Uribe creara la Alta Consejería Presidencial para el Bicentenario de la independencia (Decreto 446 del 15 de febrero de 2008). Meses más tarde se creó la Comisión del Honor del Bicentenario, presidida por la esposa del presidente, Lina Moreno, e integrada por un nutrido elenco de personas, mayoritariamente del mundo académico. Es verdad que en Colombia la decisión de cuándo realizar los festejos se tomó tras tres años de intensos debates entre historiadores y políticos. Pero de todos modos, el escaso tiempo de preparación de los festejos hizo notar sus efectos.

Finalmente en Paraguay también hubo que esperar a 2008 para que se creara la Comisión Nacional de la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia Nacional de la República del Paraguay, que fue encargada “de preparar, coordinar e implementar el programa de eventos y proyectos científico-culturales” con motivo del bicentenario. Mientras, en Uruguay, la creación de la Comisión Nacional fue aprobada definitivamente en agosto de 2010, si bien se comenzó a hablar del tema un año antes, durante la presidencia de Tabaré Vázquez.

El fracaso del Grupo Bicentenario en su objetivo de realizar un festejo continental

Según su propia definición, el “Grupo Bicentenario es una instancia multilateral creada con el objetivo de promover y organizar la conmemoración conjunta de los procesos de independencia desarrollados en el continente americano hace 200 años”.[16] Pese a que la promoción y organización de una conmemoración conjunta de los bicentenarios es su principal objetivo, éste no se ha podido cumplir mayoritariamente, como muestran de forma contundente los festejos celebrados hasta la fecha en los diversos países implicados.

El Grupo Bicentenario está integrado por todos aquellos países latinoamericanos que cuentan con una comisión nacional para el bicentenario de la independencia que esté activa y que también hayan manifestado su voluntad expresa de pertenecer al mismo. Si bien su fecha oficial de creación fue diciembre de 2007, el lanzamiento del Grupo se produjo como resultado de algunas de las múltiples reuniones preparatorias de la XVII Cumbre Iberoamericana, realizada en noviembre de 2007 en Santiago de Chile, y en el marco de creciente preocupación por el futuro de las conmemoraciones. El 26 de julio de ese año se firmó la Carta de Intención de Valparaíso, donde se mencionaba la decisión de crearlo.

La primera reunión informal del Grupo Bicentenario se celebró en Santiago de Chile, el 5 de septiembre de 2007, con la presencia de representantes de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, México y Venezuela. Si bien Paraguay firmó la Carta de Intención de Valparaíso, no formalizó su ingreso al Grupo hasta 2009. En los meses siguiente el Grupo invitó a otros países latinoamericanos a vincularse al mismo, y finalmente también hizo lo propio con España. Junto a Paraguay se produjeron posteriormente las incorporaciones de El Salvador y Colombia. Si bien de momento el proceso de incorporaciones sigue abierto, éste está condicionado por la grave crisis que afecta al Grupo y que lo ha conducido a una situación de parálisis casi total. En su momento España aceptó de inmediato la invitación de vincularse al Grupo y el 23 de febrero de 2009 se produjo su incorporación, después de haber participado como observador en todas las reuniones previamente celebradas desde su creación.

El Grupo Bicentenario debería reunirse teóricamente al menos dos veces al año, como hizo desde su creación hasta 2009. En sus reuniones han participado una serie de instituciones regionales, iberoamericanas y globales en calidad de observadores. Entre ellas están la OEA (Organización de Estados Americanos), el Mercosur Cultural, la Segib (Secretaría General Iberoamericana), la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura), la OIJ (Organización Iberoamericana de la Juventud), el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo), la UNESCO y la Unión Latina. En febrero de 2009 se vinculó como observador el español Consorcio para la Conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812. La Segib opera en relación con la Secretaría Pro Tempore del Grupo y ayuda económicamente, en caso de que se lo solicite, a la financiación de las reuniones.

La gestión cotidiana del Grupo está a cargo de una Secretaría Pro Tempore ejercida por uno de los Estados miembros, que varía cada seis meses. Al comienzo de la existencia del Grupo, la Secretaría estuvo a cargo de Chile, Bolivia, Ecuador, Argentina y México. Según el calendario propuesto, en el crucial año de 2010, Venezuela debía ocupar la Secretaría en el primer semestre y Colombia en el segundo. En ese entonces, ambos países estaban duramente enfrentados por las acusaciones colombianas de complicidad con las FARC y por las acusaciones venezolanas de favorecer una invasión de EEUU tras la cesión de facilidades de uso en varias bases militares colombianas. Según el portal colombiano “Al Bicentenario”, la gestión del Grupo “se estancó en manos de Venezuela hace seis meses, cuando este país recibió de México la secretaría pro tempore”.[17] Las cosas llegaron a tal punto que pese a ser 2010 el año central de los festejos, la última reunión plenaria y formal del Grupo se celebró en Guanajuato en septiembre de 2009 y desde entonces la actividad del mismo ha prácticamente cesado, debido en buena medida a la responsabilidad venezolana. A esto se suma la paralización casi total de la página web del Grupo, cuyas últimas noticias datan de las celebraciones de México y Chile, en septiembre de 2010. Todo esto ha llevado a un impasse importante en la gestión del Grupo y en cualquier posibilidad de avanzar en la coordinación e implementación de futuros proyectos comunes.

Venezuela se hizo cargo de la Secretaría en el primer semestre de 2010, coincidiendo con el período en que le correspondía su festejo de la independencia, conmemorado el 19 de abril. Para entonces, el gobierno bolivariano había incumplido algunos de los compromisos asumidos previamente con el Grupo, como el diseño de una revista dedicada a los bicentenarios latinoamericanos, un proyecto que le tocaba impulsar. Todo indica que al comenzar el segundo semestre de 2010 la Secretaría no pasó de manos de Venezuela a las de Colombia. La situación de abandono existente en la organización se agravó tras la asunción de la presidencia colombiana por Juan Manuel Santos y por el deseo del nuevo presidente de marcar distancias con su predecesor, Álvaro Uribe.

El 11 de agosto de 2010, cuatro días después de asumir su cargo, Santos promulgó un decreto por el cual suprimió la Alta Consejería Presidencial para el Bicentenario. El decreto tenía un alcance mayor en lo relativo a la política colombiana, ya que eliminaba y creaba en el mismo acto legislativo distintas consejerías presidenciales, todo a la hechura del nuevo mandatario, aunque aquí nos interesa exclusivamente lo actuado en relación con el bicentenario.[1] En efecto, era esta Alta Consejería presidencial la que representaba a Colombia en el Grupo Bicentenario y si bien la representación puede ser igualmente ejercida por el Ministerio de Cultura, en el segundo semestre de 2010 el Grupo Bicentenario ha carecido para su funcionamiento de la tan necesaria Secretaría Pro Tempore, que teóricamente debía haber estado en manos colombianas.

La politización de los festejos y la falsificación de la historia

En algunos países hubo una politización excesiva de las celebraciones, especialmente notoria en Bolivia, Ecuador y Venezuela y también, aunque en menor medida, en Argentina. Así, asistimos a algunos intentos de falsificar la historia y se presentó a la independencia como un proceso inacabado, sólo ahora completado gracias a la labor antiimperialista de algunos gobiernos. Experiencias como la de Galería de Patriotas Latinoamericanos en el Salón de los Héroes del Bicentenario de la Casa Rosada aportan poco a una celebración que debe ser, por encima de todo, inclusiva e integradora. Según la presidenta argentina: “Aquí están todos: nuestras grandes victorias y también algunos amargos fracasos. Pero sin los unos ni los otros, tal vez hoy no estaríamos conmemorando el Bicentenario… Todos ellos en los últimos 200 años abonaron con su vida y sus ideales una América del Sur más democrática”.[19]

En la galería están los retratos de: José Martí y Ernesto Guevara, donados por el gobierno cubano; Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y Alcalá, Manuela Sáenz y Francisco de Miranda, recibidos de Hugo Chávez; Bernardo O´Higgins y Salvador Allende, por los chilenos; y Tupaj Katari y Bartolina Sisa, por Evo Morales. De El Salvador llegó un retrato de monseñor José Arnulfo Romero y de Paraguay una imagen del mariscal Francisco Solano López. También hubo presencia mexicana y colombiana.

El gobierno argentino, por su parte, decidió incluir a José de San Martín, Juan Manuel de Rosas, Manuel Belgrano, Eva Perón, Juan Domingo Perón e Hipólito Yrigoyen, junto al del mexicano Benito Juárez, quizá por haber sido el primer presidente indígena de América Latina, un título del que intenta apropiarse Evo Morales. Fueron muchos los argentinos que echaron en falta la presencia de figuras señeras de su historia nacional, como Mariano Moreno, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento o Raúl Alfonsín, figuras claves en la historia argentina, aunque partícipes de un relato divergente al que se quiere imponer en la galería.[20] Sobre los festejos del Bicentenario en Buenos Aires y el sectarismo que lo caracterizó, la argentina Beatriz Sarlo escribió: “El mapping del Cabildo, uno de los números principales del festejo, pasaba por alto a Raúl Alfonsín, el presidente de la transición democrática y el juicio a las juntas militares (se habla de una foto de espaldas, la misma que estaba en el pabellón de la Feria de Fráncfort: la nuca de Alfonsín como índice de estética minimalista); también la desaparición de hombres de la historia que no tienen condecoraciones en el santoral peronista: Sarmiento, por ejemplo”.[21]

Aquí también encontramos otro elemento político, muy vinculado a la lectura que de la emancipación han hecho los presidente Morales, Chávez o Correa, que gustan presentar a la independencia como un proceso inacabado. Sin embargo, para Morales, a diferencia de Cristina Kirchner, la emancipación fue un fenómeno sin apenas participación indígena y por ende mayoritariamente criollo y mestizo. De este modo, para que pueda ser completado, es necesaria la liberación de los indígenas. Según esta interpretación, Bolivia todavía no ha conocido su verdadera y definitiva independencia, lo que ha permitido convertir al vocablo “descolonización” en uno de los más utilizados por el actual establishment boliviano. De ahí sus constantes llamados a la “segunda independencia”. Por eso, el Ministerio de Culturas boliviano cuenta con un Vice-ministerio de Descolonización. En la página web del Ministerio se puede leer que este departamento del gobierno es el “responsable de fortalecer la construcción de un Estado Plurinacional Descolonizado, con identidad basada en principios, espiritualidades, saberes, usos y costumbres del patrimonio cultural, tangible e intangible, estableciendo su soberanía en el marco del Vivir Bien”.[22]

Arístides Medina, miembro de la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Venezuela, señaló que “para nosotros, la independencia es un proceso que comenzó en 1808 que está totalmente vivo, y que tenemos la obligación de concluir y cerrar”. Por eso, agregó, “Tenemos que reivindicar la acción y el pensamiento de Bolívar porque en estos momentos hay unas grandes fuerzas que quieren mantener la opresión”, como se ve en los casos de Puerto Rico y Haití, que todavía siguen sometidos.[23]

De este modo, el propio gobierno venezolano concibe la celebración de los bicentenarios “como un proceso vivo y actual, en el que todos debemos participar, porque nos corresponde como generación, consumar un proyecto, que se inició en el siglo XIX y aún no concluye. Es la presencia entre nosotros de un proceso que comenzó a fines del siglo XVIII y aún continúa. Es un proceso con tanta pertinencia en lo actual, que debemos enfrentar todas las distorsiones y tergiversaciones que se pretendan hacer de ese proceso. La concebimos como un proceso Nuestro Americano que incluye a todos los pueblos que desde el siglo XIX luchan por su liberación”. De ahí surge el compromiso de valorar el significado actual del bicentenario “en términos de reafirmación del derecho de los pueblos a su libertad y autodeterminación”.[24]

El 5 de julio de 2010 los presidentes Rafael Correa y Hugo Chávez coincidieron en la Asamblea Nacional venezolana, en un acto en conmemoración del 199 aniversario de la firma del Acta de Independencia. Cilia Flores, la presidenta de la Asamblea destacó la importancia de la celebración de esta fecha, enmarcada en la “era Bicentenaria”, de modo de poder afianzar los compromisos adquiridos entre el “Gobierno Nacional y el pueblo venezolano”. También recordó que “La responsabilidad con nuestro pueblo es culminar la segunda fase de independencia, para que definitivamente podamos ser un país libre”. En este sentido también se expresó Correa quien manifestó que: “Nuestros pueblos siguen luchando para lograr la segunda y definitiva independencia la cual, como Angostura, Jamaica, Cartagena y todas las proclamas independentistas de El Libertador, representan soberanía e integración, la Patria grande libre y soberana”. Por si hubiera alguna duda de que la emancipación estaba todavía por llegar parafraseó a José Martí y señaló que “el trabajo libertario de Simón Bolívar está todavía por hacerse”.[25]

En lo referente a la revisión histórica, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner situó el problema en su verdadera dimensión y lo relacionó con los bicentenarios. El 25 de mayo de 2009, con ocasión de celebrarse el 199 aniversario de la “revolución de mayo”, inicio del comienzo emancipador en el Río de la Plata, señaló de forma tajante que “nuestra verdadera historia… muchas veces no es la historia oficial. Es que muchas veces también, hay por parte de algunos pocos, como no querer que se conozca nuestra verdadera historia, porque siempre cuando uno conoce la verdadera historia tiene menos posibilidades de volver a equivocarse”. Para no equivocarse, especialmente en la lucha por la liberación nacional, es necesario reescribir la historia, convirtiendo a la verdadera historia, no a la escrita por los historiadores liberales del pasado, en la nueva historia oficial.

El mismo día de los festejos argentinos, se celebraba en Sucre, Bolivia, el bicentenario del primer grito libertario de América Latina. En esa ocasión el presidente Evo Morales dijo que “el pueblo que olvida su lucha y su historia es un pueblo que no tiene conciencia sobre su destino”. Para que el pueblo no olvide se introduce el concepto de memoria histórica que trata, precisamente, de mantener vivos en la conciencia popular aquellos acontecimientos que se relacionan con el relato de la liberación y la revolución, y que forman una línea de continuidad entre el pasado, el presente y el futuro. Ambas ocasiones sirvieron para que tanto Cristina Fernández como Evo Morales hicieran algunas reflexiones en la línea de cambiar la historia nacional, y continental, adaptándola a sus necesidades políticas e ideológicas, comenzando por la defensa de la “patria grande”. En la jerga revisionista el concepto patria grande, constantemente repetido, alude al conjunto de América en contraposición a las patrias nacionales, o, mejor incluso, por encima de ellas. El objetivo sería, retóricamente hablando, pasar de las patrias nacionales a la patria grande, lo que implicaría dar pasos serios y consecuentes en el proceso de integración regional.

En su alocución ya mencionada del 25 de mayo de 2009, Cristina Fernández fijó su vista en 1910, en el primer centenario de la independencia, a fin de poder marcar las grandes diferencias existentes entre el ayer y el hoy. Así afirmó: “Déjenme… recordar qué pasó en nuestro Primer Centenario… En 1910, los argentinos recordaron sus primeros cien años de historia con estado de sitio; había represión sobre nuestros trabajadores porque no había trabajo, porque no había derechos. Empezaban a correr en el mundo aires de libertad y de nuevas formas de participación donde trabajadores y procesos industriales, iban transformando el mundo. Esa Argentina solamente recuerda algunos fastos en aquel 1910; era una Argentina sin trabajo, con mucha miseria, con mucho dolor, con un modelo económico, político y social de exclusión donde solamente unos pocos, los más beneficiados, podían disfrutar de los dones de la vida, de la educación, de la salud, del trabajo”.

Las sombrías palabras de Cristina Fernández sobre el estado de tremenda postración en que se encontraban los sectores populares argentinos en torno a 1910 ilustra mejor que nada el eterno drama de las comparaciones inadecuadas. De aceptar linealmente el razonamiento kirchnerista habría que cuestionar las motivaciones de millones de inmigrantes para establecerse en Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX. Al establecer la comparación con lo mejor de nuestros días, especialmente si hay maquillaje o manipulación de por medio, cualquier ayer resulta mejorable. Distinto habría sido si para establecer sus conclusiones Cristina Kirchner hubiera mirado al mundo circundante de aquel entonces, que había hecho de Argentina un referente universal y una tierra de refugio.

Es evidente que la Argentina del Centenario no era el edén y que las condiciones de vida de los sectores populares eran deficitarias. Pero si ese país se hubiera caracterizado por tanta exclusión política y social, por tanta miseria, por tanta explotación, por los bajos salarios relativos y pésimos servicios sociales, siguiendo la interpretación de la presidenta Fernández, cómo se explica que un número ingente de personas, incluyendo a millones de españoles e italianos, hicieran esfuerzos a veces sobrehumanos para arribar a sus costas y poblar sus campos y ciudades. Las respuestas a todas estas preguntas deben tener necesariamente en cuenta el hecho de que, pese a todos sus problemas, en la Argentina de entonces existían condiciones de vida mucho mejores que en otros países.

El complemento a las desacertadas palabras de Kirchner lo puso Evo Morales, quien en esa misma fecha dijo: “Algunos dicen descubrimiento de América. Mentira, fue invasión. Nada de colonización, sino invasión para robarse nuestros recursos”. Intentando remachar la idea anterior, unos meses después, el 12 de octubre de 2009, Evo Morales consideró al Día de la Hispanidad o Día de la Raza como un “día del luto”. Aprovechó la ocasión para resaltar el conocimiento de los pueblos prehispánicos en la construcción de canales y sistemas de riego para garantizar sus cultivos. “Nuestros antepasados estaban preparados para enfrentar cualquier situación de emergencia, especialmente de carácter alimenticio. La invasión nos trae hambre, miseria, enfermedades” y, por supuesto, nada positivo. Morales también cuestionó que los maestros rurales sigan celebrando el Día de la Raza con actos cívicos escolares o se hable del “día del descubrimiento, cómo si hubiésemos estado perdidos”.[26]

La “trivialización” de los bicentenarios

También hemos asistido a una trivialización del concepto “bicentenario” que ha servido para desvalorizar la importancia y la trascendencia de los acontecimientos. Este hecho ha supuesto que el nombre “bicentenario” se utilizara abundantemente como marca comercial para promocionar productos públicos y privados de todo tipo. Simultáneamente, muchos gobiernos apostaron por desarrollar el flanco más lúdico o festivo de los festejos, tendiéndolos a convertir en grandes espectáculos mediáticos. Quizá fue el “Paseo del Bicentenario” –desarrollado en Buenos Aires entre el 21 y el 25 de mayo, que llegó a reunir a millones de personas en sus diversas actividades recitales gratuitos, un paseo temático y un espectacular cierre con 19 carrozas que repasaron la historia argentina– uno de los máximos exponentes de los festejos como show mediático. En esta línea también hay que consignar la construcción y puesta en marcha de la “Expo Guanajuato Bicentenario 2010”, una suerte de parque temático sobre la independencia.

La historiadora argentina Hilda Sábato ha señalado, en alusión directa a lo que ocurre en su país pero manejando una idea extensible al resto del continente, que “El Bicentenario se ha convertido en un sello de goma, en una palabra mágica que se usa para poner lustre a casi todo”.[27] En un claro intento de hacer verdad lo anterior, con ocasión de la expropiación de unos supermercados, posteriormente rebautizados como Bicentenarios, el Ministerio de Comunicación e Información venezolano apuntilló: “El Gobierno Nacional tomó la medida de expropiar la cadena de Hipermercados Éxito, debido a las constantes violaciones de las leyes en las que incurrían sus propietarios, así fue fundada la cadena de Hipermercados Bicentenarios y desde entonces, el pueblo venezolano tiene acceso a productos de excelente calidad a precios bajos, libres de especulación, gracias a su visión socialista”.[28]

En México, durante el mes de septiembre de 2010 se fabricó el “pan bicentenario”, cuyo nombre oficial fue “Pan Corona de la Independencia”. El pan se vendió en un paquete especial, con la imagen oficial de la corona de laurel que sostiene el Ángel de la independencia y los colores difuminados de la bandera mexicana. El pan estuvo a la venta durante el mes de septiembre en todas las panaderías del país.[29] En lo relativo a la cerveza, en México la cervecería Revolución y en Argentina la Quilmes incidieron constantemente en la idea del bicentenario. Con el lema de “Lleva el bicentenario en tu celular”, la empresa mexicana de telecomunicaciones Telcel creó un portal interactivo llamado TuBicentenario.com.mx que ofrece diferentes aplicaciones sin coste y desarrolladas totalmente en el país, para unirse a las celebraciones del bicentenario.[30] Si uno quisiera, podría confeccionar un catálogo exhaustivo de los productos que de una manera recibieron el nombre de bicentenario o utilizaron la idea del bicentenario para promocionarse. De este modo, la distancia entre la celebración y la mercancía, o la mercantilización de los festejos, se ha reducido a su mínima expresión.

España y los bicentenarios

Como se ha señalado más arriba, no es el objetivo de este trabajo hacer un balance del papel jugado por España en la coyuntura de los bicentenarios, ni analizar lo actuado por la Comisión Nacional española. Sin embargo, dadas las fuertes implicaciones que los festejos podían haber tenido para España y sus intereses nacionales y empresariales, públicos y privados, sí se hará una breve mención a lo que los festejos latinoamericanos supusieron para España, especialmente en relación a las expectativas previas.

En este punto, el balance a corto plazo debe ser satisfactorio para España, ya que finalmente no se cumplieron los peores escenarios previstos, que hablaban de un intento de aprovechar los bicentenarios para atacar la imagen del país y a sus empresas. Sin embargo, en el medio y largo plazo, el hecho de que los bicentenarios no hayan permitido proyectar una visión renovada de América Latina no es sólo perjudicial para la región, sino también para España y sus intereses políticos y económicos. Tanto la política exterior española como sus empresas han apostado firmemente por el crecimiento y la integración latinoamericanos.

Si bien han sido muchos los que desde América Latina han criticado la postura de España en relación con los bicentenarios, las críticas ni fueron concertadas ni alcanzaron un nivel al de las proferidas en otras oportunidades. Una prueba de esto lo da la conmemoración de Venezuela. Para el historiador venezolano Arístides Medina, miembro de la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia, España “quiere [en relación con los bicentenarios] que las heridas queden atrás, que nos olvidemos del genocidio contra los indígenas y del saqueo de las riquezas de América”.[31] Pese a esta reiterada mención al tema del “genocidio”, no hubo críticas, al menos oficiales o paraoficiales, salidas de tono.

Si por un lado los efectos de las celebraciones sobre España fueron modestos, por el otro tampoco la labor de la Comisión Nacional española, ni la participación en el Grupo Bicentenario ni los intentos por “iberoamericanizar” los festejos dieron los resultados esperados. Esta situación favoreció el resultado de “controlar los daños”. Todas las cuestiones anteriormente analizadas también han influido de uno u otro modo en este hecho. Al mismo tiempo, la decisión política de sólo “acompañar” los festejos si bien le restó protagonismo a España le permitió situarse en un segundo plano muy conveniente que aumentó su margen de actuación.

La creación de la Comisión Nacional para los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas se presentó imbuida de un “espíritu de colaboración y acompañamiento”. En la justificación de la creación de la Comisión, y del interés de España en los bicentenarios se presentan dos datos actuales. El primero es “la importante cifra de inmigrantes de diversos países americanos en España y de las numerosas colectividades españolas en los países de Iberoamérica” y el segundo “la presencia de comunidades hispanas en Estados Unidos de América que siguen vinculadas con firmeza a sus raíces culturales, y a su peculiar modo de entender la vida”.[32] Como se ve, se insiste en el uso de Iberoamérica y no América Latina, una cuestión que sigue siendo sensible para la mayor parte de los habitantes de la región, y más si se lo relaciona con la cuestión de la independencia de España. La segunda cuestión, el peso importante de las comunidades hispanas o latinas en EEUU, ni siquiera debería haberse mencionado en lo relativo a los bicentenarios.

Por otra parte, la presencia española en el Grupo Bicentenario generó una serie de críticas de diversos países latinoamericanos, especialmente aquellos vinculados al ALBA, que incluso se plantearon funcionar como bloque dentro del Grupo y en la práctica lo hicieron. La crítica se hizo extensiva a otras instituciones de la constelación iberoamericana, vistas como muy próximas a los puntos de vista españoles. Lo mismo se puede decir del Consorcio gaditano para la Constitución de 1812. Según Luis Javier Caicedo,[33] director del portal colombiano Al Bicentenario: “El Grupo [Bicentenario] tuvo una muy activa dinámica desde julio de 2007 hasta septiembre de 2008, realizando importantes actividades y resistiendo con éxito los embates de España por cooptar en su beneficio la efeméride de este lado del Atlántico, con lo que parecía preparado para sacar adelante el primer objetivo de su creación en Valparaíso (Chile): organizar eventos conmemorativos conjuntos”. Esta misma fuente señala que junto con otros factores, tratados igualmente en este texto, “dos hechos han afectado la celebración continental del Bicentenario: ésta no pasó a las agendas presidenciales (y casi que ni ministerial) y la experiencia no resistió la tentación hispánica”.

Caicedo también señala erróneamente que España y sus empresas presentes en América Latina “hicieron todo lo posible por cooptar en su provecho” la conmemoración de los bicentenarios. El principal objetivo de esta política era “unir en una sola conmemoración los eventos de la península y del continente americano… mediante la creación de una instancia conmemorativa común, denominada Comisión Iberoamericana para los Bicentenarios (tal como funcionó el V Centenario de la invasión); pero su impulso fue frenado en seco por el Grupo Bicentenario, que no permitió que se creara esta instancia paralela que introducía una profunda distorsión en el sentido del Bicentenario”. Esto ocurrió en una reunión convocada por la Segib en septiembre de 2008 en México. En esa ocasión, según Caicedo, la postura latinoamericana fue defendida por Ecuador, que estaba a cargo de la Secretaría Pro Tempore. Pese a no prosperar la postura española, según esta interpretación, España pasó de ser observador a miembro de pleno derecho del Grupo Bicentenario.

En su afán de protagonismo, prosigue Caicedo, España convocó en la Casa de América en Madrid, “un fastuoso acto institucional de vinculación a las independencias de sus ex colonias en el empeño de protagonizar el Bicentenario”. Esto ocurrió el 11 de mayo de 2009, pocos días antes de los festejos bolivianos. “Los miembros del Grupo Bicentenario concurrieron en masa, no sólo a este acto sino a una semana de recorrido por España, invitados por la Fundación Carolina. No resistieron la tentación hispánica”.[34]

Conclusiones

El balance de las celebraciones de los bicentenarios en América Latina debe ser, necesariamente, bastante crítico con la actuación de los gobiernos, de las comisiones nacionales y del Grupo Bicentenario. Una vez más, lamentablemente, se desaprovechó una gran oportunidad de mostrar al mundo la realidad de una América Latina en construcción, dinámica y democrática. Por eso, como apunta el título de este trabajo, a lo largo de estos dos últimos años, 2009 y 2010, se pasó de la euforia inicial sobre la gran repercusión que podrían adquirir las conmemoraciones a una situación de reforzado ensimismamiento regional y nacional, producto del fuerte nacionalismo presente en la región y que afectó de forma negativa a las celebraciones.

Es indudable que no se trató del único factor a tener en cuenta a la hora de realizar este balance. Hubo otros, de importancia variable, pero que sumados repercutieron de un modo muy negativo en lo actuado hasta la fecha. Muchos de ellos, incluso, interactuaban de forma perniciosa sobre el normal desarrollo de los hechos. De este modo, fue imposible realizar una celebración de ámbito continental o subregional, que en la llamada “década de América Latina” hubiera demostrado al mundo que la región avanza de forma clara y decidida en su proceso de integración regional.

Entre los fenómenos a considerar para realizar este balance hay que señalar igualmente: (1) la gran fractura existente en la región y los conflictos bilaterales, en parte, pero no sólo, consecuencia de la existencia de un proyecto hegemónico como el del ALBA; (2) la politización de los festejos y el sectarismo alcanzado en algunos de ellos; (3) los intentos de falsificación de las historias nacionales y de la latinoamericana; (4) el escaso presupuesto invertido; (5) la improvisación y la falta de planificación; (6) el bajo grado de conocimiento por parte de las sociedades latinoamericanas de lo que se festejaba; y (7), finalmente, aunque no en el último lugar, la trivialización y mercantilización del concepto o la marca bicentenario.

Los avatares políticos y los cambios de gobierno influyeron de forma negativa en la organización de los festejos. Tanto los cambios ministeriales como presidenciales repercutían sobre las comisiones nacionales, y desde la presidencia hacia abajo todo nuevo responsable, por lo general, intentaba dar su impronta personal a lo que se quería o se debía hacer, lo que agravaba la falta de un hilo conductor permanente. De ese modo, y ayudado por la parálisis final del Grupo Bicentenario, debida en gran medida a la acción esterilizante del gobierno venezolano, los festejos se centraron en su vertiente más mediática, dejando un escaso bagaje para las generaciones futuras.

En lo que a España se refiere, lo ocurrido permite una doble lectura. Por un lado, la muestra de un cierto alivio ante la evidencia de que no hubo una campaña agresiva en contra de su imagen internacional y de su proyección regional. Por el otro, con una visión a más largo plazo, es obvio que el fracaso latinoamericano es también una mala noticia para la política exterior del gobierno español y para los intereses de las empresas españolas.

Finalmente, y pese a una valoración mayoritariamente negativa, hay dos puntos positivos que valdría la pena rescatar. Por un lado, una importante producción historiográfica que ha permitido nuevas lecturas de los procesos emancipadores, vinculados al surgimiento de las nuevas repúblicas y al desarrollo democrático y republicano de las naciones latinoamericanas. Y en segundo lugar, los esfuerzos realizados, infructuosos pero valiosos en sí mismos, por algunos presidentes de la región para avanzar en unos festejos que permitieran trascender los estrechos marcos de las fronteras nacionales.

Carlos Malamud
Investigador Principal de América Latina, Real Instituto Elcano


[1] Este trabajo se ha beneficiado de las discusiones y comentarios de los participantes en el Grupo de Trabajo sobre los bicentenarios latinoamericanos, reunido de forma periódica en el Real Instituto Elcano. De todos modos, las afirmaciones aquí vertidas son de responsabilidad única del autor de este Documento de Trabajo.

[2] María José Martínez Vial (2010), “Bicentenarios: sin pena ni gloria”, Política Exterior, nº138.

[3] Carlos Malamud (2008), “Los riesgos de España frente a los bicentenarios: populismos, nacionalismos e indigenismos”, Documento de Trabajo nº 34/2008, Real Instituto Elcano, https://www.realinstitutoelcano.org/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/america+latina/dt34-2008; Celestino del Arenal (coord.) (2009), España y América Latina 200 años después de la Independencia. Valoración y perspectivas, Marcial Pons y Real Instituto Elcano, Madrid.

[4] Ley nº 18.677, “Año de celebración del bicentenario del proceso de emancipación oriental”, http://www.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=18677&Anchor.

[5] Véase el calendario con las fechas de las independencias latinoamericanas, donde figuran tanto la fecha de celebración como las otras fechas de cierre del proceso, en el “Especial Bicentenarios” del Real Instituto Elcano, https://www.realinstitutoelcano.org/EspecialesElcano/ObservatorioBicentenarios.

[6] La falta de transparencia en algunos de los países involucrados dificulta un estudio sistemático y de conjunto acerca de los dineros invertidos en los festejos y su aprovechamiento.

[7] Latinobarómetro, Informe 2009http://www.latinobarometro.org/documentos/LATBD_LATINOBAROMETRO_INFORME_2009.pdf.

[8] El estudio realizado por Juan Antonio Sánchez Giménez ha utilizado la base de datos “Factiva” (Prensa latinoamericana de ámbito nacional y agencias de noticias) sobre una muestra de 2.878 noticias aparecidas en prensa latinoamericana, tanto en formato electrónico como en papel, relacionadas con los bicentenarios de las independencias latinoamericanas y la política internacional. Dow Jones & Reuters Company (2010), Factiva.com, 1/XII/2010, http://global.factiva.com/.

[9] Datos tomados de “No hay celebración continental 2009-2011 y Colombia enterró el grupo bicentenario”, http://www.albicentenario.com/index_archivos/celebracion_continental_76.html.

[10] Latinobarómetro, Informe 2010, http://www.latinobarometro.org/documentos/LATBD_INFORME_LATINOBAROMETRO_2010.pdf. Miguel Ángel Bastenier, en “¿La década de América Latina?” (El País, 8/XII/2010, http://www.elpais.com/articulo/internacional/decada/America/Latina/elpepiopi/20101208elpepiint_14/Tes) se cuestiona tal posibilidad.

[11] “Acta de la 5ª reunión del Grupo Bicentenario, realizada en Guanajuato”, 28/IX/2009, http://www.grupobicentenario.org/documentos/acta5taReunion.pdf.

[12] Carlos Malamud, “El bicentenario chileno y otros festejos similares, pero distintos”, Infolatam, 18/IX/2010, http://www.infolatam.com/2010/09/19/bicentenario-chile-pinera-morales-kirchner-chavez-carlos-malamud/.

[13] http://www.bicentenario.gob.ve/.

[14] http://www.bicentenarios.es/ar/20050825.htm.

[15] http://www.bicentenarios.es/ar/20080218.htm.

[16] http://www.grupobicentenario.org/index.php?option=com_content&view=article&id=25&Itemid=66.

[17] Ibid.

[18] http://www.dmsjuridica.com/CODIGOS/LEGISLACION/decretos/2010/3015.htm.

[19] http://www.losandes.com.ar/notas/2010/5/26/sociedad-492104.asp.

[20] Carlos Malamud (2010), “El bicentenario chileno y otros festejos similares, pero distintos”, Infolatam, 18/IX/2010, http://www.infolatam.com/2010/09/19/bicentenario-chile-pinera-morales-kirchner-chavez-carlos-malamud/.

[21] Beatriz Sarlo (2010), “La fuerza de lo imprevisto”, La Nación, 27/XII/2010, http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1336642.

[22] Página web del Ministerio de Culturas de Bolivia, http://www.minculturas.gob.bo/mdcb/index.php?option=com_content&task=view&id=1087&Itemid=252.

[23] http://www.terra.com.ve/actualidad/articulo/html/act1776500-bolivar-el-pueblo-e-independencia-inacabada-ejes-bicentenario-venezuela.htm.

[24] http://www.bicentenario.gob.ve/.

[25] http://www.radiomundial.com.ve/yvke/noticia.php?461309.

[26] El tema de la falsificación de la historia se aborda con mayor detalle en Carlos Malamud (2010), Populismos Latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre, Ed. Nobel, Oviedo, véase el capítulo VII.

[27] http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1241270.

[28] http://www.minci.gob.ve/noticias/1/196509/.

[29] http://portal.pulsopolitico.com.mx/2009/09/comeran-pan-bicentenario/.

[30] http://eleconomista.com.mx/tecnociencia/2010/09/10/lleva-bicentenario-tu-celular.

[31] http://www.terra.com.ve/actualidad/articulo/html/act1776500-bolivar-el-pueblo-e-independencia-inacabada-ejes-bicentenario-venezuela.htm.

[32] http://www.bicentenarios.gob.es/Paginas/Home.aspx.

[33] Luis Javier Caicedo ha sido asesor de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), de la Organización Indígena de Antioquia (OIA), del Cabildo Mayor Embera Katío de Río Sinú y Río Verde (Córdoba) y del Consejo Regional Indígena de Caldas (CRIDEC).

[34] http://www.albicentenario.com/index_archivos/celebracion_continental_76.html.