¿Qué ha sucedido con la Inversión Extranjera Directa (IED) de las empresas españolas en América Latina tras el boom de los años noventa y la incertidumbre de los primeros años 2000?

¿Qué ha sucedido con la Inversión Extranjera Directa (IED) de las empresas españolas en América Latina tras el boom de los años noventa y la incertidumbre de los primeros años 2000?
Documento de trabajo

Resumen

En la segunda mitad de los noventa, un amplio grupo de empresas junto a las principales instituciones financieras españolas desplegaron su expansión internacional en los países de América Latina. España se situó entre las ocho principales economías del mundo por la cuantía de su Inversión Extranjera Directa (IED), y los flujos orientados hacia las economías latinoamericanas le situaron como el segundo país inversor directo en la región apenas detrás de EEUU. El brusco giro de la economía internacional en el segundo semestre de 2000 ocasionaría el fin de la etapa expansiva 1993-2000. En América Latina el clima económico había comenzado a cambiar por los efectos negativos de la crisis asiática y rusa y la retracción de los capitales financieros internacionales. La atmósfera de incertidumbre, proveniente del ámbito internacional, se agravó con la crisis argentina y el aumento del riesgo derivado de la fragilidad externa. La IED internacional tocó suelo en 2003 y a partir de ahí inició una nueva etapa de crecimiento acompañando la recuperación de la economía internacional. La nueva corriente de IED incorporó a las economías emergentes y a los países en desarrollo como importantes receptores, pero también como nuevos agentes. Las empresas e instituciones financieras españolas también han sido muy activas en sus inversiones directas internacionales en esta etapa, pero ¿qué lugar han ocupado las economías latinoamericanas? ¿Se ha verificado una segunda oleada de la IED española en la región?

Introducción

El propósito de este trabajo es realizar un estudio de las inversiones directas españolas en América Latina en la etapa reciente 2001-2006 con el objetivo de conocer lo sucedido tras el boom de las inversiones españolas en la región en los años noventa y la incertidumbre de los primeros años 2000. A tal fin, se analiza la evolución de los flujos de ID, de forma comparativa con los internacionales, así como de la localización geográfica y sectorial de las inversiones de las empresas españolas en América Latina. También, se identifican los principales aspectos de la presencia de las empresas en cada uno de los países, y se analiza el stock acumulado, a finales de 2004 y 2005, en términos comparativos con el existente en los países de la UE-15, así como el nivel alcanzado en los principales de la región y los perfiles sectoriales predominantes.

La información estadística utilizada para el análisis de la localización geográfica y sectorial es la que proporciona el Registro de Inversiones Extranjeras del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Las estadísticas de inversiones extranjeras publicadas por el Registro a finales del pasado mes de marzo contienen una nueva estructura explicada en una nota metodológica[1] muy breve. La anterior información distinguía entre inversiones brutas registradas, inversiones brutas efectivas, inversiones netas e inversiones netas descontadas las realizadas por Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros (ETVE) también denominadas sociedades holding. Ya se contemplaba la distinción de los flujos de inversiones realizados por las Special Purpose Entities. Estas entidades, que en España se han denominado ETVE[2] o sociedades holding, son sociedades instrumentales –en este sentido no tienen activos fijos ni generan empleo directo en el país en el que están establecidas– de gestión financiera para aprovechar las ventajas fiscales que algunas economías otorgan a los rendimientos y plusvalías obtenidos por los capitales invertidos en el exterior. Son compañías que “desarrollan una importante actividad internacional en cuanto a los movimientos financieros y, por tanto, las transacciones que generan son relevantes a efectos de la Balanza de Pagos”.[3] La atracción de inversiones directas y el fomento de inversiones españolas en el exterior constituyeron los factores determinantes de que España comenzase a competir con otros países europeos con larga tradición en sociedades holding –Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y algo más tarde Dinamarca, el Reino Unido, Irlanda y Suecia–.

La nueva estructura establece cuatro categorías: (1) inversiones brutas, que contemplan las operaciones de residentes que supongan la participación en sociedades no cotizadas domiciliadas en el exterior, la participación en sociedades cotizadas domiciliadas en el exterior superior al 10% del capital, y otras formas de inversión en entidades o contratos registrados en el exterior cuando el capital social sea superior a 1.502.503,26 euros; (2) inversiones brutas descontadas las realizadas por ETVE de no residentes; (3) inversiones netas, que se obtienen de restar a las inversiones brutas las desinversiones; y por último, (4) inversiones netas descontadas las realizadas por ETVE de no residentes que se calculan restando a las inversiones netas las operaciones de transmisión, dentro del mismo grupo empresarial, de las participaciones del grupo en empresas extranjeras, sean o no llevadas a cabo por empresas fiscalmente acogidas al régimen de ETVE y todas las demás operaciones realizadas por ETVE registradas fiscalmente como tales cuando su actividad se limite a la mera tenencia de valores extranjeros. La información del Registro contabiliza las inversiones de una sola vez, en “el momento de formalizarse la operación”.[4]

La otra fuente de información sobre los flujos de inversiones directas es el Banco de España. Las diferencias entre el Registro de Inversiones y los datos del Banco de España para la elaboración de las cifras de inversión de la balanza de pagos son importantes. El Banco de España contabiliza como inversiones directas, siguiendo las recomendaciones del Manual de Balanza de Pagos del Fondo Monetario Internacional (FMI), los movimientos de flujos netos –que incluyen las aportaciones de capital, para nuevas empresas o para empresas ya existentes, y las adquisiciones–, los préstamos entre empresas para un período superior a cinco años y la reinversión de beneficios,[5] dos movimientos estos últimos que no se contemplan en las cifras del Registro de Inversiones que apenas se hacen eco de las operaciones de adquisición, ampliación y constitución. Las cifras del Banco de España no contemplan ninguna distinción entre las inversiones directas de las empresas españolas y las realizadas por ETVE de no residentes. Sin embargo, el Registro de Inversiones Extranjeras es la única fuente que proporciona información sobre las inversiones realizadas por las ETVE de no residentes y también sobre la distribución geográfica y sectorial de las inversiones extranjeras, recogiendo en términos sectoriales la doble perspectiva de los sectores de origen y de destino de las inversiones. En este trabajo se utilizan principalmente los datos del Registro y se hace referencia a los del Banco de España para las cifras globales. El análisis de los flujos se complementará con el estudio del stock de inversiones españolas en el exterior tanto con la información procedente de la Posición[6] de España en la inversión exterior directa publicada por el Registro como con la información elaborada por los autores.

Rasgos característicos de las inversiones españolas en el exterior en el período reciente 2001-2006

La evolución de las ID españolas muestra que a partir de 1993, y con mayor intensidad de 1996, se verificó una fase cíclica de intensa expansión que alcanzó su punto álgido en 2000. En 2001 las ID entraron en una nueva fase, en la que primero se registró una desaceleración hasta 2003 y, de forma inmediata, una nueva fase de expansión hasta 2006 (véase el Gráfico 1). A primera vista la etapa 1993-2000 sería la fase expansiva y el período 2001-2006 –al registrar una desaceleración respecto a los altos niveles alcanzados en 1999 y 2000– sería una fase de retracción, al menos hasta 2003. Sin embargo, la realidad es bien distinta, ya que el promedio anual de las inversiones españolas en el período 2001-2006 duplicó el de la etapa expansiva 1993-2000. En la primera etapa el promedio anual de inversiones directas netas descontadas las ETVE de no residentes fue de 13.125 millones de euros, mientras que en 2001-2006 se situó en 26.833 millones de euros. En los primeros años dos mil se verificó una desaceleración respecto a los altos niveles de 1999 y 2000, pero encontró su suelo en 2003 cerca de 30.000 millones de euros y a continuación iniciaron una tendencia al alza hasta 2006. De esta forma, los flujos de ID se situaron en niveles muy superiores a los que habían sido característicos de los años noventa antes de los picos de 1999 y 2000, reflejando la esencial importancia de la dinámica de las inversiones directas en el exterior para las empresas españolas.

La intensa dinámica de las ID españolas pone de relieve que las principales empresas españolas consideran imprescindible estar presentes en los mercados externos, por lo que la internacionalización constituye un rasgo esencial de sus estrategias de crecimiento. Es por eso que las inversiones directas españolas en el exterior no se han limitado a superar a las inversiones directas recibidas en 1997 y en los años de expansión posteriores hasta el 2000, sino que las han superado todos los años desde entonces tanto en términos brutos como netos y tanto según las cifras del Registro de Inversiones como las del Banco de España (véase el Gráfico 2). En este sentido, la economía española ha registrado, desde 1997, una salida neta de inversiones directas, y lo ha hecho en un período de creciente déficit en la balanza por cuenta corriente, al contrario de lo sucedido en la mayoría de los países industrializados. En este proceso, España es uno de los pocos países que desafía la paradoja de Feldstein-Horioka, ya que el ahorro externo ha financiado y financia, en gran medida, la inversión doméstica así como una buena parte la expansión internacional del sector privado (véase Arahuetes y García Domonte, 2006).

Las empresas españolas se internacionalizaron a una nueva escala en los años noventa para alcanzar posiciones estratégicas en el competitivo contexto de la globalización característico de esta etapa, principalmente mediante la compra de activos patrimoniales y de capacidad productiva existente (Naredo y Carpintero, 2001). Y, a pesar de la incertidumbre reinante en los primeros años dos mil, mantuvieron la estrategia de internacionalización con nuevas características. En la actualidad es indiscutible la importancia de los mercados externos para las empresas e instituciones financieras españolas inmersas en el proceso de internacionalización, y su relevancia se refleja, entre otros, en el peso creciente de los beneficios obtenidos en el exterior en el conjunto de sus beneficios totales.

La incorporación de las empresas españolas al moderno proceso de globalización explicaría el rasgo de que la evolución cíclica de la ID españolas sea muy similar, casi idéntica, a la dibujada por las inversiones directas internacionales a lo largo del mismo período (véase el Gráfico 3 y el Gráfico A1 en el anexo) y sugiere la existencia de elementos comunes a los vigentes en las economías con mayor dinamismo en sus inversiones externas: un marcado carácter pro-cíclico de los flujos de ID a nivel internacional, economías más abiertas en las que se ha intensificado la competencia y las empresas tienden a fortalecerse mediante la adquisición de otras empresas dando lugar a importantes procesos de fusiones y adquisiciones, amplio acceso a fuentes de financiación tanto domésticas como internacionales, market sentiments optimistas o pesimistas que alientan o desalientan los animals spirits de las empresas en sus decisiones de inversión en el exterior.

La comparación entre las cifras del Registro y del Banco de España muestra que las inversiones netas en el exterior registradas por el Banco de España son superiores, la mayor parte de los años, y cuando no similares a las inversiones netas del Registro, ya que ambas contienen las inversiones realizadas por ETVE de no residentes. Cuando son superiores es porque las cifras del Banco de España contienen además otras formas de inversión y beneficios reinvertidos, y préstamos por períodos superiores a cinco años. Las trayectorias de las inversiones netas y netas descontadas las ETVE de no residentes se superponen hasta 1999; sin embargo, se registra una importante brecha entre ambas en el período 2001-2005 en el que las inversiones de las ETVE de no residentes representaron el 27,5% de las inversiones netas totales.

En el período 1993-2000, las empresas realizaron al menos el 55% de las inversiones mediante adquisiciones, el 42% con aportaciones de capital y apenas el 3% restante mediante la constitución de nuevas empresas; en la etapa 2001-2006, también predominaron las adquisiciones como principal modalidad de realización de inversiones en el exterior con una participación cercana al 70%, seguidas de las aportaciones de capital, el 27,5%, y apenas el 2,5% en constitución, volviendo a poner de relieve la importancia del proceso de adquisiciones como principal vía de realización de inversiones.[7] La información del Banco de España muestra que además de las adquisiciones y aportaciones de capital, la reinversión de beneficios ha adquirido una mayor importancia en los primeros años dos mil, no así los préstamos intra-empresa con plazos superiores a cinco años (véanse los Gráficos A2 y A3 en el anexo).

Se ha verificado, también, un cambio significativo en la orientación geográfica de los flujos. En la etapa 1993-2000, las ID españolas netas se orientaron en un 96,5% hacia: América Latina (61%), los países de la UE-15 (22,5%), EEUU y Canadá (9%), otros países europeos (2,9%) y países de la UE-12 (1,2%). Sin embargo, en la fase 2001-2006 las ID netas si bien conservaron una alta concentración en las mismas áreas que en la etapa anterior (96,4%), alteraron de forma significativa la orientación geográfica de sus flujos: los países de la UE-15 (67%) se situaron como el principal destino, seguido de América Latina (15,9%), EEUU y Canadá (6,4%), países de la UE-12 (5%) y otros países europeos (2,1%) (véanse el Gráfico 4 y los Cuadros A1, A3 y A5 en el anexo).

En esta etapa, a pesar del cambio de orientación geográfica de las inversiones españolas, hacia los países de la UE-15, las inversiones dirigidas hacia América Latina han sido superiores a las realizadas por los principales países europeos y han recorrido una trayectoria muy parecida a la seguida por las de EEUU, que han sido las más importantes (véase el Gráfico 3). Desde una perspectiva internacional, los principales países de la OCDE[8] –EEUU, Francia, el Reino Unido, España, Holanda, Japón y Suiza– han sido los más destacados en la realización de inversiones directas en este período, y en ese grupo se encuentra España por el dinamismo de las inversiones directas desplegado por las empresas españolas. A primera vista podría parecer que los países de la UE-15 han reemplazado a los países de América Latina como principal área de atracción de las empresas españolas en sus procesos de internacionalización. Sin embargo, la realidad es que las empresas españolas se han encontrado en mejores condiciones para desplegar su estrategia de expansión en los países de la UE-15 a partir de la expansión en América Latina en la etapa 1993-2000, de forma que han sido, en gran medida, las mismas grandes empresas españolas con inversiones en América Latina, y con cierta presencia previa en la UE, las que han impulsado la actual fase expansiva en los países de la UE-15 y, en segundo término, en los de la UE-12. Aún así, las ID netas en América Latina han registrado un promedio anual de 5.800 millones de euros y las netas descontadas las ETVE de no residentes un promedio anual de 3.600 millones de euros, promedios inferiores a los 8.000 millones de euros de la etapa 1993-2000, pero suficientemente significativos para que las inversiones de las empresas en la región se sitúen en el primer lugar del conjunto de los países de la UE 15 con inversiones en América Latina y la segunda internacional apenas por detrás de EEUU.

Desde la perspectiva sectorial, las inversiones directas españolas brutas han disminuido su participación en actividades primarias desde el 19% del período 1993-2000 al 8% en la etapa reciente 2001-2006 y también en servicios del 76% al 62%, al tiempo que han aumentado los flujos en manufacturas desde el 5% al 30%. Esta evolución es similar al medirla por los flujos netos descontados los de las ETVE de no residentes. Las ID en actividades primarias se han reducido desde el 23% al 3%, las dirigidas hacia actividades de servicios se han mantenido en torno al 72%, y se han incrementado en el sector manufacturero desde el 5% al 24% (véanse los Cuadros A13, A14 y A15 en el anexo). En actividades primarias se concentran en “petróleo y derivados”, y “gas”; en servicios en “telecomunicaciones”, “intermediación financiera”, “actividades comerciales”, “actividades inmobiliarias y servicios a empresas”, “construcción” y “hostelería”; y en manufacturas en “otras manufacturas”, “industria química” y “alimentación, bebidas y tabaco”. Al igual que sucedía en la etapa de los años noventa, en la fase 2001-2006 alrededor[9] del 40% de las ID españolas se realizan a través de sociedades de cartera, de ahí la distorsión entre las cifras de ID por sectores de destino y sectores de origen publicadas por el Registro (véanse los Gráficos A10 y A11 en el anexo).

Las inversiones directas españolas en América Latina en la fase de expansión 1993-2000

En los primeros años de la década de los noventa un reducido grupo de empresas capitaneadas por Telefónica elegía América Latina como principal área para el desarrollo de su estrategia de internacionalización. Eran, todavía, tiempos de incertidumbre. El Plan Brady y las recomendaciones del Consenso de Washington parecían abrir nuevos horizontes a las economías de la región. La gran mayoría de las economías latinoamericanas comenzaban a dejar atrás la larga noche de la “década perdida” de los años ochenta, pero los esfuerzos de ajuste y estabilización no se veían reconocidos con el regreso de los flujos internacionales de capital. Poco tiempo tuvo que pasar para que las economías comenzasen a atraer, primero, a los propios capitales de algunos países de la región colocados en mercados externos y a los primeros flujos financieros internacionales (Calvo, Leiderman & Reinhart, 1992), y a renglón seguido a las primeras empresas extranjeras decididas a llevar a cabo inversiones directas. Hasta esos momentos, las ID españolas que permanecieron en los países de la región durante los difíciles años ochenta estaban localizadas, principalmente, en actividades financieras y comerciales. En aquellos primeros años noventa las inversiones directas de las empresas españolas se dirigían, en su mayor parte, hacia los países europeos, zona con la que la economía española tenía que conseguir un mayor grado de integración si realmente aspiraba a formar parte de la Unión Económica y Monetaria que se aprobaba, por aquel entonces, en el Tratado de Maastricht.

El nuevo ciclo expansivo de ID de empresas españolas en América Latina se iniciaría en 1993 y, de forma significativa, a partir de 1996 (véase el Gráfico 5). Los primeros pasos fueron las inversiones de Telefónica, todavía como empresa pública, en Chile y Argentina en 1991, acompañados de ampliaciones de las inversiones de los bancos, y en 1994 con la inversión de Telefónica en Perú. Este ciclo se prolongó hasta el año 2000 tras el excepcional año 1999 en el que las ID españolas en la región alcanzaron su nivel más alto por la elevada cuantía de la adquisición de YPF por parte de Repsol en Argentina. Era la etapa en la que España adquiría el perfil de uno de los grandes países inversores en la región y se situaba en el segundo lugar apenas después de EEUU.10] En este sentido, los flujos promedio de inversiones directas reflejaban un gran salto. Mientras que en la etapa anterior, 1986-1992, los flujos anuales brutos promedio apenas ascendían a 290 millones de euros, en el nuevo ciclo se situaron en 15.000 millones de euros. En esta etapa, los países de América Latina se convirtieron en el principal destino de las inversiones directas de las empresas españolas, que absorbieron el 60% de los flujos frente al 26% de los países de la UE (Arahuetes, 1998 y 2002; Casilda, 2003; y Chislett, 2003).

La favorable atmósfera que existía en la economía internacional en la segunda mitad de los años noventa, estimulada por el crecimiento de la economía americana y el estimulante proceso de fusiones y adquisiciones internacionales, configuraron el contexto propicio para la expansión de las inversiones de las empresas españolas en América Latina. Era un momento en el que las economías de la región intensificaban la atracción de nuevas inversiones directas mediante los procesos de privatización puestos en marcha por gran parte de los países en actividades de telecomunicaciones, energía eléctrica, prospección, explotación y distribución de petróleo y derivados, agua y gas (CEPAL, 1999 y 2000; y Arahuetes, 1998 y 2002). El magnetismo que ya de por sí representaban las privatizaciones se reforzó con las políticas de liberalización y desregulación de actividades del sector servicios, en especial del financiero, con un tratamiento, también, muy favorable a las inversiones extranjeras. Estos aspectos, en contextos de mayor estabilidad macroeconómica e inserción más abierta en la economía internacional, se constituyeron en factores de fuerte atracción de inversiones directas (factores pull) o, dicho de otra forma, en ventajas de localización según el enfoque OLI.[11] Coincidía que las empresas españolas comenzaban a desplegar una estrategia de ampliación de mercados y, en menor medida, de explotación de materias primas desarrollando las ventajas de propiedad e internalización (factores push). La combinación de factores de atracción (pull) y de impulso (push) determinaron que los flujos españoles de inversión directa se concentrasen en el 96,6% en: Brasil (37,8%), Argentina (32,3%), Chile (8,7%), México (8,2%), Colombia (3,8%), Perú (3,8%) y Venezuela (1,3%) (véanse los Cuadros A7, A9 y A11, en el anexo).

También los factores de atracción de las principales economías de la región, por un lado, y la necesidad de ampliación de mercados y la disponibilidad de activos intangibles de las grandes empresas españolas, por otro lado, fueron los determinantes de un cambio significativo en el patrón sectorial de las inversiones españolas. La tradicional hegemonía de las inversiones en actividades financieras –banca y seguros– llevadas a cabo por bancos y compañías de seguros, daba paso a un proceso de diversificación en el que los intermediarios financieros diversificaron su estrategia de inversión entrando en el sector de gestión de fondos de pensiones.[12]

Fueron las privatizaciones de nuevas actividades las que atrajeron la mayor parte de las nuevas inversiones directas. Se inició, así, el despliegue de las inversiones en los sectores de telecomunicaciones –Telefónica–, energía eléctrica –Endesa, Iberdrola y Fenosa–, extracción de petróleo y comercialización de derivados –Repsol–, sobre todo con la adquisición en 1999 de YPF en Argentina; y, en segundo término, las inversiones en gas –Gas Natural– y gestión de agua y saneamiento –Aguas de Barcelona–, inmobiliarias y construcción (grandes constructoras) y hostelería –Meliá–.

De esta forma, el nuevo patrón sectorial de las inversiones directas de las empresas españolas en América Latina mostraba un nuevo perfil caracterizado por una elevada concentración en “telecomunicaciones” con el 32%, “actividades bancarias, seguros y fondos de pensiones” con el 24,3%, “petróleo y derivados” con el 19%, y “energía eléctrica, gas, agua” con el 12% (véase el Gráfico 6). Las inversiones directas en estos cuatro sectores representaron el 87% de las inversiones brutas y netas y el 88,7% de las netas descontadas las ETVE de no residentes en el período de 1993-2000.

Sin embargo, también representa un rasgo característico de este período la expansión de otras empresas españolas en la región como parte de su estrategia de internacionalización en una nueva gama de actividades, y si bien sus inversiones alcanzaron, en términos comparativos, una cuantía menor, contribuyeron a configurar la imagen real de la gran apuesta estratégica de las empresas españolas por América Latina, en un momento en el que las empresas de otros países europeos e incluso las de EEUU parecían seguir una estrategia de “esperar y ver” antes de realizar ningún movimiento, después de la experiencia de los años ochenta tras la eclosión de la crisis de la deuda externa. En este sentido, las inversiones en los cuatro sectores señalados estuvieron acompañadas, en segundo término, por los flujos de ID netas dirigidos hacia “otras manufacturas” que representaron el 2,3% del total, “actividades inmobiliarias y otros servicios” el 2,2%, “alimentación, bebidas y tabaco” el 1,1%, “actividades comerciales” el 1%, “construcción” el 1%, en la “industria química” el 0,9% y en “hostelería” el 0,4%.

El perfil sectorial agregado de las inversiones directas españolas en América Latina muestra que cerca del 95% de las inversiones se llevaron a cabo en actividades de servicios, en extracción y tratamiento de petróleo, y en electricidad, gas y agua, y apenas el 5% en actividades industriales. En los cuatro principales sectores de destino, las inversiones fueron realizadas por un reducido grupo de empresas y entidades financieras, de forma que también se verificó una alta concentración en el número de agentes del proceso. Eso explica que el 85% (Arahuetes, 2002) de las inversiones directas realizadas en el período 1993-2000 fueran llevadas a cabo por un reducido grupo de compañías que determinaron la intensidad del ciclo que se recoge en el Gráfico 5. Las inversiones en actividades industriales fueron realizadas por empresas españolas y no tuvieron significación alguna las llevadas a cabo, en estas actividades, por ETVE de no residentes. La naturaleza de las empresas españolas inversoras y la orientación sectorial en los países de la región pone de manifiesto que las inversiones de las empresas españolas en América Latina estaban determinadas por la búsqueda de valor estratégico, valor capaz de generar tamaño y posición de liderazgo de mercado, al tiempo que acumular experiencia y reputación multinacional (Durán Herrera, 2002, p. 52).

Principales países receptores de las inversiones directas españolas en la región

Brasil y Argentina
Los dos principales países receptores fueron Brasil y Argentina. Hasta la última revisión de las cifras de inversiones directas españolas el principal destinatario de los flujos de ID era Argentina, pero tras la revisión el primero en el período de gran expansión fue Brasil, con el 37,8% de los flujos brutos, el 34,3% de los netos y el 33,4% de los netos descontadas las realizadas por ETVE de no residentes (véanse los Cuadros A7, A9 y A11 en el anexo).

Como queda ilustrado en el Gráfico 7, Brasil muestra una trayectoria regular ascendente desde 1996 hasta el año 2000, en tanto que Argentina registra importantes oscilaciones antes del importante pico de 1999. Esta etapa representaba el comienzo de una nueva época en las relaciones económicas entre España y Brasil, puesto que hasta entonces tanto las inversiones como las relaciones comerciales bilaterales habían permanecido en una dimensión muy reducida en relación a la importancia de sus economías. En esta nueva etapa la expansión comenzó primero con las ID en intermediación financiera, siguió con la privatización de las telecomunicaciones en 1997, 1998 y 1999 y las inversiones de Telefónica, acompañadas por las privatizaciones también en el sector eléctrico que atrajeron las inversiones de Endesa, Iberdrola y Fenosa, y, por fin, la adquisición del Banco del Estado de São Paulo (Banespa) por el Santander en 2000. Estas inversiones estuvieron acompañadas por las realizadas por La Caixa en el Banco Itaú, Gas Natural, Aguas de Barcelona, y algunas inversiones industriales en partes en los sectores de partes y componentes para automóviles e industria química.

El Gráfico 8 muestra que los principales sectores de destino de las ID de las empresas españolas en Brasil fueron “telecomunicaciones”, “intermediación financiera, banca y seguros” y “electricidad, agua y gas”, de forma que estos tres sectores representaron el 95% de las inversiones brutas, y el 90% y 91%, respectivamente, de las inversiones netas y netas descontadas las ETVE de no residentes en ese período. Un aspecto importante fue el crecimiento de las inversiones en actividades comerciales, que contribuyeron al intenso crecimiento del comercio entre ambos países que tuvo lugar en ese período.

Argentina atrajo el 32,3% de las inversiones brutas, el 34,2% de las inversiones netas y el 38,9% de netas descontadas las realizadas por ETVE de no residentes (en este último caso superando las de Brasil) (véanse los Cuadros A7, A9 y A11 en el anexo). Las inversiones españolas en Argentina comenzaron con la entrada de Telefónica en Telefónica Argentina y con la adquisición de Aerolíneas Argentinas por Iberia, y fue seguida por las inversiones de Repsol, primero en actividades de distribución de petróleo y derivados y gas, mediante la adquisición de varias compañías –Astra Capsa SA, Caveant SA, Pluspetrol, EG3, Mexpetrol, y en gas Metrogas y Algas– y en 1999 en extracción y refino de petróleo y distribución a través de la adquisición de YPF. A lo largo de este período, a medida que Argentina consolidaba su proceso de estabilidad y crecimiento, recibió inversiones directas de los principales bancos españoles SCH y BBVA, que además ampliaron su gama de actividades entrando en el sector de gestión de fondos de pensiones. Las inversiones en “petróleo y tratamiento de combustibles”, “transportes y comunicaciones” e “intermediación financiera” absorbieron cerca del 90% de las ID españolas en el país y, por tanto, configuran los rasgos del perfil de las ID españolas en el país, que además estuvieron acompañadas por inversiones en electricidad, agua y gas (con las inversiones de Endesa, Iberdrola, Aguas de Barcelona y Gas Natural), y en actividades comerciales (véase el Gráfico 9).

Al finalizar la década de los noventa, Argentina era el gran centro de atracción de las inversiones españolas en la región. El nuevo clima económico y la presencia de las grandes compañías españolas de los sectores señalados generaban un proceso de fuerte magnetismo sobre otras empresas españolas deseosas de internacionalizar su producción. Era también un mercado muy atractivo para el diseño de nuevas estrategias. Así, por ejemplo, Telefónica diseñó un proceso de diversificación de sus servicios tradicionales ofreciendo servicios de Internet e invirtiendo en medios de comunicación con participación de socios locales (Torneos y Competencias, Telefé, siete canales de televisión en abierto que emitían en el interior del país; en Radio Continental; y en la editorial Atlántica). No obstante, las inversiones en Argentina pretendían no sólo el acceso a su mercado interno para aprovechar las “ventajas de localización” sino también pretendían conseguir una buena situación para las empresas que les permitiese una expansión favorable en los países del Mercosur y, en particular, en el mercado de Brasil.

Chile y México
Chile y México registraron una participación muy parecida en el panorama de las inversiones directas españolas en la región: representaron el 8,7% y el 8,2% respectivamente (véase el Gráfico 10). En Chile existía una significativa presencia de inversiones españolas en actividades financieras ya en los años ochenta. En los últimos años de esa década, en concreto en 1988, se iniciaron las inversiones de Telefónica con la adquisición de la compañía chilena CTC. En la primera mitad de los noventa, el perfil de las inversiones directas españolas no se había modificado: intermediación financiera (en un 80%) y telecomunicaciones y, en menor medida, construcción, pesca y artes gráficas.

El rasgo regular más destacado en Chile fue la apuesta, de las entidades financieras españolas, por crecer en su mercado. Tanto el Santander como el entonces Central-Hispano se expandieron tanto mediante la adquisición de instituciones financieras locales como por la ampliación de la red con nuevas aportaciones de capital. La fusión de estas entidades en el BSCH contribuirá a la formación del primer banco chileno, al tiempo que en 1998 el BBVA regresaba al país mediante la adquisición del BHIF, en aquel momento el octavo banco del país. En 1997 comenzaron las inversiones de Endesa que culminarían en marzo de 1999, y que relanzaría el potencial de Chile para las inversiones españolas. Así llegó la Azucarera Ebro, que adquirió la mayoría de Campos Chilenos –que gestionaba la mayoría de IANSA– otorgando a la empresa española de una influencia significativa en el mercado chileno del azúcar, y Aguas de Barcelona y Suez Lyonnais des Eaux en EMOS. España se convirtió en el segundo país inversor en Chile, apenas por detrás de EEUU.

El perfil de las inversiones directas en Chile se modificó al final del ciclo 1993-2000. El sector de “electricidad, agua y gas” representó el 52% del conjunto de las ID, “intermediación financiera” el 21% y “comunicaciones” el 16,5%, es decir, que los tres sectores absorbían el 89,5% (véase el Gráfico 11). A continuación se situaban las inversiones en “construcción” con cerca del 4% (Sacyr, Dragados y Construcciones, Agromán y Ferrovial), “alimentación, bebidas y tabaco” (Azucarera Ebro), “actividades comerciales” y “pesca” (Pescanova).

En México, tradicionalmente antes de 1995, las inversiones españolas se concentraban en “actividades comerciales”, la “industria de transformación de metales”, la “industria de papel y artes gráficas” y “alimentación, bebidas y tabaco”, por lo que mostraban un claro contraste con el perfil sectorial de las ID españolas en la región, en el que predominaban las actividades de “intermediación financiera”. Sin embargo, a partir de 1995 destacan sobre todo las inversiones en “intermediación financiera” llevadas a cabo por bancos y compañías de seguros, que en el conjunto de este ciclo representaron el 62% (véase el Gráfico 12). Estuvieron acompañadas de las inversiones en “comunicaciones” –Telefónica en Norcel SA, Movitel SA, Codetel SA, Optel Telecomunicaciones, Avantel y Baja Celular; y Prisa en Impulsora Empresas Periodísticas–, “otras manufacturas” –Acerinox en Mexinox SAVC, y GEC Alsthom Transporte–, “electricidad, agua y gas”, “alimentación, bebidas y tabaco” y “hostelería” y “actividades comerciales”.

La entrada en vigor del TLC, la estabilidad macroeconómica conseguida tras la crisis del “tequila” y la creciente liberalización de la economía fueron los principales factores de atracción de las inversiones directas internacionales. La importante presencia de los dos grandes bancos españoles (SCH, en Serfin, y BBVA, en Bancomer) en el mercado mexicano al final del ciclo 1993-2000 invitaba a pensar que México se había convertido en un mercado estratégico para la expansión internacional de las empresas españolas, por lo que cabía pensar que las inversiones directas continuarían a buen ritmo en los años siguientes (Arahuetes, 2002, p. 117).

Perú y Colombia
Perú y Colombia registraron un peso similar en el ciclo expansivo hasta el año 2000 y su participación en las ID españolas se situó en el 3,9% en ambos casos (véase el Gráfico 13). En Perú la inestabilidad de los años ochenta –que finalizaron con el país sumido en un proceso de alta inflación– determinó un significativo repliegue de la escasa inversión extranjera presente en su economía. Se explica, así, que las inversiones españolas apenas comenzasen a llegar en 1994 con la entrada de Telefónica en la Compañía Peruana de Teléfonos y Entel. Las inversiones en este sector representaron el 81% del total realizado durante el período (véase el Gráfico 14). A continuación se sitúan las inversiones realizadas por Endesa en el sector de electricidad (cuya participación alcanza el 13%) mediante la toma de participaciones en Inversiones Distrilima, la Compañía Peruana de Electricidad, Generalima, Edelnor, Eléctrica del Piura y Etevensa. Al mismo tiempo se produjeron las inversiones en “intermediación financiera” realizadas por el entonces Banco Central-Hispano en el Banco del Sur del Perú, del Banco Santander en el Banco Santander del Perú y del BBVA en el Banco Continental, así como de MAPFRE en la compañía de seguros Sol Nacional; y en “petróleo y tratamiento de combustibles” con la entrada de REPSOL en Refinadores del Perú, Corpetrol, Repsol Perú, Refinería La Pampilla, y en “gas” en Solgas.

Colombia se convirtió, junto con Perú, en el quinto destino de las inversiones directas españolas en América Latina. La entrada, a partir de 1994, del BBVA en el Banco Ganadero y las inversiones del Banco Santander en el Banco Santander Colombia, comenzaron a modificar un perfil sectorial de inversiones en el que apenas se verificaba la presencia de inversiones en actividades comerciales y en artes gráficas. Como se ilustra en el Gráfico 13, la expansión de las inversiones en Colombia se registra a partir de 1997 hasta el año 2000.

Así, en Colombia en este período tienen lugar: (a) la entrada de Endesa junto con su participada Enersis de Chile en el mercado de Colombia mediante la adquisición de las compañías Luz de Bogotá, Capital y Energía, Codensa y Emgesa, y de Unión FENOSA en Electrificadota de la Costa Atlántica, Electrificadota del Caribe y Empresa de Energía del Pacífico; y (b) las inversiones conjuntas de Repsol y Gas Natural, mediante adquisiciones, en Gas Natural de Oriente, Gas Natural Bogotá, en la Sociedad Transportadora de Gas y, a continuación, en exploración y explotación de petróleo.

La ampliación de las inversiones hacia nuevas actividades creó un nuevo perfil sectorial de las ID españolas en Colombia. En él se situaron en primer lugar las inversiones en “electricidad y gas”, que representaron el 60%, seguidas de las realizadas en “intermediación financiera”, con el 23,5%; y, con un perfil significativamente inferior, se encuentran las inversiones en “otras manufacturas”, en la industria de “papel y artes gráficas” y en “actividades de construcción” realizadas por Sacyr, FCC, Ferrovial, Acciona y Dragados (véase el Gráfico 15).

Venezuela y Uruguay
Las restricciones de acceso a determinados sectores y la inestabilidad política de Venezuela determinaron que las inversiones directas españolas tuviesen escasa significación y un comportamiento errático. Incluso en el ciclo expansivo de los años noventa, el volumen de las inversiones directas españolas en Venezuela se situó en un tercio de las realizadas en Colombia y apenas 200.000 euros por encima de las destinadas a Cuba, por lo que representaron el 1,3% de las inversiones españolas en la región. La dimensión de la crisis económica, que se prolongó casi hasta finales de los noventa, puso de manifiesto la fragilidad del sistema financiero y, en esta ocasión, la conveniencia de abrir este sector a la inversión extranjera (véase el Gráfico 16).

En este contexto, en 1997, se verificaron la adquisición del Banco de Venezuela por parte del Banco Santander y del Banco Provincial por el BBVA. En los años siguientes continuaron las inversiones de las entidades financieras españolas, y el SCH adquirió el Banco de Caracas y el BBVA el Banco de Lara. De esta forma, las inversiones directas en “intermediación financiera” representaron el 85% del conjunto de las ID brutas españolas y el 75% de las netas y de las netas descontadas las ETVE. Las inversiones de las entidades financieras estimularon nuevas inversiones en “energía eléctrica” –Endesa en Electricidad de Caracas–, “telecomunicaciones” –Telefónica en Telecomunicaciones de Venezuela–, “petróleo” –Repsol–, “otras manufacturas” –Valenciana de Cementos en Sandword Holding–, “artes gráficas” –Editorial Planeta– y “seguros” –con Mapfre en Inverserca–. Con todo, la continuidad de las inversiones en Venezuela dependía tanto de la estabilidad de la economía como de la existencia de un marco regulatorio transparente que proporcionase a las empresas una adecuada perspectiva de largo plazo. De lo contrario, se repetirían las características históricas y las inversiones volverían a ser modestas y erráticas.

Uruguay, en esta etapa, se encuentra en el grupo de países de la región que absorbieron en conjunto el restante 3,3% de las inversiones españolas, y que estaba formado además por: Cuba, Guatemala, República Dominicana, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y otros. En Uruguay se concentraron en “actividades financieras”, “actividades inmobiliarias y otros servicios”, “otras manufacturas”, “la industria celulosa” y “gestión de agua” (véanse los Cuadros A7, A9 y A11 en el anexo).

En Cuba y la República Dominicana las inversiones se concentraron en el sector de “hostelería” y actividades complementarias, si bien en Cuba además se verificó una importante inversión de Altadis en el año 2000 en el sector de “alimentación, bebidas y tabaco”, inversión que determinó que Cuba alcanzase una participación del 1% del conjunto de las inversiones españolas en la región (véanse los Gráficos A4, A5 y A6) en el anexo).

Las inversiones directas españolas en América Latina en la etapa 2001-2006

La fase expansiva 1993-2000 dio paso a una nueva fase de menor intensidad comparativa que se ha extendido hasta 2006. Sin embargo, hay que hacer especial hincapié en el hecho de que esa menor intensidad no debe ocultar que las ID de las empresas españolas en la región se han situado ya en otro nivel, un nivel similar al del ciclo expansivo descontando las grandes operaciones de adquisición que generaron los picos de 1999 y 2000. La perspectiva gráfica que proporciona la evolución de las ID muestra que la etapa 2001-2006 es de menor intensidad, pero la cuantía promedio anual de las ID brutas ha sido de 8.000 millones de euros frente a los 9.600 millones de la etapa anterior, los flujos netos promedio han alcanzado 5.800 millones de euros y los flujos netos descontados los realizados por ETVE los 3.600 millones de euros, frente a 8.000 millones de euros en la fase anterior en ambos casos (véase el Gráfico 17). Son cuantías muy significativas que ponen de relieve la importancia de los países de la región para las empresas españolas, y que destacan también al situarse por encima de las ID realizadas por el resto de los países de la UE con inversiones directas en la región. Estos rasgos vuelven a situar a España, también en esta etapa, como el segundo país inversor en la región por detrás de EEUU (véase el Gráfico 3).

En el ámbito de la economía internacional se verificó, desde 2001 hasta mediados de 2003, una importante desaceleración del proceso internacional de fusiones y adquisiciones, desaceleración que también se registró en los principales países de América Latina. La reducción de la entrada de inversiones directas en América Latina podía ser atribuida a la evolución interna de las economías. Argentina atravesaba por un proceso muy delicado al estar amenazada de muerte la convertibilidad, que era la piedra angular del modelo de estabilidad y crecimiento de los años noventa. La crisis definitiva eclosionaría en diciembre de 2001.[13] Pero no era sólo Argentina. Los efectos negativos de la crisis asiática y de la crisis rusa –de agosto de 1998– se habían trasladado a América Latina en forma de retraimiento de los flujos financieros internacionales (Calvo y Talvi, 2005). Apenas seguía llegando una corriente de menor dimensión de flujos de inversiones directas, pero parecía que se mantendría por poco tiempo.

En 2001, Brasil, Chile y los países de la Comunidad Andina consiguieron atraer nuevas inversiones en forma de nuevas aportaciones de capital, por lo que las entradas promedio anuales de inversiones directas apenas fueron un 15% inferiores al promedio alcanzado en la segunda mitad de los noventa; México y Centroamérica y los países del Caribe recibieron entradas de inversiones por una cuantía incluso superior al promedio de los noventa y que las recibidas en el año 2000 (CEPAL, 2002). Sin embargo, en 2002 los flujos de ID registraron una reducción en el conjunto de la región del 33% (CEPAL, 2006), lo que ponía de relieve que el cambio de fase cíclica estaba en marcha, ya que los flujos de capitales internacionales parecían volverle la espalda una vez más a la región.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, el comportamiento de las inversiones directas internacionales en América Latina no difería de forma significativa del de la mayor parte de los países de Asia, a excepción de China. Se verificaba, así, que la reducción de las inversiones directas en Brasil, Chile y México –que conservaban un significativo atractivo y condiciones muy apreciadas por las empresas– era muy similar a la registrada en el caso de los países asiáticos. Por tanto, cabía pensar que la causa principal, no la única, de la disminución de las inversiones directas en las economías emergentes se encontraba, en primer término, en las expectativas de las empresas inversoras respecto a la evolución previsible de la economía internacional y sólo, en segundo término, entraban en juego las condiciones de las distintas áreas y, en ellas, las de los principales países receptores.

En el ámbito internacional, la desaceleración del crecimiento de las economías industrializadas y la difusión del “efecto contagio” debido al mayor grado de integración entre las economías amenazaba con extenderse a las economías emergentes y los países en transición. Y en gran medida, así sucedió hasta mediados de 2003. Las oscilaciones del producto de las principales economías y mercados emergentes se sincronizaron,[14] causando un impacto negativo en los movimientos de capital y, por tanto también, en el comportamiento de los flujos de inversiones directas. Sin embargo, en 2004 se verificó una recuperación liderada por la expansión de la economía de EEUU acompañada, como segundo motor, de China, que va a generar un cambio relevante en la situación externa de las economías de América Latina. El tradicional saldo negativo de la balanza por cuenta corriente se va a convertir en positivo de forma que las economías latinoamericanas comienzan a acumular un volumen de reservas que, entre otras políticas, permite que los países anticipen el pago de segmentos importantes de sus deudas externas. Pero quizá lo más importante es el gran salto registrado en el volumen y en el precio de sus exportaciones, hasta el punto que ha permitido a los países modificar su inserción externa, pasando de la tradicional inserción financiera a una inserción de carácter comercial con creciente atractivo para las inversiones directas.

En esta nueva etapa abierta en 2004, los países de la región recuperaron, de manera significativa, su capacidad de atracción de inversiones directas, que ha continuado hasta finales de 2006 y las estimaciones señalan que se mantendrá también en los próximos años. México, Brasil, Chile y Colombia han vuelto a situarse en los primeros destinos para las inversiones directas internacionales apenas detrás de China y Singapur en Asia (CEPAL, 2006; y UNCTAD, 2006). Argentina, situada en quinto lugar como receptor de ID de la región, ha recuperado cierta capacidad de atracción de nuevas inversiones internacionales, pese a las desavenencias con las empresas extranjeras instaladas en actividades de servicios por la congelación y “pesificación” de tarifas. No obstante, las inversiones directas en Argentina se han visto afectadas por un cierto retraimiento de importantes países inversores, y parte de las cifras registradas proceden de beneficios reinvertidos, de ahí que se haya verificado un alto grado de concentración de los inversores, pues al menos dos tercios de los flujos proceden de tres países: España, EEUU y Brasil. El sexto destino de las ID en América Latina es Perú, que atrae inversiones hacia actividades de explotación de recursos naturales, principalmente hidrocarburos, y servicios. Y el séptimo solía ser la República Bolivariana de Venezuela, pero en 2006 ha registrado entradas netas negativas y quizá en los próximos años los posibles nuevos flujos se vean afectados por los proyectos de nacionalización de las actividades de energía eléctrica, petróleo, telecomunicaciones y quizá intermediación financiera. Las inversiones directas en estos siete países representan al menos el 80% de los flujos totales recibidos por la región (CEPAL, 2006).

En términos sectoriales, las ID internacionales en la región se han dirigido hacia actividades del sector servicios (alrededor del 54%), seguidas de las orientadas hacia las manufacturas (29%), al tiempo que se ha observado un aumento de la participación de las ID dirigidas a actividades del sector primario, en particular a la explotación de hidrocarburos (16%). Pero quizá el rasgo más novedoso es la creciente atracción que presentan las economías de la región para los nuevos inversores institucionales que tan activamente se mueven en los mercados de los países industrializados. En esta línea y siguiendo el camino iniciado en 2004, han intensificado sus inversiones directas nuevos actores como los privite equity, fondos de pensiones y otros inversores institucionales (CEPAL, 2006).

Es claro que las inversiones directas españolas en la región, en esta fase, han tenido un comportamiento similar a la del resto de los flujos internacionales (véase el Gráfico 3), pero con un carácter diferencial. A pesar de que la economía internacional atravesó, entre 2001 y 2003, por una atmósfera de incertidumbre que invitaba a cierta cautela e incluso al retraimiento de las inversiones directas, algunas empresas e instituciones financieras españolas elaboraron sus propias expectativas de los países, superaron el pesimismo destilado en muchos momentos por los market sentiments y establecieron sus propias estrategias de inversión directa en las distintas economías de la región.

En esta fase, los flujos españoles de inversiones directas brutas se concentraron en el 84% en un primer grupo de países formado por Argentina (28,7%), México (26,3%), Brasil (19,2%) y Chile (9,8%); el segundo grupo, que absorbió el 13,7%, estaba integrado por Uruguay (5,2%), Venezuela (3,7%) Colombia (1,6%), Perú (1,6%) y la República Dominicana (1,6%) (véanse los Cuadros A8, A10 y A12 en el anexo). La orientación geográfica de los países es muy similar a la de la etapa anterior, puesto que las cuatro grandes economías de la región han absorbido gran parte de las ID españolas, pero se han verificado ciertos cambios en la participación relativa de los principales países.

Argentina, contra lo que cabía imaginar a priori, se ha convertido en el primer destino de las inversiones brutas y netas procedentes de la economía española en la región, pero no así de las inversiones netas descontadas las ETVE de no residentes, que la sitúan en el segundo lugar detrás de México. México se ha situado en el segundo lugar en brutas y netas y en el primero de netas descontadas las ETVE de no residentes. Chile ha aumentado su participación tanto en términos absolutos como relativos y en términos de inversiones netas descontadas las ETVE de no residentes se ha situado al nivel de Argentina. Por último, Brasil ha reducido su peso relativo por la menor intensidad de las inversiones en actividades de servicios, pero se han incrementado las inversiones en los sectores industriales lo que supone un fortalecimiento de las inversiones españolas por la mayor diversificación sectorial.

También en esta etapa, se ha verificado una diversificación del patrón sectorial de las inversiones de las empresas españolas en la región. En la fase cíclica anterior, el 87% de los flujos se concentraron en cuatro sectores: “telecomunicaciones”, “intermediación financiera, seguros y fondos de pensiones”, “petróleo y derivados” y “energía eléctrica, gas y agua”; mientras que en la etapa 2001-2006 esos mismos sectores absorbieron el 51,2%: “actividades bancarias, seguros y fondos de pensiones” el 18,8%, “telecomunicaciones” el 16%, “energía eléctrica, gas y agua” el 10% y “petróleo” el 6,4%. En esta nueva fase cíclica se ha registrado un incremento significativo de las inversiones en actividades manufactureras. Esto, junto a la menor intensidad inversora en los sectores en los que se concentraban tradicionalmente al menos tres cuartas partes de los flujos españoles, ha contribuido al aumento del peso relativo de nuevos sectores tales como “otras manufacturas”, 12%, “actividades comerciales”, 6,2%, y “alimentación, bebidas y tabaco”, 6% (véase el Gráfico 18).

No obstante, resulta conveniente contrastar el patrón sectorial general de las inversiones directas españolas con el que se verifica en América Latina en cada uno de los períodos. El patrón sectorial general refleja que en el período 1993-2000 el 19% de las inversiones brutas españolas se dirigía a actividades primarias y de ellas el 95,9% estaba localizado en América Latina. En términos netos y netos descontadas las ETVE de no residentes las participaciones aumentaban al 22% y 23% y el peso de las ID en la región al 97% y 98%. En la etapa 2001-2006, las ID en actividades primarias descienden al 8% medidas con los flujos brutos y al 3% a través de las netas descontadas las ETVE de no residentes y, en este último caso, el peso de América Latina se reduce al 19,5%. Los servicios representaban el 76% de la ID total en la fase 1993-2000, y las ID en actividades de servicios en América Latina alcanzaron entre el 49% de los flujos brutos y el 60% de los netos descontados las ETVE de no residentes. Es decir, las ID de las empresas españolas se localizaban en el sector servicios en sus tres cuartas partes y las ID en servicios en América Latina representaban el 60% de las totales del sector (véanse los Cuadros A13, A14 y A15 en el anexo).

En el período 2001-2006, las ID de las empresas españolas en actividades de servicios registraron un peso relativo entre el 62% de las ID brutas y el 73% de las netas descontadas las ETVE de no residentes. Sin embargo, el peso de las ID en servicios en América Latina se ha reducido al 12%, lo que significa que el resto de las inversiones directas en ese sector se han llevado a cabo en otras áreas, en esta ocasión principalmente en los países de la UE-15, EEUU y Canadá y los países de la UE-12 (véanse los Cuadros A2, A4 y A6 en el anexo). Las ID en manufacturas apenas representaron el 5% en el período 1993-2000, y de ellas las ID en los países de América Latina absorbieron entre el 19% de las ID brutas y el 24% de las netas descontadas las ETVE de no residentes. En el período reciente 2001-2006, las ID en manufacturas aumentaron su participación entre el 24% y el 30% medidas respectivamente en términos netos descontadas las ETVE y brutos. Pues bien, las ID en este sector en América Latina se han reducido ligeramente hasta el 16% de las ID totales en manufacturas. En resumen, la disminución de las ID en la región se ha traducido en una pérdida significativa de peso relativo sectorial de las ID en actividades primarias y de servicios y, sin embargo, muy ligera en actividades manufactureras.

En la fase 2001-20006, se ha mantenido un nivel de desinversiones similar al del período anterior, ya que se han registrado desinversiones por valor de 13.000 millones de euros frente a los 12.000 millones de euros del período anterior. Y, sin embargo, se ha ampliado la distancia entre las ID netas y las ID netas descontadas las realizadas por ETVE de no residentes, ya que a través de estas sociedades se han invertido en América Latina desde España 13.800 millones de euros frente a 1.300 millones en la fase anterior. Eso significa que en este período han aumentado las ID en América Latina realizadas por ETVE, fenómeno que sólo se verificaba en la etapa anterior en ID dirigidas hacia los países de la UE-15.[15]

La distribución sectorial de las ID netas descontadas las realizadas por ETVE de no residentes muestra el verdadero perfil de destino de las ID españolas en América Latina en esta fase que, en un 67%, se han concentrado en cuatro sectores, tres del perfil construido en el ciclo de los años noventa y el sector de otras manufacturas que sustituye en importancia, en esta ocasión, al de petróleo: “telecomunicaciones”, 30%, “electricidad, agua y gas”, 14%, “otras manufacturas”, 13,5%, e “intermediación financiera”, 9,8%. El resto registra una mayor diversificación al distribuirse en ocho sectores: “actividades comerciales”, 6%, “actividades inmobiliarias y otros servicios”, 4,7%, “industria química”, 4,7%, “construcción”, 4,5%, “hostelería”, 3,2%, “alimentación, bebidas y tabaco”, 3,2%, “petróleo y derivados”, 2,5%, e “industria de papel y artes gráficas”, 1,6% (véase el Cuadro A12 en el anexo).

Las ID realizadas por empresas propiedad de ETVE de no residentes en España, que ascendieron a 13.800 millones de euros, registran una orientación sectorial muy distinta de la que se verifica en el caso de las ID españolas, puesto que se localizan principalmente en los sectores industriales, a excepción de petróleo y actividades comerciales; su distribución ha sido la siguiente: “petróleo y derivados”, 20%, “otras manufacturas”, 18,5%, “industria química”, 17%, “alimentación, bebidas y tabaco”, 15,4%, “actividades comerciales”, 11%, “papel y artes gráficas”, 10%, e “industria textil”, 5%.

México se ha constituido en el principal destino de las ID españolas en la región, absorbiendo el 33,5% de los flujos netos descontados los realizados por ETVE, en este período (7.285 millones de euros), que representan una cifra promedio anual de 1.200 millones de euros. El perfil sectorial es una continuación del que se verificó en la segunda mitad de los noventa: “intermediación financiera”, 30,5% –BBVA en Grupo Financiero Bank BBVA y en Bancomer, Banco Sabadell en Banco del Bajio, Caja de Ahorros de Galicia en Grupo Financiero Bital, Caja Madrid en Hipotecaria Su Casita, Corporación Mapfre en Afore Tepeyac, y Santander en Grupo Financiero Bital–, “telecomunicaciones”, 22% –Telefónica Móviles en Telefónica Móviles México, Telefónica en Pegaso PCS, y Terra Networks en Decompras.com–, “electricidad, agua y gas”, 16% –Iberdrola en Enertek SA, Gas Natural México y Parques Ecológicos–, “hostelería”, 7% –Playa Hotels & Resorts en Barceló Costa Cancún y Barceló Tucancun Beach Hotel, Hipo Viajes en Cactus México, Grupo Areas en Aerocomidas SA, Hoteles Turísticos Reunidos en Eurostars Zona Rosa y Hotel Suites Michelangelo, NH Hoteles en NH México, Advent Internacional en Grupo La Mansión, y Riu Hotels & Resorts en Gran Caribe Real Resort & Spa–, “alimentación, bebidas y tabaco”, 6,8% –Osborne y Cia en Grupo Industrial La Herradura–, “otras manufacturas”, 5% –Gamesa en Scada Solutions SA y Simon Holding en Legrand SA Mexican Manufacturing Plant–, y “actividades inmobiliarias y otros servicios”, 4,5% –AENA en Aeropuertos Mexicanos del Pacífico SA, Gasfor en Tecnología de Software SA, Mercado Oficial de Futuros y Opciones en Mercado Mexicano de Derivados, y OHL en Administradora Mexiquense del Aeropuerto e Inmobiliaria Fumisa SA– (véanse el Gráfico 19 y el Cuadro A30 en el anexo).

Argentina conservó el segundo puesto en el destino de las inversiones españolas, tanto brutas como netas y netas descontadas las ETVE de no residentes, y representaron el 18% de las inversiones españolas en la región, incluso en términos netos descontadas las ETVE. La crisis del modelo de convertibilidad de finales de 2001 y la inestabilidad de los dos años posteriores motivó una importante reducción de las inversiones, pero en ningún año se registraron entradas netas negativas; tras la recuperación y durante los años de alto crecimiento las inversiones las ID han registrado un perfil moderado respecto a la etapa anterior que, sin embargo, todavía coloca a Argentina como el segundo destinatario de las ID españolas en los países de la región. De esta forma, las empresas españolas han realizado un promedio anual de inversiones netas descontadas las ETVE, en esta etapa, de 650 millones de euros, que se concentraron en un 83,5% en: “transportes y telecomunicaciones”, 36% –Telefónica de Contenidos y Telefónica Móviles y Telefónica Publicidad e Información, y Air Comet en Aerolíneas Argentinas–, “otras manufacturas”, 20,5% –Gestamp y Fagor–, “intermediación financiera”, 15,5% –BBVA en BBV Banco Francés–, y “petróleo y tratamiento de combustibles”, 11,5% –Repsol-YPF– (véanse el Gráfico 20 y Cuadro A16 en el anexo).

Chile es la tercera economía con mayor capacidad de atracción de ID españolas en la región con el 17,7% de las inversiones netas descontadas las llevadas a cabo por ETVE de no residentes. Al igual que en la etapa anterior, los sectores destinatarios de las ID fueron: “electricidad, agua y gas”, con el 50,8% –Aguas de Barcelona en Aguas Andinas y en Aguas Metropolitanas–, “transportes y comunicaciones”, 22,7% –ALSA en Tas Choapa y en Lit SA, Telefónica Móviles en Telefónica Móviles de Chile, y Telefónica Publicidad e Información en Impresora y Comercial Publiguías SA–, e “intermediación financiera”, 6,7% –BBVA en la AFP Provida y en Forum Servicios Financieros SA, y Caja Madrid en Banco de Chile–; es decir, que los tres sectores volvían a concentrar el 80% de los flujos de ID (véase el Gráfico 21). A continuación se situaban las inversiones en “construcción”, con el 5,6% –OHL Concesiones en Incesa Dos Mil SA, Infraestructuras 2000, Sociedad Concesionaria Autopista del Sol SA, Sociedad Concesionaria de Autopistas, y Cintra Concesiones en Autopistas del Bosque y Talca Chillan Sociedad Concesionaria SA–, “actividades comerciales”, y “pesca” (véanse el Gráfico 21 y Cuadro A26 en el anexo).

Brasil ha sido, en esta fase, el cuarto destino de las ID netas y de las netas descontadas las ETVE de no residentes con el 11,9% y 10,2%, respectivamente, al registrarse un importante volumen de desinversiones en el sector de intermediación financiera. Al mismo tiempo, se ha verificado un cambio en la orientación sectorial de las inversiones respecto al perfil que estuvo vigente en la etapa de la segunda mitad de los noventa hasta el 2000. El principal sector de destino de las ID de las empresas españolas en Brasil fue el de “otras manufacturas”, con el 35% de los flujos netos descontadas las ETVE –realizadas por Cie Automotive en Jardim Sistemas Automotivos Industriais, Maier do Brasil, Autometal SA, Durametal y Sada Forjas, Fagor en Fundiçao Brasileira, y Consentino Latino América en Silestone do Brasil–, “telecomunicaciones”, 21,8% –Telefónica Móviles en Celular CRT, y Telefónica en Iberosleste Participaçoes, SP Telecomunicaçoes, Sudestecel Participaoes, TBS Celular Participaçoes y Tele Leste Celular Participaçoes, Telefónica Data Corp. en Banco Itaú Telecomunication Network, Unitronics Comunicaciones en DMI Network House, y Amper en Medidata Informatica–, y “electricidad, agua y gas”, 9,8% –Gas Natural en Cia Distribuidora de Gas Natural de Rio de Janeiro, CEG Rio SA y Wal Petróleo SA, y Repsol YPF en distribución de gasolina en Refinaria Petróleos Mangunhos, Postos Estaçoes de Servicios y Wal Petroleo–. Las ID en estos tres sectores han representado el 65,6% de las inversiones netas descontadas las ETVE (véanse el Gráfico 22 y Cuadro A25 en el anexo). Sin embargo, el mercado de Brasil sigue siendo estratégico para instituciones financieras como el Santander, que participa en la adquisición del ABN-AMRO holandés por el valor estratégico de sus activos en Brasil, y en esta ocasión también de Italia.

Junto a estos tres sectores han destacado las inversiones en la “industrial química” –Iberchem SA en Citratos–, “construcción” –OHL Concesiones en Autovías SA, y Dragados Servicios Portuarios en Terminal Santa Catarina–, “actividades comerciales”, “industria editorial” –Grupo Santillana en las Editoras Objetiva y Moderna– y “otros servicios” –OHL en Ambient Serviços Ambientais de Ribeirao Preto y Autopark, y Prosegur Cia de Seguridad en Juncadella, Preserve Segurança e Transporte de Valores y Transpev–.

Colombia se mantuvo, junto con Perú, en el quinto destino de las inversiones directas españolas en América Latina. Sin embargo, la participación relativa de las ID españolas en el conjunto de las recibidas por Colombia en este período representaron en promedio apenas el 2%. A lo largo de esta fase las ID en Colombia se destinaron en un 60% a los sectores de minería e hidrocarburos (CEPAL 2004, 2005 y 2006), sectores en los que existe una especialización restringida de las empresas españolas. El moderado flujo de inversiones españolas se ha orientado, en gran parte, hacia las actividades en las que se especializaron en fase expansiva anterior, es decir “intermediación financiera” –con las ID del BBVA en el BBVA Banco Ganadero, en BBVA Horizonte Pensiones y Cesantías y en Corporación Grancolombiana de Ahorro y Vivienda, y del Banco Santander en Banco Santander Colombia–, “gas” –Gas Natural en Gas Natural SDG– y “petróleo” –Repsol–; las ID en estas actividades se han visto acompañadas por una importante apuesta estratégica de Telefónica primero con la compra de BellSouth y después con la adquisición de Telecomunicaciones de Colombia, y en “agua” con las inversiones de Investor Group en Interamericana de Aguas y Servicios (Inassa) y de Técnicas Valencianas del Agua en Triple A de servicios; y también, aunque en una dimensión cuantitativa más reducida, de PRISA en Radio Caracol (comunicaciones), y en “otros servicios con las inversiones de Dragados y Construcciones en el Grupo Editorial Bruno, Información Económica en Credicontrol, y Tribeca Partners en Armonía, Onda de Mar, Emergencia Médica Integral y Suma Emergencias (véase el Gráfico 23 y Cuadro A20 en el anexo).

Las ID de España en Perú en esta fase apenas representaron el 3% del total. Y se concentraron en el sector de telecomunicaciones –que supuso el 70%, y que fueron realizadas por Telefónica Móviles adquiriendo la salida de BellSouth– y en “actividades comerciales”; en menor medida, se registraron ID en intermediación financiera con las de Mapfre América en Mapfre Perú Cía de Seguros y Reaseguros, en “actividades inmobiliarias” –Gestor en Osmos– y en otros servicios y pesca (véanse el Gráfico A7 y Cuadro A23 en el anexo).

En Uruguay las ID netas descontadas las realizadas por las ETVE han representado en esta fase el 23% de sus ID totales. En esta ocasión el perfil sectorial se ha caracterizado por el mayor peso relativo de las ID en “telecomunicaciones” motivadas por la entrada de Telefónica Móviles adquiriendo la salida de BellSouth Uruguayan Cellular, inversión que representa el 62,5% de las españolas; le siguen las ID en la “industria de papel”, con el 12,5%, y en “intermediación financiera”, el 10% –BBVA en BBVA Uruguay–, y con menores cuantías en “otras manufacturas”, “pesca” y “electricidad”, al tiempo que se ha registrado la salida de Aguas de Barcelona de Aguas de la Costa que regresó, para su gestión, a la esfera del Estado (véanse el Gráfico A8 y Cuadro A29 en el anexo).

Las ID españolas en la República Bolivariana de Venezuela representaron el 14% de las inversiones netas recibidas por el país en este período. El 78% se dirigieron al sector de “intermediación financiera” –Mapfre Cía Internacional de Reaseguros en Seguros La Seguridad– y el 13% a telecomunicaciones –Telefónica Móviles en Telcel Celular y Telefónica Media en Rodeen Records– (véanse el Gráfico A9 y Cuadro A31 en el anexo).

Las ID españolas en el grupo de “otros países” de América Latina –que representan apenas el 3,7% de los flujos netos descontadas las ETVE en el período 2001-2006– se concentraron en un 71% en la República Dominicana (50%) en las actividades de “energía eléctrica” y “hostelería”, y Guatemala (21%) en “telecomunicaciones”.

El stock de IED de las empresas españolas en América Latina a finales de 2006

La estimación del stock de la IED resulta una tarea no exenta de complejidad. Instituciones multilaterales como la OCDE y el FMI recomiendan que el cálculo del stock de la IED recibida y realizada por los países se realice mediante su valoración a precios de mercado. Si las sociedades cotizan en los mercados de capitales la valoración del stock de las inversiones directas en el exterior es posible que se adecue a criterios de mercado, pero si no cotizan es más difícil establecer su valoración. En el caso español, el Banco de España obtiene la posición de la IED en el exterior –es decir, el stock de IED– “mediante la agregación de los flujos anuales de inversiones directas [netas] con algunos ajustes de valoración” (Subdirección General de Inversiones Exteriores, 2006). El Registro de Inversiones determina la posición de la IED en el exterior a partir de la información sobre fondos propios –capital, reservas y beneficios no distribuidos– de las sociedades que invierten en el exterior y que figuran en las Memorias Anuales que presentan en el propio Registro. Los fondos propios proporcionan información cercana al valor teórico contable, valor que puede discrepar del valor de mercado, entre otras cosas, porque las sociedades están obligadas a reflejar las disminuciones de valor, pero no así los incrementos.

El Banco de España proporciona apenas la posición –es decir, el stock– en términos agregados para el conjunto de IED en el exterior, pero no por áreas ni países. Esa posición de la IED en el exterior es neta e incluye las operaciones de todas las sociedades que operan desde España, por tanto, las ID de las ETVE de no residentes y también los beneficios reinvertidos y los préstamos intra-empresas con plazos superiores a cinco años. El Registro de Inversiones ha publicado dos informes sobre la Posición de la Inversión Exterior en los que se recoge el stock de IED, medido por el valor de los fondos propios, a 31 de diciembre de 2003, 2004 y 2005.

En este epígrafe se pretende elaborar una evolución del stock de la IED de las empresas españolas en América Latina y contrastarla con la información que proporciona el informe de la Posición Inversora exterior publicado por el Registro. A tal fin, se ha considerado que el stock de IED puede moverse en el espacio configurado por una banda. El límite superior de la banda estaría determinado por la mera acumulación de los flujos netos anuales en euros, y el límite inferior por el stock de IED al comenzar un año más los flujos netos –por tanto, descontadas las desinversiones– recibidos durante ese año teniendo en cuenta las variaciones del tipo de cambio del país receptor de la IED. La estimación se ha realizado para el stock de IED netas descontado el de las ETVE de no residentes en todos los países de América Latina en los que han invertido las empresas españolas desde 1993 a 2006. El stock a comienzos de 1993[16] se ha estimado a partir de las ID de las empresas españolas en los principales destinatarios en la región en esa época: Argentina, Chile, México y Venezuela, y en menor medida Brasil, Colombia y Perú.

Como se ilustra en el Gráfico 24, las bandas superior e inferior del stock de IED netas descontado el de las ETVE de no residentes en América Latina son casi coincidentes hasta el año 2000. A partir de ese año las bandas se diferencian con claridad por las variaciones de los tipos de cambio. El stock calculado a partir de la acumulación de flujos netos descontados los de las ETVE se convierte en la banda superior y el stock que incorpora las variaciones de los tipos de cambio de los países de la región en la banda inferior. El stock de IED netas descontados el de las ETVE de no residentes según la Posición de Inversiones exteriores del Registro de Inversiones fue de 51.141 millones de euros y de 51.061 millones de euros en 2003 y 2004, respectivamente, y cercana a los 50.000 millones de euros en 2005; según la estimación propia de la banda inferior fue de 42.500 millones, 47.000 millones y 56.566 millones de euros, y según la banda superior de 77.000 millones, 80.000 millones y 82.759 millones de euros. En términos comparativos con la evolución del stock de IED en los países de la UE-15, donde se ha concentrado la IED española en el período 2001-2006, la estimación del stock de la IED neta de las empresas españolas calculada por acumulación de flujos netos, descontados los de las ETVE de no residentes, muestra que el stock fue superior en América Latina desde 1995 a 2003, se situó en el mismo nivel en ambas áreas en 2004 y 2005, y en 2006 el stock en la UE-15 superó al de América Latina.

A finales de 2006 el stock de IED de las empresas españolas en América Latina según la estimación de la banda superior era de 84.832 millones de euros y según la de la banda inferior cercano a 60.000 millones de euros. Veamos ahora la evolución del stock de IED en los principales países.

En Argentina, el stock de IED española netas de ETVE según la Posición de la Inversión Exterior publicada por el Registro de Inversiones era de 16.180 millones, 13.300 millones y 12.222 millones de euros en 2003, 2004 y 2005, respectivamente; la banda superior estimada situaba el stock para esos mismos años en 24.000 millones de euros en 2003 y 2004 y en 26.000 millones en 2006, y la banda inferior en 7.900 millones, 7.000 millones y 8.500 millones de euros, respectivamente (véase el Gráfico A14 en el anexo). La evolución del stock determinada por la Posición de la Inversión Exterior a finales de 2005 se aleja de la estimación realizada a partir de los flujos de IED neta descontada la ETVE de no residentes. Quizá la valoración de mercado se sitúe más cerca de la banda superior, tal y como cabe deducir si se utiliza como referencia la valoración de mercado de YPF a propósito de la venta de un 45% de su capital –en dos tramos: uno, del 25%, colocado a un inversor privado argentino; y otro, del 20%, colocado en la bolsa de valores–.

En Brasil, el stock de IED según la posición estimada por el Registro era de 13.300 millones de euros, 9.900 millones y cerca de 15.600 millones de euros en 2003, 2004 y 2005, respectivamente. La trayectoria en estos tres años guarda cierta similitud con la reflejada en la banda inferior de la horquilla estimada para el stock de la IED, y se sitúa por debajo del valor estimado en la banda superior que registra, en esos mismos años, 21.700 millones de euros, 22.000 millones y 23.000 millones de euros, respectivamente (véase el Gráfico A13 en el anexo). Sin embargo, a finales de 2006 es muy probable que el valor del stock, calculado sólo según la IED de las grandes empresas españolas –Telefónica, Telefónica Móviles, Santander, Gas Natural, Repsol-YPF, Iberdrola y Mapfre, sin considerar el de las empresas industriales– se haya situado por encima de los 20.000 millones de euros.

En Chile el stock de IED según las cifras de fondos propios del Registro de Inversiones se sitúan muy cerca de las estimadas para la banda inferior (véase el Gráfico A15 en el anexo). El stock en México coincide en 2003 y supera en 2004 y 2005 la trayectoria de la banda superior (véase el Gráfico A17 en el anexo). En Colombia el stock según la Posición de Inversión del Registro se sitúa en 400 millones y 600 millones de euros por encima de la estimada banda inferior en 2003 y 2004, respectivamente, y supera en 800 millones de euros la banda superior en 2005 (véase el Gráfico A16 en el anexo). En Perú el stock calculado por la Posición Inversora se sitúa ligeramente por debajo de la banda inferior los tres años referidos para los que existe información del Registro (véase el Gráfico A18 en el anexo). Quizá el caso más sorprendente es el de Venezuela, en el que el valor del stock obtenido por el Registro es inferior al estimado en la banda baja en 2003, pero la supera en 2004 y se sitúa en una posición intermedia en 2005 con un valor cercano a los 1.500 millones de euros (véase el Gráfico A19 en el anexo).

De esta forma cabe señalar que el stock de IED de las empresas españolas sigue una evolución muy similar a la señalada por la estimación de la banda inferior del intervalo en los caso de Brasil, Chile y Perú; una trayectoria similar a la seguida por la banda superior en el caso de México; y una evolución en el intermedio del intervalo en los casos de Argentina, Colombia y Venezuela.

Tanto a finales del año 2000 y de 2006 el stock de IED de las empresas españolas en América Latina descontadas las ETVE de no residentes se concentró en cuatro sectores: “telecomunicaciones”, “intermediación financiera”, “petróleo y derivados” y “electricidad, gas y agua”. No obstante, a finales de 2006 se registró un aumento del stock en actividades industriales en los sectores de otras “otras manufacturas”, “alimentación, bebidas y tabaco” e “industria química”; y en actividades de servicios tales como: “comercio” y “construcción” (véase el Gráfico A12 en el anexo).

La Posición de la Inversión Exterior no proporciona información sobre el stock de IED por tipos de empresas desagregada por áreas y países. Sin embargo, proporciona esa información en términos agregados: las 100 principales empresas inversoras en el exterior concentraban el 90% del stock de la IED medido por los fondos propios a finales de 2004, y la concentración “es en la práctica aún mayor si se tiene en cuenta que muchas de las empresas inversoras están vinculadas entre sí, de forma que 15 grupos empresariales representan casi dos tercios del [stock de la IED] en el exterior” (Subdirección General de Inversiones, 2006). Si en América Latina cerca del 84% del stock de la IED española a finales de 2006 se concentraba en las actividades de “telecomunicaciones”, “intermediación financiera”, “petróleo y derivados” y “electricidad, gas y agua” cabe inferir que es muy alta la probabilidad de que, en términos empresariales, se encuentre también concentrado en 15 grupos empresariales.

Conclusiones

La rápida desaceleración de la economía de EEUU en el segundo semestre de 2000 –tras el hundimiento del NASDAQ y el ajuste de las cotizaciones de las acciones de las compañías no tecnológicas–, así como las bajas expectativas de crecimiento de las economías de la UE y Japón, desencadenaron efectos contractivos, en primer lugar, sobre los movimientos de capitales y, en segundo término, sobre las inversiones directas. Se produjo, así, una drástica reducción del proceso de fusiones y adquisiciones transfronterizas y, por tanto, un descenso acentuado de los flujos internacionales de inversiones directas, aunque la reducción de éstos revistió una intensidad menor que la del proceso de fusiones y adquisiciones.

La desaceleración de las inversiones directas internacionales se trasladó, como no podía ser de otra forma, a América Latina y en ese contexto se redujeron también las inversiones directas de las empresas españolas en la región. Los factores determinantes de la nueva orientación de las inversiones directas se encontraban, principalmente, en la economía internacional, en particular, en las economías de los países industrializados, y sólo en segundo término entraron en juego las circunstancias económicas de los países receptores de las mismas. En este sentido, la menor dimensión de las inversiones directas hacia las economías latinoamericanas –atribuidas a factores de incertidumbre propios de la región y, en concreto, las crisis de Argentina, Uruguay, Venezuela y al riesgo de Brasil en la época de la primera elección presidencial de Lula– también se verificó en el caso de las economías asiáticas, a excepción de China. La recuperación de la economía de EEUU a partir del segundo semestre de 2003 y la irrupción de China en la escena internacional con su fuerte demanda de importaciones de materias primas y alimentos contribuyeron a la recuperación de las economías latinoamericanas, al retorno de flujos más intensos de inversiones directas y al desvanecimiento del fantasma de la eterna fragilidad externa de esas economías. Había comenzado una nueva etapa para las economías latinoamericanas.

En la etapa 2001-2006, las ID españolas alteraron la orientación geográfica de las dos primeras áreas a las que dirigieron sus flujos: los países de la UE-15 (67%) remplazaron como principal área de atracción a los de América Latina (15,9%), que se situaron en segundo lugar, seguidos de EEUU y Canadá (6,4%), los países de la UE-12 (5%) y otros países europeos (2,1%).

En todo caso, tras el boom de los años noventa y la incertidumbre de los primeros años dos mil, las empresas españolas dirigieron hacia América Latina una significativa corriente de inversiones directas. Es cierto que no revistieron la intensidad de la etapa anterior, pero registraron un promedio anual que ha sido la mitad del alcanzado en ella. Este hecho ha permitido que las inversiones directas de las empresas españolas en América Latina hayan sido también, en esta etapa, las más importantes en el conjunto de los países de la UE-15 y las segundas mundiales sólo por detrás de las de EEUU. Las empresas españolas han perseverado en sus estrategias de internacionalización apoyándose en su capacidad de obtención de financiación interna y externa en una etapa en la que la economía española ha registrado crecientes déficit en la balanza por cuenta corriente y salidas netas de inversiones directas desafiando la paradoja de Feldstein-Horioka.

Las ID se orientaron geográficamente hacia tres grupos: en primer lugar hacia México, Argentina, Chile y Brasil que absorben al menos el 84% de los flujos; en segundo término hacia Colombia, Perú, Uruguay y, de manera decreciente, a Venezuela, que atraen el 13%; y en tercer lugar a un heterogéneo grupo formado por el resto de los países de la región, entre los que han destacado las inversiones en la República Dominicana y Guatemala. El volumen de desinversiones fue similar al de la fase anterior. Sin embargo, en esta etapa se ha verificado un importante flujo de inversiones de ETVE de no residentes que apenas existía en los años noventa.

La metodología del Registro de Inversiones permite distinguir, en gran medida, las inversiones realizadas por compañías españolas strictu sensu de las realizadas desde España por ETVE de no residentes. Las compañías españolas presentan una menor concentración sectorial en sus inversiones y han dirigido sus flujos hacia actividades de “telecomunicaciones” –Telefónica y Telefónica Móviles–, “electricidad, agua y gas” –Endesa, Iberdrola y Unión Fenosa; Agbar y Gas Natural–, “otras manufacturas” –Cie Automotive, Gestamp, Fagor– e “intermediación financiera” –SCH y BBVA–; este patrón supone una alteración del registrado en la etapa anterior, puesto que el sector de otras manufacturas ha desplazado en importancia al petróleo. Pero han adquirido mayor peso relativo las inversiones en “actividades comerciales”, “actividades inmobiliarias y otros servicios”, “industria química”, “construcción” –Dragados, Ferrovial-Agromán, Sacyr y OHL– y “hostelería” –Meliá, Barceló, Riu y Fiesta–, y conservan su presencia en el sector del “petróleo” –Repsol-YPF– con cifras reducidas principalmente debido a las nuevas condiciones establecidas en los países. Por su parte, las ETVE de no residentes han dirigido sus inversiones hacia “petróleo y tratamiento de combustibles” y actividades industriales: “otras manufacturas”, “industria química”, “alimentación, bebidas y tabaco”, “actividades comerciales”, “industria de papel y editorial” e “industria textil”.

El perfil sectorial refleja que las inversiones de las compañías españolas están especializadas en actividades de “servicios” –telecomunicaciones, intermediación financiera, energía eléctrica, gas, agua, hostelería, comercio y actividades inmobiliarias y otros servicios–, “petróleo” y “construcción”. Sin embargo, se ha registrado un crecimiento de las inversiones en manufacturas en el conjunto de las inversiones españolas y también en América Latina, principalmente en Brasil, lo que contribuye a diversificar el patrón de inversiones directas españolas y fortalecer la interdependencia.

Este patrón de especialización sectorial es muy similar al obtenido a partir de la estimación del stock sectorial de IED en la región, con la única diferencia de que el stock en el sector de petróleo y derivados todavía es, a finales de 2006, el tercero en importancia. Si cerca del 84% del stock de la IED española en América Latina a finales de 2006 se concentra en “telecomunicaciones”, “intermediación financiera”, “petróleo y derivados” y “electricidad, gas y agua” es muy elevada la probabilidad de que se encuentre también concentrado en 15 grupos empresariales.

Alfredo Arahuetes García
Profesor propio agregado de Economía Mundial, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (ICADE), Universidad Pontificia Comillas, e investigador asociado del Real Instituto Elcano

Aurora García Domonte
Profesor propio adjunto de Economía Financiera, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (ICADE), Universidad Pontificia Comillas

Anexo

Referencias Bibliográficas

Arahuetes, A. (1998), “Foreign Direct Investment in Latin America: Spain”, en Foreign Direct Investment in Latin America: Perspectives of the Mayor Investors, Inter-American Development Bank e IRELA, Washington y Madrid.

Arahuetes, A. (2002), “Las inversiones directas de España en América Latina”, cáp. 4, en Ziga Vodusek (ed.), Inversión extranjera directa en América Latina. El papel de los inversores europeos, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington.

Arahuetes, A., & A. García Domonte (2006), “Las salidas de IED al exterior y su impacto en la inversión interna ¿qué se puede afirmar del caso español?”, Documento de Trabajo nº 32/2006, Real Instituto Elcano, diciembre.

Blázquez, J., & M. Sebastián (2003), “El impacto de la crisis argentina sobre la economía española”, Anuario Elcano América Latina 2002-2003, Real Instituto Elcano.

Calvo, G., L. Leiderman & C. Reinhart (1992), Capital Inflows to Latin America: The 1970s and the 1990s, FMI, Washington.

Calvo, G. & E. Talvi (2005), “Sudden Stop, Financial Factors and Economic Collapse in Latin America: Learning from Argentina and Chile”, NBER Working Paper 11153.

Caves, Richard E. (1982), Multinational Enterprise and Economic Analysis, Cambridge University Press.

Casilda, R. (2003), “Inversiones españolas directas en América Latina”, Boletín Información Comercial Española. Ministerio de Economía, nº 2778, Madrid.

CEPAL (1999), La Inversión Extranjera en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Santiago de Chile.

CEPAL (2000), La Inversión Extranjera en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Santiago de Chile.

CEPAL (2002), La Inversión Extranjera en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Santiago de Chile.

CEPAL (2006), La Inversión Extranjera en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Santiago de Chile.

Chislett, W. (2003), La Inversión Española Directa en América Latina: Retos y Oportunidades, Real Instituto Elcano, Madrid.

Dirección General de Comercio e Inversiones (2006), Posición de la Inversión Exterior Directa 2005, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Dirección General de Comercio e Inversiones (2007), Posición de la Inversión Exterior Directa 2006, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Durán Herrera, J.J. (2002), “Estrategias de localización y ventajas competitivas de la empresa multinacional española”, Información Comercial Española. Revista de Economía, nº 799, abril-mayo.

Eurostat, European Union Direct Investments Data, www.europa.eu.int/comm/eurostat.

Eurostat (2001), Europe Union foreign direct investment yearbook 2000, Statistical Office of the European Communities.

Eurostat (2002), Europe Union foreign direct investment yearbook 2001, Statistical Office of the European Communities.

Eurostat (2006), Europe Union foreign direct investment yearbook 2005, Statistical Office of the European Communities.

Fernández-Otheo, C.M. (2004), “Estadísticas de Inversión Directa Extranjera en España: una revisión”, Información Comercial Española. Revista de Economía, nº 814, marzo-abril.

FMI (2002), “Three Essays on How Financial Markets Affects Real Activity”, cap. II de Recesions and Recoveries, World Economic Outlook, abril, Washington.

Guillen, Mauro F. (2005), The Rise of Spanish Multinational. European Business in the Global Economy, Cambridge University Press, Nueva York.

Naredo, J.M., & O. Carpintero (2001), El balance nacional de la economía española 1984-2000, Fundación de las Cajas de Ahorro Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS), Madrid.

OECD (2002), Trends and Recent Developments in Foreign Direct Investment, junio, París.

OECD (2003), Trends and Recent Developments in Foreign Direct Investment, junio, París.

OECD (2006), Trends and Recent Developments in Foreign Direct Investment, junio, París.

Palacios Pérez, J., & Rafael Calvo Salinero (2005), “La holding española como plataforma de inversiones en el exterior”, en Nuevas Tendencias en Economía y Fiscalidad Internacional, Información Comercial Española. Revista de Economía, nº 825, septiembre-octubre.

Subdirección General de Análisis, Estrategia y Evaluación (2003), El Sector Exterior 2002-2003, Revista ICE, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Subdirección General de Análisis, Estrategia y Evaluación (2004), El Sector Exterior 2003-2004, Revista ICE, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Subdirección General de Análisis, Estrategia y Evaluación (2005), El Sector Exterior 2004-2005, Revista ICE, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Subdirección General de Análisis, Estrategia y Evaluación (2006), El Sector Exterior 2005-2006, Revista ICE, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Subdirección General de Inversiones Exteriores (2006), “Posición de España en Inversión Exterior Directa”, trabajo elaborado por Manuel Moreno Pinedo, Boletín Económico ICE, nº 2898, 4-10/XII.

UNCTAD (2000), World Investment Report 2000. Cross-border Mergers and Adquisitions and Development, Naciones Unidas, Nueva York.

UNCTAD (2002), Transnational Corporations and Export Competitiveness, World Investment Report 2002, Naciones Unidas, Ginebra y Nueva York.

UNCTAD (2006), FDI from Developing and Transition Economies: implications for development, Naciones Unidas, Nueva York.


[1] Nota Metodológica del Registro de Inversiones Extranjeras (www.comercio.es/Inversiones/nota).

[2] En España sus orígenes se remontan a finales de 1995 con la Ley 43/1995, de 27 de diciembre, sobre el Impuesto de Sociedades, al principio para favorecer la gestión de participaciones financieras en el exterior; después se fue flexibilizando y dio pie a que se ampliase a otras actividades, lo que sin duda ha contribuido a complicar su diferenciación de las inversiones del resto de las empresas. En la actualidad está regulado en el Capítulo XIV del Título VII del Real Decreto Legislativo 4/2004, de 5 de marzo, que aprueba el Texto Refundido de la Ley del Impuesto sobre Sociedades y en el artículo 41 de su Reglamento (R.D. 1777/2004, de 30 de julio), véase Palacios Pérez & Calvo Salinero (2005).

[3] Subdirección General de Inversiones Exteriores (2006).

[4] Nota Metodológica, p. 4.

[5] La consideración de los beneficios reinvertidos es un punto de discrepancia entre lo señalado por la Nota Metodológica del Registro y lo señalado por Fernández-Otheo, quién citando a Duce Hernando señala que el Banco de España no contempla en sus cifras de inversiones directas los beneficios reinvertidos por no dar lugar a cobros ni pagos exteriores; véase Fernández-Otheo (2004).

[6] Posición de la Inversión Exterior de España hasta finales de 2004, publicados en www.comercio.es/inversiones/informes/Posicion Inversión Directa.

[7] Subdirección General de Análisis, Estrategia y Evaluación (varios años).

[8] OECD (2006, p. 20).

[9] Subdirección General de Análisis, Estrategia y Evaluación (varios años).

[10] CEPAL (2002) y Arahuetes (2002).

[11] Es el enfoque ecléctico formulado por Dunning, según el cual las inversiones directas están determinadas por factores de propiedad, localización e internalización (Ownership, Localisation and Internalisation).

[12] Arahuetes (2002) y CEPAL (2002).

[13] Los efectos de la crisis de Argentina sobre la economía española se analizan en Blázquez & Sebastián (2003).

[14] Sobre la sincronización cíclica, véase FMI (2002).

[15] Arahuetes y García Domonte (2005).

[16] Como en esa época no había IED realizadas por ETVE de no residentes el stock de partida de 1993 se ha estimado a partir del stock de IED neta existente en los principales países y en el conjunto de la región.