Los latinos y las industrias culturales en español en Estados Unidos. Jessica Retis y Ángel Badillo. Elcano 2015

Este documento de trabajo sintetiza el estado actual del mercado cultural en español en EEUU y pone en perspectiva la naturaleza diversa del mundo “hispano-unidense” al examinar cómo la tendencia a homogeneizar estas comunidades tan heterogéneas viene empañando la manera en que se les (des)conoce. Al revisar el estado actual de las industrias culturales hispanas, los autores de este documento exploran cómo, a lo largo de estas décadas recientes, ha sido el sector comercial y privado el que ha investigado las prácticas y los consumos de los latinos para reacomodar su oferta de bienes y servicios. En contrapartida, el sector público o estatal continúa teniendo como tarea pendiente el conocimiento más profundo de las prácticas y los consumos culturales híbridos por parte de los hispanohablantes de EEUU.

Introducción

En EEUU viven 54,1 millones de personas con raíces hispanas. Constituyen el 17% de la población y para el año 2050, cuando EEUU se convertirá previsiblemente en el mayor país hispanohablante del mundo,[1] constituirán el 30%. Con un poder adquisitivo de 1,5 billones de dólares, constituyen comunidades de consumidores que cuentan con 41 millones de hablantes de castellano a nivel nativo y 11 millones de competencia limitada. Se trata del grupo de mayor crecimiento del país (suponiendo el 78% de los nacimientos) aunque, paradójicamente, su poder en las urnas (pueden votar solamente 25 millones) y en los mandos de decisión política (sólo el 8% de políticos en el congreso) no se corresponde con su importancia como consumidores en un país en el que más del 70% de la economía nacional depende del consumo. En este contexto adquieren particular importancia los más jóvenes, por sus proyecciones como potenciales clientes comerciales y clientes políticos. Se calcula que cada año 800 mil latinos cumplen 18 años. Las juventudes latinas tienen una media de 27 años, frente a los 37 de la población total, y una proporción de crecimiento juvenil superior a los otros grupos (107% frente al 11% de la población total). Sin embargo, su acceso a estratos de educación superior continúa siendo inferior a otros grupos (Fry y Taylor, 2013) por lo que el ascenso social a través de la educación sigue siendo un obstáculo a superar por muchos jóvenes, particularmente para los hispanohablantes o los hablantes de herencia.[2] Más de 35 millones de latinos afirman hablar español en casa, lo que hace que sea en el entorno familiar el principal contexto donde se fomente la herencia idiomática. Frente a las políticas lingüísticas que tienden a poner cortapisas al desarrollo del bilingüismo, las industrias culturales han constituido espacios que propician el mantenimiento, la difusión y el desarrollo del español, particularmente en los contextos de los consumos culturales y mediáticos en entornos privados y públicos.

El escaso impacto de la celebración del 500 aniversario del descubrimiento de Florida en el discurso público provocó desazón entre quienes vaticinaban una oportunidad para recordar la presencia de España y del español en EEUU.[3] Este hecho anecdótico constata un escenario de corte más bien estructural: el escaso (re)conocimiento histórico y cultural de las comunidades hispanohablantes oriundas de los ahora territorios estadounidenses, pero también de los diversos grupos de inmigrantes latinoamericanos y sus descendientes. Este trabajo intenta explorar una dimensión de este panorama. Sintetizamos el estado actual del mercado cultural en español y ponemos en perspectiva la naturaleza diversa del mundo “hispano-unidense” al examinar cómo la tendencia a homogeneizar estas comunidades tan heterogéneas viene empañando la manera en que se les (des)conoce. Consideramos que el marco de las políticas lingüísticas, de integración sociocultural y económica ofrece pistas para comprender parte del porqué de este olvido histórico. Al revisar el estado actual de las industrias culturales hispanas exploramos cómo, a lo largo de estas décadas recientes, ha sido el sector comercial y privado el que ha investigado las prácticas y los consumos de los latinos para reacomodar su oferta de bienes y servicios. En contrapartida, el sector público o estatal continúa teniendo como tarea pendiente el conocimiento más profundo de las prácticas y los consumos culturales híbridos[4] por parte de los hispanohablantes de EEUU.

Jéssica Retis
California State University, Northridge

Ángel Badillo
Real Instituto Elcano y Universidad de Salamanca


[1] Según un último informe del Instituto Cervantes, el porcentaje de población mundial que habla español como lengua nativa está aumentando, mientras que la proporción de hablantes de chino e inglés desciende. Dentro de tres o cuatro generaciones, el 10% de la población mundial entenderá el español. En 2050 EEUU será el primer país hispanohablante del mundo (Fernández, 2014).

[2] El concepto de hablante de herencia ha sido acuñado y desarrollado por aquellos investigadores interesados en el estudio, el mantenimiento y la revitalización de idiomas distintos al inglés en EEUU. Aunque hay muchas definiciones de este concepto, en general se refiere a aquellos individuos que mantienen un idioma, que no es regularmente enseñado en los colegios y con el que tienen conexiones personales (Valdés, 2001).

[3] La prensa española reflejó la escasa importancia que se dio a este acontecimiento a uno y otro lado del Atlántico (Fernández, 2013), confirmando una historia llena de acercamientos y alejamientos incomprensibles (Sánchez, 2012) que constituye un universo casi “tabú y desconocido” (Fraguas, 2014).

[4] Como explica García Canclini, “entiendo por hibridación procesos socio culturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas” (García Canclini, 2001, p. 14). Estudiar procesos culturales, “más que llevarnos a afirmar identidades, sirve para conocer formas de situarse en medio de la heterogeneidad y entender cómo se producen las hibridaciones” (García Canclini, 2001, p. 18).