Introducción
El entorno europeo de los dos últimos años ha supuesto un escenario cambiante, caracterizado por el avance en la ampliación de la UE hacia el Este de Europa con la incorporación a inicios de 2007 de Rumanía y Bulgaria. Simultáneamente, la UE ha intentado reconducir su proceso constitucional integrador, tras haber sido inicialmente frenado debido a los desfavorables resultados de las consultas populares francesa y holandesa sobre el Tratado Constitucional. Durante este tiempo se han vislumbrado además futuros horizontes que la UE habrá de ponderar, como la posible integración de nuevos países como Turquía, Ucrania y Moldavia. De modo paralelo, se ha ido atemperando la unilateralidad de EEUU en su política exterior, lo cual ha repercutido en sus relaciones con la UE. Tras el cierto deterioro sufrido en el vínculo euroatlántico debido a la última campaña de Irak, la perspectiva diplomática eurocontinental y un creciente protagonismo de Rusia en la comunidad internacional han tomado forma en un contexto energético mundial de gran intensidad.[1] En este contexto, la relación bilateral ruso-germana ha desarrollado un vínculo centro-oriental europeo que introduce una nueva variable específica, fundada en un partnership energético de alcance estratégico. No obstante lo dicho, en este contexto la UE, por su parte, no ha logrado conformar –hasta el momento– una política común hacia Rusia. La estructuración del continente europeo en torno a las dos grandes organizaciones internacionales –UE y OTAN– no anula la relación, directa e intensa, de algunos Estados en particular con su aliado norteamericano, lo cual constituye el pilar básico de su proyección exterior integrada estratégicamente en el vínculo euroatlántico, como es el caso elocuente del Reino Unido, entre otros.
El protagonismo de Rusia se ha visto económicamente favorecido por el escenario energético global caracterizado por un alza de precios que ha generado importantes plusvalías para las empresas rusas. El sistema energético corporativo ruso se configura en base al principio de verticalidad, controlando jerárquicamente el gobierno la producción y estrategia empresarial de las compañías del sector, con el imperio Gazprom en cabeza. La incidencia del factor energético en el panorama estratégico global ha motivado la intensificación de las gestiones diplomáticas de Rusia, evidenciadas en el acuerdo bilateral ruso-germano (E.On-Gazprom), en el ruso-argelino (Sonatrach-Gazprom) y en el proyecto relativo a la constitución de un cártel gasístico mundial. El arma energética ha sido esgrimida por Rusia como instrumento de poder exterior[2] y, como consecuencia de la incidencia del factor energético, la renovada capacidad financiera rusa ha permitido una serie de movimientos corporativos internacionales tendentes a la entrada de inversión rusa en importantes empresas europeas (como el consorcio EADS), aunque en Rusia se continúa limitando internamente la acción de multinacionales extranjeras. La intensificación de los esfuerzos de la Administración Putin por recuperar protagonismo en el espacio ex-soviético se ha desarrollado en paralelo a diversos episodios de disidencia y persecución política interna, lo cual ha generado la negativa percepción, desde Occidente, de una creciente inseguridad e inestabilidad social en Rusia.[3] La tensión internacional con relación a Rusia se ha extendido también, durante los últimos meses, al ámbito de la defensa, con ciertas reminiscencias de la Guerra Fría.[4]
Entre las potencias europeas, Francia y Alemania han sabido estrechar sus vínculos y tender hacia Rusia un puente que, simultáneamente a la consolidación de su liderazgo dentro de la UE, permita construir un sólido vector eurocontinental con un gran peso en el sector energético y una considerable capacidad de cooperación en política exterior económica. En el caso ruso-germano, cabe añadir la especial relación bilateral basada en los acuerdos energéticos y en la coincidencia de intereses geoestratégicos en su espacio de influencia común en el Báltico. Ciertamente, los nuevos gobiernos alemán (Merkel) y francés (Sarkozy) se han mostrado dispuestos a superar las cercanas discrepancias con EEUU, aunque el vector eurocontinental genera un escenario favorable a su protagonismo. La relación especial entre EEUU y el Reino Unido y los intereses de las potencias medias europeas mediterráneas –España e Italia– pueden suponer un contrapeso geoestratégico al mencionado vector aunque, en el caso de estos últimos Estados, su postura pueda bascular favorablemente hacia él, dependiendo de factores políticos nacionales.
Ante este contexto europeo, los países de la UE con menor peso específico, gran parte de los cuales atraviesan una delicada fase de consolidación nacional y estabilización político-económica –así como aquellos Estados de la antigua URSS y su entorno que puedan aspirar a integrarse en la UE–, pueden ver disminuidas sus atribuciones de independencia real y percibir falta de solidaridad en la UE. Esta situación se da principalmente entre los países de Europa Central y del Este. Respecto de ellos, aunque no sólo en este caso, hacer predominar la doctrina exterior de bilateralidad con Rusia puede perjudicar la cohesión europea y, por lo tanto, resentir la fortaleza de la UE como entidad propia. En este sentido, la construcción, por parte de unos pocos Estados en el seno de la UE, de un núcleo duro eurocontinental que armonice intereses entre todos los países europeos no parece ser compatible con la eventual particular alianza bilateral de determinadas potencias europeas con Rusia, máxime cuando ello implique soslayar o incluso perjudicar directamente los intereses de sus socios comunitarios.
Lituania constituye uno de los pequeños Estados de la UE, recientemente ingresado (en 2004), donde se perciben de modo patente las consecuencias de la situación geopolítica europea anteriormente descrita. Paralelamente al avance experimentado en su integración europea, Lituania ha ido cumpliendo paulatinamente sus objetivos políticos, sociales y económicos a la par que los vectores exteriores han influido en los elementos geoestratégicos del entorno regional báltico respecto de la influencia rusa. Lituania ha destacado por haber logrado articular, de modo eficaz y en un corto plazo, un sistema institucionalizado de alianza multilateral permanente con Estonia y Letonia, conjugando un equilibrio de intereses comunes y particulares, de modo que propiamente puede aludirse a un “bloque báltico” que cohesiona a estas tres naciones. Simultáneamente, Lituania ha profundizado sus vínculos bilaterales con Polonia, algo que se ha intensificado con la Administración Kaczynski en los últimos dos años. Pero, aparte de esta geopolíticamente natural conjunción de alianzas, la particularidad de Lituania en materia de política exterior reside en la proyección de su actividad diplomática y económica hacia escenarios más alejados geográficamente, si bien cercanos funcionalmente en cuanto al tipo de procesos nacionales y problemas que afrontan, como son los relativos a Ucrania, Georgia y Azerbaiyán. Más aún, con la limítrofe Bielorrusia totalitaria, Lituania mantiene una relación de buena vecindad bajo la cual, partiendo de una clara contraposición de sistemas políticos, Lituania apoya abiertamente la liberalización del régimen sin perjuicio de la cooperación económica. Esta promoción democrática, junto con otras iniciativas de política exterior lituana, es coordinada asimismo con Estonia y Letonia, de modo que lo que Lituania lidera es una proyección exterior propia y a su vez de inequívoco signo báltico conjunto.
En el presente estudio se tratará de describir la situación actual y prospectiva de Lituania como Estado dotado de una posición consolidada en la región del Este de Europa, incorporando los avances experimentados en el país una vez transcurridos tres años en el seno de la UE y la OTAN. Junto a ello, incidiremos en el análisis de la acción política exterior que desarrolla Lituania de modo autónomo y a la vez conjunto con los demás Estados bálticos, así como en las posibilidades de coordinación multilateral con otros países de la UE en base a un principio fundado en la vocación euroatlántica, pero sin perjuicio de construir una doctrina genuinamente europea para las relaciones con el entorno geopolítico de Rusia. Todo ello implica enfocar dicho análisis desde la percepción de una proyección lituano-báltica de carácter geopolítico, en tanto que el alcance de dicha acción exterior incluye a toda Europa del Este, así como su potencial permite dilucidar una prospectiva de significación estratégica a largo plazo.
Fortalecimiento nacional
Como país que se ha visto inmerso en un proceso de renacimiento nacional, Lituania invirtió los primeros años tras la recuperación de su independencia en reconstruir el aparato estatal y restablecer sus relaciones internacionales, con un considerable esfuerzo debido a sus reducidas dimensiones y limitados recursos. La etapa que abarca los años 1990-2004, que comienza con la recuperación de la independencia y culmina con el ingreso en la UE y en la OTAN, ha sido un proceso de fortalecimiento nacional en la configuración de las instituciones y en la estructuración social. La identidad nacional lituana se ha consolidado e incluso ha florecido una visión doctrinal política caracterizada por una clara proyección internacional, especialmente en Europa Central y del Este, espacio que coincide con los históricos dominios medievales del Gran Ducado de Lituania.[5] La conciencia nacional de la población y la percepción del natural posicionamiento internacional de Lituania se encuentran alineados con las tendencias políticas que, en términos generales, han mantenido las diferentes administraciones lituanas de modo continuista, tanto ad intra como ad extra. Transcurridos tres años desde el ingreso en las instituciones euroatlánticas, es patente la muy positiva asimilación nacional lituana de la integración en la UE y la OTAN, tanto a nivel político, interpartidista y social en la población. El predominio político de la perspectiva euroatlántica sigue siendo preferido a la inclinación pro-rusa, minoritaria en la sociedad, sin perjuicio del general acuerdo sobre la conveniencia de desarrollar relaciones comerciales y de buena vecindad con Rusia en un plano de realismo pragmático y con voluntad favorable a la cooperación.
Lituania, si bien dispone de una población escasa –casi 3.500.000 habitantes– cualitativamente acredita una gran homogeneidad nacional y estabilidad social. En los últimos años se ha perdido población –cerca de 250.000 habitantes– debido a la emigración hacia la UE (destacando España e Irlanda), especialmente a partir de 2004, si bien la inversión del proceso compensará presumiblemente dicha merma.[6] El gobierno de Lituania ha mantenido un vínculo permanente con su diáspora, muy significativa en EEUU. Lituania no presenta problemas de integración social, sin minorías nacionales, étnicas o religiosas significativas (no existen grupos sociales foráneos de importancia, siendo el ruso de apenas el 6% de la población), conflictos étnico-religiosos (Lituania es católica), separatismos ni criminalidad organizada enraizada. Por ello, a este respecto, Lituania se encuentra en diferente situación que Estonia y Letonia, las cuales poseen una considerable minoría rusa cercana al 30% de su población total (situación frecuente en países ex-miembros de la URSS). La sociedad lituana ha asumido de modo natural la tendencia al Estado del bienestar como parte de la aceptación de la integración europea, generándose a todos los estratos sociales un proceso de incremento de la calidad de vida. De hecho, en el último año se ha ralentizado el proceso de pérdida de población y de mano de obra cualificada debido a la inmigración. Considerando los parámetros de los países ex-URSS y del Este de Europa, Lituania disfruta de un buen nivel de vida: renta per cápita de 6.959 euros (en 2006), un 80% de la población con vivienda propia, 40 turismos/100 habitantes, 1,3 teléfonos celulares/habitante y casi pleno empleo (paro del 5,9%).
El esfuerzo que desarrolla Lituania por lograr un nivel de capacidades e influencia superior a sus reducidas dimensiones ha sido posible en virtud de la cohesión nacional interna, lograda mediante el consenso entre fuerzas políticas y agentes sociales. De esta manera, las diferentes crisis políticas que se han sucedido (las últimas en abril de 2004 y junio de 2006) con importantes cambios a nivel gubernamental, nunca han producido una fractura social, por lo que el riesgo de desvertebración social o institucional no ha sido una amenaza real para la estabilidad de Lituania. Existe una gran fragmentación política (con 15 partidos) pero una estabilidad política en lo que concierne a la elite funcionarial, de modo que las diversas fluctuaciones acaecidas en la composición del ejecutivo no han afectado a la continuidad de los programas políticos de alcance estratégico, ni al normal funcionamiento de las instituciones. Aunque la conciencia nacional y la autopercepción de la sociedad lituana son optimistas, no han derivado hacia la euforia irracional. Ciertamente, la identidad nacional y la estabilidad logradas hacen difícil la inducción exógena de crisis, pero no debe ignorarse la alerta sobre triunfalismos prematuros que desde las instituciones, la clase política y los analistas se ha resaltado.[7]
Desarrollo económico
Durante el año 2006, dos años después del ingreso en la UE, Lituania ha mantenido su vector de crecimiento y desarrollo sostenido (nunca inferior al 7% del PIB en los últimos cinco años). El crecimiento económico ha sido del 7,4% del PIB en 2006 y del 8,1% en el primer semestre de 2007, siendo el PIB total de 23.600 millones de euros en 2006 y la renta per cápita de 6.959 euros. El balance comercial es de signo negativo, de 4.130 millones de euros en 2006. La inversión exterior acumulada fue de 8.300 millones de euros en 2006, con una inflación del 3,8% en el mismo año. En términos de competitividad y productividad, el último Informe del Banco Mundial[8] ubica a Lituania entre los 20 primeros países del mundo en cuanto a favorable clima de negocios. Aunque continúan pendientes algunas reformas tributarias, inmobiliarias y laborales, en conjunto, la estructura económica es muy positiva. Los bajos costes salariales y de energía favorecen esta situación y el atractivo como destino de deslocalizaciones. El riesgo-país de Lituania es relativamente bajo en términos económicos y políticos, con un rating mejorado según las agencias calificadoras (“A” para largo plazo y “A-1” para corto plazo, según S&P). Actualmente las principales compañías lituanas continúan situándose a su vez en cabeza de la lista de las más grandes empresas bálticas (siendo las tres primeras Mazeikiu Nafta, Maxima y Achemos Grupe, en los sectores petroquímico, de distribución y fertilizantes, respectivamente). El ingreso en la zona euro supone una prioridad de la política económica gubernamental, lo cual estuvo a punto de materializarse en 2007. El 25 de abril de 2007 se aprobó la actualización del Plan Nacional de Trasformación (y Estrategia de Comunicación a la Ciudadanía) para la adopción del euro, cuya primera versión data de septiembre de 2005. Actualmente se considera como fecha idónea para el ingreso el año 2010, aunque dicho extremo se precisará en torno a finales del ejercicio 2007.
Desde la perspectiva económica, la importancia regional báltica de Lituania sigue evidenciándose por su liderazgo en la coordinación conjunta con Estonia y Letonia, aunque al mismo tiempo estos son países competidores entre sí y tienen inversiones recíprocas. Como es sabido, Lituania presenta varias ventajas estratégicas: goza de una mejor ubicación logística –marítima a través del puerto de Klaipeda (de permanente apertura en invierno) y terrestre a través de autopistas y ferrocarriles de los dos corredores I y IX europeos– y es de mayores dimensiones poblacional y económica. Al mismo tiempo, Lituania es el líder en las infraestructuras bálticas, contando con la única central nuclear (Ignalina NPP), la única refinería (Mazeikiu Nafta) y la única planta de producción cementera (Akmenes Cementas) de la región. Para el desarrollo de las infraestructuras, Lituania ha contado con la participación conjunta de Estonia, Letonia y Polonia en proyectos de infraestructura energética –nuclear, eléctrica y gasística– y comunicaciones terrestres –trazados ferroviario Railbaltica y de autopista Viabaltica–. En este sentido, Lituania ha coordinado las negociaciones –sobre proyectos de transporte y comunicaciones– a nivel báltico conjunto y lituano-polaco bilateral, centralizando la gestión de los proyectos.
Es significativa la proyección exterior de la economía lituana hacia Europa del Este, más allá de la región báltica. Este vector se ha intensificado a partir del año 2004, alcanzando en 2006 los 900 millones de euros de inversión lituana en el exterior. De este modo, un considerable número de empresas lituanas están realizando importantes inversiones exteriores, y varias se han establecido en Rusia, Bielorrusia y Ucrania.[9] Por otra parte, no debe soslayarse la atención sobre las relaciones político-económicas de Lituania con países alejados de su región, como Kazajistán y Georgia, aunque es necesario dar tiempo al desarrollo de las mismas.
Independientemente de sus intereses autónomos, cabe señalar que las posibilidades de la inversión exterior lituana presentan un perfil proclive a la participación conjunta con terceras compañías occidentales, de mayor capacidad económica cuantitativa pero en inferioridad cualitativa respecto de la gestión. Las implicaciones políticas internacionales de la economía exterior lituana, en términos generales, conllevan la difusión del sistema europeo de libre mercado y, por lo tanto, contribuyen al desarrollo social y modernización política de los países del antiguo bloque soviético. Además de esta valoración general, son dignos de consideración especial los casos de Rusia-Kaliningrado y Bielorrusia, en los que Lituania acredita un protagonismo particular como inversor foráneo. Lituania contribuye así a la construcción de nexos de cooperación, desarrollo de indudables intereses comunes y apertura al exterior, favoreciendo la seguridad jurídica y la modernización de regímenes políticos. En este sentido, la inversión lituana facilita la evolución del régimen bielorruso del presidente Lukashenko y, en el caso ruso de Kaliningrado, las empresas lituanas contribuyen al desarrollo a la vez que favorecen la disminución de los riesgos de que este enclave se convierta en un paraíso fiscal con opacidad financiera y centro operativo de grupos económicos con vinculaciones ilícitas.
Lituania, como país de reducidas dimensiones y escaso en recursos naturales, tiene importantes vulnerabilidades estructurales: dependencia energética en petróleo, gas y uranio, y carencias de varias materias primas metales y minerales. No obstante lo dicho, cabe destacar la disponibilidad de algunas materias en minería –turba y pequeños yacimientos petrolíferos– así como que se contempla la prospección de nuevas áreas en el subsuelo y fondo marino báltico, aunque con las consabidas importantes limitaciones medioambientales. La madera constituye un subsector muy importante en la economía lituana (téngase en cuenta que el 30% del país está cubierto de bosques), y su explotación se realiza respetando el mantenimiento del índice forestal. A diferencia de otras economías emergentes, Lituania tempranamente ha retenido la explotación de la materia prima en el país, salvaguardando el valor añadido de la transformación maderera y realizando importantes inversiones en la tecnificación de procesos. Por su parte, el volumen de la producción lituana en agricultura y pesca permite el autoabastecimiento así como la fabricación autóctona de un amplio espectro de productos de alimentación.
El sistema financiero lituano, totalmente privado y de predominante capital escandinavo, se compone principalmente por 11 pequeños bancos con un volumen total de activos que a finales de 2005 alcanzaba los 12.900 millones de euros, experimentando un crecimiento del 53,7% en dicho año.[10] En términos generales, dicho sistema está constituido por entidades que han implementado modernos sistemas de gestión y optimizado sus procedimientos, con una política de eficiencia y calidad total. El atractivo del sector bancario lituano se ve reforzado por las ventajas tributarias que aporta su sistema fiscal, lo cual contribuye a dinamizar el crecimiento bancario junto con la inversión exterior. El sector bancario lituano se ha configurado a partir de la inversión foránea escandinava, alemana, italiana, rusa, letona y, sólo en tres casos, con capital autóctono lituano. En este último caso, las entidades bancarias Ukio Bankas, Siauliu Bankas y Medicinos Bankas, que son las de menores dimensiones, son igualmente eficientes en términos de gestión y crecimiento. Como ya se ha mencionado, el sistema bancario de Lituania cuenta con el protagonismo de grupos bancarios escandinavos: SEB, SwedBank, DnB Nord, Sampo y Nordea. Asimismo, el mercado de valores de Lituania está integrado en su gestión, al igual que las demás bolsas bálticas, por la bolsa sueca OMX, líder en la región escandinava y báltica.
El banco central lituano –Lietuvos Bankas– ha seguido una política de especial esfuerzo en cuanto al control de la transparencia y seguridad sobre el flujo de capitales. Este aspecto es fundamental para garantizar la solvencia y seguridad jurídica del sistema, debido al riesgo existente por la proximidad de mercados de gran opacidad, como el bielorruso y el de la región rusa de Kaliningrado. No obstante esta prevención, la economía lituana ha integrado las ventajas financieras de penetración y comercio empresarial en estos mercados con una constante labor de control por parte del banco central. Esto se diferencia del caso letón en el cual, sin embargo, se evidencian algunas asimetrías en el sistema financiero, pues Letonia cuenta con un gran número de bancos (23) teniendo en cuenta sus dimensiones nacionales, lo cual ha dificultado la labor de supervisión en determinados casos.
Habida cuenta del dinamismo del crecimiento económico nacional y el contexto emergente regional, los bancos lituanos se encuentran en proceso de permanente crecimiento, con sucesivos procesos de ampliaciones de capital y constante aumento de beneficios. El dinamismo financiero lituano se está evidenciando asimismo en operaciones corporativas de adquisiciones exteriores por parte de sus entidades nacionales, como las efectuadas en Letonia –compra de Krajbanka por parte del Bankas Snoras–, Ucrania –adquisición del Aggio Bank Kiev por parte del SEB Vilniaus Bankas– y Rusia -compra del Petroenergobank efectuada igualmente por el SEB Vilniaus Bankas.
El subsector seguros, con una relevante presencia británica (30% de cuota de mercado en 2005), ha experimentado asimismo importantes crecimientos, del 22,8% en seguros de vida y 9,8% en el resto, en el año 2005. Las compañías aseguradoras lituanas, de un total de 24, cuentan con destacada presencia foránea –como los grupos Ergo y Aviva–.[11]
Por su estabilidad nacional y configuración económica, Lituania camina hacia la creación de una plataforma financiera y centro de negocios regional para Europa del Este (con una vocación análoga, a menor escala, a Suiza, Dubai y Hong Kong), concentrando recursos humanos y corporativos focalizados hacia una alta capacidad de gestión y análisis (de riesgo, mercados, flujos opacos, etc.). En este sentido, es elocuente el hecho de que se están captando recursos financieros provenientes de países como Bielorrusia y Kazajistán.
La infraestructura energética es una prioridad económica lituana con un componente vital en cuanto a la seguridad nacional, por lo cual la seguridad energética se erige como doctrina predominante en el enfoque de este ámbito económico. Debido al alto volumen de los costes implícitos a la inversión en infraestructuras energéticas, a los aspectos políticos referentes a la agenda energética de la UE y al suministro de materias primas, Lituania ha seguido una estrategia de sinergia y coordinación entre los tres Estados bálticos, así como con Polonia al mismo tiempo. De esta manera, se constata una favorable receptividad a la inversión extranjera planteada desde la perspectiva estratégica lituana –de enfoque euroatlántico–, en un contexto caracterizado por la demanda energética creciente debido al desarrollo industrial y al incremento del transporte.[12]
Las interconexiones del sistema eléctrico lituano con el resto de la red eléctrica de Europa (integración en la UCTE), son un aspecto primordial para el desarrollo de las infraestructuras energéticas y para la seguridad del suministro. Dichas conexiones lituanas se han proyectado a través de Polonia y Suecia, estando prevista la operatividad de la conexión terrestre lituano-polaca y de la submarina lituano-sueca a partir del año 2012. Lituania participa, además, en el accionariado de la interconexión estonio-finlandesa a través del recientemente operativo Eestlink.[13]
La energía nuclear es una prioridad para Lituania. Habiéndose comprometido con la UE el cierre del reactor de tecnología soviética actualmente en funcionamiento, el Gobierno lituano ha decretado la construcción de una nueva central nuclear de Ignalina –de moderna tecnología y dos reactores al menos–, planeando a tal efecto un consorcio estatal con Estonia, Letonia y Polonia. Esta nueva planta deberá ser operativa a partir de 2015, con una capacidad de 3.200 MW y una inversión mínima de 4.000 millones de euros. La participación de cuatro Estados evidencia la cooperación multilateral: Lituania será el líder con un 40%, mientras que Polonia, Letonia y Estonia se repartirán el 60% restante, del que Polonia reclama no menos de un 30%. La empresa estatal lituana energética Lietuvos Energija, que lidera el sector eléctrico, contempla una reorganización corporativa integrando a las distribuidoras RST y VST, parte de la cual habría de abrirse a la inversión privada. Durante al menos seis años (tiempo que media entre la recomisión de la actual central en 2009 –que cubre el 70% de la demanda nacional– y la funcionalidad estimada de la nueva, en 2015) el déficit eléctrico lituano se suplirá con la nueva turbina de gas de la planta Lietuvos Elektrine y la importación de energía polaca a través de la construcción de la interconexión prevista, aunque existirá un período de vulnerabilidad hasta que el proyecto no se termine.
En diciembre de 2006, el Gobierno de Lituania aprobó la venta de la única refinería del Báltico –la lituana Mazeikiu Nafta– al grupo polaco PKN Orlen (tras la quiebra del hasta entonces máximo accionista, la petrolera rusa Yukos). Como alternativa al suministro de crudo ruso a través de oleoducto, la terminal marítima lituana de Butinge ha permitido importar petróleo de nuevos proveedores (como Venezuela), y mantener la exportación a través de la terminal en el puerto de Klaipeda. Está previsto que el suministro finalmente será del 100% por vía marítima. La integración de la refinería lituana en el grupo polaco PKN Orlen –que pasa a contar con siete refinerías repartidas entre Polonia, la República Checa y Lituania– supone una ventaja para su programa de inversión y modernización así como para lograr una mayor fortaleza de negociación respecto del suministro y comercialización. Esta operación ha evidenciado la alianza energética bilateral lituano-polaca y su alcance estratégico.[14]
La importancia de asegurar el suministro de gas natural, que es fundamental para la industria y consumo doméstico lituanos, implica la capacidad de recibir importaciones de gas natural licuado por vía marítima. Ello supone otro objetivo energético fundamental para Lituania, habida cuenta del creciente protagonismo de la inestabilidad del factor político respecto del suministro, evidenciado con la construcción del gasoducto ruso-germano y la suspensión del flujo hacia Ucrania y Bielorrusia en 2006 y 2007. A este respecto se contempla una cooperación específica con Polonia y Letonia respecto del desarrollo de infraestructuras de regasificación y almacenamiento. En el sector gasístico, también se contempla la modernización y desarrollo de nuevas centrales cogeneradoras CHP. Un punto débil en este campo es la composición del accionariado de la red de gasoductos lituanos perteneciente a la empresa Lietuvos Dujos (participada mayoritariamente por Gazprom y por E.On). El factor político del suministro gasístico se encuentra en fase de análisis, pues el contexto internacional deviene inestable. No obstante, parece claro que el proveedor regional para Lituania será Noruega y, fuera de Europa, los países árabes.
Las energías renovables son de primordial interés económico y ecológico para el Gobierno de Lituania, cumpliendo con la normativa de la UE. Los objetivos en este campo permiten destacar los biocarburantes (existiendo capacidad tecnológica autóctona y ventajas logísticas para suministro de materias primas y distribución regional): proyectos de biodiesel con la refinería Mazeikiu Nafta y proyectos con biomasa forestal. La energía eólica es otro objetivo, ya operativo en la región costera de Klaipeda.
El programa de desarrollo de las infraestructuras en obra civil referentes a comunicaciones y tejido industrial se basa, en gran medida, en la importancia logística de Lituania con relación a Europa del Este, como nodo báltico y vector de proyección hasta el Mar Negro y Mar Caspio, y con idóneas comunicaciones hacia Bielorrusia, Ucrania, Rusia y la CEI. Tras el ingreso en la UE, los grandes proyectos se han planificado contando con el respaldo de fondos de cohesión y estructurales pero, aún así, necesitarán en muchos casos inversión extranjera asociada a los operadores en último término. Para ello será necesario reformar el actual marco legal en materia de concesiones de transporte, que es insuficiente. En la modernización aeroportuaria ha destacado la fase de ampliación del aeropuerto internacional de Vilnius, acometida en 2006.
El puerto lituano de Klaipeda (la antigua Memel), de gran importancia logística por cuanto que es el único del Báltico Oriental que no se congela en invierno, sufre las limitaciones de espacio urbano en la ciudad de Klaipeda. Ello ha motivado que la ampliación portuaria contemple la construcción de un nuevo puerto exterior con una inversión estimada de 600 millones de euros, y asimismo se ha planificado conjuntamente el desarrollo costero –eje Palanga-Sventoji– con nuevos complejos turísticos. Un problema de naturaleza medioambiental y de seguridad portuaria que se plantea es la futura ubicación de una terminal de regasificación, la cual podría ser del tipo off-shore, al igual que en el caso de la terminal petrolera de Butinge. En el ámbito del transporte terrestre, el gran proyecto ferroviario Railbaltica –combinado entre Polonia, Lituania, Letonia y Estonia– tiene por objetivo final conectar a través de una moderna y rápida red a Polonia y Finlandia a través del Báltico. Las primeras etapas del proyecto, que constituyen la fase interior lituana, tienen expectativas favorables en cuanto a su inicio a partir de 2008. Para ello se contempla la modernización y electrificación de los trazados ferroviarios, adquisición de material rodado y construcción de nuevas terminales. En cuanto al proyecto de autopistas Viabaltica, que supone la mejora de la conexión Polonia-Lituania, sufre retraso por problemas medioambientales que la UE ha destacado en los dos últimos años, pero cuya solución podría estar cercana.
El sector de la construcción se ha enmarcado en un rápido crecimiento del mercado inmobiliario, hasta tal punto que en 2007 se considera que ha llegado a su máximo nivel. La demanda de oficinas se mantiene, habiéndose iniciado una ralentización en cuanto a viviendas se refiere. Destacan las oportunidades de desarrollo de zonas turísticas, como las que rodean a las localidades de Palanga y Druskininkiai. Las principales urbes lituanas –Vilnius, Kaunas, Klaipeda, Siaulai y Panevecys– promueven modernos proyectos municipales destinados especialmente al ocio y áreas comerciales, si bien para su materialización se necesita la participación de inversores privados. Debe recordarse que el desarrollo de nuevas construcciones –especialmente aquellas destinadas a vivienda– es muy importante para optimizar el aprovechamiento energético en los sistemas de calefacción doméstica, que actualmente son ineficientes debido a la gran cantidad de edificaciones de los tiempos soviéticos.
La industrialización de Lituania ha avanzado a pesar del lastre debido al retraso estructural de la obsoleta tecnología soviética. Con todo ello, el grado de desarrollo que tenían los países bálticos en tiempos soviéticos supone una menor distancia que otros países del Este, pues las industrias lituanas eran las más modernas de su época en la URSS. Así, Lituania cuenta con una infraestructura industrial integrada por una planta de generación nuclear (Ignalina), industria petroquímica (Mazeikiu Nafta), química de fertilizantes (Achema), cemento (Akmenes Cementas), y destaca en la producción de componentes industriales –electrónica, componentes de automóviles, plásticos– y maquinaria en general. El sector tecnológico en Lituania continúa acreditando y perfeccionando sus bajos costes con altos niveles de calidad y capacidad de producción e I+D. Los laboratorios de investigación y producción en electrónica, láser y telecomunicaciones tienen aplicaciones a seguridad y defensa e ITT (destacando la compañía Elsis), así como el sector de la biotecnología (como es el caso de la firma Fermentas).
El sector servicios, que actualmente supera el 60% del PIB, cuenta con el valor añadido de la visión báltica en las estrategias corporativas. De esta manera, el análisis, consultoría, evaluación del riesgo, seguimiento de mercados y estrategia corporativa en Lituania es directamente extrapolable a Letonia y Estonia. En virtud de ello, las principales firmas lituanas del sector están desplegadas en todo el Báltico (tales son los casos de las consultoras Prime Investment y EKT Group). Bajo esta premisa, la dirección estratégica y la gestión regional para multinacionales inversoras que planifiquen su expansión en el Este de Europa puede centralizarse en Lituania, como ubicación idónea (tal es el caso de la autóctona firma de inversión Zia Valda). En el ámbito de la distribución de bienes de consumo, la segunda empresa de Lituania (y del Báltico) –los hipermercados lituanos Maxima– han sabido exportar a Estonia, Letonia, Bulgaria y Rumanía la gestión y modelo de negocio iniciados en Lituania. El turismo en Lituania experimenta asimismo un considerable crecimiento, tanto por oferta cultural, cruceros bálticos y centros de ocio y descanso en la zona costera de Klaipeda-Palanga-Sventoji, y balnearios de interior en la población de Druskininkiai. Por otra parte, considerando la disgregación de las fuerzas de seguridad en los países del extinto Pacto de Varsovia así como los altos índices de criminalidad de muchos de ellos, cabe señalar que algunas empresas de seguridad privada y servicios de inteligencia corporativa en Lituania, por su eficiencia y solvencia, han iniciado una fase de expansión hacia terceros países del Este e incluso Rusia.
Proyección en política exterior
La primera etapa de la apertura exterior lituana tras la recuperación de la independencia estuvo enfocada, con un considerable esfuerzo invertido en la reconstrucción de un adecuado servicio exterior, a crear un intenso vínculo permanente con EEUU y a lograr el ingreso en la UE y OTAN, con el consiguiente cumplimiento de los oportunos requisitos políticos, económicos y militares. Paralelamente, la construcción de la sinergia báltica y la alianza lituano-polaca avanzaba conforme los países vecinos occidentales prestaban apoyo en el entorno centro-europeo escandinavo: Dinamarca, Suecia, Noruega, Alemania y Finlandia. Ello aconteció simultáneamente a la tensión permanente sufrida con Rusia, debido a sus reticencias a perder influencia y a la crisis pasajera derivada de la ampliación de la OTAN hasta sus fronteras (y rodeando el enclave de Kaliningrado). Una vez acreditada su incardinación en las organizaciones occidentales y en el eje euroatlántico, Lituania afronta lo que podría calificarse como una segunda etapa en política exterior, que probablemente abarque varios años y que significará la proyección de su actividad y el refuerzo de su influencia aún siendo un pequeño país. Los escenarios donde Lituania acrecentará su presencia serán Ucrania, Bielorrusia, Rusia y el Cáucaso Sur. La diplomacia lituana es consciente de que, a la par que construye sus propios vínculos y gestiona sus intereses nacionales, está desarrollando una labor de gran utilidad para terceros Estados aliados y occidentales. Por este motivo, la credibilidad de la diplomacia lituana en el Este viene reforzada por la evidencia de sus propios intereses nacionales así como por la precisión conceptual con la que puede conducir negociaciones con frecuencia difíciles de captar en toda su dimensión desde países occidentales.
Desde una perspectiva teórica y doctrinal, como ha indicado el Profesor Lopata, cabe resaltar que la función de los pequeños Estados se concretiza, en el caso de Lituania, como un vector de mediación diplomática entre imperios globales –Rusia y EEUU– y potencias regionales –Alemania–. En el caso lituano, su alineamiento pro-euroatlántico y promotor de la democracia con EEUU debe enfocarse a largo plazo, como alternativa a un alineamiento de oportunidad con potencias europeas que, en todo caso, se limitaría al medio plazo y supondría una pérdida de independencia y ventajas al diluirse en el propio contexto europeo.[15] La asunción de esta proyección exterior lituana junto con una potencia de alcance global (EEUU) se enmarca análogamente en el sentimiento político histórico reminiscente con la propia tradición lituana, con una mentalidad que resalta las implicaciones psicológicas de la recuperación histórica del Gran Ducado de Lituania cuyos dominios, durante el Bajo Medievo, alcanzaron hasta el Mar Negro incluyendo los territorios de las actuales Bielorrusia y Ucrania.
La propia visión que la política exterior lituana tiene de la UE discrepa de una eventual alianza París-Berlín para contrarrestar a EEUU, la cual habría de aportar una concepción sobre la UE de carácter socializante y colectiva. Esta perspectiva conduciría a la configuración de una “Europa de dos velocidades” que perjudica a países como Lituania. En este sentido, Lituania vería minimizada su entidad a un nivel de provincia europea. Por ello, es importante tener en cuenta si Alemania conduce su relación con Rusia de un modo bilateral y no desde la UE, considerando que de la alianza energética ruso-germana derivan negativas consecuencias para los Estados bálticos. En todo ello subyace el eurocontinentalismo teórico que conjuga el binomio Rusia + UE. Como un cierto contrapeso –aunque nunca equiparable– a la influencia regional báltica de Alemania, la alianza de Lituania y Polonia supone una necesidad mutua para proteger la autonomía económica de ambos países.[16]
Los activos que aporta Lituania en política exterior son su gran esfuerzo en actividad diplomática y la promoción de centros de análisis (los think-tanks Instituto de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, Centro de Estudios Estratégicos de Lituania y Centro de Estudios de Europa del Este). Aunque varios países de Occidente disponen de cuantiosos recursos materiales en este sentido, los analistas lituanos aportan la experiencia soviética, la posición geográfica dentro del propio entorno que analizan, y la agilidad de interlocución y comprensión psicológica de la mentalidad de pueblos en transición, así como el entendimiento de la elite y pueblo rusos, de gran complejidad. Así, Lituania organiza periódicamente la Conferencia Internacional de Vilnius, para construir una visión conjunta, desde el Oeste, con comprensión hacia el Este.
La alianza con EEUU es un elemento de permanencia y proyección futura total, por encima de gobiernos y tendencias transitorias. EEUU nunca reconoció la anexión subsiguiente a la invasión soviética de 1941 y apoyó al movimiento Sajudis en 1989, además de haber acogido a la mayor comunidad mundial de la diáspora lituana. Doctrinalmente, el vector euroatlántico y los elementos que lo conforman son su base permanente, además de las coincidencias en doctrina política y proximidades ideológicas.[17] El vínculo bilateral y estratégico con EEUU no se basa únicamente en relaciones institucionales Estado-Estado, sino en lazos personales intensos. La comunidad lituana en EEUU es un punto de referencia, que aporta un vínculo personal y directo el cual aproxima ambos pueblos y sus elites. Ello es relevante considerando el arraigo de la idiosincrasia lituana mantenida en su diáspora y el alto número (casi 900.000) de ciudadanos norteamericanos bien con doble nacionalidad lituana, bien de origen lituano en segunda o tercera generación.
Bajo la perspectiva lituana sobre Europa del Este, las materias en acción exterior política, económica y de seguridad conllevan la difusión de la doctrina política euroatlántica, favoreciendo la integración del Este con el Oeste de Europa, y la construcción de una política exterior de la UE al respecto y también hacia Rusia. Los aspectos económicos implican la coordinación con economías emergentes más grandes pero que pueden repetir el modelo de modernización y crecimiento báltico extrapolado a casos más complejo, como el ucraniano y, en el futuro, al bielorruso. Aún tratándose de un Estado con un peso específico muy bajo en materia de defensa, la percepción estratégica de Lituania es idónea para otros Estados del entorno ruso. Cabe así recordar que Lituania aporta frecuentemente su condición de anfitrión para la organización y funcionamiento del Consejo OTAN-Rusia. Si bien existen similitudes y principios generales aplicables a los países de Europa del Este –así como el entorno ruso, aunque heterogéneo, presenta caracteres comunes–, en cada caso particular se dan importantes condicionantes y particularidades que motivan un tratamiento diferenciado. Así lo ha entendido la diplomacia lituana y por ello, en concreto, debemos realizar un análisis específico de las relaciones exteriores en lo concerniente a determinados Estados del Este de Europa.
La sinergia báltica implica que Estonia, Letonia y Lituania son aliados y a la vez competidores económicos entre sí. Tras la entrada en la UE y OTAN en 2004, se ha demostrado la utilidad de la continuidad del Consejo de Estados Bálticos (constituido en 1990) y de varios órganos de cooperación conjunta inter-institucional báltica permanente, entre ministerios y parlamentos. Desde 2005, esta sinergia se ha evidenciado en materia de seguridad energética. Lituania, por su mayor capacidad de resistencia ante las injerencias rusas, ha apoyado siempre a los otros dos países bálticos (puesto que el “bloque báltico” tiene un punto débil en las minorías rusas que pueden generar inestabilidad, como herencia de la ingeniería social soviética potenciada en la época estalinista). Lituania, Estonia y Letonia coordinan asimismo su política exterior, y elaboran pautas de cooperación conjunta dirigidas a Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán.[18]
Polonia constituye un aliado bilateral clave para Lituania, al estar ambos países situados entre Alemania y Rusia, a la vez que son estrechos aliados de EEUU. Hay profundos lazos históricos entre Polonia y Lituania, en los campos de la religión, sociedad, política y cultura. Además de ello, coinciden en definitiva intereses geopolíticos actuales. Lituania interactúa con Polonia como interlocutor bilateral y como coordinador báltico al tiempo. La alianza estratégica regional con Polonia es la opción más racional para Lituania, pues la alianza de los tres bálticos es insuficiente por sí sola. Con los países nórdicos no coinciden los intereses y además no se garantiza la seguridad. Como aliado lituano, Alemania puede tener su propia agenda, pero Polonia tiene vínculos plenamente coincidentes. Rusia podría generar una amenaza común, por lo que Polonia se ha alineado con EEUU y deviene en promotor de la OTAN en el Este, al igual que Lituania. Ésta ha optado por una actitud muy activa en el Báltico, y Polonia es su más importante socio bilateral regional.[19] Por todo ello, es necesario intensificar la cooperación económica aumentándola de modo parejo al nivel político (desde 2007 parece que esta tendencia evidencia importantes indicativos). Polonia necesita a Lituania para reforzar su futura presencia en Bielorrusia y Ucrania. Por otra parte, Kaliningrado es un problema de Rusia que se proyecta igualmente a Polonia y Lituania, por lo que la solución será de carácter polaco-lituano En 2006 y 2007 el Gobierno Kazcynski ha desbloqueado algunos proyectos conjuntos con Lituania y la alianza estratégica ha avanzado; así, en 2008 habrán de comenzar las primeras fases de ejecución de los proyectos energéticos (si bien algunos ya se han materializado, como la adquisición de Mazeikiu Nafta por PKN Orlen).
Bielorrusia es actualmente un Estado dictatorial, con una postura de abierta confrontación con la UE, y supone un rescoldo de la URSS con una especial relación con Moscú, contando con apoyo ruso permanente. La promoción de la liberalización del régimen y la que será la más tardía transición post-soviética son un escenario donde Lituania es protagonista. Actualmente, Lituania tiene buenas relaciones económicas y de vecindad en el contexto descrito, distinguiendo al país y su pueblo del régimen y su líder. Lituania apoya a la disidencia democrática bielorrusa, albergando parte de su exilio. Ello no es óbice para significativas muestras de amistad, como el ofrecimiento de asistencia energética la pasada primavera, cuando Rusia cortó el suministro energético a Bielorrusia. La importancia logística de Lituania para Bielorrusia es grande, por la salida al Mar Báltico. El régimen totalitario de Lukashenko tiene un alcance prospectivo limitado, y el reto transicional consiste en liberalizarlo de modo incruento y construir una vertebración nacional sin injerencias. Sin duda, será un escenario donde Rusia presionará, por lo que Lituania tiene que intensificar su protagonismo regional para apoyar la futura apertura exterior de Bielorrusia, que se presume evidenciará singulares señales en el primer semestre de 2008.
Ucrania supone un socio estratégico de amplia proyección para Lituania. Lituania ha apoyado la independencia y la concordia nacional ucraniana durante todo el proceso de “revolución naranja” y el posterior estancamiento político y división interna. Actualmente, la cooperación ucraniano-lituana económica y diplomática es relevante. Lituania y Ucrania plantean su relación en términos de un eje geoestratégico desde el Mar Báltico al Mar Negro, como espacio de estabilidad en Europa del Este y equilibrio en las relaciones UE-Rusia, bajo premisas de cooperación indudables.[20] Ucrania puede suponer un refuerzo al nexo Polonia + Lituania de gran envergadura, y así se ha evidenciado en la reciente constitución del consorcio Sarmatia entre Lituania, Polonia, Ucrania, Georgia y Azerbaiyán para construir un nuevo oleoducto desde Odessa hasta Gdansk. Un escenario europeo que integre a Ucrania supondría importantes cambios en la UE en términos de bloques y equilibrios de poder, e implicaría la creación de un amplio espacio europeo central-oriental. En base a esta prospectiva, la actividad del servicio exterior lituano contribuye en gran medida a difundir la doctrina euroatlantista en el Este de Europa y a tamizar la agenda diplomática de la OTAN en base a los criterios y mentalidad propia del entorno. Bien es cierto que la situación interna de Ucrania retiene elementos de incertidumbre e inestabilidad, si bien la prospectiva a medio plazo vislumbra un escenario favorable a la aproximación a la UE. No obstante, ciertamente Rusia considera a dicho Estado como un objetivo de su influencia regional, toda vez que la importancia de Ucrania como país y mercado es insoslayable para sus intereses. En el caso de Moldavia, la iniciativa diplomática lituana es análoga en su apuesta por apoyar su integración euroatlántica y respaldar su estabilidad con relación al conflicto de Transdnistria.
El escenario del Cáucaso Sur puede reproducir experiencias materializadas en el Báltico, existiendo similitud de procesos políticos, dimensiones estatales y concomitancias geoestratégicas. Es por ello por lo que Lituania, junto con Estonia y Letonia, cooperan con esta región. Sin embargo, existen grandes diferencias: ubicación asiática central, inferior grado de desarrollo, disensiones Armenia-Azerbaiyán –que impiden crear una sinergia caucásica–, influencia rusa (bases en Armenia y Georgia) e inestabilidad regional en Osetia del Sur y Nagorno-Karabaj. Georgia es el país clave de la agenda exterior lituana en el Cáucaso Sur. Armenia y Azerbaiyán reciben también el impulso pro-euroatlántico de Lituania, en coordinación con las relaciones del GUUAM con Kazajistán. Es importante apuntar que las relaciones Georgia-Israel y Lituania-Israel pueden contribuir a dotar de solidez a la alianza lituano-georgiana.[21]
En cuanto a la Federación Rusa, Lituania parte de una tensión inercial histórica lógica, no sólo post-soviética sino anteriormente zarista. Aunque teóricamente la existencia de una potencia continental junto a un pequeño país no debe suponer más que la natural propensión a proyectar influencia, la elite política rusa actualmente dirigente no parece haber superado del todo la inercia expansiva soviética, lo cual supone una amenaza permanente a los intereses lituanos. Ello enlaza con los antecedentes históricos de la actitud tiránica rusa en sus dominios usurpados, como fue el caso de Lituania. Actualmente, el Gobierno de Rusia intenta recuperar un área de influencia internacional, considerando como espacio natural privativo su entorno y antiguas posesiones.[22] La mentalidad de la elite dirigente rusa engloba el concepto de amenaza a todos los aspectos, militar y civil, y de esta manera orienta su influencia política, económica y energética de modo incisivo. De hecho, aunque los aspectos militares se han utilizado como arma psicológica, la agresión tangible ha sido económica (esencialmente energética).[23]
A nivel bilateral, cabe referir –sin perjuicio de las discrepancias doctrinales y de las divergencias geoestratégicas– a las buenas relaciones de Lituania con Rusia: no existen problemas de integración de la minoría rusófona (que no sobrepasa el 6%), no hay problemas de delimitación fronteriza y se evidencia la cooperación lituana en Kaliningrado y en su concordia para el tránsito desde Rusia.[24] Las relaciones económicas bilaterales incluyen importantes inversiones lituanas en Kaliningrado y en Rusia (establecimiento de SEB Vilniaus Bankas en San Petersburgo y de Conversgroup en Bankas Snoras e inversión rusa en energía en Lituania –Lukoil en distribución de combustible, Yukos en Mazeikiu Nafta y Gazprom en Lietuvos Dujos–). El problema de los sectores económicos estratégicos en Rusia radica en que, actualmente, la injerencia del poder político controla verticalmente las compañías energéticas y, por lo tanto, la gestión corporativa obedece a intereses que enturbian la transparencia de la inversión. Además de ello, la proyección de la economía lituana hacia Europa del Este cuenta con la Federación Rusa como socio comercial. La importancia logística de Lituania se acredita precisamente por su conexión hacia la CEI. Ahora bien, como ha señalado Laurinavicius,[25] no puede soslayarse la importancia de los vínculos con Rusia. Existe en Lituania una sensibilidad hacia la buena vecindad y, en virtud de ello, si la política exterior dirigida desde Vilnius implica una discrepancia de criterios con la doctrina imperante en el Kremlin –lo cual ocurre especialmente en la promoción de la agenda euroatlántica–, ello no tiene por qué conducir necesariamente a una confrontación de intereses.
Superada la transición post-soviética, los problemas que puedan generarse desde Rusia para la estabilidad europea son de naturaleza político-doctrinal y de gestión gubernamental, y no provienen de su consubstancial entidad. Antes al contrario, el auge de China e India supone la necesidad de alinear a Rusia con Europa. El inconveniente radica en que las tendencias autoritarias y el predominio de la elite militar en Rusia puede obstaculizar la consolidación del Estado de Derecho y una cooperación sólida con las estructuras euroatlánticas.[26] Lituania es interlocutor diplomático para ayudar a clarificar esta situación. En los aspectos de seguridad y defensa, cabe destacar que Lituania, como país pequeño y con una fuerzas armadas reconstruidas en 1991 con recursos limitados, tiene una doctrina estratégica de defensa total, con capacidad en combate asimétrico, basada en el principio de resistencia y en la asistencia derivada del artículo 5º de la OTAN. Las fuerzas son reducidas y adolecen de carencias materiales significativas en poder aéreo y acorazado. No obstante, la política de seguridad y defensa ha decidido primar lo cualitativo. Así, salvo la brigada ligera Iron Wolf –con capacidad de integración en la Fuerza de Respuesta OTAN– el orden de batalla lituano se compone de unidades pequeñas destinadas a desgastar al enemigo.[27] El esquema fundamental de la doctrina defensiva lituana se basa en la integración en la OTAN, en la alianza bilateral con EEUU y en la participación en misiones internacionales (Irak y Afganistán) a iniciativa de la ONU, OTAN y UE. Actualmente continúa la estructura combinada de varias unidades bálticas con participación lituana –BALTDEFCOL (formación), BALTNET (control aéreo), BALTRON (flotilla de buques), BALTBAT (batallón de tierra)–, y también con Polonia –LITPOLBAT (batallón de tierra)–. Lituania aporta un importante plusvalor cualitativo en materia de defensa, puesto que conoce bien la doctrina estratégica y táctica de Rusia (Lituania es, junto con Estonia y Letonia, el único país ex-URSS integrado en la OTAN). De esta manera, aspectos de inteligencia, análisis, evaluación de procedimientos y visión estratégica sobre Rusia son perfectamente conocidos por la comunidad de analistas militares lituanos. La experiencia lituana es idónea asimismo para potenciar la cooperación con fuerzas armadas del entorno ruso en proceso de aproximación euroatlántica –países como Georgia, Ucrania y Azerbaiyán–. Por último, debe resaltarse que las fuerzas lituanas se encuentran en una posición idónea para el seguimiento de las maniobras de la flota báltica rusa y la monitorización de Kaliningrado y de Bielorrusia.
La potencia militar regional báltica –de alcance continental e incluso global– es, sin duda, Rusia, cuya contundencia en los dos últimos años se ha intensificado: recuperación de la doctrina de defensa activa por parte del Gobierno ruso, incremento de la tensión internacional debido a problemas derivados de la inseguridad energética (cortes de suministro ruso a Ucrania, Georgia, Bielorrusia y Lituania, en los inviernos de 2006 y 2007), episodios de riesgo de seguridad –maniobras de aviones rusos cerca del Reino Unido, acusaciones de lanzamiento de misiles contra Georgia, presuntos ciberataques rusos contra Estonia (primavera de 2007)–, pretensiones rusas de soberanía en el Ártico (agosto de 2007), retirada de Rusia de tratados armamentísticos (junio de 2007) y reanudación de las patrullas permanentes de bombarderos estratégicos rusos (agosto de 2007). A ello cabe añadir algunos precedentes de determinadas acciones de presión psicológica y desestabilización diplomática: incursiones aéreas rusas en el Báltico durante misiones de policía aérea de la OTAN, disturbios callejeros y convulsiones sociales en Estonia, expulsiones de diplomáticos acreditados en Rusia (lituanos, georgianos y británicos). La entidad de la amenaza no debe soslayarse por cuanto, según Z. Brzezinski, es probable que en la base naval de Kaliningrado el ejército ruso haya desplegado armas nucleares tácticas.
Otro nivel menor de potencial amenaza a la seguridad de Lituania se encuentra en el régimen que gobierna Bielorrusia. Prospectivamente, en los próximos años podrían producirse acontecimientos que implicasen una cierta hostilidad del régimen de Lukashenko sobre Lituania, en cuanto antagonista político. La eventual desestabilización del régimen bielorruso, una subsiguiente guerra civil y escalada de tensión podría derivar en la intervención de Rusia, lo cual afectaría directamente a Lituania. Actualmente, el principal riesgo y amenaza tangibles a la seguridad regional báltica se constituye por el crimen organizado, la opacidad de capitales y la operatividad de mafias transnacionales del Este. Rusia y Bielorrusia, como regímenes poco transparentes, dificultan la labor de seguimiento y neutralización de los mismos, por lo que la cooperación en este campo debería incrementarse.
Conclusión y prospectiva
Lituania afronta el inicio de una nueva etapa de desarrollo caracterizada por la intensificación de su proyección exterior, bajo un marcado liderazgo báltico y un significativo avance en su relación bilateral con Polonia. Ello implica que la relevancia de Lituania en la esfera internacional, basada en la cohesión báltica, permite a un país de reducidas dimensiones una significación notablemente superior de alcance regional, y que incluso trasciende a escenarios más alejados. Esto se debe al proceso de la transición post-soviética en Europa del Este que, con desigual velocidad y problemática, atraviesan los diferentes países del entorno ruso. Las relaciones con los Estados occidentales, la UE y la OTAN, implican la necesidad de lograr una interlocución capaz de armonizar los distintos planos de enfoque, premisas de análisis e intereses que se hayan presentes. El hecho de que Lituania sea un país lo suficientemente pequeño como para no tener vocación intervencionista unilateral ni solapar sus intereses con los propios de terceros, es beneficioso para cumplir esta misión, toda vez que su entidad como interlocutor independiente se ve reforzada por la relevancia regional que ha logrado a nivel báltico precisamente por su capacidad de haber construido una sinergia permanente en coordinación con Estonia y Letonia. Sin embargo, es importante evitar todo triunfalismo y, por lo tanto, destacar que el país sufre varios problemas, entre los que cabe destacar la excesiva mutación en los gobiernos, el retraso en los procesos de toma de decisiones administrativas (evidenciado especialmente en el ámbito de la infraestructura de transportes ferroviario y portuario) y en la pérdida de mano de obra cualificada. En el ámbito energético, el país permanece totalmente vulnerable en el suministro de gas y el retraso en la interconexión eléctrica con Polonia evidencia que la negociación con el Gobierno polaco no es tan idílica como podría pensarse.
La doctrina exterior de Lituania se basa en el predominio de la alianza bilateral estratégica con EEUU, con la preferencia del vector euroatlántico sobre el vector eurocontinental, pero sin exclusivismos. De este modo, Lituania es favorable a incorporar la cooperación multilateral de los países que lo deseen y, en todo caso, a respetar la política y objetivos de la UE bajo el principio de solidaridad intracomunitaria. En el seno de la UE, la nueva etapa de proyección exterior lituana es favorable a potenciar relaciones con socios europeos de relevancia como España e Italia, estableciendo directrices para la coordinación de intereses comunes en la política comunitaria y cooperación económica en sectores estratégicos.[28] La construcción de la política de vecindad de la UE contempla dos países clave, Bielorrusia y Ucrania. Asimismo, Lituania puede aportar una importante interlocución diplomática con Rusia y apoyar la consolidación democrática y de la economía de libre mercado ruso. Por otra parte, la liberalización del régimen totalitario bielorruso conllevará un proceso en el que la experiencia y vecindad lituana influirán notablemente. Más allá de las fronteras de la UE, Lituania destina recursos diplomáticos a la proyección del vector euroatlántico hacia el Cáucaso Sur, con una importante predisposición hacia Georgia. En términos generales, Lituania ofrece excelentes posibilidades a efectos de coordinación con Estados occidentales socios de la UE y la OTAN para optimizar su política exterior en Europa del Este y la Federación Rusa (y CEI), especialmente política de seguridad energética.
En el aspecto económico, una vez que las empresas lituanas han empezado a invertir y establecer sus propias estructuras corporativas en países del Este, se presenta una posibilidad de alianzas para la expansión económica y corporativa de empresas europeas con capacidad material de penetración en nuevos mercados pero con necesidad de un planteamiento estratégico para economías emergentes. Estas últimas, de grandes posibilidades económicas pero con altas dosis de inestabilidad interna y asimetrías estructurales, implican para las compañías inversoras la necesidad de un alto grado de seguridad en sus actuaciones y la máxima eficiencia en la gestión y análisis. En este aspecto, la colaboración inter-corporativa con firmas lituanas puede ser la mejor solución para alianzas empresariales orientadas a la expansión en Europa del Este.
De modo prospectivo, cabría argüir que, desde la perspectiva lituana, los próximos cinco años implican importantes elementos: sostenibilidad del crecimiento económico e implementación de los proyectos infraestructurales y energéticos. Ello será tiempo suficiente para que los tres Estados bálticos avancen en su fortaleza interna e implicación exterior en su economía y diplomacia. En el contexto regional, la maduración de cambios en Bielorrusia, Ucrania y Georgia, y la aparición de nuevos síntomas de la tendencia política en Rusia, influirán en la agenda exterior lituana. Si la gestión política y económica del Gobierno lituano se mantiene en los parámetros actuales, el balance en conjunto se presentará positivo, salvo que se polaricen posturas eurocontinentalistas. Lo importante es aprovechar con eficiencia los recursos y el vector inercial adquirido por Lituania, así como potenciar las relaciones incipientes con socios europeos de gran potencial económico y natural alianza de intereses diplomáticos, como es el caso de España.
Rafael José R. de Espona
Cónsul Honorario de la República de Lituania
[1] Las relaciones franco- y germano-norteamericanas se resintieron desde el año 2003 debido a la invasión de Irak. Ello favoreció el avance doctrinal del nexo eurocontinental, que tiene en el nexo París-Berlín-Moscú su eje fundamental. Actualmente, la política exterior de EEUU se encuentra condicionada por el bloqueo del policonflicto bélico de Irak en Oriente Próximo (sin olvidar Afganistán) –el cual involucra a las guerras internas y al contencioso regional con Irán– y por la creciente absorción de recursos que implica afrontar el auge de China como potencia en Asia-Pacífico. Así, la atención de la diplomacia norteamericana se dirige más hacia Oriente, escenario que también interesa a Rusia.
[2] Ello se ha visto en el corte de suministro a Ucrania (diciembre de 2005), Georgia (otoño de 2006) y Bielorrusia (febrero de 2007). Si en los dos primeros casos la inclinación euroatlántica de dichos países explica la contundencia de Moscú, sorpresiva ha resultado la tensión con el último, aliado de Rusia. El proyecto de cártel gasístico mundial está, al parecer, congelado tras la reunión de abril de 2007 mantenida en Qatar por los países productores de gas.
[3] La inseguridad interior en Rusia se evidencia en la desaparición de personas (70.000 en 2005, según J. Edwards & J. Kemp (dir.), Russia’s Wrong Direction: What the United States Can and Should Do, Council of Foreign Relations Task Force Report, nº 57, Nueva York, 2006, p.14), asesinatos de directivos del Banco Central de Rusia (2007), de la periodista Politovskaja (octubre de 2006) y de Litvinenko (noviembre de 2006). La proclama antigubernamental del disidente Berezovski (abril de 2007) y de la asociación “La otra Rusia” de Kasparov (junio de 2007), y la persecución gubernamental a oligarcas –Khodhorkovsky, Gusinski– acreditan la tensión existente.
[4] Este clima de tensión se ha evidenciado en el proyecto norteamericano del escudo anti-misiles de Polonia y la República Checa (febrero de 2007), en la retirada de Rusia de tratados internacionales sobre no proliferación de armas (abril y julio de 2007), y en el avance del programa de suministros militares del consorcio Rosoborenxport a países como China y Venezuela, percibido con grandes reticencias desde Washington.
[5] El Gran Ducado de Lituania, durante el final del siglo XIV y gran parte del siglo XV, abarcó desde el Mar Báltico al Mar Negro territorios correspondientes a las actuales Lituania, Bielorrusia, Ucrania y parte de Polonia y Rusia. La actual reminiscencia histórica a este período es estudiada por G. Beresnevicius, Imperijos darymas. Lietuviskos ideologijos metmenys [Forjando un Imperio. Directrices de la ideología lituana], Vilnius, 2003.
[6] Según el Instituto de Estadística de Lituania, en 2005 la emigración fue de 15.571 personas, mientras que en 2006 el número descendió –por primera vez en cinco años– a 12.602. Desde 2003, la inmigración aumenta progresivamente.
[7] Las señales de alerta están así presentes en el discurso político práctico, como se aprecia en la alocución de SE el presidente de la República de Lituania al Parlamento (19/IV/2007) durante el Debate del Estado de la Nación.
[8] Informe del Banco Mundial, Doing Business in 2007.
[9] Respecto de 2005, el incremento de la inversión lituana en el exterior fue del 140% en 2006, con un volumen total de 900 millones de euros. De estos, el 70% se invirtió en países de la UE (319 millones de euros invertidos en Letonia, 116 millones en Polonia y 58 millones en Estonia), el 13,8% en Rusia –la mitad en la región de Kaliningrado– y el 8,6% en Ucrania. Ejemplos empresariales los encontramos en el sector bancario –SEB Vilniaus Bankas en Ucrania y Rusia–, construcción –Ranga IV en Bielorrusia y Ucrania–, distribución –Maxima en Rumanía y Bulgaria– y seguridad –Ekskomisaru Biuras en Kaliningrado–. Para las relaciones económicas lituano-rusas, véase D. Siuskiene, “Economic Ties between Lithuania and Russia: National and Group Interests on the Global Background as Viewed in the Light of Positive Economics”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp.127-144.
[10] Los bancos pertenecientes a la patronal bancaria lituana Lietuvos Banku Asociacijason son: SEB Vilniaus Bankas, Hansabankas, Nordea Bankas, NdB Bankas, Bayerische Hypo Bank, Sampo Bankas, Bankas Snoras, Parex Bankas, Ukio Bankas, Siauliu Bankas y Medicinos Bankas. Además de estas entidades de crédito, se cuentan aquéllas con meras oficinas de representación y sucursales abiertas en Lituania.
[11] Informe Insurance in Lithuania 2005, de la Comisión Supervisora de Seguros de Lituania, 2006, p. 7.
[12] El principal documento estratégico que programa la política energética hasta el año 2025 es la Estrategia Nacional Energética de Lituania 2007 (promulgada el 18/I/2007). A partir de ésta, Lituania ha consensuado con Estonia y Polonia un Proyecto de la Estrategia Energética Báltica, en febrero de 2007, partiendo de la Declaración Conjunta (Estonia, Letonia y Lituania) de Trakai, de 27/II/2006. Entre las empresas extranjeras que actualmente disponen de activos en Lituania se cuentan EDF (cogeneración en Vilniaus Energija), E.On (gasoductos Lietuvos Dujos y generación en Lietuvos Elektrine), Lukoil (gasolineras) y Gazprom (gasoductos en Lietuvos Dujos). Para los intereses nacionales lituanos debe potenciarse la perspectiva energética euroatlántica, con la inversión de nuevos inversores europeos –como las empresas españolas o italianas– especialmente en lo concerniente a los grandes proyectos eléctrico, nuclear y de gas natural licuado. La Declaración Conjunta de Estonia, Letonia, Lituania, Noruega, Suecia, Finlandia y Polonia de marzo de 2007 sobre el riesgo medioambiental del gasoducto ruso-germano, ha insistido en los potenciales riesgos medioambientales, los cuales aconsejan un cambio de criterio en el desarrollo de la infraestructura respecto del proyecto de dicho gasoducto.
[13] El plan energético de Lituania consiste en lograr la autosuficiencia energética a través de la integración en la red eléctrica europea (UCTE), las inversiones en infraestructuras, la coordinación con Polonia, Estonia y Lituania, y la construcción de una política energética de la UE, especialmente cohesionada ante Rusia. Véase Z. Baran, Lithuanian Energy Security: Challenges and Choices, Hudson Institute-Strateginiu Studiju Centras, Vilnius, 2006, pp. 33-40.
[14] Una alternativa que se planteó al tiempo de las negociaciones iniciales con la polaca PKN Orlen, fue la venta de una participación significativa a la petrolera nacional de Kazajistán, país con el que Lituania mantiene relaciones económicas con gran proyección de futuro.
[15] Según Lopata, la importancia de la función de Lituania entre las grandes potencias parte de su alineamiento pro-democrático con EEUU, erigiéndose en mediador con terceros países ante Rusia, con una perspectiva a largo plazo. R. Lopata & N. Statkus, “Empires, the World Order and Small States”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp. 27-52.
[16] Como ha indicado Motieka, la alianza París-Berlín-Moscú orientada a contrarrestar a EEUU implicaría favorecer la visión franco-alemana de la UE, que es de carácter socializante y colectivo. Esto supone configurar una “Europa de las dos velocidades” que perjudicaría directamente la posición de Lituania, minimizando su entidad como Estado. Por su parte, la relación energética ruso-alemana transluce una concepción bilateralista, al margen de la UE, y que debe compensarse en lo posible con una alianza lituano-polaca desde el principio de solidaridad comunitaria. Véase E. Motieka & L. Kasciunas, “Lithuanian-German Relations in the Context of Global Geopolitucal Challenges at the Beginning of the 21st Century”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp. 55-74.
[17] El euroatlantismo lituano ha sido meridianamente explicado por varios politólogos y diplomáticos, y a partir de este se construye la estrategia futura diplomática de Lituania. Véase A. Valionis, “Lithuania’s New Foreign Policy Agenda”, Lithuanian Foreign Policy Review, nº 17, 2006, pp. 7-15.
[18] A. Kasemkamp & H. Pääbo (Eds.), Promoting Democratic Values in the Enlarging Europe: The Changing Role of the Baltic Status from Importers to Exporters, Tartu, 2006.
[19] T. Janeliunas & K. Baubinaite, “In Search of the Optimal Regional Alliance: Strategic Partnership between Lithuania and Poland”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp. 75-92.
[20] La alianza de Lituania, Polonia y Ucrania puede constituir un bloque en Europa centro-oriental de importante influencia regional. Véase V. Sirutavicius, “Ukraine: The Orange Revolution and its Aftermath”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp. 145-166.
[21] Sobre ello, destaca el análisis de A. Priego Moreno, “Israel’s Policy Towards the Caucasus. A Different Actor?”, ponencia del congreso Perceptions and Security in the Near Abroad, UNISCI (UCM), 26-27/X/2006.
[22] C. Laurinavicius, “The Role of History in the Relationship between Lithuania and Russia”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp. 109-126. Sleivyteha advertido en premonitorios augurios sobre Rusia, ya en 2002: “During two years of Putin’s presidency it became clear that this regime is shifting towards authoritarian reform and will be based to a considerable extent on security services” (J. Sleivyte, The Russian Factor in the Present Security Policy of Lithuania, Vilnius, 2003, p. 72).
[23] Sobre el perfil de la actual elite política rusa, se ha destacado que el 58% de los altos cargos proceden de las fuerzas armadas, la comunidad de inteligencia, seguridad y servicios secretos. La elite económica se estructura conforme a sus vínculos internos y al principio de “poder vertical”. Véase VVAA, Transformation of Putin’s Regime: Why Transitology is Not Applicable to Post-Soviet Russia, Institute of International Relations and Political Science (VU), Vilnius, 2007, pp. 50, 51, 116 y 117. El autoritarismo político y las carencias democráticas materiales del sistema ruso actual han sido puestas de manifiesto por numerosos estudios: J. Edwards & J. Kemp (Dir.), Russia’s Wrong Direction: What the United States Can and Should Do, Council of Foreign Relations Task Force Report nº 57, Nueva York, 2006, pp. 16-21.
[24] R. Lopata, Anatomy of a Hostage: Kaliningrad Anniversary Case, Baltic Defence College, Vilnius, 2006.
[25] C. Laurinavicius, “New Vision of Lithuania’s Foreign Policy”, Lithuanian Foreign Policy Review, nº 17, 2006.
[26] López-Medel destaca la regresión democrática actual de Rusia y su injerencia ante los procesos de transición y consolidación democrática en su entorno. Véase J. López-Medel, “Procesos democráticos en el espacio postsoviético”, Revista Política Exterior, nº 117, mayo/junio 2007, pp. 151-162. La consideración francesa de que Rusia está en el sendero democrático correcto ha sido interpretada como una ilusión por T. Gomart, “France’s Russia Policy: Balancing Interests and Values”, The Washington Quarterly, primavera de 2007, pp. 147-155.
[27] La estrategia de la defensa lituana es de resistencia, guerra asimétrica y desgaste al invasor, tratando de causar el máximo coste al enemigo invasor, y todo ello desde una doctrina de conflictos de cuarta generación. Véase V. Urbelis, “Lithuanian Deterrence Strategy”, Lithuanian Annual Strategic Review 2005, pp. 169-194.
[28] La intensificación de las relaciones bilaterales de Lituania con socios de la UE sin tradición al respecto es un objetivo de la política exterior lituana. Cumplida la etapa histórica de crisis y desarrollo económicos entre los años 1990 y 2004, los próximos años suponen una importante oportunidad para que países mediterráneos como España e Italia acrecienten sus vínculos bálticos, en especial con Lituania. A efectos de alineación en el seno de la UE, la coordinación España-Italia-Polonia-bálticos puede aglutinar un conjunto de intereses compatibles y sinérgicos. España e Italia están lejos del área de influencia rusa y su proyección exterior no colisiona con intereses presentes en Centro-Este Europa emanados de países cuyos vínculos con Rusia complican su relación con los bálticos. El posicionamiento en el mercado báltico ya es un hecho para algunas compañías italianas –banco Unicredito y aeronáutica Alenia– y españolas –eléctrica Iberdrola y tecnológica Indra–.