INTRODUCCIÓN:CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS GENERALES
Objeto y objetivos del presente trabajo
El objeto de estudio del presente análisis es la crisis del régimen de gobernanza cubano. Se pretende evaluar, en la actual coyuntura, su potencial para una reforma limitada que asegure el monopolio político de la actual elite de poder y las posibilidades que presenta la otra alternativa: el inicio de un proceso de transformación no violento hacia un nuevo régimen de naturaleza democrática.
El objetivo de este análisis es aportar conclusiones y recomendaciones prácticas sobre posibles políticas a seguir por aquellos gobiernos interesados en facilitar, como terceros actores, el éxito de esa segunda alternativa de transformación democrática gradual, pactada y no violenta, del régimen cubano.
Escuelas de pensamiento sobre Cuba y selección de preguntas acertadas
Antes de adentrarnos en el examen de nuestro objeto de estudio, se hace necesario precisar el instrumental conceptual del que nos valdremos en ese ejercicio.
Es sabido que el desafío de un analista no reside exclusivamente en responder las preguntas de moda sino en cerciorarse primero de que son las más acertadas para “diagnosticar” los problemas, hacer un pronóstico de sus múltiples posibilidades de evolución (escenarios) y recomendar líneas “terapéuticas” de acción.
Como comentó Marx respecto al pensamiento filosófico de su época, a menudo sucede que no solo las respuestas sino las preguntas mismas que se imponen como moda intelectual del momento no son siempre las más productivas para abarcar toda la complejidad del objeto estudiado.
En ciencias sociales las preguntas que nos formulamos están asociadas a un determinado paradigma interpretativo de la realidad por el que optamos para analizarla. En el caso de los análisis sobre Cuba las interpretaciones –y las correspondientes preguntas asociadas a ellas– se apoyan en dos paradigmas o escuelas de pensamiento: la de la Teoría de las Relaciones Internacionales y la de la Transitología.[1]
Estos dos ángulos de perspectiva y reflexión han aportado valiosos estudios, elaborado supuestos que a menudo se manejan como axiomas, y levantado interrogantes diferentes. También han marcado algunas de las principales diferencias en relación a los grupos de activismo político relacionados con el tema cubano.
Quizá la diferencia más notoria entre ambas escuelas de pensamiento radica en el lugar endógeno o exógeno en que ubican el núcleo duro del problema cubano. De esa definición primaria se deriva la importancia que atribuyen a unos u otros actores y las preguntas que formulan para buscarles respuesta.
Desde la perspectiva de la Teoría de Relaciones Internacionales el problema central radica en la conflictividad presente en las relaciones históricas entre EEUU y Cuba. La hegemonía o dominación de La Habana por Washington explicaría en gran medida la necesidad de la revolución, su posterior alianza con la Unión Soviética y el régimen totalitario adoptado para protegerse de un vecino tan intruso como poderoso. Este grupo de académicos tiene un ala liberal y otra más radical.
Los liberales asumen esta interpretación como parte de su crítica reformista a la vocación neo imperial del capitalismo estadounidense. Los radicales de diversas latitudes ideológicas como explicación de la inevitabilidad de la historia ocurrida y la necesidad de sostener ese conflicto con EEUU en nombre de ideales de emancipación general que lo trascienden. La pregunta que se plantean los liberales es ¿cómo cambiar la política de EEUU hacia Cuba? Los radicales se preguntan ¿cómo derrotar la actual política de Washington hacia Cuba para continuar el conflicto hasta la victoria final sobre el imperialismo y el capitalismo? Sin embargo, ambas corrientes suponen que la reforma o derrota de la política de EEUU hacia Cuba permitiría a Cuba evolucionar hacia un Estado democrático y eficiente, posibilidad a su juicio negada por la tradicional política de hostilidad y la persistencia del embargo.
La otra perspectiva sobre Cuba la aportan los transitólogos. Esta escuela de pensamiento que toma cuerpo con los estudios de los procesos de transición a la democracia en América Latina y Europa, centra su atención en los factores endógenos en sistemas totalitarios o autoritarios y los compara con otros que han transitado hacia regimenes de gobernanza democráticos. Apoyándose en meticulosos estudios comparativos, esta escuela de pensamiento intenta arrojar luz sobre las circunstancias que facilitan u obstaculizan las transiciones democráticas, sus posibles actores y las diversas fases que se hace necesario atravesar en el transcurso de esos procesos. La pregunta central desde esta perspectiva es cómo fortalecer a los actores que impulsan la transición democrática a expensas de los que representan el statu quo.
Algunos de sus propios adherentes han expresado en años recientes una autocrítica respecto a algunas de las tendencias que padecieron en las etapas tempranas de su producción intelectual.[2] Es de suma importancia tenerlas presente. Entre las debilidades planteadas a algunos de los representantes de la primera etapa de producción académica desde la Transitología resaltan tres: (1) insuficiente valoración de los factores externos y el peso que tienen en auspiciar u obstaculizar procesos de cambio; (2) la teleogización de un destino homogéneo e inevitable (el arribo a “la democracia” y “la economía de mercado”); y (3) la tendencia al maniqueísmo en la caracterización de los actores al considerar como “buenos” aquellos que impulsan los cambios y “malos” a quienes se resisten por algún motivo a ellos.
Por un lado, explicar los cambios democráticos en Europa del Este sin dar todo el peso que en ellos tuvo a la política de Gorbachev es tan inexcusable como intentar obviar la influencia de la política de EEUU en las posibilidades de cambio en Cuba. Por otro, como han venido a reconocer no solo académicos sino también organismos multilaterales como el PNUD, no hay fórmulas de “talla universal” (one size fits all) que representen el destino inexorable de toda sociedad. La democracia y la economía de mercado, más allá de su definición genérica, son conceptos abiertos a múltiples formas de organización e interrelación, de las que emergen diversos modelos de gobernanza posibles.
Ningún estudio sobre Cuba debe obviar el camino abierto y los aportes realizados por la Teoría de las Relaciones Internacionales y la Transitología anteriormente y en ambas corrientes de pensamiento se van produciendo correcciones de sus versiones primarias, en especial en el campo de la Transitología. Sin embargo, es posible hacer uso de un tercer ángulo de enfoque que integre mejor el análisis de los factores y actores internos y externos. En ese sentido este autor aboga por el empleo de las herramientas conceptuales de la Conflictologia al abordar la actual coyuntura cubana y sus perspectivas así como para la elaboración e implementación de políticas al respecto.[3]
Las herramientas y perspectivas de la Conflictologia permiten una integración de los enfoques aportados desde la Teoría de las Relaciones Internacionales y la Transitología. Desde esa óptica es posible considerar la acción de todos los actores internos y externos, así como sus necesidades e intereses. La Conflictologia se centra en la transformación positiva de la realidad de manera que se reconstruya el tejido de relaciones sociales y sus instituciones de una manera inclusiva. Procura fomentar procesos de diálogo y construcción de consensos que culminen en acuerdos sobre los cuales pueda fomentarse la corresponsabilidad por el porvenir en lugar de centrar sus expectativas en la “derrota” y desplazamiento de unos actores por otros.
La perspectiva conflictológica nos presenta otras interrogantes específicas: ¿cómo se originó y evolucionó el conflicto cubano?, ¿cuál es el centro del conflicto hoy día?, ¿quiénes son sus actuales actores internos y externos y cuáles son sus necesidades e intereses?, ¿qué supone y qué posibilidades existen de lograr una transformación política e inclusiva del actual régimen de gobernanza?, ¿cuáles son los factores de sostenimiento del conflicto y cuáles los conectores que pueden contribuir a atraer las partes a una solución y reconciliación?, ¿pueden ayudar terceros a que los actores internos y externos encuentren la solución?, ¿cómo?
Dinámica del objeto de estudio
A menudo se acostumbra solicitar al analista que aporte “una foto” de la realidad cubana. Esto resulta inadecuado porque, pese al inmovilismo del régimen de gobernanza cubano, la realidad de la cual forma parte resulta cambiante. Si de metáforas se tratase, habría que decir que necesitamos un “vídeo” de la sociedad cubana.
El proceso revolucionario se agotó a fines de los 60. La sociedad posrevolucionaria y el régimen de gobernanza que dejó instalados iniciaron su crisis y un prolongado proceso de ajustes a partir de la caída de la Unión Soviética.[4]
En este medio siglo el contexto y la propia realidad de la sociedad cubana han atravesado por cambios de gran trascendencia, entre los que pueden recordarse los siguientes: cambios ocurridos en el contexto internacional (del mundo bipolar al multipolar, de la sociedad industrial a la del conocimiento y la información, de la transnacionalización a la globalización de la economía), cambios estructurales internos (demográficos, de clases, culturales, sociales, económicos), cambio en los actores protagónicos internos y externos (el sector emergente militar corporativo, la tecnocracia, el sector cuenta-propista, la sustitución de la URSS por Venezuela), cambio de mentalidades en gobernantes y gobernados, y cambios en las políticas prevalecientes.
La comprensión del cúmulo de mutaciones ocurridas dentro y alrededor de la isla es de particular importancia dado el hecho de que el régimen de gobernanza –sobre todo en lo referido a su normatividad política– se ha mantenido relativamente estable. El cambio ocurrido en el hábitat (local/internacional) que permitió el surgimiento del actual régimen y lo sostuvo por casi medio siglo plantea una crisis a la funcionalidad de un régimen diseñado para operar en otro contexto histórico.
Opacidad de la realidad cubana
Un problema adicional al que se enfrentan los analistas de la situación en Cuba es la falta de transparencia de la sociedad cubana y la existencia de una política deliberada de manipulación de las percepciones de su realidad tanto por parte de su gobierno como de muchos de aquellos que se le oponen.
El gobierno cubano se vale de medios abiertos y encubiertos orientados a controlar el origen mismo de las informaciones (acceso a la sociedad cubana, estudios y estadísticas sobre ella).[5] Desde el poder se ha alentado la creación de una vasta industria de producción abierta de “conocimiento” e “información” sobre Cuba en la que laboran nacionales y extranjeros desde agencias oficiales, instituciones para-oficiales, instituciones académicas y organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y otros espacios.
En algunos casos porque son sus propias agencias gubernamentales y en otros porque son instituciones bajo su influencia o en la que laboran personas simpatizantes de sus posiciones o bajo el control directo de La Habana, esta industria de desinformación contribuye a diseminar “datos estadísticos” y axiomas interpretativos que favorecen de múltiples maneras los propósitos del gobierno cubano, pero enturbian la frontera que separa la información de valor de aquella que ha sido manipulada. Basados en ellos –y generando su propia “desinformación”– la espía estrella de la inteligencia cubana, Maria Belén Montes,[6] persuadía a sus colegas y al gobierno de EEUU, desde su posición de jefe del grupo de análisis sobre Cuba del Pentágono, de aquellas supuestas “verdades” que convenían a los intereses del gobierno en la isla. Otros “agentes de influencia” han sido reclutados por el gobierno cubano en medios académicos, organismos multilaterales, medios de comunicación y otros circuitos multiplicadores de mensajes.
En un contexto de Guerra Fría inconclusa, el gobierno de EEUU también ha apoyado a centros académicos, publicaciones, organizaciones no gubernamentales y otras dispuestas a involucrarse en esa guerra de propaganda desde posiciones favorables a sus propias perspectivas y supuestos. La llamada Cubanología estadounidense tomó también auge a partir de 1959 y quedó marcada por las premisas de la Guerra Fría de sus patrocinadores gubernamentales.
El desafío para el analista imparcial es lograr obtener información de calidad al tiempo que se protege de aceptar de manera automática los axiomas interpretativos que promueven los bandos en pugna. Y esa tarea es tremendamente complicada por la opacidad del Estado totalitario cubano que escamotea las verdaderas estadísticas al tiempo que monitorea celosamente los contactos de sus nacionales con miembros de la Diáspora o extranjeros, en particular con diplomáticos, periodistas y académicos.
Influencia de las personalidades sobre sus circunstancias
En sociedades totalitarias altamente centralizadas como la cubana aquellas personas que ocupan la cima del poder tienen una mayor libertad de decisión y capacidad superior para incidir en su entorno que quienes dirigen un país democrático. Sin embargo, también en estos casos se cumple el principio de que el hombre es “él y su circunstancia”.
El ascenso oficial de Raúl Castro a la posición de jefe de Estado ha desatado una comprensible sed por conocer su personalidad y manera de pensar. Esto no sólo es lógico sino altamente necesario por lo ya apuntado sobre los dirigentes de sociedades totalitarias. Sin embargo, ningún analista riguroso puede pasar por alto que si bien es crucial saber –hasta donde es posible– lo que desea hacer Raúl Castro, no menos importante es valorar las posibilidades de que pueda llevar adelante sus ideas en el contexto nacional e internacional en que actúa.
Cuba ante su tercera disyuntiva histórica
Cultura política
Además de las dos grandes guerras por la independencia nacional (1868-1878 y 1895-1898), se produjo una sublevación racial en 1912 a apenas una década de alcanzada la independencia (1902) e inaugurado el período republicano, que concluyó en una masacre de los alzados. Hubo también –entre multitud de otros hechos– una resistencia violenta a la dictadura establecida por el general Gerardo Machado en su segundo período presidencial, pronunciamientos militares de las clases y soldados contra su oficialidad saldados a cañonazos en favor de los primeros, el golpe de Estado militar del general Fulgencio Batista (1952), la subsiguiente revolución contra su dictadura (1953-1959) y la guerra civil anticomunista contra el liderazgo de Fidel Castro (1960-1965), seguida por episodios de violencia terrorista hasta incluso los años 90.
La historia muestra que la sociedad cubana se ha visto atravesada por múltiples conflictos políticos, sociales y económicos que a menudo tomaron formas violentas y generaron breves períodos de revolución y guerra civil en más de una ocasión. La violencia ha sido la herramienta por excelencia empleada para dilucidar las diferencias políticas antes y después de alcanzada la independencia. La intolerancia política –que absolutiza fines y relativiza los medios que emplea para alcanzarlos– ha sido parte sustantiva de la cultura cubana hasta el presente.[7] El culto al héroe y al martirologio se ha conjugado con la equiparación de la intransigencia con la pureza de intenciones. La noción popular de que emergerá un líder excepcional –como José Martí– cuya visión y capacidad de convocatoria unirá al “pueblo” en la defensa exitosa de sus derechos ha sido también parte de esa cultura política que ha hecho menos énfasis en el protagonismo del ciudadano que en el de líderes y elites populistas a quien poder apoyar y seguir.
Parte esencial de la cultura política cubana lo constituye la premisa, tomada de la prédica del Padre Félix Varela (1788-1853), y luego del ideario de José Martí (1853-1895), a favor de una Republica socialmente inclusiva (“con todos y para el bien de todos”). Las controversias sobre el mejor modo de acomodar en la realidad esa aspiración ética y el fracaso sucesivo de diversos proyectos que aspiraban a materializarla constituyen el núcleo central de los conflictos nacionales desde la independencia en 1902 hasta el presente.
Historias de larga y media duración
La isla ha experimentado cuatro siglos de historia colonial, algo más de medio siglo (56 años) de República acaparado en gran parte por dos dictadores (Machado y Batista) y medio siglo de sociedad totalitaria bajo un mismo líder y equipo de gobierno.
Sin por ello asumir la metodología general de Fernando Braudel es útil tomar prestado de la escuela de los Annales la noción de procesos históricos de diversa duración que se entrelazan. En el caso de Cuba es factible identificar una historia ininterrumpida de larga duración en torno a la lucha por una inserción favorable en el sistema mundial de acumulación. Desde su “descubrimiento” por España hasta el día de hoy, en que Raúl Castro valora sus opciones, el acontecer histórico isleño ha estado marcado por el conflicto entre diversos proyectos de inserción competitiva en el mercado mundial.
Como resultado de lapuja de fuerzas políticas y sociales en torno a ese debate se han experimentado tres historias de mediana duración: (1) las luchas por la autonomía o independencia (1820-1898); (2) la República (1902-1958); y (3) el Socialismo de Estado (1959-2008).
Ha habido entre una y otra de estas historias de mediana duración etapas de tránsito de una en otra (ocupación de la isla por EEUU, en 1898-1902; transformación del Estado republicano en otro basado en la versión totalitaria del socialismo contemporáneo, en 1959-1968; y fase de flexibilización y ajustes al modelo totalitario tras la caída de la URSS, en 1993-2008).
Desde la independencia en 1902, cada una de las dos historias de mediana duración (republicana y “socialista”) ha estado marcada por tensiones políticas, sociales y económicas a la hora de conciliar tres factores: (1) la protección de la independencia nacional; (2) la demanda de una sociedad inclusiva desde una perspectiva de justicia social; y (3) el desarrollo económico y modernización del país.
La celebre frase republicana de que “sin azúcar no hay país”, reflejaba algo más que una prioridad sectorial de la economía. En cierta medida expresaba también una concepción que daba primacía al objetivo del desarrollo económico y la modernización del país sobre la demanda de justicia social (que se concebía podría ser satisfecha, gradualmente, como resultado del crecimiento económico) y sobre la independencia (ya que la oligarquía nacional creía necesario conformarse con el ejercicio desproporcionado de la hegemonía estadounidense para asegurar inversiones, tecnologías y el mercado norteamericano).
Pese a que la Constitución de 1940 –la más avanzada socialmente del Hemisferio Occidental y de muchos países europeos en aquel entonces– estipulaba progresos normativos vanguardistas en el tema social, su débil aplicación por gobiernos corruptos y a veces dictatoriales determinó que las fuerzas que daban prioridad a los temas sociales y de soberanía nacional se mantuvieran movilizadas en sus respectivas luchas. Si bien el movimiento antibatistiano estuvo centrado en el derrocamiento de la dictadura, el proceso sirvió de catalizador para aglutinar también una amplísima coalición de fuerzas sociales que integraron otros objetivos –de reforma estructural en lo económico y orientación social democrática en lo político– a las intenciones revolucionarias.[8]
Fidel Castro, recién arribado al poder en 1959, evitaba las etiquetas ideológicas y definía el objetivo de la nueva etapa como alcanzar una sociedad en que hubiese “libertad con pan y pan sin terror”. De ese modo anunciaba que intentaría casar la libertad con el desarrollo y la justicia social, pero se reservaba sus cartas sobre la vía que escogería para ello. Se suponía que el consenso nacional alcanzado con la todavía entonces avanzada Constitución de 1940 estaba vigente y de lo que se trataba era de poner en marcha un programa de gobierno que asegurara su estricto cumplimiento comenzando por una reforma agraria. Castro, sin embargo, tenía otros planes.
Quien se constituiría en suprema autoridad nacional por el medio siglo siguiente decidió con el grupo de sus más íntimos colaboradores reelaborar la proyección radical reformista de orientación social democrática que servía de sombrilla a una variopinta plataforma de fuerzas. Castro, en alianza con el Partido Comunista, que había sido renuente a la estrategia de lucha armada, se aproximó a la Unión Soviética y sentó las bases para reinsertar a Cuba en la Guerra Fría, esta vez aliado al Bloque del Este.
Castro estaba dispuesto a una apuesta arriesgada. A cambio de conspirar con una fracción de su movimiento en detrimento del otra ala, Cuba sacaría dividendos económicos excepcionales de la confrontación Este-Oeste con los que financiar exitosos programas sociales y quedaría bajo la relativa protección de la sombrilla nuclear soviética para fortalecer su independencia respecto a EEUU. Asegurado el pan, la inclusión social y la independencia los ciudadanos, según su lógica, no necesitaban otra libertad que la de movilizarse en apoyo de su Estado revolucionario.
La política de hostilidad de EEUU hacia Cuba facilitó el consenso nacional a favor de este viraje radical y la reubicación dentro de la Guerra Fría proveyó a la isla de mercados, tecnologías y capitales para su desarrollo. De ese modo, el establecimiento de un Socialismo de Estado totalitario aseguró los recursos para responder a algunas demandas históricas que constituían el núcleo de la conflictividad social cubana, la maquinaria represiva para sostener ese proyecto y, gracias a la confrontación con EEUU, la racionalización nacionalista para asegurar el consenso interno e incluso la simpatía de un sector de la izquierda internacional. Al focalizar la atención de la opinión pública en el conflicto bilateral con EEUU muchos perdían de vista que la soberanía popular era conculcada por el Estado y que la independencia nacional cedía espacio a las necesidades de la alianza geopolítica con la URSS.[9]
No obstante, la ecisión estratégica inconsulta de cambiar el régimen de gobernanza democrático por otro totalitario en alianza con una potencia externa quebró el consenso al interior de la alianza antibatistiana. Se inició entonces una guerra civil desde fines de 1959 hasta mediados de la década de los 60 en la que participaron decenas de organizaciones urbanas y más de 8,000 alzados en zonas rurales de todo el país, muchas veces bajo la dirección de ex líderes de la guerrilla y resistencia antibatistiana. Al calor de esa guerra civil, el gobierno de La Habana solicitó y obtuvo el apoyo militar en asesores y armas de la URSS y otros países del Bloque del Este y los insurrectos hicieron otro tanto en relación con Washington.
La internacionalización de ese conflicto endógeno, ocurrida al incorporarse a EEUU y la Unión Soviética como actores externos del mismo, tuvo un precio a pagar por los cubanos a ambos lados de las barricadas. Para la isla significó el inicio de una dependencia de Moscú mayor que la que antes se tenía de EEUU. Para los anticomunistas su dependencia de Washington representó la pérdida de identidad como movimiento nacional surgido de un conflicto autóctono, lo que desde entonces le facilitó a Castro presentarlos como marionetas estadounidenses en una sociedad atizada por el nacionalismo y en una región caracterizada por históricas reservas respecto a las políticas de Washington.
La derrota de los alzados en armas durante la guerra civil contra el régimen de Fidel Castro (1960-1965) puso fin a la confrontación militar, pero no al conflicto que le dio origen. De hecho, el conflicto continuó expresándose en años posteriores mediante acciones terroristas de ambas partes (encubiertas en el caso cubano) y luego mediante los movimientos no violentos de disidencia y oposición internos. La actual ausencia de confrontación armada no equivale a decir que se haya resuelto ese conflicto, que en el presente prevalezca la paz, ni que el estado actual de cosas sea sustentable en el mediano y largo plazos. Existe la posibilidad de que la violencia latente se materialice por diversas vías de concurrir circunstancias internas y externas que la propicien. La cultura de intolerancia política se mantiene vigente y es uno de los factores de preocupación en este sentido. La violencia política de la guerra civil en la década de los 60, se transformó en acciones terroristas recíprocas y ha tomado desde la década de los 80 la forma de represión policial y paraoficial a la disidencia.[10]
Transición a una nueva historia de mediana duración
La caída de la URSS dio inicio a la crisis estructural definitiva del Socialismo de Estado totalitario cubano y abrió un proceso de correcciones que no ha concluido. Esta etapa, más allá de los cambios ocurridos en las políticas económicas, tuvo impactos profundos en la economía política de la sociedad cubana. La dualidad monetaria, el surgimiento de corporaciones administradas directamente por los militares, la apertura a la inversión extranjera y la masificación del turismo, entre otras medidas, generaron una fuente extra política de poder que había sido abolida desde hacia décadas: el acceso al dólar. Sin el subsidio masivo de la URSS, los programas sociales y la infraestructura se degradaron y el poder adquisitivo del salario cayó en picado. La capacidad estatal de subvencionar plantillas laborales infladas e improductivas decreció y el desempleo –oculto mediante manipulaciones estadísticas– se disparó. Esta situación obligó al Estado a permitir el alquiler de viviendas y el surgimiento de un sector privado de trabajadores por cuenta propia.
La estructura social y clasista se vio trastocada por esos cambios.[11] La pirámide social sufrió una inversión que otorgaba mayor ingreso el camarero de un hotel que al cirujano, al taxista que al profesor universitario. Si la entrada a lugares exclusivos y el acceso privilegiado a ciertos servicios lo determinaba la jerarquía burocrático-política ahora era posible accediendo al dólar que podía adquirirse en el emergente sector privado cuenta-propista o a través de remesas enviadas por los “enemigos” del exilio.
El Estado benefactor perdió su sustentabilidad externa en el nuevo hábitat internacional. La desaparición de la Guerra Fría, la globalización y la transición a procesos de desarrollo basados en la apertura a flujos masivos e instantáneos de información digitalizada transformó rápidamente la isla de referencia exitosa de desarrollo tercermundista en museo del Socialismo de Estado.
En realidad se estaba produciendo una transición planetaria hacia una nueva civilización tecnológica que permitía a sociedades abiertas y emprendedoras dar un salto en los procesos de desarrollo.[12] Pero Cuba no era una cosa ni otra. Sus envejecidos líderes apenas eran capaces de asomarse y comprender los vertiginosos procesos de transformación global que ocurrían a su alrededor los que pretendían interpretar desde las miradas obsoletas de la Guerra Fría.
Al entrar en crisis permanente la salud del caudillo y producirse la sucesión oficial a favor de su hermano, la elite de poder se aproxima, con una edad promedio superior a los 70 años, a una coyuntura histórica de viraje sólo comparable a la del inicio de la República o la que tuvieron que enfrentar en 1959. Tienen que decidir un proyecto nacional que resulte viable en las actuales circunstancias nacionales e internacionales, lograr un consenso nacional sobre aquel y forjar las alianzas externas que le permitan su inserción en la nueva economía global al aportar mercados, tecnologías y capitales para su implementación.
Las dos historias de media duración anteriores –republicana y “socialista”– representaron proyectos alternativos de inserción en la historia de larga duración mundial: civilización industrial y modernidad. Las elites republicanas y comunistas contaron entonces con el aval de un apoyo popular masivo, que no existe en el presente. La que ahora se plantea ha de buscar el reacomodo de los elementos nacionales para ser parte de una civilización posmoderna, caracterizada por un mundo con procesos crecientemente globalizados en el que los países con ventaja tecnológica son los que logran transformarse en sociedades basadas en la información y el conocimiento.
En otras palabras, en un muy breve período (quizá poco más de uno o dos lustros) Cuba está llamada a inaugurar una nueva historia de mediana duración donde intentará resolver de manera armoniosa –en aras de alcanzar un consenso nacional– las demandas tradicionales que las dos historias de mediana duración previas no llegaron a resolver de forma satisfactoria. Una vez más, podrá fracasar o triunfar en ese empeño.
Esa es la verdadera magnitud histórica del momento que vive la sociedad cubana y que va mucho más allá de la simple recuperación de la democracia y mejorar el estándar de vida. Para la nación se trata de encontrar el mejor régimen de gobernanza para insertarse de manera competitiva en la nueva civilización tecnológica de la información y en el mercado mundial.
Ese reto, sin embargo, ha de asumirse teniendo presente los tópicos tradicionales que han guiado el devenir histórico cubano hasta hoy. Los líderes tienen que presentar e implementar en los próximos cinco años un proyecto de país que armonice la protección de la independencia nacional (que tendría que ser redefinida ahora en un mundo globalizado), la inclusividad, la justicia social (que supondría, entre otras cosas, no abandonar lo alcanzado en salud y educación en el pasado medio siglo y recuperar su calidad), la libertad (que tendría que ser acoplada con nuevas vías de participación democrática significativa por la sociedad civil además de las representativas) y el desarrollo económico del país. Se supone que el momento para que los dirigentes hagan público su programa sea el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en principio previsto para finales de 2009. Pero no parece probable que un liderazgo envejecido, con mentalidades formadas en una historia muy diferente a la que hoy tiene lugar, sea capaz de entender la magnitud del momento ni siquiera en términos de sus propios intereses. Su visión es otra.
Lo que más interesa –y obsesiona– a la actual elite de poder cubana es como diseñar un proyecto que garantice sus propios intereses como grupo social lo cual incluye, como mínimo, garantías a su integridad física y su libertad, así como a sus actuales patrimonios, y la retención de algún papel destacado en la conducción de la nación.
Lo anterior supone que sus opciones de cambio y proyecto de nación deben despejar la incógnita de su seguridad como grupo hegemónico y eso sólo puede concebirse por las siguientes vías:
(a) Compartiendo el poder económico pero reteniendo el monopolio sobre el poder político (modelo chino).
(b) Transformarse de elite de poder burocrática en clase propietaria al tiempo que negocian un régimen constitucional que los proteja de represalias, procesos judiciales o administrativos y expropiaciones.
La segunda opción sólo es concebible si además de las garantías políticas y jurídicas que serían demandas en particular por los más interesados (amnistías, impunidades) la elite es capaz de negociar su control sobre las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, al menos hasta que esa generación histórica haya salido de la escena. Eso supondría que un escenario de transición pactada tendría que negociar con una elite de poder que reclamaría un plazo no menor de una década para acceder a abandonar por completo sus monopolios sobre la economía y el sistema político.
El común denominador que hoy une a la población con sus dirigentes es la incertidumbre y el miedo a lo que pueda traer el provenir. Ambos miedos constituyen los principales soportes del inmovilismo.
Gráfico 1. El inmovilismo en Cuba
El régimen de gobernanza del socialismo de Estado cubano
Entendemos por “régimen” al conjunto de normativas (tanto legales como administrativas y pautas de comportamiento dictadas por la moral y tradiciones prevalecientes) que gobiernan las relaciones entre el Estado, el Mercado y la Sociedad Civil. Es esa normatividad regimentada la que condiciona no sólo el modo en que se producen y distribuyen mercancías y servicios, sino también las cuotas de poder político y participación económico-social en el país. Su uso sociológico dista de ser el empleado por medios de prensa o funcionarios de gobiernos extranjeros en un sentido peyorativo.
En el caso del Socialismo de Estado cubano, su régimen de gobernanza, instalado desde la década de los 60, tiene una naturaleza totalitaria porque su funcionamiento esta basado en los siguientes pilares:
(a) Monopolio del poder político y del Estado por un partido.
(b) Monopolio del poder económico por el Estado.
(c) Monopolio del Partido sobre la información.
(d) Control total sobre el movimiento de personas interno y externo mediante un sistema de permisos estatales facilitado por la insularidad del país.
(e) Ausencia de libertades individuales y derechos políticos y civiles.
(f) Maquinaria represiva eficaz integrada por sistemas de policía, vigilancia, controles administrativos, ausencia de autonomía política o económica de los ciudadanos y el sistema legal vigente.
A los rasgos generales de un régimen totalitario, el proceso cubano agregó otros específicos que contribuyeron a su estabilidad incluso después del terremoto político de 1989 en Europa del Este. Entre ellos hay que tener presente el origen del actual sistema (una revolución autóctona), la presencia de un líder carismático, la articulación (imposible en Europa del Este) del nacionalismo y tercermundismo con la defensa del Estado comunista, los errores de la oposición y de la política de EEUU hacia Cuba y la habilidad de los líderes para articular un discurso y una política que le permitiese acumular capital simbólico nacional e internacionalmente (con un sector amplio de la izquierda) a partir de sus servicios sociales de alcance universal y su solidaridad con movimientos antiimperialistas.
No es posible explicar la capacidad de supervivencia del régimen cubano atendiendo exclusivamente a factores aislados, tales como su eficiente represión o los subsidios externos soviéticos o venezolanos.
La gran paradoja del régimen vigente consiste en que las herramientas empleadas hasta ahora para sostener la sociedad cubana, han pasado a ser barreras para su reproducción y gobernabilidad cotidiana. No se puede continuar ofreciendo empleos, alimentos, productos y servicios indispensables, sin levantar el monopolio estatal sobre la economía. No es factible elevar la eficiencia económica sin abandonar el régimen centralizado de toma de decisiones. El Estado ya no puede dar satisfacción a tareas económicas y sociales sin abrir espacios de autonomía y participación, tanto a sus empresarios como a un sector privado emergente. Tampoco puede ser competitivo mientras el Partido Comunista insista en el monopolio sobre la información y el país muestre la más baja conexión con Internet de todo el Hemisferio. La imposición de la salida definitiva del país a aquellos inconformes que optan por migrar no debe continuar, porque con ellos se va el talento, instrucción y juventud que un país en proceso de envejecimiento necesita cada vez más.[13]
La actual naturaleza centralizada, verticalista, estatizada y autoritaria del régimen cubano –nacido y diseñado en otro contexto histórico nacional e internacional– le impide hoy alcanzar la necesaria eficiencia para generar riquezas nacionales, aportar innovación, y proveer prosperidad y canales abiertos de movilidad vertical que contribuyan a sostener la legitimidad del sistema. Es por eso que la necesidad de producir un cambio de régimen –gradual pero radical– es medular para la gobernabilidad y seguridad nacional de la isla.
El conflicto endógeno actual y la violencia
Si el conflicto endógeno original –luego internacionalizado con la participación de EEUU– estuvo dado en torno al tema del socialismo como opción nacional, el núcleo duro de la conflictividad actual se expresa en un régimen de gobernanza cuya contradicción principal se deriva de que resulta socialmente inclusivo a la vez que política y económicamente excluyente.
Esa contradictoria naturaleza del régimen constituye un bloqueo al desarrollo de las capacidades de innovación y productivas del país, en mucha mayor medida que el embargo de EEUU, que hoy es el principal proveedor de alimentos a la isla y su séptimo socio comercial.[14]
Los cubanos –que pudieron estudiar y gozar de expectativas de vida más prolongadas gracias al carácter inclusivo de los servicios educacionales y de salud– ahora demandan una participación significativa en los procesos de toma de decisiones para asegurar, entre otras cosas, que pueda reformarse la economía que pronto tendrá que sostenerlos en la vejez. En el último medio siglo “participar” ha sido sinónimo de movilizarse a materializar lo que los dirigentes habían decidido. Irónicamente en el país en el que se socializó hasta el último tendero, se privatizaron los sueños. Solo el caudillo tenía derecho a soñar y los demás el deber de esforzarse por hacer cumplir sus anhelos. La imposibilidad de buscar la felicidad por sí mismos y la incredulidad ante la idea de que el mismo grupo de líderes que no satisfizo sus necesidades será ahora capaz de proveerlos de formulas de felicidad colectivas es el motor real detrás del éxodo callado de decenas de miles de personas, en especial los jóvenes, cada año.
Gráfico 2.
Ese conflicto principal entre el régimen de gobernanza y el potencial de desarrollo nacional genera a su vez un arco de conflictividades de diverso tipo: (a) tensiones raciales y regionales que a menudo se superponen; (b) tensiones generacionales; (c) tensiones sociales entre los que tienen acceso al dólar y los que no lo alcanzan; y (d) tensiones políticas entre los que suponen que todo cambio de régimen los pondrá en situación de “perdedores” y los que apuestan por su transformación.[15]
El conflicto endógeno originario –motivado por las discrepancias en torno al régimen de gobernanza que debería normar la sociedad cubana después del triunfo revolucionario de 1959– ha evolucionado en medio siglo. Hoy se expresa como conflicto interno entre el régimen de gobernanza instalado y los diversos sectores de población afectados por su obsolescencia e insostenibilidad.
La actual doctrina de seguridad y defensa padece de un error conceptual que la transforma de hecho en una doctrina generadora de ingobernabilidad. Partiendo de mitos ideológicos de la Guerra Fría, las amenazas sólo son concebidas como exógenas (EEUU y sus aliados). Los fenómenos de disidencia y oposición no son analizados como resultados de la lógica interna del país sino como marionetas de un enemigo exterior. Incluso las conductas e ideas no conformistas que no clasifican propiamente como políticas (como, por ejemplo, las preferencias musicales, de vestimenta y, hasta hace poco, de orientación sexual) son percibidas como “virus” contaminantes de procedencia foránea (capitalismo y sus gustos burgueses).
La doctrina cubana de seguridad y defensa no está preparada para enfrentarse al fenómeno del nuevo disenso nacional porque concibe las amenazas al actual régimen de gobernanza como externas y artificialmente inducidas.
Desde 1992 se viene produciendo un cambio de mentalidades que permea todos los sectores de la población y cohabita espacios al interior de las familias de la elite de poder y los funcionarios gubernamentales. Hay una nueva disidencia respecto al statu quo expresado por el régimen de gobernanza vigente. Esta disidencia no tiene una propuesta unánime en torno a un proyecto de cambio –como tampoco la tiene la disidencia y oposición tradicional– pero sí comparte su negatividad respecto al actual estado de cosas.
La prensa internacional concentra su atención en la disidencia política tradicional, oposicionista y organizada. Pero esta nueva disidencia es masiva, informal y plural y hace permeable la línea divisoria entre los que ocupan diversas funciones gubernamentales y los gobernados.
La sociedad cubana es proclive a la violencia, como demuestra su historia. El que hoy la mayor parte de los grupos organizados de la oposición y el exilio se manifiesten por una solución política del conflicto no es garantía alguna de que futuros acontecimientos no transformen los episodios de violencia estatal selectiva en una nueva situación de violencia generalizada. Sin embargo, hay otro problema adicional: la violencia social que puede, en ciertas circunstancias, politizarse. La doctrina cubana de seguridad y defensa y la sociedad en general carecen de mecanismos institucionales eficaces para prevenir y mediar en situaciones de conflicto.
Un régimen de gobernanza que no reconoce la conflictividad y el disenso como resultado de su propia lógica interna, y que carece de instituciones y espacios apropiados para mediar y rearticular consensos, es sumamente frágil.[16]
En un país cuya historia es proclive a la intolerancia y la violencia, la lógica de externalizar el origen de los conflictos y las disensiones puede con relativa facilidad conducir a situaciones críticas de ingobernabilidad. El eventual empleo de la fuerza para afrontar situaciones de protesta o explosión social –incluida la posibilidad de una crisis migratoria– complicaría adicionalmente la seguridad en lugar de protegerla. La siempre latente posibilidad de una escalada de hechos violentos internos al enfrentarse la represión y la existencia del conflicto bilateral con EEUU son elementos a tener presente.
El ascenso de Raúl Castro a jefe de Estado
Sucesión y transición
Varios hechos indican los pasos que el régimen cubano comenzó a dar en relación con la sucesión a Fidel Castro, anteriores a su cesión temporal de poderes el 31 de julio.
En noviembre de 2005, el propio Castro abrió la posibilidad de expresarse públicamente en Cuba acerca del momento en que ya no estuviera al frente del país y de la posibilidad de reversibilidad del proceso. El ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, se hizo eco de este llamado y en diciembre de ese mismo año expuso sus ideas ante la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre los retos que el país debería afrontar ante esa eventualidad, sobre todo con relación a las nuevas generaciones, su falta de compromiso con el sistema y su actitud, que Pérez Roque calificó como individualista. Otros sucesos y una entrevista de Castro a Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, dispararon rumores nacionales e internacionales sobre la sucesión a Castro. En los meses siguientes al 1 de julio de 2006, el aparato del Partido Comunista de Cuba fue reforzado en un Pleno de su Comité Central con el restablecimiento del Secretariado –entidad ejecutiva partidista creada en 1965 y abolida en 1991– y con la adopción de un discurso público de Raúl Castro donde había expresado que sólo el PCC era el legítimo heredero de Fidel Castro.[17]
Los días posteriores al traspaso temporal de poderes del 31 de julio de 2006, cuando fue dada a conocer la Proclama al Pueblo de Cuba firmada por Fidel Castro, evidenciaron las características de la sucesión tutelada que tendrá lugar en la isla. Aun después del traspaso constitucional de los poderes correspondientes al cargo de jefe del Consejo de Estado (y, por tanto, jefe de Estado) el proceso de sucesión es aún inconcluso porque Fidel Castro retiene el cargo de primer secretario del PCC, organización a la que la quinta cláusula de la constitución vigente otorga el poder supremo del país. El proceso de sucesión solo podrá considerarse oficialmente cerrado cuando el VI Congreso del PCC elija al nuevo primer secretario, o cuando oficialmente se declare que Fidel Castro está mentalmente deshabilitado, o cuando muera. Sus actores verán continuamente saboteadas por el caudillo hasta entonces las posibilidades de abrir nuevos escenarios de largo aliento sin su consentimiento.
Una vez desaparecido Fidel Castro, la sucesión del actual régimen se completaría de manera definitiva y, dependiendo de cuáles sean las lecturas de la realidad que hagan sus principales actores, siempre a partir de sus propios intereses, existe la posibilidad de que se inicie una transición no violenta –podría ser también violenta en presencia de otros factores– en un complejo y zigzagueante proceso. Este período de transición pudiera tomar alrededor de cinco años y el resultado final estará siempre sujeto a variables internas y externas. Estas variables pueden configurar transiciones significativamente diferentes a los proyectos que sobre ella debaten hoy el gobierno de EEUU, el exilio y la oposición; entre ellas, el siempre posible escenario de que el país llegue a transformarse en un Estado fallido.
El sector más dogmático del exilio y la oposición en ocasiones muestra una incomprensión esencial acerca del alcance del traspaso de poderes que esta teniendo lugar. Sin embargo, existe una dinámica recíproca entre el proceso de sucesión y el de transición. No son necesariamente excluyentes, sino que pueden ser fases sucesivas y complementarias de un mismo proceso de cambios.
Una sucesión que abra espacio a la autonomía económica del ciudadano respecto al Estado –renunciando así a unos de los pilares del control totalitario– sería una adecuada transición a la transición siempre que los actores políticos interesados en la plena democratización del país tengan una adecuada estrategia para continuar empujando hacia esa meta.
Recientes cambios nacionales e internacionales
Desde octubre de 2007 y hasta el fin del mes de abril de 2008, importantes acontecimientos nacionales e internacionales han impactado significativamente la vida nacional.
En la arena internacional, tuvieron repercusión en la Habana:
- La derrota del referendo constitucional en Venezuela.
- El conflicto desatado por la incursión colombiana en territorio de Ecuador.
- La visita a Cuba del presidente de Brasil –potencia regional y, en breve, gran productor de petróleo– dispuesto a participar con Cuba en esta fase de transición de poder.
Estos acontecimientos fueron un llamado de alerta para la dirigencia cubana acerca de los riesgos que implica sobredimensionar la relación política con el presidente Hugo Chávez, o poner todos los huevos en la canasta de la Revolución Bolivariana. Altos funcionarios cubanos viajaron a Brasil, China y África en lo que parecía un interés por explorar potenciales alianzas alternativas, en caso de que los acontecimientos en Caracas pudieran tener un impacto negativo en La Habana. En ese sentido, actuó también el conflicto desatado en Sudamérica, en el que si bien hubo declaraciones de Fidel Castro apoyando fervientemente a Chávez y al presidente de Ecuador, el gobierno recién nombrado cuidó la relación con Colombia, a donde envió posteriormente una delegación de alto nivel que fue recibida por el presidente Uribe. Una semana después de la derrota de Chávez, el canciller Felipe Pérez Roque anunció que Cuba estaba dispuesta a firmar dos tratados internacionales de derechos humanos que cubrían aspectos económicos y sociales, así como civiles y políticos.
También a raíz de los resultados del referendo venezolano, se concretó la visita del presidente Luiz Inácio Lula da Silva a Cuba; tuvo lugar en Madrid la segunda ronda de conversaciones sobre derechos humanos, tras la cual a un pequeño número de prisioneros políticos en precarias condiciones de salud les fue dada la opción de permanecer en prisión o viajar a España; un representante de la UE fue recibido por la cancillería cubana para sostener un intercambio preliminar acerca de la potencial normalización de relaciones con ese bloque; y Raúl Castro se reunió en La Habana con el secretario de Estado del Vaticano, la primera visita oficial recibida por Castro como presidente de Cuba.
El plano interno ha estado marcado también por varios eventos importantes:
- El retiro formal de Fidel Castro de su cargo de jefe de Estado y el nombramiento oficial de su hermano Raúl como presidente.
- La designación del nuevo Consejo de Estado en el que cuadros jóvenes, como Carlos Lage, fueron desplazados por colaboradores más viejos y cercanos a Raúl Castro, como José Ramón Machado Ventura.
- Las discusiones que tuvieron lugar durante el examen a que fue sometido nacionalmente el discurso de Raúl Castro del 26 de julio de 2007, las cuales arrojaron un total de 1,300,000 planteamientos; sumadas a las sostenidas en el período previo al Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y durante los cuatro días del congreso, todo lo cual brinda amplias evidencias de que está teniendo lugar un cambio significativo en la mentalidad y actitudes de los cubanos.
- La celebración del VI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba que convocó a la celebración del VI Congreso, tras 10 años de haberse celebrado el último, y donde se declaró “el fin de la provisionalidad” decretadaen 2006 con la enfermedad de Fidel Castro.
- La adopción gradual de decisiones por parte del nuevo gobierno. Una parte de las resoluciones puestas en vigor se han orientadohacia la remoción de medidas administrativas irritantes e inconstitucionales, como la prohibición a ciudadanos de la isla al acceso y disfrute de hoteles, al acceso a la telefonía celular y a la adquisición de DVDs y computadoras, aunque sin conexión con Internet. Otras decisiones más prometedoras implican la desconcentración de los mecanismos de decisión, producción y administración en el sector agrícola. Se ha puesto énfasis en las recién creadas Delegaciones Municipales, como parte de una reestructuración del Ministerio de Agricultura que ha suprimido ya 106 empresas estatales. Se trata de un reajuste que reclama, no sólo un cambio de estructuras sino de mentalidades entre funcionarios yproductores, y requiere una importante inyección de capitales y el ajuste de las operaciones del nuevo mecanismo.
Desafíos que afronta el gobierno de Raúl Castro
La necesidad de reconocer la perentoriedad de generar una transformación del actual régimen de gobernanza cubano no tiene nada que ver con los llamados al “cambio de régimen” emanados de la política exterior de la Administración Bush. En la medida en que hay más de una forma especifica de entrelazar al Estado con el Mercado y la Sociedad Civil, en un contexto democrático y con una economía de mercado, es posible aseverar que hay más de una transición o cambio de régimen posibles en el caso de Cuba. Una de ellas, incluso, es la que podría caracterizarse como un cambio hacia otro régimen de socialismo democrático, como han propuesto en los últimos meses varios académicos de la isla comprometidos con una visión socialista de su sociedad.
La realidad cubana que hereda Raúl Castro le presenta numerosos desafíos, entre los que se destacan:
- Laresistencia al cambioque le presentan fuerzas conservadoras dentro del liderazgo cubano que aspiran solamente a reformas dentro del actual régimen.
- La crisis estructural del régimen vigente. El socialismo de Estado cubano surgió y pudo desarrollarse en el contexto del hábitat internacional bipolar de la Guerra Fría que fuera transformado radicalmente y del que supo derivar, de forma ilimitada, los recursos necesarios para su reproducción. El régimen cubano –en su actual diseño– no encuentra en el presente hábitat internacional los medios apropiados para su sostenimiento y reproducción ni es capaz de generarlos para su autosostenimiento.
- La ausencia de aliados estables que aporten financiamientos ilimitados. El sostenimiento del ineficiente régimen vigente depende de las posibilidades de créditos que le permitan mantener a flote la economía nacional. La inversión extranjera es escasa en comparación con la habitual en otros países de la región y con ella se comparten las utilidades. La cooperación internacional es igualmente baja en comparación con la que reciben países similares La isla no pertenece a ningún bloque de comercio que le aporte acceso privilegiado a grandes mercados como EEUU o el Pacto de Cotonou de la UE con países en vías de desarrollo. Los desmesurados impuestos estatales sobre las remesas no son equiparables, como recursos para el desarrollo, al potencial que tendrían para generar capital nacional y fomentar empleos si se permitiese su capitalización por parte de los receptores. El subsidio proveniente de Venezuela no se acerca en magnitud ni variedad de recursos al que antes llegaba a Cuba desde Moscú, ni el gobierno de Chávez demuestra suficiente estabilidad y permanencia como en su momento tuvo laURSS.
- La situación social y las tendencias demográficas. Cuba tiene una rápida tasa de envejecimiento, una tasa negativa de nacimientos. Adicionalmente hay una descapitalización humana de talentos y jóvenes que prefieren emigrar hacia cualquier país, aunque prefieren EEUU (al que sólo en el último semestre, unos 11,000 cubanos han intentado llegar por diversas vías). Con una economía que ostenta bajas tasas de productividad y un sistema de cobertura universal de servicios de salud, educación y pensiones hay un efecto de tijeras entre los recursos disponibles y los gastos sociales crecientes que esas tendencias demográficas determinan. Los bolsones de pobreza han ido expandiéndose y están presentes en casi todas las regiones urbanas y rurales. La pobreza y falta de perspectivas no sólo genera migración hacia fuera, sino también desplazamientos internos que presionan a los servicios locales de los lugares de arribo, y fomentan estilos de vida marginales entre los pobladores de esas improvisadas villas miserias que crecen alrededor de algunas ciudades. Los casos más conocidos son los de Ciudad de La Habana y Holguín, en zonas polares de laisla. La violencia social y actividades delictivas siguen en ascenso. El desempleo, en especial entre los jóvenes urbanos, y el mercado informal han comenzado a aparecer en cifras significativas en la prensa e informes de agencias gubernamentales.
- El estado subjetivo de la población. La capacidad de articulación de consensos a favor del poder sobre la base del régimen actual parece haber alcanzado un límite infranqueable. La única manera de rearticular consensos es mediante mejoras relativamente rápidas y visibles de la cotidianidad en aspectos tales como el rescate de los deteriorados servicios públicos (transporte, salud, educación), la oferta estable de alimentos de la canasta familiar básica a precios accesibles, construcción de viviendas, tolerancia hacia las criticas y el disenso, libertades económicas para emprender proyectos autónomos de felicidad y respetar el derecho a ejercer libremente movimientos migratorios externos e internos. Frente a esas demandas expresadas por la población, el actual gobierno ha comenzado a crear expectativas de mejora mediante la introducción de cambios muy graduales, concentrados principalmente en el levantamiento de restricciones absurdas que por años estuvieron en vigor, y en reformas en la agricultura.
- Laacumulación de situaciones críticas. La negligencia de pasadas décadas ha permitido el grave deterioro de la infraestructura de telecomunicaciones, portuarios, red vial, servicios públicos, alcantarillado, alumbrado y viviendas. Este último caso representa un problema social delicado ya que hay un déficit habitacional nacional de más de medio millón de viviendas y más de la mitad de las existentes se encuentra en mal estado o situación crítica próxima al derrumbe. Solamente en la capital hay unas 8,000 viviendas que albergan a unas 26,000 personas en esa situación extrema.[18]
No se puede lograr el consenso sin darle participación efectiva a la sociedad civil en la toma de decisiones.El llamamiento de Raúl Castro a la discusión controlada de problemas que afectan a la población desata una dinámica propia que ya reclama espacios donde ejercer debates sistemáticos, y medios para divulgarlos. Se reclama también que se den a conocer los planes del gobierno, los cuales hasta el momento no han sido divulgados, ni la prensa oficial ha publicado algunas de las medidas administrativas adoptadas. En este sentido se han pronunciado individuos y organizaciones de la sociedad civil cubana en un amplio abanico que se abre, desde organizaciones de profesionales, hasta otras de origen religioso o de oposición.
El proceso de discusión en las bases de las tesis política y económica del VI Congreso del PCC, que deberán regir las acciones del Estado y la sociedad en Cuba para los próximos años, será una oportunidad para que los cubanos comprometidos con el socialismo expresen cómo y cuáles reformas el Estado cubano deberá emprender, y el PCC secundar, para que la sociedad sea verdaderamente sustentable.
Opciones de la elite de poder
Ante esta realidad, los líderes cubanos se enfrentan a tres opciones posibles:
- Mantener el régimen vigente continuando la práctica de captar inversiones, créditos y subsidios que compensen su incapacidad para generar riquezas nacionales que puedan ofrecer productos y servicios. En esta estrategia se menosprecia el valor de las pequeñas y medianas inversiones privadas nacionales o extranjeras. Se privilegian los negocios con grandes empresas transnacionales o públicas, y se persigue la quimera de “la gran solución”, como encontrar petróleo, descubrir la vacuna contra el VIH, o lograr un acuerdo seguro que aporte amplio y generoso financiamiento con un nuevo mecenas internacional estable. Se proporcionan espacios limitados y controlados de participación de la sociedad civil, aun de aquella legalmente permitida.
- Introduciralgunas reformas al régimen vigente. Sostener el monopolio político total y compartir el poder económico con un sector privado nacional y extranjero, en un intento de fomentar la oferta de productos y servicios mediante la liberación de la producción mercantil. El objetivo sería cooptar el apoyo de la sociedad creando expectativas de mejora a corto plazo. Podría ampliarse el margen de actuación de la sociedad civil registrada oficialmente con vistas a captar recursos de la cooperación internacional, lo que eventualmente pudiera conllevar la ampliación de espacios de expresión y debates.
- Iniciar laprimera fase de transición hacia otro régimen. Compartir el poder económico con un sector privado, nacionaly extranjero, e introducir gradualmente ciertos niveles de tolerancia y pluralismo sin todavía llegar a abandonar el monopolio del poder político por el Partido Comunista. En esta etapa, se levantarían las represiones contra la oposición y se abrirían espacios a un diálogo nacional con la sociedad civil registrada y no registrada oficialmente, buscando un proyecto de desarrollo nacional sustentable que cuente con el consenso general.
Medidas implantadas
Las medidas adoptadas por Raúl Castro desde el 1 de agosto del 2006 hasta mediados de abril del 2008, no exceden los límites de la primera opción de naturaleza esencialmente continuista, aun cuando algunas de estas medidas, como las implementadas en el sector agrícola y las aplicadas a salarios, pudieren generar una dinámica propia hacia cambios posteriores más radicales.
Es, sin embargo, probable que se registre una dinámica de avances desde una opción hacia otra en la medida en que la lectura de la realidad que hagan los dirigentes cubanos hagan recomendable ese movimiento en función de su objetivo estratégico como grupo social que es, por ahora, el de prolongar su monopolio sobre el poder político.
En el centro de estas opciones está la tensión social entre demandas y escasos recursos, la cual fácilmente puede dañar la gobernabilidad si además algún evento inesperado aparece en escena. En las actuales circunstancias, un desastre natural, como un huracán, pudiera lanzar a miles hacia el desamparo y al éxodo hacia otras provincias o ciudades. Ejemplos de situaciones críticas son la región sureste de Cuba, donde el 58% de la población, de mayoría negra, vive en la pobreza según indicadores oficiales;[19] la región de Holguín, donde se han escenificado protestas por desalojos de barrios marginales, o la Isla de la Juventud, zonas todas que han sido recientemente visitadas por altos dirigentes en su doble función ante el Estado y el Partido.
Diseñar el futuro requerirá una dosis importante de pensamiento creativo para poder “pensar lo impensable” y cuestionar viejos axiomas. El haber promovido al nuevo Consejo de Estado y al Buró Político a figuras de avanzada edad, parece conspirar contra esa posibilidad. En aras de lograr eficiencia, se impone una división de poderes entre el Estado, el Partido y la sociedad civil en Cuba. Una genuina dirección colegiada es aún inexistente.[20]
La mayor o menor liberalización la determinará el éxito o fracaso del gobierno cubano en acceder internacionalmente a recursos crediticios, mercados y tecnologías sin necesidad de reformar el régimen vigente. A la tercera opción se llegaría solamente si llegasen a constatar la imposibilidad de que las dos primeras le permitan capear las expectativas y el descontento interno.
La política exterior de Raúl Castro
De los dividendos de la Guerra Fría a los de la paz
Algo que llama la atención en los 22 meses de convalecencia de Fidel Castro es el alejamiento que, al menos públicamente, parece tomar su hermano Raúl tanto de los temas de política exterior en general –que obsesionan al caudillo– como de aquellas situaciones que pudiesen traerle mas complicaciones a las que ya enfrenta con su agenda domestica.
Si Fidel Castro demostró su genialidad en sacar dividendos a la Guerra Fría y al acabarse aquella se dio a la tarea de buscar nuevos aliados de su cruzada anti estadounidense, Raúl Castro parece –hasta el momento– desear sacar dividendos a una política exterior de buenas relaciones de la cual desea derivar recursos económicos y que otros gobiernos no interfieran en su actuación doméstica.
- No ha generado ninguna iniciativa anti estadounidense haciendo uso de la actual condición de Cuba como presidente del Movimiento de Países No Alineados.
- Ha evitado que el presidente de Irán aterrice en la isla durante sus dos giras latinoamericanas en las que visitó al resto de los países del ALBA (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua).
- Desde un inicio ha formulado declaraciones dejando la puerta abierta a un diálogo y entendimiento con EEUU después de las elecciones de noviembre del 2008.
- La Habana se hamantenido a distancia prudencial de la estridencia chavista contra España y Colombia así como de involucrarse en el conflicto con las FARC.
- Mientras queVenezuela y Bolivia han suscrito acuerdos de colaboración militar en 2006 que fueron “actualizados” en mayo del 2008, no es conocido que La Habana se haya sumado contractualmente a ellos.[21]
La actitud hacia Caracas después de la derrota de Chávez en el referéndum de diciembre parece más sobria que en años precedentes. Aun cuando continúan implementándose acuerdos de colaboración con Venezuela bajo el ALBA, los líderes cubanos parecen ahora percatarse de que se trata de un aliado errático y frágil del que pueden sacar dividendos temporales pero con el que peligra cualquier asociación a largo plazo como la que empujaba Fidel Castro.
En el caso de España y la UE es evidente que la injerencia del convaleciente caudillo todavía pesa lo suficiente como para impedir una mejoría más ostensible en las relaciones con ese bloque de naciones. Sus recientes “reflexiones” contra la UE, publicadas por Granma,[22] parecen inoportunas a los ojos de un observador inadvertido de que al caudillo le resulta conveniente lanzar esa andanada para sabotear la gestión de Madrid en la ya próxima discusión interna de la UE sobre la Posición Común. Fidel Castro no desea que sus sucesores se sientan atraídos por puentes que les proporcionen la posibilidad material de abandonar el régimen totalitario que les deja en herencia. Prefiere dinamitarlos.
Una serie de hechos ponen de manifiesto que pese a las reticencias del convaleciente caudillo hay un interés reciproco en avanzar en la normalización de las relaciones: sondeo exploratorio entre la troika de la UE y Cuba, a nivel ministerial, efectuado en Nueva York el día 24 de septiembre de 2007; participación de Cuba en las Jornadas Europeas de Desarrollo, realizadas en Lisboa en noviembre de 2007; envío a Cuba de dos misiones técnicas de la Dirección General de Desarrollo de la Comisión; misiones de alto nivel por parte de dos Grupos parlamentarios europeos (Grupo Socialista e Izquierda Unitaria Europea); y visita del comisario Europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria de la UE, Louis Michel, del 7 al 9 de marzo de 2008. En mayo se produjo una entrevista del canciller Pérez Roque con la comisaria de la UE durante la Cumbre en Lima entre la UE y América latina.
Dadas las actuales circunstancias en Cuba, no deja de ser importante el cambio de Administración en EEUU. Quien suceda en la presidencia de George W. Bush difícilmente competirá en proximidad a los criterios del ala más conservadora del exilio cubano. Bien sea John McCain, Hillary Clinton o Barack Obama el triunfador en los comicios de noviembre, es de esperar que al menos se flexibilicen las sanciones impuestas a las remesas y viajes de los cubano-americanos a la isla. De ser Obama el ganador, este nuevo presidente afrodescendiente implementaría, según ha expresado, un acercamiento al diálogo con La Habana que mellaría el tradicional llamado a “enfrentar al enemigo” utilizado por la dirigencia cubana para el ejercicio de su política de movilización popular.
El gobierno cubano tendría que rearticular su discurso y buscar otras fuentes de legitimidad si “el enemigo” estadounidense y europeo, a quienes Fidel Castro calificó de “dos lobos hambrientos disfrazados de abuelitas buenas” se “esfuma” en una ofensiva diplomática concertada entre la UE con una nueva Administración demócrata que eventualmente llegue a ocupar la Casa Blanca en 2009.[23]
Mientras se redacta este análisis una nueva trama se desarrolla en La Habana en lo que aparenta ser un esfuerzo por conectar a las Damas de Blanco con el gobierno de EEUU y elementos terroristas de Miami. La naturaleza humanitaria de la agenda de las Damas de Blanco, sus posiciones favorables a la reconciliación y el prestigio adquirido internacionalmente son una piedra en el zapato del gobierno cubano.
Relaciones con la diáspora y el exilio
Existe una diferencia entre diáspora y exilio. Entendemos que el exilado es aquel que decidió abandonar su país a partir de ciertas ideas o convicciones políticas o morales y/o temor legítimo por su libertad o seguridad. En ciertos casos pidió acogerse al refugio o asilo políticos. En otros simplemente no retornó al país. Desde 1959, y hasta fines de los años 70, ese fue el tipo de personas que predominó en las comunidades cubanas asentadas en el exterior. Después del Mariel (1980) y de sucesivos acuerdos migratorios que flexibilizaron las salidas del país, un mayor número de personas decidió emigrar para buscar nuevos horizontes de prosperidad convencidos de que el sistema cubano no se los brindaría, pero sin sentir por ello la necesidad de comprometerse en un activismo político contra el gobierno cubano. Su resentimiento contra el régimen está enraizado en el trato vejatorio que reciben desde que se conocen sus intenciones de migrar, y en el conjunto de represalias que –sin haberlas provocado políticamente– se vuelcan sobre ellos por esa razón (confiscación de bienes, imposibilidad de relocalizarse en su patria si así lo desearan, requisito de solicitar un permiso de entrada para visitar su país de origen, el cual puede ser denegado sin mediar explicaciones).
Por diáspora entendemos al conjunto de cubanos asentados en el exterior de los cuales el exilio –su zona de activismo político organizado– es apenas una fracción. El gobierno cubano podría plantearse una política de normalizar relaciones con la diáspora previa a una reconciliación con cualquier sector del exilio. Para ello tendría que tomar en cuenta sus demandas económicas y civiles (derecho a entrar, salir y relocalizarse libremente, cese de las políticas de hostigamiento y castigo a los migrantes, revisión de las abusivas tarifas telefónicas y del coste de trámites de viajes y remesas, así como abrir la posibilidad de que sean actores en el desarrollo económico del país). También tendría que liberar a cerca de 200 presos políticos (insignificante cifra en comparación con los 3,600 que fueron liberados en 1979) y asumir una postura de reconciliación hacia viejos enemigos.
Sin embargo, la actitud del nuevo Consejo de Estado hacia la diáspora cubana no es muy alentadora, hasta el presente. La reunión reciente convocada por la cancillería con un grupo seleccionado de cubanos residentes en el exterior dispuestos a apoyar las políticas oficiales, significó un paso atrás con relación a otras reuniones anteriores en las cuales se mostró más flexibilidad pluralista.[24]
El gobierno no ha sido receptivo hasta ahora a los llamados al diálogo, la no violencia y reconciliación expresados por algunos grupos influyentes del exilio cubano. Prevalece una visión obsoleta acerca del exilio y la diáspora, que no corresponde a la realidad de cerca de dos millones de cubanos residentes en todas partes del mundo, con centros importantes no sólo en EEUU, sino también en Europa e incluso en países distantes como Australia. La dinámica política creada a partir del conflicto entre la UE y Cuba, ha hecho que acciones políticas importantes de exiliados, que se pronuncian por cambios no violentos, se desarrollen en España, Suecia o Praga. Dentro de EEUU, la suma de varias generaciones de exiliados y el fracaso de los programas de acciones violentas, desplaza cada vez más a la simbólica Calle Ocho de Miami de ser el centro político de la comunidad de exiliados en ese país.
La diáspora y un segmento influyente del exilio cubano pudieran ser receptivos a gestos de buena voluntad provenientes del gobierno actual. Pero, hasta el momento, las autoridades de la isla parecen estar más interesadas en cultivar la buena voluntad de países foráneos –incluyendo EEUU– sin darse cuenta que una normalización de relaciones con la diáspora está más a su alcance y pudiera rendirle más beneficios, incluido el mejoramiento de relaciones con gobiernos hostiles.
Una política de normalización de relaciones con la diáspora:
- Aislaría los sectores más radicales del exilio que abogan por el sostenimiento del embargo, las sanciones y la confrontación.
- Sería reconocida, tanto por la UE como por la próxima Administración en EEUU, como un cambio de política a tener en cuenta para levantar sanciones y abrir puertas a la cooperación.
- Abriría canales para el inmediato flujo de capitales a través de las remesas y posibles microfinanciamientos que pudieran ser utilizados por los receptores para la producción cooperativa en la agricultura o micro empresas urbanas.
Dentro de la sociedad civil cubana, se han escuchado reiteradas expresiones de reconciliación hacia la diáspora, unido al reclamo de suspender los permisos de entrada y salida a la población, como se demostró en los debates nacionales de los últimos meses y en las discusiones del VII Congreso de la UNEAC. Es de esperar que el proceso de discusiones que se abrirá previo a la celebración del VI Congreso del PCC le dé continuidad a esta tendencia, con el aval de provenir de la masa de militantes comunistas.
Escenarios posibles
Los futuros posibles
La Historia no tiene una secuencia lineal e inexorable hacia ningún punto específico. En el presente se anida simultáneamente en más de un posible futuro. Varios futuros posibles aguardan a Cuba, unos mejores que otros, pero todos diferentes a su presente y pasado.
Si hablamos de escenarios no intentamos anunciar o especular sobre el modo en que se alcanzará un futuro inevitable. Por escenario entendemos la capacidad de imaginar cuáles son las alternativas que se incuban en las actuales circunstancias y cuáles son los factores que podrían potenciar o disminuir su capacidad de materialización en un nuevo “presente”. Los escenarios considerados más abajo valoran las posibles proyecciones y rasgos generales que puede asumir la actual fase de sucesión y su potencial para entroncar con una transformación-transición de mayor envergadura.
Escenarios a considerar
Primer escenario: reajuste en las políticas del régimen totalitario
Fidel Castro aspira a lograr en el momento de su desaparición física la continuidad de su legado político esencial. Este propósito pudiera caracterizarse por los componentes siguientes: (a) un partido único que centralice todo el poder político; (b) una vasta economía estatal y mixta (compuesta por capital extranjero y estatal exclusivamente); y (c) una red universal de servicios básicos de salud y educación que sirva para continuar extendiendo legitimidad al régimen y al proceso que presidió desde 1959 y que dejaría en herencia.
El problema que presenta ese esquema es que de mantenerse el régimen de partido único y economía altamente estatizada no es posible alcanzar los niveles de eficiencia necesarios para sostener los servicios que les sirven de argumento legitimador.
La peculiaridad del sistema cubano radica en que no es auto sustentable política ni económicamente. Para legitimar su autoridad política se vale de la confrontación con EEUU, y para compensar su ineficiencia económica depende de alianzas políticas, militares y económicas externas que genera a partir de esa confrontación con EEUU. El embargo oscurece esta realidad en lugar de causarla. La crisis económica cubana no es una condición exclusivamente coyuntural –dependiente de la existencia o no del embargo– sino estructural.
Si mañana se permitiera viajar a Cuba a turistas de EEUU, se descubriese petróleo en grandes cantidades o se produjera una súbita inyección de capitales, no existen referentes que permitan concluir que se haría un uso racional de esos recursos en beneficio directo de las necesidades cotidianas de la población. Cuba despilfarró 6.000 millones de dólares anuales de ayuda de la URSS durante casi tres décadas sin generar un desarrollo sustentable ni eliminar la escasez y el racionamiento.
En la actualidad, y pese a la inyección de capitales y recursos venezolanos y chinos, se ha continuado deteriorando de manera crítica la microeconomía de la vida cotidiana y los servicios de educación y salud. Ello no es consecuencia de la Ley Helms-Burton sino responde a la endémica ineficiencia económica, a la nueva política de exportación masiva de médicos e instalaciones hospitalarias a otros países, y a la permanente falta de libertades políticas y civiles para debatir el rumbo y consecuencias de las políticas y opciones económicas.
De prevalecer el escenario de una sucesión continuista en esas condiciones aumentaría aún más el disenso. Llegado el momento –carentes de otros mecanismos de integración y reproducción de consensos– solo quedarían en manos de la elite de poder el uso de una mayor coerción y la insistencia en la difusión del temor a potenciales intenciones agresivas de EEUU y a las supuestas intenciones revanchistas del exilio para intentar promover la pasividad y así sostener la estabilidad.
Dirigentes de edad avanzada (entre 65 y 75 años), pudieran pensar que vale la pena intentar sostenerse por otra década más en el poder hasta que ellos mismos hayan salido de escena, principalmente por el temor a que un cambio fuera de su control les suponga juicios por violaciones de derechos humanos dada su pasada trayectoria personal. Pero esa no es necesariamente la perspectiva de la mayoría de los dirigentes más jóvenes, quienes no tienen mucho que temer respecto a su pasado y gozan de una mejor preparación técnica. Para la nueva generación de tecnócratas ese perenne equilibrio al borde del desastre es una situación que desearían evitar, si llegasen alguna vez a ser protagonistas principales del ensayo de sucesión que Castro les desea dejar orquestado antes de partir de este mundo.
Es por todo lo anterior –tanto por los límites materiales como por los que marca la subjetividad social de los actores de cambio– que un proceso que se inicie como sucesión tiene pocas posibilidades de consolidarse como continuismo absoluto del régimen anterior. O sus protagonistas avanzan con relativa rapidez hacia una nueva definición sistémica que los incluya como actores no monopólicos de los acontecimientos, o se exponen a colapsar con igual rapidez junto a lo que para entonces pasará a ser el ancient regime.
Segundo escenario: reforma estructural del régimen totalitario similar al de China
Aquel que probablemente pondrá en marcha Raúl Castro una vez fallecido su hermano, y anhela la nueva clase de gerentes corporativos que emerge del sector de la nomenclatura –militar y civil– vinculada al capital extranjero. Ese proyecto puede resumirse como un estalinismo de mercado. En este caso, operaría una sucesión dentro de la nomenclatura que guiaría el proceso hacia una transición mediatizada. Este tipo de transición estaría caracterizada por una economía progresivamente más abierta, pero dentro del sistema político más cerrado que pueda sostenerse. Pudiera restablecer gradualmente la libertad de empresa, pero no la libertad política y sindical.
La esencia de este proyecto de transición mediatizada para la elite de poder radica en lograr un aterrizaje suave en el capitalismo, como grupo social dominante en la economía, y monopólico del poder político. Si lograsen mantener dentro de este proyecto los llamados “logros de la Revolución” para la población (acceso universal a los sistemas de educación y salud y retención de las viviendas), y encontraran el modo de paliar el inevitable aumento del desempleo, no hay por qué descartar que pudieran contar con un apoyo sustantivo en sectores de la población dispuestos a preferir un nuevo pacto social en un marco autoritario en lugar de abrir las puertas a cambios incontrolados bajo nuevos actores –el exilio, EEUU, la oposición interna– que desconocen y temen.
La idea de que “más vale malo conocido que bueno por conocer” se pudiera abrir paso si la nomenclatura no sucumbe a la idea de aplicar una reforma económica con medidas de choque y sin libertades políticas. El argumento de que en el futuro las reformas económicas traerían inevitablemente mayores libertades políticas, podría ser una excusa atractiva para el capital internacional, siempre que se clarifiquen de antemano las reglas del juego económico y financiero. En este escenario los demócratas serían percibidos, al menos en lo inmediato, como “inoportunos” por ciertos actores nacionales y extranjeros.
Hay recurrentes indicios de que actores de este proyecto de transición mediatizada –quizá el más probable al corto plazo– han intentado convencer a personalidades en EEUU y en otros países occidentales de que éste es el único proyecto en Cuba capaz de garantizar una mayor apertura de mercados e inversiones, con docilidad laboral y suficiente gobernabilidad interna, que impida situaciones de crisis migratorias y tráfico incontrolado de drogas en el Estrecho de la Florida.
Tercer escenario: Estado fallido
En relación a este escenario podemos emplear las dos definiciones al uso de este concepto.[25] Bien sea porque lo abordemos a partir de una situación de pérdida de control por parte de Estado, que no esta en condiciones de sostener la gobernabilidad interna, proveer seguridad y controlar el territorio o porque lo asumamos en la definición que lo describe como situación en que prevalece el conflicto y se ha roto el contrato social.
A este escenario puede arribarse por dos vías: como resultado del colapso del régimen totalitario o por las debilidades y ausencias de consenso del régimen de gobernanza que se implante –incluso si es “democrático”– como sucesor.
Aquel en el que sobrevendría un colapso de autoridad, como resultado del desencadenamiento de hechos previsibles, pero incontrolables, de continuarse la lógica actual. Manifestaciones públicas (como las de 1994 o mayores) pueden desatar una escalada de violencia si son letalmente reprimidas –con o sin órdenes que partan de algún mando central–. La situación creada en tales circunstancias pudiera alterar significativamente la psiquis ciudadana, generar una presión significativa del lobby del exilio en favor de una “intervención humanitaria”, y ésta pudiera llegar a ocurrir de manera, casi seguramente, unilateral, según se desarrollen los acontecimientos y el momento (electoral o postelectoral en EEUU) en que tengan lugar. De ordenárseles disparar a las fuerzas de orden público y militares contra los manifestantes, la posibilidad de que se quiebre la unidad de mando en los cuerpos armados por los oficiales secundarios no es nada despreciable.
Con la materialización de este escenario se incrementarían las posibilidades de una mayor influencia sobre la evolución de los acontecimientos por parte de EEUU y de los sectores más extremos del exilio aliados al gobierno de Bush.
Son creíbles las expresiones de altos funcionarios de EEUU en el sentido de que no desean verse involucrados en una intervención militar en Cuba –particularmente dado el contexto internacional que hoy afronta Washington–, y así lo expresan los informes públicos realizados sobre Cuba en los que además se habla de una transición pacífica a la democracia.
Aunque también es cierto que existen sectores extremos dentro de esa Administración que en privado se han manifestado, de manera simultánea y paradójica, en contra de una intervención, pero partidarios de la posibilidad de que se genere un estado de violencia en la isla.[26] Resulta extremadamente ingenuo pensar que EEUU podría evadir una intervención directa en Cuba si las políticas puestas en marcha para producir una explosión interna se viesen finalmente coronadas por el éxito. En la era de CNN y con la influencia del voto cubano en el importante estado de la Florida eso es casi imposible.
Las elecciones presidenciales de noviembre de 2008 pudieran pasar el control de la Casa Blanca –y quizá mantener el que ya tienen sobre el Congreso– al Partido Demócrata. No es muy probable que ese partido se aventure a impulsar políticas radicales como un súbito levantamiento del embargo. Sin embargo, es de suponer que de mantenerse su hegemonía sobre el poder legislativo –mucho más si llegasen a controlar dos tercios de los votos posibles en esa institución– EEUU pudiera asumir nuevas y creativas políticas hacia Cuba y así constituirse en una fuerza de cambio real en la dinámica cubana en lugar de pretexto para el inmovilismo interno. En cualquier caso podría en lo inmediato dejar de alentar medidas que faciliten la materialización del escenario de Estado fallido.
Pero al Estado fallido puede arribarse no sólo por el colapso de la autoridad del régimen totalitario sino también, posteriormente, por la debilidad del que lo suceda como régimen democrático.
Un Estado débil, con índices de desempleo, pobreza y desigualdad en aumento, sin tradiciones democráticas, donde no ha habido ningún respeto hacia las instituciones judiciales, con una cultura de intolerancia y violencia, en un país sometido a medidas de reestructuración económica con su inevitable impacto social, donde los ciudadanos han sido entrenados en el manejo de las armas y miles de ellos fueron capacitados en lucha de guerrillas y técnicas conspirativas, donde existen centenares de especialistas en bioingeniería genética, algunos de los cuales han trabajado en las FAR en el campo de la guerra biológica, en el que centenares de jóvenes fueron adiestrados en técnicas ofensivas de hacking para guerra cibernética, con condiciones climáticas y laboratorios capaces de producir estupefacientes en gran escala, a 90 millas de las costas del mayor mercado consumidor de drogas del planeta, constituye un socio natural del crimen organizado transnacional y una amenaza a la seguridad regional.
El interés estratégico de los países vecinos no puede por ello limitarse al desplazamiento del régimen totalitario; en este caso –a diferencia de Haití u otros Estados fallidos– hay razones para acompañar al proceso de transformaciones hasta asegurar el establecimiento exitoso de una sociedad sustentable. Garantizar el éxito de la transición cubana constituye un interés de seguridad regional y, en primer término, de los Estados vecinos.
Podría usarse la metáfora del Cubo de Rubik para afirmar la necesidad de armonizar: el Estado, el mercado, la sociedad civil, la diáspora, la economía global y el nuevo régimen de normatividad multilateral. Es necesario contribuir a facilitar el establecimiento de un régimen democrático de gobernanza capaz de combinar exitosamente esas seis “caras del Cubo de Rubik”.
Es pertinente añadir una precisión a la consideración de este escenario. El gobierno cubano ha hecho uso de una versión manipulada del escenario de Estado fallido para intimidar a la clase política de EEUU sobre la conveniencia de aceptar el actual régimen cubano como la mejor garantía para evitar un éxodo masivo hacia la Florida. Lo cierto es que si EEUU se hiciese cómplice del empleo de fuerza letal por parte de las autoridades en La Habana para impedir semejante éxodo la presión por una intervención humanitaria por parte del exilio y otros gobiernos crecería de manera considerable. El modo que tiene el gobierno cubano de prevenir esa situación es abriendo un significativo proceso de reformas que persuada a los potenciales migrantes sobre la conveniencia de probar fortuna en casa antes de marcharse a comenzar de cero en otro país.[27]
Cuarto escenario: transición hacia un régimen democrático de gobernanza
A la muerte de Fidel Castro y la salida de la escena política de su hermano Raúl, podría ascender al poder un grupo de personas sensatas de la propia nomenclatura que desplazaran a quienes aparecen en orden jerárquico para asumir el poder (como Machado Ventura) u otros líderes históricos como Ramiro Valdés. A cambio de asegurarse ciertas condiciones aceptables para sí mismos y para el grupo social que representan, ese grupo estaría dispuesto a iniciar un diálogo sin exclusiones sobre el futuro nacional. Esa iniciativa tendría que involucrar –si deseara legitimarse– a los diferentes sectores de oposición, y a las nuevas voces influyentes, que, seguramente, se alzarán entre la población en un contexto nuevo de apertura y cambios. Su objetivo sería iniciar el camino para restablecer las libertades civiles y políticas hasta que la soberanía popular pueda llegar a expresarse libremente –quizá por una combinación de plebiscitos, elecciones y asambleas constituyentes–. La promoción de un escenario de cambio no violento de este tipo ya cuenta con la simpatía de una amplia franja de los grupos opositores y de exiliados. Para tener posibilidades de lograr un consenso nacional en torno a esta opción y llegar a materializarla, los promotores de este escenario tendrían que contar –desde ahora– con el resuelto apoyo de un grupo influyente de países que ofreciera un paquete potencial de cooperación internacional, inversiones y cancelaciones de deudas de llegarse a emprender este camino. La oposición tendría, sin embargo, que trabajar contra la demonización que ha sufrido a manos del gobierno, que unido a la falta de acceso a los medios, ha resultado en ausencia de visibilidad y falta de apoyo de parte de amplios sectores de la población.
Participación de facilitadores actuando como “terceros actores”
A lo largo de estas cuatro décadas y media no han faltado gobiernos dispuestos a ofrecer su asesoría para el diseño de un programa de reformas en Cuba. También algunos gobiernos se han ofrecido para ejercer la mediación entre Cuba y EEUU. Es predecible que tales esfuerzos se manifiesten de nuevo en los próximos años. Es sobre estos propósitos que ofrecemos los siguientes comentarios:
- Es muy probable que La Habana no dé la bienvenida –al menos en la fase inicial de una sucesión– al esfuerzo de terceros por asesorarlos con vista a un proceso de reformas interno o para facilitar un diálogo en la búsqueda de una salida definitiva al conflicto con la oposición y con EEUU.
Hay profundos valores y percepciones arraigadas en la cultura política de Cuba que dificultan cualquier gestión por terceros. La cultura política del sistema rechaza todo tipo de mediación externa, la asume como una injerencia en la soberanía nacional y considera que dialogar acerca de cambios nacionales con la oposición cubana equivale a traición.
En tales circunstancias, la actuación de terceros países sólo tiene posibilidades de despegar si se trata de una iniciativa soberana de algún grupo de gobiernos o de personas respaldadas por ellos que lleven adelante a título, aparentemente, privado.
En el caso cubano, hacer que gestiones de buenos oficios dependan de la autorización formal y preliminar del gobierno es condenarla al fracaso antes de nacer. Pero un grupo de gobiernos o personas influyentes puede soberanamente decidir iniciar un diálogo exploratorio (no una mediación), por separado, con Cuba, con sectores moderados del exilio, la oposición interna y con EEUU, con vista a identificar los elementos y posibilidades de una salida pactada del conflicto mediante una transición a la democracia.
- Una gestión de terceros países puede –sobre todo en su fase inicial– ser realizada a través de un grupo de sus ciudadanos actuando a título “personal”. Un reducido grupo de dos o tres personas que por alguna razón no convenga al gobierno cubano rehusarle la interlocución tendría más capacidad para iniciar un proceso de esta naturaleza y evitarle a los gobiernos implicados cualquier situación embarazosa. En etapas posteriores este grupo puede o no continuar su actuación de manera paralela a las de los gobiernos con los cuales han concertado su acción.
- Una gestión de buenos oficios exitosa requerirá encontrar el modo adecuado de escuchar y de tener en cuenta las percepciones e intereses de todos los actores principales, nacionales y externos que forman parte del conflicto, aislando a aquellos que tienen interés en perpetuarlo (los llamados spoilers).
Un grupo de buenos oficios que desee alcanzar soluciones al problema cubano no debería pasar por alto los anhelos y necesidades reales de los cubanos en la isla y el exterior, cuya conformidad y consenso con el nuevo pacto social que se establezca es a la larga el cemento de toda fórmula de gobernabilidad sustentable.
Por ese motivo, esas gestiones estarían llamadas a encontrar formas adecuadas y eficaces de interlocución con todos los sectores de la población cubana: el gobierno, oposición y una amplia gama de ciudadanos que disienten del statu quo y que han preferido no afiliarse a los grupos de oposición cuyas vocespermanecen silenciadas por la represión oficial.
La tarea más difícil –pero no imposible– es la de convencer a los actores acerca de dónde radican realmente sus intereses principales y más viables al mediano y largo plazos, y cómo esos intereses pueden resultar compatibles con los de otros actores, si se analiza la realidad desde una perspectiva no tradicional y se dialoga con una actitud flexible. Para ello, se hace necesario buscar diversos modos de aislar o disminuir la capacidad de influencia de aquellos actores que tienen intereses creados en el sostenimiento del conflicto, como ha sido hasta ahora el caso con Fidel Castro.
- Una gestión de terceros para encontrar una salida pacífica al conflicto cubano necesitaría diseñar un programa con incentivos hacia ambas partes y deberá ser concebido de manera tal que les permitan hacer cambios a sus respectivas políticas. Tendrá que hacerse uso de una diplomacia de múltiples rieles (Multiple Track Diplomacy) y de bajo perfil (quiet diplomacy). De ese modo pueden operar personas a título de ciudadanos privados en concertación con otras gestiones oficiales de Estados que los apoyen sin por ello correr riesgos los segundos en caso de fracasar las conversaciones.
Hay que promover pasos firmes, no gestos teatrales y efímeros. No se trata de solicitar gestos de fácil reversión, como sería exigir exclusivamente la liberación de un puñado de presos políticos –gesto de buena voluntad que debe exigirse para crear confianza– a quienes se les puede encarcelar de nuevo a partir de leyes que continuarían vigentes y que niegan los estándares universales de derechos humanos.
A modo de ejemplo digamos que medidas pactadas en el marco de una hoja de ruta –como pudiera ser la estandarización con las normas universalmente vigentes de los procedimientos migratorios y movimientos de salida y entrada a Cuba por sus ciudadanos– podrían ser declaradas “unilateralmente” por sus autoridades. Ellas, a su vez, podrían ser respondidas de forma paralela por otras, igualmente “unilaterales”, de Washington levantando todas las prohibiciones de viajar o enviar remesas a Cuba para sus ciudadanos y residentes cubanos. Pasos como esos podrían, a su vez, ser incentivados por terceras partes con la aprobación de proyectos de cooperación apoyados por gobiernos europeos y organizaciones no gubernamentales para desarrollar pequeñas y medianas empresas (PYMES) cubanas en diferentes áreas, como pudiera ser el turismo.
- En las actuales circunstancias sería apropiado considerar la pertinencia de crear un “Grupo de Buena Voluntad” integrado por España, Brasil y Canadá.
Además de razones de naturaleza ética, existen también motivaciones utilitarias que incentivarían a ciertos países a involucrarse en una gestión de buenos oficios. Entre ellas están las que se describen a continuación:
- Asegurar el futuro de los negocios e inversiones realizados en Cuba por sus ciudadanos.
- Procurar una transición pacífica exitosa que facilite la estabilidad y gobernabilidad en adelante y evite de ese modo que la isla se transforme en Estado fallido y centro de nuevas amenazas a la región (como podría ser la futura actividad desde ella de las redes internacionales del crimen organizado).
- Recibir reconocimiento internacional por haber contribuido a encontrar una salida honorable y definitiva a una prolongada situación conflictiva cuya lógica perversa llegó a poner al mundo al borde de una hecatombe nuclear en el pasado siglo XX.
Conclusiones generales y recomendaciones
Primera conclusión
La elite de poder cubana no constituye propiamente un grupo social que tenga una tradición de acción comparable al de una clase política. Para que haya una clase política tienen que existir espacios políticos en los que pueda ejercerse de manera genuina la Política aun cuando se trate de de articulación de consensos partidistas internos. Tales posibilidades, hasta el presente, han sido casi inexistentes bajo el régimen totalitario, incluso al interior de la elite de poder y su partido de gobierno. El liderazgo carismático de Fidel Castro ha impedido que las instituciones sean fuertes y que existan hábitos de dirección colegiada.
Un desafío que se le presenta a Raúl Castro es el de fortalecer las actuales instituciones –comenzando por el PCC y la Asamblea Nacional– y transformar una elite privilegiada en una genuina clase política (que aún no es) y, eventualmente en clase propietaria a fin de asegurar un aterrizaje suave a sus descendientes en una futura sociedad de mercado.
La transformación de una elite de seguidores incondicionales en una clase política supone la creación de espacios de diálogo y debate políticos en diversos niveles de manera que, aun bajo ciertas normas, les sea posible discutir opciones y alternativas sin temer por ello represalias.
Una completa transformación del régimen de gobernanza pactada por vía política es poco probable en vida de Raúl Castro a menos que se percate de que entrar en un proceso de cambios pactados es menos arriesgado que tratar de asumirlo basado en el poder que ahora tiene. Pero, aun así, cualquier proceso de diálogo o negociación encaminado a ese propósito –de llegar a materializarse– tendrá que contemplar las necesidades y seguridades que les reclamará la elite de poder a sus contrapartes. Esto supone tensiones entre la necesidad de alcanzar un acuerdo por el cambio y las futuras demandas de justicia que serán presentadas por un sector.
Recomendación: promover la reconciliación nacional debe constituir desde ahora una prioridad. En el caso cubano –y dado el muy limitado tiempo de esta sucesión castrista por la avanzada de edad de los sucesores– es recomendable adelantar procesos de reconciliación entre personas y colectivos como preludio de la solución pactada. Las agencias de cooperación y fundaciones privadas deberían apoyar los encuentros académicos sobre el tema de la reconciliación, documentales, novelas y libros con narraciones y entrevistas a personas que sufrieron en ambos bandos, uso de “conectores” como la reconstrucción de redes humanas –facilitada por medios de formato digital como el uso de CD y DVD, además de sitios en Internet– que fueron quebradas por el proceso revolucionario (habitantes de un pueblo, condiscípulos, ex colegas de trabajo) los deportes y conciertos en que participen personas de la isla y la diáspora, podrían ser herramientas a emplear en esta fase.
Segunda conclusión
La posibilidad de que Raúl Castro desee iniciar una transformación democrática del régimen es altamente improbable. En los cinco u ocho años de vida activa que puedan quedarle puede esperarse que asuma –si creyese que las circunstancias lo presionan inerrablemente en esa dirección– una liberalización gradual económica e introduzca regalas mas precisas y tolerantes para el debate entre los partidarios del régimen (no para los opositores).
La clave de la presión pro democracia no radica en que exista per se y se ejerza desde Norteamérica o Europa. Lo que será decisivo es el modo en que la población y los propios militantes del PCC perciban la realidad: ¿ha mejorado Raúl la situación de manera satisfactoria? De no ser ese es el caso, ¿es culpa suya y del régimen de gobernanza vigente o de factores externos que le cierran las puertas al pueblo cubano? El debate, por lo tanto, no es entre los que favorecen las presiones y quienes se les oponen. La capacidad de esas presiones para impulsar las reformas depende de que no sean vistas por la población como obstáculos arbitrarios e injustos a su bienestar.
En ese sentido es relevante recordar que existen presiones negativas (“te quito algo a lo que tienes derecho”) y presiones positivas (“podría darte algo que necesitas mucho y que no es mi obligación otorgarte”). El primer tipo de presiones es fácilmente manipulable –como lo demuestra el embargo– a favor del gobierno cubano; el segundo lo enfrenta a presiones internas por avanzar para poder alcanzar los incentivos (mercados, inversiones, cooperación internacional) y con ellos mejorar la situación de la población. Mientras la política de presiones externas, de tipo similar a las del embargo, refuerza el inmovilismo, un paquete de incentivos potenciales –una suerte de Plan Marshall para Cuba– que fuese gradualmente alcanzable dando pasos hacia la democracia podría desatar presiones internas sobre el gobierno en esa dirección.
Es un error conceptual y político suponer que una estrategia de compromiso constructivo (constructive engagement) debe prescindir de las presiones como herramienta. De aplicarse esa premisa el compromiso constructivo sería condenado al fracaso. La diferencia radica en la prioridad que se le otorga al empleo de presiones positivas sobre las de tipo negativo sin llegar a prescindir de las segundas en ciertas circunstancias excepcionales. Por otro lado, conceder incentivos irreversibles al margen de todo compromiso verificable refuerza el criterio de los inmovilistas al interior de la elite de poder que creen que la intransigencia rinde frutos si persevera en ella.
Recomendación: la discusión entre quienes demandan presionar a La Habana y los que defienden la postura de cooperar con ella para alentar cambios debiera ser reformulada de otro modo. Raúl Castro –como es lógico– está interesado en liberarse de todo tipo de presiones (internas y externas) y obtener recursos materiales y financieros para no tener que enfrentarse a la necesidad de ceder o poder estabilizar su situación haciendo concesiones mínimas.
Es irreal la suposición de que, sin verse presionada a ello, la elite de poder cubana va a entrar en un proceso de diálogo y negociaciones que le suponga hacer concesiones que perciban como una potencial amenaza a sus intereses como grupo social. El debate no debiera radicar en torno a ese aspecto.
El asunto radica en cuáles presiones, ejercidas en cuál contexto y por quién. Por otra parte, la polémica no debiera continuar siendo la de si deben existir o no programas de cooperación con Cuba sino cuáles proyectos y diseñados para alcanzar cuáles objetivos democratizadores.
Sería recomendable que las presiones fuesen de naturaleza positiva (“podría darte algo que necesitas mucho”) a cambio de pasos estructurales irreversibles y que los incentivos estuviesen dirigidos a crear una relación que le costase demasiado prescindir luego al gobierno cubano.
En materia de programas de cooperación sería igualmente recomendable que estos se diseñaran de manera tal que uno de sus impactos fuese el fortalecimiento de la autonomía de la sociedad civil y el ciudadano. Ese debería ser un importante indicador de éxito de los programas y el factor a tener en cuenta a la hora de diseñarlos o extenderles financiamiento.
No se trata exclusivamente, por ejemplo, de contribuir o no al incremento en la producción de alimentos, sino saber si el modo en que se organiza esa acción (la organización que recibe y administra los fondos, los procesos de toma de decisiones, la forma en que se implementa la acción, el que recibe luego el crédito por alcanzarse los objetivos planteados) contribuye a reforzar a un grupo de ciudadanos u organizaciones con vocación de autonomía o a fortalecer la política clientelista y paternalista del Estado.[28]
Tampoco se trata de que se apoye exclusivamente a organizaciones ilegales y oposicionistas como predica Washington. Incluso dentro de la sociedad civil organizada y legal, aunque bajo el acoso y presión de la cercana tutela oficial, hay grupos que desean expandir su autonomía y crear espacios de genuina participación ciudadana en contraste con la movilización estatal que realiza el Estado valiéndose de esas organizaciones. Lo mismo ocurre al interior de algunas instituciones como la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y con ciertos municipios del Poder Popular.
Tercera conclusión
Pese a su aislamiento, grado de penetración policial y divisiones internas el movimiento disidente y oposicionista presenta un potencial para el proceso de democratización que no debe ser menospreciado. Su represión –así como la permanencia en cárceles cubanas de unos doscientos activistas políticos– constituye un claro obstáculo al pleno desarrollo de todo el potencial positivo existente en las relaciones con la UE. El caso de las Damas de Blanco y Osvaldo Payá, a quienes se otorgó el Premio Sajarov del Parlamento Europeo, es particularmente sensible.
Tomar distancia del movimiento opositor y disidente –y en especial del movimiento humanitario representado por las Damas de Blanco– como exige el gobierno cubano para mejorar las relaciones con la UE tendría un impacto negativo al interior de la elite de poder al fortalecer con esa “victoria” a los elementos inmovilistas que después estarían en mejores condiciones de promover su agenda de obstáculos a las reformas. Lejos de entenderse como un gesto para avanzar en una relación de compromiso constructivo sería racionalizado como la evidencia de que el endurecimiento de posiciones rinde frutos y de que es posible alcanzar los incentivos económicos y financieros sin hacer concesiones.
Recomendación: la UE debe elaborar una política encaminada a continuar otorgando de múltiples maneras reconocimiento y apoyo a aquellos grupos que le ofrezcan una mayor credibilidad y comunicar con claridad a La Habana que ello no es negociable. En lo inmediato se hace necesario estrechar el apoyo a las Damas de Blanco sobre las que pudiera ejercerse una represión en algún momento. Estos procesos de transformación operan no exentos de contradicciones internas y zig zags, por lo que aunque un hecho semejante no resultaría favorable al propósito de Raúl Castro de mejorar sus relaciones internacionales puede desatarse bajo un conjunto de circunstancias. El mejor modo de prevenirlo es adelantarse al hecho y explicar el impacto negativo que tendría en el diálogo con Madrid, la UE e incluso algunos sectores demócratas en Washington.
Por otro lado, los países europeos deben también comunicar con claridad a los disidentes y oposicionistas que la conducta de los Estados está normada internacionalmente y que no pueden obrar con la misma libertad que una institución privada. En cualquier caso, el apoyo a este sector debe continuarse y hasta reforzarse, pero ateniéndose al cumplimiento del lo normado internacionalmente.
Cuarta conclusión
El que hasta el presente los gobiernos extranjeros hayan basado, en gran medida, sus análisis sobre la situación cubana en dos escuelas de pensamiento (la Teoría de Relaciones Internacionales y la Transitología) ha puesto limites a sus enfoques y creatividad y marcado los términos –a menudo maniqueos y falsos– en que se producen los debates sobre las políticas alternativas hacia la isla.
Recomendación: los gobiernos interesados en promover cambios en Cuba debieran también –al menos de manera complementaria– incluir en sus perspectivas de aproximación al tema las que aporta la Conflictología.La inclusión de ese tercer ángulo de apreciación del problema y el empleo de sus herramientas (como son los “mapas de conflicto” que, actualizados regularmente, incluyen el análisis del contexto, los actores internos y externos y otros factores) enriquecería las capacidades de entendimiento de los observadores externos y los pondría en mejor posición de poder incidir de manera exitosa sobre la situación cubana. Aquellos países que tienen programas de cooperación con Cuba podrían beneficiarse del estudio ya realizado sobre buenas prácticas de cooperación en países en conflicto y reflexionar sobre el modo en que podrían ser tenidas en cuenta en su actuación en Cuba. La Conflictología tiene además la ventaja adicional de aportar experiencias y herramientas útiles para temas que irán tomando un mayor peso, como es el de la reconciliación, los procesos de construcción de consenso y el empleo de las técnicas de diálogo para identificar zonas de posible acuerdo.
Quinta conclusión
La solución definitiva del actual conflicto bilateral con Washington requiere lograr la comprensión, de parte de quienes integran la elite de poder en la isla y en EEUU de que una Cuba independiente, soberana, basada en un Estado de derecho, democrática y con una economía de mercado social responsable, es la mejor garantía para la futura gobernabilidad del país y para la seguridad nacional de ambos. Si el actual régimen de gobernanza totalitario fuese remplazado –incluso de manera pactada– por una democracia deficitaria de baja intensidad, Cuba podría devenir en Estado fallido y base de operaciones de redes del crimen organizado.
Recomendación: el inicio de la sucesión en Cuba y la posibilidad de un cambio en la política estadounidense ameritan una iniciativa soberana, discreta y temprana por parte de un grupo de países. El distanciamiento de las recomendaciones injerencistas de la comisión para la transición en Cuba creada por Bush en medio de la euforia inicial de la ocupación de Irak constituiría un primer paso de gran significado. Un cambio en la política de EEUU hacia Cuba, como el que ha sugerido Obama, tendría un impacto igual o mayor al que tuvo la Perestroika de la URSS en su momento. Esta última marcó el inicio de la retirada de uno de los actores externos del conflicto cubano. Una política estadounidense que iniciase la “evaporación” del enemigo dejaría al conflicto cubano endógenoexpuesto en toda su dimensión.
La iniciativa colectiva que aquí se recomienda debería ser la creación oportuna de un espacio de buenos oficios que dé salida satisfactoria al conflicto cubano y al que existe bilateralmente con EEUU, mediante el diseño de una hoja de ruta con compromisos e incentivos que actúen como presiones positivas a favor de obtener cambios significativos e irreversibles en Cuba en el presente quinquenio.
Existe una ventana de oportunidad para ello desde 2009 hasta 2012. En ese período de tiempo es de esperar más cambios en Cuba, otros (sean mayores o menores) de parte de un actor importante externo (EEUU), la salida de escena de otro importante actor externo con el fin del gobierno de Chávez en Caracas y el relevo para 2013 de una generación de líderes históricos en La Habana (incluidos los hermanos Castro). En esos años continuará el gobierno del PSOE al frente de España y el de Lula en Brasil. Las premisas generales de la posición de Canadá hacia Cuba gozan de un consenso entre partidos políticos que le otorga estabilidad más allá de cualquier proceso electoral.
Un Grupo de Buena Voluntad con potencial para aplicar esa estrategia podría estar integrado por España, Brasil y Canadá. La ejecución de una estrategia de este tipo debe asumir la forma de diplomacia discreta (quiet diplomacy) y puede combinar la gestión gubernamental con la de un grupo de personas en concertación con los Estados interesados en hacer avanzar esta iniciativa. Colaborar con un Grupo de Buena Voluntad integrado por esos tres países puede resultar atractivo para una dirigencia que busca anclajes externos. España aporta la conexión europea y a través de ella con el ACP. Brasil su potencial petrolero, influencia regional y el puente con el Foro de Diálogo Trilateral IBSA (la India, Brasil, Sudáfrica). Canadá traería a la mesa sus relaciones especiales con EEUU y la conexión con NAFTA. Las gestiones de un grupo como ese pueden también influir en el Club de París en alguna medida.
El Grupo de Buena Voluntad podría asumir tres misiones básicas:
- Dar seguimiento y acompañar el actual proceso de sucesión cubano.
- Ofrecer a los actuales dirigentes su disposición a desarrollar la política de compromiso constructivo ayudando a la exitosa reinserción de Cuba en la economía global en la medida en que la economía cubana se reestructure para esa posibilidad y se produzcan avances irreversibles hacia la democratización de la sociedad cubana en términos de pluralismo y tolerancia políticos.
- Servir de gestores/facilitadores si las partes lo desearan de un diálogo bilateral con EEUU para el restablecimiento de relaciones entre ambos países.
Juan Antonio Blanco
Licenciado en Filosofía y doctor en Historia de las Relaciones Internacionales
Bibliografía complementaria
Se recomienda tener presente la siguiente bibliografía complementaria:
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[1] Entre las diferentes corrientes de la Teoría de las Relaciones Internacionales son las del realismo y las afiliadas a la teoría crítica de inspiración marxista las que más interés han demostrado por el tema cubano. La producción de análisis desde la Transitología se inició e hizo rápidamente copiosa desde las transformaciones en el Este de Europa.
[2] Véase Elemér Hankiss, “Brilliant Ideas or Brilliant Wrrors: Twelve Years of Social Science Research in Eastern Europe”, presentación en la Conference on Political Science Research in Eastern Europe, Florencia, 9-19/XI/2001. No pocos analistas de la Teoría de las Relaciones Internacionales tienen la dificultad de no interesarse por el problema cubano más allá del conflicto bilateral con EEUU y pretenden descifrar y pronosticar las acciones del Estado cubano como actor unitario racional pero entendiendo el concepto de “racionalidad” desde su propia perspectiva. Los transitólogos, por su parte, padecen a veces de un sentido teleológico de la actividad histórica y de un menosprecio por los actores externos y su incidencia en el conflicto endógeno.
[3] Este novedoso campo de estudios no ha llegado a un consenso sobre el nombre más adecuado. El académico catalán Eduard Vinyamata (2001) ha propuesto el de Conflictología con el que se identifica el autor.
[4] La socióloga cubana Marifeli Pérez Stable ofrece una excelente explicación de ese proceso en su libro La Revolución Cubana.
[5] Una explicación minuciosa de los métodos empleados para manipular las estadísticas economistas lo brinda Carmelo Mesa Lago en su ensayo “La economía cubana en la encrucijada: legado de Fidel, debate sobre el cambio y opciones de Raúl”, Real Instituto Elcano, mayo de 2007.
[6] La importancia otorgada por La Habana al control del proceso deproducción de “conocimiento” se revela en la narración sobre el desenmascaramiento de esta espía dada por su captor en Scout W. Carmichael, True Believer, Naval Institute Press, 2007.
[7] Un informe especial sobre este tema y su vínculo con los desafíos que presenta al futuro de Cuba la justicia transicional quedó recogido en el texto emitido por una comisión independiente, auspiciada por la Ford Foundation, de la que el autor formó parte. Véase Grupo Memoria, Verdad y Justicia, “Cuba: la reconciliación nacional”, Latin American and Caribbean Center, Florida International University, 2003.
[8] Véase la obra de Marifeli Pérez Stable, LaRevolución Cubana, cuya primera edición en inglés vio la luz en 1993 y fue publicada en castellano en 1998 por Editorial Colibrí en España.
[9] Dos aspectos en que las concesiones a Moscú se hacenevidentes son la cesión de territorios para el emplazamiento de bases y acantonamiento de tropas soviéticas bajo control total del Ejercito Rojo –desde la crisis en 1962 en que se cedieron terrenos para el emplazamiento de cohetes nucleares hasta la retirada en 2001 del último contingente militar que desmanteló la base de radioescuchas en Lourdes– y la inclusión de una cláusula en la primera constitución “socialista” en 1976 que normaba la eterna amistad y alianza con la URSS. Desde el punto de vista de la dependencia la URSS proveía más del 80% de insumos.
[10] Además de las muy conocidas acciones terroristas por parte de militantes anticomunistas como Posada Carriles, el gobierno cubano desarrolló acciones encubiertas dentro de Miami y Puerto Rico para dar muerte a varios líderes del exilio. Los gemelos Tony y Patricio La Guardia estuvieron encargados de ellas así como del plan de secuestro en la Isla de Madeira del ex presidente Batista, que se abortó el día antes de su ejecución como resultado de la inesperada muerte por un infarto cardíaco del ex dictador (conversación del autor con el coronel Antonio La Guardia).
[11] Véase Dra. Mayra Espina Prieto, “Complejización socio estructural de la sociedad cubana. Retos para la política social y el bienestar”, en Una mirada binacional al desarrollo regional México-Cuba, Colegio de Tlaxcala/Fundación Ford, México, 2007.
[12] Véase Dr. Juan Antonio Blanco, Tercer milenio: una visión alternativa de la posmodernidad, Ediciones Acuario (de la ONG cubana Centro Félix Varela), 1994.
[13] Según el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas, Cuba cerró el año 2006 con 3,000 habitantes menos que el año precedente. Las dos causas citadas por los demógrafos para explicar ese fenómeno son la baja tasa de natalidad y la emigración.
[14] Véase el citado trabajo del Dr. Carmelo Mesa Lago, “La economía cubana en la encrucijada: legado de Fidel, debate sobre el cambio y opciones de Raúl”, Real Instituto Elcano, mayo de 2007.
[15] Véase Dr. Juan Antonio Blanco, “Cuba at a Crossroads: A Conflict Transformation pPrspective”, 2008.
[16] Es aleccionadora la experiencia de una ONG cubana que impartía cursos de mediación. Ante su directora ejecutiva se presentó el coronel a cargo de la seguridad del aeropuerto internacional de la Ciudad de La Habana para solicitar su ayuda. Según el militar se estaban dando casos de intentos de secuestro de aviones y no tenían a nadie capacitado en negociación, por lo que solo podían acudir al uso de fuerza letal como primera y única solución.
[17] Cubasource, Chronicle on Cuba, enwww.cubasourceorg.
[18] Periódico Juventud Rebelde, 30/IV/2008.
[19] Datos aportados por una investigadora del Centro de Estudios Demográficos en entrevista privada con el autor durante el Congreso de LASA en Montreal en agosto de 2008.
[20] Muchos observadores confunden la preferencia de Raúl Castro por consultar a otros y delegar funciones –en contraste con las inclinaciones centralizadoras de su hermano– con una “dirección colegiada”. Para que exista esta última se requeriría una mayor democracia interna y autonomía de pensamiento y acción en la elite de poder que todavía no están presentes.
[21] Edmundo NoriegaWorld Data Service, “Venezuela y Bolivia firman acuerdo de cooperación militar”, 23/V/2008.
[22] Publicado en el periódico Granma el 19/V/2008.
[23] De ser elegido Obama presidente de EEUU el régimen de LaHabana se podría ver enfrentado al impacto ideológico de una nueva Perestroika, solo que esta vez proveniente de Washington.
[24] El 19 de marzo de 2008 el canciller Cubano Felipe Pérez Roque hizo unas declaraciones ante un grupo de emigrados comprometidos con la defensa incondicional de las posiciones del gobierno de la isla que causaron un amplio rechazo incluso entre sectores progresistas de la Diáspora y el exilio. Pérez Roque considera que la condición de “cubanos” está dada por la identidad que se manifieste con el “socialismo”, y así lo entiende además el gobierno de la isla. Durante el Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas varias personalidades dieron un enfoque ecuménico opuesto al de las declaraciones del canciller.
[25] Véase Laura Tedesco, The Latin American State: “Failed” or Evolving?, FRIDE, Madrid, 2007.
[26] En una conversación sostenida por Dan Fysk, del Consejo de Seguridad Nacional de la Administración Bush, con el equipo de trabajo sobre Cuba de FOCAL en Ottawa (del que el autor forma parte), éste manifestó que Washington no tiene interés por invadir a Cuba pero si hubiese una explosión interna serian felices.
[27] Cuando se iniciaron las reformas en 1994 que permitieron el trabajo por cuenta propia, descendieron de manera significativa las salidas clandestinas hacia EEEUU (conversación del autor con un miembro del Estado mayor del Ministerio del Interior en 1995).
[28] Es recomendable que las agencias de cooperación revisen nuevamente el manual Do Not Harm Handbook (CDA Collaborative Learning Project, Noviembre, 2004) y hagan una adaptación creativa de sus premisas a las circunstancias del conflicto cubano.