En este documento de trabajo analizaremos el “acontecimiento mediático global” (AMG) conocido como la “hora del planeta” (Earth Hour).[1] Acontecimientos de muy variado carácter y propósitos, tales como los Juegos Olímpicos, las reuniones de Naciones Unidas, la celebración de la fiesta de fin de año y el día del planeta comparten una serie de características como son su natural condición global, su naturaleza mediática, la participación de numerosos individuos –que, en ocasiones, desempeñan varios papeles diferentes de manera simultánea o sucesiva (organizadores, seguidores, observadores, voluntarios, trabajadores, etc.)–, su espectacularidad, su condición cíclica y el albergar en su centro una serie de escenificaciones rituales. Además, hay una estrecha conexión entre unos AMG y otros, que se traduce en la utilización de repertorios de acción y formas de retransmisión mediática que pasan con naturalidad de unos a otros, así como es también visible la mutua contaminación e incluso la colonización de unos AMG por parte de otros. Como veremos, la hora del planeta es uno de estos AMG en el que se ponen en marcha determinadas escenificaciones centrales que se vinculan, a través de un juego de pugnas y luchas por la clasificación, con concretas narrativas que se hacen especialmente visibles, y, por ello, son particularmente susceptibles a la crítica y a su consiguiente reformulación.

En estas páginas haremos un breve recorrido histórico de la génesis de dicho acontecimiento, vinculándolo con precedentes acontecimientos que son definidos como similares. En segundo lugar, haremos referencia a las diferentes definiciones de la “hora del planeta”, que pivotan en torno a la cuestión de si es una “acción real” y directa con efectos inmediatos o más bien una “acción simbólica” que sirve como un medio para diversas cosas.[2] En tercer lugar, analizaremos las prácticas y las escenificaciones que están en el centro de dicho acontecimiento y veremos algunas que forman o han formado parte del acontecimiento en sus márgenes. Posteriormente, haremos referencia a las vinculaciones entre la “hora del planeta” y algunas narrativas centrales con las que se asocia el acontecimiento: una narrativa medioambiental centrada en las amenazas del cambio climático, otra sobre la globalización y una tercera sobre el capitalismo. Haremos también mención a las contra-narrativas y a las contra-escenificaciones que este acontecimiento ha ido generando. Finalizaremos con un balance general de la “hora del planeta”.

Historia de la “hora del planeta”

En 2006 World Wildlife Fund-Australia con el apoyo de Fairfax Media-Australia –una empresa de comunicación con base en Australia y Nueva Zelanda–, y con la colaboración de la empresa de publicidad Leo Burnett, puso en marcha una campaña cuyo objetivo principal era reducir en 12 meses las emisiones de gases de efecto invernadero (greenhouse gas) en Australia, con la intención de fondo de luchar contra el cambio climático.[3] A partir de 2004 el equipo de WWF-Australia comenzó a pensar en diseñar una campaña para situar el cambio climático en la agenda pública. Junto con la empresa de publicidad Leo Burnett, con la que WWF-Australia venía trabajando desde 2002, prepararon un proyecto que tenía como objetivo fundamental comprometer y concienciar a los australianos con respecto al cambio climático.[4] Así nació la idea de lanzar una campaña que tuviera como centro la representación de un apagón general y controlado que en un principio iba a llamarse The big flick,[5] y que gracias al apoyo de Fairfax Media-Australia así como al de la alcaldesa de Sydney, Clover Moore, junto con el apoyo de otras corporaciones como PriceWaterhouseCoopers, acabó adoptando la forma de una campaña organizada en torno a un apagón controlado y potencialmente masivo que debería comenzar el último sábado de marzo de 2007 en Sydney.[6] Los organizadores pensaron que un apagón voluntario de una hora de duración en dicha ciudad podría servir para dar comienzo a una más amplia campaña sobre los efectos del cambio climático, que fuera útil para concienciar a los ciudadanos, administraciones públicas y empresas, contribuyera a cambiar los hábitos (de producción, consumo y gasto energético) y que, al mismo tiempo, tuviera eventualmente un efecto real y directo en la emisión de gases de efecto invernadero y en el cambio climático. Que Sydney impulsara dicho acontecimiento fue recibido como algo normal y lógico por diferentes medios internacionales,[7] dado que Australia figuraba en los primeros puestos en las clasificaciones de emisiones de gases de efecto invernadero por persona.[8] Los organizadores de la campaña trabajaron durante 10 meses para preparar el apagón controlado y voluntario de la ciudad de Sydney.[9]

La “hora del planeta” nació, como hemos señalado, con una clara motivación nacional. Según declara en una entrevista Andy Ridley de WWF-Australia, uno de los creadores del acontecimiento y actual director global de la “hora del planeta”, en 2007 su organización pretendía implicar en la cuestión del cambio climático a una proporción mayor de australianos. Persiguiendo tal fin, se decidieron a emplear una nueva forma de participación que no se centrara tanto en la protesta como en la necesidad de resolver los problemas colectivos mediante el esfuerzo concertado de todos los ciudadanos. Se trataba, por tanto, de no centrarse en el lamento, el miedo o en una indignada atribución de la culpa a los individuos, empresas y/o gobiernos, sino en enfocar la campaña en la esperanza y en la capacidad para cambiar de rumbo.[10] Este acontecimiento nacía también con esa clara motivación medioambiental y con una doble vertiente de acción-real (directa)/acción-simbólica (como-medio-para).[11] Además, como vemos, la “hora del planeta” nació centrada en una sola ciudad. De hecho, algunos de los organizadores se preguntaban si la “hora del planeta” podría llegar a ser, en el año 2008, quizá nacional, e incluso se barajaba hipotéticamente la posibilidad de que en los años siguientes el acontecimiento se convirtiera en internacional.[12] Por último, el acontecimiento nació también con una motivación emocional: el sentimiento de frustración por parte de algunos de los responsables de WWF-Australia causado por la escasa presencia que tenía el cambio climático en la era pre-Al Gore.[13]

El éxito de la primera “hora del planeta” fue rotundo, inesperado e impresionante. Alrededor de 2,2 millones de ciudadanos de Sydney y alrededor de 2.100 empresas se sumaron a la iniciativa; durante dicha hora los medios de comunicación relataron un descenso del 10% en el uso de energía eléctrica.[14] A consecuencia de tan sonado éxito, y gracias también a la activa participación de algunos políticos locales –especialmente la alcaldesa de Sydney, Clover Moore– que trabajaron junto al World Wildlife Fund, así como gracias al interés internacional en el acontecimiento, en 2008 la campaña se diseminó por el globo.[15] La participación de esta segunda hora del planeta sobrepasó las expectativas más optimistas, según informaron los medios de comunicación. Unos 50 millones de personas se sumaron al apagón, desde 50 ciudades situadas en 11 países. En 2009, la tercera “hora del planeta” finalizó con una participación, estimada por los medios y por WWF, de un billón de personas repartidas en 3.929 ciudades de 83 países. Más allá de las cifras concretas, de dudosa exactitud, la “hora del planeta”, tras sus tres primeras ediciones, aparecía así configurada como un acontecimiento global y mediático que tiene lugar el último sábado de marzo de cada año.[16] De este modo, la “hora del planeta” venía a sumarse al calendario ritual de acontecimientos globales. En 2010, en la cuarta “Hora del planeta”, entre 125 y 128 países se sumaron a la iniciativa,[17] que es ahora considerada naturalmente por los observadores y comentaristas como un “ritual anual” o un “acontecimiento global anual”.[18] Acontecimiento, por cierto, que ha escapado del control de WWF, en su última edición (2010), para ser liderado en diferentes países por diferentes asociaciones, organizaciones y personas (como la Clinton Climate Initiative en Corea del Sur, un grupo de voluntarios en Brunei, el presidente Mohamed Naced en Maldivas o un grupo de estudiantes en Marruecos).[19]

Es importante subrayar en este punto que durante las ediciones internacionales y globales de la hora del planeta (2008, 2009 y 2010) los datos de la primera hora del planeta (Sydney, 2007) son reproducidos constantemente por los medios de comunicación consultados. Lo que inicialmente se consideró un gran éxito inesperado (10%, 2,2 millones), es empleado posteriormente como el ejemplo de cómo algo tan pequeño y tan local (ni siquiera nacional) se puede convertir en global, implicando a más de 125 países y a incontables ciudadanos. Se percibe un cierto tono de deslumbramiento generalizado en el relato de la historia de la “hora del planeta”, tal y como la plantean casi sin excepción los medios que se ocupan del acontecimiento.

Pre y post historia de la “hora del planeta”

Similares apagones en defensa del medio ambiente, con la intención de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, reducir la contaminación lumínica o modificar nuestros patrones de consumo y nuestros estilos de vida habían tenido lugar en diferentes partes del mundo, al menos, desde 2001. Veamos, brevemente, algunas de estas iniciativas. En el año 2001 ciudadanos de Canadá promovieron un apagón para protestar contra la política energética del presidente norteamericano George Bush.[20] Esta protesta fue observada en Japón y el 22 de julio de 2003 nacía en dicho país la campaña The Candle Night (Edahiro y Oda, 2007, pp. 10 y ss.), organizada por la Association to Preserve the Earth y el Sloth Club, cuya escenificación principal era un apagón de dos horas y disfrutar de alguna actividad a la luz de las velas (cenar, escuchar música, tomar un baño, etc.). Algunos de los participantes asistieron a actos públicos organizados, mientras que otros siguieron el acontecimiento desde sus hogares, participando de manera privada. Cinco millones de participantes y más de 200 iconos nacionales se sumaron a la iniciativa.[21] Este acontecimiento se ha venido repitiendo anualmente en los solsticios de verano e invierno. En París en febrero de 2007, unas semanas antes de la “hora del planeta” de Sydney, se impulsó una iniciativa similar. Dicho acontecimiento, que consistía en un apagón de cinco minutos, fue organizado por L’Alliance pour la Planète. Algunas otras ciudades, como Roma y Atenas, y numerosos ciudadanos de España e Italia se sumaron a la iniciativa durante aquella jornada.[22] Los activistas verdes franceses definieron su acción como una acción dirigida por un lado a la concienciación de los ciudadanos y las empresas y, por otro lado, como una forma de presionar al gobierno francés con el fin de alterar sus políticas respecto al medio ambiente.[23] El 21 de marzo de 2007 fue la fecha elegida por los activistas de Hong Kong para llevar a cabo su propio apagón. Esta campaña perseguía el objetivo de lograr reducir el tamaño y la intensidad de las publicitarias luces de neón, junto con un vago empeño por reducir el “derroche frívolo de energía”.[24]

Tras la primera “hora del planeta” (Sydney, 2007), Londres siguió a París, Hong Kong y Sydney e hizo su propio apagón en junio de 2007.[25] En octubre de 2007, San Francisco se sumó a todas estas ciudades, siguiendo esta vez de manera deliberada el modelo de Sydney. Según señalaba The Sydney Morning Herald (10/X/2007), el promotor de la idea en San Francisco, Nathan Tyler, un antiguo portavoz de Google, asistió a la “hora del planeta” de Sydney, a donde había ido por vacaciones. En San Francisco el acontecimiento se llamó “Luces fuera”. Tyler planeaba en octubre de 2007 extender la campaña a nivel nacional, haciéndola coincidir con la “hora del planeta” de Sydney. En 2008, en la India se lanzó la campaña 88888 Lights Out que seguía el modelo de Sydney 2007.[26] Hawái propuso en 2009 una “hora del planeta” mensual, e Israel en 2010 puso en marcha una “hora del planeta” al margen del calendario global.[27] Con todo, lo que resulta más interesante es la posibilidad de trasplantar un AGM como la “hora del planeta”. Esto sucedió con motivo de la reunión sobre el cambio climático que tuvo lugar en Copenhague en noviembre de 2009. Allí se realizó una “hora del planeta” excepcional, solamente situada en una ciudad y sin vocación cíclica, con el fin explícito de presionar a los líderes de la cumbre climática, y con la intención, por parte de los organizadores, de que los habitantes de Copenhague representaran al planeta en su conjunto accediendo a sumarse a la “hora del planeta”. De este modo, la “hora del planeta” se flexibiliza, al tiempo que entra en un complejo juego metonímico en el que la parte –Copenhague y el apagón de la ciudad– representa al todo –la sociedad global–.[28]

Imagen 1. Candle Night, Japón, 2003

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Fuente: http://candlearchive.jugem.jp/?cid=1.

Desde su propio origen, y en todas las ciudades mencionadas, apagar las luces se entendió desde una doble perspectiva de “acción real” con consecuencias reales concretas (reducir durante una hora las emisiones de gases de efecto invernadero) y, por otra parte, como una “acción simbólica” que sirve para cambiar hábitos, reflexionar y presionar a los gobiernos, a los ciudadanos y a las corporaciones. Otro denominador común es la importancia de intentar reducir la emisión de gases de efecto invernadero junto con la intención de reducir la contaminación lumínica. La idea de reducir la contaminación lumínica fue la clave del apagón de Hong Kong. En el resto de ciudades esta idea pierde peso. No obstante, subsiste en la hora del planeta constitutiva, la de Sydney 2007, si no de una manera claramente definida o como parte del discurso y de la justificación, sí lo hace, en cambio, a través de una de las escenificaciones centrales: la contemplación de las estrellas y el contacto no mediado por la electricidad con el cielo.[29] Desde entonces esta motivación, reconvertida en una práctica ritual concreta, como veremos, permanece en el núcleo de la “hora del planeta”.

Definiendo la “hora del planeta”

Más allá de la vaga definición del acontecimiento como “protesta” o “campaña”, en los discursos sobre la “hora del planeta”, tanto los organizadores como los participantes y los medios de comunicación tienden a emplear una distinción, como dijimos más arriba, entre las acciones directas o inmediatas con consecuencias efectivas y las acciones como medio para lograr alguna otra cosa a medio plazo. Podríamos decir que existen básicamente ocho tipos de definición de la “hora del planeta”, según los datos analizados. Estas definiciones incluyen tanto una idea general de lo que es la “hora del planeta” como una pequeña reflexión sobre el alcance y el fin último de la misma. Por supuesto, la norma es que estas definiciones convivan desordenadas en los discursos periodísticos y en los discursos elaborados por los individuos interesados en el acontecimiento. Lo normal es, por tanto, encontrar tres o cuatro definiciones en un mismo texto, a veces incluso más, especialmente cuando se da voz a varios entrevistados.

Así, la “hora del planeta” se entiende, por un lado, como una acción directa e inmediata con consecuencias efectivas. Aquí hay cuatro tipos especiales de definición. De este modo se entiende que este acontecimiento es: (1) la agencia global que viene a salvar el mundo de la catástrofe medioambiental que se avecina; (2) la mejor forma de hacer algo por el medio ambiente, aunque probablemente no sea suficiente; (3) una forma de reducir de manera inmediata y directa la emisión de gases de efecto invernadero al menos durante una hora; y (4), en la tercera hora del planeta (2009) también aparece este acontecimiento como unas elecciones en las que se vota a favor o en contra del planeta –algo que todavía gana más peso en la “hora del planeta” transplantada a Copenhague ese mismo año–, lo que en 2010 se reconvierte en la consideración de la “hora del planeta” como un alegato contra el cambio climático. Por otro lado, este acontecimiento se ve como un medio para lograr otros fines no inmediatos ni directos, lo que normalmente es caracterizado en los medios de comunicación y por parte de determinados personajes entrevistados (responsables de WWF, políticos, ciudadanos) como un “acto simbólico”. Así, de este modo, la “hora del planeta” se ve: como (5) una forma de presionar a los gobiernos con el fin de que adopten normativas y regulaciones medioambientales; (6) una forma de presionar a las empresas para que reduzcan la emisión de gases contaminantes; (7) también se entiende que la “hora del planeta” puede servir como un tiempo y un espacio de reflexión global sobre el cambio climático y los problemas medioambientales; y, por último, (8) la “hora del planeta” aparece como un espacio de tiempo y unos determinados marcos de acción ritual que pueden contribuir o servir como punto de partida para cambiar los hábitos medioambientales de empresas, ciudadanos y administraciones.

Tabla 1. Definiciones de la “hora del planeta”

Tipo de acción
Real”/DirectaSimbólica”/medio para…
(1) Agencia global salvífica(5) Presión a los gobiernos
(2) Hacer esto es mejor que nada(6) Presión a las empresas, ciudadanos
(3) Reducción de emisiones de Gases de efecto invernadero(7) Tiempo para la reflexión
(4) Voto global (2009)/Alegato contra el cambio climático (2010)(8) Cambio en los hábitos

Fuente: elaboración propia.

Veamos con algún detalle cada una de ellas:

(1)   Agencia global salvífica. La “hora del planeta” aparece, en primer lugar, como la acción o una de las acciones que puede salvar al planeta. Según se publicó en el diario Los Andes de Perú (28/III/2009), es “una cita con la Pachamama”. Es la oportunidad para que la gente y las empresas en todo el globo se unan para luchar, mediante el sencillo acto de apagar las luces, contra el cambio climático.[30] Igual que fue posible evitar el deterioro absoluto de la capa de ozono gracias al Protocolo de Montreal, la “hora del planeta” aparece en los medios de comunicación como una iniciativa que puede contribuir a detener o reducir significativamente la emisión de gases de efecto invernadero.[31] Más allá de las diferencias entre el problema de la capa de ozono y el de la emisión de gases de efecto invernadero es un hecho que los éxitos alcanzados en el proceso de Montreal sirven como estímulo para la iniciativa de la “hora del planeta”. De este modo, se plantea que la gente puede actuar y evitar la catástrofe climática. De ahí que se pudiera leer en un periódico la siguiente frase: “Si te importa La Tierra, apaga las luces durante una hora a partir de las 8:30 p.m.”.[32] O, como decía un estudiante indio de 19 años, desde esta óptica es evidente que los ciudadanos tienen que hacer más para detener el cambio climático, y por eso es importante sumarse a la “hora del planeta”.[33] Así, se considera que millones de individuos apagando las luces de manera coordinada y sucesiva pueden cambiar el mundo.[34] “Salvemos al planeta. Juntos podemos hacerlo”, rezaba el comentario de un ciudadano en Facebook.[35] Los ciudadanos de todo el planeta son, pues, concebidos como parte de la solución.[36] De este modo, como sintetiza Greg Bourne, Chief Executive de WWF-Australia, la “hora del planeta” muestra que la gente en todas partes quiere que trabajemos juntos para encontrar una solución a un gran problema como es el cambio climático.[37] De alguna forma esta potencia otorgada a los individuos del mundo globalizado supone el retorno de la responsabilidad individual, y tiene que ver con una serie de campañas que están teniendo lugar en varios países del mundo enfocadas hacia el cambio en los estilos de vida (Kent, 2009), en los hábitos, de los que nos ocuparemos más adelante. La diferencia entre esta definición y la que entiende que la “hora del planeta” sirve básicamente para cambiar los hábitos de los individuos, reside en las potencialidades que subyacen en la consideración de este AMG como una acción colectiva redentora (Kent, 2009).

(2)   Hacer esto es mejor que nada. Un mayor grado de pragmatismo es el que aparece en este segundo tipo de definición y de valoración de la “hora del planeta”. Así, se entiende que participar en este acontecimiento tiene consecuencias positivas para el medio ambiente, aunque el acontecimiento en sí es claramente insuficiente. Como se señalaba desde Bahréin: ¿por qué tomar literalmente la “hora del planeta”?, ¿por qué solamente una hora al año?[38] No obstante, merece la pena participar porque aunque sea hacer poco es, sin embargo, hacer algo.[39] La expresión “merece la pena”, “la ‘hora del planeta’ merece la pena” se repite con frecuencia en las expresiones de adhesión a la “hora del planeta”. Como explicaba una participante canadiense: “algo es mejor que nada”.[40] La iniciativa se plantea así como interesante, pero no suficiente, tal y como sintetiza un líder medioambiental portugués en la “hora del planeta” de 2008.[41]

(3)   Hay un tercer tipo de definición centrado en un objetivo muy concreto: la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.[42] Aquí los problemas medioambientales se reducen a uno solo. Lo único que tiene importancia, y para lo que sirve esencialmente el acontecimiento, es favorecer dicha reducción, con el fin último de reducir o mitigar el cambio climático. El cambio climático es, como veremos, el argumento principal de la narrativa medioambiental actual, por encima de otros argumentos. Este aspecto es característico de la “hora del planeta” inicial, Sydney 2007, y singulariza constitutivamente a este acontecimiento –y los siguientes, en 2008, 2009 y 2010– con respecto a las experiencias previas en otras ciudades. De hecho, la vinculación cambio climático-“hora del planeta” parece ser la vinculación central (y pretendida por los organizadores) de este acontecimiento global mediático, aunque, por supuesto, no es la única.

(4)   Voto global/alegato contra el cambio climático. La “hora del planeta” de 2009, la tercera, fue planteada desde la organización del acontecimiento como unas elecciones democráticas mediante las cuales se votaba a favor o en contra del planeta o como un “referéndum internacional sobre el cambio climático”.[43] La idea fundamental en la que se basaba la campaña era plantear que la voz y las acciones de todos los ciudadanos son importantes, y deben ser tenidas en cuenta. Participar en el acontecimiento se planteó como sinónimo de votar en favor del planeta y, por tanto, contra el cambio climático, como muestra uno de los carteles que la organización WWF preparó para publicitarlo (véase la Imagen 3). Los medios internacionales recogieron esta propuesta prácticamente de manera literal.[44] Este cambio hacia un referéndum y hacia la idea del voto global se interpretó, en ocasiones, como una transformación esencial del propio acontecimiento, que lo vincula con el concepto de “sociedad civil global” (Lechner, 2009, capítulo 8). De este modo, la “hora del planeta” pasaría de ser una acción simbólica, un gesto con consecuencias imprecisas, a convertirse en una acción real y directa, en un voto visible y mensurable contra el cambio climático.[45] Precisamente, el énfasis en esta dimensión de la “hora del planeta” durante la excepcional “hora del planeta” de Copenhague 2009 es lo que lleva a sentimientos de decepción y frustración tras los limitados resultados de la Cumbre de Copenhague. Más allá de la lógica electoral, en 2010 permanece la idea de la “hora del planeta” como un alegato contra el cambio climático, aunque su presencia es menor en los medios.[46]

Imagen 2. Cartel de la “hora del planeta”, 2009

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Imagen 3. Cartel de la “hora del planeta”, 2009

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Imagen 4. Cartel de la “hora del planeta”, 2010

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(5)   Presión a los gobiernos. La “hora del planeta” se plantea, desde su primera convocatoria, como un medio indirecto de presión a los gobiernos. En España, en 2010, el 90% de los ciudadanos considera el cambio climático como una “amenaza importante”, y la mitad de ellos como “muy importante”. De hecho, ocupa la tercera posición de las amenazas consideradas como importantes por los ciudadanos, tras la crisis financiera internacional y el terrorismo internacional, (Barómetro del Real Instituo Elcano, 2010). Esta preocupación es lo que los organizadores pretenden traducir mediante la hora del planeta en una presión directa a los gobiernos. En 2007 y 2008 esta presión a los gobiernos se plantea de una manera genérica. En 2009, en cambio, la presión se dirigía a la cumbre climática que iba a tener lugar en diciembre de 2009,[47] la Cumbre de Copenhague, por lo que se canalizó esta acción como medio para alterar las políticas medioambientales mundiales en la lógica del voto contra el cambio climático. En ese momento, la acción se convirtió simultáneamente en una “acción real” y una “acción simbólica”, insistiéndose más en ocasiones en la dimensión real (voto) o en la simbólica (presión difusa). La idea de fondo de la “hora del planeta” entendida como una “acción simbólica” como medio de presión a los gobiernos es, en todo caso, que dicho acontecimiento sirva para mostrar a los gobiernos –locales y nacionales, así como a las organizaciones supranacionales del tipo de la UE– que los ciudadanos exigen un cambio global y coordinado en la política medioambiental. Éste era, sustancialmente, el mensaje del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, en 2009, y también en 2010:[48] “La ‘hora del planeta’ –decía Ban Ki-Moon– es un modo mediante el cual los ciudadanos del planeta pueden enviar un mensaje claro de que quieren acciones contra el cambio climático”.[49]

Desde este punto de vista, se entiende también que la “hora del planeta” puede servir para lograr impulsar el desarrollo de energías limpias, al hacer presión sobre los gobiernos.[50] En la “hora del planeta” de 2010, tras lo que es entendido como un fracaso de la cumbre de Copenhague, el acontecimiento es descrito como una demostración de que los ciudadanos quieren acción contra el cambio climático, dirigida a los gobiernos del mundo,[51] a pesar del reciente fracaso.[52]

(6)   Presión a las empresas y corporaciones multinacionales. Aquí los gobiernos y administraciones se suman a los ciudadanos para intentar hacer ver, de manera suave, que los ciudadanos rechazan la emisión excesiva y sin medida de sustancias que contaminan el planeta. Hay aquí un intento de recuperación de la acción política por parte de los gobiernos para poner freno a las corporaciones en un contexto global complejo en el que las regulaciones no son siempre fáciles, ni aparecen claramente dentro del ámbito de lo posible. El anuncio de Barack Obama de intentar poner en marcha un nuevo acuerdo sobre el cambio climático que sea políticamente viable[53] y las llamadas de diversos políticos australianos, como la alcaldesa de Sydney Clover Moore y el ministro de Medio Ambiente australiano Peter Garret, a la participación de ciudadanos y empresas se pueden interpretar dentro de esta categoría.[54] Como se señalaba irónicamente en The Sydney Morning Herald (27/III/2009) puede que los políticos no sean capaces de llegar a un acuerdo sobre el medio ambiente, pero la mayoría de ellos en Australia participaron en la promoción de la “hora del planeta”. En la “hora del planeta” de 2010, numerosos políticos mundiales, como por ejemplo el primer ministro británico Gordon Brown, se sumaron a la propuesta.[55] En Bolivia, en 2010, incluso el ejército participó en la celebración de la “hora del planeta”, mediante una concentración con linternas.[56]

(7)   Tiempo para la reflexión. La “hora del planeta” es vista en ocasiones como un medio para lograr algo. Así, aparece como un momento para la reflexión, para despertar la conciencia medioambiental de individuos, empresas e instituciones,[57] un día para pensar en el medio ambiente,[58] para decidir sobre si queremos mantener una forma de vida basada en el derroche.[59] Se trata de apagar las luces para encender las luces de la mente e iluminar cómo reducir tus huellas en el planeta, según la fórmula de Andy Ridley.[60] En esta dirección, Jennifer Croes, National Project Manager de Earth Hour-Australia, destacaba que la “hora del planeta” no es simplemente apagar las luces durante una hora, sino que es un acontecimiento para pensar qué podemos hacer cada hora de cada día para reducir nuestra huella en el planeta.[61]

(8)   Cambio en los hábitos. Desde la primera “hora del planeta”, los organizadores plantearon la definición de este acontecimiento como una acción que podría ayudar a generar hábitos encaminados a reducir el gasto y el uso innecesario de energía eléctrica.[62] La segunda “hora del planeta” (2008) también incluía en su planteamiento, especialmente en los países hispanohablantes, la sugerencia de cambiar las bombillas tradicionales por otras de menor consumo.[63] En todo caso, para algunos organizadores, la “hora del planeta” es simplemente una forma de simbolizar el compromiso con un cambio de hábitos que debería extenderse a lo largo del año.[64] La ministra australiana Penny Wong señalaba en 2010 que era importante continuar la “hora del planeta”, utilizando más transporte público y reciclando y apagando los electrodomésticos.[65] Se trata de la lógica de la responsabilización individual de los problemas medioambientales, que parece contar, por cierto, con una acogida muy favorable por parte de los ciudadanos (Kent, 2009), independientemente de los efectos reales, en términos de cambios de hábitos y cambios de prácticas, de la asunción de dicha lógica. Este cambio de hábitos propuesto aparece también como una forma de reivindicación por parte de las empresas y las corporaciones que se suman a la “hora del planeta” advirtiendo que todo el mundo debe hacer su parte, incluyendo aquí a gobiernos, ONG y ciudadanos. De este modo se entiende la participación de todo tipo de empresas y corporaciones multinacionales,[66] aunque su propia actividad productiva esté más o menos directamente relacionada con la contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero. Las grandes corporaciones globales, junto con otras múltiples estrategias de greenwashing,[67] bluewashing o deepwashing,[68] se suman, por tanto, a la “hora del planeta”. En este sentido, anuncian retóricamente su compromiso con el medio ambiente, contribuyendo a frenar, de ese modo, la regulación política por parte de los gobiernos (Bruno, 1997) y “salvando la cara” (Goffman, 2008), la cara corporativa. De este modo presentan una imagen que pueda ser aceptada ante los ciudadanos/consumidores y ante los gobiernos/reguladores, independientemente de que esta fachada no se corresponda con lo que sucede entre bastidores (Laufer, 2003, p. 255). De hecho, cabe destacar que el “día de la tierra” (Earth Day), en los años 70, fue uno de los primeros escenarios de greenwashing, aunque su aparición se remonta a mediados de los 60, y ese mismo acontecimiento en su vigésimo aniversario observó un imponente estallido de las prácticas de greenwashing (Karliner, 2001).

Escenificando la “hora del planeta”

La principal representación que se pone en práctica durante la “hora del planeta” consiste en apagar las luces y reducir, en la medida de lo posible y durante 60 minutos, el consumo eléctrico en una residencia privada o bien en un edificio de una empresa o un icono institucional monumental, desconectando o apagando así aparatos eléctricos de todo tipo. No obstante, desde sus inicios en 2007, la “hora del planeta” ha traído consigo también otras formas de representación y escenificación, algunas de las cuales han terminado por ser tan centrales en dicho acontecimiento como el propio apagón voluntario. No obstante, otras, por el momento, no han sido adoptadas masiva y globalmente, quedándose al margen de las escenificaciones rituales centrales. Podríamos decir que hay cinco tipos de escenificaciones que se ponen en práctica en la “hora del planeta” (véase el Diagrama 1). En primer lugar, el apagón propiamente dicho, el acto concreto de apagar las luces durante una hora. En segundo lugar, junto al apagón se viene asociando la observación del mismo, bien sea en persona y en vivo, bien a través de medios de comunicación. Cuando el apagón es observado a través de los medios de comunicación, lo que se observa es la sucesión escalonada de la ola de 24 horas de apagones que avanza siguiendo las franjas horarias en las que está dividido el planeta desde el siglo XIX. En tercer lugar, otra de las escenificaciones consiste en la observación de las estrellas. En cuarto lugar, toda una serie de actos –públicos o privados– que incluyen la iluminación mediante velas: cenas, celebraciones religiosas, concentraciones, conciertos, charlas y conferencias sobre el medio ambiente, etc. Los individuos que participan completamente en la “hora del planeta” suelen participar en varias de las escenificaciones: apagan la luz de sus hogares, salen al encuentro de alguna de los acontecimientos públicos organizados con velas o bien comparten en su hogar una cena o una reunión con velas, observan el cielo estrellado gracias a la reducción de la contaminación lumínica y, posteriormente, consumen noticias de medios de comunicación (TV, periódicos, páginas de Internet) donde pueden asistir a la sucesión global de apagones.

Especialmente en las dos últimas “horas del planeta”, la de 2009 y la de 2010, se ha incorporado con fuerza la celebración de la “hora del planeta” a través de la subida de fotografías, vídeos y comentarios a determinadas páginas web, sin perjuicio de la participación en otras escenificaciones. El 27 de marzo de 2010, durante la cuarta “hora del planeta”, según los datos oficiales de WWF, Earth Hour fue la tendencia número uno mundial en Twitter, la página web oficial de la “hora del planeta” tuvo más de 1 millón y medio de visitantes de 205 países (durante la semana anterior fueron 3 millones), las fotos de la “hora del planeta” tuvieron 170.000 visitas en Flickr y el vídeo oficial tuvo 200.000 visitas en Youtube, 70.000 nuevos simpatizantes se sumaron a la página de la “hora del planeta” en Facebook (Ridley, 2010).

Diagrama 1. Escenificaciones de la “hora del planeta”, 2006-2010

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Como decíamos, hay algunas escenificaciones que solamente tienen importancia local, que solamente aparecen en determinados contextos o que no tienen continuidad. Veamos algunas de ellas: (1) una estudiante de la Universidad de Griffith y joven activista comprometida con el medio ambiente, Sarah Bishop, se convirtió en la primera imagen mediática de la “hora del planeta” al llevar a cabo una marcha a pie desde Brisbane hasta Sydney (1.000 kilómetros) con la intención de llegar a esta última ciudad justo antes de que diera comienzo el acontecimiento;[69] su gesta sirvió para poner una imagen al acontecimiento antes de que se llevara a cabo la primera “hora del planeta”, mucho antes de que la “hora del planeta” adquiriera otras imágenes que han persistido y han sustituido a esta primera imagen inicial; (2) hay un tipo de acción que no se ha extendido mucho, por el momento, aunque sí tuvo alguna importancia en la tercera “hora del planeta” en Melbourne; se trata de la obtención de energía para iluminar los conciertos y celebraciones que tienen lugar durante la “hora del planeta”, mediante energías alternativas, como la solar y el uso de bicicletas,[70] y se ha repetido, también en Australia, en la “hora del planeta” 2010 en Ballarat; (3) la “hora del planeta” de 2009 contó con una versión de la observación del apagón poco accesible para los ciudadanos, como fue la contemplación del apagón desde la central de energía de Toronto;[71] volveremos sobre esta actividad más adelante; (4) en la “hora del planeta” de 2010, en Queensland (Australia), se alió con la instalación de un sistema inalámbrico que permite controlar el gasto energético por hogar, promovido por el gobierno;[72] (5) no parece sorprendente que una de las formas de celebrar la “hora del planeta” sea proyectar y asistir a la proyección de la película Una verdad incómoda de Al Gore, tal y como propuso la Universidad del Sur de Queensland,[73] o a la proyección del documental Home (Yann Arthus-Bertrand) en Federation Square (Melbourne);[74] ambas proyecciones tuvieron lugar en la cuarta “hora del planeta”; (6) en 2010, en Victoria, Australia, se recupera la marcha como forma de celebrar la “hora del planeta”, recuperando así la imagen inicial de Sara Bishop recorriendo Australia para asistir en Sydney al apagón,[75] y en Madrid se crea la Iª Carrera por el Planeta; (7) en Brasil, en 2009, varios equipos de fútbol se sumaron a la “hora del planeta” mediante la promoción de la misma y la proyección de videos;[76] (8) en Hamilton (Nueva Zelanda) la “hora del planeta” en 2010 se combina con el “Mercado del Planeta”, que pretende estimular el consumo de productos locales;[77] y, por último, (9) cabe mencionar el apagón virtual que en la página de la “hora del planeta” se propone como un juego simbólico y una acción virtual de apoyo a la iniciativa. El visitante de la página tiene la posibilidad de apagar una lámpara virtual, con un simple movimiento del ratón, mediante la manipulación de un interruptor virtual (ambos, lámpara e interruptor están disponibles en varios estilos y modelos).[78]

Veamos ahora las distintas escenificaciones puestas en práctica en la “hora del planeta”, que han tenido continuidad y relevancia global.

(1) Apagar la luz

Desde el comienzo, los organizadores plantearon la “hora del planeta” como una serie de acciones innovadoras y festivas que llamaran a la esperanza y al optimismo. La propia lógica de la “hora del planeta” era buscar complicidad y contar con el apoyo de corporaciones y gobiernos, moderar la propuesta y atraer al máximo de participantes posibles. Por ello, no se planteó lograr un apagón total, sino que se pedía a los individuos, empresas e instituciones públicas que apagaran las luces en la medida de lo posible, “las luces no necesarias”, como gustan de repetir los medios de comunicación, sin que esto generase ningún problema para la seguridad ni para el normal transcurrir de la vida cotidiana.[79] Aunque, no obstante, no sólo no hay evidencias claras de que la iluminación actual de las ciudades sea efectiva para incrementar la seguridad y reducir el crimen, sino que varios casos analizados sugieren lo contrario (Claudio, 2009).[80] La “hora del planeta” nacía, pues, con unos objetivos muy concretos y limitados (apagar las luces innecesarias o no indispensables), creando una celebración del planeta que se pretendía festiva y desenfadada.[81] El apagón, la escenificación central de la “hora del planeta”, tiene, como vimos más arriba, algunos precedentes en las reivindicaciones medioambientales (Canadá, Japón, París y Hong Kong) y en apenas dos años la lógica del apagón se fue imponiendo como una forma de protesta/celebración medioambiental, hasta que, por supuesto, la “hora del planeta” se impuso como el apagón por antonomasia.

En la “hora del planeta” de 2009, se propuso una vinculación con el ritual balinés del Nyepi: un ritual hindú que paraliza la isla durante un día completo en el que está prohibido circular por las calles (tanto los vehículos como los ciudadanos), los aeropuertos y los puertos son cerrados, está prohibido hacer uso de energía eléctrica, cocinar o encender fuego, y la televisión y la radio dejan de emitir. Es un día para la reflexión y la meditación. Esta vinculación aparece en un artículo publicado en The Sydney Morning Herald (27/III/2009), en el que se insta al resto del mundo a aprender de este tradicional ritual hindú-balinés, cuyo centro reside en cuatro prohibiciones: no trabajar, no llevar a cabo actividades de ocio, no encender fuego y no viajar. También se prohíbe dormir y hablar. Es interesante observar cómo, en la propia lógica moderna del cálculo y el análisis de resultados, en dicha noticia se señala la cantidad de emisiones reducidas durante el Nyepi del año 2008: entre 18.000 y 27.000 toneladas de CO2.

Hay voces críticas, presentes en los medios analizados, con respecto a la escenificación principal elegida para celebrar la “hora del planeta”. En este sentido, se argumenta que la luz siempre ha sido un símbolo de progreso, de civilización, de inteligencia y de verdad, mientras que la oscuridad es un símbolo del colapso, de las edades sombrías.[82] Así, David Seymour escribe en The Montreal Gazette (27/III/2010) que en lugar de apagar las luces, la prosperidad, la riqueza y la tecnología deberían ser la esperanza para resolver problemas como el cambio climático. La metáfora del apagón es asociada, desde las contra-narrativas, con las posturas de regreso a la naturaleza y crítica de la civilización, la modernidad y la Ilustración, la ciencia y el progreso. En Ciencias Sociales, la problematización de la modernidad ha sido constante en los últimos años, desde varios puntos de vista. Los riesgos de la modernidad (Beck, 1998), sus excesos (Bauman, 1998), junto con la dificultad para articular metarrelatos y programas políticos para cambiar la realidad política y social (Lyotard, 1999), llevaron a Jameson (2000, pp. 11 y 55) a plantear que lo único que se opone al capitalismo actual es el medioambiente y los discursos medioambientales. Es claro, en todo caso, que la lógica de reducción del gasto y el consumo eléctrico, junto con la contemplación de la naturaleza (las estrellas), despierta resistencias para aquellos críticos de la “hora del planeta” que oponen ciencia (luz) y naturaleza (oscuridad), entendiendo que la “hora del planeta” es la negación de la modernidad. Cabe señalar que este tipo de críticas provienen de entornos conservadores, como veremos más adelante.

(2) Observación del apagón: la ola que atraviesa las franjas horarias

La acción principal, apagar la luz, convive con la propia observación del apagón. Esta escenificación lleva inmediatamente a la representación asociada de observar cómo se apagan las luces, cómo la ciudad se queda parcialmente a oscuras. Esto, como decíamos más arriba, sucede en dos planos: (1) la observación en vivo (mientras se participa de algún encuentro público o privado) y (2) la observación mediada por los medios de comunicación. En la “hora del planeta” de 2007, los medios de comunicación proporcionaban un primer recuento de los edificios emblemáticos que iban a ser apagados, tales como la Ópera de Sydney, La Torre de Sydney, Harbour Bridge, Luna Park y el luminoso de Coca-Cola de Kings Cross.[83] Esta acción simultánea –apagar y observar mientras se apaga– se convierte así en el primer aspecto o en la representación principal de la “hora del planeta”, desde su origen. En 2008 el modelo permanece, aunque hay un cambio fundamental que le da un nuevo carácter: aparece la dimensión temporal, y la observación del instante se convierte en la observación de la sucesión de apagones que recorre el globo. De este modo, una vez que el acontecimiento se convierte en internacional, emerge la ola global de apagones sucesivos. Ahora, la descripción de la “hora del planeta” se convierte principalmente en la descripción de la sucesión de apagones alrededor de las principales ciudades del globo. Normalmente se hace referencia –o se muestran fotografías o imágenes de video– a los principales monumentos y edificios emblemáticos de cada ciudad. Es, como señalaba una noticia de 2009, una lista de monumentos cuya observación o recuento se asemeja a una guía de Lonely Planet.[84] La imagen fundamental de la “hora del planeta” es básicamente la imagen de un apagón sucesivo mediatizado de edificios emblemáticos. Dicha imagen podría, quizá, convertirse en la imagen representativa del cambio climático, tal y como sugiere B. Walsh,[85] así como la hora del planeta parece haberse convertido, tras cuatro ediciones, en la expresión de la protesta contra el cambio climático.

La observación mediada del apagón global sucesivo tiene lugar siguiendo tres lógicas: una “glocal”, una regional y una local. Por un lado, la lógica “glocal” (Robertson, 1995) pone en el centro de atención a los iconos locales conocidos globalmente y que contribuyen a configurar una imagen global de lo global. Estos iconos “glocales” son considerados (1) símbolos de las ciudades,[86] aunque son también, al mismo tiempo, (2) símbolos de la globalización, (3) símbolos regionales, (4) nacionales y (5) locales.

La sucesión mediatizada centró su atención, en 2009, en la Ópera de Sydney, las pirámides de Giza de Egipto, la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo de París, el luminoso de Coca-Cola de Picadilly Circus y el London Eye de Londres, el Millenium Stadium de Cardiff, el Estadio del Nido de Pekín, el Reserve Bank de Bombai, las Torres Petronas de Kuala Lumpur, el Cristo Redentor de Río de Janeiro, el Empire State Building de Nueva York, las Torres Sears de Chicago, el Coliseo de Roma, la Acrópolis griega, el Vaticano, etc.[87] En 2010, la sucesión incluye más de 1.200 iconos “glocales” repartidos en 125 países, entre los que se incluyen, junto a los principales ya señalados en 2009, la Fontana de Trevi,[88] el parlamento británico, la catedral de Saint Paul, el monte Rushmore, el Golden Gate Bridge[89] y el edificio Taipei 101.[90] Desde las islas Chatham hasta Samoa, la ola de la “hora del planeta” recorre el globo en su cuarta edición.[91] La incorporación decidida de China, que sucedió en 2009, es repetidamente citada en el relato de la “hora del planeta” 2010. Se insiste en la importancia que tiene que China –el mayor emisor de gases de efecto invernadero actual– se una a este acontecimiento, con alrededor de 30 ciudades participantes,[92] y en los recuentos de monumentos es frecuente encontrar a la ciudad prohibida de Pekín.[93]

Pero al mismo tiempo, funciona una lógica local, por medio de la cual se presta atención a monumentos e iconos locales que funcionan como iconos nacionales que son el reflejo de una imagen de lo nacional. De este modo, en España, por ejemplo, e igual que en la mayoría de países, junto con el recuento de la sucesión global, se prestó atención a la sucesión local de apagones de iconos nacionales que también fue anticipada, observada y explicada por los medios.[94] Por poner otro ejemplo, en Vietnam se apagaron el templo Ngoc Son, el Turtle Tower, el Huc Bridge, la Casa de la Ópera de Hanoi, etc.[95]

Y, por último, hay también en funcionamiento una lógica regional, en la que regiones concretas, como Iberoamérica, por ejemplo, el sudeste asiático, etc., hacen especial hincapié en los iconos regionales que se apagarán durante la “hora del planeta”.[96]

Evidentemente, la lógica de la ola de apagones recorriendo el planeta se adapta muy bien a los medios de comunicación. La espectacularidad del acontecimiento se ofrece de manera natural en nuestros “espectacularizados” y “espectacularizantes” medios de comunicación para el consumo en la sociedad del espectáculo.[97]

Esta observación del espectacular apagón sucesivo viene siendo acompañada por la lógica moderna de la racionalización y la “calculabilidad”, como señalara Max Weber (2001). Esto se traduce en la producción de un balance exhaustivo, un recuento exacto, que viene lógicamente acompañado por un ranking comparativo. Como vimos, incluso el ritual Nyepi es analizado desde esta óptica. Algunos de los datos más significativos de la reducción del consumo eléctrico y de la participación de individuos se pueden ver en los Gráficos 1 y 2 (algunos otros en la siguiente nota al pie).[98]

Gráfico 1. Reducción del consumo energético (en porcentaje) durante la “hora del planeta”: Sydney y Toronto

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Fuente: datos de Sydney tomados de The Sydney Morning Herald (29/III/2009 y 29/III/2010); datos de Toronto tomados de Toronto Star (28/III/2009, 29/III/2009 y 27/III/2010) y Earthhour.org (consulta 7/IV/2009).

Gráfico 2. Reducción de energía en la “hora del planeta” 2009 Australia, por regiones y porcentajes

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Fuente: Cheong y Lee (2010).

La observación del apagón se convierte así, en el análisis y el recuento de cuánto consumo energético se ha logrado reducir en cada ciudad, región o país en el que se ha celebrado la “hora del planeta”, así como en cuántos individuos afirman haber participado de una u otra forma en el acontecimiento. Una original síntesis entre la observación de la sucesión y el cálculo exacto del descenso de energía eléctrica aparece en un artículo publicado en el Toronto Star (29/III/2009), en el que se relata casi minuto a minuto el descenso de dicho consumo durante la tercera “hora del planeta”. Aquí, la observación de los apagones se hace a través de la observación mediada por el interfaz de la enorme pantalla que mide el consumo de energía en el centro de control de la energía. La sucesión inmediata del apagón en Toronto es vista así desde el descenso real de la energía, más allá del apagón exterior que sucedía en los hogares, edificios emblemáticos y empresas de la ciudad.

Junto a este recuento de la reducción de energía, existe también un ranking de países que se suman con un mayor número de ciudades a la “hora del planeta”. En 2009, Filipinas lideró la clasificación, seguida de Grecia y Australia.[99] En 2010, Filipinas vuelve a liderar dicha clasificación, con 1.076 ciudades apuntadas al apagón.[100]

(3) Observación de las estrellas

La contaminación lumínica fue la preocupación constitutiva del apagón de Hong Kong. En la “hora del planeta”, desde su primera convocatoria, el apagón se asoció rápidamente a la posibilidad de contemplar el cielo y las estrellas desde una gran ciudad.[101] En este sentido, han ido surgiendo diversas iniciativas para observar de manera colectiva las estrellas y el cielo durante la “hora del planeta”.[102] En la “hora del planeta” de 2009 el Centro Científico de Ontario (Canadá) organizó un acontecimiento con 2.600 participantes, durante el cual la observación de las estrellas a través de telescopios de gran alcance era uno de sus principales atractivos.[103] En 2010 la Fundación del Planetario de Río de Janeiro organizó un acontecimiento similar.[104]

No obstante, la presencia de la observación de las estrellas en los medios que dan cuenta de la “hora del planeta” es menor. Normalmente, el apagón, la sucesión de apagones, así como el recuento y el cálculo efectivo de cuánta energía se ha ahorrado y cuántos individuos, organizaciones y gobiernos han participado en el acontecimiento desplazan a esta forma de escenificación.

Imagen 5. Cartel en Singapur, 2009

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(4) Celebrando con velas

La lógica del apagón lleva aparejada una lógica de la sustitución de las formas de iluminación. No se trata, por tanto, de un apagón que conduce a la oscuridad, sino de un apagón que conduce a otras formas de iluminación. Esto está claramente vinculado con la intención de incorporar en la propia formulación de la “hora del planeta” la idea de reducir el consumo y no suprimirlo. En todo caso, esta intención –no exenta de polémica– de sustituir la luz eléctrica por las velas llama la atención sobre las fuentes de la energía eléctrica, aunque no discute la importancia de la electricidad. La “hora del planeta” lleva en su mismo centro el mensaje claro de que uno de los principales problemas medioambientales reside en la electricidad, especialmente en determinadas formas específicas de producir electricidad y/o de consumirla, puesto que las fuentes energéticas fundamentales son energías sucias, que contaminan. Lo que se suele reclamar es un cambio hacia la obtención de electricidad a partir de energías alternativas, más o menos limpias (biomasa, viento, mareas, geotérmica, solar). Llama la atención, sin embargo, que en un artículo publicado en The Sydney Morning Herald (27/III/2009) se plantea que si esta sustitución de energías se llevara finalmente a cabo, se podría seguir consumiendo energía sin control ni límites, es decir, como si nada hubiera pasado. Aquí no se discute el tipo de energía empleado, sino la lógica del consumo desaforado.

La celebración con velas es una imagen tan central a la “hora del planeta” como el apagón sucesivo. Lo muestran, desde luego, las noticias de prensa, en las que aparecen numerosas escenificaciones que tienen en su centro la iluminación mediante velas: bodas, conciertos, concentraciones, cenas, etc. Así, por ejemplo, The Sydney Morning Herald (29/III/2009) da cuenta de la celebración de una boda a la luz de las velas. Encontramos también en Flickr, por ejemplo, las fotografías de una boda celebrada en Brighton,[105] así como numerosas celebraciones privadas a la luz de las velas (véase la Imagen 8) y numerosas celebraciones públicas a la luz de las velas capturadas (Imágenes 7, 8 y 9). También se suceden las cenas organizadas en hoteles y restaurantes,[106] los conciertos,[107] las concentraciones y las celebraciones religiosas a la luz de las velas, etc. En la “hora del planeta” de 2010 cinco ciudades australianas albergaron citas rápidas (speed dating) a la luz de las velas.[108] Las celebraciones con velas tuvieron una relevancia tragicómica también en Canadá, en 2010, cuando el gato del ministro de Medio Ambiente, Barry Pender, se quemó, sin graves consecuencias, cuando éste celebraba una cena con su mujer durante la “hora del planeta” de 2010.[109] En la última “hora del planeta”, en Sydney, y en otras ciudades australianas (como Ballarat), se organizaron talleres de creación de velas.[110]

Imagen 6. Cate Blanchet participa en una celebración pública con velas, Sydney 2007

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Imagen 7. Celebración pública con velas, Sydney 2008

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Fuentes: The Sydney Morning Herald (1/IV/2007) y The Sydney Morning Herald (fotografía de Kate Geraghty).

Imagen 8. Celebración privada con velas, Malasia, 2009

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Imagen 9. Celebración pública con velas, Madrid, 2010

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Fuente: Flickr, http://www.flickr.com/photos/earthhour_global/3403400854/, consultado 6/VII/2009 (fotografías de Sangara y AJR).

Narrativas y la “hora del planeta”

Contra la propuesta clásica de Dayan y Katz (1994) de estudiar los acontecimientos mediáticos como portadores de una vinculación clave entre el acontecimiento y el significado, entendemos aquí que los acontecimientos globales mediáticos se caracterizan por buscar una vinculación clave entre el propio acontecimiento y alguna de las narrativas disponibles.[111] La “hora del planeta” no es una excepción, por lo que encontramos varios esfuerzos de vinculación, así como concretas luchas por clasificar al acontecimiento, junto con el empeño de defender o criticar una narrativa concreta. Como señaló Alexander (2004), normalmente las luchas por otorgar sentido a los acontecimientos sociales, mediante la vinculación de acontecimientos y narrativas, suelen ir acompañadas de contra-escenificaciones. La principal contra-escenificación que tiene lugar en la “hora del planeta”, es, como veremos, encender las luces precisamente cuando comienza. Esta contra-escenificación se vincula con la contra-narrativa medioambiental, que viene a sostener que el cambio climático no es obra de la agencia humana.

A continuación, vamos a ocuparnos de las vinculaciones entre la “hora del planeta” y la narrativa medioambiental, prestando atención a las contra-narrativas que se oponen bien al acontecimiento concreto (y a sus escenificaciones), bien a toda la narrativa. Posteriormente nos ocuparemos de las vinculaciones de la “hora del planeta” con la globalización y con el capitalismo.

Diagrama 2. Narrativas y contra-narrativas en la hora del planeta

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La “hora del planeta” y la narrativa medioambiental

La “hora del planeta” apela esencial y deliberadamente a una narrativa medioambiental. Es su vinculación más obvia, y también la pretendida por los organizadores y promotores del acontecimiento. Del mismo modo, esta vinculación es la más fácilmente reconocible para todos los actores sociales que intervienen en la “hora del planeta”. Se ha señalado, incluso, que la “hora del planeta” puede servir para resolver la dificultad que tiene la gente y los medios para articular una vinculación entre el cambio climático y las respuestas al cambio climático (Riedy, p. 110).

Tanto los activistas verdes como las instituciones públicas y privadas que se implicaron en este AMG tenían como objetivo tratar de reducir la emisión de gases de efecto invernadero en Australia, mediante una “acción real” directa (reducción directa de las emisiones durante una hora) que también era una “acción simbólica” (concienciación, señalización de un problema, presión a los gobiernos, a las corporaciones y a los ciudadanos). La narrativa medioambiental aparece, pues, en una de sus últimas y controvertidas versiones, más allá, por ejemplo, de otras previas como la que advertía del advenimiento de una edad de hielo o la que alertaba sobre el agujero que se iba ensanchando en la capa de ozono.[112] Esta nueva versión relata la historia de la modernidad como un movimiento hacia el desarrollo que desemboca en el actual riesgo climático que anuncia el futuro colapso climático causado por la agencia humana, el propio desarrollo, el capitalismo, la industrialización y el consumo. Toda la historia de la humanidad es observada con recelo, aunque la modernidad y su aceleración del ritmo del cambio social, su obsesión por la velocidad y el desarrollo, junto con la producción sin restricciones y el consumo desaforado son las causas principales de la inminente caída en el abismo. Así, se señala que “la Tierra está siendo quemada por el cambio climático”,[113] o que se vienen sucediendo la deforestación, el incremento de las temperaturas, el derretimiento de los glaciares, etc.[114] El incremento de incendios, de tormentas y huracanes, el incremento del nivel del mar, la aparición de nuevos desiertos o la desaparición de ríos son algunas de las consecuencias señaladas del cambio climático.[115] El calentamiento climático también es visto como una amenaza para ciertas regiones que viven del turismo y que dependen de la nieve o de los osos polares, como sucede en Churchill (Canadá).[116] Por último, y aunque tímidamente, hay también un discurso sostenido en el que se anticipan las catástrofes que originará el cambio climático también en la salud de los individuos. Así, por ejemplo, en 2006 se publicaba una estimación mediante la cual unos 15.000 australianos podrían tener en el año 2100 graves problemas de salud causados por la emisión de los gases de efecto invernadero.[117]

De hecho, y dentro de esta lógica, la “hora del planeta” aparece también, por el número y la calidad de los participantes (instituciones, empresas, ciudadanos) como una demostración del consenso sobre el contenido de esta narrativa. Así, por ejemplo, se publicaba en El Mundo (29/III/2009) que “el eclipse eléctrico y político prueba el actual consenso sobre el cambio climático”. No es casualidad que Andy Ridley señalara esperanzado e ilusionado que la imagen de Sydney sin apenas iluminación eléctrica era algo que nadie había visto antes, excepto los ancianos, y que iba a suponer algo parecido a retroceder en la historia unos 70 u 80 años.[118] Esta versión de la narrativa medioambiental tiene uno de sus mayores logros en la célebre y difundida película documental, que llegó a los cines a mediados del 2006, del ex-vicepresidente de EEUU, Una verdad incómoda.[119] Junto a la película de Gore se señala también la oportunidad del informe de economista Nicholas Stern, publicado a mediados de 2006, cuando la “hora del planeta” estaba tomando forma como proyecto.[120] Uno de los principales promotores de la “hora del planeta”, el directivo de WWF Greg Bourne cita la importancia de dicha película.[121] Así, según Bourne, Al Gore muestra a los individuos pasando de la negación del cambio climático a la desesperación. Sin embargo, iniciativas como la “hora del planeta” pretenden mostrar que sí es posible llevar a cabo acciones, realizadas con esperanza e incluso diversión, para impedir la catástrofe medioambiental. En el mismo sentido a lo apuntado por Bourne, Andy Ridley recordaba el énfasis inicial de los organizadores de la “hora del planeta” por proyectar esperanza e insistir en la posibilidad de cambiar las cosas gracias a la acción de los individuos.[122]

El protagonismo de la película de Gore junto con el informe de Stern es reconocido en la propia cronología oficial elaborada por WWF, disponible en su página web.[123] Algunos meses tras el éxito de la primera “hora del planeta”, el propio Al Gore destacó la importancia de este acontecimiento, junto con otros como los conciertos Live Earth, a la hora de crear un movimiento de consumidores y contribuir al necesario cambio de las normativas y de las leyes.[124]

Podríamos decir que la formulación popular de la narrativa medioambiental central actual reside precisamente en la película de Gore y el informe de Stern. Probablemente la consagración de esta narrativa esté en el Intergovernmental Panel of Climate Change (2007). A esto viene a sumarse la “hora del planeta”, que vendría a canalizar y a expresar globalmente la conciencia del riesgo del cambio climático, así como la esperanza de poder alterar tan catastróficas consecuencias. En España esta narrativa ha calado hondo en los ciudadanos. Según datos del Barómetro del Real Instituto Elcano (2010), el 88% de los ciudadanos consideran que el ser humano es el responsable del deterioro medioambiental.

La Imagen 10 muestra una fotografía que acompañaba una noticia publicada en El Heraldo de Honduras sobre la “hora del planeta”. En ella, igual que en la Imagen 11, la vinculación cambio climático-catástrofe climática-“hora del planeta” es bastante evidente. No obstante, ambas son excepcionales. Las imágenes normalmente empleadas para acompañar las noticias que dan cuenta de la “hora del planeta”, e incluso las fotografías subidas por los individuos a diversas páginas web relacionadas con la “hora del planeta”, se centran con mucha más frecuencia en la espectacularidad del apagón o en la fuerza comunitaria de las celebraciones con velas. Así, la ópera de Sydney encendida y apagada ocupa más espacio mediático que la sequía o que los osos polares. Por ello, más allá de la vinculación del acontecimiento con la narrativa medioambiental, es preciso observar la propia fuerza de atracción que tiene el acontecimiento global mediático en sí mismo. Aunque se hable y se escriba sobre el cambio climático, la mayor parte de lo que se dice, se escribe y se lee durante la “hora del planeta” tiene que ver con la propia celebración de la “hora del planeta”, especialmente con el apagón y con la espectacular sucesión de la ola global de apagones.

Imagen 10. Sequía y cambio climático

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Imagen 11. Dos estudiantes disfrazados de oso polar y gorila en Gotemburgo

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Fuente: El Heraldo de Honduras y Vancouver Sun.

Imagen 12. Sellos de la “hora del planeta”, Australia, 2009

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Fuente: WWF-Australia.

Pese a todo, las ediciones de la “hora del planeta” celebradas hasta la fecha, muestran de alguna manera la vinculación “hora del planeta”/cambio climático y sitúan la necesidad de varios tipos de acciones (directas e indirectas) con el fin de evitar el cambio climático que nos llevaría a la catástrofe medioambiental. Las velas, en lugar de la luz eléctrica, así como el llamamiento a salir a la calle, a visitar a los vecinos, a encontrarse con la gente, apelan como un negativo a lo que la modernidad no es. Estos modos pre-modernos de iluminar y estar juntos reivindican un cambio de rumbo con respecto al presente y al futuro, basado en dos fases diferenciadas: por un lado, una inicial reducción del uso de energía eléctrica, que debería durar al menos mientras se sustituyen las fuentes de energía actuales por energías limpias; y, por otro lado y en segundo lugar, una vuelta al uso ilimitado de la energía eléctrica, siempre que el suministro provenga de energías limpias.[125]

Contra-narrativa medioambiental y contra-escenificaciones: “apagar lucecitas”

Centrados en este debate en torno al medio ambiente, hay varias voces discrepantes que plantean dudas con respecto a esta narrativa, o bien la rechazan de plano. Estas voces críticas con respecto a la narrativa medioambiental ocupan un mayor espacio en las noticias que dan cuenta de la “hora del planeta” de 2010, aunque están presentes de manera clara ya en 2009. Junto con las críticas incluidas por los medios de comunicación, se incluyen las contra-escenificaciones, que vienen a plasmar la existencia de otras narrativas rivales. Como señaló Alexander (2004), las contra-narrativas se ponen en práctica mediante contra-escenificaciones. Por ejemplo, la promovida por el Competitive Enterprise Institute, un think thank conservador, que proponía celebrar, tanto en 2009 como en 2010, durante esa misma hora la “Celebración de la hora del logro humano”, en la cual se debían dejar las luces encendidas para festejar la energía, que hace posible el progreso.[126] En tal iniciativa también participaron en 2010 algunos políticos australianos, como el liberal C. Bernardi, y otras instituciones como la Conservative Leadership Foundation.[127] En la Universidad de Michigan se organizó en la “hora del planeta” de 2010 la “hora de Edison” con similares propuestas y desde similares argumentos.[128] Según Lafer (2003, pp. 256-257) las contra-escenificaciones y las contra-narrativas medioambientales pueden ser entendidas como prácticas de greenwashing. Según su esquema, la creación de dudas sobre la relevancia del problema, el favorecimiento de la incertidumbre con respecto al problema y el reconocimiento del problema junto con el cuestionamiento de la solución son estrategias que forman parte de esta lógica. Mencionaré simplemente tres variaciones de la contra-narrativa medioambiental, que han tenido una presencia constante en la “hora del planeta”.

La línea divisoria de las contra-narrativas se sitúa en aceptar o no la agencia humana como causante del cambio climático. De este modo, la más importante contra-narrativa plantea que el cambio climático no es algo causado por la modernidad ni por la agencia humana, sino que aparece como consecuencia de un cambio de ciclo natural en el planeta.[129] Esta contra-narrativa rechaza de plano el argumento central de la actual versión sobre el cambio climático de la narrativa medioambiental, centrado, como es visible en la “hora del planeta”, en la responsabilidad de la agencia humana.

Imagen 13. Cartel Anti-Earth Hour, 2010

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Fuente: antiearthhour.blogspot.com.

Entre los críticos que aceptan la agencia humana como causante del cambio climático hay dos contra-narrativas dirigidas más bien a la escenificación concreta, al ritual de la “hora del planeta”. Así, en primer lugar, algunos críticos, que comparten no obstante la narrativa medioambiental y la aceptan, señalan que determinadas escenificaciones asociadas a la “hora del planeta” pueden tener efectos incluso peores que el seguir haciendo las mismas cosas que siempre. Las velas, según este argumento, generan más emisiones de gases de efecto invernadero que la propia electricidad,[130] y para prevenir un posible colapso al descender y ascender dramáticamente el consumo de energía es preciso poner en alerta plantas térmicas de hidrocarburos que son las que más CO2 emiten. El argumento concluye de este modo: “Paradójicamente, el apagón por el clima pudo dar más trabajo a las centrales emisoras de CO2”.[131] De modo similar, el descenso generalizado del consumo eléctrico puede producir un aumento relativo de niveles de CO2, como sucedió en España cuando participó en el “apagón ecológico” de 2007, organizado por la Alianza por el Planeta. Según estiman desde Red Eléctrica Española, el apagón supuso un incremento del 1,87% de las emisiones de CO2. Algo similar ocurrió en 2008, aunque no en 2009, dado que la REE había tomado medidas para prevenir esto.[132]

En segundo lugar, otros críticos que comparten las líneas maestras de la narrativa medioambiental plantean la inutilidad de la celebración de la “hora del planeta”, puesto que solamente ven la dimensión “simbólica” y entienden dicho suceso simplemente como una acción que es un medio para lograr algo. Sin embargo, no se ven efectos directos ni inmediatos, ni, por tanto, la pertinencia de poner en práctica iniciativas en esta dirección.[133] De este modo, se entiende que la “hora del planeta” es como un “tele-maratón” en el que ni siquiera tienes que donar dinero,[134] un gesto, una mera “acción simbólica” sin sentido que alberga mucha hipocresía,[135] o, de manera más cruda, una “majadería más de nuestra sociedad atontada. Si estamos en eso, en apagar lucecitas… mal veo nuestro futuro”, como decía un comentarista anónimo de la noticia sobre la “hora del planeta” publicada en El Mundo.[136] De este modo, se entiende que la “hora del planeta” no tiene consecuencias prácticas reales y directas, y el calentamiento global no tiene solución a través de este tipo de acciones.[137] Y, lo que todavía parece peor, desde algunos lugares se interpreta la “hora del planeta” como una acción perjudicial, en tanto en cuanto proporciona una falsa sensación de estar haciendo algo efectivo para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, cuando en la práctica no es así.[138]

La “hora del planeta” y el capitalismo

Hay un punto de encuentro dentro de la “hora del planeta” en el que chocan la narrativa medioambiental y la narrativa capitalista. Ya hemos hecho referencia a las estrategias de greenwashingdeep greenwashing y bluewashing, por lo que ahora nos centraremos en otras cuestiones. Por un lado, ya advirtió Jameson (2000) que lo único que se opone al capitalismo en la actualidad son los límites que impone el medio ambiente y la conciencia ecológica. Quizá sería más adecuado decir que lo único que se opone al capitalismo son el discurso y las prácticas que tienen que ver, están orientadas o se vinculan con la narrativa medioambiental. Es evidente que la versión que hemos examinado previamente –presente en buena parte de los discursos recogidos en la prensa con motivo de las distintas “horas del planeta”– de la narrativa medioambiental está construida contra las prácticas y las creencias habituales del capitalismo. La reducción del consumo, la reducción del gasto energético ilimitado, y el cambio en los hábitos por parte de las empresas, gobiernos e individuos afectan directamente a dichas prácticas y atentan contra los principios fundamentales del capitalismo. O, al menos, tratan de poner límites a la lógica del mercado, de la producción y del consumo, apelando a valores finales (la salvación del planeta, la salvación de la humanidad). Pero, por otro lado, la reciente crisis del capitalismo en la que estamos todavía inmersos ha tenido también en la tercera y en la cuarta “hora del planeta” una presencia evidente, que hace de la confluencia más o menos implícita habitual una incorporación evidente al plano de las acciones, discursos y emociones.

Imagen 14. Google se suma a la “hora del planeta” de 2008

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Imagen 15. Bing se suma a la “hora del planeta” de 2010

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Imagen 16. Starbucks se suma a la “hora del planeta” 2010

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En primer lugar, la crisis económica se presentaba como un nuevo elemento que podría afectar a la participación de individuos y ciudadanos, en el sentido de que podría reducir su entusiasmo, tal y como temían los organizadores.[139]. Evidentemente, a la vista de las cifras que hemos presentado antes, esto no ha sido así. Algunos organizadores atribuían dicho éxito a que la “hora del planeta” descansa en la esperanza, y además supone también un ahorro energético y económico en tiempos de escasez.[140].Por otro lado, la “hora del planeta” se enfrenta a un problema global del que solamente puede salirse actuando colectivamente –y la insistencia en este punto es notable por parte de medios de comunicación, participantes y organizadores a lo largo de los cuatro acontecimientos que han tenido lugar hasta ahora–, y la crisis actual del sistema capitalista se ha querido también ver así, como algo de lo que solamente se puede salir a través de la suma de esfuerzos colectivos.[141] De hecho, la popular lógica de la refundación del capitalismo encaja a la perfección con una reordenación de los valores que guían las acciones de las corporaciones, los gobiernos y los individuos. Y, por último, la vinculación de países ricos-contaminantes y países pobres-que sufren las consecuencias del cambio climático, si bien no está presente de manera decidida en ninguno de los artículos analizados, sí aparece en el discurso que Desmond Tutu publicó en el que argumentaba sobre la conveniencia de apoyar la “hora del planeta”.[142]

La “hora del planeta” y la globalización

Representando la globalización: consciencia de lo global y repertorios globales

En 2008, 2009 y 2010 la “hora del planeta” se dirige también de manera decidida a la narrativa de la globalización. Desde 2008 la “hora del planeta” puede entenderse como una escenificación global de la globalización, siguiendo la lógica que emplearon Lechner y Boli (2005) cuando analizan la cultura y los rituales globales.[143]

La escenificación simultánea y/o sucesiva de los mismos rituales en numerosos países y ciudades a lo largo del globo, junto con la retransmisión de los mismos a través de los medios de comunicación tiene como efecto reforzar la conciencia de lo global y contribuir a la construcción de un mundo globalizado. Valga como ejemplo la presentación de la “hora del planeta” de 2009 como, por un lado, un voto global contra el cambio climático, y, por otro lado y simultáneamente, la celebración de lo que todos los seres humanos tienen en común: el planeta.[144] Según ha escrito Ridley (2010), la “hora del planeta” ha servido para reforzar la idea de habitar una comunidad global que se fortalece día a día, gracias también, según el autor, a las nuevas tecnologías.[145] La conciencia de lo global está muy presente en los medios, en los organizadores y participantes. Como señaló Robertson (1992), la globalización tiene que ver tanto con la “universalización de lo particular” como con la “particularización de lo universal”. De este modo, los símbolos particulares que se han universalizado –los iconos “glocales”– son mostrados convenientemente para esta representación global de la conciencia de lo global.

Hay, sin embargo, una interesante discusión implícita sobre lo que es totalmente global o verdaderamente global. Así, la “hora del planeta” de 2008 fue realmente global para algunos,[146] mientras que la de 2009 es para otros cuando finalmente se ha convertido en global de manera absoluta o real.[147] La cuestión, para los medios y participantes, parece ser: ¿cuánta globalidad es precisa para que un acontecimiento se convierta efectiva o totalmente en global? En todo caso, y como mencionamos más arriba, los propios organizadores consideraban la globalización de la “hora del planeta” como una meta lejana a alcanzar. Se consideraba que la “hora del planeta” de 2008 podría ser quizá nacional, y en los años sucesivos quizá se podría alcanzar la condición de acontecimiento internacional, como paso previo a su efectiva globalización.[148] Como afirma Andy Ridley, uno de los organizadores desde el comienzo de la “hora del planeta”, ni siquiera en sus más optimistas sueños era posible imaginar la dimensión que ha alcanzado este acontecimiento.[149] Más allá de sus expectativas, la “hora del planeta” de 2009 y la de 2010 se ven ya como naturalmente globales por parte de los observadores.

En todo caso, lo que sí es evidente es que dentro de la “hora del planeta”, y más allá de los números de países y ciudades, encontramos “repertorios de acción” (Swidler, 1998) que vinculan este acontecimiento con otros acontecimientos mediáticos globales. Hay un uso interesante de acciones y escenificaciones rituales habituales en otros AMG que tienen efectos similares en cuanto al despertar de la conciencia de lo global. Así, por ejemplo, hay varias referencias a la noche de fin de año y a las fiestas para despedir el año que finaliza. Los medios de comunicación suelen mostrar la despedida del año que termina y el recibimiento del nuevo año utilizando una sucesión de imágenes que llevan al espectador de Sydney a Nueva York, pasando por París, Londres, Nueva York, etc. Es interesante señalar que Sydney –y en concreto, la Ópera de Sydney– figura siempre en dichos recuentos. La “hora del planeta” sigue esta propia lógica mediática, y el mismo recuento de ciudades y rituales aparecen en todos los medios que siguen el acontecimiento. Así, la imagen básica de la “hora del planeta” se sitúa precisamente ahí, en la mediatizada sucesión de zonas horarias, ciudades, países y rituales similares teniendo lugar en los más variados lugares del planeta. Así, de Sydney a Los Angeles (2008) o de las Islas Chatham a todo el globo, pasando por Sydney, Hong Kong, París, Londres, Nueva York, etc. (2009 y 2010).

La propia alcaldesa de Sydney, Cloover Moore, en su gira global tras la primera “hora del planeta”, destacaba esta similitud: “Sydney es la primera ciudad global que ilumina con fuegos artificiales el nuevo año, y el próximo marzo queremos ser la primera de una cadena de ciudades que apaga la luz mostrando una señal de nuestro compromiso con un planeta sostenible”.[150]

Por otra parte, hay otra similitud con la noche de fin de año. Así, en los segundos finales antes de que dé comienzo oficialmente la “hora del planeta” algunos individuos cantan en voz alta la cuenta atrás. De hecho, en la “hora del planeta” de Madrid en 2010, pude asistir, como observador participante, a la cuenta atrás que anunciaba su comienzo. Este momento, claramente vinculado con otros AMG, fue, sin duda, el más cargado emocionalmente de todo el acontecimiento. Las personas reunidas en el Parque del Retiro madrileño, situadas alrededor de un escenario en el que se interpretaron varios temas musicales –cantautores nacionales junto con una variada representación de músicas y danzas étnicas de diversas partes del globo– y se entregaron premios a los vencedores de la I Carrera por el Planeta, corearon con emoción y alborozo los consabidos números que desembocaron en el apagón de la Puerta de Alcalá madrileña. Después, una vez que dio comienzo la “hora del planeta”, hubo gritos de alegría y expresiones que se asemejaban a las que tienen lugar frente a los fuegos artificiales que acompañan en Sydney,[151] así como en otras ciudades, la llegada del nuevo año.

También hay ciertas vinculaciones y ciertos repertorios de acción típicos de los Juegos Olímpicos. Para algunos observadores,[152] la asociación de la “hora del planeta” con los Juegos Olímpicos es entendida como una vinculación entre fiestas globales. O, lo que sería más correcto, como una vinculación entre diversos AMG. Así, las ciudades que han sido Olímpicas, por un lado, tienden a participar, a sumarse a este acontecimiento global, y, por otro lado, son fácilmente incluidas en el repertorio de ciudades a las que los medios prestan su atención. Y, de hecho, tanto los responsables políticos como los medios fijan su interés en poner en práctica/observar el apagón de algunos edificios emblemáticos vinculados, de una u otra manera, con los Juegos. Por ejemplo, la hora del planeta llegó tempranamente a Kvitfjell (Noruega), en 2008, sede de los Juegos Olímpicos de invierno de 1994, donde se celebraron “fiestas a la luz de las velas mientras caía una fuerte nevada”.[153] China, que participó por primera vez en la “hora del planeta” en 2009, decidió apagar las luces del Estadio del Nido, famoso icono de los últimos Juegos.[154] La vinculación entre iconos “glocales”-“hora del planeta”-Juegos Olímpicos aparece en ocasiones en los medios de comunicación.[155]

Otro acontecimiento global como las flash mobs (acciones organizadas en red mediante nuevas tecnologías que se convierten en escenificaciones colectivas prediseñadas y con un guión, más o menos cerrado, que interrumpen la vida cotidiana) hicieron su aparición en la “hora del planeta” de 2010 en Filipinas.[156] Y, por último, cabe destacar cómo algunos de los principales actores globales se ven especialmente concernidos en la celebración de la “hora del planeta”, prestando su apoyo o su imagen a este acontecimiento, dando por supuesto –tanto ellos como los organizadores– que este acontecimiento global mediático es uno más de sus lugares naturales. De este modo, personalidades de la ONU, junto a políticos, actores, músicos, intelectuales, deportistas y celebridades de toda índole con un perfil global se han sumado desde 2007 a esta iniciativa. Parece evidente que hay una afinidad electiva entre AGM y celebridades globales: los AGM ansían la presencia de las celebridades globales, mientras que dichas celebridades encuentran natural su participación en los AGM.

Auto-promoción: orgullo y vergüenza

Hay en los análisis de medios de comunicación, organizadores locales y ciudadanos referencias en relación a la posición del país al que pertenecen en el mundo globalizado. Así, encontramos un claro orgullo nacional –del tipo “nosotros lo empezamos”– en Australia.[157] Y también en Nueva Zelanda, al ser el primer país que apaga las luces en la sucesión de la “hora del planeta”.[158] Por otro lado, hay una sensación de tener que participar en este acontecimiento, dado que es global y “nuestro país pertenece al mundo” y este es un asunto que interesa a todos.[159] Y hay incluso una especie de rivalidad por ver quién es más ecologista, y quién tiene más interés en salvar el medio ambiente. Aquí destaca especialmente Canadá, que se ha sumado con mucha fuerza a la “hora del planeta”.[160] En Filipinas se destaca la participación de 15 millones de ciudadanos repartidos en 650 ciudades y pueblos, en 2009, o las más de 1.000 ciudades que se sumaron en 2010, números que sitúan, como vimos, a Filipinas en el primer puesto del ranking de ciudades por país que participan en este acontecimiento tanto en 2009 como en 2010.[161] En Hong Kong también aparecen estas muestras de orgullo. Además de ser una de las ciudades que llevaron a cabo iniciativas similares en el pasado, se destaca que Hong Kong es, en la tercera “hora del planeta”, la ciudad de Asia en la que más edificios fueron apagados, más de 1.800.[162] En Bahréin se destaca que su circuito internacional es el único que tiene un programa medioambiental. De este modo, el circuito debería dar ejemplo a los seguidores y unirse a la “hora del planeta”.[163] En Honduras, el orgullo aparece aquí no por la preeminente posición del país en normativa medioambiental, ni por su historia de acontecimientos relacionados con el medio ambiente, ni, todavía, por su propia posición en la “hora del planeta”, sino por ser reconocido por WWF y haber logrado tener un sitio en su mapa de la “hora del planeta”.[164] En Kenia se congratulaban de liderar la “hora del planeta” en África, mediante varios actos que coincidían con la celebración del centenario del Museo Nacional.[165]

Desde Indonesia, lugar donde se organizó uno de los encuentros sobre el cambio climático en el año 2007, se destaca el compromiso con las cuestiones medioambientales que se demuestra al sumarse a la “hora del planeta”.[166] Participar en la “hora del planeta” se ve como la demostración de que los ciudadanos de Yakarta se preocupan por el medio ambiente y participan en estas acciones globales cuando son requeridos a hacerlo. Y aquí, de nuevo, como en el caso de Bahréin, vemos como unos AGM llaman a otros: organizar una carrera de Fórmula 1 o carreras de motos, así como organizar encuentros sobre el cambio climático hace natural que ante otro AGM como es la “hora del planeta” la participación se dé por supuesta y se estimule con especial naturalidad. Con todo, y pese al incremento del descenso de energía eléctrica durante la “hora del planeta” de 2010, la sensación expresada en un artículo del periódico The Yakarta Post (28/III/2001) era de no haberse cumplido las expectativas.[167]

Algo parecido sucede en otros lugares, como Londres y Nueva York, en los que los apagones parciales de Picadilly Circus y de Times Square dejan en los participantes una sensación de decepción.[168] No hay duda de que en tanto que espectáculo, es más impresionante la observación a través de los medios de comunicación de la ola de 24 horas de apagones que la propia participación en vivo, que se cifra en la simple asistencia al apagón de un icono “glocal” y algunos edificios a su alrededor. Curiosamente, en la motivación principal de la “hora del planeta” 2010 está la generalizada frustración que dejó tras de sí la Cumbre de Copenhague (Lázaro, 2009).[169] En España, en concreto, uno de cada dos ciudadanos expresa su decepción con respecto a los resultados de la Cumbre de Copenhague (Barómetro del Real Instituto Elcano, 2010). A esto hay que añadir los reveses que ha tenido la tesis de la agencia humana como causante del cambio climático, sometida a varios escándalos a lo largo de 2009-2010, conocidos como el climategate.[170]

Todas estas muestras de orgullo nacional tienen que ver con la auto-promoción habitual que viene asociada con los acontecimientos globales mediáticos (Lechner, 2009). Parece haber una cierta satisfacción en encontrar a tu monumento, a tu icono, instalado en la lista de iconos “glocales” enumerados en la “hora del planeta”.[171] Los diferentes países utilizan los AMG para presentarse a la comunidad global de una manera determinada, en este caso como defensores del medio ambiente. Frente a los riesgos y los gastos (Rivenburgh, 2010) que implica organizar cualquiera de los acontecimientos globales no situados a priori disponibles hasta ahora (Juegos Olímpicos, reuniones del G-20, conferencias de todo tipo, fase final de la copa del mundo de fútbol), la “hora del planeta” se presenta como aparentemente libre de riesgos, además de muy barata. La oportunidad de participar en la “hora del planeta” es así claramente positiva para los países que han ido sumándose, hasta más de 120 en 2010, sin apenas riesgos ni gastos. Los países que han sabido posicionarse adecuadamente (Australia, Canadá, Filipinas, Indonesia, Hong Kong y, en menor medida, Bahréin) cuentan con la ventaja de utilizar dicha auto-promoción. Otros países simplemente con apagar uno de sus monumentos más reconocibles son situados fácilmente en la sucesión de apagones, más allá de la movilización real y de la reducción del consumo eléctrico. Funciona aquí la lógica global y mediática que centra su atención en los mismos iconos, independientemente de la penetración del acontecimiento en el país concreto y de la atención de los ciudadanos al mismo.

En clara contraposición con el orgullo, algunos medios y organizadores señalan la pasividad de sus gobiernos, que deciden quedarse al margen de lo global, que aquí es sinónimo también de quedarse al margen de la preocupación global por el medio ambiente o, incluso, es sinónimo de quedarse al margen de lo global en términos generales. Uno de los organizadores en Uruguay se lamentaba de no haber obtenido el respaldo del gobierno en la segunda “hora del planeta”.[172] En el periódico Solomon Star (30/III/2009) se lamentaban de la tímida participación de las Islas Salomón en el acontecimiento. El Daily Star del Líbano (28/III/2009) señalaba la poca presencia de los países árabes en cuestiones vinculadas con el medio ambiente, aunque destacaba que, al menos, en 2009 algunas ciudades (como Abu Dabi, Amman y Dubái) se hubieran sumado. En 2009 un artículo publicado en The Namibian se preguntaba por qué no se celebró la “hora del planeta” en dicho país africano.[173]

Y, por último, algunos periódicos como el Daily Star del Líbano (28/III/2009) y The Star de Sudáfrica (25/III/2009) ironizaban sobre la conveniencia de llevar a cabo una acción voluntaria, un apagón, que se presenta no obstante de manera involuntaria demasiado a menudo en sus países. Tanto como tres veces al día en el Líbano, según el artículo citado. También The New York Times (27/III/2009) recordaba los apagones de 1965, 1977 y 2003, aunque señalaba que esta vez no habría que preocuparse, dado que se trataba de un apagón controlado. La casualidad quiso que pocos días tras la tercera “hora del planeta”, Sydney sufriera un apagón inesperado e incontrolado, que generó caos circulatorio, intervención de equipos de emergencias y muchas explicaciones políticas.[174] Las escenas que retratan los periódicos en esas fechas no tienen nada de festivo ni de espectacular, sino que más bien presentan la estética de las catástrofes mediáticas habituales: se ven individuos a pie saliendo de sus trabajos, desplazándose hacia sus hogares, rostros tensos, coches de policía y ambulancias.

Imagen 17. El estadio del Nido, 2009

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Imagen 18. La Ópera de Sydney, 2009

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Fuente: BBC News y El País.

Para concluir

La “hora del planeta” supone tanto un ritual global que escenifica la globalización como un incremento de la conciencia de lo global. Al escenificarse globalmente (apagones sucesivos, concentraciones y celebraciones públicas y privadas) la propia conciencia de lo global se acrecienta para los individuos, instituciones y corporaciones. Se demuestra que el planeta está conectado globalmente mientras se conecta globalmente para celebrar la “hora del planeta”. De hecho, al plantearse la participación global en el acontecimiento, surgen repertorios típicamente globales de acción, extraídos de otros acontecimientos globales mediáticos, que se incorporan a la “hora del planeta”. Del mismo modo, se muestran iconos locales globalizados (iconos “glocales”). Y se muestran también divergencias locales en cuanto a la interpretación del acontecimiento, su oportunidad y su sentido, junto con la aparición de un orgullo local-nacional, motivado por haber ideado un acontecimiento global o por participar en él de manera decidida, junto con el reverso de una sensación de malestar y vergüenza por la no participación.

La “hora del planeta” es un acontecimiento mediático global que abre una ventana de posibilidad para la discusión sobre varias narrativas: medio ambiente, capitalismo y globalización. Durante unas horas se representan repertorios de acción concretos vinculados con el medio ambiente, el capitalismo y la globalización. La riqueza de la textura cultural contemporánea aparece tanto en las escenificaciones (y en las anti-escenificaciones) como en las narrativas (y las contra-narrativas) y las emociones colectivas puestas en juego. Lo colectivo construido de manera colectiva pasa así a un primer plano. Más allá de la individualización, más allá de la fragmentación, y muy lejos de la desaparición de las creencias colectivas, lo que encontramos aquí es a un billón de individuos repartidos por todo el planeta representando varios repertorios básicos de escenificación (apagones y observación del apagón, observación de las estrellas, celebraciones públicas y privadas) orientadas a/vinculadas con/explicadas por/justificadas por tres narrativas (medio ambiente, capitalismo, globalización) en unas horas de enorme intensidad emocional.

Hemos visto que la “hora del planeta” se ha convertido en un acontecimiento que se ha sumado al calendario ritual global. Hay un acuerdo esencial a la hora de escenificar la “hora del planeta”: el apagón voluntario y la observación de la sucesión global de los apagones de los iconos “glocales”, siguiendo el recorrido de las zonas horarias, se han convertido en la principal imagen de la “hora del planeta”, y quizá también en la imagen de la lucha contra el cambio climático. Junto a esta observación de la sucesión de apagones, juega, cada vez más, un importante papel la participación activa de los ciudadanos en la narración de la “hora del planeta” como una experiencia compartida, a través de los comentarios en páginas web o de las fotografías que se suben a las mismas. Otro tipo de escenificaciones que también forma parte esencial de la “hora del planeta”, son las celebraciones públicas y privadas a la luz de las velas. Los medios no convencionales, como Flickr, muestran la participación privada en el acontecimiento, mediante cenas y reuniones iluminadas por velas, de numerosos individuos en diferentes partes del globo.

La propia espectacularidad de la sucesión global de los apagones, junto con el atractivo de las celebraciones públicas o privadas con velas parece robar buena parte del protagonismo que debería tener –al menos en lo que concierne a los objetivos de los organizadores– el cambio climático. La propia lógica de los acontecimientos globales mediáticos parece, igualmente, ocupar un espacio importante en la “hora del planeta”. De este modo, se utilizan escenificaciones de otros acontecimientos globales mediáticos, y se ensayan similares formas de retransmisión, comportamiento y lectura del acontecimiento.

Imagen 19. El Parque del Retiro, Madrid, 2010

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Imagen 20. El Retiro y la Puerta de Alcalá, Madrid, 2010

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Fuente: fotografías AJR.

Tanto en las definiciones como en las escenificaciones está presente la narrativa medioambiental, en su más reciente versión, plasmada en la película Una verdad incómoda, en el Informe Stern y el Intergovernmental Panel of Climate Change (2007). De hecho, buena parte de las noticias de los medios convencionales, y buena parte también de los comentarios y opiniones de los individuos, muestran variaciones de dicha narrativa. El riesgo medioambiental, entendido como cambio climático, es la fuente de inspiración de la “hora del planeta”. Dicho riesgo aparece como consecuencia de la modernidad, del progreso y de la forma contemporánea de generar/consumir energía. Así, se entiende que la agencia humana llevará a la catástrofe, salvo que se tomen medidas que lo impidan. Una de estas medidas es la “hora del planeta”. De ahí, las velas, la recuperación de lo comunitario y la contemplación de las estrellas. Y de ahí también las voces críticas que se oponen a la “hora del planeta”, porque, según afirman, no sirve para nada (es solamente una acción simbólica), causa todavía más contaminación y, por tanto, es perniciosa en sí misma, o bien es insensata, dado que las acciones humanas no son responsables del cambio climático. Ésta es, sin duda, la principal discusión. Las asociaciones entre cambio climático y la “hora del planeta” son evidentes, aunque el espacio mediático de atención principal lo ocupan las imágenes de la propia celebración. La llamada a hacer algo (aunque sea insuficiente, aunque no sea más que el principio) apelan a la posibilidad de reconducir el desarrollo, sin llegar a cuestionarlo del todo. En todo caso, la narrativa medioambiental, tal y como aparece en los medios de comunicación, se mezcla con la narrativa del capitalismo, en tanto en cuanto en su última formulación lo cuestiona profundamente: nuestro estilo de vida, nuestra forma de producir y consumir genera la catástrofe medioambiental. Por otro lado, como la crisis económica actual muestra, son precisos esfuerzos colectivos, acciones colectivas para cambiar las cosas. Parece que la crisis deja aparecer la posibilidad de la política, así como vuelve a llamar la atención sobre la necesidad de la acción colectiva y la posibilidad de proyectar cambios políticos y sociales. Y parece, de igual modo, que con la participación ciudadana, descentralizada y decidida, algunos políticos se encuentra a gusto en su papel de líderes que ponen freno (o pretenden poner freno) incluso a las corporaciones globales. Con todo, las propias corporaciones globales (entre las que cabe destacar a PriceCooperWaterhouse, Google, Coca-Cola y McDonald’s, Hilton, Canon, Ikea)[175] o nacionales se suman también decididamente a la “hora del planeta”, orientando su presión hacia los gobiernos y hacia los ciudadanos, estableciendo escenificaciones desacopladas con respecto a sus códigos operacionales habituales tal y como defiende los activistas verdes (Laufer, 2003, p. 255), aunque sería conveniente que se crearan instrumentos para llevar a cabo controles rigurosos y auditorías de estos desacoples entre las escenificaciones espectaculares y las prácticas habituales (Laufer, 2003, pp. 257-258).

Alberto J. Ribes Leiva

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Weber, M. (2001), Historia económica general, FCE, Madrid.


[1] Sobre acontecimientos mediáticos globales puede verse el reciente libro editado por Couldry, Hepp y Krotz (2010).

[2] Utilizo la propia terminología presente en los documentos analizados. Esta división entre acción-real/directa y acción-simbólica/medio-para tiene problemas evidentes en el ámbito de las ciencias sociales. No obstante, esta categorización etnosociólogica, ajena a polémicas teóricas, resulta ser esencial para los individuos que hablan o escriben sobre la “hora del planeta”, por lo que la mantendré a lo largo de estas páginas.

[3] Este estudio está basado en un análisis de 270 noticias publicadas en inglés, español, francés, italiano y portugués en 87 periódicos y canales de noticias en red de todo el mundo entre enero de 2005 y abril de 2010. La selección de periódicos y noticias se ha hecho siguiendo varios criterios. En primer lugar, se presta una especial atención a los periódicos australianos (y muy especialmente a The Sydney Morning Herald, promotor de la “hora del planeta”). En segundo lugar, se presta atención a periódicos canadienses, donde la “hora del planeta” ha tenido y tiene una gran repercusión e importancia. En tercer lugar, la intención de el estudio es que todos los continentes queden representados, y por eso se incluyen periódicos no sólo de EEUU, Canadá, Australia y diversos países de Europa, sino también de América Latina, Asia y África. Por otra parte, es la propia atención de los medios de comunicación y el impacto de la hora del planeta en cada una de estas regiones la que determina la desigual cantidad de artículos publicados. En ese sentido, los periódicos que más cobertura han prestado a la “hora del planeta” han sido incluidos. Se buscaba la obtención de muestras significativas, atendiendo a los criterios previamente señalados. Las noticias de prensa, los editoriales y los artículos de opinión analizados son empleados, por un lado, como fuente de datos –en cuanto que recogen entrevistas, declaraciones, descripciones de escenificaciones–, y, por otro lado, son analizadas en sí mismas, en tanto que datos en sí. Los periódicos consultados y analizados fueron los siguientes. Australia-Nueva Zelanda: The Sydney Morning HeraldThe Age, The Australian, Brisbane Times, The Camberra Times, New Zealand Herald, Waikato Times, National; Canadá: Toronto Star, Vancouver Sun, The Montreal Gazette, The Ottawa Citizen, Calgary Herald; EEUU: The New York Times, The Washington Post, Los Angeles Times, USA Today, San Diego Union Tribune, Dakota Voice, The Boston Globe, Fox News, CBC News; Europa: Le MondeLe Figaro, Le SoirLe Parisien, Liberation, El País (España), El Mundo, ABC, Público, El Periódico de Catalunya, Europapress.es, La Stampa, La Reppublica, Il Corriere della Sera, Diário de Notícias, Expresso, Jornal de Notícias, Russia Today, BBC News, The Times, The Independent, The News Tribune, The International Herald Tribune, The GuardianThe Copenhagen Post, Times of Malta; Oriente Próximo: Tehran Times (Irán), The Palestine Telegraph, The Daily Star (Líbano), Gulf Daily News-The Voice of Bahrein, Gulfnews; Asia-Pacífico: Japan Times, The Jakarta Post, Malaysia Star, Solomon Star, Radio The Voice of Vietnam, Taipei Times, Manila Bulletin (Filipinas), The Standard (Hong Kong), Chinaview, Inquirer (Filipinas), Al Jazeera.net; África: The Star (Sudáfrica),The Mail and Guardian (Sudáfrica), The Standard (Kenia), The Namibian, Le Matin (Marruecos), Jornal de Angola, Zimbabwe Star, AllAfrica.com; India: Hindustan Times, The Hindu; Ámérica Latina: La Nación, Clarín, Los Andes (Argentina), La Gaceta de Tucumán, Los Andes (Perú), Vanguardia (México), El Universal (México), El País (Uruguay), El Diario (Ecuador),El Heraldo (Honduras), El Deber (Bolivia), O Globo, Jornal do Brasil, Correio do Povo. Por razones evidentes no se citan ni los títulos de los artículos ni los autores de los mismos, solamente el periódico y la fecha de publicación, salvo en contadas excepciones. Todas las noticias han sido consultadas a través de Internet, entre enero de 2009 y abril de 2010. También han sido analizadas la página oficial de WWF sobre la “hora del planeta” (EarthHour.org), así como las páginas de la “hora del planeta” en MyspaceYoutube y Facebook. Y, por último, realicé trabajo de campo durante la “hora del planeta” de 2010 en Madrid.

[4] Especialmente importante para la reconstrucción histórica de la “hora del planeta” es el artículo de Sedger (2010), director de comunicaciones del equipo global de la “hora del planeta”.

[5] Véase “Earth Hour Historical Timeline”, en www.earthhour.org, consultado 4/V/2010.

[6] Sobre el origen de la “hora del planeta” puede verse un artículo construido desde una conversación con uno de los fundadores, Andy Ridley. Véase The Sydney Morning Herald, “The Big Flick – Earth Tour”, 27/III/2010. Sobre el desarrollo de este AGM en Rusia en la edición de 2009 puede consultarse Kazakova (2009).

[7] Por ejemplo, The International Herald Tribune (31/III/2007), BBC News (31/III/2007) y Fox News (31/III/2007).

[8] De hecho, mientras que en números absolutos Australia no ocupa las primeras posiciones entre los países que generan gases de efecto invernadero (de hecho, ocupaba la posición decimosexta en el año 2000, tras EEUU, China, y la UE-25; en el año 2005 China ya ocupaba la primera posición en este ranking), le correspondía, en el año 2000, la cuarta posición en el ranking de emisiones por cabeza, tras Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Véase Baumert, Herzog y Pershing (2005).

[9] Taipei Times (1/IV/2007).

[10] Véase http://knowledge.allianz.com/en/globalissues/climate_change/top_climate_stories/earth_hour_wwf_interview.html (entrevista publicada el 19/III/2009, consulta 6/VII/2009).

[11] El acontecimiento desde sus orígenes en 2007 fue definido como medio-simbólico, medio-práctico (The Sydney Morning Herald, 10/X/2007), y numerosas páginas se han escrito tratando de justificar, subrayar o menospreciar su vertiente práctica o su valor simbólico.

[12] The Sydney Morning Herald (23/II2/2007 y 31/III/2007).

[13] La frustración que da origen a la “hora del planeta” se convierte en asombro y luego orgullo (Scheff, 1990) y energía emocional positiva (Collins, 2009) en las ediciones de 2008 y 2009. La edición de 2010 vuelve a estar motivada por la frustración generalizada que dejó tras de sí la cumbre de Copenhague. Black (2009, p. 197) señala que la motivación principal de la “hora del planeta” son las emociones que los individuos sienten hacia el planeta, sentimientos que instintivamente nos dicen que el cambio es necesario.

[14] Los propios organizadores pretendían lograr una reducción de un 5% de uso de energía eléctrica en 12 meses (The Sydney Morning Herald, 15/XII/2006, 29/III/2007, 30/III/2007; The Age, 29/III/2007). Para los datos de la “hora del planeta” de 2007 puede verse The Sydney Morning Herald (10/X/2007). Para 2008, 2009 y 2010, The Sydney Morning Herald (21/III/2009; 20/III/2009; 29/III/2009) y de la página web oficial de la “hora del planeta” (www.earthhour.org). Interesantes también son los datos ofrecidos en The Sydney Morning Herald (3/IV/2007), donde se señala que el 52% de los ciudadanos de Sydney se sumaron a la iniciativa, mientras que el 28% quería hacerlo aunque lo olvidó, y el 77% pensaba sumarse a la iniciativa si el año siguiente volvía a ponerse en marcha. Según esta misma fuente se ahorraron 48,760 KwH. El número de empresas proviene de Público (28/III/2008).

[15] Para la implicación inicial de Moore véase The Sydney Morning Herald (16/XII/2006). Clover Moore asistió a varias reuniones internacionales con la idea de extender globalmente la “hora del planeta”, una vez que el éxito de la primera convocatoria de Sydney fue evidente y fue recogido por medios de comunicación de todo el mundo. Así, en mayo de 2007, en Nueva York, se hizo una presentación –gracias a la invitación de los alcaldes de Nueva York y Londres– ante los representantes de las 40 ciudades más pobladas del mundo, entre las que figuraban París, Tokio, Roma y Nueva Delhi (The Sydney Morning Herald, 21/VI/2007, 18/V/2007, 03/IV/2007). Por otra parte, la campaña de 2007 de la “hora del planeta” –diseñada por WWF-Australia y la empresa de publicidad Leo Burnett– obtuvo el León de Titanio en el Festival Internacional de Publicidad de Cannes (The Sydney Morning Herald, 25/VI/2007). Para la implantación de la “hora del planeta” en Sudáfrica, donde solamente un 10% de los ciudadanos tiene acceso a Internet, puede verse el artículo de Faranaaz Parker en The Mail and Guardian (14/IX/2009).

[16] Véanse, por citar dos ejemplos, Inquirer.net, Filipinas (30/III/2009) y Calgary Herald (28/III/2009).

[17] Para los datos de 2010, véase www.earthhour.org (consulta 4/V/2010). Dado que todos los datos de participación provienen de la organización –y son los únicos disponibles– deben ser tomados con cierta cautela. No obstante, la repetición de los mismos –sin mucha cautela, me temo– en los medios de comunicación convierte a estos datos en protagonistas de la “hora del planeta”. Más fiables son los datos del descenso del consumo eléctrico que están disponibles en algunos casos, dado que son proporcionados por las propias compañías eléctricas. Más allá de cifras concretas, lo que parece indudable es que la “hora del planeta” ha ido incrementando la atención global y que desde la primera (2007) hasta la cuarta (2010) numerosos países, ciudades e individuos se han ido sumando a este acontecimiento mediático global. Aunque en determinados lugares, como Canadá y Australia o Nueva Zelanda (National, 28/III/2010), se advierte, como veremos, un cierto descenso en la participación y en la reducción de consumo eléctrico en la cuarta “hora del planeta” (2010). Este descenso contrasta no obstante, con el espectacular incremento de la atención a la “hora del planeta” que se ha dado en las redes sociales y los medios sociales. Por citar un ejemplo, en la página de Facebook de la “hora del planeta” se pasa de 3.737 comentarios a lo largo de 2009 (enero-diciembre) a 7.105 solamente entre los meses de enero y marzo de 2010. Véase www.facebook.com/earthhour Consultado el 21 de mayo de 2010.

[18] The Montreal Gazette (27/III/2010) y The New York Times (27/III/2010). The Independent (26/III/2010) denomina a la “hora del planeta” un “experimento anual”.

[19] The Sydney Morning Herald (27/III/2010).

[20] http://www.candle-night.org/en/about/voluntary-blackout-in-canada.html.

[21] Edahiro y Oda (2007, p. 10). También http://www.candle-night.org.

[22] Fox News (31/III/2007) y Le Figaro (22/X/2007).

[23] Le Monde, (31/I/2007), Le Monde (2/II/2007), Le Figaro (22/X/2007) y Le Monde (23/X/2007).

[24] The Standard, Hong Kong (12/III/2007).

[25] The Guardian (10/VI/2007).

[26] The Hindu (8/VIII/2008).

[27] Ambas iniciativas vienen recogidas en www.facebook.com/earthhour?ref=mf. Consulta 21/V/2010.

[28] La Stampa (15/XII/2009), Diário de Notícias (15/XII/2009), O Globo (16/XII/2009), Jornal de Notícias (15/XII/2009).

[29] Un ejemplo temprano puede verse en The Sydney Morning Herald (16/XII/2006). Claudio (2009) da por buena la vinculación entre la reducción de la contaminación lumínica y la “hora del planeta”. En estas páginas veremos que ésta es solamente parte de la respuesta.

[30] New Zealand Herald (26/III/2009).

[31] The Sydney Morning Herald (27/III/2009).

[32] The Jakarta Post (28/III/2009).

[33] Hindustan Times (28/III/2009).

[34] Así lo hacía Boris Uhlig, directivo de Recycling for Charity (Gulf Daily News – The Voice of Bahrein, 27/III/2009).

[35] http://www.facebook.com/earthhour. Subido 10/V/2009 (consulta 6/VII/2009).

[36] The Star, Sudáfrica (25/III/2009).

[37] The Sydney Morning Herald (28/III/2010).

[38] Gulfnews.com (7/IV/2010).

[39] Así lo explicaba un ciudadano de la India, Rajiv Dutt, “Lo menos que puedo hacer, por tanto, es apoyar la iniciativa de la ‘hora del planeta’ y a pesar de que sea solamente por una hora, apagar las luces” (Hindustan Times, 28/III/2009).

[40] Toronto Star (29/III/2009).

[41] Diário de Notícias (30/III/2008). No obstante, durante la “hora del planeta” de 2008 ninguna ciudad portuguesa se adhirió, aunque sí lo hicieron ocho empresas de dicho país (Expresso, 30/III/2008). En 2010 se logró la máxima participación de Portugal, con 25 ciudades apuntadas, más del doble que en la “hora del planeta” de 2009 (Expresso, 27/III/2010).

[42] Por ejemplo, The Boston Globe (27/III/2010).

[43] Tal y como señaló Andy Ridley, director de la “hora del planeta” de 2009 (The Sydney Morning Herald, 24/III/2009). Véanse también los anuncios de la campaña de WWF http://www.youtube.com/watchv=zd1BsNvEXqo&feature=channel y http://www.youtube.com/watch?v=BHeb-GYjny0&feature=channel.

[44] Por citar algunos ejemplos: The Age (26/III/2009), Toronto Star (28/III/2009), The Sydney Morning Herald (21/III/2009, 26/III/2009), Gulf Daily News – The voice of Bahrein (27/III/2009), The Star – South Africa (25/III/2009), The Standard (Kenia) (29/III/2009).

[45] Toronto Star (28/III/2009), The Sydney Morning Herald, 24/III/2009).

[46] Por ejemplo, ABC (28/III/2010). The Independent, no obstante, y como excepción, seguía manteniendo la retórica del voto contra el cambio climático (The Independent, 26/III/2010).

[47] Se trata de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP15). Véase Público (28/III/2009). Se esperaba que en dicha conferencia, que tuvo lugar en Copenhague (Dinamarca), se instaurara un nuevo acuerdo que sustituyera al Protocolo de Kioto, que expira en 2012 (New Zealand Herald, 29/III/2009). Como se podía leer en The Jakarta Post (28/III/2009), se entendía que “nuestra acción de esta noche enviará un mensaje a los líderes globales para que actúen juntos”. Sobre la cumbre de Copenhague y su vinculación con la “hora del planeta” de 2009 puede verse también The Age (26/III/2009), ABC (28/III/2009), Liberation (28/III/2009) y Toronto Star (28/III/2009 y 29/III/2009). Sobre la presión a los gobiernos de manera amplia véase también The Guardian (28/III/2009), The Sydney Morning Herald (28/III/2009) y La Reppublica (27/III/2009).

[48] Ban Ki-Moon señaló que la “hora del planeta” de 2010 había sido una advertencia y un faro de esperanza (The Independent, 28/III/2010).

[49] Véase The New Zealand Herald (26/III/2009). El mensaje puede verse completo en http://www.youtube.com/watchv=9bm7yR0HcVY.

[50] Time (27/III/2009), también El Universal (26/III/2010).

[51] Así lo ve, por ejemplo, Tara Wood de WWF-Canadá. Véase Toronto Star (28/III/2007) y también el artículo de D. Nussbaum de WWF-UK en The Guardian (26/III/2010).

[52] En este mismo sentido se enmarca la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra, que tuvo lugar los días 20, 21 y 22 de abril de 2010 en Bolivia. El primer párrafo del documento “Acuerdo de los pueblos” es suficientemente explícito: “Hoy, nuestra Madre Tierra está herida y el futuro de la humanidad está en peligro. De incrementarse el calentamiento global en más de 2º C, a lo que nos conduciría el llamado ‘Entendimiento de Copenhague’ existe el 50% de probabilidades de que los daños provocados a nuestra Madre Tierra sean totalmente irreversibles. Entre un 20% y un 30% de las especies estaría en peligro de desaparecer. Grandes extensiones de bosques serían afectadas, las sequías e inundaciones afectarían diferentes regiones del planeta, se extenderían los desiertos y se agravaría el derretimiento de los polos y los glaciares en los Andes y los Himalayas. Muchos Estados insulares desaparecerían y el África sufriría un incremento de la temperatura de más de 3º C. Así mismo, se reduciría la producción de alimentos en el mundo con efectos catastróficos para la supervivencia de los habitantes de vastas regiones del planeta, y se incrementaría de forma dramática el número de hambrientos en el mundo, que ya sobrepasa la cifra de 1.020 millones de personas” (“Acuerdo de los pueblos”, 22/IV/2010, Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra, http://cmpcc.org/2010/04/24/acuerdo-de-los-pueblos/#more-1757, consulta 20/V/2010).

[53] New Zealand Herald (29/III/2009).

[54] The Sydney Morning Herald (23/III/2009).

[55] The Sydney Morning Herald (28/III/2010).

[56] En concreto, la III Brigada de la Fuerza Aérea Boliviana, en Santa Cruz. Véase El deber (27/III/2010).

[57] Andy Ridley señalaba que la principal razón que motiva la convocatoria de la “hora del planeta” es hacer pensar a la gente sobre la manera de reducir su consumo eléctrico (The Australian, 28/III/2009). En términos similares planteaba su noticia también y por ejemplo el diario Los Andes de Perú (28/III/2009). The Sydney Morning Herald señalaba en 2010 que el objetivo principal es reducir la emisión de gases de efecto invernadero junto con incrementar la conciencia medioambiental (The Sydney Morning Herald, 27/III/2010).

[58] Así sintetizaba en el titular de la noticia el Jornal de Notícias (30/III/2008) portugués este acontecimiento.

[59] Russia Today (27/III/2010).

[60] The Sydney Morning Herald (27/III/2010).

[61] The Sydney Morning Herald (28/III/2010).

[62] The Sydney Morning Herald (27/III/2007). Así lo entiende también Le Matin (26/III/2010).

[63] La Nación (29/III/2008), El Periódico de Catalunya (29/III/2008), La Gaceta de Tucumán (29/III/2008), Los Andes (30/III/2008). Esta misma idea permanece también en los países hispanohablantes en la tercera “hora del planeta” (Público, 28/III/2009).

[64] Time (27/III/2009).

[65] The Sydney Morning Herald (28/III/2010).

[66] Así lo expresa claramente un directivo británico de Coca-Cola (The Guardian, 28/III/2009). En Australia de las 100 principales empresas, 99 participaron en la “hora del planeta” (The Sydney Morning Herald, 26/III/2009). Para un recuento de algunos participantes inesperados en la “hora del planeta” de 2009 véanse The New York Times (27/III/2009), Malaysia Star (27/III/2009), Gulf Daily News – The Voice of Bahrein (27/III/2009), The Star – South Africa (26/III/2009).

[67] Una breve introducción a la historia del greenwashing puede verse en Karliner (2001).

[68] Greenwash es una estrategia puesta en práctica por empresas que destruyen el medio ambiente para presentar una imagen compatible con la defensa y la preservación del medio ambiente. Bluewash es la estrategia que siguen determinadas empresas que buscan amparo bajo diversas iniciativas de las Naciones Unidas con el fin de asociarse con iniciativas relacionadas con la defensa de los derechos humanos, los derechos laborales y la protección del medio ambiente. Deep greenwash hace referencia a la estrategia de determinadas corporaciones de establecer códigos de autorregulación, con el fin de evitar la regulación por parte de los estados y los organismos internacionales en asuntos medioambientales. Para estos conceptos véase CorpWatch (2001).

[69] The Sydney Morning Herald (15/XII/2006 y 16/XII/2006).

[70] Toronto Star (28/III/2009), The Sydney Morning Herald (24/III/2009). Para 2010 véase el festival accionado a pedal de Ballarat (Australia), http://uob-community.ballarat.edu.au/live/bamf/, recuperado 4/V/2010.

[71] Toronto Star (29/III/2009).

[72] Tal y como se relata en el blog de la “hora del planeta” de Australia. Según esta misma fuente más de 165.000 personas han instalado ya dicho sistema, lo que ha supuesto una reducción de 3 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, así como un ahorro de 75 millones de dólares. Véase http://weblog.earthhour.org.au/, consulta 4/V/2010.

[73] http://weblog.earthhour.org.au/2010/03/25/two-queensland-unis-are-committed-to-earth-hour/#more-569, consulta 4/V/2010.

[74] The Sydney Morning Herald (28/III/2010).

[75] http://weblog.earthhour.org.au/2010/03/21/walking-for-climate-change-action-portland-victoria/, consulta 4/V/2010.

[76] O Globoblogs (24/III/2009). http://extra.globo.com/blogs/futebol/posts/2009/03/24/momento-civico-171444.asp, consulta 6/V/2010.

[77] Waikato Times (Nueva Zelanda, 27/III/2010).

[78] http://www.earthhour.org/kids/lightswitch/Lightswitch.aspx, consulta 21/V/2010.

[79] Aun así, en Porto Alegre se reforzó la seguridad, durante la hora del planeta de 2010, en los lugares que participaron en el apagón. Correio do Povo (27/III/2010).

[80]Según señala Claudio (2009), en un experimento piloto llevado a cabo en algunas ciudades del condado de Exeter (Reino Unido), se apagaron la mayor parte del alumbrado de las calles a partir de las 5 de la mañana, con la intención de reducir las emisiones de CO2. En Maldon, durante los 18 meses que duró el experimento la tasa de crimen descendió un 14% en las horas del apagón.

[81] The Sydney Morning Herald (15/XII/2006).

[82] The Australian (27/III/2009), The Guardian (28/III/2009), The Sydney Morning Herald (30/III/2009).

[83] El luminoso de Coca-Cola no se apagaba desde que se inauguró en 1974. The Sydney Morning Herald (30/III/2007, 31/III/2007).

[84] The Sydney Morning Herald (28/III/2009).

[85] Time (28/III/2009).

[86] La Repubblica (29/III/2008).

[87] Por ejemplo, The Sydney Morning Herald (23/III/2009, 27/III/2009, 28/III/2009, 29/III/2009), The Guardian (28/III/2009), The New York Times (27/III/2009), The Australian (28/III/2009), Los Angeles Times (28/III/2009).

[88] La Fontana de Trevi sustituye en 2010 al Coliseo, central en 2009, como máximo icono italiano (Il Corriere della Sera, 26/III/2010).

[89] The Montreal Gazette (27/III/2010).

[90] La Stampa (3/III/2010).

[91] The New York Times (27/III/2010), USA Today (31/III/2010).

[92] The Boston Globe (27/III/2010).

[93] Toronto Star (28/III/2010) y The Sydney Morning Herald (27/III/2010).

[94] Por ejemplo, “En España se apagarán monumentos y edificios emblemáticos en muchas ciudades, como la Cibeles en Madrid, el Museo Guggenheim en Bilbao, la Alhambra de Granada, la Torre del Oro de Sevilla, o la plaza del Pilar de Zaragoza” (ABC, 26/III/2009). Para 2010 véase Público (27/III/2010). Véanse, y sirvan como ejemplo, el recuento de Johannesburgo (AllAfrica.com, 27/III/2009) y de los lugares emblemáticos del interior de Australia (The Sydney Morning Herald, 24/III/2009).

[95] Radio The Voice of Vietnam (28/III/2010). Para Italia 2009 puede verse La Stampa (20/III/2009). Para Nueva Zelanda 2010 National (28/III/2010).

[96] Para un recuento global con especial atención a América Latina puede verse Los Andes (28/III/2010).

[97] No entiendo, no obstante, la espectacularidad del acontecimiento, que parece consustancial a los acontecimientos globales mediáticos, de la manera en que lo hacen sus principales analistas, como Debord (2005) y Baudrillard (1997), es decir como síntomas de la desaparición de lo real y de la imposibilidad de la acción colectiva, sino que lo entiendo más bien como un lenguaje, como el lenguaje propio de los acontecimientos globales mediáticos.

[98] Algunos otros datos de interés son los siguientes. En Ontario se pasó de una reducción de un 5% en 2008, un 6% en 2009 (Vancouver Sun, 28/III/2009) y un 4% en 2010 (CBS News, 30/III/2010). En Columbia Británica hubo un descenso de un 1,04% en 2010, tras un 1,1% en 2009 y un 2% en 2008 (Vancouver Sun, 29/III/2010). En Edmonton se pasó de un 5% en 2009 a un 3% en 2010 (CBC News, 29/III/2010). En Calgary, sin embargo, hubo un incremento de energía de un 2,1% en 2009 (Calgary Herald, 27/III/2010). En New Brunswick se redujeron 20 megavatios en 2009 y 18 en 2010 (CBS News, 30/III/2010). Nueva Zelanda en 2009 redujo un 3,5% su consumo (The New Zealand Herald, 29/III/2009). En Yakarta, 2010, se redujo el consumo eléctrico 80 megavatios (30 más que en 2009) (The Yakarta Post, 28/III/2010). En España, en 2009, la reducción del consumo eléctrico se limitó a entre un 1% y un 2% (Público, 28/III/2009; La Gaceta de los Negocios, 29/III/2009; El País, 29/III/2009) y en 2010 es calificada como “inapreciable” (Europapress.es, 29/III/2010). En Vietnam se pasó de una reducción de 140.000 kilovatios a 500.000 en 2010 (Radio The Voice of Vietnam, 28/III/2010). En Dubai se redujeron en la “hora del planeta” de 2010, 170 megavatios, lo que equivale a una reducción de 102.000 kilos de emisiones de dióxido de carbono (Gulfnews.com, 7/04/2010). En Australia un 58% de sus habitantes declaró haber participado en la “hora del planeta” de 2008, un 47% en 2009 y un 41% en 2010 (The Sydney Morning Herald, 29/III/2010). En la “hora del planeta” de 2009, según una encuesta de WWF-EEUU, unos 80 millones de norteamericanos dijeron haber participado en el acontecimiento (The Palestine Telegraph, 28/III/2010). En Sudáfrica se estima que participaron un millón de ciudadanos en 2009, gracias, en buena medida, a la inteligente campaña de WWF-Sudáfrica (The Mail and Guardian, 14/IX/2009). En 2010 se esperaba que más de 45 iconos y monumentos, 2.200 empresas y 30 Estados participaran en la “hora del planeta” en EEUU (USA Today, 26/III/2010).

[99] Inquirer.net, Filipinas, (30/III/2009).

[100] Manila Bulletin (28/III/2010).

[101] The Sydney Morning Herald (30/III/2007).

[102] Véanse The Sydney Morning Herald (27/III/2009, 29/III/2009).

[103] The Palestine Telegraph (28/III/2010).

[104] Jornal do Brasil (22/III/2010).

[105] http://www.flickr.com/photos/earthhour_global/page 4, consulta 26/VI/2009.

[106] Para un ejemplo en Japón véase Japan Times (20/III/2009).

[107] Toronto Star (28/III/2009).

[108] http://weblog.earthhour.org.au/2010/02/23/speed-dating-during-earth-hour-5-capital-cities/, recuperado 4/V/2010.

[109] Vancouver Sun (30/III/2010).

[110] http://weblog.earthhour.org.au/2010/03/22/candle-making-workshops-newtown-sydney/, consulta 4/V/2010.

[111] La línea durkheimiana de Dayan y Katz (1994), que entienden que los acontecimientos mediáticos generan solidaridad colectiva en torno al centro de lo social, tiene en Shils y Young (1975) un claro precedente.

[112] Una narración en la que se compara el agujero de ozono con la emisión de gases de efecto invernadero y sus efectos en el cambio climático puede verse en The Sydney Morning Herald (27/III/2009). Sobre el advenimiento de una nueva Edad de Hielo puede verse The New York Times (25/III/2009).

[113] The Sydney Morning Herald (21/III/2009).

[114] Al Jazeera.net (29/III/2009).

[115] The Sydney Morning Herald (21/III/2009, 29/III/2009).

[116] The Sydney Morning Herald (29/III/2010).

[117] The Sydney Morning Herald (16/12/2006). Véase también Los Andes – Perú (28/III/2009).

[118] The Sydney Morning Herald, (30/III/2007 y 24/III/2009).

[119] An Inconvenient Truth (Davis Guggenheim, Paramount, 2006) se estrenó en Los Ángeles y Nueva York el 23 de mayo de 2006. Sólo en EEUU, la película recaudó 20,5 millones de dólares desde junio hasta septiembre de 2006. En 2007 ganó el Óscar de la Academia al mejor documental. Al Gore en 2007 ganó Premio Nobel por su contribución al despertar de la conciencia medioambiental (Jacobsen, 2009).

[120] The Sydney Morning Herald (23/III/2009).

[121] The Sydney Morning Herald (16/12/2006).

[122]The Sydney Morning Herald (24/III/2009).

[123] www.earthhour.org, consulta 6/V/2010.

[124] The Sydney Morning Herald (25/VI/2007).

[125] Así se plantea en The Sydney Morning Herald (29/III/2009).

[126] Time (28/III/2009) y The Montreal Gazette (27/III/2010).

[127] El Mundo (28/III/2010), The Sydney Morning Herald (25/III/2010), Correio do Povo (27/III/2010).

[128] The Palestine Telegraph (28/III/2010).

[129] Para su versión máxima puede verse la extensa entrevista-reportaje al físico Freeman Dyson, que publicó The New York Times el 25/III/2009, esto es, unos días antes de la “hora del planeta” a la que, curiosamente, no se hace ninguna referencia. La versión mínima señala que el debate sobre la influencia de la agencia humana en el cambio climático persiste entre los científicos (San Diego Union Tribune, 28/III/2009).

[130] The Australian (27/III/2009). Este argumento es popular en los foros de internet (por ejemplo, el comentario de “Tel” con respecto a la hora del planeta de 2008, en http://images.google.es/imgres?imgurl=http://www.wikinomics.com/blog/uploads/earth-hour-to-financial.jpg&imgrefurl=http://www.wikinomics.com/blog/index.php/2008/04/02/global-citizens-love-the-earth-for-an-hour/&usg=__UQnOpV6BXHQaXQQpcUznSOlkuQY=&h=671&w=502&sz=101&hl=es&start=6&um=1&itbs=1&tbnid=jEqAHsD6-dU0eM:&tbnh=138&tbnw=103&prev=/images%3Fq%3Dearth%2Bhour%26um%3D1%26hl%3Des%26sa%3DN%26rlz%3D1T4ADBF_esES240ES244%26tbs%3Disch:1, recuperado 4/V/2010.

[131] El Mundo (29/III/2009).

[132] Sobre esta cuestión véase Público (26/III/2009).

[133] También “Andy”, en relación con la hora del planeta de 2009, en http://openhippo.com/2009/03/29/earth-hour-2009-photos/, consulta 4/V/2010.

[134] The Australian (31/III/2007).

[135] Zimbabwe Star (30/III/2009).

[136] El Mundo (28/III/2010; comentario 62).

[137] The Australian (27/III/2009). Como escribe Ruiz de Elvira en su blog sobre el clima vinculado a El Mundo: “La respuesta es de todos: no es apagar las luces. Es coger la bicicleta, así llueva o haga sol, es sustituir las farolas, es, en definitiva actuar en vez de jugar” (El Mundo, 27/III/2010, el subrayado es mío).

[138] Esta es la posición que adopta Clive Hamilton, del Instituto de Australia (The Sydney Morning Herald, 28/III/2010).

[139] The New Zealand Herald (29/III/2009).

[140] The New Zealand Herald (29/III/2009).

[141] The Sydney Morning Herald (23/III/2009, 24/III/2009).

[142] Desmond Tutu fue el patrón global de la “hora del planeta” de 2009 (Dispatchonline.co.za , 27/III/2009).

[143] El problema de Lechner y Boli, pese a sus interesantes aportaciones, reside en la univocidad de su análisis. Así, los Juegos Olímpicos, por ejemplo, no solamente son una representación global de la globalización, sino que también se orientan/dirigen a otras narrativas como el capitalismo, las nuevas tecnologías y la comunidad. Otro problema de su enfoque se encuentra en su insistencia en los rituales sin prestar demasiada atención a la dimensión performativa de los mismos, probablemente motivada por una lectura demasiado parcial (y demasiado funcionalistas) del último Durkheim, despreciando así el conflicto y evidenciando problemas para dar cuenta del cambio social.

[144] The Copenhagen Post (26/III/2009).

[145] Aunque por razones de espacio no podamos ocuparnos aquí de ello, es preciso señalar que una narrativa emergente (claramente presente en 2009 y 2010) dentro del juego de vinculaciones acontecimiento-narrativas es la de los nuevos medios de comunicación y las nuevas tecnologías. El artículo de Ridley (2010) es un buen ejemplo. Cheong y Lee (2010) analizan la influencia de Twitter en el éxito de la “hora del planeta” en Australia, llegando a la conclusión de que hay una vinculación clara entre el número de mensajes sobre la “hora del planeta” subidos a Twitter y la reducción del consumo eléctrico.

[146] La segunda “hora del planeta” era vista como un acontecimiento global desde algunos medios. Así, por ejemplo, La Nación (Argentina) (29/III/2008), El Mundo (31/III/2008) y El Diario (Ecuador) (30/III/2008).

[147] Según The Australian (28/III/2009) es la tercera “hora del planeta” la que convierte el acontecimiento en “verdaderamente global”. Para The Sydney Morning Herald (24/III/2009, 26/III/2009, 27/III/2009) en 2009 la “hora del planeta” es un movimiento realmente global.

[148] The Sydney Morning Herald (23/II/2007).

[149] Manila Bulletin (28/III/2010).

[150] The Sydney Morning Herald (18/05/2007 y 26/07/2007).

[151] The Sydney Morning Herald (29/09/2009).

[152] The Montreal Gazette (27/III/2010).

[153] El País (29/III/2008).

[154] The New Zealand Herald (29/III/2009) y Toronto Star (29/III/2009).

[155] Por ejemplo, en relación con China, véase Tehran Times (18/III/2010).

[156] Manila Bulletin (28/III/2010).

[157] Véanse, por ejemplo, las declaraciones de Kevin Rudd, primer ministro de Australia, y del directivo de WWF-Australia Greg Bourne en The Sydney Morning Herald (29/III/2009) y Toronto Star (28/III/2009), respectivamente. Véase también el artículo de Peter Fray, director del The Sydney Morning Herald (24/III/2009). Incluso The Australian (27/III/2009), periódico rival de The Sydney Morning Herald, que rechazó con desdén las dos primeras “horas del planeta”, acaba mostrando en 2009 un cierto orgullo por haber sido los australianos quienes comenzaron la campaña.

[158] The New Zealand Herald (29/III/2009).

[159] Esta lógica del “nosotros también” es visible en Buenos Aires en la segunda “hora del planeta” (Clarín, 29/III/2008). También aparece en el periódico Vanguardia, que incluso relata cómo la propia redacción participó festivamente en el acto (Vanguardia, México, 30/III/2008).

[160] Toronto Star (28/III/2009 y 29/III/2009).

[161] Inquirer.net, Filipinas (30/III/2009).

[162] The Standard – Hong Kong (30/III/2009).

[163] Gulf Daily News – The Voice of Bahrein (27/III/2009),

[164] El Heraldo (Honduras) (21/IV/2010). Es interesante también mencionar la asociación que se presenta en El Heraldo entre la “hora del planeta” y “el día del planeta”. Y, de hecho, aunque por razones de espacio no podamos ocuparnos del tema no parece descabellado especular con la idea de que la “hora del planeta” haya colonizado en buena medida al “día del planeta”.

[165] The Standard (Kenia) (17/III/2009).

[166] The Jakarta Post (28/III/2009).

[167] De hecho, de acuerdo con la misma fuente, en ciudades como Yogyakarta y Bandung no se logró alcanzar los objetivos de reducción de energía previstos.

[168] En The Sydney Morning Herald (28/III/2010) se relatan estas dos experiencias.

[170] The Sydney Morning Herald, 27/III/2010 (“Message from the editor”).

[171] Por ejemplo, la inclusión del Coliseo genera esta satisfacción en la hora del planeta 2008 (La Stampa, 25/III/2008).

[172] El País (Uruguay) (29/III/2008).

[173] The Namibian (2/IV/2009). En 2010 el mismo periódico (The Namibian, 15/IV/2010) se hacía eco de una pequeña celebración en dicho país.

[174] The Sydney Morning Herald (31/III/2009 y 1/IV/2009).

[175] The Independent (27/III/2010) y Jornal de Angola (27/III/2010). También numerosos hoteles se suman, en 2010, a la iniciativa (The Independent, 27/III/2010, “Travellers in the dark this weekend”).