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Introducción
Cuando acaba de concluir la sexta ronda de negociación del Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) entre la UE y EEUU, es un buen momento para recordar que el sector audiovisual no forma parte –al menos por el momento– de los campos en los que se está negociando el acuerdo entre EEUU y la UE. Durante el inicio de las discusiones sobre el mandato que se daría a los negociadores europeos del acuerdo no existía consenso en torno a si la cultura debía estar o no sobre la mesa. Algunos medios de comunicación afirmaron entonces que Alemania y el Reino Unido no querían que ningún tema fuese excluido de la negociación, para evitar que EEUU pudiera tomar la misma postura en ciertos sectores clave (Politi, 2013; Spiegel, 2013).
Después de que en marzo de 2013 el comisario europeo de Comercio Karel de Gucht expresara públicamente su postura a favor de que “todas las áreas relevantes” fueran objeto de debate, se produjo un movimiento para que la cultura no quedase incluida dentro de las negociaciones: un manifiesto con el título “La excepción cultural no es negociable”[1] recibió varios miles de adhesiones de personalidades extraordinariamente relevantes del campo cultural de Europa y del resto del mundo. Tanto la comisaria de Cultura, Andreia Vassiolou, como el Parlamento Europeo –en su pleno del 23 de mayo de 2013– reafirmaron entonces la posición de excluir específicamente al audiovisual de las negociaciones, como remarcó el presidente de la Eurocámara, Martin Schultz, el 13 de junio de 2013: “The European Parliament is clear that cultural and audiovisual services, including those provided online, should be excluded and this should be clearly stated in the negotiating mandate” (EU Parliament, 2013). Al límite de la fijación de la agenda, las posturas se enconaron: José Manuel Durão Barroso calificaba de “reaccionarios” a los partidarios de la excepción cultural (Erlanger, 2013); David Cameron fijaba su postura de que “ningún tema quedara fuera del acuerdo” y 14 ministros de Cultura europeos firmaban una carta abierta,[2] impulsada por la ministra francesa de Cultura Aurélie Filippetti, apoyando la excepción cultural para mantener al audiovisual fuera del TTIP. La firmeza de la posición francesa –que incluso amenazó con vetar el acuerdo– consiguió finalmente mantener a los servicios audiovisuales fuera de las negociaciones tras la reunión de los ministros europeos de Comercio el 14 de junio de 2013.
¿Por qué en los últimos meses se han utilizado en ocasiones indistintamente los términos “cultural” y “audiovisual”? Probablemente en un intento de trasladar la protección al audiovisual en el mandato a otros campos culturales. Sin embargo, el mandato del Consejo Europeo a los negociadores tan sólo excluye al sector audiovisual, al menos hasta donde se ha hecho público. No hay que olvidar que el texto efectivo del mandato de la UE a los negociadores del TTIP no ha sido hasta el momento publicado oficialmente. En la filtración que ha aparecido en Internet se dice expresamente que es el audiovisual el que queda fuera de las negociaciones[3] –en concreto en el apartado 21–. Quizá por ello, un reciente documento de la Comisión Europea recuerda que pese a que el audiovisual haya tenido un tratamiento especial en los acuerdos de comercio suscritos por la UE, “this treatment does not necessarily extend, however, to other sectors that might be considered as relating to culture” (Comisión Europea, 2014).
Pero, ¿por qué la batalla se concentra en el audiovisual y no en otros campos? Una primera –y evidente– razón tiene que ver con la diferencia del volumen de consumo de televisión abierta, canales de pago, vídeo bajo demanda o cine respecto a otras formas de consumo cultural. Pese a la talla internacional del mercado del libro, por ejemplo, las exportaciones editoriales de EEUU apenas alcanzan los 2.000 millones de dólares –con el Reino Unido, Alemania, Australia, Corea del Sur, Filipinas y Singapur como principales mercados–,[4] una cifra cercana a sus importaciones. Frente a ello, sólo la industria británica de edición exportó en 2012 por valor de 1.211 millones de libras,[5] y los datos de Eurostat muestran unas cifras totales de exportación editorial europea en el entorno de los 2.000 millones de euros. Cuando comparamos esas cifras con el audiovisual, comprendemos las dimensiones que tiene la industria cultural de la imagen en movimiento: las exportaciones estadounidenses de audiovisual son casi 20 veces las de su industria editorial; como mostraremos enseguida, las exportaciones mundiales de audiovisual de EEUU producen anualmente un beneficio a su balanza comercial de más de 13.000 millones de dólares. No es por tanto extraño que sea uno de los sectores en los que se centra toda la presión negociadora.
Ángel Badillo
Investigador principal de Lengua y Cultura, Real Instituto Elcano.
[1] Puede consultarse en The Cultural Exception is Non-Negotiable!
[2] Firmaron la carta los ministros de Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, Hungría, Italia, Polonia, Portugal y Rumania; el Reino Unido, Dinamarca, los Países Bajos y Suecia expresaron su preocupación porque la posición europea pudiera bloquear las negociaciones. Una copia de la carta puede consultarse en http://www.coalitionsuisse.ch/doss/conv2005/fta/ttip/lettre_signee_2013-05-13.pdf.
[3] La versión filtrada del mandato dice literalmente, en el apartado 21: “Audiovisual services will not be covered by this chapter”. El documento de mandato a los negociadores –advirtiendo siempre que se trata de la filtración de un supuesto documento oficial– puede consultarse en inglés en http://www.fes.de/forumpug/inhalt/documents/EU-TTIP-Amended.pdf. Una primera filtración, en alemán, fue publicada en http://www.ttip-leak.eu/.
[4] Véase la nota de prensa de la Association of American Publishers. Los datos sobre mercado editorial varían de manera significativa en sus cifras, según se consulten los datos de UNComtrade, los del Departamento de Comercio de EEUU o los de las asociaciones de editores.
[5] Véase el resumen del mercado británico publicado por la Publishers Association en The UK Book Publishing Industry in Statistics 2012.