Resumen
Históricamente, Cuba ha padecido la dependencia económica de otros países, un hecho que continúa después de 60 años de la revolución. La dependencia con la Unión Soviética en 1960-1990 dio lugar al mejor período económico-social en la segunda mitad de los años 80, pero la desaparición del campo socialista fue seguida en los años 90 por la peor crisis desde la Gran Depresión. Este documento de trabajo analiza de manera profunda la dependencia económica cubana de Venezuela en el período 2000-2019: (1) antecedentes de la relación económica entre ambos países; (2) análisis de la severidad de la crisis venezolana; (3) evolución del comercio exterior cubano con Venezuela; (4) medidas de Donald Trump contra Venezuela y Cuba; (5) efectos del shock venezolano en Cuba; (6) ¿viene otro Período Especial en Cuba?; (7) posibilidad de que otros países (Rusia o China) substituyan a Venezuela; y (8) alternativas viables a la situación.
Introducción
La constante fundamental en seis décadas de la economía socialista cubana ha sido su dependencia económica con alguna otra nación. Comenzó con España en la época de la colonia, continuó con EEUU durante la primera república, se expandió de manera significativa con la Unión Soviética y finalmente con Venezuela desde el inicio de este siglo.
En 1960-1990 la URSS otorgó a Cuba 65.100 millones de dólares, tres veces el total de la ayuda que durante la Alianza para el Progreso de John F. Kennedy, EEUU concedió a toda América Latina. De la suma total, 39.400 millones fueron subsidios –no reembolsables– a los precios de exportaciones cubanas (la URSS pagaba entre dos y 11 veces el precio del azúcar por encima del precio mundial y el precio del níquel un 50% más) y a los precios de las importaciones del petróleo soviético (que cubrían el 96% de las necesidades cubanas) que suministraba por debajo del precio mundial.2 Por otra parte, 17.100 millones de dólares fueron préstamos para cubrir los déficit anuales de Cuba en su comercio con la URSS y 8.600 millones fueron préstamos blandos para el desarrollo; estos préstamos eran reembolsables, pero Cuba sólo pagó 500 millones (un 0,7% de lo debido) y la deuda con los soviéticos, heredada por los rusos, fue mayormente condonada en 2017. Esa enorme ayuda resultó en el mejor período económico-social de Cuba bajo la revolución, en la segunda mitad del decenio de los 80; no obstante, no transformó la estructura económica a fin de que fuese capaz de financiar sus importaciones con sus exportaciones. La desaparición del campo socialista provocó en los años 90 una gravísima crisis en Cuba –la peor desde la Gran Depresión, por ejemplo–, con una caída del 35% en el PIB y el deterioro de todos los indicadores económicos y sociales (para un análisis detallado véase Mesa-Lago, 2002).
Desde el año 2000 Venezuela comenzó a ayudar económicamente a Cuba, jugando un papel crucial en la parcial recuperación del país; en la cúspide de dicha relación económica ésta equivalía a alrededor del 20% del PIB cubano. A pesar de un cambio sustancial de la exportación de materias primas hacia servicios, Cuba continuó dependiendo de los subsidios externos para financiar sus importaciones. En 2019 Venezuela sufrió la peor crisis económica, política y social de su historia y en los últimos cinco años perdió el 50% de su PIB, mucho más que la caída del 35% en Cuba en 1990-1994. Como resultado, el intercambio comercial con Cuba disminuyó a la mitad en 2017 y en ocho puntos porcentuales del PIB. Una caída del gobierno de Nicolás Maduro provocaría en Cuba otra grave crisis económico-social, aunque no de la magnitud de la de los años 90. En la actualidad no hay otro país (Rusia o China) capaz de reemplazar a Venezuela, lo cual pondría presión en el presidente Miguel Díaz-Canel para acelerar y profundizar las reformas estructurales iniciadas por Raúl Castro, pero entorpecidas por su lentitud, restricciones y estancamiento.
Este documento estudia la relación económica de Cuba con Venezuela en siete secciones: (1) antecedentes de la relación económica cubano-venezolana; (2) análisis de la severidad de la crisis económico-social venezolana; (3) evolución del comercio exterior de Cuba con Venezuela (incluyendo exportación de servicios profesionales e importación de petróleo y otros bienes) y la inversión directa; (4) medidas de Trump contra Venezuela y Cuba; (5) los efectos del shock venezolano en Cuba; (6) si ocurrirá otro Período Especial en Cuba; (7) posibilidad de que otros países (Rusia o China) sustituyan a Venezuela; y (8) alternativas viables para Cuba. El documento se completó el 12 de mayo de 2019.
Antecedentes de la relación económica entre ambos países
El papel de Venezuela como proveedor clave de petróleo a Cuba comenzó con un acuerdo de cooperación firmado en Caracas el 30 de octubre de 2000 entre los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez, por el que Venezuela se comprometió a exportar 53.000 barriles diarios de petróleo a Cuba a cambio del suministro cubano de profesionales en las áreas de salud, educación y deportes.2 Esto fue un cambio de la práctica anterior de Cuba que enviaba tales profesionales gratis a países necesitados. El primer acuerdo fue revisado en diciembre de 2004 aumentando el suministro a 93.000 barriles diarios desde 2005, así como incrementando los servicios profesionales cubanos, con Venezuela cubriendo el costo de flete y seguro.
El primer grupo de médicos cubanos llegó a Venezuela en 2013 para el programa de Chávez de atención médica a las zonas pobres: “Barrio Adentro”. Miles de maestros fueron enviados también. En 2004, los dos países lanzaron la “Operación Milagro” para proporcionar servicios oftalmológicos a los venezolanos más necesitados y, al año siguiente, dicho programa se extendió a otros países de América Latina, financiado por Caracas y atendido por cubanos. Entre 2000 y 2018, 219.000 profesionales cubanos sirvieron en Venezuela. Por su parte, unos 300.000 venezolanos viajaron a Cuba entre 2000 y 2006 para recibir atención médica financiada por Chávez (Pérez López, 2008; Romero, 2018). El acuerdo inicial se amplió con la creación del ALBA-TCP (inicialmente Alternativa Bolivariana de las Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos) firmado por Cuba, Venezuela y Bolivia (más adelante Nicaragua), así como el TCP, que permitió el comercio sin aranceles entre todos los miembros de ALBA (Romero, 2018). Los acuerdos se han ampliado varias veces, la última para el período 2010-2020 (Mesa-Lago, 2012).
En algunos años al menos, los dos países firmaron una conciliación para evaluar tanto el coste del petróleo crudo y derivados del petróleo suministrados por Venezuela como el coste de los servicios profesionales prestados por Cuba. En 2012, esa conciliación sólo para el período del 1 de octubre al 31 de diciembre de 2011 ascendió a 1.275 millones de dólares, resultando en una deuda a favor de Cuba de 272 millones que se pagó por Venezuela (PDVSA, 2012). Si esa diferencia se proyectase a todo el año, Cuba habría recibido más de 1.000 millones de dólares de Caracas.
Venezuela era uno de los países más ricos de América Latina y tiene las mayores reservas de petróleo del mundo. Entre 2004 y 2012 el país gozó del mayor boom económico de su historia cuando los precios internacionales del petróleo alcanzaron un récord histórico de 142 dólares/barril en 2008.3 Durante esa bonanza, el gobierno gastó más que sus ingresos, aumentó la deuda externa y cometió graves errores en su política económica interna y externa. Como resultado, hubo un deterioro creciente en la economía, que en 2018 se contrajo un 18% (mermándose un 50% en los cinco últimos años, el doble de la caída del PIB en EEUU durante la Gran Depresión y peor que el 35% de descenso en el PIB cubano en 1990-1993) y para 2019 el FMI proyecta una pérdida del 25%. La base monetaria aumentó un 14.400% en 2018, la inflación fue de un 1.370.000% en 2018 (similar a los récords históricos de la República de Weimar en 1923 y Zimbabwe a fines de los años 90) y el FMI proyecta 10 millones % en 2019 (sobrepasando dichos récords). Entre 2015 y 2019 Venezuela retrocedió 18 puestos en su ubicación de las economías latinoamericanas, ordenándose la cuarta inferior, después de Haití, Honduras y Nicaragua (CEPAL, 2018; FMI, 2018; “Venezuela cae 18 puestos…,” 2019).
En el sector externo, la fuga de capitales totalizó 126.498 millones de dólares entre 2009 y 2016, las importaciones menguaron un 85% en el período 2012-2018, el déficit en el balance global fue de 6.808 millones de dólares en 2016, los términos de intercambio se deterioraron un 55% entre 2011 y 2016, la deuda externa creció un 64% en el período 2009-2015 (llegando a 138.000 millones de dólares en 2015) y las reservas internacionales cayeron un 75% entre 2009 y 2018. No hay información sobre la mayoría de los indicadores macroeconómicos para los años 2017 y 2018 (CEPAL, 2018).
La producción petrolera cayó un 41% entre 1998 y 2017, de 3,4 a 2 millones de barriles diarios y continuó su descenso en 2018 (Espinasa y Sucre, 2017),4 agravado por un declive de 40% en el precio mundial del petróleo en el período 2003-2019. El sistema eléctrico se colapsó en 2019, reduciendo el suministro de agua. Además, como las exportaciones de petróleo generan el 95% del ingreso impositivo, éste descendió de 8.000 a 1.000 millones de dólares anuales. Hay una severa escasez de alimentos y medicinas. Más de tres millones de habitantes han abandonado el país, el 10% de la población (Haussman, 2019). El desempleo abierto aumentó del 27,1% en 2017 al 34,3% en 2018 y se proyecta que aumentará hasta el 39% en 2019 (FMI, 2018).
Michelle Bachelet (2019), ex presidenta de Chile y actualmente alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos publicó un informe que describe el colapso de la medicina, la educación y otros servicios en Venezuela: “el sistema de salud sigue deteriorándose y afecta considerablemente las mortalidades materna e infantil, así como la proliferación de enfermedades infecciosas que anteriormente estaban bajo control”. Un millón de niños ha dejado de asistir a la escuela debido a problemas económicos de sus familias y a la falta de maestros, muchos de los cuales han emigrado. “La escasez de agua y de gas natural, así como el colapso del transporte público siguen afligiendo a muchas personas, y junto con la hiperinflación, generan terribles condiciones económicas que han provocado miles de protestas sociales”. Después de este informe, en abril de 2019, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declaró que existía una crisis humanitaria en Venezuela y que 7 millones de habitantes necesitaban ayuda urgente (Oppenheimer, 2019).
Según la última Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (ENCOVI, 2018), la pobreza total creció del 48,4% al 87% entre 2014 y 2018 (y la pobreza extrema del 23,6% al 61,2%), siendo más de la mitad pobreza reciente. La precariedad en la protección social se expandió del 55% al 60% de la población. La frecuencia de agua en la vivienda se deterioró entre 2017 y 2018: la reciben todos los días del 45% al 29%, algunos días a la semana del 38% al 31% y una vez por semana del 14% al 10%. La recepción de electricidad en 2018 fue diariamente del 25%, alguna vez en la semana del 27% y alguna vez al mes del 29%. La asistencia escolar en las edades entre tres y 24 años se contrajo del 78% al 70% entre 2014 y 2018, debido a la ausencia de personal, comida, transporte, electricidad y/o agua. La población atendida en salud en el programa “Barrio Adentro” menguó un 93% en 2015-2017, de 2,6 millones a 200.000.
Estudios recientes de la Oficina Panamericana de la Salud (OPS) y del Centro de Salud Humanitaria de la Universidad John Hopkins comprobaron que el sistema de salud pública venezolano se ha colapsado, creando una catástrofe humanitaria. El gobierno oculta las cifras y despide a los médicos que expresan su preocupación. Nueve de cada 10 venezolanos tienen dificultad para comprar comida, el 80% sufren inseguridad alimenticia, tres de cada cuatro ha perdido peso (un promedio de 19 libras en 2017), el 48% de las mujeres embarazadas padece desnutrición, entre los niños menores de cinco años la desnutrición creció del 10% al 17% entre febrero de 2017 y marzo de 2018, más del 2% de todos los recién nacidos murieron en sus primeras cuatro semanas en 2015, creciendo desde el 0,02% en 2012, y la desnutrición ahora supera el umbral de crisis calculado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La tasa de mortalidad materna aumentó un 65% en 2016 y la de mortalidad infantil un 30%. La diabetes y la hipertensión se duplicaron en el año 2017 y las vacunas han desaparecido. Hay brotes de paludismo (406.000 nuevos casos en 2017), tuberculosis (13.000), sarampión (7.300), difteria (1.716) y VIH (6.500). El 85% de los 79.467 infectados no reciben tratamiento (antes no había casos de algunas de estas enfermedades o en otras eran raras o sus tasas muchísimo menores).
La encuesta nacional de hospitales en 2019 encontró que aproximadamente la mitad de los médicos declaran que no tienen suministros básicos de emergencia, y el 35% de las salas de cirugía carecen de los instrumentos y de los medicamentos necesarios. Las personas mueren porque no funcionan los desfibriladores, los laboratorios y los equipos de rayos X, 22.000 médicos –un tercio del total– han abandonado el país en los últimos 12 años (un quinto del total) debido a sus sueldos míseros (Human Rigths Watch, 2018; OPS, 2018; Wyss, 2019b). Caracas tiene la mayor tasa de homicidios del mundo: 140 por 100.000 habitantes, superior a las de Bagdad y Kabul (O’Neil, 2018).
La autodeclaración de presidente de Juan Guaidó en 2019 y el subsecuente apoyo de 54 naciones en el mundo ha agravado la crisis política, lo cual a su vez empeora la crisis económica. Sin embargo, a pesar de la gravísima crisis venezolana, Nicolás Maduro ha seguido intentando mantener los acuerdos con Cuba, aunque a niveles inferiores, lo que ha mitigado el efecto adverso sobre la economía de la isla.
Carmelo Mesa-Lago
Catedrático de servicio distinguido emérito en Economía y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburgh
Pavel Vidal Alejandro
Profesor asociado del Departamento de Economía de la Universidad Javeriana Cali, Colombia
1 El petróleo importado de la URSS que no consumía Cuba era reexportado a terceros países y vendido en divisas: entre 1 y 2 millones de toneladas métricas entre 1984 y 1987.
2 Según Romero (2018), al inicio de la relación Cuba pagaba el suministro petrolero un 50% dentro de los primeros 90 días y el 50% restante con una deuda a 25 años a un interés del 1%.
3 Puente (2016) muestra la relación entre los precios mundiales del petróleo y la evolución del PIB cubano.
4 Según estos autores, la caída en la producción petrolera se debió al despido de la mitad de los empleados de PDVSA y de dos tercios de los profesionales, reemplazados y aumentados por nombramientos políticos, a la corrupción y a la eliminación de la independencia de PDVSA, que pasó a ser un brazo del Ejecutivo,