Introducción

El 12 de diciembre de 2015, 195 Estados nacionales más la Unión Europea, reunidos en la capital de Francia en la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, aprobaron el Acuerdo de París. El documento, abierto a la firma desde el pasado mes de abril en la sede de Nueva York de las Naciones Unidas, propone una respuesta de carácter universal al cambio climático, al incluir de forma conjunta a las naciones desarrolladas, las emergentes y las que se encuentran en vías de desarrollo.

El Acuerdo es el marco de referencia obligado en el que situar la salida a la crisis del clima. Su objetivo a largo plazo, conseguir que el incremento medio de la temperatura no sobrepase el umbral de los 1,5º-2°C, ha enviado una importante señal a los inversores nacionales e internacionales acerca de la inevitable transición energética. La voluntad política de la comunidad internacional se ha manifestado y el horizonte estratégico a largo plazo ha quedado perfilado. Tal y como lo expresaron los líderes del grupo de los siete países más desarrollados (G-7) en su reunión de junio de 2015 en Baviera (Alemania), se debe poner fin a la era de los combustibles fósiles que comenzó con la Revolución Industrial. En consecuencia, es preciso promover una retirada progresiva y ordenada de los combustibles fósiles del mix energético mundial.

Los compromisos nacionales de mitigación de emisiones (INDC, por sus siglas en inglés) son la base sustancial del Acuerdo de París. En su actual formulación están lejos de representar una trayectoria de emisiones compatible con el objetivo del mismo. La evaluación de los mencionados planes realizada por las Naciones Unidas1 semanas antes de la cumbre presentó dos conclusiones. Primera, si son debidamente implementados, la trayectoria de las emisiones globales conocerá una importante desviación respecto a la que ha prevalecido entre 1990 y 2015.2 Segunda, las medidas de mitigación contempladas en los INDC son insuficientes para garantizar el umbral de seguridad de los 2°C, mucho menos del de 1,5°C.3 El objetivo del Acuerdo de París sólo será alcanzable si las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyen de forma mucho más acelerada entre 2016 y 2030 que lo previsto en los INDC. Según los estudios del IPCC (2014), las emisiones totales en el año 2050 deberían situarse en una horquilla de entre 15 y 20 Gigatoneladas de CO2 equivalente (GtCO2 eq.), una cantidad muy inferior a las 55 GtCO2 eq. emitidas en 2015.

En este trabajo defendemos que la prioridad en el período 2016-2030 es sacar el carbón del mix energético mundial.4 En la actualidad, la combustión de carbón es responsable del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sólo las centrales eléctricas basadas en el carbón generan el 20% de las emisiones totales. En consecuencia, en el actual estado de desarrollo de las tecnologías para garantizar que en el año 2030 la trayectoria de las emisiones globales sea compatible con la preservación del umbral de seguridad de los 2°C, es necesario proceder a una retirada ordenada y masiva del carbón del mix energético. Es un objetivo factible ya que están disponibles las tecnologías alternativas a precios competitivos y, además, con menores impactos sobre la salud pública.

La retirada del carbón del mix energético en el período mencionado habría de formar parte de una estrategia de profunda descarbonización de la economía global en el horizonte 2050, en la que cada uno de los combustibles fósiles fuese abordado de forma específica. Comparado con el petróleo y el gas el carbón es, con diferencia, el mayor emisor por unidad de energía.5 Al mismo tiempo, los usos energéticos del carbón, tanto en generación eléctrica como en la industria, pueden sustituirse hoy día de forma eficiente por energías renovables y gas natural. En palabras de la Agencia Internacional de la Energía en su informe Energy Technology Perspectives, 2016: “Con las políticas apropiadas, esta transformación a gran escala es realista y podría reducir de forma drástica tanto la intensidad energética como la intensidad en carbono de la economía global”. No se precisa ninguna ruptura tecnológica para llevar a cabo ese cambio. Con voluntad política y coordinación internacional el phase out del carbón podría llevarse a cabo de forma generalizada en el horizonte 2030.

Una medida económica y energética tan importante sólo se justifica por lo que está en juego. La crisis del clima es mucho más que un problema ambiental, económico o social. Nos confronta con un problema emergente de seguridad global (además de afectar de forma directa a la seguridad nacional, entre otros, de EEUU,6 China7 y la UE,8 como ya han venido señalando sus propias agencias de seguridad). En recientes declaraciones a la revista The Atlantic,9 en abril de 2016, el presidente de EEUU, Barack Obama, se ha referido al tema con las siguientes palabras: “El cambio climático supone una potencial amenaza existencial para el mundo entero si no hacemos algo al respecto. Si analizo los próximos 20 años, el cambio climático me preocupa profundamente por los efectos que tiene sobre los demás problemas. Si comienzas a tener más sequías severas; más hambrunas; más personas refugiadas procedentes del subcontinente indio y de las zonas costeras de África y Asia; si ves los continuos problemas de escasez de recursos, refugiados, pobreza, enfermedad etc., el cambio climático los hace todavía más difíciles de gestionar”.

Este trabajo está dividido como sigue. En la sección 2 se analiza la posición respeto al phase out del carbón y la política climática de los cuatro principales actores mundiales: China, EEUU, la UE y la India. La sección 3 presenta las inversiones previstas en plantas de carbón y su incompatibilidad con los objetivos climáticos. La sección 4 analiza el comportamiento (contradictorio) reciente de los principales agentes financieros y el riesgo relaciones con dichas inversiones. Finalmente, la sección 5 concluye y propone algunas recomendaciones de actuación.

Antxon Olabe
Economista ambiental y ensayista, autor de 
Crisis climática-ambiental. La hora de la responsabilidad (Galaxia Gutenberg, 2016)

Mikel González-Eguino
Basque Center for Climate Change (BC3) y Universidad del País Vasco (UPV/EHU)

Teresa Ribera
Directora del Institut du development durable et des relations internationales (Iddri), Paris
 | @TeresaRibera


1 Synthesis report on the aggregate effect of the intended nationally determined contributions, Framework Convention on Climate Change.

2 En lugar de conducir a un incremento de la temperatura a finales del siglo XXI entre 4,5º-5ºC, la nueva trayectoria implicará un incremento de 2,7º-3ºC.

3 El mencionado informe de evaluación ha cuantificado en 15 Gigatoneladas de CO2 equivalente la diferencia que existirá en el año 2030 entre la trayectoria derivada de los compromisos nacionales y la que requiere el umbral de los 2ºC.

4 El estudio de Mc Glade y Ekins (2015), estima que el 80% de las actuales reservas conocidas de carbón a nivel mundial deberían permanecer en el suelo sin explotar al objeto de que la trayectoria de las emisiones globales sea compatible con el objetivo de los 2ºC. Asimismo, la tercera parte de las reservas de petróleo y la mitad de las de gas.

5 Mientras que una cantidad de carbón equivalente a una tonelada de petróleo genera cuatro toneladas de emisiones de CO2, una tonelada de petróleo emite 3,1 toneladas de CO2. Por su parte, una cantidad de gas equivalente emite 2,4 toneladas de CO2, casi la mitad que el carbón.

6 La importancia que EEUU otorga a las implicaciones de la alteración del clima en su seguridad nacional quedó recogida en la revisión cuatrienal del documento de planificación estratégica llevada a cabo en 2010 por el Departamento de Defensa, así como en la Estrategia Nacional de Seguridad aprobada ese año. Ha quedado asimismo incorporada en la revisión de 2014 (Quadrennial Defense Review).

7 En 2014 China presentó por primera vez su National Security Bluebook y creó su Consejo de Seguridad Nacional. En su primera alocución al Consejo, el presidente Xi Jinping se refirió a los nuevos problemas de seguridad nacional entre los que mencionó a la “seguridad de los recursos y la seguridad ecológica”, en la que incluye al cambio climático.

8 En 2008, el entonces alto representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Javier Solana, presentó al Consejo Europeo el informe titulado Cambio climático y seguridad internacional. Ese mismo año, la actualización de la Estrategia de Seguridad Europea (European Security Strategy.Providing Security in a Changing World), incluyó al cambio climático entre las amenazas relevantes.

9 The Obama Doctrine, The Atlantic.

Central térmica Thorpe Marsh, en Reino Unido, cerrada en 1994. Foto: underclassrising.net (CC BY-SA 2.0)