Resumen
El presente Documento de Trabajo busca explicar cómo han evolucionado las organizaciones criminales brasileñas en los últimos años, considerando que han pasado de ser organizaciones de alcance local a empresas con cierto grado de internacionalización. Para ello, se analizan las organizaciones criminales más importantes de Brasil y la dinámica que han establecido entre sí, pasando del acuerdo de no agresión mutua a la competencia directa reflejada en el incremento de los índices de violencia. En segundo lugar, se revisa el papel de las prisiones como reductos en los que las organizaciones criminales se reproducen y fortalecen, en gran parte debido a las condiciones carcelarias. Tercero, se analizan la internacionalización del Primeiro Comando da Capital (PCC) y del Comando Vermelho (CV) como estrategia de las organizaciones para reducir costes y ganar poder tanto dentro como fuera de Brasil. Finalmente, en las conclusiones, se evalúa la evolución de las organizaciones criminales brasileñas, particularmente el PCC y el CV, y se ensayan algunos escenarios que podrían presentarse en el corto y medio plazo.
Introducción
En la actualidad América Latina es considerado el subcontinente más violento del mundo. A pesar de que concentra sólo un 8% de la población global, registra el 33% de los homicidios mundiales (Muggah y Aguirre Tobón, 2018). En este contexto, Brasil ha sufrido un incremento exponencial de la violencia y se ha posicionado como uno de los países más violentos de la región, con una tasa de homicidios nacional cercana a los 30 por cada 100.000 habitantes (Cerqueira, 2018), concentrando un 13% de los asesinatos globales (Muggah y Aguirre Tobón, 2018). Esta situación, que sin duda está relacionada con el incremento de la actividad del crimen organizado en el país, parece haberse exacerbado a partir de la ruptura del pacto de no agresión entre el Primeiro Comando da Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV) –las dos organizaciones criminales más influyentes de Brasil– a fines del año 2016; y aún más desde que la Familia Do Norte (FDN) y el CV dieron por terminada la alianza defensiva que habían armado para detener el avance del PCC en los primeros meses del 2018.
En consecuencia, las ciudades del norte y nordeste de Brasil han sufrido un estrepitoso incremento en el número de homicidios, ya que todos los estados registraron aumentos de entre un 80% y un 258% entre 2006 y 2016 (Cerqueira, 2018). Particularmente en estados como Acre, Ceará y Rio Grande do Norte, el número de homicidios fue muy superior a la media nacional (UNODC, 2018). Tal como plantea Alessi (2018), en aquellos estados donde existen disputas en torno al control del mercado de bienes ilícitos –especialmente de la cocaína– los homicidios muestran números alarmantes, mientras que allí donde alguna de las organizaciones criminales –en general el PCC– es hegemónica o tiene una fuerte presencia, las tasas de homicidios están por debajo de la media nacional. Tal es el caso de Paraná y Matto Grosso do Sul.
La lucha entre facciones criminales se ve en las favelas y en las calles de Brasil, pero también en las prisiones, tanto federales como estaduales. De acuerdo con la oficina de Naciones Unidas sobre drogas y crimen (UNODC, 2018), la ruptura del acuerdo de no agresión entre el PCC y el CV, así como entre el CV y la FDN, generó una escalada de violencia tal que posibilitó la intervención federal de Rio de Janeiro en febrero de 2018. La intervención fue llevada a cabo por las Fuerzas Armadas, que tomaron el control del aparato de seguridad pública del Estado.
Tal como se puede ver en esta primera sección, el escenario es complejo y está condicionado no sólo por la capacidad de las organizaciones criminales de llevar adelante negocios espurios, sino también por el poder que han desarrollado a partir de su papel en las prisiones brasileñas. Es por eso por lo que este trabajo se propone analizar, en primer lugar, a las organizaciones criminales más importantes del Brasil. En un segundo apartado trabajará sobre la “guerra de facciones” que está teniendo lugar actualmente y el papel que dichas organizaciones tienen en el escenario de criminalidad brasileño. Tercero, analizará la internacionalización de las organizaciones criminales brasileñas, haciendo especial hincapié en la transnacionalización del PCC, aunque sin dejar de lado el lugar que han ganado el CV y la FDN en países limítrofes a Brasil. Finalmente, en las conclusiones, hará hincapié en cómo han evolucionado las organizaciones criminales brasileñas en los últimos años.
El trabajo busca llenar un vacío existente en la literatura vigente, que se ha centrado en el devenir del PCC, por un lado, así como en el incremento de los niveles de violencia, por otro, pero que poco ha indagado en cómo las organizaciones criminales han evolucionado, haciéndose cada vez con más poder y profundizando sus diferencias. Esas diferencias, que en una primera instancia podían estar vinculadas a un control territorial específico, se han profundizado a partir del intento de las organizaciones de expandir sus negocios más allá de las fronteras de los estados en los que surgieron e incluso han colisionado donde el juego se ha vuelto de suma cero.
Las organizaciones criminales brasileñas: de la no agresión a la competencia
Para comprender cómo funciona el crimen organizado en Brasil es necesario distinguir, en primer lugar, entre aquellas organizaciones que tienen alcance nacional y aquellas que tienen incidencia estadual o local. Entre las primeras, sólo podemos distinguir al Primeiro Comando da Capital (PCC) y al Comando Vermelho (CV), mientras que en el segundo nivel encontramos más de una veintena de organizaciones, entre las que destacan: Amigos dos Amigos (ADA), el Tercer Comando Puro (TCP), el Primeiro Grupo Catarinense (PGC), Guardiões do Estado do Ceará, el Sindicato do Crime de Rio Grande do Norte y Bonde dos 40, emplazado en Maranhăo (Sampó, 2018). Sin embargo, creemos que es necesario diferenciar el lugar que ha comenzado a ocupar la Familia Do Norte (FDN), una organización en pleno crecimiento, que ha ganado autonomía respecto de quien solía ser su principal aliado de alcance nacional, el CV. Esta organización ha dejado de tener alcance estadual pero no ha logrado alcanzar presencia en todo el territorio brasileño. Sin embargo, se ha expandido e incluso logrado una cierta transnacionalización. Es por eso por lo que creemos que debe ser considerada como una organización de alcance regional en tanto controla gran parte del norte y nordeste de Brasil, particularmente en la zona del Amazonas. Vale decir que esa zona es clave para el tráfico de cocaína que proviene de Colombia y Perú y que es exportada a partir de una variedad de puertos en el norte de Brasil.
El Comando Vermelho, hoy la segunda organización criminal en importancia a nivel nacional –con proyección regional, comprobada en el caso de Paraguay específicamente–,1 surgió a fines de los años 70 dentro de un presidio ubicado en Angra dos Reis (Rio de Janeiro) de la convivencia de los presos políticos –en pleno gobierno militar– con presos comunes. A fines de la década el CV se había expandido hacia las calles de Rio de Janeiro (UNODC, 2018). El Comando Vermelho surgió cercado de ideologías, fuertemente moldeado por el socialismo de los presos políticos que formaron parte de su creación. En consecuencia, la idea de que la “masa carcelaria” formaba una comunidad dio lugar a la lucha conjunta en favor de mejoras en la calidad de vida (Oliveira, 2016) y estableció una nueva forma de pensar a las organizaciones criminales.
Durante los años 80 los primeros presos forajidos de Isla Grande empezaron a llevar adelante asaltos a bancos, empresas y joyerías, ya no sólo en Rio de Janeiro. La organización se expandió hasta São Paulo y a distintos puntos del país, conformándose como el principal interlocutor de los traficantes colombianos en Brasil (UNODC, 2018). Una de las primeras medidas del CV fue el establecimiento de la “Caja Común” que se nutría de los ingresos generados por las actividades criminales de quienes estaban en libertad y servía para financiar fugas, así como también para mejorar las condiciones de vida en los presidios –y de las familias de los que estaban encarcelados–, contribuyendo a fortalecer la autoridad y el respeto que inspiraba el CV en los detenidos.2 Asimismo, desde su establecimiento, los líderes del grupo conformado en la prisión determinaron que no habría más asaltos, ni violaciones, ni muertes por causas banales, como reglas básicas de convivencia al interior de las cárceles (Oliveira, 2016).
En la década de 1990 la organización se convirtió en una de las facciones criminales más poderosas del país y expandió su territorio de acción aún más. A pesar de haber sufrido el desprendimiento de algunos sectores que se convirtieron en sus competidores, como el Terceiro Comando3 durante la década de los 80 y Amigos dos Amigos4 en 1994. En ese mismo período, la organización dejó de estar centrada en los asaltos para dedicarse casi exclusivamente al tráfico de drogas, que manejaba de forma monopólica en Rio de Janeiro, acuartelado en las favelas (Gurgel de Oliveira, 2013). En esos espacios territoriales, comenzó a ganar legitimidad y apoyo valiéndose de prácticas similares a las que utilizaban en la prisión, proveyendo apoyo a los habitantes –apoyo que el Estado no era capaz de brindar–. En consecuencia, se construyó un orden alternativo, con reglas propias, donde la organización criminal se encargaba de proveer los servicios más elementales, como la seguridad y la protección, pero también la distribución de bombonas de gas, alimentos y hasta medicamentos. Como resultado, el dominio de ese territorio fue legitimado por sus habitantes, permitiendo la reproducción del orden establecido. Este mismo proceso se vería, pocos años después, en los territorios controlados por el PCC, en gran parte como consecuencia de la ausencia del Estado.
El Primeiro Comando da Capital (PCC),5 la organización criminal más importante de Brasil en la actualidad –que además se ha expandido hacia los países vecinos–, surgió emulando al CV al interior de la “casa de custodia de Taubaté”, prisión de máxima seguridad conocida como Piranhão, en São Paulo. En los inicios, el PCC era conocido también como el “Partido doã Crime” y tenía como objetivo no sólo combatir la opresión dentro del sistema penal paulista sino también vengar la muerte de pesos masacrados a manos de la Policía Militar en octubre del año 1992 (Oliveira, 2016; Ferreira, 2018; Paes Manso y Nunes Días, 2018).
Carolina Sampó
Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet)–Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), profesora adjunta de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Transnacional (CeCOT-IRI) | @carosampo
1 A principios de 2019 Fábio Souza dos Santos, miembro del Comando Vermelho, fue entregado a la Policía Federal Brasileña como resultado del proceso de extradición. Ya en noviembre de 2018 se había vivido un proceso similar cuando se expulsó a Marcelo Fernando Pinheiro da Veiga, también miembro del CV. Las autoridades paraguayas están preocupadas por la creciente influencia de las organizaciones criminales en sus presidios, donde cooptan miembros y corrompen funcionarios (Tomazela, 2019).
2 “A maior das facções do Rio é humilhada com ocupação do Complexo do Alemão”, O Globo, 29/XI/2010, https://oglobo.globo.com/rio/a-maior-das-faccoes-do-rio-humilhada-com-ocupacao-do-complexo-do-alemao-2918808.
3 El surgimiento de esta organización no está bien documentado y no existe consenso sobre el momento de su aparición. Para algunos autores el Terceiro Comando es resultado de una escisión de CV durante los años 80. Para otros, surge después de 1994. Dominó las favelas y comunidades de las zonas oeste y norte de Rio de Janeiro (Gurgel de Oliveira, 2013, p. 18). De ella surgió el Terceiro Comando Puro en el año 2002 en el Complexo Da Maré de la ciudad carioca.
4 Fundada por un ex miembro del CV –que fuera expulsado de la organización– entre los años 2014 y 2018 dentro del sistema penitenciario carioca. Se distinguía de otras organizaciones porque veía al tráfico de drogas como un negocio empresarial y se vinculó directamente con los productores de cocaína de los países vecinos (Gurgel de Oliveira, 2013, p. 21).
5 También conocida como 15.3.3 porque la P ocupa el número 15 en el Alfabeto y la C el 3 (Oliveira, 2016).
Cárcel de Roraima en Brasil. Foto: Thiago Dezan FARPA CIDH (CC BY 2.0)