Crecer en digital: fortalecer el Mercado Único y reactivar la competitividad de la UE

Bandera la Unión Europea en Berlín, Alemania. Competitividad de la UE
Documento de trabajo

Ante la proximidad de las elecciones europeas y el debate suscitado por los informes sobre el futuro del Mercado Único y el futuro de la competitividad de la UE, la red PromethEUs de grupos de reflexión, compuesta por el Real Instituto Elcano (España), I-Com (Instituto de la Competitividad, Italia), la Fundación para la Investigación Económica e Industrial (IOBE, Grecia) y el Instituto de Políticas Públicas de Lisboa (Portugal), ha elaborado un documento de posición en el que se analiza la función que desempeñan la innovación y la transformación digital, junto a las políticas y las reglamentaciones pertinentes, para impulsar el crecimiento de la Unión Europea (UE).

1. ¿Por qué son tan estratégicas las tecnologías digitales para la competitividad de la UE?

Según la literatura económica, la productividad total de los factores es responsable de una gran parte del crecimiento de la producción por trabajador en todos los sectores, lo que significa que el crecimiento se explica principalmente por la innovación, y no por la mera acumulación de trabajo y capital. La innovación se puede interpretar en un sentido más o menos amplio. Por ejemplo, Mokyr (2009) defendía que, en los albores de la primera revolución industrial, el concepto lo manifestaron ya los trabajadores cualificados británicos que asumieron como propias las ideas culturales fundamentales de la Ilustración, como que se podía cambiar el mundo para beneficiar a la humanidad. No obstante, fue Adam Smith quien, en su obra magna La riqueza de las naciones, publicada en 1776, describió el incremento en la productividad observado en una fábrica de alfileres gracias a una mayor especialización de los trabajadores y a los avances técnicos correspondientes.

Hoy en día, una parte considerable de la innovación se encauza a través de las tecnologías digitales. Al clasificar las cinco revoluciones tecnológicas sucesivas desde la década de 1770, la economista de la innovación Carlota Pérez (2002) llamó “Era de la Información y las Telecomunicaciones” a la quinta revolución. Esa era comenzó en 1971 con la presentación del primer microprocesador de Intel y los inicios del boom informático encarnado por la ley de Moore, que en origen postulaba que el poder de computación de los circuitos integrados se duplicaría cada año (1965).

Más adelante, el plazo de esa ley hubo de ralentizarse hasta 18 e incluso 24 meses, pero su fuerza resultó suficiente para describir la segunda era de las máquinas con el resurgimiento del campo de la inteligencia artificial después de una larga hibernación (Brynjolfsson y McAfee, 2014).

Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) (o al menos algunas de sus aplicaciones más prometedoras) pueden considerarse una tecnología de utilidad general (TUG) que afecta de un modo positivo a la productividad total de los factores. Según Bresnahan y Trajtenberg (1995), las TUG presentan tres características fundamentales. En primer lugar, su omnipresencia: las TUG se emplean en la mayoría de los sectores de la economía. En segundo lugar, sus posibilidades de mejora: con el tiempo, las TUG suelen ofrecer un mejor rendimiento gracias a los nuevos avances técnicos. En tercer lugar, gracias a ellas se pueden generar oportunidades para la innovación: baste pensar en el uso de herramientas digitales como la Inteligencia Artificial (IA) en la investigación científica.

Gordon y Sayed (2020) descubrieron que la mayor parte de la reactivación de la productividad estadounidense entre 1995 y 2005 se debió a las industrias con un uso intensivo de las TIC que producían servicios de mercado y hardware informático, mientras que, en ese mismo periodo, la UE experimentó una ralentización del crecimiento a raíz de la escasez de inversiones en TIC, el fracaso a la hora de sacar partido de los beneficios de estas tecnologías en el ámbito de la eficiencia y, por último, las deficiencias en el rendimiento de algunas industrias, entre ellas la producción de TIC.

En la actualidad y en los próximos años, según una previsión específica, la materialización del programa del Decenio Digital de la UE podría liberar más de 2,8 billones de euros en valor económico total, cifra equivalente al 21% de la economía actual de la UE (PublicFirst, 2022). Un estudio reciente del EPRS (2023) llegó a la conclusión de que el impulso a la transición digital podría generar beneficios anuales de hasta 384.000 millones de euros en total, o bien 860 euros por ciudadano.

En cualquier caso, hay que distinguir entre innovación digital y transformación digital. Ambos conceptos influyen de manera positiva en la productividad, pero la innovación digital hace referencia al desarrollo tecnológico (y abarca también las cuestiones relacionadas con la autonomía estratégica), mientras que la transformación digital tiene que ver con la adopción de la tecnología.

Ambos objetivos merecen ser buscados activamente en beneficio de la población actual y las generaciones venideras de la UE.


Ver también: Position Paper «Digital for Growth: Strengthening the Single Market and Reviving EU Competitiveness».


Imagen: Bandera la Unión Europea en Berlín, Alemania. Foto: Christian Lue (@christianlue).