Introducción
Este análisis se construye a partir de un modelo de teoría de juegos que asume la premisa de que el comportamiento de los grupos yihadistas (entendidos de manera general, con al–Qaeda en particular) y de los Estados es racional y responde a elecciones estratégicas.[1] El análisis comienza con la introducción de las situaciones contextuales que sitúan a España y a los grupos yihadistas globales en un tablero de intereses estratégicos enfrentados. A continuación se realiza el análisis de cada uno de los escenarios y su implicación en la estrategia de las organizaciones yihadistas, como así también su influencia en las decisiones de la política exterior y de seguridad española en el ámbito internacional. Por último, se presentan las conclusiones y la clasificación de los escenarios de acuerdo con su trascendencia y capacidad de desestabilizar la posición de España en sus distintos teatros de operaciones en el exterior, principalmente aquellos relacionados con misiones de paz y, en especial, Afganistán.
Evaluación del riesgo yihadista contra España
Las evaluaciones de riesgo sobre el fenómeno terrorista son una función de amenazas que operan sobre objetivos que tienen un determinado conjunto de vulnerabilidades. El terrorismo, en tanto expresión violenta, aprovecha cada una de las vulnerabilidades que detecta entre sus objetivos de acción para incrementar el impacto, y por tanto el perjuicio, de sus atentados y lograr ventajas tácticas o estratégicas. Es evidente, por tanto, que ante mayores vulnerabilidades de los Estados, mayores probabilidades de nocividad para grupos que quieren ocasionar un daño. A su vez, una adecuada conceptualización de las amenazas está ligada a la calibración de sus intenciones y de sus capacidades, de manera que grupos con intenciones hostiles, que además tengan capacidades operativas que respalden esas intenciones, tendrán más probabilidades de representar un riesgo.
La percepción del riesgo de que España no está exenta de una futura acción yihadista en su territorio ha ido cobrando solidez paulatinamente en los últimos tiempos. Esa percepción de riesgo está alimentada tanto por elementos objetivos como subjetivos de inseguridad. Entre los primeros, el atentado contra intereses españoles en Casablanca en mayo de 2003 pero, sobre todo, las bombas de marzo de 2004 en Madrid, ambos conjuntos de acciones atribuidos a grupos yihadistas vinculados de una u otra manera a al–Qaeda, constituyen los referentes empíricos más evidentes para caracterizar las capacidades e intenciones de la amenaza yihadista en las ecuaciones de riesgo sobre la violencia terrorista contra España. Todos estos elementos constituirían representaciones de las capacidades del yihadismo convergentes con sus intenciones, declaradas o no, de atacar y perjudicar intereses, recursos, presencia o ciudadanos españoles. Del mismo modo lo serían los ataques, conceptualmente difusos entre la insurgencia y el terrorismo –y cuya dilucidación teórica sale de los límites de nuestro documento de trabajo –, que tropas o agentes españoles han sufrido en teatros de operaciones bélicas, principalmente Afganistán e Iraq. Igualmente demostrativas de intenciones y capacidades de la amenaza yihadista con respecto a España, aunque sin determinarse en enfoque operativo de eventuales acciones terroristas, son las desarticulaciones policiales y judiciales, con importante base de trabajo de inteligencia, de células, de naturaleza al menos logística y de reclutamiento adscritas al terrorismo yihadista, llevadas a cabo en suelo español durante los últimos años.
Por su parte, entre los elementos subjetivos o perceptivos más determinantes para configurar la sensación de riesgo sobre España figuran las intenciones expresadas por distintos individuos vinculados de una u otra manera al yihadismo y a al–Qaeda como referencia, principalmente de entre ellos el egipcio Ayman al-Zawahiri, y difundidas por Internet y los medios de comunicación social. En ese sentido, Bermejo y Reinares han analizado la evolución de la seguridad subjetiva de los españoles con respecto a la actividad yihadista.[2] Lo que nos interesa destacar con el carácter subjetivo de este componente específico en la evaluación del riesgo yihadista es que, a pesar de que los mensajes hostiles pueden relacionarse en parte con las intenciones de la amenaza, lo que parece más sensato pensar es que la propia amenaza los utiliza como elemento para la creación de una determinada percepción, tanto en las instituciones de los Estados como en sus ciudadanos. De esta manera, la comunicación diseñada por al–Qaeda trasciende la ubicación tradicional en la ecuación del riesgo (intenciones) para dotarse de la definición propia de un recurso (capacidad) para hacer terrorismo. Lo situamos en el apartado de las subjetividades porque es precisamente su capacidad de crear sensación de miedo, de peligro, en la población y en las autoridades (y por tanto su dependencia de nuestra percepción) lo que debería definir este componente en nuestros análisis.
A partir de estas premisas, tanto por intenciones como por capacidades de una amenaza yihadista descrita como salafista, y en función de las vulnerabilidades derivadas de la posición que ocupa España en el ámbito de las relaciones internacional con respecto a países que, en la ideología salafista, se adscriben a las denominadas “tierras del Islam”,[3] se considera que el yihadismo constituye un riesgo de naturaleza y alcance internacionales. En esta línea, todo análisis destinado a desentrañar y operativizar en términos científicos el comportamiento estratégico de los yihadistas puede aportar luz, aunque casi siempre será parcial hasta que no avancemos en una comprensión integrada e interdisciplinar del fenómeno, a los interrogantes que surgen repetidamente cada vez que la amenaza se manifiesta en la forma de un atentado: ¿por qué España?
De las distintas aproximaciones metodológicas al análisis estratégico de la amenaza yihadista, hemos optado por encuadrar las observaciones disponibles en un modelo analítico de teoría de juegos. La teoría de juegos es un área de la matemática aplicada destinada a estudiar procesos de toma de decisiones en donde dos o más actores racionales compiten por dar consecución a sus intereses en un espacio de decisión común. Originariamente formalizada por John von Neumann y Oskar Morgenstern[4] en la segunda mitad del siglo XX, sus primeras aplicaciones se destinaron, precisamente, a modelizar entornos estratégicos de decisión, en aquel momento en el campo militar. Posteriormente ha sido aplicada a multitud de escenarios sociales y, con carácter reciente, al terrorismo.[5]
La aplicación al terrorismo de modelos basados en la teoría de juegos de análisis de decisión estratégica de los grupos yihadistas requiere tener presente que este paradigma asume:
(1) Que existe un conflicto entre los actores involucrados y que éstos persiguen intereses contrapuestos.
(2) Que existe una interacción basada en la concepción del otro como adversario.
(3) Que los actores son racionales en el momento de elegir sus estrategias de decisión.
(4) Que el resultado del análisis del espacio de toma de decisiones está limitado a las variables incluidas en el modelo formal sobre el que se aplica la formulación estadística, dejando fuera, por tanto, otras variables que pueden influir –y que seguramente influyen– en la toma de decisiones de los actores.
Cuando planteamos un análisis basado en teoría de juegos sobre el terrorismo yihadista estamos entrando en una multitud de limitaciones pues, en primera instancia, estamos considerando dos grupos de actores, Estados y grupos yihadistas, y asumiendo que estos últimos tienen un núcleo decisor más o menos convergente, mientras los Estados (el caso de España) toman decisiones más o menos centrándose exclusivamente en la observación de la amenaza (cuando sabemos que entran en consideración otra serie de elementos como, de entrada, la influencia sobre España de otros actores –no siempre Estados– de la comunidad internacional).
Otra restricción importante de los modelos de teorías de juegos, íntimamente ligada a la asunción de racionalidad de los actores, es que las acciones de quienes toman decisiones en el marco del modelo se van a ajustar a estrategias definidas explícita o implícitamente para lograr unos objetivos ya sean tácitos o declarados. Esta condición redunda en una clara fragilidad práctica de modelo, sobre todo en evaluación del riesgo en política antiterrorista donde muy a menudo atentados de oportunidad configuran argumentaciones post-hoc, no necesariamente coherentes con discursos previos. Como ya hemos subrayado aquí y hemos apuntado en otro lugar,[6] no es posible por el momento calibrar (y ese impedimento afecta de lleno al núcleo teórico de un modelo de juegos) si el discurso o las pretendidas ideologías que aparentemente sustancian las acciones de al–Qaeda y el yihadismo en general están destinados a servir de columna vertebral a una estrategia aplicada en coherencia con el discurso o si son un recurso táctico de comunicación que, en sí mismo, busca una determinada respuesta de la víctima o crear una cierta atmósfera perceptiva para, a partir de ella, continuar manteniendo la violencia.
Por último, en cuanto a debilidades del análisis que presentamos, queda la dimensión ética de la evaluación. El modelo de teoría de juegos asume relaciones de causalidad en donde las acciones de unos actores están condicionadas por las de otros en un esquema interactivo, de competencia o de colaboración dependiendo de los casos. Hay que dejar constancia, en este punto que, al igual que todas las modelizaciones, la teoría de juegos en este caso prescinde de prismas éticos en el momento de considerar la racionalidad de quienes toman las decisiones, obviando por tanto que los grupos terroristas son instigadores de violencia para modificar situaciones y que, para ello, construyen con argumentos a medida sus propios “razonamientos” autosirvientes. Del mismo modo, la desafección ética de los modelos formales que iguala racionalmente a los actores no pone en perspectiva que el terrorismo es, esencialmente, un instrumento totalitario basado en el intento de imponer por la fuerza una visión concreta de la realidad.
Pues bien, aún con estas constricciones en mente, adentrarse en la cuantificación estratégica del riesgo terrorista aporta valor añadido al estado del arte, aunque únicamente sea para visualizar sus limitaciones y apostar decididamente, primero, por modelos de análisis del comportamiento terrorista y, segundo, por que estos modelos sean integrados.
En nuestro análisis se plantean dos situaciones hipotéticas para modelizar eventuales ataques contra intereses de España por parte de grupos yihadistas. En el marco de las limitaciones generales de los modelos formales se interpretan las situaciones contextuales en las que participa España en el área internacional desde únicamente dos relaciones de causalidad (hipótesis que explican un proceso de causa y efecto) que son excluyentes entre sí, pero que están diseñadas para que entre los extremos se abarque la mayor parte de la lógica respecto a una situación hipotética en la que tiene lugar un ataque contra España, así como su posible respuesta por parte del Estado. Esta modelización se efectúa, como se ha señalado ya, sin perjuicio de que existan hipótesis alternativas y/o variables adicionales sobre las que se puedan someter dichas situaciones hipotéticas.
Relaciones de causalidad de las acciones yihadistas
Si nos atenemos al discurso habitualmente manejado por el yihadismo global, teniendo en al–Qaeda su máximo exponente, el comportamiento estratégico de este grupo terrorista con relación a las áreas internacionales donde existe presencia multinacional de tropas sugiere la percepción, al menos de parte del ideario yihadista, de una relación de causalidad en la que sus atentados estarían destinados a provocar una desestabilización en el statu quo para ocasionar el repliegue de posiciones de las instituciones de los gobiernos involucrados en los esquemas multinacionales. Continuando con la propia línea argumental de al–Qaeda, estos eventuales repliegues abrirían la puerta a la toma de posiciones en estos países por parte de organizaciones salafistas en orden a constituir un Estado Islámico, parte de una Umma desviada de la Primera Comunidad de Creyentes. De acuerdo con esta ideología neosalafista, el statu quo de estos países ligados al exterior y dirigidos por gobiernos “impíos” es el actual motivo de la desviación de la Umma y el impedimento para que los musulmanes puedan retomar las fuentes del islam. Por tal motivo, las acciones de las organizaciones yihadistas salafistas se dirigen contra el principal referente del statu quo, es decir contra las instituciones de gobierno que constituyen el Estado, y/o cualquier otra presencia y/o interés de los Estados en el escenario político internacional.
De acuerdo con esta lógica racional estratégica, y teniendo en cuenta que desde la posición de los Estados existen tres grandes categorías de respuestas ante una acción yihadista: (1) replegar posiciones en las instituciones de gobierno del Estado y/o en las tierras del islam (r); (2) mantener el statu quo tal cual estaba con anterioridad a los atentados que buscan la desestabilización (sq); y (3) despliegue de medios adicionales para contrarrestar las acciones violentas de los yihadistas (d); se podría afirmar que las organizaciones yihadistas pretenderían, en primer lugar, desestabilizar el statu quo de forma tal que se replieguen las posiciones de las instituciones del gobierno y/o que se replieguen los medios de las tierras del islam que sean ajenos a ellas. En segundo lugar, sus preferencias se decantarían porque se sostuviera el statu quo. Y, por último, en términos de racionalidad ajustada al discurso y a las intenciones declaradas, el yihadismo rechazaría cualquier decisión de política internacional que implicara un despliegue adicional de medios.[7]
Desde la perspectiva de los Estados de población musulmana en los que tienen lugar los atentados terroristas con fines de desestabilización, y sobre los que se pretende el control del Estado por al–Qaeda y afines, se presenta una situación de competencia entre las organizaciones yihadistas y las instituciones de gobierno por el control del Estado, ya que aquellos Estados que compiten con las organizaciones yihadistas por el control de las instituciones optarían, racionalmente y en primera instancia, por desplegar medios para contrarrestar a las acciones yihadistas y evitar que adquieran poder. En segundo lugar de “racionalidad”, elegirían sostener el statu quo tal cual se presentaba con anterioridad a un evento de desestabilización o atentado. Y, por último, escogerían la opción de replegar posiciones, lo cual implicaría un retroceso en las instituciones de gobierno y en consecuencia en el control del Estado que ocuparían las organizaciones yihadistas.[8]
En cuanto a las instituciones de los Estados laicos que están presentes en las tierras del islam y que serían objetivo de acciones violentas, pero que no se encuentran en una situación de competencia no cooperativa con las organizaciones yihadistas por el control del Estado en las tierras del islam (caso de España), se espera que actúen de acuerdo con dos posibles interpretaciones rivales sobre la causalidad que explica a la acción yihadista (véase el Esquema 1). De acuerdo al modelo de teoría de juegos aplicado, si los Estados laicos evalúan que una eventual acción yihadista tiene lugar sin la intervención de alguna situación contextual que pudiera utilizarse desde el ideario de, por ejemplo, al–Qaeda, como justificación de tal acción, estos Estados extranjeros se comportarían estratégicamente con la misma prioridad jerárquica que los Estados de mayoría musulmana (Hipótesis A), es decir, que optarían por un despliegue de medios, antes que sostener el statu quo y antes que replegar posiciones (d > sq > r). Por el contrario, si entienden que existe una situación contextual, inscrita en el ideario yihadista, que interviene en la relación de causalidad (Hipótesis B), entonces optarían por replegar aquellos medios que intervienen en las tierras del islam para evitar que la relación de causalidad siga operando. En segundo lugar de “racionalidad”, preferirían mantener el statu quo tal cual se presentaba con anterioridad a la acción yihadista. Y, en último lugar, tomarían la decisión de desplegar medios para contrarrestar al evento de desestabilización, ya que entienden que es el despliegue de sus posiciones lo que da lugar a la relación de causalidad.[9]
Por lo tanto, se podría afirmar que, si seguimos el ideario neosalafista y aplicamos el modelo racional de la teoría de juegos, las premisas de partida (Esquema 1) son que al–Qaeda habría definido una situación de competencia no cooperativa entre los yihadistas y los Estados de población musulmana en tierras del islam por el control del territorio y de los poderes públicos. En segunda instancia, que existe una situación de competencia no cooperativa entre los yihadistas y los Estados extranjeros o laicos que tiene una u otra presencia en las tierras del islam y que comparten la Hipótesis A de causalidad de la acción yihadista. Y, por último, que existe una situación de posible competencia cooperativa entre la acción yihadista y los Estados extranjeros que participan en las tierras del islam que comparten la Hipótesis B de causalidad.
Contexto
Desde el discurso justificador de la violencia del yihadismo salafista, la posición de España en cuanto a los compromisos asumidos frente a la OTAN y Naciones Unidas, dos de los principales referentes de la configuración de la seguridad internacional, le sitúan en dos escenarios de significativa trascendencia en cuanto a los espacios de toma de decisiones de la amenaza terrorista: Afganistán y Líbano. Cualquiera de los dos escenarios, pero en especial Afganistán, tienen elementos suficientes para convertirse eventualmente en la “justificación” de futuribles atentados contra intereses españoles, todo ello desde un modelo de decisión basado en el supuesto de que el yihadismo, materializado y configurado esencialmente a través de al–Qaeda, considera cualquier presencia extranjera en los “territorios del islam” contraria a sus intereses.
Por otro lado, España ejerce influencia en la estabilidad política e institucional de los países del norte de África, y su posición geopolítica le convierte en un socio estratégico natural de los países africanos en varios de los capítulos de la cooperación intergubernamental en asuntos de Interior, lucha antiterrorista y control de fronteras entre ellos. Desde ese prisma, también es asumible considerar a España en una posición de competencia en el norte de África dentro del dibujo geoestratégico que ha definido para esos territorios al–Qaeda en tanto actor estratégico en el modelo.
Despliegue yihadista y su interrelación con los Estados (análisis de escenarios)
El mapa de la actividad yihadista se determina en función de la actividad continuada de atentados terroristas[10] de ideología salafista yihadista (y), del despliegue de organizaciones en las tierras del islam (o) y de la estrategia comúnmente utilizada para desestabilizar el statu quo, es decir si sus acciones se destinan a desequilibrar el statu quo internacional o el statu quo local (sqi frente a sql). Las dos primeras variables determinan la intensidad de la actividad yihadista en un Estado determinado, mientras que el segundo de los indicadores señala si se trata de acontecimientos de dimensión internacional o local.
El análisis de cada uno de los escenarios que conforman los frentes de España ante los yihadistas, que se realiza en este apartado, responde a la racionalidad construida a partir de las dos relaciones de causalidad o hipótesis presentadas anteriormente. Una de las hipótesis considera que no existe relación de causalidad entre la presencia de España en escenarios internacionales del islam y eventuales acciones terroristas de los grupos yihadistas (principalmente bajo el rubro de al–Qaeda) dirigidas contra España (Hipótesis A). La otra hipótesis, a efectos de contrastar las bondades del modelo, entiende que España participa contextualmente en la relación de causalidad y por lo tanto dicha situación contextual serviría al ideario yihadista de “justificación” para una acción terroristadirigida contra España (Hipótesis B).
De producirse un atentado terrorista en el marco de la primera de las hipótesis, se esperaría una reacción de España –desde sus propias capacidades más las integradas en el marco de los organismos internacionales de referencia en seguridad que ya hemos apuntado– destinada a perseguir a los responsables ideológicos y operativos de los atentados. En cambio, de producirse un atentado terrorista en el marco de la segunda de las hipótesis, se esperaría una reacción de España destinada principalmente a replantear su posición contextual en las tierras del islam, sin perjuicio de que se inicien los mismos mecanismos previstos como respuesta en el ámbito de la primera de las hipótesis. Desde la perspectiva lógica y estratégica de los yihadistas es más conveniente que un atentado tenga lugar en el marco de la segunda de las hipótesis, ya que existe la remota posibilidad de que eventualmente se replieguen las posiciones de España de las tierras consideradas por al–Qaeda “tierras del islam”.
Irak
En un modelo racional de decisión basada en intereses en competencia, la vinculación de nuevos atentados a la situación que relacionaba a España con Irak, máxime cuando la retirada de las tropas españolas fue instrumentada por al–Qaeda como una consecuencia de su actividad violenta, se ajusta débilmente a un esquema justificador de más terrorismo salafista contra España bajo el paraguas argumental del dossier iraquí. En el modelo hipotético propuesto, la única vinculación que se podría establecer con España son las investigaciones dirigidas por las fuerzas de seguridad y el poder judicial para desmantelar las redes de reclutamiento y entrenamiento ideológico yihadista en España.
Asimismo, la actividad yihadista relacionada con la dimensión internacional, es decir, la que persigue la constitución de una Umma islámica y/o dirigen sus atentados hacia objetivos del status quo internacional (exceptuando la dimensión local insurgente), se ha visto considerablemente reducida en el escenario iraquí. Por estos motivos, el modelo de teoría de juegos predice que Irak no constituye actualmente un frente sostenible de ataque contra España.
Afganistán
En Afganistán sí hay presencia española de tropas en el terreno. Y, asimismo, si se observa el indicador de Intensidad y Dimensión de la Acción yihadista[11] se aprecia un incremento considerable en el año 2006 que, como ha analizado Reinares,[12] se sostiene hacia arriba durante 2007.
En este caso sí es posible la interpretación de la Hipótesis B (r > sq > d) en la que existe una situación que interviene en la relación de causalidad, y por este mismo motivo España es un claro blanco yihadista si se entiende que la posición española respecto a Afganistán se explica mediante la Hipótesis B de causalidad en lugar de la Hipótesis A. La simple posición de España respecto a una u otra hipótesis no determina con exactitud que se produzca un atentado en su territorio, pero sí establece la posibilidad de que si tiene lugar se desencadene un proceso de desestabilización enfocado por los grupos yihadistas hacia un repliegue de las posiciones españolas en Afganistán. Si se realiza una medición de la posición teórica del gobierno y de la sociedad respecto a la causalidad que explica a las acciones yihadistas,[13] se observa que España comparte la Hipótesis B (r > sq > d) respecto a un posible acontecimiento de desestabilización relacionado con Afganistán.[14] Por este motivo, la posición de España respecto a este conflicto es inestable. Si a este indicador se lo contrasta con la encuesta realizada en la Oleada 15 del Barómetro del Real Instituto Elcano, se observa que un 60% de la población consultada estaría a favor del repliegue de las tropas de Afganistán.[15]
El resultado que el modelo de teoría de juegos apunta hacia un incremento de la amenaza contra intereses españoles en Afganistán coincide con los análisis de estimación del riesgo que ha elaborado el Programa Global sobre Terrorismo del Real Instituto Elcano.[16] Fernando Reinares ha conceptualizado dos grupos de actores que ejercen acciones violentas sobre el terreno, los talibán y al–Qaeda; para ambos, ha definido no sólo intereses en convergencia sino una asociación en términos de planeamiento, estrategia y ejecución. Por tanto, desde el modelo de decisión racional que supone un axioma de la teoría aplicada en este análisis, se asume que terrorismo Talibán y terrorismo de al–Qaeda responden a una fuente unificada de toma de decisiones, con criterios armonizados.
Pakistán
La inestabilidad institucional en Pakistán está creando gran preocupación en el sistema internacional, ya que quien controla el gobierno controla asimismo el armamento nuclear. Por otro lado, Pakistán es vecino de Afganistán y, de la misma manera que en este último Estado, se ha producido un incremento considerable de la actividad yihadista en el año 2006. Aunque se observa una disminución considerable durante el año 2007 no debería descartarse la peligrosidad de una eventual desestabilización en Pakistán.
Por todo esto, si bien no es un escenario que pueda ser instrumentado directamente por el discurso actual de al–Qaeda para justificar un atentado en territorio español, no debe descartarse como un escenario futurible de inestabilidad que afectaría no sólo a España sino a otros componentes de la comunidad internacional vinculado en nuestro modelo con la Hipótesis A (d > sq > r) de causalidad, es decir la derivada de que las acciones violentas del yihadismo contra España se efectuarían con independencia de su presencia en zonas internacionales de conflicto relacionadas con países en el seno de la comunidad musulmana de creyentes.
Pakistán es, así mismo, un territorio que comparte fronteras con las áreas afganas donde más alta incidencia se produce de acciones yihadistas, y el país que está utilizando el terrorismo de al–Qaeda y de los grupos talibán como base de operaciones. Por tanto, no es descartable que la propia desestabilización en Pakistán sume convergencia de inestabilidad en Afganistán para potenciar acciones yihadistas contra las fuerzas armadas de países en el marco de las operaciones de la OTAN.
Líbano
La inestabilidad actual en Líbano y el despliegue de tropas españolas en ese territorio constituyen ambos una situación de posible desestabilización en la que cabe, al igual que en Afganistán, la aplicación de la Hipótesis B (r > sq > d) de causalidad para explicar una acción terrorista contra los intereses de España o su territorio. Si se observan las mediciones de las posiciones del gobierno y de la sociedad en relación con este escenario[17] se observan resultados similares a los alcanzados en Afganistán, y si se tiene en cuenta la medición de la Oleada 15 del Barómetro del Real Instituto Elcano se aprecia asimismo que la sociedad española estaría de acuerdo en un 60% con el repliegue de las posiciones en Líbano.[18]
No obstante estas observaciones, en Líbano no hay actualmente una cantidad de acciones yihadistas comparable con Afganistán o Pakistán (véase la Tabla 3). Sin embargo, la presencia de tropas extranjeras convierte a Líbano en un escenario idóneo para acciones yihadistas destinadas a desestabilizar el statu quo internacional a través de atentados dirigidos contra las tropas desplegadas en ese territorio.
Argelia
La actividad yihadista en Argelia es de similares características a las de Líbano. Tiene una configuración menor a las de Afganistán y Pakistán, aunque sus actividades han aumentado considerablemente en los dos últimos años. Pero, a diferencia de Líbano, en Argelia no hay presencia de tropas españolas. Por este motivo las actividades yihadistas en este territorio sólo se podrían explicar con la Hipótesis A (d> sq> r), ya que no hay esquema coincidente con el ideario yihadista que intervenga en la relación de causalidad, al menos de momento.
Esto significaría que un eventual atentado dirigido contra España no podría sustentarse en sus posiciones de despliegue en Argelia sino que deberían sostenerse en función de los otros dos escenarios donde existe presencia de tropas españolas. Las acciones en Argelia podrían estar estratégicamente orientadas, por su proximidad territorial, a desestabilizar a España en el resto de las tierras del islam.
Argelia ha sufrido proporcionalmente un importante incremento en la actividad yihadista en los últimos años. Este aumento coincide con la reciente fusión de al–Qaeda con al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC).[19] Este cambio en la configuración yihadista del norte de África debe preocupar a Europa debido principalmente a que el camino que recorrerá esta nueva configuración en la desestabilización de las instituciones locales tendrá repercusiones también en la seguridad internacional, en especial la europea por su proximidad geográfica y política.
España es uno, aunque no el único, de los países europeos que mayor influencia ejercen en las instituciones políticas en los países del Magreb. Por lo tanto, no sería extraño que una acción yihadista se justifique también en la participación institucional de España en esa región. De todas formas, este tipo de participación indirecta es menos tangible en el ideario yihadista que la presencia de tropas en las tierras del islam, por lo que un atentado basado exclusivamente en este escenario no tendría la fuerza desestabilizadora en la comunidad internacional comparable a la afgana o libanesa, en donde existen mandatos multinacionales. La falta de motivos suficientes para una desestabilización interna de corte internacional convierten a este escenario en estratégicamente menos atractivo para la lógica de ruptura de las acciones yihadistas destinadas a forzar el repliegue de las posiciones de tropas ajenas a las tierras del islam, todo en virtud de la lógica racional (que no es la única de entre las disponibles, pero sí la que hemos modelizado aquí) que se ha elegido para este análisis a través de la teoría de juegos.
Conclusiones
En función de los parámetros modelizados, podemos concluir que las acciones yihadistas encontrarían atractivo hacer frente a España a través de su presencia militar en Afganistán y en Líbano. El primero de los escenarios resulta estratégicamente muy idóneo en términos racionales ya que, desde la perspectiva estratégica yihadista, existe una posibilidad, aunque sea mínima, de que los atentados sean interpretados de acuerdo con la hipótesis que entiende que la presencia de España a través de sus tropas en las tierras del islam “justifica” acciones yihadistas de respuesta. A pesar de que esta hipótesis no es compartida de la misma manera, ni tuvo lugar en el mismo contexto político y social que la participación española en Irak, no debe descartarse si se piensa desde la lógica de los yihadistas, porque aunque a diferencia de lo sucedido con Irak las posiciones españolas, en el marco de la OTAN (Afganistán) y Naciones Unidas (Líbano), se sostienen con una fortaleza institucional internacional, la sociedad española desea desvincularse de esos conflictos.
Pakistán debe estudiarse como una amenaza a largo plazo que vincula a España por su participación en la misión bajo la OTAN en Afganistán, ya que la pérdida del control de Afganistán allanaría el camino a los yihadistas para tomar el control de Pakistán y de su potencial armamentístico. Por este motivo, la participación en Afganistán posiblemente tenga mayor repercusión en el corto plazo como frente de ataque yihadista contra España, porque cualquier cambio a favor de los yihadistas en ese escenario otorgaría una mayor proyección de expansión logística y operativa en la región.
Por último, existe un frente de desestabilización institucional e/o ideológica, desde la perspectiva yihadista, factible en Argelia. Las acciones yihadistas probablemente no produzcan grandes desestabilizaciones internas, pero sí una amplia trascendencia mediática al mismo tiempo que provocarían la activación de las alarmas en las proximidades geográficas y políticas, es decir, en Europa, en especial en España y Francia.
Por lo tanto, España se enfrenta con los intereses de expansión operativa y territorial yihadistas en Afganistán y se enfrenta con los intereses de expansión ideológica en Argelia. Para combatir y anular el efecto desestabilizador de acciones yihadistas vinculadas con cualquiera de estos escenarios, España debe enfrentarse en unidad y estabilidad, al mismo tiempo que debe evitar que cualquiera de sus participaciones en las tierras del islam, en el marco de lo previsto como miembro de las organizaciones internacionales, sea interpretado de acuerdo con la hipótesis que defiende que existen situaciones contextuales que justificarían un eventual ataque terrorista.
El modelo de teoría de juegos aplicado en este análisis predice que España sigue siendo un potencial objetivo en la estrategia de desestabilización yihadista (véase el Anexo). La ausencia de despliegue en Irak no anula la presencia española en Líbano y Afganistán, lugar este último donde han aumentado considerablemente las acciones yihadistas. Sin embargo, la efectividad de los atentados dirigidos a desestabilizar la posición de España en el sistema internacional carecería de validez si no existiese una posición de inestabilidad respecto a la causalidad de una acción yihadista. Si la posición es común en relación con la Hipótesis A, en la que se interpreta que no hay situación que intervenga en la relación de causalidad, entonces no hay inestabilidad ni motivos para cambiar las posiciones de España en el sistema internacional, por lo que una acción yihadista perdería validez estratégica. Por el contrario, si existen motivos para que una acción yihadista pueda explicarse de acuerdo con la Hipótesis B, como por ejemplo en Afganistán y Líbano, en la que sí existe una situación que interviene en la relación de causalidad, entonces sí hay razones estratégicas para que una acción yihadista alcance su objetivo de desestabilización y eventual repliegue de posiciones de las tierras del islam. No obstante esta posibilidad, la posición de España respecto a ambas posiciones es intermedia, por lo que a pesar de su participación en Afganistán y Líbano se encuentra en una situación más estable que en el contexto del 11 de marzo de 2004.[20] Por lo tanto, no debe descartarse que España pueda ser nuevamente escenario de una acción yihadista, aunque debido a la estabilidad interna no es un objetivo tan claramente favorable para la estrategia de desestabilización de las organizaciones yihadistas.
Miguel Luparelli Mathieu
Doctor en Economía y Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Madrid e investigador asociado de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia
José Antonio Mathés
Analista-metodólogo del Gabinete de Estudios de Seguridad Interior de la Secretaría de Estado de Seguridad de España
Andrés Montero Gómez
Director de Inteligencia de Interligare, profesor de seguridad en la UNED y de gestión de seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos
Anexo: Interpretación formal de las estimaciones
En el perfil [EICI] se observa una situación de posible cooperación debido a que tanto para los yihadistas como para España: r > sq > d. Por este motivo en el perfil [ECI] se observa que para los yihadistas r > d > sq y para España r = sq > d. En este caso también se presenta una situación de cooperación. Por lo que desde la perspectiva del ideario yihadista, atacar a España podría desencadenar una reacción favorable con sus objetivos.
Referencias bibliográficas
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[1] Luparelli Mathieu (2007).
[2] Bermejo y Reinares (2007).
[3] Reinares (2007a).
[4] Morgenstern y Neumann (1947).
[5] Por ejemplo, Atkinson, Sandler y Tschirhart (1987); Sandler y Lapan (1968); y Sandler y Arce (2003).
[6] Montero (2006).
[7] Prioridad estratégica de la acción yihadista = r > sq > d
[8] Prioridad estratégica de los Estados de mayoría musulmana = d > sq > r
[9] Prioridad estratégica de los Estados: Hipótesis A = d > sq > r; Hipótesis B = r > sq > d
[10] Para el recuento de actividades terroristas se han utilizado los datos procedentes de MIPT Knowledge Base: http://www.tkb.org/. Los valores de actividad yihadista en los Estados se obtiene sumando los incidentes conocidos y adjudicados a organizaciones yihadistas conocidas con base operativa en los respectivos Estados. Por lo tanto se excluyen los incidentes correspondientes a grupos no conocidos o no adjudicados. De esta forma se aísla la actividad que no esté específicamente vinculada con la actividad yihadista.
[11] Intensidad y Dimensión de la Acción yihadista = (((y / max y) + (o / max o)) / 2) * (((sqi / max sqi) * mision) + ( sql / max sql))
[12] Reinares (2007b).
[13] Hipótesis de desestabilización del statu quo o hdsqe = (pse – pge) + (0,65*pse + 0,35*pge); véase interpretación en la tabla Anexa.
[14] Valores para la posición de la sociedad tomados del Barómetro del Real Instituto Elcano, Oleada 15, Pregunta P34: “¿Cómo valora la presencia de tropas españolas en? Afganistán”. (Se toma el valor correspondiente a la respuesta Muy positivo + Positivo), y para la posición del gobierno se considera que su posición es favorable ya que se mantiene las tropas en Afganistán de acuerdo con un mandato de la OTAN; psEspaña = 0,46; pgEspaña = 1; hdsq = 0,78 r (0,40) = sq (0,40) > d (0,20)
[15] Pregunta P36.1: “En su opinión ¿Qué se debería hacer con las tropas españolas en Afganistán?”. (Se toman los valores correspondientes a las respuestas Disminuirlas + Retirarlas).
[16] Ibid, nota 12.
[17] Valores para la posición de la sociedad tomados del Barómetro del Real Instituto Elcano, Oleada 15, Pregunta P34: “¿Cómo valora la presencia de tropas españolas en Líbano?”. (Se toma el valor correspondiente a la respuesta Muy positivo + Positivo), y para la posición del gobierno se considera que su posición es favorable ya que se mantiene las tropas en Líbano de acuerdo con un mandato de la ONU. psEspaña = 0,45; pgEspaña = 1; hdsq = 0,81 r (0,41) > sq (0,40) > d (0,19)
[18] Pregunta P36.2: “En su opinión ¿Qué se debería hacer con las tropas españolas en Líbano?”. (Se toman los valores correspondientes a las respuestas Disminuirlas + Retirarlas).
[19] Reinares (2007c).
[20] En ese entonces el valor hdsqEspaña200403 = 1,35