Introducción: las informaciones sobre la amenaza yihadista en Ceuta y su impacto sobre la opinión pública española
Entre los últimos meses de 2006 y los primeros de 2007 la ciudad de Ceuta ha sido objeto de numerosas noticias y algunos análisis que la señalaban como escenario de actividades yihadistas y como posible blanco de atentados. Los principales sucesos que han servido de base a estas informaciones tienen que ver con varias menciones relativas a Ceuta y Melilla incluidas en algunos comunicados yihadistas recientes, una operación policial contra un grupo de extremistas musulmanes desarrollada en Ceuta en los últimos meses de 2006 y diversas noticias relacionadas con los incidentes de terrorismo acaecidos en Marruecos entre marzo y abril de 2007 (saldados con la muerte por suicido de cuatro yihadistas y varios heridos).
Además de coincidir con el sentido alarmista que caracteriza a la mayoría de las noticias vertidas en la prensa nacional sobre las dos ciudades españolas enclavadas en el norte de África, las informaciones antes apuntadas parecen haber influido de forma considerable en la percepción social de la población española sobre la amenaza yihadista. Así, según datos extraídos del último BRIE (Barómetro del Real Instituto Elcano), con fecha de diciembre de 2006, el 71,6% de los españoles encuestados calificaba como “importante” o “muy importante” las noticias aparecidas en ese mismo mes referentes a posibles atentados dirigidos contra objetivos españoles para reclamar la soberanía de Ceuta y Melilla.[1] Según las opiniones respecto al terrorismo yihadista registradas en diversos BRIE, las valoraciones sociales sobre el grado de amenaza han experimentado pocas oscilaciones entre las fechas inmediatamente posteriores a los atentados del 11 de marzo de 2004 y finales de 2006. Más concretamente, los porcentajes de encuestados que creían muy probable o bastante probable un nuevo atentado yihadista en España se han visto alterados en varias ocasiones aunque manteniéndose entre el 48% (cifra correspondiente a febrero de 2005) y el 42,8% (diciembre de 2006). No obstante, como Bermejo y Reinares sugieren en su análisis de los sondeos realizados por el Real Instituto Elcano, las valoraciones de diciembre de 2006 respecto a las informaciones difundidas en ese mismo mes sobre Ceuta y Melilla hacen sospechar que la población española podría atribuir mayor probabilidad de atentado yihadista en esos dos enclaves que en otra ciudades españolas ubicadas en la península. Aunque no existan datos directos a este respecto, un sondeo posteriormente realizado por Metroscopia en el mes de abril podría añadir algún apoyo empírico indirecto a la anterior suposición.[2] Aunque los datos de este estudio no sean íntegramente comparables a los registrados por el BRIE de diciembre de 2006, no parece casual que un sondeo elaborado muy pocos días después de los incidentes terroristas de Argel y Casablanca, y durante una semana cargada de noticias referentes a posibles atentados en Ceuta y Melilla, el 75% de los españoles encuestados afirmen que el riesgo de atentados yihadistas en España sea igual o superior al de marzo de 2004. Por su parte, durante la segunda mitad del mes de abril la prensa local de Ceuta, así como algunas autoridades municipales o el propio director de la Policía y la Guardia Civil procuraron rebajar las expectativas de riesgo que los medios de comunicación nacional trataban de atribuir a Ceuta. En este sentido conviene añadir que, efectivamente, las citadas expectativas mediáticas sobre la posibilidad de algún inminente atentado en Ceuta o Melilla a finales de abril no se correspondían con el sentir general de la población ceutí ni con el nivel de alerta activado por las propias fuerzas de seguridad (nivel 2); un nivel de alerta que, aún siendo ciertamente elevado, se hallaba igualmente extendido al resto del territorio nacional. Este y otros datos crean la duda sobre posibles exageraciones en relación al peligro de actividad yihadista en Ceuta (y en Melilla).
Dada la relevancia intrínseca del problema abordado, esto es, el peligro asociado a cualquier actividad yihadista, y teniendo en cuenta el impacto público suscitado por cualquier noticia referente a dicho riesgo en Ceuta y Melilla, así como la incertidumbre que frecuentemente acompaña a esa clase de informaciones, resulta imprescindible analizar el grado real de amenaza que pueda corresponder a esas dos singulares ciudades españolas. Como ya se viene indicando desde el principio, el siguiente análisis centra su atención en el caso particular de Ceuta y se organiza en dos secciones principales. En la primera de ellas se examinarán con cierto detalle las diversas evidencias e informaciones registradas durante los últimos años relativas a cualquier signo de actividad yihadista en Ceuta. A continuación, se agregarán una serie de indicaciones prospectivas sobre los distintos factores de riesgo que podrían hacer de Ceuta un escenario particularmente propicio para el yihadismo, así como una caracterización de las diversas funciones que podría prestar a los fines del movimiento yihadista global.
Evidencias e informaciones acumuladas sobre actividades yihadistas en Ceuta (I): informes e indicios de radicalización
Durante los últimos años, y especialmente a lo largo del año 2006, se han ido acumulando una diversidad de indicios sobre actividad yihadista en la ciudad de Ceuta. Algunos de los más importantes proceden de las noticias a las que ya se ha hecho alusión previa, aunque cabría añadir otros datos. En último término, los indicios disponibles caen en alguna de las tres siguientes categorías: informes de inteligencia, evidencias de radicalización religiosa y datos obtenidos a partir de investigaciones policiales.
Limitándonos a informaciones que han sido vertidas o filtradas a la opinión pública, durante los últimos años diversos organismos públicos han confeccionado varios informes prospectivos que alertaban sobre posibles actividades yihadistas en Ceuta.[3] Al parecer, desde el año 2000 el Gobierno comenzó a recibir análisis de inteligencia que apuntaban a la ciudad autónoma como un campo de cultivo propicio a la extensión de las versiones más radicales del islam y subrayaban la conveniencia de incrementar las labores de inteligencia y contrainteligencia a fin de prevenir posibles influencias extremistas por parte de algunas asociaciones religiosas. Alguno de estos análisis hacía especial hincapié en el control de los discursos propalados en varias mezquitas. Otro de ellos llamaba la atención sobre la reciente moda de edificar nuevas mezquitas sufragadas con dinero proveniente del tráfico de hachís. Asimismo, se indicaba que los predicadores encargados de dirigir esas mezquitas carecían de nacionalidad española y estaban influidos por las corrientes teológicas salafistas (lo cual no podía resultar extraño pues es bien sabido que dichas corrientes habían empezado a difundirse en Marruecos durante las últimas décadas del siglo pasado, gracias a la penetración de dinero y asociaciones de origen saudí). En 2003 el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) emitiría un análisis que alertaba sobre la vulnerabilidad de la zona del Estrecho de Gibraltar ante posibles planes de atentados contra embarcaciones militares o civiles. Este informe guardaba relación con unas detenciones realizadas por la policía marroquí el año anterior que supuestamente permitieron abortar un complot saudí financiado por al-Qaeda para atacar objetivos marítimos con lanchas cargadas de explosivos que partieran de Ceuta o Melilla. Aunque pasado cierto tiempo surgirían dudas sobre la veracidad de este plan, en el mismo año 2003 la Comandancia General de Ceuta emitió su propio análisis ratificando que, fuera cierto o no el complot de 2002, la posibilidad de un atentado terrorista en el Estrecho era perfectamente factible para al-Qaeda, puesto que algunos de sus militantes ya habían perpetrado dos ataques semejantes en años anteriores (concretamente en enero y octubre de 2000; en el segundo caso con el resultado de 17 muertos y 42 heridos).
Las informaciones recabadas sobre el crecimiento del extremismo religioso en Marruecos durante los últimos años también han servido como indicador de alarma respecto a futuros riesgos para Ceuta, dado el grueso flujo diario de ciudadanos marroquíes que cruzan su frontera. Por supuesto, el problema de la militancia yihadista en el país vecino se volvió mucho más preocupante a partir del 23 de mayo de 2003, día en que un grupo de radicales perpetraron cinco atentados simultáneos en Casablanca causando la muerte a 45 personas, cuatro de ellas españolas, e hiriendo a otras 100 (además, entre los objetivos de aquellos ataques se encontraría la Casa de España). La posterior comprobación de que buena parte de las personas implicadas en los atentados del 11 de marzo eran inmigrantes marroquíes, y algunos de ellos originarios de localidades próximas a Ceuta, como Tetuán o Tánger, volvería a reactivar algunas alertas en relación a la ciudad autónoma. Finalmente, las agencias de seguridad españolas han elaborado varios informes en este mismo sentido a raíz de los ya mencionados comunicados yihadistas de amenaza a Ceuta y Melilla, de los que nos ocuparemos más adelante.
Durante los últimos años se han detectado en Ceuta algunas evidencias sobre comportamientos y pautas características del radicalismo islamista en aquellos sectores de la ciudad donde predomina la población de origen marroquí, especialmente en el barrio del Príncipe Alfonso.[4] A continuación se ofrece una lista de estos indicios:
· Consignas y pintadas radicales: aunque no siempre pueda tomarse como indicador directo de apoyo al terrorismo yihadista, la difusión de consignas muy agresivas como muestra de apoyo a comunidades musulmanas implicadas en algún conflicto internacional ha sido una práctica relativamente recurrente en ciertas mezquitas de Ceuta. Por ejemplo, esta pauta ha venido reproduciéndose en diversos momentos de recrudecimiento del conflicto palestino-israelí. En algunas ocasiones la abundancia de información sobre dicho conflicto ha coincidido también con la aparición de pintadas con alusiones antisemitas y referencias a la yihad. Más recientemente, en julio de 2005, se realizaron diversas pintadas de contenido radical y amenazante, acompañadas de la extensión de rumores sobre posibles atentados contra instalaciones públicas y privadas de Ceuta. Con posterioridad se pudo constatar que los autores de estas pintadas y rumores eran algunas de las personas que acabarían siendo detenidas en diciembre de 2006, a raíz de la operación policial Duna.
· Propagación de ideas y comportamientos característicos del salafismo radical: como tendencia general, los imanes marroquíes que predican en las mezquitas de Ceuta suelen ser elegidos por el Ministerio de Asuntos Religiosos de la monarquía alauí y están pagados y controlados por sus propios funcionarios, lo cual constituye una vía para prevenir la difusión de ideas radicales. Sin embargo, al igual que sucede con numerosas mezquitas y salas de oración de ciudades como Casablanca, Fez, Tánger y Tetuán, la vigilancia ejercida sobre los centros islámicos establecidos en Ceuta no es total, entre otras razones por la sobreabundancia de tales centros (al menos 30 para una ciudad con una superficie de 20 km2 y un número oficial aproximado de 76.000 habitantes, de los que sólo una tercera parte son musulmanes, sin contar con los residentes ilegales procedentes de Marruecos). Aunque después de los atentados de mayo de 2003 Marruecos reforzó enormemente el control sobre los imanes, en los últimos años varios imanes radicales han ejercido la predicación en el barrio de El Príncipe. Una de las primeras noticias a este respecto hacía referencia a la eventual presencia de un predicador de origen saudí en un pequeño oratorio del citado barrio. Por otro lado, una vez consumadas las detenciones de la operación Duna, se han hecho públicas pruebas y testimonios, incluidos el de varios importantes imanes, que reconocen la transformación de la mezquita Darkawia en un entorno de propagación del radicalismo salafista. Dicha tendencia ha podido verse facilitada por la asistencia a la oración en Darkawia de Mohamed Banbouz y Ahmed El Bajjaouy El Fallah, dos imanes de Tetuán identificados con la corriente wahabí. Otras declaraciones igualmente salidas del barrio de El Príncipe han advertido que algunos de los vecinos radicalizados vienen realizando labores de vigilancia de las costumbres morales y religiosas de los jóvenes, tal y como suele ocurrir en cualquier otro entorno controlado por predicadores salafistas. Aunque no se trate de una información plenamente confirmada, al menos no de forma pública, durante el último año los habitantes de El Príncipe han escuchado rumores que sugieren que algunos de los individuos radicalizados que residen en su mismo barrio estarían ejerciendo labores de reclutamiento para la yihad y que, cuando menos, uno de ellos habría marchado a combatir a Irak. Algunas noticias aparecidas en la prensa agregan que la policía española mantiene una investigación sobre la desaparición de varios jóvenes musulmanes de Ceuta de los que se sospecha también podrían haberse desplazado a Irak.
· Agresiones contra edificios y personas: en septiembre de 2005 los radicales posteriormente aprehendidos en la operación Duna realizaron un primer intento fallido por incendiar el morabito próximo al cementerio musulmán de Sidi Embarek. Un morabito es una especie de pequeña ermita donde se aloja la tumba de algún musulmán al que se considera santo. Aunque la veneración de estas pequeñas edificaciones es una tradición bastante arraigada en el norte de Marruecos, los salafistas deploran y proscriben esta clase de cultos. Por esta razón, tras el fallo de 2005, los autores del primer atentado contra el morabito de Sidi Embarek acabaron quemándolo en enero de 2006 y en abril repitieron la misma práctica incendiaria, esta vez contra el morabito sito en otra barriada ceutí, El Sarchal. Por otro lado, desde 2005 se han sucedido las informaciones que acusaban a los salafistas residentes en El Príncipe de ser responsables de algunas de las emboscadas a las que frecuentemente son sometidos los coches de policía que se adentran en ese conflictivo barrio.[5]>
Evidencias e informaciones acumuladas sobre actividades yihadistas en Ceuta (II): investigaciones policiales
Como ya se ha anticipado, los indicios policiales más sustanciosos sobre militancia y actividad yihadista en Ceuta derivan de la operación Duna, pero no son los únicos.[6] De entrada, conviene hacer mención a las averiguaciones realizadas a raíz de la detención y posterior extradición a España de Hamed Abderramán Hamed, alias Hamido o el “talibán español”. Hamido, nacido en el barrio de El Príncipe, abandonó Ceuta en el año 2000 y, tras una estancia en Londres, se desplazó hasta Afganistán donde consiguió ingresar en una madrasa-campamento de Kabul para ser adoctrinado y adiestrado como muyahid. Una vez iniciada la intervención militar en Afganistán desatada por los atentados del 11-S, Hamido siguió a los talibanes en su huída de Kabul a Jalalabad y luego hacia las montañas de Pakistán, donde sería apresado por las fuerzas de ese país, que acabarían entregándolo al ejército estadounidense. Después de pasar una temporada en la base de Guantánamo sería devuelto a las autoridades españolas en febrero de 2004. A continuación, Hamido fue juzgado y condenado a seis años de prisión por la Audiencia Nacional, si bien esa sentencia acabó siendo anulada por el Tribunal Supremo tras comprobarse que las declaraciones autoinculpatorias que le sirvieron de base habían sido obtenidas en Guantánamo bajo condiciones de plena ilegalidad, malos tratos y sin asistencia de ningún abogado. Lo que ahora nos interesa destacar respecto a este caso es que, según datos recabados por la Audiencia Nacional, el proceso de radicalización del “talibán español” Hamido se habría iniciado en su propia ciudad natal. Al parecer, además de acudir cotidianamente a la mezquita ceutí La Fuente, Hamido entró en contacto a finales de la década de 1990 con una asociación islámica que solía organizar diversas charlas impartidas por predicadores venidos de Marruecos. Uno de esos líderes religiosos fue Adellah, apodado Abu Naiz, quien había pasado una temporada en Afganistán y se convirtió en mentor de Hamido, familiarizándole con las consignas del salafismo yihadista y acompañándole más tarde a Londres en el año 2000, donde le introdujo en los ambientes radicales. Finalmente, Abu Naiz hizo posible el viaje de Hamido a Afganistán, prestándole dinero y poniéndolo en contacto con un tal Ibrahim, a quien se le relaciona con el yihadista Imad Edwin Barkat Yardas, alias Abu Dahdah, condenado en España por establecer una red radical vinculada a al-Qaeda. No obstante, en la actualidad existen dudas sobre la veracidad de muchos de estos datos, puesto que fueron obtenidos por declaraciones realizadas en la base estadounidense de Guantánamo. Una vez en España, Hamido y su abogado los explicarían como mentiras necesarias para evitar torturas. Por otro lado, dos de los radicales detenidos en Ceuta en diciembre de 2006 como consecuencia de la operación Duna resultaron ser hermanos de Hamido.
Otra pista policial digna de reseña está relacionada con las detenciones efectuadas en las semanas que sucedieron a los atentados del 11 de marzo de 2004. El 6 de abril la policía detuvo a Abdelilah el Fuad, originario de Tetúan y residente en Ceuta, donde supuestamente se dedicaba a la compra y venta de coches. Los indicios que llevaron a esta detención señalaban que el Fuad estuvo en la finca de Chinchón donde los presuntos autores materiales del 11-M prepararon los últimos detalles de la masacre de Madrid. Asimismo, el Fuad habría comprado un coche a la familia de uno de los posibles líderes de la red del 11-M, el también tetuaní Hamal Ahmidan, alias “el chino” o “Mowgli”, vehículo que pudo ser utilizado por los miembros de esa misma red terrorista para recoger en Asturias los explosivos que provocaron la masacre de Madrid. Según parece, el Fuad había aportado el vehículo y los documentos ilegales con los que años atrás Ahmidan lograría entrar en España. Igualmente, se sospecha que el Fuad fue el encargado de captar otros vecinos de Tetúan para la mencionada red yihadista, incluido Icham Ahmidan, primo de “El Chino”.
En marzo del año 2005, y dentro del marco de la operación Nova, varios agentes de la Guardia Civil realizaron un registro en la prisión ceutí de Los Rosales. La citada operación había sido activada en los últimos meses de 2004 tras el arresto de una red yihadista que se había creado dentro de varias cárceles españolas y que pretendía atentar contra el edificio de la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo. El registro en Los Rosales se efectúo en las celdas de dos individuos musulmanes que aguardaban un juicio por colaboración en el traslado de inmigrantes ilegales de Marruecos a Ceuta. En sus celdas la guardia civil encontró dos tipos de documentación: una serie de textos escritos en árabe, francés y español potencialmente relacionada con al-Qaeda y un croquis y un plano sobre un ferry, lo que debía ser investigado como indicio sobre presuntas intenciones de atentar contra objetivos marítimos, tal y como se había sugerido en algún informe de inteligencia previamente citado. Las deducciones que siguieron a estos descubrimientos señalaban a uno de los dos sujetos investigados, el marroquí Redouan Ben Fraima Alí, de 40 de edad, como posible reclutador del segundo, el más joven Redouan Ahmed Alí, conocido como delincuente común del barrio de El Príncipe. No obstante, la radicalización de este segundo no se habría producido en Ceuta sino a raíz de su encuentro con Ben Fraima en la cárcel de Botafuegos (Algeciras) a finales de 2004.
Por último, debemos de concluir con una referencia más extensa a la reiterada operación Duna. En la madrugada del 12 de diciembre de 2006, fuerzas de la policía nacional respondieron a una petición emitida desde la Audiencia Nacional para introducirse en el barrio de El Príncipe, registrar varios domicilios y arrestar a 11 personas bajo acusación de pertenencia a una organización yihadista. Todos los detenidos eran de origen marroquí, aunque sólo uno carecía de nacionalidad española, y casi todos se hallaban próximos a la edad de 30 años (cuatro serían puestos en libertad pocos días después de producirse el arresto, una vez prestada declaración en la Audiencia Nacional). Varios de ellos tenían antecedentes por delitos comunes y tráfico de estupefacientes. Uno de los apresados fue Karim Abdeslam Mohamed, también conocido como “Marquitos” o “Dibania”, quien había promovido la radicalización de la mezquita Darkawia y su entorno, con ayuda de su propio imán, Abdesalam Ben Daud, y de otro de los detenidos, Mohamed Fuad Mohamed Abdeselam, altamente implicado en labores de proselitismo radical en El Príncipe. Un dato interesante sobre Karim Abdeslam Mohamed, quien había sido varias veces encarcelado, es la detección de una de sus huellas dactilares en la celda de la ya señalada prisión de Algeciras donde se hallaba recluido otro musulmán ceutí, Tarek Hamed Hamu, convicto por delitos de narcotráfico y detenido en 2005 dentro del marco de la denominada operación Tigris, destinada a abortar una trama de apoyo logístico y financiero a la actividad yihadista en Irak. Presumiblemente, Hamu habría realizado los rituales previos de “aceptación del martirio en una acción a favor del sagrado yihad” y estaba acusado por falsificación de documentos. Pues bien, las huellas de Karim Abdeslam Mohamed en la celda de Hamu apuntan a este último como uno de sus posibles reclutadores para la causa de la yihad.
El proceso de radicalización de la mezquita Darkawia sería alentado por Karim Abdeslam Mohamed y prontamente detectado por los propios vecinos de El Príncipe, con la consecuencia de un claro descenso del número de visitantes de dicha mezquita y, a la vez, un aumento de asistentes de corta edad. Como ya se ha dicho, los detenidos en la operación Duna tuvieron responsabilidad en diversos comportamientos radicales, incluidas labores de vigilancia de las costumbres e incendio de morabitos. Llegado un cierto momento, el creciente radicalismo del grupo liderado por Karim suscitó las críticas del imán de la mezquita, Abdesalam Ben Daud, el cual sería rápidamente sustituido por otros dos imanes de Tetuán inspirados en el wahabismo y traídos a Ceuta por el propio Karim. Pero el proceso de radicalización en torno a la mezquita Darkawia, que ya había dado lugar al inicio de una investigación policial en marzo de 2005, aún ascendería un nuevo y último peldaño que apuntaba a la preparación y ejecución de uno o varios atentados. Así, las escuchas y seguimientos de la policía revelaron que, desde finales de 2005, varios de los radicales liderados por Karim afirmaron su disposición a participar en una operación suicida, manifestaron deseos de ejecutar atentados dentro y fuera de Ceuta y se plantearon la posibilidad de introducirse en el polvorín militar del monte Hacho para sustraer armamento y material explosivo. Dada la dificultad de esta empresa, Karim trabó relación con varios jóvenes musulmanes que cumplían servicios como soldados profesionales, a fin de intentar atraerles al yihadismo y obtener de ellos las armas y explosivos que serían necesarios para pasar a la acción terrorista (pocos meses antes, la prensa nacional se había hecho eco de que el ejército podría haber denegado la permanencia de varios soldados musulmanes por sus probables simpatías con el radicalismo islamista). Por último, parece que en septiembre de 2006 tres de los futuros detenidos en la operación Duna se reunieron para discutir la constitución de un grupo violento que tomara parte del nombre de una red salafista que había sido desmantelada por las autoridades marroquíes a principios de ese mismo mes: Ausana al-Jaish al-Mahdi (Seguidores del Ejército del Mesías).
En opinión de los investigadores que desarrollaron la operación y del juez instructor del caso, la red de yihadistas surgida en torno a la mezquita Kardawia constituía un grupo que estaba conectado a entramados yihadistas marroquíes y podía recurrir a la delincuencia común y el narcotráfico para financiar futuros atentados. Aunque no había evidencias de que el riesgo fuera inminente, se sabía igualmente que este grupo se había planteado ya algunos blancos, como el Recinto Ferial de Ceuta, un centro comercial u otros objetivos en la península. Entre los objetos incautados a los detenidos no se encontraron explosivos pero sí un chaleco antibalas, un bote de gas lacrimógeno, material propagandístico de al-Qaeda, diversa documentación falsa y una carta parecida a un testamento suicida escrita por el yihadista Tarek Hamed Hamu. Como días después reconocería Ahmed Liaziz, uno de los imanes más influyentes de Ceuta, la operación Duna había puesto de manifiesto que el humo de los rumores extendidos durante los últimos años sobre la presencia del radicalismo en Ceuta no era totalmente infundado. En palabras de este respetado imán: “no hay humo sin fuego”; y en Ceuta algunos jóvenes, aunque sólo fueran unos pocos, estaban jugando con fuego.[7]
Mirando al futuro: ¿qué papel podría cumplir Ceuta en favor de la amenaza yihadista?
Como se ha intentado demostrar en las páginas anteriores, durante los últimos años Ceuta ha sido escenario de actividad yihadista. Sentado esto, queda por averiguar en qué medida esa actividad pueda continuar, o intensificarse, en los próximos años. A decir verdad, la combinación de los indicios ya examinados con las peculiaridades de la realidad ceutí y la reciente evolución del radicalismo salafista en el norte de África hacen suponer que la ciudad autónoma podría desempeñar más de una función útil a los objetivos del movimiento yihadista global.[8] De hecho, sería muy conveniente que las autoridades políticas y las agencias de seguridad españolas no descartaran como imposibles ninguna de las tres tendencias descritas a continuación.
(a) Ceuta como caldo de cultivo del radicalismo salafista
A pesar de las indicaciones ya revisadas, la ideología salafista-yihadista aún está escasamente extendida en Ceuta y es indispensable agregar que la inmensa mayoría de sus habitantes musulmanes no son extremistas religiosos. Sin embargo, es innegable que la ciudad autónoma acumula muchos de los factores de riesgo que pueden allanar el camino a la difusión de las versiones más radicales y virulentas del islam. Algunos de esos factores son obvios, como la creciente concentración de población musulmana o la proximidad con Marruecos.
Naturalmente, la condición de musulmán no es causa suficiente ni probable para la radicalización religiosa (la mayoría de los musulmanes no son radicales), aunque sí constituye una condición imprescindible que Ceuta (y Melilla) cumple en mucha mayor medida que la práctica totalidad de las ciudades españolas. De hecho, las tasas de natalidad de los musulmanes ceutíes y la continua afluencia de inmigrantes marroquíes a la ciudad harán que en poco tiempo la mayoría de su población profese la religión islámica.
La cercanía con Marruecos puede facilitar el aumento de vocaciones yihadistas en Ceuta por varias vías, que incluirían la huída de militantes radicales hacia la ciudad autónoma o un posible contagio ideológico del actual proceso de reislamización que está teniendo lugar en Marruecos desde hace ya varios años. Cabe recordar que, en agosto y noviembre de 2006 y enero de 2007, las fuerzas marroquíes de seguridad desarticularon en Tetuán una red presuntamente conectada con al-Qaida y el GSPC argelino. Meses después, primero en marzo y luego en abril, varios yihadistas se suicidaron para evitar ser apresados por agentes marroquíes. No puede descartarse que miembros de esta clase de redes yihadistas traten de cruzar la frontera con Ceuta e instalarse allí para desarrollar labores de reclutamiento y propaganda. Pese a todo, hay que advertir que Marruecos aglutina diversas formas de islamismo y que su versión salafista-yihadista sigue siendo la menos extendida, entre otras razones porque entra en contradicción con diversos elementos de la escuela jurídica malekí, que es la preponderante en todo el país, y con otros aspectos de una religiosidad popular más flexible y tolerante.[9] Una prueba que generalmente se aduce para ratificar el carácter pacífico de gran parte del islamismo marroquí son las condenas emitidas por muchos de sus líderes respecto a los atentados de Nueva York y Washington, Casablanca y Madrid. Sin embargo, incluso las agrupaciones islamistas moderadas cuentan con facciones y militantes más extremistas como Mohamed Fezzni, miembro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), quien hace poco tiempo hizo un llamamiento a la yihad contra Ceuta, Melilla y el resto de España. Por otra parte, algunos indicadores recientes señalan a Marruecos como uno de los países musulmanes con mayor extensión de opiniones y actitudes radicales y antioccidentales. Concretamente, un conocido estudio elaborado en 2004 por el PEW Center for the People and the Press indicaba que el 45% de los ciudadanos marroquíes encuestados tienen una imagen positiva o muy positiva de Osama Bin Laden, un 60% aprueba los atentados suicidas perpetrados en Irak contra tropas de EEUU, un 73% expresan opiniones desfavorables hacia las personas de religión cristiana (normalmente identificadas como ciudadanos occidentales) y un 92% rechazan a los judíos.[10] Obviamente, la posible difusión de estas opiniones desde Marruecos a Ceuta podría alimentar nuevas vocaciones yihadistas en la ciudad autónoma.
La marginalidad que caracteriza a algunos barrios ceutíes básicamente musulmanes es otro factor que no garantiza por sí sólo la militancia yihadista, pero que puede favorecerla. El caso ya comentado de la barriada del Príncipe Alfonso es particularmente preocupante.[11] Es lo más parecido a un gueto, es decir, un área urbana enclavada en los márgenes de una ciudad multicultural y esencialmente poblada por personas con un mismo origen étnico y religioso. El barrio de El Príncipe limita con la frontera hispano-marroquí del Tarajal y está habitado por unos 15.000 vecinos de ascendencia marroquí, que representan casi la mitad de los musulmanes de Ceuta. Durante toda la década de 1990 sirvió de residencia y refugio a diversas bandas dedicadas al tráfico de hachís, dirigidas por jóvenes y arrogantes líderes que practicaban con plena impunidad la intimidación, el robo e incluso el asesinato. Muchas de esas bandas han sido desarticuladas durante los últimos años y la violencia relacionada con el narcotráfico ha disminuido sensiblemente, aunque el negocio siga activo en el barrio, frecuentemente combinado con el tráfico de seres humanos. De aquella época de violencia mafiosa deriva en parte el clima de impunidad legal y la enorme peligrosidad que aún prevalece en El Príncipe, si bien estos hechos cuentan con otras causas agregadas igualmente importantes, como la escasa presencia institucional o el deterioro social y físico del entorno. Los comportamientos transgresores y la delincuencia común (robos, pequeñas transacciones de droga) son prácticas habituales en un barrio en el que no pocos vecinos poseen armas de fuego y donde cualquier aparición de las fuerzas de seguridad tiende a ser rechazada, generalmente con violencia. Como consecuencia de la agresividad del contexto y de ciertos vecinos el control formal e informal de los comportamientos públicos es prácticamente inexistente. Por último, los habitantes del Príncipe tienen numerosas razones para el descontento (el cual también se canaliza a menudo a través de transgresiones, como la quema de contenedores o incluso de algún edificio): la estructura urbana del barrio es francamente defectuosa, sus servicios públicos escasos y el número de desempleados es el más alto en una de las ciudades que ostenta las máximas tasas de paro de toda España (por encima del 30%). En esta clase de ambientes la combinación de mensajes demagógicos y victimistas que suelen dar contenido a los discurso de los imanes más radicales y las prácticas de asistencia social típicamente desarrolladas por asociaciones islamistas pueden hacer tremendamente atractivo un ideario como el salafista, que ofrece una explicación y solución únicas a todos los problemas padecidos por los musulmanes (una explicación que culpabiliza de esos problemas a los infieles y a los malos musulmanes y una solución que exige la agresión a tales enemigos del islam). Un elemento de riesgo que debe ser añadido a los anteriores radica en la escasísima formación cultural de los jóvenes habitantes de El Príncipe, la mayoría de los cuales incurren en un patrón de fracaso escolar que les convierte en analfabetos funcionales (no pocos padres son analfabetos reales) y les hace mucho más vulnerables a cualquier intento de manipulación ideológica sectaria.
En último término, podría decirse que la barriada ceutí del Príncipe Alfonso constituye un entorno muy semejante a aquellos arrabales de ciudades marroquíes como Casablanca, Fez, Tánger y Tetúan donde mayor difusión ha obtenido la corriente salafista-yihadista durante los últimos años.
(b) Ceuta como retaguardia y base logística de la yihad
En su acepción militar la palabra “logística” hace referencia al conjunto de actividades y cálculos destinados a organizar el movimiento de las tropas en campaña, así como su alojamiento, transporte y avituallamiento. El desarrollo de cualquier campaña terrorista requiere de diversas actividades logísticas que, en el caso de los yihadistas, son ejercidas a escala internacional o, hasta cierto punto, global. Ceuta reúne una serie de características que la convierten en un territorio propicio para el desempeño de varias funciones logísticas indispensables respecto a la organización y la subsistencia de la amenaza yihadista global.
Repitiendo un argumento anterior, las dificultades para ejercer un control total sobre el perímetro fronterizo y las cifras de tránsito diario a Ceuta (unas 30.000 personas sólo por la frontera del Tarajal), hacen pensar en la posibilidad de que la ciudad autónoma sirva como vía de escape o refugio a militantes yihadistas procedentes de Marruecos o, en sentido contrario, huidos de Europa.[12] Un papel logístico compatible con el anterior sería el de zona de tránsito en relación a varios recorridos. El más obvio de ellos comenzaría en algún punto del Magreb y terminaría en cualquier país europeo. Por ejemplo, en el pasado mes de abril el Ministerio del Interior marroquí reconocía que al menos dos individuos radicales que habían recibido entrenamiento en los campos de al-Qaeda situados en Malí lograron cruzar la frontera de España y se encontraban ya en la península. Ceuta también podría constituir un paso inicial o intermedio de diversos trayectos que comenzaran o terminarían en alguna región de conflicto donde opere algún grupo yihadista o en un campo de entrenamiento para terroristas. En páginas previas se ha hecho alusión a ciertos indicios relativos al traslado de varios jóvenes ceutíes a Irak. Además, en agosto y noviembre de 2006 y enero de 2007 las fuerzas de seguridad marroquíes desarticularon en Tetuán una red presuntamente conectada con al-Qaeda y el GSPC argelino que reclutaba combatientes para Irak (Tetuán es una ciudad muy próxima a la frontera de la que proceden muchos de los inmigrantes marroquíes de primera o segunda generación que residen o trabajan en Ceuta). En tercer lugar, filtraciones policiales aparecidas en la prensa señalan a Ceuta como ciudad de paso dentro de un tour que comenzaría en Cataluña y acabaría con la entrada a Irak vía Siria (no obstante, estas informaciones no están plenamente contrastadas).[13]
Finalmente, algunos grupos radicalizados en Ceuta podrían realizar labores de apoyo económico a la causa yihadista. Las vías de financiación del terrorismo yihadista son diversas e incluyen tanto fuentes legales como ilegales.[14] El dinero legal procede en gran medida de donaciones entregadas a personas que las solicitan en mezquitas o comercios y que no siempre reconocen que el dinero recaudado será finalmente invertido en actividades criminales y terroristas. Tal y como ocurre en otras muchas partes del mundo, algunas organizaciones aparentemente benéficas vinculadas a grupos yihadistas podrían tratar de aprovechar la extensa red de mezquitas y salas de oración existentes en Ceuta, o los propios negocios regentados por musulmanes ceutíes, para recabar dinero que acabase en manos de terroristas. Además, Ceuta ofrece numerosas oportunidades para la financiación ilegal de la yihad, ya sea a través de los habituales delitos menores cometidos contra la propiedad como, sobre todo, mediante el dinero obtenido de las redes de narcotráfico que atraviesan Ceuta desde Marruecos hacia Europa, o incluso el tráfico de seres humanos.
(c) Ceuta (y Melilla) como blanco de atentados
Hasta hace unos pocos años la mayoría de los ciudadanos y buena parte de los analistas daban por hecho que España no era campo de batalla para los radicales yihadistas sino, en todo caso, retaguardia y base logística de sus actividades terroristas en otras partes del mundo. Naturalmente, estas percepciones sufrieron un cambio drástico tras producirse la masacre del 11 de marzo de 2004. En el caso que ahora nos ocupa la probabilidad percibida sobre futuros atentados en Ceuta ha ido incrementándose a raíz de algunos de los sucesos comentados en la primera parte de este informe y como consecuencia de la divulgación de sucesivos comunicados yihadistas de amenaza a las dos ciudades españolas del norte de África. En concreto, los mensajes más importantes que describen a Ceuta (y a Melilla) como blancos de la violencia yihadista son los siguientes:
· Agosto de 2003: el predicador salafista marroquí Mohamed al-Fezzazi, en su declaración ante el Tribunal Penal de Casablanca, se muestra partidario de llevar la yihad a Ceuta y Melilla, a las que describe como territorios ocupados como los de Palestina, Afganistán y Chechenia.
· Mayo de 2006: aparece en el foro virtual yihadista al-Ansar un comunicado firmado por Nadim al-Magrebí quien, tras exigir una declaración de guerra contra el “Estado infiel español” y la formación de un grupo de muyahidin que lleven a cabo la yihad en el norte de África, llama a liberar las “ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla”. Las autoridades argelinas sospecharían que tras el sobrenombre de Nadim al-Magrebí se ocultaba un grupo terrorista magrebí.
· Diciembre de 2006: la cadena de televisión al-Yasira emite fragmentos de un discurso pronunciado por Ayman al-Zawahiri, lugarteniente de Bin Laden y estratega de al-Qaeda. En dicho mensaje, al-Zawahiri cita por primera vez a Ceuta y Melilla, para equipararlas con Palestina y Chechenia y exhortar a sus seguidores a liberar todo territorio que alguna vez hubiera sido musulmán, desde al-Ándalus hasta Irak (como ya había solicitado en otro comunicado de julio de 2006).
· Mayo de 2007: varias páginas web yihadistas muestran un video fechado en el mes de abril donde aparece Abu Musab Abd al-Wadoud, emir de la Organización de al-Qaeda en el Magreb Islámico (nuevo nombre adoptado por el argelino Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, en señal de su definitiva integración en al-Qaeda). El emir se dirige a los musulmanes del norte de África para criticar a la Liga Árabe, a la Unión del Magreb Árabe y a la monarquía de Marruecos y hace una petición para “liberar” Ceuta y Melilla y “limpiarlas de la impureza de España”.
Como se ve, la mayoría de las amenazas yihadistas dirigidas contra Ceuta y Melilla se enmarcan dentro de nostálgicas referencias al mito de al-Ándalus, de aparición cada vez más habituales en las páginas web frecuentadas por islamistas radicales de todo el mundo. No hay motivo para minusvalorar estas amenazas y, por el contrario, existen diversas razones que animan a definirlas como sumamente graves. Por lo pronto, hay que tener en cuenta que el falso estereotipo que describe a Ceuta y Melilla como territorios ocupados está ampliamente extendido entre la población marroquí y en otros países árabes. Algún analista ha apuntado recientemente que un atentado en una de esas dos ciudades quizá sirviera para ensalzar la imagen de los yihadistas ante cierto sector de la opinión pública marroquí que podría verlos como los únicos actores políticos realmente dispuestos a realizar el viejo proyecto de recuperar los territorios a los que nunca se quiso renunciar, al contrario de lo que podría decirse de sus propios reyes y gobiernos, que jamás se atrevieron a luchar para conseguir lo que tantas veces se reclamó.[15] Resulta especialmente inquietante que dos de los comunicados que contienen amenazas contra Ceuta y Melilla hayan sido proferidos, respectivamente, por al-Zawahiri, segundo líder de al-Qaeda, y por el emir de una organización yihadista como al-Qaeda en el Magreb Islámico que atraviesa un momento de revitalización y extensión a lo largo de todo el norte de África y que cuenta con numerosas redes y miembros distribuidos por toda Europa, junto con un considerable número de combatientes veteranos y de voluntarios bien entrenados.
La gravedad de las amenazas contra Ceuta y Melilla también puede valorarse tanto en función de las oportunidades que ambas ciudades ofrecen para cometer un ataque terrorista como de las consecuencias que podrían desprenderse de esa misma acción. Por lo que a Ceuta concierne, los blancos disponibles son múltiples y de naturaleza muy diversa. Debido a su valor simbólico, su impacto internacional o la elevada concentración de personas que los transitan, algunos de los escenarios más propicios para un atentado terrorista podrían ser cualquiera de las dos fronteras con Marruecos, algún cuartel o dependencia militar, algún edificio judío, como la sinagoga de Ceuta, o su puerto marítimo (caracterizado por un continuo y amplísimo tráfico de personas, vehículos y embarcaciones de turismo y mercancías, muchas de ellas petrolíferas). También cabe contemplar la opción ya reseñada de que las costas de Ceuta sirvieran como punto de salida de alguna pequeña embarcación destinada a atentar contra alguna de las numerosas embarcaciones que atraviesan diariamente el Estrecho de Gibraltar. Finalmente, en caso de planificar uno o varios atentados, los yihadistas podrían escoger el centro urbano para tratar de provocar daños masivos, lo cual no sería difícil puesto que, a pesar de su reducida extensión (20 km2 de superficie), Ceuta presenta un enorme nivel de densidad poblacional (4.092,32 habitantes por km2, comparado con una media nacional de 85,54 habitantes por km2).
De todos modos, la probabilidad de consumar un plan para cometer atentados en Ceuta, o desde Ceuta, no sólo depende de la voluntad de sus potenciales ejecutores sino de su capacidad para lograr los recursos económicos y el armamento necesarios. En este sentido, algunas de las circunstancias reveladas a raíz de la operación Duna tienen implicaciones inquietantes. Un dato particularmente relevante desde el punto de vista económico es que varios de los detenidos en la citada operación tenían antecedentes penales por participación en robos y labores de contrabando de hachís, lo que sin duda les capacitaba para obtener el dinero que pudiera requerir una operación terrorista. Por ello mismo no es casual que entre los resultados de los registros efectuados en una de las casas del Príncipe en la que vivía alguno de los presuntos terroristas se hallaron 18.000 euros en metálico. Otra pista preocupante destapada por la operación Duna hace referencia a los intentos ya mencionados de robar u obtener armamento militar por parte de alguno de los detenidos a través de la captación de jóvenes musulmanes que cumpliesen servicio en el ejército español. Hay que agregar que uno de esos detenidos (Abdelkrim Chaib Abdelaziz) había servido como soldado profesional, en tanto que otro de ellos tuvo la oportunidad de trabajar como auxiliar de la Policía Local de Ceuta (Rachid Mustafa Mohamed). Por otro lado, dada la elevada presencia de tropas destacadas en Ceuta y el creciente porcentaje de ciudadanos ceutíes de origen musulmán que sirven en ellas (en la actualidad un tercio), las probabilidades de unas pocas captaciones puntuales en el medio plazo no son desdeñables. La incorporación a una red yihadista de una o varias personas con adiestramiento militar, posible acceso a munición, armas o explosivos y a información sensible sobre puntos vulnerables de la ciudad podría tener consecuencias nefastas.[16] Tampoco cabe descartar que los yihadistas tuvieran ocasión de comprar explosivos robados a las dependencias militares de Ceuta. De hecho, a finales de enero de 2007, la Policía detuvo en Ceuta a dos soldados españoles no musulmanes y un marroquí con permiso de residencia y vecino de El Príncipe por intentar vender algo más de medio kilo de explosivo militar (suficiente para reventar un edificio de varias plantas) a unos compradores no identificados que lograron darse a la fuga. Aunque la investigación se había iniciado en octubre de 2006, la prensa informaría que la policía realizó las detenciones poco después de recibir una alerta sobre un posible atentado con una lancha cargada de explosivos.[17]
Antes de terminar, sería bueno añadir un par de consideraciones que complementen y maticen los comentarios previos. En primer término, el riesgo de violencia yihadista en Ceuta podría ser discutido con el argumento de que los ciudadanos ceutíes de origen musulmán constituyen un sector de población perfectamente identificado con la ciudad e intensamente implicado en su vida social, lo cual entraría en contradicción con el apoyo a la violencia yihadista. El argumento en sí mismo resulta impecable y describe con fidelidad la actitud con la que la gran mayoría de los musulmanes de Ceuta afrontan su vida diaria. Sin embargo, esta realidad no anula el riesgo de terrorismo ni en Ceuta ni en ningún lugar del mundo. El terrorismo exige muchos menos apoyos humanos y recursos materiales que cualquier otra forma de violencia colectiva. Bastaría con que un pequeño grupo de individuos abrazara ciegamente la ideología salafista-yihadista y obtuviera una mínima cantidad de dinero y armamento para que la posibilidad de uno o varios atentados en Ceuta se hiciera real. Además, ya hemos visto que los voluntarios a realizar dichos crímenes podrían no ser ceutíes y provenir de otras ciudades o países. Otra posibilidad es que los pocos ceutíes radicalizados recibieran apoyos materiales o asesoramiento táctico desde fuera de Ceuta.
La segunda consideración final tiene que ver con los efectos que podrían derivarse de uno o varios atentados en Ceuta. A primera vista, esta ciudad constituye un entorno perfecto para la ejecución del que quizá sea uno de los modelos ideales de atentado yihadista: un entorno multiétnico y multirreligioso que no carece de tensiones ni conflictos. Tal vez los extremistas pretendieran atentar allí con la expectativa de activar un ciclo de hostilidades entre musulmanes y no musulmanes que pudiera convertir la ciudad autónoma en escenario de intensos conflictos interétnicos. Sin embargo, si esta clase de previsiones llevaran realmente a la materialización de una campaña terrorista en Ceuta es harto probable que los efectos obtenidos fueran justamente los contrarios a lo esperado. Desde luego, no se puede descartar que los atentados provocaran alguna reacción potencialmente agresiva de parte de algunos ciudadanos no musulmanes. Sin embargo, lo más probable es que esas reacciones fueran minoritarias y es prácticamente seguro que muchos de los imanes de la ciudad y la mayor parte de la población musulmana ceutí rechazara de inmediato los atentados, a sus autores y a la doctrina radical que los anima.
Conclusiones: interpretando el riesgo de actividad yihadista en Ceuta (y Melilla) desde el marco global de la amenaza
A lo largo de este análisis se han revisado los diversos indicios e informaciones que apuntaban a la ciudad autónoma de Ceuta como escenario de actividad yihadista, ya fuera en el pasado inmediato o en un plazo futuro más o menos próximo. La conclusión principal reconoce la evidencia de procesos y comportamientos relacionados con la radicalización y el reclutamiento yihadista y algunos planes incipientes para atentar, así como la posible continuidad o intensificación de dichas tendencias en los próximos años.
A decir verdad, no faltan motivos para pensar que ciertos sectores de la ciudad podrían servir de escenario para la expansión de la ideología salafista-yihadista, el desarrollo de actividades de apoyo logístico al movimiento yihadista global o incluso la realización de atentados en Ceuta o desde Ceuta. Por consiguiente, la amenaza es real. No obstante, conviene terminar subrayando que la anterior afirmación podría aplicarse igualmente a otros enclaves españoles y peninsulares a los que ningún medio de comunicación se ha atrevido a calificar con expresiones alarmistas tales como “cuna de terroristas”, “polvorín”, etc. A fin de cuentas, y según se ha ido comprobando a lo largo de los últimos años, Ceuta no es el único lugar de España penetrado por redes yihadistas. A lo largo de los últimos años, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han detectado procesos de radicalización, actividades de proselitismo y apoyo logístico y financiero al movimiento yihadista global en puntos muy diversos de la geografía peninsular. El mayor atentado cometido en suelo europeo por los yihadistas tuvo lugar en la propia capital de España. Asimismo, con posterioridad a los atentados del 11-M se han logrado neutralizar un mínimo de nueve complots terroristas, de los cuales sólo uno, y muy incipiente, sería gestado en Ceuta (el ya mencionado en los comentarios previos sobre la operación Duna).
Junto a los argumentos anteriores hay que considerar que algunos de los atributos y circunstancias más o menos excepcionales que favorecen particularmente la actividad yihadista en Ceuta y Melilla comienzan a ser compartidas, o llegarán a serlo en poco tiempo, con no pocas ciudades situadas en la península ibérica o en otros entornos europeos. Más concretamente, me refiero a los aspectos relacionados con el elevado volumen de población magrebí o musulmana que reside en las dos ciudades españolas del norte de África, con la tendencia a una cierta coexistencia segregada distribuida por barrios y con su definición, por parte de los yihadistas, como territorios de lucha y conquista. Respecto a las dos primeras características, es necesario tener presente la progresiva emergencia de barrios e incluso de algunos pequeños municipios peninsulares y europeos donde la población procedente del Magreb, o de países asiáticos como Pakistán o Bangladesh, constituye una mayoría social, o está en vías de lograrlo. A su vez, cabe la posibilidad de que alguna de esas mayorías musulmanas pudiera desarrollar cierta propensión a la auto-segregación. Por supuesto, estas previsiones no pretenden poner bajo sospecha a las futuras comunidades musulmanas de una u otra ciudad o barrio. Sin embargo, los responsables institucionales de la seguridad ciudadana deben ser conscientes de que la proliferación de esta clase de entornos urbanos, especialmente los que adquiriesen un alto grado de segregación, pueden facilitar considerablemente las labores proselitistas y de captación en favor de la causa yihadista, justo en el mismo sentido en que podrían favorecerlo en ciertos sectores de Ceuta o Melilla.[18] En términos generales, cualquier escenario caracterizado por cierta marginalidad (derivada de la condición de inmigrante, de altas tasas desempleo o subempleo y del contacto con diversas formas de criminalidad) y por la presencia de mayorías musulmanes auto-segregadas ofrece a los imanes y captadores salafistas-yihadistas las condiciones ideales para la radicalización: abundancia de potenciales adeptos, descontento y resentimiento fáciles de proyectar contra la mayoría nacional no musulmana, distanciamiento y desprecio respecto a dicha mayoría y a sus instituciones, unido a un deseo acrecentado por preservar –o recuperar– la cultura y religión de origen y a la tendencia a limitar las oportunidades de interactuar e intimar con individuos y grupos no musulmanes, salvo con fines exclusivamente instrumentales (trabajo, regularización, satisfacción de necesidades básicas, etc.).
Finalmente, no se puede hacer una justa valoración sobre el riesgo de futuros atentados en Ceuta (o en Melilla) sin tomar en cuenta el elevado grado de amenaza que actualmente se cierne sobre el resto de España y, en términos más generales, sobre toda Europa. Empezando por este último referente, Ceuta y Melilla son consideradas como ciudades europeas, puesto que forman parte íntegra de España, y lo cierto es que el conjunto del continente europeo siempre ha permanecido bajo el punto de mira de los yihadistas, por razones muy diversas entre las que destacan las siguientes: sus raíces judeo-cristianas; su condición occidental; su pasado colonial; sus alianzas con gobiernos musulmanes que los islamistas radicales tildan de apóstatas, así como con EEUU e Israel y su participación en la ONU; y, por ultimo, la actual presencia de tropas europeas en diversos países musulmanes, especialmente en Irak, Afganistán y Líbano.[19] Por otra parte, España incorpora algunos motivos propios de carácter simbólico e histórico que la convierten en un posible blanco de ataques terroristas. De hecho, cada vez que Ceuta y Melilla aparecen mencionadas en los medios de propaganda yihadista se advierte igualmente que estas dos ciudades españolas sólo constituyen una pequeñísima parte de un mítico territorio a reconquistar: Al-Ándalus.
Recomendaciones para la prevención
La prevención de actividad yihadista requiere la implementación de un amplio abanico de medidas de diversa índole, muchas de las cuales han sido o están siendo adoptadas por las autoridades competentes. En todo caso, para situaciones particulares como las de Ceuta (igualmente extensible a la de Melilla) se sugieren las siguientes medidas.
Medidas relativas a la seguridad
· Incremento de las tareas de vigilancia e inteligencia destinadas a detectar labores de proselitismo y propagación de la ideología salafista-yihadista entre la población musulmana de Ceuta, así como cualquier intento de captación de nuevos militantes yihadistas entre las fuerzas armadas, las policías locales o cualquier otro cuerpo de seguridad pública.
· Implementación o mejora de las pautas de vigilancia y detección de procesos de radicalización y contactos entre reclusos relacionados con actividades yihadistas en la prisión de Los Rosales de Ceuta.
· Mejora de los sistemas de seguridad aplicadas a medios de transporte e infraestructuras básicas de la ciudad autónoma, con especial atención a su puerto comercial (incluyendo los contenedores y las embarcaciones allí ancladas o en tránsito), los edificios públicos, las instalaciones fronterizas y militares y las relacionadas con fuentes de energía.
· Reforzamiento del control de las fronteras con el doble fin de prevenir intentos de infiltración en Ceuta de individuos radicales desde Marruecos y reducir al máximo la entrada de inmigrantes que pudieran permanecer en la ciudad en condiciones de ilegalidad.
· Junto con las medidas de control fronterizo es imprescindible replantear las directrices aplicadas a la gestión de los flujos de inmigración ilegal que atraviesan Ceuta. La superpoblación de la ciudad autónoma, que a su vez desencadena una diversidad de problemas autóctonos y de seguridad, está condicionada por dichos flujos.
· Intensificación de las labores policiales en materia de prevención del crimen común y del tráfico de estupefacientes y seres humanos, que pueden aportar apoyos económicos a los yihadistas y que alimentan las condiciones de marginalidad de algunos barrios populares y periféricos.
· Adaptación de los planes de emergencia e intervención en crisis a la eventualidad de uno o varios atentados terroristas en Ceuta.
· Incremento de los efectivos humanos y los recursos económicos y materiales implicados en la prevención de actividades terroristas en Ceuta; condición esta sin cuyo cumplimiento no podrían ser desarrolladas ninguna de las medidas antes mencionadas.
Medidas de política internacional
La colaboración con Marruecos siempre ha sido una necesidad, tanto para los intereses nacionales como para los de Ceuta, pero la amenaza yihadista ha añadido un nuevo valor a la misma. Dicha colaboración debería profundizarse en diversos planos, destacando dos:
· La cooperación informativa y operativa entre las fuerzas de seguridad y las instituciones judiciales españolas y marroquíes, que en verdad se ha incrementado notablemente en los últimos años, tiene una importancia decisiva para el seguimiento y la prevención de actividad yihadista tanto en Ceuta (y el resto de España), como en Marruecos.
· Por el momento, Marruecos sigue ostentando la responsabilidad de elegir a los imanes que predican en las mezquitas ceutíes. No obstante, el España debe poder oponerse a la presencia de eventuales predicadores marroquíes que pusieran en cuestión la españolidad de Ceuta (y de Melilla), a fin de evitar que algunos lugares de culto islámico pudieran convertirse en focos de tensión diplomática, inestabilidad socio-política y animadversión a las instituciones españolas. Estos problemas, relevantes por sí mismos, podrían favorecer el discurso de algunos extremistas religiosos y alimentar la desconfianza entre ciudadanos ceutíes musulmanes y no musulmanes.
Medidas de orden local destinadas a la integración sociopolítica de la población musulmana
Los problemas de posible marginalidad y falta de integración social y política de las comunidades musulmanes son el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de vocaciones extremistas en países no islámicos. En consecuencia, es necesario que todas las partes actual o potencialmente perjudicadas por esta clase de problemas contribuyan a convertir Ceuta en un espacio de plena integración intercultural y sociopolítica dentro del marco de los valores inherentes a la Constitución española. En orden a desarrollar este modelo social cabría aducir las siguientes y ultimas recomendaciones, que serían igualmente aplicables al conjunto de España:
· Tanto autoridades competentes como la ciudadanía no musulmana deben ejercer y escenificar un respeto permanente y activo al culto islámico. En este sentido, y aunque todo sea mejorable, Ceuta y Melilla tienen mucho camino recorrido, por razón de su historia y posición geográfica, y podrían ser tomadas como ejemplo para otras ciudades españolas.
· Tanto las autoridades como el conjunto de los ciudadanos deben rechazar los estereotipos negativos existentes sobre los diversos grupos étnicos ceutíes y evitar generalizaciones que devalúen la imagen de unos u otros y envenenen la convivencia.
· La mejora de las condiciones de vida y el incremento de la seguridad en los barrios periféricos de mayoría musulmana constituye un objetivo inaplazable. Dicha mejora requiere una considerable inversión de recursos y voluntades por parte de diversos actores: autoridades políticas, fuerzas del orden, organizaciones no gubernamentales, ciudadanía, etc.
· Igualmente, es necesario recurrir a la cooperación entre las instituciones ceutíes y las asociaciones religiosas y musulmanas para implementar nuevas medidas efectivas dirigidas a la juventud ceutí, y ello con dos objetivos fundamentales: resolver los problemas existentes de fracaso escolar y prevenir la caída en la delincuencia u otras formas de marginalidad.
· Los líderes islámicos que predican en Ceuta, así como las asociaciones musulmanas de la ciudad y el conjunto de sus ciudadanos de origen marroquí deben contribuir activamente al rechazo público y la prevención del radicalismo religioso, sin dejar de trabajar por la promoción de la igualdad y la mejora de oportunidades sociales. También deberán implicarse en la cooperación ciudadana con las fuerzas del orden a fin de cooperar en la lucha contra la delincuencia y la actividad yihadista.
· Finalmente, tanto las autoridades ceutíes como la ciudadanía no musulmana deben estar prevenidas ante la posibilidad de un atentado terrorista a fin de que tales sucesos indeseables no contaminen la convivencia ni lleven a criminalizar a la población de origen marroquí.
Luis de la Corte Ibáñez
Profesor de Psicología social en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Instituto de Estudios Ceutíes
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[1] Bermejo y Reinares (2007).
[2] “El 75% de españoles creen que la amenaza islamista es mayor o igual que en el 11-M”, ABC, 23/IV/2007.
[3] Un resumen de esos informes filtrados a la prensa pueden encontrarse en la hemeroteca del diario El País y en Irujo (2005), pp. 245-250.
[4] Véase Jordán y Trujillo (2007) y también Haar (2006).
[5] Puede encontrarse numerosas noticias que avalan las informaciones previamente expuestas en la hemeroteca del diario El Faro de Ceuta (véase http://www.elfaroceutamelilla.com/).
[6] Informaciones extraídas de la prensa Nacional (diarios El País, ABC y El Mundo) y local (diarios El faro de Ceuta y El pueblo de Ceuta). Más datos sobre varias de las operaciones policiales comentadas se pueden encontrar en Arístegui (2005), pp. 189-203, y en Corte y Jordán (2007), pp. 235-272.
[7] Luis M. Aznar, “El principal imán de Ceuta condena el radicalismo en las mezquitas”, El Periódico, 15/II/2006.
[8] Sobre los últimos desarrollos del yihadismo en el Magreb puede verse Carlos Echeverría, “Casablanca y Argel: un terrorismo que nos golpea a todos”, Grupo de Estudios Estratégicos, Col. 1639, 17/IV/2007, http://www.gees.org.
[9] Sobre el islamismo marroquí, véase Tosí (2002), Zeghal (2006) y Soto (2005).
[10] The Pew Research Center for the People and the Press, “A Year After Iraq War. Mistrust of America in Europe Ever Higher, Muslim Anger Persists”, http://people-press.org.
[11] De nuevo, véase Jordán y Trujillo (2007).
[12] La importancia que las zonas de refugio y escape tienen para el desarrollo de campañas terroristas prolongadas ha sido destacada en Waldmann (1997), pp. 158-170, y Corte (2006), pp. 125-128.
[13] Antonio Baquero y Jordi Corachán, “Catalunya es la base europea de una filial paquistaní de Al Qaida”, El Periódico, 5/II/2007, http://www.elperiodico.com.
[14] Sobre la financiación de las redes yihadistas, véase Passas y Giménez-Salinas (2007), y Corte y Jordán (2007), pp. 223-226.
[15] El comentario es de Mohamed Darif, aparecido en: Ignacio Cembrero, “¿Hasta donde llega la amenaza islamista de Al Andalus?, El País, 14/V/2007.
[16] Jordán y Trujillo (2007).
[17] Carmen Echarri, “Detenidos en Ceuta dos soldados por vender medio kilo de explosivo militar a unos fugitivos”, El Faro de Ceuta, 31/I/2007.
[18] Algunos comentarios más precisos al respecto pueden encontrarse en Kepel (2004), pp. 239-280, y Corte y Jordán (2007), pp. 302-314.
[19] Reinares (2007).