El estudio que hemos presentado recientemente en la Embajada francesa, Encuesta: Europa vista desde España y Francia (tercera colaboración con la Asociación Dialogo), es una buena oportunidad para analizar cómo vemos la Unión Europea españoles y franceses y para contrastar esas visiones, que es un modo muy efectivo de percibirse a sí mismo en el espejo del otro. Creo que se ha realizado una investigación sencilla pero rigurosa y profunda, y muy reveladora, a través de mil entrevistas en cada país realizadas en los meses de febrero y marzo de este año. Los datos son pues bastante frescos.
Leyendo los resultados no he podido evitar acordarme de lo que nos enseñó el señor de La Brède y barón de Montesquieu en su Espíritu de las leyes (el “Juan Bautista de la sociología, como lo llamaba Raymond Aron, el anunciador). Y lo que nos enseñó –entre otras cosas– es que si la historia marca el presente –sobre todo en países antiguos, como son Francia y España, con larga historia nacional–, la geografía marca la historia, pues establece el marco físico que limita toda actividad humana. Cada vez me gusta más mirar los mapas pues me dicen cosas obvias que no admiten discusión.
Geografía, historia, cultura
Por ejemplo, que España tiene que pasar por Francia para llegar a Europa. Evidente, pero con importantes consecuencias históricas y culturales. Y si tenemos que pasar por Francia para llegar a Europa ello que quiere decir que en algún sentido, no estamos en ella. Los españoles, como los ingleses, solíamos decir “voy a hacer un viaje por Europa”, como si no estuviéramos en ella. Pues efectivamente somos un país periférico, al sur y al oeste, y más aun tras la ampliación de la UE, que llevó el peso de gravedad de Europa al norte y al oeste. Y decir “periferia” es decir “frontera”, es hablar de la parte de “afuera”. Y por eso hemos sido frontera siete siglos, y lo volvemos a ser. Único país europeo con fronteras físicas en África.
De modo que basta mirar un mapa para entender por qué toda la cultura española, desde al menos hace un par de siglos, se ha preguntado si somos o no europeos. Y de modo similar, los mismos europeos –franceses, con frecuencia– al menos desde la Ilustración, se han preguntado si España es o no Europa. “¿Qué ha hecho España por Europa?” se preguntaba Nicolás Masson de Morvillieres a finales del XVIII, para contestar rotundamente: “Nada” ¿Empieza África en los Pirineos, como decía Dumas? Pero si leemos a Julián Juderías el tema viene ya desde la Edad Media: país de “marranos”, mestizo, impuro, medio oriental.
Francia nunca se ha preguntado si es o no Europa. Sería absurdo. Es Europa, es obvio. Está en ella, es ella. Y por ello, Francia ha sido siempre para España frontera de Europa y, como toda frontera, ha sido al tiempo la barrera y el camino. En cierto modo, y durante al menos un par de siglos –desde la Ilustración– ser “moderno” y europeo en España es ser “afrancesado”. Y pasar a Francia era todavía para mi generación entrar en la libertad, la democracia, la ciencia, la modernidad y el progreso. Francia era lo que luego ha sido Estados Unidos: el futuro anhelado.
Una asimetría de posiciones geográficas que marca nuestras historias y nuestras visiones de Europa. Pues cada país percibe la UE desde el prisma de su historia y su cultura política.
Así, la historia reciente de España es una historia de anhelo de Europa, o de rechazo de Europa. Dos citas: “Que inventen ellos”, España reserva espiritual de un Occidente que se ha vuelto materialista (Unamuno). Y la segunda, de Ortega: “España es el problema, Europa la solución”. Salvador de Madariaga vio claramente esta ambivalencia, casi contradicción, en la misma generación del 98. Una ambivalencia que sólo es posible planteársela en un país periférico y fronterizo, y que, por cierto, encontramos en la otra gran frontera de Europa, la del este, en Rusia, que sigue oscilando entre eurofilia y eurofobia. Aunque si la ambivalencia rusa se ha decantado por la eurofobia, la española se decantó claramente por la eurofilia, ya en 1492.
Y eso es la Transición: cancelar la ambivalencia. Recordemos el eslogan con el que el PSOE ganó las elecciones de 1982: “Por el cambio”. Pero ¿qué era el cambio? El cambio era modernizar, y modernizar era europeizar, ser un país más, normalizar nuestra historia. Europa como solución. Había ganado Ortega sobre Unamuno. De modo que para España, Europa es una secular aspiración de llegada, de ser aceptados e incorporarnos al club, lo que queremos no es proyectarnos sobre Europa, sino que Europa nos abrace, que nos impregne y se proyecte sobre nosotros. Queremos ser reconocidos como otros europeos más: normalizar España.
Para Francia, que se sabe parte central de Europa, es lo contrario, es un modo de proyectar Francia hacia afuera, un modo de hacer política exterior. Francia se sabe pequeña, tras las guerras y sus derrotas ante Alemania, y tras la catástrofe de Suez en 1956. Para mantener Francia es necesaria Europa. Para cambiar España es necesaria Europa.
El europeísmo de los españoles es así más de venida que de ida. No pensamos en la UE como un modo de proyectar España hacia afuera, sino como un modo de proyectar Europa hacia adentro. El europeismo francés es de ida y no de venida; no pretende europeizar Francia, una idea absurda pues no necesita que nadie la europeice. Lo que pretende es una Europa, si no francesa, sí instrumento de la proyección francesa.
Europa vista desde España y Francia
Sirva esto como comentario remoto e interpretativo (una sencilla Verstehen) a los datos de la encuesta, en la que destaco tres ideas preliminares.
- Cómo se ven los dos países a sí mismos. Francia es fuertemente nacionalista, no tanto como se dice frecuentemente (acusada de chauvinismo), pero sin duda mucho comparada con España, que no lo es en absoluto. La identidad francesa es fuerte e indiscutible, la española no lo es. En España las identidades territoriales (ciudad o región) son tan potentes o más que la nacional. Encontramos aquí ya unos vasos comunicantes, una suerte de U invertida entre Nación y Europa. Nacionalismo débil y europeismo fuerte, o al contrario. España es más europea que Francia (5,8 vs.7,2), en buena parte como consecuencia de que en España las instituciones nacionales son peor valoradas que las europeas, y en Francia es al contrario: los franceses confían más en Francia que en la UE. Los españoles confiamos más en la UE que en España.
- Cómo se ven en el mundo globalizado. En general, a España le ha ido bien con la globalización (económica o cultural) mientras que los franceses la ven con recelo; por supuesto la cultural (a comparar la decadencia del francés o la expansión del español), pero también la económica. Así, el libre comercio es apoyado por nada menos que el 78% de los españoles frente a un 63% de los franceses. El libre comercio hace que haya mejores productos disponibles procedentes del extranjero, y es apoyado por el 68% de los españoles versus el 39% de los franceses. (Por cierto, si en vez de preguntar por el free trade, por el libre comercio, a los españoles se les hubiera preguntado por la economía de mercado –o por el “capitalismo”– la respuesta hubiera sido muy distinta).
- Cómo vemos unos u otros la UE. Francia ve la UE como la paz, el modo de garantizar la paz después de la guerra. “No nos une el amor sino el espanto”, que dijo Borges, nos une el horror a una repetición, nos une el never more. Para los españoles la UE es más bien la posibilidad de vivir y trabajar en otro país, es decir, de ser aceptados y reconocidos en Europa. Y así, más positiva valoración de la pertenencia a Europa en España que en Francia (40% en Francia vs. 62% en España).
Esta asimetría de confianzas (hacia el propio país o hacia la UE) da lugar una asimetría de actitudes en varios sentidos. Hacia una eventual comunitarización de otras competencias. Los españoles, que desconfían de sus instituciones, se muestran naturalmente proclives a transferir a Bruselas competencias como la política fiscal, la normativa bancaria o el seguro de desempleo. En Francia solo se transferiría la normativa bancaria. O al contrario, hacia recobrar competencias ya transferidas: los franceses son algo más proclives a recuperar competencias que los españoles (31% vs. 22%). Y se traduce sobre todo en la actitud hacia los inmigrantes: muy negativa en Francia donde se perciben como una amenaza a la identidad nacional, y mucho menos negativa en España.
No obstante, españoles y franceses estamos de acuerdo en bastantes cosas.
- En la actitud hacia el euro, positiva en los dos casos (aunque el 75% de los españoles quieren seguir versus el 64% de los franceses). Aunque allí es la derecha la euroescéptica, mientras en España es la izquierda.
- También en que la UE debe acudir al rescate de países en grave crisis económica. Dos de cada tres españoles o franceses lo apoyan.
- En rechazar el peso de la burocracia europea (pero ¿quién no rechaza la burocracia?).
Pero la pregunta clave de todo el estudio es ¿qué objetivos persiguen unos y otros a través de la UE? Es decir, ¿para qué la UE? Pues bien, para los franceses (45%) ser una potencia capaz de competir en el mercado global, es decir, de proyectarse hacia afuera y de domeñar la globalización. Para los españoles (56%) la UE es un modo de conseguir el mismo nivel de bienestar en todos los países de la Unión. Francia piensa en la UE como un mecanismo de proyección hacia afuera. España la piensa como un modo de reforma y modernización hacia adentro. Francia pretende afrancesar el mundo vía UE; España pretende europeizar España. Dos europeismos de muy distinto sentido: de ida o de venida.
Con diferencias significativas entre la izquierda y la derecha. Para la izquierda, también la francesa, el bienestar es tan importante o más que la influencia externa de la UE. Para la derecha de ambos países, al contrario, es más importante poder competir que mejorar el bienestar.
Esto se manifiesta en la actitud hacia la defensa europea. La mayoría absoluta de los franceses están a favor, mientras que la mayoría absoluta de los españoles están en contra (pero con diferencias en España entre la izquierda y la derecha).
¿Cuáles son los problemas actuales de la UE?:
- Para ambos la desigualdad o el terrorismo.
- La inmigración es el principal problema para los franceses (60%; solo para el 39% de los españoles). De hecho se percibe que la inmigración filtra hoy negativamente la imagen de la UE.
- El desempleo es más importante para los españoles (41%) frente a los franceses (34%).
- Interesante la diferencia respecto al Brexit: problema para el 33% de los españoles y solo para el 19% de los franceses, y mucho más perjudicial para los españoles (59%) que para los franceses (35%).
Finalmente, ¿somos aliados? ¿Qué relación bilateral mantenemos en el marco de la UE?
Somos aliados, sin duda, pero asimétricos. Como es evidente: Francia es más importante para España que al contrario. Para ambos países nuestro primer y principal aliado es Alemania. Pero si para España el segundo aliado indiscutible es Francia, para Francia el segundo aliado puede serlo Bélgica, España, Italia o incluso el Reino Unido.