Asia supone el 55% de la población mundial, ha sacado de la pobreza en 25 años a 2.000 millones de personas y ha reforzado en ese tiempo su clase media con 2.650 millones de personas más, el doble del total de la población actual en los países de la OCDE. En tres décadas se ha convertido en la indiscutible fábrica del mundo, con una producción industrial que crece al 7% anual, frente al -0,1% de los países occidentales. El gasto combinado en defensa en Asia llega casi al de Estados Unidos y en 2025 alcanzará al del conjunto de la OTAN.
Hace veinte años hablábamos del fin de la historia y de la hegemonía del consenso atlántico. Ahora hablamos del siglo de Asia y el XIX Congreso del Partido Comunista de China presenta el sistema de valores chino como nuevo producto de exportación. La referencia no es el American Dream, sino el Sueño Chino, y la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative) constituye el primer relato global en trescientos años que surge de un país no occidental.
El pasado 26 de enero el gobierno aprobó el documento “Visión estratégica para España en Asia, 2018 – 2022”, realizado con la contribución de expertos de los diversos ministerios con proyección en Asia, y con ideas de expertos de nuestras universidades, think tanks y empresas. Con este documento se aspira a disponer de un enfoque compartido entre las administraciones y la sociedad civil para una política orientada a atender los retos, a aprovechar las oportunidades, y a proporcionar resultados.
En las dos primeras décadas del siglo, la vuelta de Asia al centro de la política y la economía globales se ha acelerado. España, que comenzó a diseñar su apuesta por Asia en 2000 a través del primer Plan Asia-Pacífico, debe ahora poner en pie una política hacia Asia plenamente adaptada a los retos actuales. También ha cambiado nuestro punto de partida. Tras la crisis del euro hay otro escenario político, económico y social, otras urgencias; miramos con más atención a Asia en términos de empleo e intereses.
Una parte muy importante del ejercicio ha consistido en identificar las oportunidades. Asia experimenta un amplio cambio de modelo socioeconómico de efectos estructurales, dado su peso demográfico y económico. Los procesos que se viven ahora mismo en China –hacia una sociedad avanzada- y la India –hacia una sociedad industrializada y de servicios-, están cambiando el mundo. Las perspectivas comerciales en una sociedad china de consumo más abierta a productos y servicios europeos pueden ser muy importantes, a pesar de las conocidas dificultades de penetración y permanencia. El proyecto indio para 100 ciudades inteligentes o la remodelación de Delhi sobre el río Yamuna abren también perspectivas de cooperación potencialmente inmensas para las empresas españolas de saneamiento, infraestructuras, ingenierías, planeamiento urbanístico, consultoras, etc.
Más del 40% del gasto en I+D y de la producción científica mundiales tiene lugar hoy en día en Asia. También nuestra innovación tiene que seguir apostando por los polos de ciencia y tecnología en la región y sacar partido de las economías de escala del continente para favorecer el avance científico y tecnológico de nuestro país.
Además hay retos importantes que hay que afrontar. Por un lado, nos enfrentamos a la prolongación en el tiempo del actual sistema global dual, con un polo occidental de valores liberales y economía de mercado y el de matriz china definido en el XIX Congreso del Partido Comunista de China, con diferentes principios políticos y economía centralizada. Hay jirones en ese sistema y grandes debates en el horizonte, en los que España deberá participar con pleno conocimiento de causa y defendiendo sus intereses. Por otro, hay una constelación de iniciativas y de desafíos geoestratégicos –proliferación nuclear en Corea, proceso de unificación de la península coreana, seguridad en el Mar de China del Sur, implicaciones geopolíticas de los distintos proyectos de conectividad en marcha en Asia– que prometen configurar un nuevo mapa de intereses global, y que incluso podrían reescribir alguna de las reglas en las que se funda la convivencia internacional en nuestros días.
La “Visión estratégica para España en Asia 2018–2022” aspira a servir para enfocar el trabajo de las administraciones públicas en este nuevo escenario. Con este ejercicio, se analizan esos movimientos políticos, sociales, económicos y de seguridad en Asia, se examinan los mimbres con los que España se enfrenta al “siglo de Asia”, y se proponen una serie de recomendaciones.
Se trata de 33 recomendaciones sobre objetivos, organización y métodos de trabajo y medios para alcanzar, en el medio plazo, un nivel de exposición a Asia similar al que hoy tienen ya los principales países de nuestro entorno. El camino a recorrer es importante. Hoy, por ejemplo, sólo un 10% de nuestras exportaciones –un 2% de nuestro PIB– se dirige a mercados asiáticos, frente al 20% de media de la UE.
Entre las recomendaciones más importantes está la de adecuar los medios que destinan el sector público y privado a Asia a la magnitud de nuestros intereses en esa región. Ponernos al nivel de exportaciones de –por ejemplo– Italia, y alcanzar así la media europea, podría suponer una actividad económica suplementaria de más de 20.000 millones de euros por año y, posiblemente cientos de miles de nuevos empleos. En el caso del turismo, el retorno de cualquier esfuerzo es ahora mismo, en pleno boom del turismo asiático hacia España, exponencial.
Con este documento, el gobierno trata de identificar las carencias actuales, aprovechar las lecciones aprendidas de otros países de nuestro entorno, y trazar una hoja de ruta. La visión estratégica de España en Asia 2018–2022 propone, en suma, un proyecto ambicioso pero posible para los próximos cinco años: que España ordene fuerzas y extraiga del “siglo de Asia” buenos resultados para las generaciones futuras.