A lo largo de los últimos siete años, en el contexto de la extraordinaria movilización yihadista iniciada con motivo de la guerra en Siria, se ha venido subrayando la desproporcionada presencia de individuos con trayectoria previa como delincuentes comunes entre quienes, en Europa Occidental, se han implicado en actividades terroristas. ¿Qué nos dice al respecto la información contenida en la Base de Datos Elcano sobre Yihadistas en España (BDEYE)?
Lo que nos dicen es que una cuarta parte (el 24,5%) de los 104 yihadistas condenados o muertos en España entre el año 2013 y junio de 2018 contaban con antecedentes penales previos a su implicación en actividades relacionadas con el terrorismo. Si a estos se añade el 3,4% de quienes tenían antecedentes policiales, es decir, acerca de los cuales existía algún tipo de registro aunque no hubiesen sido finalmente condenados, puede afirmarse que casi tres de cada diez (27,6%) de aquellos individuos –todos ellos hombres, la mitad de la treintena– eran conocidos, de una u otra forma, por las fuerzas y cuerpos policiales de nuestro país debido a su trayectoria previa como delincuentes comunes.
Sin embargo, la presencia de individuos con trayectoria criminal anterior a su implicación yihadista no es nueva en España. Un 22,2% de los 84 individuos condenados o muertos por de su implicación yihadista entre 1996 y 2012 –es decir, cuando se produce en nuestro país la primera condena por delitos de yihadismo y hasta que comienza la guerra civil en Siria–, tenía antecedentes penales por delitos distintos a los de esta índole. Aunque el porcentaje fue muy exiguo entre 1996 y 2003, para alcanzar el 32,7% en el periodo que transcurrió entre 2004 y 2012, 8 puntos porcentuales más que en la actualidad. El mejor ejemplo de pequeños delincuentes devenidos en yihadistas lo encontramos en el grupo de “El Chino”, uno de los cabecillas de los atentados del 11-M, y sus seguidores, todos ellos dedicados con anterioridad al robo y el tráfico de drogas, que utilizaron para financiar la masacre de Madrid.
Delitos contra la propiedad tales como hurtos, robos, usurpación o defraudaciones son los más frecuentes entre el conjunto de los condenados o muertos por actividades yihadistas que contaban con antecedentes penales en España desde 2013. Tres de cada diez de estos individuos los tenían por uno o varios de ellos. Al igual de lo que ocurría entre 1996 y 2012, un 32% estuvo implicado en tráfico de drogas antes de ser yihadista. El resto había tomado parte en distintas actividades delictivas caracterizadas por el uso de la violencia, como homicidios o asesinatos, incluido en grado de tentativa (16%); delitos contra el orden público o tenencia de armas (8%) y violencia en el ámbito familiar (4%).
En este último periodo, los individuos con antecedentes penales combinan, en España, una serie de habilidades útiles tanto en tareas logísticas como operativas, lo que podría explicar en parte su tránsito hacia el yihadismo como una extensión de sus actividades delictivas o transferencia de capacidades. Un caso interesante de esta combinación es el presentado por un individuo danés que había pasado reiteradamente por prisión entre 2010 y 2016, cuando fue detenido por actividades terroristas yihadistas en nuestro país. Este individuo había pertenecido a una banda callejera muy violenta en su país de origen, cuyos miembros hacían uso tanto de armas blancas como de fuego y traficaban con hachís.
El vínculo entre pequeña delincuencia y terrorismo yihadista no es, a la luz de las evidencias, un fenómeno que, en el caso español, haya emergido en el contexto de la última movilización yihadista sino que está presente desde los inicios del fenómeno en nuestro país, habiendo incluso descendido ocho puntos el porcentaje de individuos que contaban con antecedentes penales en el momento detención por delitos de yihadismo desde 2013, respecto al periodo inmediatamente posterior al 11-M que culmina con el inicio de la guerra en Siria. Aparentemente, el nexo entre criminalidad común y terrorismo yihadista es en España más débil que en otros países de nuestro entorno como Francia o Bélgica. Sin embargo, el potencial de movilización que presentan estos pequeños criminales, obligan a investigar temas como la naturaleza del mismo o las prisiones como entorno de radicalización y reclutamiento. Tanto con el propósito de contrastar las distintas realidades europeas como con el de arrojar luz sobre los retos que este nexo plantea, el think tank GLOBSEC Policy Institute lidera el proyecto de investigación, “From Criminals to Terrorists and Back?”, en el que participan instituciones de 11 países europeos, entre ellas el Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, que ya está produciendo los primeros resultados.