La incuestionable victoria de la opositora MUD (Mesa de Unidad Democrática) en las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre marcan más un punto de partida que uno de llegada en la vida política venezolana. Es cierto que estamos en un momento de inflexión, pero eso no implica que pueda darse ya todo por hecho, con repiques de campanas y toques de cornetas incluidos, en un exceso de optimismo de corto recorrido.
La oposición ha logrado una victoria importante, pero no ha cumplido, “por ahora”, con su objetivo máximo de acabar con el gobierno de Nicolás Maduro. Es más, el aplastante resultado, que permitió alcanzar la mayoría supercualificada de dos tercios, si bien abre numerosas puertas y ventanas, también dará lugar a un enfrentamiento de una naturaleza y alcance desconocidos y a un importante choque de legitimidades. Éste se producirá entre el Poder Ejecutivo y los poderes subordinados, como el Judicial, y la nueva Asamblea Nacional, que iniciará su andadura el próximo 5 de enero.
Las dudas que podía haber ante la ambivalencia de un Maduro que la jornada previa a la elección y la misma noche del escrutinio supo mostrarse provocativo y conciliador al mismo tiempo han terminado siendo despejadas por el discurso bolivariano. No se trata sólo de enfrentar por todos los medios, incluido el pueblo en la calle, a la “contrarrevolución” que ganó la elección gracias a la “guerra económica”, sino también de desconocer cualquier legitimidad al nuevo Congreso y vaciar de atributos sus prerrogativas constitucionales. Maduro, en una crítica abierta a los sectores populares que habían optado por no apoyarlo, dijo que la próxima Asamblea estaría “dominada por el fascismo”.
Son varios los factores que permiten explicar el reconocimiento de la derrota por el presidente y sus más inmediatos colaboradores, comenzando por la magnitud aplastante de los votos opositores. A ello se suma la actitud decidida del ministro de Defensa Vladimir Padrino López que instó al gobierno a deponer cualquier actitud ambivalente que pudiera implicar un desconocimiento de la voluntad popular con los correspondientes desbordes violentos del orden público y la consiguiente represión militar.
También hay factores externos, regionales y extrarregionales, que deben haber influido, aunque no sepamos exactamente cuánto. Para comenzar no se sabe cuál fue la posición cubana, más allá de una carta de solidaridad de Raúl Castro después de conocerse la derrota (“Vendrán nuevas victorias de la Revolución bolivariana y chavista”). Pero más importante fue otra misiva, ésta de Itamaraty, el ministerio brasileño de Exteriores, advirtiendo de la existencia de unas líneas rojas que convenía no pasar. La zanahoria debió ser la posibilidad de convencer a Mauricio Macri de no solicitar la aplicación de la cláusula democrática de Mercosur si se respetaba la normativa electoral, lo que de momento ha terminado ocurriendo.
Tampoco hay que olvidar a China y sus importantes intereses en el país. El 45% de la deuda china en América Latina está en Venezuela, que le debe más de 56.000 millones USD. Tan excesiva concentración del riesgo explica la preocupación del gobierno de Pekín por el normal desarrollo de las elecciones en Venezuela, y su comportamiento futuro. Un portavoz del ministerio chino de Exteriores manifestó su deseo de que se “puedan mantener la estabilidad y el desarrollo nacionales”, al tiempo que expresó la vocación de su gobierno de seguir trabajando con Venezuela.
Pese a estos hechos la realidad impone un exceso de prudencia respecto al próximo devenir de los acontecimientos, y muy especialmente mientras esté en funciones la actual Asamblea. La amenaza de Maduro de vetar una ley de amnistía sancionada por el nuevo parlamento o el anuncio de Diosdado Cabello de que se van a nombrar de inmediato los jueces del Tribunal Supremo que releven a quienes están a punto de jubilarse es sólo un anuncio de lo que van a intentar. A ello se unen una serie de leyes y decretos que permitirán consolidar algunas de las posiciones conquistadas en los últimos años. En palabras de Maduro: “A cada medida que tome la Asamblea le tendremos una reacción, constitucional, revolucionaria y, sobre todo, socialista”.
Es verdad que esto último puede ser sólo una expresión de deseos si, como señalan algunos, el chavismo está definitivamente derrotado y en retirada. De ahí la importancia del papel apaciguador que puedan jugar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que podría erigirse en el verdadero árbitro de la situación. Pero el gobierno bolivariano es hoy un animal herido, física y moralmente, y sus reacciones pueden ser imprevisibles.
La MUD tiene por delante un enorme desafío. Para comenzar debe ser capaz de mantener su unidad, sin la cual será imposible alcanzar las metas fijadas. Segundo debe evitar los atajos que comprometan la legalidad y la institucionalidad vigente, ya que lo contrario sería otorgar argumentos decisivos al gobierno. Y finalmente, tendrá que mantener los elevados niveles de adhesión popular que le han permitido imponerse por más de 2.100.000 votos al oficialismo y con los que tendrá que contar cuando llegue el momento decisivo.