Si el lector de este post se encuentra en un país con un alto nivel de desarrollo, lo más probable es que le cueste percibir que el agua que sale del grifo en abundancia, es un bien escaso. Por el contrario, para las personas que viven en países con un nivel de desarrollo menor las realidades varían desde la disponibilidad de aguas de baja calidad y en muchos casos contaminada, hasta la necesidad de tener que caminar demasiados kilómetros para solo poder acceder a unos pocos litros que en la mayoría de los casos es insuficiente para cubrir las necesidades mínimas de consumo diarias. Se calcula que unas 2.000 millones de personas se ven afectadas por la escasez de agua, 1.100 millones no tienen suficiente agua potable y unos 2.500 millones no disponen de servicio de saneamiento, y esto a pesar de los muchos avances realizados en esta materia. Por ello, no está demás recordar que aunque el 70 por ciento del planeta es agua, apenas el 1% está disponible para el consumo humano. En los océanos y mares podemos encontrar el 97,% del agua que es salada y solo el 2,75% es agua dulce. Y de ese porcentaje solo el 0,75 % es accesible para el consumo humano ya que el 2% restante se encuentra en forma de hielo en los casquetes polares y glaciares.
Muchos son los factores que inciden en la problemática de la escasez del agua, como el crecimiento demográfico, la urbanización, las consecuencias del cambio climático, las demandas energéticas o la contaminación de los acuíferos. No obstante, la situación se agrava porque muchas recursos hídricos están compartidos por dos o más países, y en la mayoría de los casos los acuerdos necesarios para poder gestionar adecuadamente estos recursos son insuficientes o no existen. No en vano, la palabra rivalidad proviene del latin “rivus” que quiere decir río. Por tanto, la amenaza de los conflictos por recursos naturales es un elemento muy presente en la agenda global de la seguridad. Oriente Medio y el Norte de África son regiones especialmente afectadas por la escasez del agua, ya que sus aquíferos están muy explotados y la calidad del agua es cada vez peor.
Por todo ello, se viene impulsado desde hace ya varios años la elaboración de una estrategia del agua en el Mediterráneo. Durante la Presidencia Española de la UE, en el primer semestre de 2010, se estuvo muy cerca de poder adoptar un documento sobre la gestión del “oro azul”, pero el consabido conflicto entre Israel y Palestina hizo imposible el acuerdo, por diferencias semánticas sobre la utilización del termino “territorio”, pero también surgieron dificultades por la naturaleza de diversos cursos internacionales de agua en la región.
Aunque la imposibilidad de lograr un acuerdo en esa ocasión fue muy frustrante por los recursos y el tiempo invertido por la diplomacia española, la iniciativa no quedó olvidada entre una pila de papeles, sino que se buscó un canal alternativo, que permitiera sacar adelante un proyecto que encaja con los que debieran ser los objetivos estratégicos de largo plazo de la acción exterior española en un espacio de actuación central como lo es el Mediterráneo. Ante la falta del consenso necesario en el marco de la Unión por el Mediterráneo, se optó por trabajar en el Foro 5+5 del Mediterráneo Occidental formado por Argelia, España, Francia, Italia, Libia, Malta, Mauritania, Marruecos, Portugal y Túnez. El borrador de estrategia había recibido el apoyo de los países que la conforman en la Conferencia ministerial de medio ambiente y energías renovables que tuvo lugar en Oran (abril de 2010) bajo co-presidencia argelino-española.
Esta iniciativa recibió el apoyo de los jefes de Estado y de Gobierno del 5+5 en Malta en octubre de 2012 y por la conferencia de Ministros de Asuntos Exteriores en Nuakchot en abril del año pasado. En esta ultima reunión del Dialogo 5+5 se recomendó trabajar de la mano de la Unión Europea. El apoyo de las instituciones europeas, y la inclusión de esta iniciativa como una de las prioridades de actuación de la UE en el Magreb para el 2014, se presenta como fundamental ya que se traduce en apoyo económico y logístico pero también político. Si la Estrategia logra ver la luz a finales de 2014, la UE está dispuesta a impulsar reuniones ministeriales de alto nivel y movilizar fondos para hacer realidad su implementación. Hace solo unas semanas se ha dado un paso mas: España y Argelia han presentado conjuntamente ante Naciones Unidas esta propuesta que ha recibido el beneplácito explícito del Secretario General de Naciones Unidas, quien destaca la relevancia asignada al agua en la Cumbre Rio +20 y en las discusiones de la agenda Post-2015 y, sobre todo, en el papel de la diplomacia del agua en la prevención de conflictos en una región que atraviesa momentos verdaderamente convulsos.
Pocas dudas caben que este tipo de iniciativas, de largo plazo, complementando y generando sinergias claras con la política europea hacia el Magreb con una clara dimensión multilateral, refuerzan el prestigio y el papel global y regional que España pretende ocupar y ejercer. Falta por ver si en el próximo encuentro, el aparente consenso político logra superar los obstáculos tradicionales que suelen dificultar la cooperación entre los países de la ribera sur del Mediterráneo.