Una ¿alianza? ¿militar? ¿contraterrorista? saudí

Los países miembros de la alianza militar contraterrorista anunciada por Arabia saudí el pasado 15 de diciembre. Blog Elcano
Los países miembros de la alianza militar contraterrorista anunciada por Arabia saudí el pasado 15 de diciembre.
Los 34 países de la alianza militar contraterrorista anunciada por Arabia saudí el pasado 15 de diciembre. Blog Elcano
Los países miembros de la alianza militar contraterrorista anunciada por Arabia saudí el pasado 15 de diciembre.

Riad acaba de sacar un nuevo conejo de la chistera al anunciar, el pasado día 15, la creación de una alianza militar contraterrorista. El problema es que tanto la credibilidad como las capacidades del supuesto mago hace mucho tiempo que dejaron de convencer a un público que, como mínimo, sabe que el rey está desnudo y que su pretensión de liderar un serio esfuerzo contra la amenaza del terrorismo yihadista choca con sus propios fundamentos ideológicos.

De manera más concreta, la insostenibilidad de la propuesta se resume en que:

  • Una alianza es el resultado de un proceso por el que diferentes Estados, que comparten una misma amenaza, consideran que en solitario no tienen posibilidad alguna de hacerle frente con ciertas garantías de éxito y que, por tanto, ponen en común instrumentos y capacidades de respuesta. Una primera mirada al listado de los 34 miembros[1] de la inefable coalición anunciada por Mohamed bin Salman (MBS) –vicepríncipe heredero, ministro de Defensa, jefe de la Casa Real y presidente del Consejo para Asuntos Económicos y de Desarrollo– no confirma que nos encontremos ante algo de ese tipo.

Por un lado, han sido inmediatas las reacciones negativas de gobiernos como los de Malasia, Indonesia, Líbano y Pakistán –lo que indica, como mínimo, un elemental error de la diplomacia saudí al no haber sabido ni siquiera “vender” la idea ante sus posibles socios. Por otro, basta con comprobar que en la lista no se incluye a países como Irán, Irak y Siria para entender que lo que Riad busca desesperadamente es conformar un frente suní que evite la emergencia de Teherán como nuevo líder regional, una vez desembarazado de la imagen de paria internacional. Pero son gestos de potentado (echando mano de la chequera) como el protagonizado por el propio MBS en su visita a El Cairo el mismo día del lanzamiento de la alianza –para participar en el segundo Consejo de Coordinación bilateral–, anunciando el compromiso saudí para seguir apoyando al régimen golpista de Al Sisi con unos 7.500 millones de dólares adicionales y garantías de exportación petrolífera durante los próximos cinco años, los que mejor explican (por si hubiera alguna duda) cómo Riad entiende que se forjan las alianzas con países necesitados de socorro.

  • El insaciable apetito militar del régimen le ha permitido convertirse en el cuarto país que más dedica en el mundo a su defensa –con más de 225.000 efectivos y unos gastos anuales en defensa estimados en unos 80.000 millones de dólares (algo más del 12% del PIB nacional), tan solo es superado hoy por EE UU, China y Rusia. Pero, como es bien sabido, ni siquiera así puede garantizar su propia seguridad; lo que le ha llevado desde hace décadas a optar por colocarse bajo la cobertura que le proporciona Washington (por otra parte, su principal suministrador de material de defensa). Cada vez que Riad ha tenido que activar su maquinaria militar –fuera en Irak, durante la operación Tormenta del Desierto (1991), o ahora en Yemen, liderando la operación Tormenta Decisiva– ha quedado demostrado su inoperancia para comandar esfuerzos conjuntos y combinados y para lograr resultados decisivos (con la excepción de su abusiva intervención en Bahréin (2011), violando de paso la ley internacional).

Riad no es, bajo ningún punto de vista, un actor militar creíble y no cabe suponer que países como Pakistán, Turquía o Nigeria vayan a subordinarse en modo alguno a quien nunca han visto como superior en ningún terreno.

  • Una cosa es que no exista consenso sobre qué significa terrorismo y otra muy distinta es que, en todos los análisis sobre la cuestión, Riad aparezca como uno de los principales promotores tanto del islamismo radical suní en su versión más rigorista (el salafismo wahabí) como del terrorismo yihadista (sea al-Qaeda o Daesh). Por supuesto, siempre se podrá aducir que el apoyo no proviene oficialmente del régimen, pero a nadie puede escapar que siendo Arabia Saudí uno de los sistemas más represivos y policiales del mundo musulmán, una práctica tan generalizada y prolongada en el tiempo no podría existir sin la connivencia de las autoridades.

Visto así, suena un tanto chocante que ahora Riad pretenda liderar una alianza militar contra el terrorismo, a no ser que donde dice “terrorismo” quiera decir “enemigos del régimen”. Como bien muestra la experiencia acumulada en Afganistán e Irak desde hace años, los instrumentos militares no son eficaces para eliminar la amenaza del terrorismo; pero es que, además, Arabia Saudí, si realmente lo deseara, no es precisamente en el campo militar donde puede rendir sus mejores frutos contra esa lacra, sino en el terreno del pensamiento (modificando su propia visión del islam) y de la financiación (dejando de jugar con un fuego que tantas veces ha quemado a quienes lo avivan irresponsablemente).


[1] Arabia Saudí, Bahréin, Bangladesh, Benín, Qatar, Chad, Comores, Costa de Marfil, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Malasia, Maldivas, Malí, Marruecos, Mauritania, Níger, Nigeria, Pakistán, Palestina, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Togo, Túnez, Turquía, Yemen y Yibuti. Se dice igualmente que otros doce países, entre los que figura Indonesia, apoyan la iniciativa.