Confieso que apenas le había prestado atención. Pensaba escribir un post sobre la nueva política de defensa antimisiles de Obama o sobre su viaje a Oriente Medio. Pero alguien me sugirió que hablara sobre las negociaciones que tienen lugar estos días en la sede de la ONU en Nueva York, para alcanzar un acuerdo que regule el comercio de armas en el mundo. Le dije que así lo haría, pero sin mucho convencimiento…. ¿a quién le importa?
Prácticamente a nadie. Busqué y rebusqué análisis de think-tanks, debates y diferentes posturas sobre el tema y apenas encontré nada. ¡Ni siquiera en la propia ONU! (les animo a que entren en su página principal y lo comprueben). Apenas algunos artículos informativos, sobre todo de algunas ONG, pero en general muy poco si se compara con lo que podemos llamar los problemas de la agenda global (que tampoco se resuelven pero dan pie a muchos más titulares).
¿Por qué? De alcanzarse un acuerdo se supone que se trataría de un tratado histórico que, además de regular los cerca 70.000 millones que mueve el comercio global de armas, salvaría vidas. Aunque como mucho sería un acuerdo de mínimos, que establecería estándares para la exportación, importación e intermediación de armas convencionales – carros de combate, vehículos acorazados, sistemas de artillería de gran calibre, aviones de combate, helicópteros de combate, buques de guerra, misiles y lanzamisiles, armas ligeras y de pequeño calibre (no cubriría las armas no convencionales, como las nucleares, químicas, y biológicas) – . El objetivo es prevenir su entrada en los mercados ilícitos para su uso, tanto por parte de individuos como de grupos, en acciones terroristas u otros actos que sean una violación de los derechos humanos.
Hasta ahora, lo que se ha visto en Nueva York es algo más que palabras entre China y la UE (Pekín no perdona el embargo de armas europeo), a la Liga Árabe con una lista de peticiones como asientos para los árabes en la secretaría que se creará con el tratado; a Venezuela atacando a la OTAN; algunos demandando la inclusión de las municiones en el acuerdo; otros solicitando ya asistencia y mucha ayuda extranjera antes de que se acuerde nada; a India pidiendo mantener fuera del tratado los acuerdos de cooperación en materia de defensa; y fuera de la sede, aquellos norteamericanos que se oponen por sospechar que un posible tratado amenazaría la Segunda Enmienda de EEUU, sin ser cierto. En vez de tratar de encontrar puntos en común, parece que lo países se empeñan en marcar las diferencias.
Después de varios días reunidos el ambiente que se respira es parecido al de julio pasado, cuando tuvo lugar la primera conferencia y fracasó. Son las miserias de la cooperación internacional. Cada vez resulta más difícil la participación de los países (o grupos de países) en un esfuerzo de cooperación para resolver problemas internacionales. Por cierto: ¿tiene que seguir siendo en la ONU donde se lleven a cabo estos esfuerzos? ¿dónde quedaron los aires de reforma de la organización? ¿es preferible acordar un tratado débil sin un claro mensaje a nada? Ahí queda eso.