En tiempos contemporáneos el llamado “sur global” ha retomado nuevamente una inusitada atención a nivel regional e internacional en los ámbitos no sólo político, sino también económico, financiero y académico. Este concepto también tiene sus contradictores que cuestionan su pertinencia, validez y significado.
El sur global existe y es ahora un actor y una realidad geopolítica.
Al margen de los argumentos encontrados y muchas veces vehementes entre expertos y analistas, existe una realidad irrefutable: en el 2030 tres de las cuatro principales economías del mundo (China, la India e Indonesia) serán del sur global y, en el 2050, siete de las 10 mayores economías serán del sur global. Los países asiáticos tendrán un gran papel a desempeñar, dado que concentrarán el 55% del PIB mundial a mitad del siglo en curso, albergarán las principales megaciudades (seis de cada 10) del planeta, se mantendrán como el centro demográfico del mundo, a la vez que tendrán una de las clases medias más pujantes (80% de la población). Las decisiones se estarán también tomando en Pekín, Nueva Delhi y Yakarta. El sur global existe y es ahora un actor y una realidad geopolítica.
El futuro asiático
El futuro es asiático en la confluencia geopolítica y económica, así como decisivo en la configuración de un nuevo centro de poder económico anclado en el Pacífico, que desplazará progresivamente al Atlántico. Este último, a pesar de sus múltiples retos, mantendrá su preponderancia e influencia.
Estamos, por ende, frente a un nuevo escenario internacional –denominado como “Mundo Post Occidental”– donde la competencia por el poder está afectando el reordenamiento global y está marcado por una recuperación desigual de la pandemia del COVID-19.
Asimismo, este orden dejará de ser cada vez menos unipolar o bipolar y se trasladará a la multipolaridad. Quizás la mejor forma de llamarlo –según Amitav Acharya– es “multiplex”, toda vez que se asimila a las salas de un cine. Estamos observando varias películas de forma simultánea que están determinadas por el poder, el alcance geográfico, el liderazgo y la dimensión del tiempo.
El sur global, un concepto híbrido
Es muy válido preguntarse qué es el sur global y cuáles son sus factores de identidad. Estos interrogantes rondan la cabeza de más de uno y en su línea del tiempo están presentes las teorías de Gramsci, los escritos del activista político Carl Oglesby en 1969, los informes de la Comisión Brandt de 1980-1983, el Movimiento de los No Alineados y el Grupo de los 77 en las Naciones Unidas.
Debe subrayarse que éste es un concepto híbrido que va más allá de la historia y geografía de países de África, Oriente Medio, Asia y América Latina y el Caribe. Por ello, no es correcto definirlo en función de la asignación de una línea imaginaria que divida el hemisferio norte y el hemisferio sur. De hecho, China e India son parte esencial del sur global y están en el hemisferio norte. Por su parte, Australia y Nueva Zelanda no representan al sur global y están en el hemisferio sur. Está en mora la revisión de la nueva geografía política del mundo.
Su identidad está en función –de forma más precisa– de unas condiciones estructurales que se relacionan con la distribución del poder, la toma de decisiones y una historia que trasegó décadas atrás –para algunos– por el imperialismo y el neocolonialismo con sus dinámicas de carácter social, político y económico. Asimismo, éste pretende sobreponer los prejuicios desarrollistas y superar los rótulos de “tercer mundo” y “mundo subdesarrollado”, hoy más que obsoletos.
Hoy, son evidentes los constantes llamamientos desde los países del sur global por la construcción de una nueva arquitectura financiera internacional, la reforma del sistema de Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad, la aceleración del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o la creación de nuevas reglas de juego e instituciones que reflejen de forma más equitativa y armoniosa las relaciones internacionales.
Un sur global multipolar
El sur global tiene diversos actores que en su conjunto expresan y representan su diversidad y heterogeneidad. Son actores que están presentes en los diferentes escenarios y están participando en sus plataformas, sin que ello implique la vigencia y necesidad de múltiples multilateralismos o un “multilateralismo competitivo”.
Es cuestionable que algunos países del sur global que hacen parte de diferentes agrupaciones –formales o informales– como los BRICS se abroguen por principio la portavocía y representación única de sus miembros.
No obstante, en el marco del G20, deben reconocerse los esfuerzos de la India por avanzar en la construcción de consensos al invitar a la cumbre de septiembre pasado a países como Bangladesh, Egipto, Mauricio, Nigeria, Omán y Emiratos Árabes Unidos.
(…) no hay un único líder del sur global, existen múltiples “sures” globales dentro del mismo sur global.
El sur global no puede estar sujeto al interés o ambiciones de unos pocos, principalmente de Estados revisionistas. En efecto, las posiciones del grupo han sido diversas –y opuestas en algunos casos– frente a temas sensibles como la guerra de Rusia contra Ucrania, que ha violado normas y principios del derecho internacional. Las perspectivas, al respecto, que han mantenido países como China, Brasil, Sudáfrica y la India tienen propios y claros matices. A su vez, el nivel de apego a la democracia y sus instituciones varía enormemente entre sus miembros, algunos de ellos están sufriendo nuevas olas dictatoriales como las experimentadas recientemente en África. Y también mantienen diferencias en materia de cambio climático y transición energética, migraciones y seguridad.
Se ha tratado de “utilizar” o “instrumentalizar” la membresía del sur global para movilizar y hacer creer una falsa unidad del grupo en foros multilaterales e incluso en votaciones en las Naciones Unidas. Dicha unanimidad y consenso no existen como regla general. Tampoco existe en el norte global. En pocas palabras, no hay un único líder del sur global, existen múltiples “sures” globales dentro del mismo sur global.
El nuevo sur global requiere hoy de mayor cohesión, consistencia y coordinación interna, si aspira a desempeñar un papel político más activo en el escenario mundial. Sus miembros deben evitar la tentación de poner sus intereses individuales sobre los generales y están llamados a actuar bajo los principios del respeto y promoción de un multilateralismo universal, el derecho internacional, la cooperación y la solidaridad. Se necesitan doctrinas renovadas en política exterior que brinden integralidad y una amplia visión de conjunto, al tiempo de autonomía estratégica y no alineamiento. ¿Es hora de pensar en una institucionalidad permanente y en reglas de actuar para alcanzar una “voz global” que represente al sur sobre las bases de unos mínimos consensos?