El Club de Exportadores e Inversores Españoles ha presentado hace unos días un decálogo de propuestas para impulsar el sector exterior como un motor de la recuperación económica. El Club pretende así contribuir al debate y los esfuerzos que se están realizando desde diferentes medios (economistas, instituciones) con el objetivo de superar la crisis económica más profunda de las últimas décadas.
En la crisis de 2008 el sector exterior desempeñó un papel clave en la economía española, compensando en una apreciable medida la recesión de la demanda interna. El contexto es ahora muy diferente, marcado en primer lugar por una recesión muy fuerte de la economía global. El Fondo Monetario internacional ha revisado hace unos días sus previsiones de crecimiento económico, empeorando sensiblemente las que había realizado hace sólo unas semanas. El FMI pronostica ahora una caída del 4,9% del PIB global en 2020. La caída es especialmente intensa en la zona euro (-10,2%), el destino de alrededor de dos tercios de las exportaciones españolas (y aún es más fuerte en el caso de la economía española, -12,8%).
El contexto internacional no va a ser por tanto fácil. La recesión económica ha afectado directamente al comercio internacional. La Organización Mundial de Comercio pronosticó para 2020 una caída del 13% en un escenario relativamente optimista, y del 32% en un escenario pesimista. Hace unos días ha publicado nuevas estimaciones, según las cuales la contracción del comercio podría moverse en torno a la previsión optimista.
El decálogo del Club de Exportadores comprende diez grupos de medidas. No es mi objetivo en este post explicar estas propuestas (que se pueden leer aquí), sino comentar brevemente algunas cuestiones de tipo general que me parecen de especial relevancia.
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Colaboración público-privada
En el trasfondo de las propuestas se encuentra en primer lugar, en mi opinión, una defensa de la colaboración público-privada. Las instituciones públicas deben escuchar al sector privado, tomar en cuenta sus propuestas.
Al fin y al cabo son las empresas las verdaderas protagonistas de la actividad económica, y en este caso de la actividad internacional. Actuar sin escuchar la voz de las empresas puede llevar a la adopción de medidas poco ajustadas a la realidad, cuando no contraproducentes.
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Alineamiento con los países de nuestro entorno
Este es un punto clave: España tiene que intentar mantenerse el línea con las actuaciones de los países de nuestro entorno, los países europeos. No hacerlo puede suponer para las empresas españolas encontrarse en una situación de desventaja en unos momentos de especiales dificultades. El Decálogo es claro sobre este punto: “Sería contraproducente adoptar medidas fiscales que pudieran empeorar la competitividad internacional de nuestras empresas (como aumento de impuestos o de cotizaciones a la Seguridad Social), y que tienen una orientación contraria a las que están adoptando otros países europeos (véase por ejemplo las reducciones fiscales que ha aprobado Alemania) (…) A modo de ejemplo, diseñar e implantar impuestos sobre las grandes fortunas o sobre el patrimonio, o establecer cambios radicales en la política laboral, pueden tener efectos negativos sobre la competitividad y la evolución económica, así como sobre el flujo de inversiones extranjeras hacia España”.
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La importancia del marco general económico
La actividad internacional de las empresas está condicionada, como es lógico, por el marco general de la economía. Por ello es importante mantener un marco estable, que no genere incertidumbres. Pueden tener efectos muy negativos declaraciones y actuaciones que ponen en duda la imagen de las empresas españolas. “No se deben generar dudas en cuanto a la reputación de las empresas españolas. Temas relacionados con la tributación, el empleo, el medioambiente, etc., deben ser cuidados por parte del Gobierno en sus declaraciones. La coherencia y la seguridad jurídica es un aspecto fundamental para la imagen de un país. Cambios bruscos en las políticas gubernamentales acaban generando desconfianza en los mercados y en estos momentos el precio a pagar sería elevadísimo para las empresas españolas además de desincentivar la atracción de inversión extranjera”.
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Potenciar los contactos institucionales
La política de relaciones institucionales (materializada en primer lugar en viajes oficiales, tanto desde como hacia España) no ha sido tradicionalmente uno de los puntos fuertes de la política exterior española. En los últimos años, con la inestabilidad política que ha conocido España, la atención se ha concentrado aún más en los temas domésticos. El decálogo del Club de Exportadores plantea la necesidad de reactivar la política de contactos institucionales, proponiendo “un programa de contactos y viajes institucionales a países de importancia para nuestros intereses empresariales”.
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Una revaluación de las prioridades geográficas
Lo que podemos llamar la geografía de la internacionalización va a conocer importantes cambios. Por un lado, la evolución económica va a ser muy dispar entre unas y otras zonas del mundo. El 10,2% de caída del PIB previsto en 2020 en la zona euro contrasta con un crecimiento del 1% en China, o una caída muy inferior (del 3,2%) en África subsahariana.
Por otro lado, el COVID-19 va a acelerar algunas tendencias que ya se habían puesto en marcha en la globalización en estos últimos años: acortamiento de las cadenas globales de valor, y búsqueda de una mayor seguridad en las mismas, regionalización del comercio, producción en proximidad, etcétera.
Estos cambios aconsejan un ejercicio de revisión de las prioridades geográficas de la internacionalización de las empresas españolas. “Este ejercicio”, se indica en el Decálogo, “debe ser realizado con la participación de organizaciones empresariales, y su resultado debe ser la identificación de países prioritarios para las acciones de promoción comercial, visitas institucionales, instrumentos financieros, etc.”
El Decálogo del Club de Exportadores comprende una amplia batería de medidas: favorecer la movilidad internacional, aumentar los recursos de las políticas de internacionalización (en especial de los instrumentos financieros), gestionar estas políticas con mayor flexibilidad y rapidez, potenciar el papel de nuestras representaciones diplomáticas, impulsar una presencia más activa de las empresas en las políticas de cooperación al desarrollo , etcétera.
No será una tarea fácil, pero el sector exterior, que representa un 35% del PIB español, debe recibir una atención que está avalada por la importante contribución que puede realizar para la superación de la crisis.