Con las próximas elecciones al Parlamento Europeo se inicia un nuevo ciclo en el que se renovarán la mayor parte de las autoridades europeas, entre ellas los puestos de mayor responsabilidad en cuestiones de acción exterior. Los actuales responsables –el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, la alta representante para la Política Exterior y de Seguridad, Lady Ashton, y el presidente de la Comisión, Durão Barroso– tuvieron como una de sus líneas de actuación el relanzamiento de las asociaciones estratégicas de la UE con terceros países. Sin embargo, después de cuatro años el contenido de estas asociaciones aún está por definir; no en vano Van Rompuy lo advirtió claramente: “until now, we had strategic Partners, now we also need a strategy”. No cabe duda que las cuestiones de acción exterior quedaron en un segundo plano ante la urgencia de la crisis política y económica de la zona euro, aunque recientemente se ha pretendido revertir esta situación con algunas iniciativas impulsadas por diversos Estados miembros como la European Global Strategy y el Grupo Westerwelle.
La asociación UE-México no es una excepción a esta falta de contenido y de dirección en las asociaciones estratégicas de la UE. Hasta ahora, el diálogo entre México y la UE se ha basado en reuniones de diversos niveles, de carácter sectorial, que ha permitido colaborar en temas globales como pueden ser la seguridad, los derechos humanos, el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, no parece que esto haya sido suficiente para tener una relación estratégica entre UE y México.
No obstante, hay diversos hechos que parecen demostrar que hay un mayor interés por reforzar y renovar la relación UE-México, fundamentalmente impulsado por el país latinoamericano. En este contexto, se quiere destacar que a mediados de febrero de 2014, con la visita del director ejecutivo para las Américas del Servicio Europeo de Acción Exterior, Christian Leffler, se constituyó el primer grupo de trabajo conjunto UE-México, cuyo interlocutor mexicano es el subsecretario de Relaciones Exteriores, Carlos de Icaza. Este grupo será el encargado de elaborar un informe conjunto que sirva de base para comenzar las negociaciones para la modernización del Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación entre la UE y México. Ambas partes pretenden incluir nuevos temas para potenciar la cooperación entre ambas orillas del Atlántico, como la apertura a la certificación y reglas de origen, así como la liberalización del sector servicios.
Es importante puntualizar que España apoya la actualización de este acuerdo, considerando los cambios tan importantes que se han producido en este período de 14 años, y así se lo ha trasladado a las autoridades europeas, según palabras del secretario de Estado de Comercio de España. Hasta hace unos días se contaba también con el apoyo de Italia, que ejercerá la presidencia rotatoria del Consejo de la UE. No obstante, la crisis política italiana, con la formación de un nuevo gobierno, genera incertidumbres al respecto.
No cabe duda que México se perfila cada vez mas como un actor relevante y dinámico en Latinoamérica y America del Norte. El momento parece propicio y no casual. Estamos frente a una ventana de oportunidad abierta por la reconfiguración de los mapas de poder, impulsados por los nuevos marcos de cooperación y procesos de integración en marcha. América del Norte está en el centro de este nuevo escenario geopolítico que se está configurando. A 20 años de la entrada en vigor del TLCAN, EEUU, México y Canadá pertenecen a múltiples acuerdos internacionales: los tres negocian el Tratado del Transpacífico (TTP), México impulsa y forma parte de la Alianza del Pacífico –en la actualidad el único esquema de integración regional que avanza verdaderamente en Latinoamérica (las negociaciones con Mercosur siguen estancadas a la espera de una reunión técnica en el próximo mes de marzo que destrabe el proceso y que haga posible el intercambio de ofertas)–, Canadá acaba de firmar con la UE un acuerdo de comercio e inversión amplio y novedoso y EEUU y la UE están negociando el TTIP.
Sin embargo, y aunque America del Norte se está configurando como un espacio regional de gran relevancia, durante los últimos años los tres países que lo conforman no han buscado reforzar sus lazos ni profundizar el TLCAN. A pesar de ello, sí está surgiendo cierta unanimidad entre los tres socios sobre la necesidad de articular mejor la coordinación entre los tres países de cara a las múltiples negociaciones en marcha. Por ello, en la mesa de negociaciones del TPP, en la que están sentados los tres países, sí cabría esperar una mayor coordinación, que se puede presuponer que estaba en la lógica estadounidense al impulsar que México fuera aceptado y que empujó a Canadá a sumarse.
El otro gran interrogante que surge es en relación a las negociaciones del TTIP. México y Canadá han expresado su preocupación por las consecuencias que este nuevo acuerdo podría ocasionar en America del Norte. Por ello se insiste en la necesidad de articular algún acuerdo, agenda o memorando dentro del TLCAN antes de que las negociaciones con la UE sigan avanzando.
La UE ha expresado repetidamente que durante las negociaciones con EEUU no es posible que se incorpore ningún otro país a las mismas. Se debe tener en cuenta que países como Turquía e incluso Marruecos han expresado también su interés en las negaciones UE-EEUU.
Por ello, actualizar y modernizar el acuerdo UE-México es especialmente propicio y podría facilitar en un futuro –si todos los escollos en las negociaciones del TTIP se logran superar y existe un acuerdo en 2015– el establecimiento de algún tipo de relación entre America del Norte y la UE, con todas las implicaciones que ello conllevara –económicas, políticas o de otro tipo–.
Ahora bien, ¿se puede esperar realmente una articulación de America del Norte sobre la base del TLCAN? La mayor parte de los expertos lo ponen en duda, ya que más que una relación trilateral, hay relaciones bilaterales entre los socios y el único que parece tener un interés real en fortalecer los lazos a tres bandas es México, que quiere convencer a sus socios del norte de que la competitividad global se logra primero “en casa”.
Por tanto, si hay algún contexto que pueda llegar a impulsar un mayor acercamiento y profundización del acuerdo de libre comercio entre los socios norteamericanos, es éste, en el que gran parte del desafío de la competitividad pasa por aprovechar la interdependencia y las ventajas comparativas de los tres países. Sin embargo, aunque la geografía importa –y mucho, como nos ha recordado Kaplan recientemente–, la geografía por sí misma no puede resolver lo que es necesario con voluntad política y acciones.
Por ello, la reciente Cumbre de Líderes de Norteamérica, celebrada en la ciudad mexicana de Toluca el pasado el 19 de febrero de 2014, ha generado ciertas expectativas por los acuerdos a los que los tres jefes de Estado han llegado en materias tales como el movimiento de personas, la simplificación de normas aduaneras, un plan de transporte, el intercambio de información en materia de seguridad, de educación y en otros temas de la agenda global. Sin embargo, los acuerdos que pueden llegar a producir mayor impacto son los previstos en materia energética, como la reunión anual de los ministros correspondientes, el desarrollo de un plan de competitividad para Norteamérica y las declaraciones en relación al TTP, ya que se trasluce la necesidad de una mayor coordinación trilateral de cara a las negociaciones de este acuerdo regional que establecerá nuevos parámetros que, de facto, actualizarán al TCLAN. No obstante, queda por ver si de estas declaraciones –muy positivas– surgirá algo más que palabras y que se traduzcan en acciones concretas.
Del lado europeo, aunque habrá que esperar aún unos meses, se prevé que el nuevo equipo de responsables de la acción exterior de la UE pueda consensuar con los socios europeos unas líneas de actuación básicas de la UE en el escenario internacional. En ellas debería ocupar un espacio fundamental la relación con los tres socios norteamericanos, cada uno con sus particularidades y teniendo especialmente en cuenta que hay una gran comunidad de intereses y valores en este “eje transatlántico plus”. Por ello, y a pesar de todos los obstáculos, se debe seguir avanzando en los múltiples frentes de negociación abiertos, teniendo en cuenta también que estos progresos pueden constituirse en un incentivo adicional para que otras asociaciones estratégicas de la UE, como la que mantiene con Brasil, se dirijan hacia un nuevo rumbo.
Para todo ello será necesario liderazgo y determinación política a ambas orillas del Atlántico. ¿Lo veremos?