La crisis actual que se está viviendo en Ucrania coloca a Rusia una vez más en el centro de la agenda transatlántica. La adhesión de Crimea a Rusia en 2014 ya había provocado que la OTAN revaluara la importancia de la disuasión en el flanco este de Europa. Sin embargo, en los últimos años, la alianza ha buscado ampliar sus perspectivas y tener en cuenta otros desafíos, en particular los relacionados con las implicaciones estratégicas del auge de China. Esto probablemente refleja la preocupación de que si la alianza no toma más en serio las prioridades de Washington, se volverá menos relevante para EEUU, cuyo apoyo es fundamental para el futuro de la alianza transatlántica.
Dicho esto, la amenaza de guerra en Ucrania pone de relieve la importancia de ordenar prioridades geoestratégicas tanto para la OTAN como para EEUU, a la vez que pone de manifiesto las conexiones que existen entre Europa y Asia. ¿Debería la alianza seguir abogando por un enfoque estratégico global en un momento en que la disuasión y la seguridad europea se encuentran amenazados? Al sopesar sus opciones en Ucrania, ¿cuánta importancia debería prestar EEUU a China? ¿Debería preocuparle que, si no responde de manera decisiva ante una posible agresión del Kremlin contra Ucrania, dañará su propia reputación y credibilidad a ojos de sus otros socios y aliados, incluyendo Asia? Por otro lado, ¿hasta qué punto debería preocuparse sobre la posibilidad de antagonizar a Rusia y empujarla a los brazos de China o de enredarse en un conflicto en Europa que pueda, a su vez, abrir una ventana para posibles agresiones oportunistas en Asia?
«(…) la amenaza de guerra en Ucrania pone de relieve la importancia de ordenar prioridades geoestratégicas tanto para la OTAN como para EEUU, a la vez que pone de manifiesto las conexiones que existen entre Europa y Asia».
Se habla a menudo de una supuesta “asimetría de intereses” entre Rusia y Occidente en relación con Ucrania. La creencia de que el Kremlin tiene un interés fundamental o central en Ucrania mientras que el interés de Washington es de carácter secundario o periférico, está bastante extendida. ¿Pero no podríamos entonces aplicar la misma lógica a Taiwán, supuestamente de interés “central” para China y no tanto para EEUU? Asimismo, son muchos los europeos quienes abogan por la reducción de las tensiones en Ucrania y sostienen que las reflexiones de carácter normativo, que apelan a la solidaridad democrática con Ucrania o el derecho de este país a escoger su futuro, no deberían llevarnos a perder de la vista el interés principal de Europa, es decir, la estabilidad. La pregunta que deberíamos hacernos es si una hipotética victoria en Ucrania bastaría para que Rusia se replegase hacia una relación más amigable y predecible con Occidente. Otros apuntan que no corresponde exclusivamente a Ucrania decidir sobre qué tipo de relación tendrá con Occidente, sino también al propio Occidente, y a menudo invocan la corrupción endémica en Ucrania como razón para frenar cualquier acercamiento a la OTAN.
Sin embargo, lo que todos estas relatos (la supuesta asimetría de intereses, la corrupción en Ucrania, la idea de que el realismo y la estabilidad deben primar sobre cualquier ilusión liberales, o simplemente que el auge de China significa que EEUU debe evitar un enfrentamiento en Europa) tienen en común es que desembocan en la misma conclusión: una Ucrania independiente no es un interés fundamental para Occidente.
La pregunta clave sobre cuál es el interés geopolítico de Occidente en preservar la independencia de Ucrania no recibe la atención que merece. Es verdad que esto no se puede abordar como un tema aislado: ni el mundo ni la geoestrategia de EEUU giran en torno a Europa. Teniendo esto en cuenta, se hace especialmente importante considerar cómo la crisis en Ucrania afecta, ya sea de manera directa o indirecta, a otros intereses occidentales, en particular en relación China y Asia. Dicho enfoque, que tenga en cuenta consideraciones de carácter inter-regional, es válido no solamente desde una perspectiva estadounidense sino también desde una perspectiva europea.
En primer lugar, cabe resaltar la importancia de preservar un equilibrio de poder favorable (o, incluso, un orden liberal y abierto) en las regiones de Europa y Asia Oriental. En círculos geoestratégicos estadounidenses existe un fuerte consenso en relación con este punto. Europa y Asia Oriental albergan la mayor concentración de recursos industriales, tecnológicos y militares fuera de América del Norte, con lo que la perspectiva de que un actor (cualquier que sea) pueda llegar a dominar una de estas dos regiones automáticamente pondría en peligro tanto la primacía naval de EEUU y Occidente como la libertad de navegación, que son los cimientos de un sistema internacional abierto. Por lo tanto, preservar el equilibrio de poder en Europa y Asia Oriental no es solamente importante para la seguridad nacional de EEUU; es también es la primera línea de defensa de un orden internacional abierto que favorece a sus socios y aliados europeos y asiáticos. Así, la reorientación de EEUU hacia Asia o su decisión de priorizar la disuasión con China irían en el interés de Occidente en su conjunto, ya que el principal propósito es defender el sistema abierto en su punto más débil, es decir Asia Oriental.
Otra razón, que muy a menudo se pasa por alto, sobre por qué Occidente tiene un interés geopolítico en preservar la independencia de Ucrania, es el contraste entre la posición geoestratégica de la que disfrutan EEUU y sus aliados en Europa con el que disfrutan EEUU y sus aliados en Asia Oriental. En parte debido a la propia geografía estratégica de Asia, el perímetro defensivo liderado de EEUU en la región carece de profundidad. El territorio de China abraza directamente el Pacífico Occidental y, con la excepción de Japón y Taiwán, hay poco que separe a China de la armada estadounidense. Esto contrasta con el excedente de profundidad estratégica del que disfruta la OTAN en Europa, pues abarca una parte importante de la gran planicie europea (sobre todo con la adhesión de los países bálticos y Polonia) así como dos de los mares “internos” de Europa (el Mediterráneo y el Báltico). El punto clave aquí es que, gracias a este excedente de profundidad geoestratégica, la defensa de Europa requiere menos recursos estadounidenses, lo cual a su vez le permite a Washington redirigir su atención hacia Asia.
«(…) una Ucrania independiente es una de las formas más eficientes de garantizar la seguridad europea».
Desde una perspectiva geoestratégica, la independencia de Ucrania es un valioso activo para el perímetro defensivo de la OTAN en Europa, ya que dicho país separa a Rusia de Europa Central (Eslovaquia, Hungría y el sur de Polonia) y de la Península Balcánica. Si Ucrania cayese por completo en la órbita estratégica de Moscú, o incluso progresara hacia algún tipo de alianza militar (sean cuales sean sus modalidades), esto complicaría bastante la disuasión y la defensa en el flanco oriental de Europa, aumentando su coste de manera significativa. Esto causaría tensiones en todo el espacio desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro, una situación que se vería agravada aún más a la luz de la aparente subordinación de Lukashenko a Moscú y la reciente instalación de fuerzas rusas en Bielorrusia. En resumen, la perdida de Ucrania implicaría que la OTAN debería realizar un esfuerzo mucho más intenso y sostenido en el tiempo para mantener la disuasión en esta área, limitando su margen de acción más allá del flanco este. Esto, además podría requerir una mayor atención de EEUU, y posiblemente frustrar su intento de redirigir su atención a Asia, e incluso crear incentivos para agresiones oportunistas por China en Asia a medio y largo plazo, lo cual es especialmente relevante si tenemos en cuenta la creciente cooperación militar y coordinación diplomática entre China y Rusia. Dicho de otro modo, una Ucrania independiente es una de las formas más eficientes de garantizar la seguridad europea.
Mientras preservar un equilibrio de poder favorable en las regiones capitales de Europa y Asia Oriental siga siendo un objetivo geopolítico de primer orden tanto para EEUU como para Occidente, y mientras mantener dicho equilibrio siga dependiendo en gran parte del poder estadounidense, las arquitecturas de la seguridad de ambas regiones seguirán entrelazadas. La pregunta no es tanto qué región es más importante o bajo qué circunstancias, puesto que el derrumbe de la arquitectura de una región repercutiría indirectamente sobre la otra. Por ello, los aliados europeos y asiáticos de Washington tienen un interés común en preservar un equilibrio de poder favorable a Occidente en sus regiones respectivas. De ahí la importancia de mirar a las alianzas de EEUU y al problema de la disuasión frente a grandes potencias desde una perspectiva inter-regional.
(*) Versión en español del texto original en inglés: Ukraine and the Balance of Power: An Inter-theater Perspective, publicado por CSIS.
Imagen: Bandera de Ucrania en la cima de la colina del Castillo Alto de Leópolis / Lviv. Foto: Sergey Kozak (Dominio público).