La aprobación a finales de noviembre de 2016 por parte de la Comisión Europea del Paquete de Invierno de la Unión de la Energía constituye el mayor reto de los últimos años para las políticas energéticas de los Estados Miembros, las empresas del sector y los consumidores europeos. El nuevo paquete legislativo energético, bautizado Clean Energy for all Europeans, afecta a temas prioritarios para la política energética europea (y española), desde las interconexiones al tratamiento de las renovables y los flujos eléctricos transfronterizos, pasando por la situación de territorios considerados periféricos o la propia gobernanza de la Unión de la Energía.
Desde una perspectiva procedimental, los Estados Miembros tienen que presentar Planes Integrados de Energía y Clima a diez años para alcanzar los objetivos de 2030 del paquete, fijando así las reglas del juego de sus sectores eléctricos para la próxima década. Por ejemplo, los Estados miembros deben especificar cómo piensan alcanzar el objetivo del 15% de interconexión eléctrica, su contribución al objetivo de 27% de renovables y 30% de mejora en la eficiencia energética, o cómo mejorar sus respectivas situaciones de seguridad energética (indicadores de diversificación y dependencia). Los gobiernos deberán presentar a la Comisión un borrador del Plan el 1 de enero de 2018, fecha a partir de la cual se abre el proceso de planificación, reporte y monitorización de dichos Planes, programado en paralelo al Acuerdo de París alcanzado en la COP21.
No obstante, el proceso legislativo europeo en el Parlamento y el Consejo empieza en los primeros meses de 2017 y promete complicaciones. Lo esperado es que el Parlamento Europeo exija compromisos más ambiciosos (por ejemplo, un 40% en eficiencia y un objetivo más elevado para las renovables) y que el Consejo Europeo mantenga los objetivos ya pactados. El tratamiento de la pobreza energética y el compromiso con los consumidores y la auto-generación también pueden ser objeto de polémica. Este calendario ofrece una oportunidad que la acción exterior española en materia de política energética debería ser capaz de aprovechar para contribuir de manera constructiva y propositiva a la política energética europea. Con un sector libre de la losa del déficit de tarifa, una proyección internacional importante y una política climática al Acuerdo de París, sería bueno que el gobierno y los diferentes partidos políticos fuesen capaces de dedicar más atención a la dimensión internacional y europea de la energía.
Este último aspecto es relevante, pues el nuevo paquete energético supone una transición significativa en la orientación de la política energética exterior europea y la propia Unión de la Energía. Ésta surgió como una iniciativa ligada a Donald Tusk, entonces primer ministro polaco y actualmente presidente del Consejo Europeo, destinada a impulsar la diversificación de las importaciones de gas europeas procedentes de Rusia tras las sucesivas crisis gasistas de Ucrania. En cambio, el paquete de invierno de la Unión de la Energía parece sustituir la estrategia geopolítica de reducir la dependencia europea de las importaciones de gas ruso por la de diversificar las fuentes energéticas hacia las renovables y reducir la dependencia de los combustibles fósiles, incluyendo el gas natural. Su apoyo a las energías renovables, especialmente a las descentralizadas y al coche eléctrico, así como a su regulación pan-europea y al fomento de los flujos intra-europeos de electricidad de origen renovable, parecen dibujar un horizonte diferente al planteado originalmente por la Unión de la Energía.
En este sentido, el paquete de invierno parece más cercano a los planteamientos tecnológicos de Elon Musk y los planes de su compañía Tesla que a las ambiciones geopolíticas inicialmente planteadas por Donald Tusk. Resulta ineludible para España participar activamente en esta transición conceptual de la política energética comunitaria. Ésta ya no abarca sólo aspectos tradicionales como la seguridad de suministro de los hidrocarburos, sino de manera creciente los aspectos geopolíticos del despliegue de las energías renovables, así como de los intercambios de electricidad de origen renovable tanto en el seno de la Unión Europea como con su vecindad. Al menos en materia energética, de Tusk a Musk hay un gran trecho que puede resultar especialmente fértil para las preferencias españolas.