Desde que el Estado Islámico (EI) se configuró como tal en junio de 2014, las menciones hostiles hacia Turquía en su propaganda venían siendo puntuales y contenidas. Pero las cosas cambiaron durante el pasado verano. El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, figura de manera muy destacada, junto al estadounidense Barack Obama, en la última entrega de Dabiq, órgano doctrinal de la organización yihadista, difundido a través de Internet en septiembre de 2015. Además de que ambos mandatarios ocupan por entero la portada de ese número, el undécimo de los aparecidos desde la pretendida proclamación de un nuevo Califato, en sus páginas se alude a Turquía como “miembro de la alianza OTAN de los cruzados” y se califica al sistema político turco de “régimen apostata”.
“Es el terrorismo del EI, de elevada letalidad potencial, el que peores consecuencias puede tener sobre la frágil estabilidad política y la débil cohesión social de Turquía.”
Un mes antes, en agosto, el EI había difundido su primer vídeo en lengua turca, apelando a la población de Turquía a rebelarse contra el “traidor” Erdoğan y a “conquistar” Estambul. Una llamada que fue repetida el 12 de octubre, apenas transcurridos dos días del doble acto de terrorismo suicida que en Ankara produjo al menos 102 muertos entre quienes asistían a una concentración convocada por el prokurdo Partido Democrático del Pueblo (HDP) y otras formaciones de izquierda, cuando militantes turcos del EI incitaban a sus connacionales, en un nuevo montaje audiovisual emitido por la organización yihadista, a unirse a ellos o atentar, donde residan, contra los infieles y los tagut o idólatras, en alusión a los gobernantes del Partido Justicia y Desarrollo (AKP).
Esta intensificación en el señalamiento agresivo de Turquía por parte del EI comenzó al poco de que el Ejecutivo turco se aviniera a permitir que EEUU usara dos bases aéreas de su país en misiones de bombardeo sobre blancos, tanto en Siria como en Irak, de la organización que lidera Abu Bakr al-Baghdadi. Una decisión que, a su vez, estuvo precedida de algunas notables operaciones antiterroristas contra el EI en Turquía –inexistentes hasta ese momento– y vino acompañada de un aparente cambio en la hasta entonces indulgencia mostrada por las autoridades de Ankara hacia los miles de extranjeros que a lo largo de los últimos cuatro años han transitado por su territorio para cruzar la extensa frontera con Siria y sumarse a las filas de los yihadistas.
El gobierno turco reaccionaba así al atentado suicida que, el 20 de julio, ocasionó 34 muertos entre estudiantes universitarios, igualmente prokurdos y de izquierda, reunidos en Suruç, localidad próxima a la siria de Kobani. Al contrario que respecto a Turquía, las expresiones de hostilidad hacia los nacionalistas kurdos, tanto en este país como en Siria, han sido constantes en la propaganda del EI, donde son calificados de “secularistas” y “renegados”. Pero las autoridades de Turquía, pese a que su pasividad –relacionada con un plan de intromisión en la guerra civil siria– ha permitido al EI movilizar recursos en el país, no podían eludir que militantes y seguidores de esta organización yihadista perpetren atentados dentro del propio territorio turco.
“(…) los efectos en Turquía del terrorismo practicado por miembros y seguidores del EI podrían tener una especial incidencia sobre la consistencia de la coalición internacional contra el EI.”
Ahora bien, tras el acuerdo suscrito con Washington, reconocer implícitamente el fracaso de su estrategia contra al-Assad en Siria al modificarla y empezar, no sin ambivalentes renuencias, a tomar medidas contra el EI después de que individuos de nacionalidad turca vinculados a dicha organización yihadista –como los hermanos Alagöz– se implicaran en la comisión de actos de terrorismo dentro del país, las autoridades turcas se apresuraron a dejar constancia de que su contribución a la coalición internacional contra la misma implicaba una nueva ofensiva contra el independentista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y sus aliados. Una iniciativa que ha incidido negativamente sobre milicias kurdas asociadas con EEUU frente al EI en el norte de Siria.
Una serie de factores han favorecido que haya miembros y seguidores del EI con capacidad para perpetrar atentados como los de Ankara, Suruço incluso anteriormente, el 5 de junio de este año, en Diyarbakır. Quepa destacar dos. Por una parte, que gran parte de los cerca de 30.000 extranjeros incorporados en Siria a las filas de esa organización yihadista, sobre todo entre adeptos a la misma procedentes del Magreb o Europa, lo hayan hecho a través de Turquía, afianzando en este país la reconstitución de tramas e infraestructuras formadas entre 2004 y 2007 por facilitadores que entonces actuaron para al-Qaeda en Irak, precursora del actual EI. Por otra parte, que sean en torno a unos 1.400 los jóvenes turcos convertidos en miembros del EI.
Es cierto que la frecuencia de atentados terroristas en Turquía ha sido alta durante los últimos meses, en su mayoría obra de militantes del mencionado PKK y de pequeñas organizaciones de extrema izquierda. En septiembre, de acuerdo con datos del mes anterior, Intel Center situaba al país en octavo lugar del mundo por su índice de amenaza terrorista y 30 días después en cuarta posición. Aun así, mientras que las fuerzas de seguridad y los militares turcos tienen experiencia en tratar la violencia terrorista del separatismo kurdo, los retos que plantea el EI no han sido para su gobierno, al menos hasta ahora, una prioridad en la agenda nacional de seguridad, lo cual ha tenido graves implicaciones.
Es el terrorismo del EI, de elevada letalidad potencial, el que peores consecuencias puede tener sobre la frágil estabilidad política y la débil cohesión social de Turquía. Esta es una realidad que ha quedado clara con la polémica por la atribución de culpa en que se han sumido los partidos turcos desde que tuvo lugar en Ankara el mayor atentado en la historia moderna del país. Polémica en la que no han faltado ni acusaciones conspirativas desde la oposición ni calculada desinformación desde el gobierno. Por consiguiente, los efectos en Turquía del terrorismo practicado por miembros y seguidores del EI podrían tener una especial incidencia sobre la consistencia de la coalición internacional contra el EI.