El encuentro de Mauricio Macri con Donald Trump en la Casa Blanca y el anuncio de que finalmente Washington no abandonará el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pese a algunas amenazas previas, recuerdan que las relaciones entre EEUU y América Latina son complejas, diversificadas y, eventualmente, complicadas y que la llegada de Trump no implicará el poner todo patas arriba como pudo parecer inicialmente.
América Latina es la región que más inversión recibe y tiene una actividad comercial más intensa con EEUU. Por eso, la relación mutua afecta más que cualquier otra su seguridad interior y el crecimiento económico. En la actual coyuntura es importante ver cómo se posiciona Trump respecto a América Latina y que respuestas da.
Después de la campaña y del triunfo electoral, parecía que el diluvio caería sobre México, e inclusive sobre toda América Latina. Se esperaba lo peor, comenzando por un enfrentamiento entre México y EEUU, que hubiera conducido al resto del continente en apoyo de la posición mexicana. El muro y la anulación del TLCAN eran los puntos más conflictivos, pero no los únicos, de una lista cargada de agravios.
Para ver dónde estamos, lo que se ha hecho y lo que se amenazaba con hacer es importante recordar lo que se decía al comienzo del mandato de Trump y cuál es la situación ahora. Con independencia de la respuesta, la palabra inequívoca que califica la coyuntura es incertidumbre, una incertidumbre aumentada por la falta de nombramientos importantes para la región en lugares claves del gobierno, como el Departamento de Estado, el Tesoro, o la DEA.
¿Qué se esperaba de Trump? En primer lugar, la inmediata construcción del muro, que para más escarnio debían pagar los propios mexicanos. Hoy su construcción no avanza y su presupuesto está bloqueados en el Congreso. También hay un número creciente de republicanos que se oponen, comenzando por los estados fronterizos.
El complemento del muro era la abolición del TLCAN. Inclusive se especuló con introducir un arancel, inicialmente del 35%, luego reducido al 20%, sobre las importaciones mexicanas, pero, debido a la presencia de las cadenas de valor hay productos que durante su fabricación cruzan repetidamente la frontera en ambas direcciones.
La negociación con México distó de ser el paseo militar que Trump imaginó. Sin negar la necesidad de renegociar el TLCAN (un acuerdo antiguo en muchos aspectos, firmado al comienzo de la década de 1990), los mexicanos comenzaron a delimitar el marco de la negociación y recordaron la importancia de su mercado para las exportaciones agrarias estadounidenses. Con la llegada de Luis Videgaray a la Secretaría de Relaciones Exteriores, la negociación se planteó de manera diferente, sin estridencias pero con firmeza, marcando diversas líneas rojas, incluidas las cuestiones migratorias: trato a los mexicanos residentes en EEUU y remesas.
Por supuesto que la relación con América Latina no termina en México y que hay otras cuestiones importantes que siguen sin respuesta. Desde un punto de vista político, la relación con Cuba en primer lugar, seguida del tratamiento que se dará a Colombia y Venezuela, sin olvidar el futuro de la OEA o la relación con los países del ALBA.
Sobre Cuba, la principal cuestión estriba en saber si habrá o no una vuelta atrás de las medidas tomadas por Obama. Al respecto hay señales confusas. Por un lado, la realidad pone sus límites (ha descendido el número de vuelos regulares con Cuba por falta de pasajeros), por el otro, se mantiene o se intensifican los viajes de políticos de republicanos a la Isla.
En lo referente a Colombia y Venezuela, Obama había apoyado los diálogos y las negociaciones en los dos países. Si bien la situación ha cambiado tras la puesta en marcha de los acuerdos de paz en Colombia, no sabemos todavía qué actitud va a seguir Trump en relación a la paz, pero también al mantenimiento o no de la cooperación en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Los recortes presupuestarios al Departamento de Estado y otras agencias gubernamentales no son precisamente una buena noticia, no sólo para Colombia, sino también para el conjunto de América Latina. Tampoco está clara su posición respecto al gobierno colombiano que surja de las elecciones de 2018. En Venezuela, el golpe contra la Asamblea Nacional y la brutal represión contra la oposición, complican más las cosas, aunque de momento no hay una línea oficial clara.
Como en tantos otros aspectos de su gestión, la dirección de las políticas seguidas por Trump está poco clara. Las contradicciones dentro de su equipo son evidentes, el funcionamiento del marco institucional, también. Nada está siendo sencillo en estos primeros 100 días de gobierno, en los cuales el presidente está siendo sometido a un intenso proceso de aprendizaje, incluyendo la relación con América Latina. Es precisamente en este terreno donde se confirma una vez más la sabiduría del refrán tradicional: “del dicho al hecho, hay mucho trecho”.