EEUU se puede quedar sin presidente si el posible impeachment para el que han puesto en marcha una investigación los Demócratas en la Cámara de Representantes, desemboca, aunque es difícil dada la mayoría republicana en el Senado. Lo que sí se ha quedado, desde hace tiempo, es sin centro. No es algo único de la superpotencia, pues la polarización de las sociedades occidentales es una característica de los tiempos, que Donald Trump ha sabido explotar y puede que siga sabiendo hacerlo. Incluso, en esta polarización el intento de impeachment puede jugar a su favor. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lo sabe, y de ahí sus cautelas hasta que ha estallado la gravedad del caso.
Hace 30 años, la situación era otra. Pero hoy los ciudadanos, o los votantes, de EEUU habitan, a veces físicamente, en dos mundos, en dos campos, con pocos contactos entre sí, desde luego no a través de eso que se llamaba medios de comunicación de masas. Cada uno tiene los suyos. Y cada uno tiene sus propias condiciones socioeconómicas, aunque también pesen los factores culturales como bien han estudiado los sociólogos Pippa Norris y Ronald Inglehart.
The Wall Street Journal, en unos interesantes gráficos, recogía como la economía estadounidense también se ha dividido entre azules (Demócratas) y rojos (Republicanos): “La polarización política de Estados Unidos está casi completa”, señala. “Sus dos principales partidos políticos representan cada vez más dos economías diferentes. Y apenas se superponen”. Los distritos demócratas se llevan un 63% del PIB; los republicanos, un 34%. Hace una década, señalan esos cuadros, la mediana de los ingresos familiares era aproximadamente la misma para cada partido. Desde entonces, ha crecido casi un 17% en los distritos Demócratas, mientras que ha caído un 3% en los Republicanos. Y en esto tiene mucho que ver la evolución de la industria y de la educación universitaria (para la que, por cierto, se han endeudado de por vida los millennials). Aunque ese voto de clase obrera o agrícola, ahora Republicano, es un voto desatendido por los Demócratas, que Trump supo capturar. El caso es que hoy hay una fisura entre el mundo rural y el metropolitano, entre hombres blancos poco educados y los otros, entre jóvenes y mayores (en EEUU a diferencia de Europa, los millennials son tantos como los babyboomers que les han frustrado sus expectativas vitales).
Aunque aún es pronto para asegurar nada, en la carrera de las primarias Demócratas, el moderado Joe Biden parece empezar a perder fuelle, y el escándalo Trump/ucraniano puede hacerle perder aún más. Mientras, de momento, lo gana la algo más radical (por estándares estadounidenses) Elizabeth Warren, partidaria de una cobertura sanitaria universal y gratuita (como las que tenemos en Europa) aunque no explica bien cómo la financiaría. Con impuestos, claro a los ricos, pero también a las clases medias, lo que, en principio, mina su “elegibilidad”, concepto crucial en este proceso. De cara a las elecciones de noviembre de 2020, Trump preferiría enfrentarse a Warren –por la polarización– que a Biden, representante de la moderación, y de ahí el escándalo de buscar ayuda para indagar sus debilidades y las de su hijo a través de Kiev.
Trump en 2016 ganó el colegio electoral, aunque perdiera, por casi tres millones de votos, el voto popular. Piénsese que un senador (hay dos por estado) en la poblada y rica California representa a 20 millones de personas. Por el mucho más pobre Wyoming, 290.000. Y esta desigualdad se refleja en los votos en el colegio electoral, donde los que realmente eligen al presidente representan en general a los estados, y Trump tiene ventaja en los más pequeños y rurales. Un estudio de la Universidad de Texas citado por The Guardian llega a la conclusión de que si la elección se decide por menos de un 2% (2,6 millones de votos populares), la probabilidad de que llegue a la Casa Blanca el perdedor (Trump) es de un 32%. Si se decide por menos de un 1% (1,3% de los votos), sería de un 47%. Es decir, que a pesar de todo lo que le está ocurriendo, no cabe desestimar a Trump. La desaparición del centro y la polarización de las instituciones –que se ve en estos primeros pasos hacia un posible impeachment– le favorecen.
Un año es una eternidad en política, sobre todo con un frenazo en ciernes de la economía y la cuestión del posible impeachment ya planteada. Todo esto está dañando su imagen. Sin embargo, Trump aún parece mantener el apoyo de la clase trabajadora blanca en los decisivos estados en declive industrial desde hace 40 años. No obstante, el impacto de la guerra comercial con China que ha lanzado se está haciendo sentir en el mundo agrícola. De momento, los Republicanos hacen piña, pero quién sabe. Acabaron abandonando a Richard Nixon en su día. Los ciudadanos, según algunos sondeos, están divididos ante la investigación del impeachment, pero los partidarios se han multiplicado y ahora son más. Si el intento fracasa, Trump y la polarización podrían salir reforzados. Si en 2020 Trump permanece en la Casa Blanca, muchas cosas habrán cambiado en EEUU y en el mundo. En caso contrario, incluso los Republicanos que ahora le apoyan le olvidarán rápidamente. Mas la polarización, y sus causas, de momento seguirán. A medio y largo plazo, quién sabe.