Parece claro que la perspectiva de las elecciones griegas de dentro de unos días ha influido para precipitar el programa de asistencia al sector financiero español. Aunque existía liquidez para aguantar todavía un tiempo, se ha llegado al convencimiento por el Eurogrupo, y tal vez por la misma España, de que era mejor actuar de forma preventiva. Un resultado electoral parecido al del pasado 6 de mayo o, peor aún, con una victoria de Syriza –que propugna incumplir unilateralmente los requisitos acordados con ocasión de los dos rescates que ha recibido Atenas– provocaría un aumento tal de incertidumbre que podría llevar a una segunda quincena de junio infernal en la que la unión monetaria correría incluso el riesgo de descarrilar antes de llegar a un Consejo Europeo que se anuncia como trascendental para insuflar capital político al euro. En ese sentido, y aun cuando la ayuda que ha recibido España es en sí misma importante, el futuro inmediato se sigue jugando en Grecia, en cómo se reciba al nuevo gobierno que se pueda formar y al efecto desestabilizador que tendría en su caso su salida involuntaria de la eurozona. Es importante, en efecto, subrayar el adjetivo involuntario porque –pese a que a veces se presentan estas nuevas elecciones como un referéndum en el que los griegos van a optar por seguir o no en el euro– lo cierto es que los electores no lo entenderán así del todo. Frente a la dramática tesitura entre (1) mantener la moneda común, asumiendo los duros ajustes acordados en el llamado Memorando y (2) evitar los duros compromisos pero lanzarse a las tierras ignotas del impago y la salida incluso de la UE, hay muchos votantes que piensan que es posible una tercera alternativa: la permanencia sin sacrificios o, en todo caso, mucho más llevaderos.
De hecho, si se atiende a los programas de los partidos, se observa que la salida sólo se plantea por las dos formaciones más extremistas (la extrema derecha denominada Aurora Dorada y el comunista KKE) que probablemente no llegarán entre las dos al 10%. El resto de los partidos postula que Grecia mantenga el euro pero todos ellos –con la excepción de un intrépido grupo liberal y europeísta con alguna posibilidad de entrar en el Parlamento que apuesta por reformas del Estado incluso más ambiciosas que las que se contienen en el Memorando– tratan de seducir al castigado ciudadano con promesas de renegociación de los ajustes. Es verdad que no es lo mismo la postura más moderada de los otrora hegemónicos Nueva Democracia o PASOK –que forman parte respectivamente del Partido Popular Europeo y del Partido de los Socialistas Europeos– que la abierta insumisión que plantean los populistas de izquierda (Syriza, con serias posibilidades de triunfar) o de derecha (ANEL y LAOS). Los sondeos arrojan en estos momentos un virtual empate en el entorno del 22%/23% de intención de voto entre Nueva Democracia y Syriza, con la particularidad de que un puñado de sufragios podría decantar hacia un lado u otro la formación de un gobierno que rozaría la mayoría absoluta porque la ley electoral griega ofrece un importante premio al primer partido. Desde luego, el resultado de los comicios se evaluará en primer lugar por el hecho de si es posible una coalición liderada por Nueva Democracia y que incluya al PASOK junto a otros pequeños partidos europeístas de centro –que, con alguna renegociación, mantendrá a priori la vigencia de los compromisos–, o si vence Syriza y se corre el riesgo de una denuncia unilateral del Memorando que abra la puerta a una salida desordenada del euro.
Lo que está claro es que, pase lo que pase el domingo en Grecia, no hay perspectiva alguna de abandono voluntario y pacífico. Lo que hay, pues, es una primera posibilidad no del todo plausible de que se cumpla la hoja de ruta optimista trazada con ocasión del segundo rescate; si vencen Nueva Democracia y PASOK que implementarían reformas acompañadas de recortes y que, junto a cierta flexibilidad o más solidaridad por el resto de socios, dotarían de una mínima solidez a la economía griega. Alternativamente, la segunda opción consiste en una victoria de Syriza que llevaría, salvo cambio radical con respecto a las posiciones contenidas en su programa, a la denuncia unilateral del Memorando y, en consecuencia, al cese de la financiación europea y en su caso al bloqueo de la liquidez que hasta ahora provee el BCE. El cálculo de Syriza es que Grecia es sistémica y que ese desenlace no lo permitirían las instituciones y gobiernos europeos para evitar el contagio a toda la periferia y el efecto demoledor sobre los bancos y los gobiernos acreedores de deuda griega. Pero lo cierto es que, pese a que, en efecto, el resultado sería muy dañino, políticamente es imposible atender esa especie de coacción; incluso desde el punto de vista de la política interna griega, dada la erosión sufrida por PASOK y Nueva Democracia para evitar justamente llegar a este punto. En ningún caso una conducta así de Syriza puede dejar de ser contestada con una iniciativa europea para empujar a Grecia hacia fuera.
Pero la salida griega no presenta como único escenario el anterior y, en realidad, existe otro posiblemente más negativo para España. Consiste en que la hoja de ruta fracase aun cuando ganase en las elecciones la coalición europeísta moderada de los partidos tradicionales y luego éstos, aunque intentasen aplicar con lealtad el Memorando, no les fuera posible retomar la senda de la estabilidad, viéndose abocados igualmente a la salida del euro para poder respirar. Sería un escenario peor porque, en ese caso, la voluntad política de permanecer y la aceptación de los ajustes no sería suficiente para evitar la salida con los consiguientes efectos políticos y económicos sobre otros países de la periferia que han demostrado desde el principio determinación en las reformas. Hay, con todo, un tercer escenario aun peor. Consistiría en la victoria de Syriza, la consiguiente decisión de no aplicar el Memorando y, ante la decisión europea de forzar la salida de Grecia del euro, la evidencia de que no existen mecanismos legales o políticos efectivos para conseguir que se produzca. En ese caso, Alemania y otros países del Norte pondrían seguramente punto final a la unión monetaria. La solución al misterio, a partir del domingo 17 de junio por la noche.