Ya son numerosos los documentos académicos o políticos, que apuntan al peso decreciente de la ayuda en el total de flujos globales que, potencialmente, podrían financiar procesos de desarrollo. Cuantitativamente, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) tiende a perder peso frente a otros tipos de flujos norte-sur –o sur-sur; incluso, sur-norte– (ver gráfico «Financiación global del dearrollo»). Si bien el impacto en desarrollo de la inversión directa extranjera (IDE), el comercio exterior o las remesas de migrantes no puede ser igual que el de la ayuda –porque lo agentes implicados no son los mismos, como tampoco lo son los objetivos de estas relaciones económicas internacionales o la capacidad de influencia de las administraciones públicas en dichas relaciones–, es importante poner en valor el potencial de estos otros flujos para el desarrollo de las naciones menos desfavorecidas.
Siendo así, esto significa que la gestión de la AOD no es la única política pública que los donantes pueden moldear para influir en el desarrollo de sus países socios. Ésta es la lógica que sustenta de la agenda de coherencia de políticas para el desarrollo (CPD) impulsada a nivel supranacional, sobre todo, por la Unión Europea y la OCDE y ésta es también la lógica que rige el índice de compromiso con el desarrollo (Commitment to Development Index) diseñado y actualizado anualmente por el Center for Global Development.
El índice de compromiso con el desarrollo valora periódicamente la ‘propensión desarrollista’ de los donantes tradicionales a través no sólo de su política de ayuda si no también de la migratoria, la tecnológica, la comercial, la medioambiental, la de defensa, o la de inversiones. Dado que buena parte de dichos donantes tradicionales son también estados miembros de la Unión Europea, podría también emplearse este índice para valorar el compromiso con el desarrollo de Europa, más allá de la ayuda.
Fruto de una colaboración entre el Center for Global Development y el Real Instituto Elcano, en los próximos días se publicará un estudio de los efectos de las políticas europeas (comunitarias y algunas de las bilaterales) de promoción de la inversión en los países en desarrollo; como vía para impactar en este último a través de otros mecanismos alternativos al más tradicional de la AOD.
¿Cuáles serían estos mecanismos? Fundamentalmente tres. Primero, los acuerdos bilaterales de inversión (o BIT, por sus siglas en inglés) que han pasado recientemente de negociarse por parte de los estados miembros, individualmente, a diseñarse a nivel comunitario. En segundo lugar, está la misma agenda de CPD –también articulada a nivel europeo– y, por último, las herramientas de promoción de la internacionalización de la empresa –seguros y créditos de exportación, ferias comerciales, encuentros de alto nivel, etc. – que se seguirán definiendo, en el medio plazo, por parte de los estados miembros individualmente.
¿Y cómo potenciar el efecto positivo en desarrollo de las políticas de promoción de la inversión en Europa? Sugerimos seis medidas: (1) una mayor pro-actividad por parte de las administraciones de los estados miembros en la lucha contra las prácticas corruptas por parte de las transnacionales europeas; (2) una mejor integración de las inversiones en las 12 áreas de prioridad política para la agenda CPD de la Unión; (3) la elaboración de un estándar europeo que guíe las actividades de cada estado miembro en la promoción de la internacionalización de la empresa hacia países en desarrollo; (4) la posibilidad de que los estados miembros con capacidades reducidas puedan delegar en las instituciones europeas –por ejemplo, en el Banco Europeo de Inversiones (BEI)– dicha promoción de la internacionalización; (5) la discusión previa y posicionamiento de la UE acerca de los principios y pautas que regirán las futuras negociaciones con países en desarrollo; y (6) en consecuencia, la elaboración de un modelo de BIT de la UE con países socios de la cooperación al desarrollo europea.