Si se atiende a tantos titulares que buscan más epatar que informar y al resultado de buen número de encuestas sobre las percepciones de amenaza que más nos inquietan, el terrorismo destaca como una de las más relevantes, hasta el punto de que no son pocos los que se atreven a calificarla como una amenaza existencial. Por eso, para ajustar de modo menos sesgado la visión sobre una amenaza –en todo caso bien real, aunque a menudo magnificada de manera interesadamente alarmista– conviene apoyarse en datos tan sólidos como los que nos acaba de presentar nuevamente el Institute for Economics and Peace en su renombrado Índice de Terrorismo Global (Global Terrorism Index 2018). Así, siguiendo al pie de la letra su último informe sobre lo ocurrido en 2017 en 163 países (que suponen el 99,7% de la población mundial) podemos perfilar mucho mejor su verdadera dimensión.
En síntesis, lo que se extrae del análisis de lo que, a falta de una definición consensuada a nivel mundial, podemos entender como una modalidad de acción violenta que actores no estatales practican con una clara intencionalidad política, tratando de sembrar el terror para forzar cambios de actitud por parte de los gobiernos afectados, se resume en que:
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- Por tercer año consecutivo disminuye el número de personas muertas en atentados terroristas. Las 18.814 muertes registradas suponen un 27% menos de las contabilizadas un año antes y un 44% menos de las que se produjeron en 2014, año en el que se alcanzó el máximo histórico en lo que va de siglo.
- Un total de 94 países mejoraron su situación con respecto a tan solo un año antes, con Irak, Nigeria y Pakistán como los más destacados si se toma como referencia las cifras de 2014. En contrapartida, fueron 46 los países en los que la situación empeoró, con Somalia y Egipto entre los más destacados.
- Los diez países en los que más muertes se han producido –Afganistán, Irak, Nigeria, Somalia, Siria, Pakistán, Egipto, República Democrática del Congo, República Centroafricana e India– acumulan el 84% del total mundial. Se trata de países que sufren, en diferente nivel, al menos un conflicto violento en su seno.
- Si a los anteriores se añaden los países que han sufrido al menos un atentado y donde se producen regularmente ejecuciones extrajudiciales, torturas y encarcelamientos sin juicio, el porcentaje resultante llega al 99%. Desde la perspectiva de la lucha contra el terrorismo, este dato resulta clave para entender que el énfasis principal para reducir, e idealmente eliminar, la amenaza del terrorismo pasa por aumentar los esfuerzos en construcción de paz y prevención de conflictos, así como en potenciar el imperio de la ley y el Estado de derecho en todas sus dimensiones. Dicho de otro modo, las estrategias securitarias y militaristas que desde hace años se vienen aplicando nunca serán suficientes para resolver el problema, si no van acompañadas de sostenidos esfuerzos sociales, políticos y económicos que atiendan a las causas estructurales que sirven de caldo de cultivo al extremismo violento.
- Al menos 67 países sufrieron un atentado mortal (frente a los 79 de un año antes); en tanto que en 19 se produjeron más de un centenar de víctimas mortales y en 5 la cifra superó el millar.
- Visto desde Europa el panorama resultante muestra que fue la región del planeta con una mejoría más destacada, como se deduce del hecho de que el número de víctimas mortales se redujera en un 75% (pasando de 827 en 2016 a 204 en 2017). Una tendencia que parece confirmarse en 2018, dado que los datos provisionales del periodo enero/octubre tan “solo” registran una decena de muertes. Es cierto en todo caso que en 2017 aumentó el número de atentados (282 frente a los 253 de 2016), pero todo indica que no se ha cumplido la previsión de un notable agravamiento como resultado del regreso de los llamados “retornados”, tras el progresivo desmantelamiento del pseudocalifato de Daesh en parte de Siria e Irak.
- Eso no quita, obviamente, para que países como Noruega y España hayan visto claramente deteriorada su situación, como resultado de los atentados sufridos en sus territorios (el primero sin víctimas, en abril, y el segundo en Barcelona y Cambrils, con el balance de 15 personas muertas).
- Entre los grupos terroristas más letales Daesh continúa ocupando un año más la primera posición que alcanzó en 2014, aunque es bien visible su pérdida de capacidad en la medida en que a lo largo de 2017 ha ido sufriendo continuos reveses que le han llevado a perder el control territorial que había logrado en junio de 2014. En esa macabra lista le acompañan los talibanes afganos, al-Shabaab y el antiguo Boko Haram; mientras que al-Qaeda no figura en posiciones de cabeza. En conjunto son responsables del 56,5% de todas las víctimas mortales (una década antes apenas llegaban al 6%).
- Nada hace suponer que la amenaza vaya a desaparecer a corto plazo. Por un lado, el terrorismo de ultraderecha va cobrando peso en el escenario internacional y, por otro, el de perfil yihadista se hace cada vez presente en regiones como el Magreb, el Sahel y el Sudeste Asiático, sin olvidar al resto de las que ya hemos sufrido en tantas ocasiones sus desvaríos.