Es sabido que el juego del go (weiqi en chino), inventado en China, es de posiciones, de ganar terrenos, frente al de movimientos del ajedrez. Pekín está lanzado en un tablero así en su estrategia tecnológica, lo que ha hecho saltar algunas alarmas occidentales ante el intento del país-civilización de convertirse en una superpotencia en este ámbito, algo que está logrando. De hecho, son varios los dirigentes chinos que utilizan un lenguaje militar –a menudo inspirado en Occidente– para describir su política al respecto. Hace unos meses, en su defensa del programa estratégico industrial Made in China 2025, lanzado en 2015, el presidente Xi Jinping describió la ciencia y la tecnología como “los principales campos de batalla de la economía”.
Con un vocabulario aún más militar, el presidente de una gran empresa tecnológica china había hablado antes de “juntas de jefes de Estado Mayor regionales”, de “tácticas de enjambres”, de “brigadas pesadas”, de “redespliegues a los frentes de los campos de batalla” –entre otras expresiones–, no teniendo empacho en afirmar que se inspiraba en el modelo organizativo empleado por el Estado Mayor de EEUU.
Este tipo de actitudes ha provocado reacciones por parte de EEUU y la UE. El presidente de la estadounidense Fundación para la Tecnología de la Información y la Innovación, Robert Atksinson, calificó el plan chino de “estrategia agresiva por las buenas o por las malas”. La Cámara Europea de Comercio en China publicó recientemente una dura y detallada crítica contra la estrategia industrial china, Manufactura China 2025, significativamente subtitulada: “Situando la política industrial por delante de las fuerzas de mercado”. La visión china está dirigida a crear grandes campeones nacionales en 10 sectores industriales de alta tecnología –como la robótica, la inteligencia artificial, los automóviles eléctricos y autónomos, la biomedicina, y los ordenadores (incluidos los posibles cuánticos)–. En una década deben dominar de forma local, pero resultar competitivas de forma global, con objetivos cifrados, como reducir en un 40% para 2020 la dependencia en tecnología extranjera clave.
China ya cuenta con varios de estos campeones (como Alibaba, Foxconn –taiwanesa pero muy presente en el continente–, Tencent o SoftBank, por citar unas pocas). Se propone reforzar esta tendencia también atrayendo conocimiento, con alicientes de contratación a tecnólogos que aporten innovación o patentes. China está en una política de compra agresiva de estas últimas, además de producir las propias, como hace Huawei. Y todas estas grandes empresas, algunas de ellas plataformas, tienen una estrecha relación con el poder político.
China, atrasada en robotización y automatización, pero acelerada en estos campos con una población que envejece debido a la antigua política de un único hijo, y con unos costes laborales crecientes, se está convirtiendo de cara a los próximos años en el principal mercado para la instalación de estas máquinas que remplazarán o complementarán el trabajo humano. Es un avance hacia la manufactura inteligente. El pasado verano el capital chino se hizo con Kuka, el mayor fabricante de robots de Alemania. Pero provocó alarma en el gobierno de Merkel que quiere estudiar cómo impedir que capital de fuera de la UE se pueda hacer con empresas que resultan estratégicas –y no solo en su dimensión militar– para Alemania. De hecho, la estrategia alemana Industrie 4.0 sirvió de inspiración al Made in China 2025.
El informe de la Cámara europea, advierte de la aplicación de “una estrategia industrial cuidadosamente orquestada” que incluye herramientas como subsidios, apoyo continuo a empresas estatales ineficientes, limitación del acceso al mercado a negocios extranjeros y adquisiciones respaldadas por el Estado de empresas de la UE y de otros países. Las empresas del Viejo Continente hacen frente a “intensas presiones para ceder tecnología avanzada a cambio de acceso a corto plazo al mercado” chino. Pero, naturalmente, no sólo se trata de empresas europeas. Recientemente Tencent (que ha superado a Alibaba en valor) adquirió un 5% de Tesla, el fabricante estadunidense de coches eléctricos, entre otros.
La crítica europea es constructiva, con recomendaciones sobre cómo las autoridades chinas pueden impulsar mejor la innovación estableciendo el mercado como la fuerza decisiva en la economía china. Los responsables chinos no han permanecido callados. Incluso han calificado de útiles algunas de las sugerencias del informe de la Cámara, como señaló Miao Wei, ministro de Industria y Tecnología de la Información, para el cual la fuerza que impulsa el Made in China 2025 es el mercado. Negó que China fuerce a las empresas extranjeras a entregar tecnología cambio de acceso a su mercado, pero la experiencia lo ratifica.
La dimensión militar también pesa. De hecho, estuvo tras el empuje inicial de innovación china, aunque tiende a ser cada vez más civil. Ahora se habla en China de “innovación indígena”, o local y autosuficiencia (en un país que importaba más en semicoductores que en petróleo, pese a no disponer de este último recurso natural). Busca absorber y reinventar tecnologías extrajeras. Los que decían que China no innovaba andan ahora más callados. En todo caso, Donald Trump, el proteccionista, y Xi Jinping, supuestamente globalizador, en un mundo aparentemente al revés, parecieron en su reciente reunión en Mar-a-Lago en Florida querer evitar una guerra comercial, con un plan para ello a desarrollar en 100 días. Pero esto va mucho más lejos. Es una partida global de go en la que está en juego la superioridad tecnológica.