¿Sobrevivirá la solución de dos Estados al nuevo orden regional?

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Detalle de un fragmento del muro de separación. Foto: Catholic Church England and Wales (CC BY-NC-ND 2.0).

La guerra en Gaza está teniendo dramáticas repercusiones. Israel, apoyado en todo momento por Estados Unidos (EEUU), actúa como el poder hegemónico, reconfigurando Oriente Medio. La caída del régimen de Assad, un hito histórico de primer orden, ha sido la última consecuencia. ¿Qué significa esto para la solución de dos Estados y el conflicto palestino-israelí?

Los esfuerzos de la Unión Europea (UE) por reanudar el proceso de paz entre Israel y Palestina preceden a la guerra en Gaza. El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, convocó una reunión durante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de septiembre de 2022, para marcar el vigésimo aniversario de la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, con el objetivo de reavivar su enfoque regional. En la Asamblea General del año siguiente, en septiembre de 2023, Borrell lanzó el Esfuerzo del Día de la Paz; para entonces, además de Arabia Saudí y la Liga Árabe, Jordania y Egipto apadrinaron la iniciativa. El objetivo era intentar incentivar a Israel a reiniciar negociaciones de paz, presentándole toda una serie de sustanciosos acuerdos económicos, que contribuyeran a atraerle a la mesa de negociaciones. El enviado especial de la UE, el neerlandés Sven Koopmans, sin  experiencia profesional previa en Oriente Medio, consideraba que nunca antes se había ofrecido a Israel “cien por cien zanahorias”.

Si bien fue una reunión que contó con casi 30 ministros de países europeos y Oriente Medio, destaca la ausencia de EEUU, que en esos momentos ultimaba los preparativos para lo que esperaba sería el broche de la política exterior de la Administración Biden: el acuerdo de normalización Arabia Saudí-Israel. En principio, el secretario de Estado Antony Blinken delegó la asistencia a la secretaria de Estado adjunta para asuntos de Oriente Medio, Barbara Leaf, pero finalmente ésta no hizo siquiera acto de presencia. La propia participación de Arabia Saudí era una distracción, al estar simultáneamente negociando con EEUU una serie de ventajosos e históricos acuerdos a cambio de establecer relaciones diplomáticas con Israel.

El brutal ataque de Hamás 19 días después de esa reunión, el 7 octubre de 2023, cambió radicalmente el tablero, aunque fue interpretado por palestinos, árabes y algunos europeos como un llamamiento a resolver el conflicto de manera definitiva y justa. Desde ese momento, el jefe de la diplomacia europea intentó avanzar un proceso diplomático e incluso se han puesto sobre la mesa serias iniciativas para la solución de dos Estados. Ya no porque se considere la mejor solución, sino porque no existe otra.

‘’La fragmentación siria y el posible auge de grupos yihadistas en la zona no sólo reconfiguran la seguridad en la región, sino que también marginan aún más la cuestión palestina, que pierde visibilidad ante la nueva crisis regional’’.

El pasado 10 de octubre, Ehud Olmert y Nasser al-Kidwa, ex primer ministro israelí y ex ministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Nacional Palestina, respectivamente, presentaron en una mesa redonda organizada por el Real Instituto Elcano propuesta para su realización, que casi toda la comunidad internacional considera más que sensata. Se basa en una oferta que Olmert hizo como primer ministro israelí a su contraparte palestino, el presidente Mahmoud Abbas, en 2008. Israel se anexionaría un 4,4% de Cisjordania, para mantener algunos bloques de asentamientos, compensando a Palestina con una superficie equivalente dentro del territorio israelí.[1] Sin embargo, la propuesta incluye la creación de un corredor que conectaría la Franja de Gaza con Cisjordania, clave para la integración territorial palestina.[2]

Lo más destacable es lo que se refiere al futuro de Jerusalén. Los barrios judíos y árabes se asignarían en función de las fronteras previas a 1967, mientras que la Ciudad Vieja estaría bajo una administración conjunta internacional, con la participación de Israel, Palestina y otros tres Estados. Al-Kidwa subrayó la relevancia universal de Jerusalén: “La ciudad no admite un monopolio, debe pertenecer a todos, ya que la historia de la región se narra a través de la historia de Jerusalén”. Aspectos más específicos sobre los asentamientos, refugiados y medidas de seguridad adicionales, incluidas posibles fuerzas internacionales en el río Jordán, quedarían abiertos para futuras negociaciones.

La propuesta Olmert-Kidwa incluye una sección dedicada a resolver la actual guerra en Gaza, condición sine qua non para llegar a intentar resolver el conflicto entero. Plantea un alto el fuego inmediato, el intercambio de israelíes y palestinos cautivos, y la retirada total de las fuerzas israelíes de la Franja de Gaza. La administración y reconstrucción de Gaza recaerían en un “Consejo de Comisionados” compuesto por tecnócratas vinculados a la Autoridad Nacional Palestina, cuya misión sería preparar elecciones generales palestinas. Paralelamente, proponen desplegar una fuerza de seguridad árabe temporal para colaborar con fuerzas palestinas en la estabilización de Gaza y prevenir ataques contra Israel. La reconciliación intra-palestina, implícita en el documento, es de vital importante ya que, según al-Kidwa, “la ausencia de un líder palestino ha conducido a la ausencia de una posición palestina común, lo que a su vez ha conducido a la ausencia de una posición árabe e internacional común”.

Olmert destacó que “la comunidad internacional podría haber hecho mucho más antes de octubre de 2023”, criticando la errónea suposición de que israelíes y palestinos podrían manejar el conflicto sin implicaciones para el resto del mundo. Al-Kidwa coincidió en que “la comunidad internacional ha sido una decepción desde el punto de vista palestino”, advirtiendo que esta situación representa la desintegración del sistema internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial, lo que debería ser una llamada de atención global.

La diplomacia europea sí ha persistido en sus esfuerzos por avanzar una solución de dos Estados, pero son la guerra y sus catastróficas consecuencias las que han captado la atención internacional. Iniciativas como la “Alianza Global para la Implementación de una Solución de Dos Estados” establecida el pasado 27 septiembre y que ya ha celebrado reuniones en Riad y Bruselas, gozan del apoyo de decenas de países, pero apenas son recogidas por los medios de comunicación. Además, las fuertes divisiones entre los países de la UE privan a Europa del consenso necesario para ejercer verdadera influencia.

La propuesta Olmert-Kidwa recibió el espaldarazo de Thomas Friedman, el columnista de The New York Times, quien por segunda vez actuó de impulsor de un plan de paz –la primera fue en 2002 con la Iniciativa de Paz Árabe–. No obstante, la Administración Biden ha defendido una solución de dos Estados sólo con palabras. La posibilidad de tal acuerdo disminuye aún más bajo una segunda Administración de Donald Trump. Durante su primer mandato, Trump presentó el llamado “Acuerdo del Siglo” que ofrecía a los palestinos poco más que autogobierno en enclaves aislados, rodeados de territorio israelíes y sin conexión internacional. Por este motivo, no sorprende que los ministros israelíes de extrema derecha perciban un eventual retorno de Trump al poder como una luz verde para proceder con la anexión de Cisjordania.  El gobierno israelí no tiene interés alguno en reanudar negociaciones con los palestinos. Por si quedase duda, su parlamento aprobó este verano, por mayoría absoluta, una resolución que rechazaba el establecimiento de un Estado palestino. Sólo nueve legisladores votaron en contra.

Por otro lado, la región está en plena fluctuación. La caída del régimen de Assad en Siria representa un giro decisivo en la dinámica regional, debilitando el eje de resistencia de Irán, compuesto por Hamás, Hizbulah y los huzí. Israel, ante este vacío de poder, ha extendido su control sobre una franja adicional de los Altos del Golán, una zona desmilitarizada y supervisada por la ONU desde 1974, y más allá, invadiendo territorio sirio. La fragmentación siria y el posible auge de grupos yihadistas en la zona no sólo reconfiguran la seguridad en la región, sino que también marginan aún más la cuestión palestina, que pierde visibilidad ante la nueva crisis regional. A la vez, la prominente influencia de Turquía en esta nueva Siria, refuerza la mano de Ankara sobre el conflicto palestino-israelí. Mientras, Arabia Saudí sí parece exigir pasos serios hacia la autodeterminación palestina.

La solución de dos Estados propuesta por Olmert y Al-Kidwa sigue siendo la única opción viable para la paz entre israelíes y palestinos. Sin embargo, su aplicación requiere de la comunidad internacional más que de palabras y alianzas. El reconocimiento del Estado palestino por parte de países como España es un ejemplo de los pasos concretos necesarios para reequilibrar el terreno político y devolver legitimidad a las negociaciones. La UE, como principal socio comercial de Israel, entre otras cosas, cuenta con suficientes instrumentos económicos y diplomáticos para fomentar negociaciones serias encaminadas hacia la creación de un Estado palestino. En un contexto marcado por la volatilidad que la vuelta de Trump a la Casa Blanca puede causar, el caos en Siria y la marginación de la cuestión palestina, este enfoque decidido es más urgente que nunca.


[1] En su día, Abbas estudió la propuesta, pero no la consideró seria porque no iba acompañada de mapas. Aunque los porcentajes sean de un sólo dígito, 4,4%, Israel podría fragmentar los territorios palestinos haciendo inviable un Estado palestino.

[2] La construcción de un corredor de tránsito entre ambas regiones también estaba prevista en el plan de Trump: “the State of Palestine will benefit from a high-speed transportation link that will enable efficient movement between the West Bank and Gaza, crossing over or under the State of Israel’s sovereign territory”; https://trumpwhitehouse.archives.gov/peacetoprosperity/