El jueves, 13 de octubre, dos cooperantes españolas de Médicos Sin Fronteras (MSF) fueron secuestradas en el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia. ¿Quién o quiénes pueden estar detrás de dicho secuestro?
El hecho de que el secuestro de nuestras dos compatriotas se haya producido en un campo de refugiados somalíes, que por centenares de miles se concentran en esos enclaves huyendo del hambre y de la violencia existentes en su país, así como que dicho enclave se encuentre situado unos 100 kilómetros de la frontera con Somalia y que los secuestradores aparentemente se dirigieran a este último país, sugiere que el grupo o la organización que los ha llevado a cabo procede del mismo, aun cuando pueda contar con miembros y facilitadores establecidos en Kenia. Ahora bien, los secuestros de occidentales que se producen en Somalia y otros países del Este de África pueden ser llevados a cabo por distintos actores colectivos, en ocasiones bandas de delincuentes que carecen de agenda política o inspiración religiosa. Sin embargo, hay razones para considerar como verosímil la hipótesis de que las dos cooperantes españolas hayan sido secuestradas por miembros de Al Shabab, una organización armada que desde hace años ejecuta frecuentemente atentados, muchos de ellos suicidas, en territorio somalí y se encuentra estrechamente relacionada tanto con Al Qaeda como con las extensiones territoriales de esta estructura terrorista en la Península Arábiga y en el Magreb.
¿Cuáles son, entonces, esas razones que permiten considerar verosímil la hipótesis de que las dos cooperantes españolas hayan sido secuestradas por la organización terrorista Al Shabab?
El día 5 del pasado mes de agosto, Al Shabab, que entonces controlaba amplias zonas de Mogadiscio, decidió una retirada táctica de las mismas, tras una ofensiva iniciada en febrero por fuerzas de la misión de la Unión Africana y del propio Gobierno Federal de Transición. Ante una situación adversa, los dirigentes de Al Shabab renunciaron a su dominio sobre dichas áreas para plantearse una confrontación armada de características diferentes al enfrentamiento entre partidas más o menos numerosas de activistas propios y soldados de aquellos contingentes. Pero esa retirada supuso asimismo una importante caída de los recursos económicos que Al Shabab conseguía de la población bajo su control, en especial de los derivados de la extorsión que ejercía sobre comerciantes de los mercados existentes en la capital somalí. Para una organización que necesita mantener sus estructuras y sostener su campaña de terrorismo, pagar a militantes que en gran número lo son a cambio de incentivos selectivos, e incluso a los clanes locales sin cuyo concurso es mucho más difícil operar, la reducción de ingresos es un muy serio contratiempo. De aquí que se haya inclinado, desde el pasado septiembre, por emular a Al Qaeda en el Magreb Islámico, llevando a cabo secuestros con propósitos de financiación.
A este respecto ¿en qué medida son los integrantes de las organizaciones no gubernamentales dedicadas a la asistencia humanitaria, como Médicos sin Fronteras, blanco de los secuestros de Al Shabab?
Tanto las organizaciones no gubernamentales dedicadas a la asistencia humanitaria como las agencias internacionales de ayuda a la población de Somalia, que en la actualidad padece el hambre y las devastadoras consecuencias del prolongado conflicto armado interno en que se encuentra sumido el país, han sido expresamente amenazadas por los dirigentes de Al Shabab. Aunque sus actividades terroristas se dirigen preferentemente contra los propios somalíes que no acatan las directrices yihadistas –el pasado día 4, un atentado contra estudiantes en Mogadiscio causó cerca de cien muertos– y las fuerzas gubernamentales, cuando se trata de llevar a cabo secuestros centra su atención sobre ciudadanos occidentales que se encuentran en la región como turistas o cooperantes, por ejemplo. Cabe suponer que cuando planifican el secuestro de occidentales desarrollan labores previas de información para detectar blancos que consideran vulnerables. Ahora bien, su realización dependería más de circunstancias de oportunidad que de una designación por criterios de nacionalidad. Con todo, no debe descartarse que quienes hayan secuestrado a las dos cooperantes españolas sean integrantes de Al Shabab que, infiltrados en los campos de refugiados, actúen por cuenta propia, buscando su enriquecimiento personal.