Hay noticias de al menos ochenta muertos como consecuencia de un atentado suicida en Pakistán, perpetrado once días después de la muerte de Osama bin Laden. ¿Podemos hablar de una represalia por el abatimiento del líder de Al Qaeda?
Poco puede extrañar que quienes han perpetrado tan letal atentado aludan, al reclamar la autoría de los hechos, a la muerte de Osama bin Laden y lo presenten como una acción de represalia por ello. Mas aún cuando la organización terrorista que desde hace mucho tiempo lleva a cabo la mayor parte de los atentados terroristas en el país, sobre todo en las zonas tribales al noroeste del mismo y en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, Therik e Taliban Pakistan (TTP, Movimiento Taliban de Pakistan), amenazó con desarrollar actividades de venganza a los pocos días de ser abatido el hasta entonces líder de Al Qaeda. TTP es una entidad afiliada con Al Qaeda, que de hecho ha proporcionado y proporciona protección a buena parte de los dirigentes, cuadros y militantes de esta estructura terrorista. Ahora bien, no es la primera vez que ocurren atentados de esa magnitud en Pakistán, generalmente atribuidos a TTP, pero es cierto que se trata del primero de tales características que se produce tras la muerte de Osama bin Laden en Abbottabad, por lo que estaríamos ante una tentativa, por parte de estos yihadistas paquistaníes o de alguna facción de los mismos, de elevar la intensidad de sus actos de terrorismo en el marco de una campaña que se viene manteniendo sin solución de continuidad desde hace años.
Pero el atentado no se ha producido contra intereses o ciudadanos de Estados Unidos, sino contra un centro oficial de entrenamiento de policías militarizados situado en una provincia al noroeste de Pakistán. ¿Por qué?
Dentro del territorio paquistaní, la posibilidad de perpetrar atentados suicidas contra ciudadanos e intereses estadounidenses es muy limitada, debido a lo reducido de dichos blancos potenciales y su elevada protección. Una posibilidad prácticamente nula además en las zonas tribales situadas al noroeste del país, donde este tipo de blancos son inexistentes. Sin embargo, las agencias de seguridad paquistaníes, y en especial los cuerpos paramilitares que operan en esas áreas del país, ofrecen muchos más blancos de oportunidad. Por otra parte, esas agencias y cuerpos han venido siendo blanco frecuente de atentados y ataques por parte de los talibanes paquistaníes, dado que a menudo se enfrentan a estos. De hecho, las fuerzas de seguridad paquistaníes habían llevado a cabo recientemente una ofensiva contra ellos en Mohmand, donde se han hecho fuertes. Además, los talibanes paquistaníes acusan a las autoridades de su país, o a una parte de las mismas, de facilitar operaciones contraterroristas realizadas por Estados Unidos en el interior de Pakistán, sobre todo mediante el uso de misiles lanzados desde aeronaves no tripuladas, de las que solo el pasado año se llevaron a cabo cerca de ciento cincuenta, sobre todo en las mencionadas zonas tribales, y de no haber impedido la que, el pasado 2 de mayo, mucho más cerca de Islamabad esta vez, acabo con la vida de Osama bin Laden y algunos de sus allegados.
¿Qué debemos esperar, entonces, en lo que se refiere al futuro inmediato de la violencia terrorista en Pakistán, especialmente tras la muerte de Osama bin Laden en Abbottabad?
Nada indica que la evolución y la dinámica del terrorismo yihadista en Pakistán vayan a cambiar a corto plazo. Es previsible que los atentados, tanto contra las fuerzas armadas y cuerpos policiales paquistaníes como contra la población civil que desoye las consignas de los insurgentes talibanes, continúen ocurriendo, como en los pasados dos o tres años, especialmente al noroeste del país. Pero, asimismo, cabe anticipar que TTP u otros grupos yihadistas activos en el país lleven a cabo atentados de relativa mayor espectacularidad en ciudades de la provincia de Punyab o en la propia capital, Islamabad. Es decir, no hay que esperar variaciones notables en la frecuencia, verdaderamente notable, con la que el terrorismo yihadista comete atentados en Pakistán, aunque resulta verosímil pensar que los distintos actores colectivos implicados en dicha violencia, todos ellos asociados de un modo u otro a Al Qaeda, traten de perpetrar actos de terrorismo particularmente letales o significados, cuya ejecución sea presentada como parte de una revancha por la operación estadounidense que, en suelo paquistaní, acabó con la vida de Osama bin Laden.