El debate sobre la soberanía ha entrado en la esfera digital. En el fondo, la soberanía es el control sobre el propio destino. El presidente chino Xi Jinping habla de ello, con el objetivo, proclamado ya en 2015, de convertir a China en una “cibersuperpotencia” o una “potencia nacional en el ciberespacio” (wǎngluò qiángguó). No es el único. El presidente francés, Emmanuel Macron, en su reciente discurso sobre Inteligencia Artificial (IA) en el Collège de France, impulsó la idea de una “soberanía digital europea”, consciente de que no es algo que se pueda abordar desde un solo país europeo. Aunque Macron tiene claras las prioridades para Francia en este campo de la IA: la salud y la automoción. Pero Macron, a la cabeza de un Estado y nuevo referente de integración europea, sabe que no compite únicamente con otros Estados extraeuropeos (y europeos) sino con enormes empresas que invierten en I+D+i, y especialmente en IA, más de lo que pueden muchas administraciones públicas.
Crece la percepción de que Europa se está viendo sometida a un nuevo colonialismo por parte de las grandes plataformas digitales, que tienen nacionalidad (estadounidense o china), y que en muchos casos se acercan a la condición de monopolios (lo que está siendo examinado tanto por la UE como en EEUU). La gran excepción, siempre citada, es la sueca Spotify de música en streaming. Pero dice mucho sobre los problemas europeos que la salida a bolsa, exitosa, de Spotify se haya tenido que hacer en Nueva York. Aunque en Europa está creciendo de modo marcado el capital riesgo, un análisis del CEPS (Centre for European Policy Studies) apunta que ante grandes operaciones Europa falla. Si Spotify hubiera querido salir a bolsa en Europa hubiera necesitado de la autorización del Gobierno sueco, y de otras 27 o más autoridades en la UE. “Europa tiene la capacidad de desarrollar empresas innovadoras de alta tecnología, pero cuando necesitan capital, Europa desaparece del mapa”, señala el CEPS.
Es China la que tiene más desarrollado su concepto de soberanía digital, parte de su política de conectividad global. La cuestión volvió en el último congreso del Partido Comunista Chino. Un interesante artículo de una revista del Partido, anterior, de septiembre de 2017, traducido al inglés por la fundación New America, revela que el régimen establece una unidad entre la ciberseguridad y lo que llama la informatización: “sin ciberseguridad no hay seguridad nacional; sin informatización no hay modernización”. No sólo por una cuestión de soberanía, sino también de control de la información y de la población. “El trabajo de opinión pública en línea se ha convertido en la tarea más importante de propaganda e ideología. Los mundos en línea y fuera de línea deben formar círculos concéntricos y, bajo la dirección del Partido, movilizar a las personas de todas las nacionalidades, movilizar todos los aspectos de entusiasmo, para realizar conjuntamente el gran rejuvenecimiento de la nación china y la lucha por el sueño de China”.
Xi Jinping ha planteado abordar este tema en “cuatro principios de transformación del sistema de gobernanza global de Internet” (en el que China quiere participar activamente) y “cinco proposiciones para construir una comunidad de destino compartido en el ciberespacio”.
Los cuatro principios son:
- Respeto por la cibersoberanía.
- Salvaguardar la paz y la seguridad.
- Estimular una cooperación abierta.
- Construir un buen orden.
Y las cinco proposiciones:
- Acelerar la construcción de una infraestructura de red global, que estimule la interconexión y la interactividad.
- Construir plataformas compartidas para la interacción cultural en línea, que estimulen el intercambio y el aprendizaje mutuo.
- Promover la innovación y el desarrollo en la economía en línea, que estimule el florecimiento común.
- Garantizar la ciberseguridad y estimular un desarrollo ordenado.
- Construir el sistema de gobernanza de Internet y estimular la equidad y la justicia.
Otros países tienen planteamientos similares, pero con menos control, y quizá menos énfasis en la cibersoberanía, que es algo que sin embargo se va imponiendo de forma general, al menos como aspiración.
Claro que incluso China, que ejerce un férreo control soberano de Internet y de la tecnología punta en su territorio, ha visto estos días cómo una decisión de la Administración Trump limitando la venta de componentes de alta tecnología a ZTE, ha puesto de rodillas al fabricante de móviles y otros productos. Aunque Washington y Pekín hayan llegado a un acuerdo, con condiciones, para salvar el grupo chino de telecomunicaciones (y más), la soberanía digital de China ha quedado en entredicho. A la vez, se les ha recomendado a los soldados estadounidenses no comprar móviles chinos para evitar que se detecte sus posiciones en el mundo.
Cuando Europa actúa no está exenta de fuerza y capacidad de imponer sus reglas más allá de sus fronteras, como potencia normativa. Lo estamos viendo con la entrada en vigor el pasado 25 de mayo del nuevo Reglamento General de Protección de Datos (RGPD, o GDPR por sus siglas en inglés) de la UE que se aplicara no sólo a empresas europeas sino a todas aquellas que operan en territorio europeo, aunque desde EEUU se rechace en principio. No es sólo una cierta recuperación del control o de la soberanía sobre Internet. Es una soberanía extendida, aunque limitada. Sin embargo, la comparecencia del CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, en el Parlamento Europeo fue frustrante y poco aportó.
¿Qué habría pensado Juan Bodino en nuestros días? Pues parece que el control sobre el propio destino se nos está escapando de nuestras manos. ¿Se puede recuperar? Más bien, somos fatalmente interdependientes.