¿Cuál es el estado actual de la guerra en Libia?
La guerra civil en Libia se encuentra estancada aunque se va decantando poco a poco a favor de las fuerzas rebeldes que cuentan con el apoyo de la OTAN. Las fuerzas leales al régimen de Gadafi ven mermar progresivamente sus suministros de combustible y municiones por lo que ya no pueden llevar a cabo acciones militares de envergadura. Las fuerzas rebeldes tampoco pueden hacerlo aunque reciben asistencia técnica y armamento, por lo que el enfrentamiento armado se encamina hacia un guerra de desgaste en la que ambos bandos ponen más empeño en defender su territorio que en ocupar el del contrario. A punto de comenzar el Ramadán el 1 de agosto, los rebeldes controlan el este del país y la zona del suroeste de Trípoli, pero no amenazan el control de los feudos leales al régimen. La prolongación de la guerra castiga a la población libia que sigue abandonando el país por todas sus fronteras (unos 600.000 tras la guerra, además de los 300.000 iniciales según datos de la Cruz Roja) para evitar verse atrapada en los combates (no se dispone de una cifra verificable de víctimas pero una estimación media se acerca a los 10.000 muertos) o afectada por la falta de ingresos, la inflación y las restricciones de alimentos, energía y servicios públicos.
¿Cómo afecta la guerra a la OTAN?
La OTAN se encargó de gestionar la Operación Unified Protector a partir del 27 de marzo de 2011, tras renunciar a hacerlo Estados Unidos y no contar Francia ni el Reino Unido con los medios necesarios. En la gestión interviene la estructura político-militar de la OTAN pero no es una operación que dirija la Alianza Atlántica porque sus objetivos estratégicos los marca una coalición internacional (Grupo de Contacto) en lugar de sus Estados miembros. Tampoco intervienen todos ellos, sino 14 de los 28 y, de ellos, sólo seis: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Noruega, Dinamarca y Bélgica participan en los ataques aéreos a tierra, mientras que cuatro más contribuyen a las operaciones de exclusión aérea y el resto a la imposición del embargo marítimo. La intervención militar ha agudizado el estrés operacional de las fuerzas militares empeñadas en Afganistán y sus dificultades presupuestarias, por lo que a pesar de haber ampliado la operación hasta septiembre, la OTAN podría enfrentarse a una retirada de miembros o reducción de sus intervenciones a partir de esa fecha si la guerra no ha concluido para entonces.
¿Qué salidas no militares tiene la guerra?
La resolución 1973 prevé, junto a un alto el fuego entre las partes, una salida política negociada con participación de Naciones Unidas o la Unión Africana. Esta opción ha tenido pocas posibilidades porque, por un lado, se han opuesto a ello tanto el Consejo Nacional de Transición como quienes no reconocen al régimen de Gadafi como interlocutor. Por su parte, Gadafi y su entorno se han opuesto a cualquier negociación que tuviera como precondición su abandono del poder y que les pusiera en riesgo de ser juzgados por la Corte Penal Internacional. Entre medias, Rusia y algunos miembros de la Unión Africana han tratado de buscar una solución pactada que ha comenzado a tener más posibilidades a medida que a los patrocinadores de la intervención les ha entrado prisas por terminarla cuanto antes. Aunque todos los implicados niegan su existencia y participación, se mantienen contactos informales en la línea de garantizar la inmunidad ante la Corte Penal Internacional a los responsables libios a cambio de que se aparten del poder tras ponerse en marcha un proceso político que legitime y determine la representación política detrás de cada parte.