Con los bombardeos en Siria, las diferentes importantes potencias no persiguen el mismo fin estratégico ni político, ni parten de la misma base jurídica. La última potencia en entrar a bombardear ha sido Rusia, a la que EEUU ha acusado de “echar gasolina sobre el fuego”. Y aunque un objetivo ruso, como el de todos, sea Daesh, o el autoproclamado Estado Islámico (EI), sus primeras bombas han caído sobre rebeldes que luchan contra el régimen de Bashar al-Asad, para demostrar claramente que está ahí para preservarlo. Pese a que entre los rebeldes pueda haber milicias de al-Qaeda, y los rusos también hayan atacado posiciones del EI.
La base jurídica de estos bombardeos varía según de quién se trate, y refleja en parte estas distintas visiones. El Consejo de Seguridad ha declarado en varias ocasiones, por ejemplo en la Resolución 2170 de 2014, al EI una amenaza a la paz y seguridad internacional y ha pedido a los estados miembros de la ONU que tomen todas las medidas nacionales necesarias. Aunque nunca ha autorizado expresamente el uso de la fuerza contra EI, muchos juristas no lo consideran necesario. La coalición internacional, que incluye también a varios países árabes y Turquía, actúa a petición del gobierno de Irak que se sintió agredido por el EI e invocó el principio de “legítima defensa colectiva” (art. 51 de la Carta de Naciones Unidas). Que hubiera que bombardear también a Daesh en Siria no parece un problema para la coalición (aunque sí para británicos y franceses cuando se planteó al principio; aparentemente ya no), pues se trata de un actor no estatal y no se atacan fuerzas sirias. De hecho, el régimen de Al-Asad no ha protestado demasiado alto por ello.
El rechazo de la Cámara de los Comunes en 2013 a usar la fuerza para castigar al régimen fue diferente, pues se trataba de bombardearlo por el uso de armas químicas contra los rebeldes. De hecho, fue el paso que intentó dar Obama y de cuyo aprieto le acabaron sacando los rusos con un acuerdo con Damasco para que inspectores sobre el terreno retiraran esas capacidades. La intención de Cameron es ahora solicitar un nuevo permiso al Parlamento para unirse a los bombardeos de la coalición internacional contra el EI en Siria (ya lo hace en Irak). Los tiempos han cambiado. La crisis de los refugiados influye.
Francia, que también actúa en Irak, alega ahora la “legítima defensa”, aunque más bien individual que colectiva, para atacar a Daesh en Siria, más de un año después de los atentados de París reivindicados en parte por el EI, aunque poco después del fallido en una línea de tren de alta velocidad.
Rusia, que no participa en la coalición internacional, es la tiene una base jurídica más sólida pues actúa a requerimiento del “legítimo” (palabra de Putin en su primer discurso en una década en la Asamblea General de la ONU) gobierno de Siria.
El objetivo de Putin, que ha vuelto a recuperar la iniciativa en el tablero regional y mundial, es múltiple. Es verdad que Daesh es una amenaza para todos, Rusia e Irán incluidos. Pero en su pulso por el poder y la influencia con EEUU y los europeos, Moscú también pretende dejar de manifiesto que Occidente no le ha aislado tras su intervención en Ucrania. Se ha acercado a Irán, que también bombardea al margen de la coalición internacional liderada por Washington. No está nada claro qué dio de sí la conversación entre Obama y Putin en Nueva York aunque sí, al menos, que militares de EEUU y de Rusia se están coordinando para evitar accidentes desastrosos entre sus aviaciones en Siria. Entretanto, la anexión de Crimea ya se ha olvidado, y temporalmente se han callado las armas en Ucrania oriental. Putin, Poroshenko, Merkel y Hollande se reunieron el pasado viernes en París para reforzar la aplicación de los acuerdos de Minsk que garantizan una gran autonomía a la zona de los pro-rusos. De nuevo, Putin ha ganado en esta tregua.
Los occidentales no tienen una misma visión sobre Siria, y el malhadado bombardeo estadounidense contra un hospital de Médicos sin Fronteras en Kunduz (Afganistán) no ayuda. Sí hay acuerdo contra Daesh. Pero no sobre el futuro del país y sobre si Al-Asad es parte del problema o de la solución. En la tribuna de Naciones Unidas, Obama lo ha dejado claro: hay que acabar con Daesh y con ese régimen. Son parte de la misma ecuación. En esto coinciden bastante los británicos. El italiano Matteo Renzi no es de esa opinión, y tampoco coinciden plenamente los franceses que ven, en palabras del jefe de su diplomacia, Laurent Fabius, que “en Siria se necesitan elementos del régimen y de la oposición moderada” y “se fracasará si se impone a Al-Asad para el futuro de Siria, y si se le exige que presente sus excusas tampoco se avanzará”. Es decir, hay que tratar con el diablo. La prioridad es hoy acabar con Daesh, o al menos frenar su avance. Y luego buscar un pacto nacional en Siria. En esto coincide la postura española. Y aunque no guste desde un punto de vista moral, puede ser el único camino posible. Rusia llena un vacío estratégico. Porque acabar con Al-Asad no es en sí una estrategia, como recuerda Richard Haass gran conocedor de la zona y presidente del Council on Foreign Relations de EEUU. Pues un colapso del régimen puede llevar a una ruptura del país, aunque ya está roto al menos en tres partes: la que controla aún el régimen, la de los rebeldes, y la que ocupa Daesh. Más ¿qué fortaleza mantiene el régimen? Haber solicitado la ayuda de los rusos, además de la de los iraníes, indica una cierta debilidad.
Al final, no será posible una solución sin el concurso de Rusia y de Irán. Mientras, la competencia entre Rusia y EEUU alejará una solución. Y ha quedado relegado al olvido aquel prometedor principio de la “responsabilidad de proteger”.