El pasado viernes 5 de abril asistí en la Escuela Diplomática a una conferencia de la actual Ministra de Asuntos Europeos húngara, Eniko Gyori, en el marco de la gira que hizo por Madrid, preparando la posterior visita del primer ministro, Viktor Orban.
A lo largo de dicha conferencia, la ministra quiso dejar claro que su país estaba fuertemente comprometido con el proyecto europeo, y que los polémicos cambios constitucionales que se han sucedido en los últimos tiempos, para nada van en contra del espíritu conformador de la Unión Europea.
En el mismo sentido, y ante una pregunta del público, aseguró que Hungría (país que entró en la UE en 2004 y que forma parte del espacio Schengen desde 2007) está plenamente interesada en adoptar la moneda común europea, el Euro, y que si bien no podía dar un plazo para la consecución del citado objetivo, se llevaría a cabo a la mayor brevedad posible y en cuanto lograran cumplir los criterios económicos exigidos por las autoridades europeas.
Estas autoridades europeas, a pesar de la duradera y profunda crisis sufrida por la Unión, que ha llevado en el último año incluso a hablar de la posible salida de la zona euro e incluso de la propia Unión de Estados Miembros como Grecia o Chipre, están siendo testigos de cómo la organización internacional sigue sumando nuevos socios; no en vano, Croacia se convertirá en el 28º socio el 1 de julio del presente año (acaban de celebrarse las elecciones para los europarlamentarios que representarán a los croatas).
Asimismo, el grupo de países que comparten el Euro como moneda, y afectados, si cabe, de un modo mayor que la UE en su conjunto, continúa creciendo a pesar de las dificultades. Además del interés de Hungría por entrar (sin fecha prevista para hacerlo, si bien parece que antes de 2020 no será posible), hace apenas algo más de un mes que Letonia solicitaba formalmente su adhesión a la zona euro, para comenzar el 1 de enero de 2014. La Comisión Europea emitirá como muy tarde en junio un informe en el que evaluará el cumplimiento de los criterios de Maastricht (tasa de inflación, tipo de interés a largo plazo, tipo de cambio, déficit y deuda), para que a continuación los Estados miembros aprueben la entrada letona.
La situación lituana tiene similitudes con la letona. No queriendo perder el tren que une a los países bálticos con la eurozona (no olvidemos que Estonia es ya parte de la misma desde el 1 de enero de 2011), Lituania está haciendo un esfuerzo para mantener la disciplina fiscal que le permita cumplir los criterios de Maastricht y, así, poder unirse a la zona euro para un año después de Letonia: en 2015.
Para el resto de países de la Unión que no son parte de la eurozona, las perspectivas actuales de ingreso son las siguientes: Polonia, Bulgaria y Rumanía no antes de 2016; República Checa, 2017; Suecia: sin fecha.
No obstante, es necesario aclarar en este punto que los únicos países de la Unión Europea que no están obligados por los tratados a unirse a la zona euro (y que no hemos mencionado hasta ahora) son Dinamarca y el Reino Unido. Así pues, además de la voluntad propia de los Estados, no podemos olvidar el hecho de que existe una obligación última que determina que tengan que acabar adoptando la moneda común por imperativo legal.