Tras ocho hombres, parece haberle llegado el turno a una mujer para ocupar uno de los cargos diplomáticos más difíciles del planeta, el de secretario/a general de la ONU. El danés Mogens Lykketoff, actual (hasta septiembre) presidente de la Asamblea General –órgano que tiene que elegirlo–, apoya la opción femenina y ha hecho una buena descripción del puesto: “Ser una personalidad fuerte e independiente” y “tener contacto con la opinión pública global y autoridad para apelar a las grandes y pequeñas potencias para actuar a tiempo”. Tras el gris Ban Ki-moon, que, sin embargo, ha logrado algunos éxitos, se requiere alguien con carisma. Su predecesor, Kofi Annan de Ghana, lo tuvo y logró convertirse en algo así como la expresión de una cierta conciencia global.
Al secretario/a general de la ONU lo elige, habitualmente por aclamación, la Asamblea General a “recomendación” del Consejo de Seguridad. Pero en esta ocasión es diferente el proceso de selección, y no sólo porque haya calado bastante la idea de tenga que ser una mujer, dado que de este sexo son la mitad de los 7.200 millones de habitantes del planeta. Sino porque por primera vez en la ya larga historia de la organización, los nueve candidatos que han dado el paso al frente se han sometido a un escrutinio a mediados de abril no sólo de los 193 Estados de la Asamblea General, sino también de ciudadanos del mundo que transmitieron preguntas por las redes sociales. De nuevo, es una señal de la “gobernanza global desde abajo” de la que venimos hablando. La opción de una mujer la apoya la campaña “1 para 7.000 millones” promovida, entre otros, por la federación mundial de asociaciones pro ONU.
Pero los de arriba cuentan. Sin duda, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y sobre todo tres de ellos –EEUU, Rusia y China–, en este caso con un veto de hecho si bien no de derecho. Si hay una amplia mayoría en la Asamblea a favor de una o un candidato, el veto o la imposición del Consejo de Seguridad será mucho más difícil. Aunque hoy por hoy el exceso de candidatos puede llevar a que la decisión la imponga el Consejo. En principio, la decisión ha de tomarse en septiembre, para que el mandato del nuevo secretario general empiece en enero, esta vez casi en coincidencia con el del nuevo presidente –o presidenta también por primera vez– de EEUU.
Segundo factor es la tradición, no siempre cumplida, de los turnos por zonas geográficas de procedencia de los candidatos. Europa Oriental es una de esas zonas que no han ocupado este cargo. Pero es un concepto geográfico, resto de la Guerra Fría, que ya no representa nada pues algunos de sus integrantes han entrado o aspiran a hacerlo en la UE o en la OTAN –y les molesta que les califiquen de europeos del este–, en la Comunidad de Estados Independientes, o se han quedado a la intemperie. Por eso se ha lanzado a la batalla Helen Clark, ex ministra de Nueva Zelanda y actualmente a la cabeza del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Por su sexo, sus méritos y como anglo, tiene posibilidades. También se ha presentado Antonio Guterres, ex primer ministro de Portugal y ex alto comisionado para los refugiados de la ONU, al que, la vecindad lo exige, apoyaría España si se mantiene en la carrera (salvo que la nueva ministra argentina Susana Malcorra decidiera también concurrir).
Hay candidatas de Europa Oriental con talla política, como Irina Bokova, ex ministra de Asuntos Exteriores de Bulgaria y directora general de la UNESCO, impulsada por su anterior gobierno, que ha cambiado desde entonces. Pero que compite con otra búlgara más próxima al actual Ejecutivo en Sofia, Kristina Georgieva, actual vicepresidenta de la Comisión Europea (lo que puede irritar a una Rusia sancionada por la UE). Las otras dos mujeres europeas son la croata Vesna Pusić y la moldava Natalia Gherman. Los hombres que se presentan, además de Guterres, son Vuk Jeremić, ex ministro de Serbia y ex presidente de la Asamblea General; Vanilo Türk, ex presidente de Eslovenia y ex secretario general adjunto de la ONU; y Srgjan Kerim de la antigua república yugoslava de Macedonia. Y, de fuera de la zona, Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia (que habla chino).
Y se sigue hablando de la canciller alemana, Angela Merkel, pero no parece que en las actuales circunstancias quiera ni pueda dejar la Cancillería en Berlín.
La ONU necesita un o una secretario/a general fuerte que evite convertirse en lo que el birmano U Thant, que lo fue de 1961 a 1971, calificó de “funcionario glorificado”. Pero la personalidad no bastará si los Estados no le dan a la persona y a una organización necesitada de reforma, los medios necesarios. Que faltan, como estamos viendo con la crisis de los refugiados de Siria.