Los últimos datos los ha aportado el Informe global sobre la brecha de género 2017 del Foro Mundial de Davos: por primera vez en una década (desde 2006, año en el que comenzó a realizarse el Informe) la brecha de género crece en las cuatro variables que calcula (logros educativos, salud, oportunidades económicas y empoderamiento político). Los mayores retrocesos se producen en estas dos últimas, donde la desigualdad es mayor, es más difícil de cerrar (supone compartir el poder entre las dos mitades de la población) y la brecha tiene mayor impacto como multiplicador de otros avances. En términos globales, sólo se ha cerrado el 68% de la brecha de género en el mundo (frente al 68,3% en 2016 y el 68,1% en 2015). Más allá de las sensibles diferencias por regiones, al ritmo actual, señala el Informe, la brecha económica global se cerrará en 217 años.
Ni siquiera la Unión Europea, que define la igualdad de género como un valor esencial de su proyecto, escapa a este retroceso. A pesar de mantenerse como la región menos rezagada del mundo, avanza tan lentamente que lo hace “a paso de tortuga”, y las desigualdades en algunos ámbitos son incluso mayores que hace una década, según el Índice de Igualdad de Género 2017 que elabora el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE), y que en esta edición (la tercera) analiza el periodo 2005-2015, midiendo a qué distancia estaba la UE y sus 28 Estados Miembros de alcanzar la igualdad de género en 2005, 2010, 2012 y 2015.
Este Índice mide la brecha entre hombres y mujeres incluyendo seis dimensiones (trabajo, dinero, conocimientos, tiempo, poder, y salud), además de dos dimensiones “satélite” (violencia de género y desigualdades transversales), y está conformado por un total de 31 indicadores. El Índice asigna puntuación a los Estados Miembros tomando como valores el 100 para la igualdad total, y el 1 para la desigualdad total. Su objetivo es medir el avance de la igualdad de género en la UE, y da mayor visibilidad a los ámbitos que requieren mejoras, de manera que cada Estado Miembro pueda identificar en qué ámbitos se han producidos mayores y menores progresos, y por tanto donde se requiere mayor esfuerzo para lograr la igualdad de género. Los datos provienen de Eurostat, Eurofound (Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo), y datos propios recogidos por el EIGE en su base estadística.
Según los datos del Índice, la UE está aún lejos de alcanzar una sociedad con igualdad de género y todos los países tienen margen para mejorar. Suecia se situaría a la cabeza en el ranking, con una puntuación de 82,6, mientras Grecia cierra la clasificación con un valor de 50 (por tanto, el más lejano a la igualdad, que sería el valor 100).
Suecia y Dinamarca estarían a la cabeza durante todo el periodo 2005-2015, y ambos países habrían mejorado notablemente su puntuación. Les seguirían Finlandia y Holanda, mientras Hungría (con 50,8 puntos) y Eslovaquia (con 52,4 puntos) estarían al final de la tabla, muy cerca de Grecia. Adicionalmente, la República Checa, Eslovaquia y el Reino Unido no lograrían avances a lo largo de toda la década.
El país que más progresa es Italia, que aumenta su puntuación en 12,9 puntos, seguido de Chipre, que crece en 9,2 puntos, aunque siguen situándose por debajo de la media europea. Francia mejora 7,4 puntos, situándose en la quinta posición del ranking.
Los mayores logros en los últimos diez años (y muy especialmente desde 2012) se han producido en la toma de decisiones, particularmente en el sector privado. La proporción de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas se ha más que duplicado en una década (pasando, en promedio, del 10% en 2005 al 22% en 2015). Los mayores progresos se han producido en Francia, Italia, Holanda, Bélgica, España, Dinamarca y Alemania. Cabe destacar que dicho progreso, particularmente desde 2010, puede ser atribuido a las iniciativas legislativas a nivel nacional y europeo.
No obstante, justo esta dimensión del poder es la que tiene la puntuación más baja (y donde la desigualdad es mayor, y más difícil de superar), con tan solo un 48.5 (que representa un incremento de 10 puntos respecto a 2005). Suecia, Francia y Finlandia son los países con mayor equilibrio de género en las tres áreas (económica, política y social) del poder, mientras Hungría, Grecia, la República Checa y Eslovaquia son los Estados miembros donde los hombres ostentan la mayor sobre representación. Como señala el informe de este año, sigue habiendo representación desigual en el liderazgo político y, por tanto, un déficit democrático en la gobernanza de la UE.
Por otra parte, las cuotas establecidas por ley han acelerado el progreso. En promedio, el porcentaje de mujeres parlamentarias se ha incrementado en los últimos diez años de un 21% a un 28%, aunque las mujeres siguen infrarrepresentadas en las posiciones de liderazgo de los parlamentos.
El Índice también recoge datos de liderazgo en los medios de comunicación, la investigación y el deporte: las mujeres representan solo el 22% del total de presidentes de consejos de administración de los organismos públicos de radiodifusión; el 27% de los jefes de organizaciones que financian la investigación; y apenas el 14% de los puestos superiores en las federaciones deportivas en toda la UE. En estos ámbitos hay amplio margen para aplicar medidas que contribuyan a incrementar la participación de las mujeres.
A los lentos progresos señalados hay que añadir el retroceso en materia de uso del tiempo: las mujeres siguen realizando la mayor parte de las tareas domésticas y el avance se ha frenado en un total de 12 países. Solo 1 de cada 3 hombres dedica tiempo diariamente a la cocina y las tareas domésticas, frente a la práctica totalidad de las mujeres (79%). Los hombres también disponen de más tiempo para actividades deportivas, culturales y de ocio.
España, con 68,3 puntos, se sitúa en el puesto 11 de la UE a 28, justo por encima de la media y por delante de Alemania, Austria, Italia, Malta, Bulgaria o Portugal, entre otros. Los márgenes de mejora son amplios en las seis dimensiones, especialmente y por este orden en la del poder, el tiempo, conocimiento, trabajo, y dinero.
Cualquier debate serio sobre el futuro de la Unión Europea, sobre el modo en el que se organizarán nuestras sociedades, los cambios sociales, la innovación, o la gobernanza democrática de la Unión debe incluir el logro de la igualdad de género en la ecuación. No solo porque será imposible afrontar los retos actuales y futuros sin tener en cuenta al 50% de la población (su talento, sus necesidades, su visión, la diversidad que representa), sino también porque el ejemplo que la UE puede ofrecer promoviendo, con mayor empeño, la igualdad de género en el mundo, es imprescindible. Con los datos en la mano, será imposible cumplir en 2030 el objetivo de lograr la igualdad de género en el mundo. Que salten las alarmas.