Algo se ha roto en el Parlamento Europeo, y puede acabar siendo sano, aunque con algunos visos preocupantes. A mitad de la legislatura de cinco años, tras un presidente democristiano solía venir uno socialdemócrata. O viceversa. Esa ha sido una tradición, un uso, en esa cámara. Parece que se vuelve a cumplir. Tras el socialdemócrata alemán Martin Schulz, llega ahora el popular italiano Antonio Tajani. Pero es sólo apariencia, pues no es fruto del acuerdo tradicional, sino resultado de una encarnizada batalla por los votos de los eurodiputados. Se ha roto un consenso sobre el que se ha sostenido la institución, y en buena parte la construcción europea, hija, como dijera Jacques Delors, de los amoríos honestos entre la democracia cristiana y la socialdemocracia, a los que hay que añadir, en este caso de la Eurocámara y en otros, a los liberales.
Parecía haber esta vez un pacto para que Schulz durara toda la legislatura de cinco años, pero el alemán deja el puesto para ocuparse de la cartera de Exteriores en su país, y quién sabe si para ser candidato socialdemócrata a la Cancillería en las cruciales (para Europa) elecciones del 24 de septiembre. Los socialdemócratas pretendieron conservar el cargo con Gianni Pitella y forzaron una votación sin consenso previo. Tras cuatro desgarradores escrutinios logró alzarse con la mayoría Tajani, ex comisario europeo y colaborador de Silvio Berlusconi, del grupo del PPE (Partido Popular Europeo), el mayor de la Eurocámara, con 217 escaños (de un total de 751) aunque en retroceso respecto a hace dos o tres lustros (como los Socialistas y Demócratas).
El Parlamento Europeo, aunque resulte distante a buena parte de los ciudadanos de la UE, ha ido cobrando mucho poder con los sucesivos cambios en los tratados de la UE. Las elecciones de 2014 marcaron un nuevo procedimiento para elegir al presidente de la Comisión Europea: los Spitzenkandidaten, cabezas de grupo o de listas, que eran los candidatos de cada familia política al cargo. Al final, el triunfador fue el democristiano luxemburgués Jean-Claude Juncker. Schulz no lo consiguió, pero se hizo con la presidencia del Parlamento Europeo.
La idea de los Spitzenkandidaten era movilizar más al electorado, pero la participación siguió su curva a la baja de las elecciones europeas. Más que movilizar a los electores, el nuevo sistema impulsó la polarización entre pro y antieuropeos, y favoreció el crecimiento y proyección de estos últimos. Y la imagen de la Eurocámara no ha mejorado. Según el último Eurobarómetro de otoño pasado, en promedio en la UE de 28, un 42% tiende a confiar en el Parlamento Europeo y un 45% a desconfiar de él. Aunque peor parada sale la valoración de los parlamentos nacionales en cada país: sólo un 32% confía en ellos, frente a un 62% que desconfía. España está en esta línea, de forma más acentuada: el 33% de los españoles confía en el Parlamento Europeo (el 17% en el nacional) y el 57% desconfía (el 77% en el nacional).
La elección de Tajani supone, además de la ruptura del sistema clásico de alternancia pactada, otras dos novedades. Para ganar, aparte de en los liberales desde los primeros momentos, se tuvo que apoyar al final en el grupo de los Conservadores y Reformistas, que reúne a una serie de partidos más bien de centro o extrema derecha y euroescépticos, a comenzar por los Tories británicos y el PiS (Partido de Derecho y Justicia) polaco. Y ello, cuando se va a negociar el Brexit y crecen las voces críticas con la UE. No obstante, el Parlamento ha designado como coordinador para el Brexit al liberal belga y federalista europeo, Guy Verhofstadt, Spitzenkandidat por su grupo en 2014, y que en el último momento retiró su candidatura a esta presidencia del Parlamento, pactando con el PPE. Tampoco cabe olvidar que Verhofstadt estuvo detrás de la fracasada operación para incorporar al grupo liberal a los eurodiputados italianos de Cinco Estrellas de Beppe Grillo, partido que pide un referéndum sobre el euro. Aunque Cinco Estrellas es un movimiento que tiene mucho de liberal, anti-Estado y también anti-Europa. Una cuestión es si Tajani queda con algún tipo de hipoteca contraída con estos euroescépticos (hay otros, más hacia la extrema derecha o a la extrema izquierda), aunque se haya comprometido a ser el “presidente de todos”.
El otro cambio es que podemos asistir en el Parlamento Europeo a la llegada de la “política adversarial” (adversarial politics, en inglés), a un mayor enfrentamiento izquierda-derecha, al menos entre los populares –lejos de la mayoría absoluta– y unos socialdemócratas en declive más dispuestos a abrirse a alianzas a la izquierda, incluso a una Gran Coalición de Izquierdas, extraña, pues resultaría difícil de alcanzar entre otras razones por la dinámicas internas en cada país. En cualquier caso, en las 22 comisiones de la Cámara ya se producen muy a menudo confrontaciones ideológicas.
La elección de Tajani significa que todas las principales instituciones políticas de la UE (la Comisión, el Consejo y el Parlamento) quedan presididas por miembros –todos varones– del Partido Popular Europea, siendo la socialista italiana Federica Mogherini la única bien situada a continuación como alta representante para la Política Exterior y de Seguridad. Y ello, a pesar de todo, cuando la UE se gobierna por consensos y coaliciones, habitualmente grandes, que seguirán siendo necesarios ante el futuro incierto que se ha abierto para el proyecto europeo, necesitado de nuevas reglas y usos, también para el Parlamento Europeo.