Fugaz pero oportuna fue al final la esperada visita de Barack Obama a España. El estallido de un nuevo episodio de violencia racial en EEUU obligó al presidente norteamericano a modificar la agenda prevista y reducirla al mínimo indispensable. Un reajuste que provocó desilusión entre los que se quedaban fuera de poder estrechar la mano al líder norteamericano, y la alegría de los que finalmente podrían escucharle en vivo. Y Rota, la base española que ha simbolizado durante décadas las relaciones bilaterales entre España y EEUU, se quedaba dentro.
Un gesto que dice mucho de la revalorización de la presencia militar norteamericana en España. Por un lado está Morón y sus Marines, que responden más a los propios intereses y planes norteamericanos al ser una base operativa del AFRICOM (Mando para África del Pentágono), mientras que Rota es clave para la defensa aliada y europea. Ésta es parte destacada del BMD (Ballistic Missile Defense) de la OTAN, si bien es verdad que su importancia va más allá y desde allí se realizan operaciones de seguridad marítima, ejercicios bilaterales y multilaterales, y otras acciones encaminadas todas ellas a mejorar la seguridad del teatro europeo y la estabilidad del Mediterráneo.
Que Obama aterrizara en Rota un día después de asistir a la cumbre de Varsovia de la OTAN, tampoco es casualidad. Allí se declaraba la capacidad operacional inicial de dicho sistema antimisiles –cuatro años después de la declaración de la capacidad interina en la cumbre de Chicago– , tarea complicada de la que apenas nadie se ha hecho eco.
Sí que se habla y se cuestiona, sin embargo, la necesidad de disponer de un BMD en la OTAN. Por un lado están los argumentos de Rusia contra el escudo. Nada nuevo bajo el sol. Rusia siempre se ha opuesto al desarrollo y despliegue de cualquier sistema de defensa antimisiles porque supuestamente altera el principio de disuasión nuclear, y porque nunca ha dispuesto de las capacidades tecnológicas ni financieras para competir con estos programas. Cuando Rusia arremete contra el sistema OTAN, en realidad lo está haciendo contra la incertidumbre que le provoca la arquitectura global del sistema antimisiles auspiciado por EEUU y que Obama ha convertido en una labor multilateral, en el caso europeo a través de la OTAN.
Los aliados, por su parte, donde tienen los ojos puestos es en la creciente proliferación y amenaza de los misiles balísticos y su posible utilización por parte de actores no estatales. Misiles, además, cuyas cabezas pueden ser portadoras de armas convencionales, químicas, biológicas y no sólo nucleares, por lo que es necesario estar preparado para contrarrestar la amenaza de un misil sin conocer de antemano su naturaleza exacta. Esto lleva a rebatir también los argumentos contra la defensa antimisiles de la OTAN tras el acuerdo alcanzado entre Irán y seis potencias sobre el programa nuclear de Teherán. Algunos afirman que tras dicho acuerdo carece ya de sentido continuar el desarrollo de un sistema que, de manera indirecta, estaba destinado a contrarrestar la amenaza iraní. Pero no hay que olvidar que los misiles balísticos no forman parte de dicho acuerdo y que incluso después de su firma, Irán ha realizado pruebas con misiles balísticos de medio alcance.
Además, se puede argumentar que el desarrollo del BMD de la OTAN puede servir de desincentivo a Irán para que no trate de sortear el acuerdo nuclear y, en caso de hacerlo, que no alcance una ventaja estratégica con respecto a Europa.
Así que en un contexto de crecientes dificultades, si bien la OTAN y sus miembros tratan de evitar cualquier forma de conflicto, los riesgos son reales.
Volviendo a la declaración de la capacidad operacional inicial del sistema, ¿qué significa? Pues en palabras del secretario general de la OTAN, que sus principales elementos –es decir, los buques norteamericanos alojados en España, el radar en Turquía y los interceptores en Rumania– tiene capacidad para trabajar conjuntamente bajo el mando y control de la OTAN. Y no ha sido una tarea fácil.
En mayo, los franceses –cómo no– barajaban la posibilidad de posponer la declaración. ¿Por qué? Como siempre, por sus reticencias a que el sistema realmente estuviera bajo mando norteamericano y no aliado. Es decir, no sólo era una cuestión técnica sino que primaba el aspecto político. Sin embargo, retrasarla hubiera sido un signo de debilidad de la OTAN, sobre todo a ojos de los rusos, con los que se espera en breve retomar las conversaciones.
Finalmente todo ha salido según lo establecido, aunque todavía queda mucho por hacer. El BMD se presenta como el mejor ejemplo de labor multilateral de los aliados. Sin embargo es EEUU –y a través de él España, Rumanía, Polonia y Turquía– el principal –y de lejos– contribuyente al sistema, y es necesario el fuerte compromiso de muchos otros aliados.
No hay que olvidar que la importancia del BMD de la OTAN va más allá de los aspectos técnicos de un único y complejo sistema de defensa. Es el proyecto político-militar más importante desde el final de la Guerra Fría y una prueba de la viabilidad del vínculo transatlántico. Significa además compartir las mismas amenazas y dar más credibilidad política y militar a la organización.