Resiliencia hídrica europea en época de cambio

Río espumoso bordeado de pinos y árboles bajo un cielo con nubes en la localidad de Gäddede, Suecia.
Río en la localidad de Gäddede, Suecia. Foto: Jon Flobrant (@jonflobrant)

Reconociendo tanto los riesgos como las oportunidades que comporta el agua, la Comisión Europea ha situado al líquido elemento en el centro mismo de su nuevo ciclo político. En la Unión Europea (UE) y a nivel mundial, el agua plantea un desafío cada vez mayor, pero se erige también como un factor clave para el fortalecimiento de la resiliencia económica en momentos de cambio. Esos cambios proceden tanto de las alteraciones observadas en el ciclo hidrológico por el cambio climático como de las tensiones geopolíticas en aumento que ejercen una presión mayor sobre los acuerdos multilaterales.

(…) el agua plantea un desafío cada vez mayor, pero se erige también como un factor clave para el fortalecimiento de la resiliencia económica en momentos de cambio.

El Día Mundial del Agua (22 de marzo), que se viene celebrando año tras año desde 1993, ayuda a destacar la función fundamental que desempeña este “oro líquido” en la vida, la salud, la economía y los ecosistemas. Este día sirve para recordar la crisis mundial del agua y la acuciante necesidad de adoptar medidas eficaces para reforzar la resiliencia hídrica.[1]

Europa, el continente donde más ha subido la temperatura, ya está pagando un precio tangible por los daños derivados de acontecimientos extremos. En 2022, la sequía y las olas de calor causaron pérdidas en toda Europa de hasta 40.000 millones de euros. Tan sólo un año antes, las inundaciones en Alemania, Bélgica y los Países Bajos provocaron daños por un valor estimado de 44.000 millones. La tendencia siguió vigente en 2024, ya que tres de los 10 desastres más onerosos a nivel mundial tuvieron lugar en Europa. España en particular se ha visto afectada con una especial virulencia: la sequía de 2023, clasificada como la 9ª catástrofe mundial más costosa de ese año, supuso unas pérdidas estimadas de 2.100 millones de euros. En 2024, las inundaciones de Valencia fueron el fenómeno individual más oneroso de los 70 años de historia del Consorcio de Compensación de Seguros, la entidad pública aseguradora en España. ¿Es esta la nueva normalidad?

Esta transición es sintomática de un panorama cambiante de riesgos y de características estructurales que se pueden y deben abordar. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), un 20% del territorio europeo está experimentando una escasez de agua que afecta al 30% de la población. A escala mundial, las cifras son aún más altas: un 40% de la población mundial se ve afectada por la escasez de agua y un 90% de los desastres naturales guardan relación con el agua.

El 6 de marzo de 2025, la UE organizó un acto con grupos de interés para recabar aportaciones de especialistas de cara a la próxima Estrategia Europea de Resiliencia Hídrica (EERH) que se presentará a finales de año. El objetivo de la estrategia consiste en lograr una resiliencia hídrica para la UE en 2030 o 2040 mediante la elaboración de un plan multisectorial guiado por tres objetivos principales que aparecen en las directrices políticas de von der Leyen para el periodo 2024-2029 de la Comisión: primero, garantizar una gestión adecuada de las fuentes de agua; segundo, atajar la escasez; y, por último, impulsar la competitividad y la ventaja de innovación del sector del agua de la UE, al tiempo que se promueve un enfoque de economía circular.

1. El primer objetivo

El primer objetivo previsto en la EERH es proteger y restaurar el ciclo roto del agua, reconociendo la naturaleza multifuncional de la resiliencia hídrica que debe abarcar todo el ciclo del agua. Incluye, por ejemplo, la resiliencia hídrica verde, basada en una buena gestión del uso del suelo. No obstante, los ecosistemas de agua dulce de Europa –al igual que en el resto del mundo– están gravemente degradados y cabe prever un mayor deterioro provocado por el cambio climático. Políticas como el Reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza, la Estrategia sobre la Biodiversidad y la Estrategia de Adaptación instan a los Estados miembros a dar prioridad al despliegue de soluciones basadas en la naturaleza a gran escala. De este modo, se potenciaría la recuperación de la naturaleza y la restauración de los ecosistemas, al tiempo que se mejora la retención de agua y se contribuye a ralentizar su circulación. La recuperación de la biodiversidad se sustenta en la actualidad en, como mínimo, un 7,5% del gasto anual y un 10% en 2026 y 2027 (objetivos no vinculantes) en el Marco Financiero Plurianual (MFP) vigente.

La UE dispone ya de un importante marco reglamentario para la gestión hídrica, pero sigue habiendo deficiencias en cuanto a su cumplimiento. Por lo tanto, la atención se está centrando en la aplicación, con un interés escaso por presentar legislación nueva, salvo quizás por lo que atañe al establecimiento de nuevas normas y directrices sobre calidad del agua en toda la UE para las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), también llamadas “sustancias químicas eternas”. En otras palabras, el marco normativo actual de la UE en materia de agua “se aplica mal, cuenta con poca financiación y apenas se cumple”. Se trata más bien de garantizar la aplicación y el cumplimiento del voluminoso acervo comunitario en materia de agua y, en particular, de la legislación sobre contaminación cero. La preocupación pública es evidente: según la última encuesta del Eurobarómetro sobre medio ambiente de 2024, el 78% de los europeos consideran que la UE debería plantear medidas adicionales para atajar los problemas relacionados con el agua y las principales amenazas percibidas son la contaminación (21%), el consumo excesivo y despilfarro de agua (17%) y el cambio climático (16%).

Los resultados de una encuesta reciente llevada a cabo por el Real Instituto Elcano[2] ponen de manifiesto una preocupación ciudadana considerable en España por las cuestiones relacionadas con el agua. En una escala de Likert de 11 puntos de 0 a 10, el 60% de las personas encuestadas clasificaron su preocupación como igual o superior a 7. En situaciones de escasez de agua, muchas de las personas encuestadas se mostraron dispuestas a recurrir para fines específicos a fuentes no convencionales como agua desalinizada y regenerada. Sin embargo, la aceptación desciende con el contacto directo: mientras que el 82% estaría de acuerdo en usar agua regenerada para la agricultura, tan sólo el 25% se sentirían cómodos bebiéndola. En cambio, el agua desalinazada goza de un mayor predicamento, puesto que el 87% estaría dispuesto a utilizarla para agricultura y el 43% aceptaría beberla.

Acabar con la contaminación del agua guarda una estrecha relación con la competitividad de la UE al ofrecer beneficios por partida doble: se recuperan nutrientes y plaguicidas y, al mismo tiempo, se reduce su entrada en el medio acuático, minimizando de ese modo los posibles costes de limpieza y la generación de daños adicionales a recursos escasos. El Plan de Acción “Contaminación Cero” estableció objetivos ambiciosos para reducir la pérdida de nutrientes y los riesgos derivados de los plaguicidas en un 50% (respectivamente) para 2030 con la aplicación de la Directiva sobre nitratos y la Directiva sobre el uso sostenible de los plaguicidas, iniciativa que incluye reforzar el cumplimiento de, por ejemplo, una serie de reglamentaciones sobre plaguicidas. Además, se enlaza con la visión de la UE sobre agricultura recién publicada, en la que se reconoce la fuerte dependencia del agua en el entorno agrícola, responsable del mayor consumo neto de agua (59%) por los cultivos o por evaporación, y la importancia de contar con un suministro constante y seguro de agua, vulnerable y expuesto como está a los riesgos climáticos. Esa situación se ve exacerbada por el cambio climático, sobre todo en países del sur de Europa como España.

2. El segundo objetivo

El segundo objetivo se centra en la eficiencia hídrica, al mismo nivel que la resiliencia hídrica. Las partes implicadas han presentado y respaldado el concepto de “la eficiencia hídrica primero”, similar al principio de “la eficiencia energética primero” ya vigente. Una de las exigencias de los distintos grupos de interés como Water Europe es contar con un fondo de transición hidrológica para acelerar la implantación de tecnologías hídricas inteligentes y optimizar las infraestructuras hídricas de un modo similar a lo que se hizo con RePowerEU para la energía. Además, se han solicitado inversiones y fondos más específicos para las distintas partes implicadas (agricultores, agentes industriales, inversores, promotores y constructores inmobiliarios y autoridades regionales y locales con asociaciones público-privadas). La solicitud de un fondo de transición se corresponde con la petición al Parlamento Europeo (PE) de crear un fondo específico independiente con único punto de acceso de la UE para la resiliencia hídrica en el próximo MFP, destinado directamente a medidas de resiliencia hídrica. El propio PE ha solicitado que se fijen objetivos sectoriales vinculantes de eficiencia hídrica y niveles de extracción de agua a escala de la cuenca correspondiente sobre la base de una evaluación actualizada de los riesgos climáticos y de la recuperación para todos los usuarios del agua.

La fijación de precios es una herramienta crucial para la gestión del agua. El PE insta a los Estados miembros y a las autoridades regionales a aplicar políticas adecuadas de fijación de precios para el agua, así como a cumplir a rajatabla los principios de recuperación de costes en relación con el medio ambiente y los recursos. Por su parte, la AEMA hace hincapié en la doble función de la fijación de precios: como un indicio de que, cuando se tienen en cuenta debidamente los problemas de asequibilidad, puede servir para incentivar la eficiencia hídrica y, en segundo lugar, como un mecanismo para generar recursos financieros que puedan destinarse a inversiones relacionadas con el agua. Aun así, “ninguna política o legislación actual a nivel de la UE marca objetivos cuantitativos para el ahorro de agua o la reducción de su demanda”. 

Frente a otros países europeos, España presenta tarifas urbanas de suministro de agua considerablemente bajas –un 45% por debajo de la media europea– en las que no se aplica al 100% el principio de recuperación de costes. En este contexto, los resultados de la encuesta del Real Instituto Elcano reflejan que el 33% de las personas encuestadas perciben el precio del agua como elevado, mientras que el 49% se muestra dispuesto a pagar más para asegurarse un suministro suficiente de agua de gran calidad hacia su hogar. Todas esas personas aceptarían una subida de hasta tres euros y el 6% incluso se mostraría de acuerdo con un incremento de 30 euros en la factura del agua.

3. El tercer objetivo

El tercer objetivo consiste en prestar la debida atención a la industria del agua y la economía circular, en consonancia con el nuevo interés por la competitividad y la seguridad de la industria. La industria representa un 40% de las extracciones totales de agua, por lo que la resiliencia hídrica se convierte en un problema operativo fundamental. Para garantizar la resiliencia, es importante anticiparse a los riesgos derivados del clima y efectuar inversiones a priori en planes nacionales de mitigación y adaptación. Estos planes deben incluir evaluaciones pormenorizadas de los riesgos hídricos para incorporar tanto inundaciones como sequías, así como sistemas de alerta temprana para fenómenos de aparición lenta y rápida.

Estas iniciativas giran en torno a la adopción de enfoques basados en datos que faciliten la interoperabilidad y el intercambio de información entre los grupos de interés. En ese sentido, la digitalización se erige como una gran aliada de la resiliencia hídrica, ya que puede proporcionar un acceso fiable a datos e información que resultan esenciales para la gestión avanzada del agua. Por ejemplo, el seguimiento en tiempo real y los informes sobre uso y consumo de agua —mediante contadores o tecnologías de teledetección como Copernicus— permiten reaccionar de forma oportuna a los riesgos relacionados con el agua. Además, la mejora de la recopilación y los análisis de datos resulta clave para tomar decisiones basadas en datos empíricos. Asimismo, Water Europe ha solicitado que se elabore un Plan de Acción de Digitalización de la UE para el Agua con la idea de aprovechar el potencial de recuperación de materiales críticos, por ejemplo, en el uso del agua para minería o el reciclaje de productos eléctricos para metales raros.

Los sectores económicos cada vez son más conscientes de su dependencia crítica del agua. En particular, las nuevas exigencias industriales –como las procedentes de semiconductores, los centros de datos, el hidrógeno renovable y la producción de baterías eléctricas– podrían provocar que su demanda de agua se multiplique por 2,6. Sin embargo, gracias a un amplio abanico de herramientas digitales, se puede reducir el uso del agua, de modo que se ahorrarían valiosos recursos naturales y financieros y se crearían unos 13.000 empleos en toda la UE. La resiliencia hídrica también será vital para los sectores bien establecidos, sobre todo cuando los objetivos en materia de neutralidad climática puedan entrar en conflicto con los objetivos de protección del ecosistema. Además, las infraestructuras energéticas nuevas se deben planificar atendiendo a las proyecciones climáticas y la demanda intersectorial (es decir, un planteamiento de nexo). Por último, otros sectores vulnerables como la agricultura por su dependencia del agua deben anticiparse y prever medidas para gestionar una sequía prolongada.

Un planteamiento orientado a la resiliencia hídrica reconoce las “interdependencias entre sectores y fronteras que generan la posibilidad de responder a graves efectos en cadena en situaciones de crisis, como hemos observado en los últimos años”. También puede estudiar la resiliencia hídrica en la planificación climática, como se consigue con el rastreador de resiliencia hídrica, o la función del agua para la resiliencia económica, como se analizó en un informe reciente. Un artículo de López-Gunn, Tirado Sarti y Briones recién publicado en 2025 ha hecho hincapié en los riesgos que puede plantear el estrés hídrico relacionado con el clima para la competitividad de la UE, así como en las oportunidades que puede brindar el agua para garantizar esa competitividad, por ejemplo mediante su reutilización. A la luz del Pacto Industrial Limpio, el principio de “la eficiencia hídrica primero” –combinado con modelos de circularidad para la reutilización del agua en el riego, la industria y el tratamiento de aguas residuales urbanas– aporta opciones en materia de resiliencia. La eficiencia no sólo proporciona importantes oportunidades de recuperación de materias primas críticas como el fósforo, sino que contribuye asimismo a la autonomía estratégica y la sostenibilidad de la UE (Ibid.).  

El Plan de Acción de la UE para la Economía Circular incluye la reutilización del agua y la eficiencia hídrica en procesos industriales. Habida cuenta de que, en 2023, la industria llegó a representar el 20,5% del PIB de la UE, el agua desempeña ya varias funciones importantes incluso en el propio proceso de producción, como son el lavado y la refrigeración. Las industrias que más agua consumen son también las que generan un mayor volumen de aguas residuales, entre ellos los sectores químicos y afines, la producción de papel y de pulpa de papel y, por último, la agricultura. La economía circular promueve políticas de gestión de recursos más integradas en torno al nexo agua-energía-alimentación, así como nuevos modelos de financiación y gobernanza que, a su vez, deben contar con la participación, la implicación y el compromiso de todas las partes interesadas con el fin de impulsar enfoques sistémicos transformadores que garanticen una implantación plena.

4. La UE: resistencia al agua y resistencia social

Por último, uno de los elementos más importantes que, con la salvedad del Informe Niinistö, ha estado ausente en los informes europeos sobre el tema es el reconocimiento de que, en la UE, la resiliencia hídrica estará irremediablemente vinculada a la resiliencia de la sociedad. Desarrollar la resiliencia de la sociedad e invertir en ella será crucial para adaptarse al cambio climático y a las fluctuaciones en la disponibilidad de agua, protegiendo al mismo tiempo la resiliencia sistémica subyacente de los ecosistemas acuáticas y cumpliendo así con los objetivos de la Directiva marco del agua y otras normativas relacionadas. En última instancia, la resiliencia implica adaptarse a la nueva oferta (con menor disponibilidad de agua por los efectos del cambio climático o de la contaminación) y la nueva demanda (procedente de sectores como las renovables y la digitalización). En caso de llegar a buen puerto, la resiliencia hídrica en Europa contribuiría por sí sola a generar la capacidad de toda la economía y toda la sociedad de soportar, recuperarse y adaptarse a condiciones adversas como las provocadas por las crisis geopolíticas actuales, las catástrofes u otras alteraciones que cada vez suceden con más frecuencia. Más que encarnar un nuevo elemento de crisis, el agua puede convertirse en una nueva oportunidad, en una apuesta segura para la acción en momentos de cambio.


[1] Según la definición del Informe Niinistö, la resiliencia es la capacidad de soportar, recuperarse y adaptarse a condiciones adversas como crisis, catástrofes o perturbaciones a cualquier escala.

[2] Informe de próxima publicación sobre la percepción pública en torno a las cuestiones relacionadas con el agua.