Relacionando islamofobia con radicalización: percepciones, evidencias y enredos

Manifestación islamofobia

Hablar de islamofobia es hacerlo de actitudes y conductas contrarias hacia el islam o hacia quienes profesan esta religión, es decir, hacia los musulmanes. En los países occidentales en general y más concretamente en los europeos hay musulmanes que sufren el impacto de la islamofobia en forma de discriminación, de exclusión y en ocasiones hasta de violencia. A lo largo de las últimas dos décadas, entre tres y cuatro de cada diez españoles han mantenido una opinión negativa del islam, especialmente respecto a algunos aspectos de la cultura musulmana, como por ejemplo el de las relaciones de género, sin que ello se traduzca necesariamente en intolerancia religiosa. Además, aunque entre una quinta y una tercera parte de los musulmanes residentes en España aduce haber tenido experiencias de discriminación o acoso en la vida cotidiana, solo uno de cada diez las atribuye a su religión.

Al tiempo, hay musulmanes que han apelado y continúan apelando precisamente al credo islámico, aludiendo por ejemplo a la sura 3, aleya 151 del Corán, esa donde se lee “infundiremos el terror en los corazones de quienes se empeñan en negar la verdad” –es decir, los infieles— para justificar la práctica del terrorismo en las sociedades abiertas y seculares de Europa Occidental donde viven. Son musulmanes que se definen a sí mismos como yihadistas, como los que ejecutaron los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y parafrasearon expresamente ese pasaje coránico. Así pues, es razonable detenerse a considerar si la islamofobia constituye o no un factor que produce radicalización yihadista en países occidentales, y si combatir la islamofobia debe o no ser considerada una medida inevitable para prevenir ese tipo de radicalización.

Respecto a esto último, únicamente el 20% de los españoles piensa que combatir la islamofobia esté entre las medidas más necesarias para prevenir la radicalización yihadista y el reclutamiento de jóvenes europeos por organizaciones terroristas. Así lo revela el BRIE correspondiente a febrero de 2022. Es una opinión que alcanza a un 25,4% en el segmento de la opinión pública española cuyas edades van de los 18 a los 29 años, sin pasar del 13,4% en el sector de quienes tienen una edad igual o superior a los 65 años. Sin embargo, que solo dos de cada diez españoles presupongan una relación entre islamofobia y radicalización yihadista lo suficientemente importante como para deducir que es preciso combatir la primera, a fin de prevenir la segunda, es una proporción común a las distintas categorías de otras variables como sexo, nivel de estudios, ocupación o posicionamiento ideológico.

¿Se encuentra esta percepción tan marcada de la opinión pública española en línea con lo que sabemos sobre la relación entre islamofobia con radicalización yihadista y la posible relevancia del tratamiento de la primera como medida de prevención de la segunda? En general, el conocimiento acumulado sugiere que la islamofobia favorece la aparición, en las sociedades occidentales, de determinados entornos hostiles para adolescentes o jóvenes adultos descendientes de inmigrantes procedentes de países con poblaciones mayoritariamente musulmanas, que reaccionan adhiriéndose a una identidad islámica idealizada, desterritorializada y politizada, como proponen distintas manifestaciones del islamismo transnacional, incluyendo el yihadismo global. Hay avances concretos de investigación que correlacionan sustantiva y significativamente hostilidad antimusulmana con radicalización yihadista para distintos contextos locales de Europa Occidental.

Ahora bien, cabe tener en cuenta una observación algo contraintuitiva: que la sensibilidad de los mencionados adolescentes y jóvenes adultos expuestos a expresiones de hostilidad o animadversión hacia el islam y los musulmanes sea tanto causa a partir de la cual se desarrollen eventuales procesos de radicalización, como consecuencia de que estos procesos ya se han iniciado. Uno de los terroristas que el 18 de agosto de 2017 atentó en el paseo marítimo de Cambrils, en la provincia de Tarragona, se había quejado reiteradamente, ya dos años antes, de que “todos” los no musulmanes odiaban el islam. Pero empezó a expresar este agravio en redes sociales cuando su proceso de radicalización yihadista había comenzado y como respuesta a la cobertura que los medios de comunicación europeos hicieron del atentado perpetrado en enero de 2015, en París, contra el semanario Charlie Hebdo.

En cualquier caso, la adecuada consideración del posible efecto de la islamofobia sobre la radicalización yihadista en países occidentales se ve a menudo perturbada por la presentación que de la islamofobia hacen determinadas entidades con influencia en la articulación de los intereses de la población musulmana, en España y en otros países de nuestro entorno europeo. Esas entidades difunden un calculado mensaje, susceptible de calar en ámbitos donde no se sepa distinguir entre religión e ideología política, según el cual la islamofobia es tanto animadversión hacia el islam como crítica al islamismo. Este es un enredo fabricado de manera deliberada por organizaciones y movimientos islamistas con el fin de calificar como islamófobos a sus detractores no musulmanes, confundir a las instituciones públicas al igual que a la sociedad civil y seguir eludiendo un escrutinio democrático de sus actividades.


Imagen: Manifestación contra la islamofobia en Barcelona. Foto: Fotomovimiento (CC BY-NC-ND 2.0).