La población de África ha superado los 1.200 millones y doblará de aquí a 2050, más que China y la India sumadas. El PIB regional es ya de más de tres billones de dólares y se prevé que el crecimiento del consumo ofrezca grandes posibilidades y oportunidades para las empresas locales y extranjeras en los próximos 10 años. Por eso, y para evitar una avalancha de emigración que sólo se detendrá si la economía africana crece significativamente y de forma inclusiva, África vuelve a interesar. El G20 –ya bajo la presidencia china y aún más bajo la actual alemana– se empieza a volcar sobre el continente, para lograr un gran pacto con África, por estas razones y fines, además de los problemas de seguridad frente a un creciente yihadismo que también viene de este sur. De la necesidad del desarrollo de África se viene hablando desde hace lustros. ¿Ha llegado un nuevo momento?
Se están poniendo en marcha nuevos planes para África, aunque la cuestión clave es más el cómo y la implementación que el qué. Marruecos ha regresado a la Unión Africana. Los propios africanos han elaborado su “Agenda 2063”, una fecha que puede parecer lejana, aunque con importantes objetivos intermedios, para empezar para 2020. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030 sitúan a África en el centro de sus preocupaciones. La UE también tiene un Plan de Inversión Externa y se está volcando sobre el tema, entre otras dimensiones intentando replicar a nivel europeo los acuerdos de cooperación españoles con varios países centroafricanos para evitar la inmigración ilegal. El Gobierno alemán ha propuesto un “Plan Marshall con África” desde el Viejo Continente –“África y Europa: una nueva Asociación para el Desarrollo, la Paz y un mejor futuro”–, cuya primera prioridad es empleos y oportunidades para los jóvenes –se necesitan 20 millones de nuevos empleos al año para las nuevas generaciones–, y la segunda la inversión en emprendimiento. China está cada vez más presente en ese continente y busca influencia, materias primas y negocios, sin condicionamientos políticos. El ministro español de Asuntos Exteriores y Cooperación, Alfonso Dastis, quiere recuperar el abandonado Plan África, esta vez bajo la forma de una Estrategia para África, y tiene la intención de reponer una Dirección General de África, separada, frente a lo que ha sido el caso en los últimos años, del Magreb, Mediterráneo y Oriente Próximo.
Hay una abierta competencia por África entre europeos, China, EEUU, Corea del Sur, Japón, Turquía y la India, entre los actores externos principales. Pero a diferencia de lustros anteriores, esta vez los africanos saben a dónde quieren llegar. No quieren que se les diga, pero sí piden ayuda, como quedó claro en un reciente encuentro sobre la región que celebró en Johannesburgo el T20, la red de centros de investigación (think-tanks) de los países del G20, en la que está integrado el Real Instituto Elcano. Esta vez, dadas la política de austeridad y las estrecheces, se trata de que la ayuda y las inversiones sean públicas, sí, pero también y muy esencialmente privadas, sobre todo en infraestructuras.
Se reconoce desde fuera y desde dentro que “África necesita soluciones africanas”. “África tiene que tomar el liderazgo intelectual del discurso global sobre África”, según el ghanés y ex director de la oficina de Naciones Unidas para la región Patrick Hayford. África tendrá que hacer mucho: integrarse –también superando las divisiones entre sus partes anglófona, francófona y lusófona–, crear marcos reguladores, sistemas de impuestos eficientes, impulsar el comercio continental que es ridículamente reducido, lograr que los propios africanos inviertan en sus países en vez de llevarse el dinero a Europa u otros lugares, fomentar la democracia y la lucha contra la corrupción, y el papel esencial de la mujer.
Preocupaciones mayores de los africanos, según el Afrobarómetro que cubre 35 países, son, como es natural, el desempleo, la sanidad y la educación, muy por delante de la democracia o de la corrupción. Todo ello está contemplado en la Estrategia 2063. El paro tiene otro significado que en Europa. También la pobreza absoluta que, junto con la desigualdad, también es una fuente de inseguridad. “África es rica, los africanos son pobres”, señala Africa Stanley Subramoney, presidente del Foro Empresarial NEPAD, para el cual “exportamos riqueza e importamos pobreza”. Un ejemplo citado es cómo el grupo yihadista Boko Haram recluta a sus militantes pagándoles cinco dólares diarios –para poder comer– y los adoctrina después.
Y si la digitalización aporta grandes oportunidades –aunque Internet vaya por detrás, las conexiones de telefonía móvil, prácticamente universal, están revolucionando el continente– la automatización y la robotización pueden llegar demasiado pronto para la necesaria industrialización de África. Un informe de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) pronostica que esta puede ser la causa de que los países en vías de desarrollo puedan perder dos terceras partes de sus actuales puestos de trabajo, no compensados por los nuevos empleos tecnológicos que se creen.
África está de regreso en las preocupaciones mundiales. Pero si vuelven a fracasar las expectativas, la crisis puede ser mayúscula.